CARLOS AGUILERA SILLER
CARLOS AGUILERA SILLER
TH, 3r VOLUM. El estado de derecho después de 1978

CARLOS AGUILERA SILLER

Texto del08/07/2008,
Fotografía cedida por Carlos Aguilera.

Carlos Aguilera Siller, natural de Priego de Córdoba, la llamada “ciudad del agua” por la multitud de manantiales que la rodean, fue Premio Extraordinario Fin de Carrera junto al que fuera Ministro de Hacienda del régimen franquista, Rafael Cabello de Alba. Su trayectoria profesional y vital, tan larga y rica como su privilegiada memoria, le permite componer un cabal y detallado mapa sociopolítico de la sociedad española de los últimos cincuenta años

No hay abogados en el cielo

Entre el cielo y el infierno había una pared medianera que un mal día se rompió. Los condenados empezaron a huir. Entonces Satanás llamó a San Pedro y le dijo: “Oye, cada uno de nosotros ha de pagar una parte para sufragar la reconstrucción de la pared, pero como no me fío de ti, mándame un abogado del cielo que haga un contrato con el mío. Si no pagas la parte que te corresponde, te demandaré”. Como al cabo de tres semanas no había noticia del abogado del cielo, Satanás volvió a comunicarse con San Pedro: “Han pasado tres semanas y no me has enviado ningún abogado”. San Pedro le contestó: “Lo siento, llevo tres semanas buscándolo, pero en el cielo no hay ninguno”. La labor del letrado no tiene siempre buena consideración; muy al contrario, algunos dirían que solo quedan ya –en consonancia con el relato anterior– abogados del diablo. No obstante, esta profesión sigue siendo indispensable dentro del Estado de Derecho en el que todos vivimos.

Se echan en falta los viejos políticos

El pueblo español ha disfrutado de un gran elenco de políticos de alto nivel. Yo tuve la fortuna de conocer y tratar a muchos de ellos. Valiosísimos me parecieron Jesús Rubio García-Mina y José Luis Villar Palasí, ministros ambos de Educación del régimen franquista. Durante la Transición también brillaron algunos estadistas, oradores de primera muchos de ellos. Adolfo Suárez, por ejemplo, supo consolidar el Estado de Derecho que tenemos. Felipe González ganó con el tiempo, llegando a ser un verdadero hombre de Estado. En Cataluña, Josep Tarradellas siempre me gustó. A Jordi Pujol, en cambio, le deslucía su tendencia a defender únicamente lo propio. Manuel Fraga, junto al que oposité en su día, era un estudiante aplicado. Y, sin salir de Galicia, especial recuerdo me merece Pío Cabanillas Gallas, a quien escuché aquello de que hay dos tipos de gallegos: los que ven crecer la hierba y los que se la comen. Grandes personalidades todas. Los políticos actuales, lamentablemente, no están al nivel de los de entonces.

Modificar la Constitución no es una tarea apremiante

Considero que la Constitución española es un modelo perfecto. Muchos han expresado el deseo de que la Carta Magna se modifique pero, en mi opinión, habrían de producirse antes una serie de circunstancias propicias para esa modificación, acontecimientos que por el momento no se han dado. También sería menester que apareciera una cierta oportunidad histórica, esto es, que el hecho de cambiarla o modificarla no supusiera ningún peligro ni trajera consigo más problemas de los que se pretenden resolver. En realidad no me parece necesario transformarla. Pienso más bien que se puede vivir con ella tal y como lo hemos venido haciendo hasta ahora. Sin embargo, en caso de modificarla, debería emprenderse la tarea bajo el imperio del consenso entre las distintas fuerzas políticas.

En España se legisla imperfectamente y en exceso

Es innegable el hecho de que en España se está legislando excesiva y gratuitamente, lo cual trae como consecuencia que las leyes aprobadas resulten, en muchas ocasiones, defectuosas. No es de extrañar entonces que el mundo judicial se resienta por ello. Cuantas más sean las leyes aprobadas, mayor será la confusión administrativa. También es cierto que no nos sobran los medios humanos y tecnológicos necesarios para afrontar el problema de la manera más adecuada posible. Personalmente, me sonrojó la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Considero que fue una cesión por parte del Gobierno contraria a la Constitución. Por otro lado, es fácil constatar la existencia de partidos separatistas en el territorio español que, a la postre y bien mirado, son análogos a los principales partidos políticos del sistema democrático. Casi diríamos que se hallan separados por las mismas ideas.

Vertebrar el territorio no puede implicar desmembrarlo

El Estado de las Autonomías fue creado para que cada territorio pudiera dar cauce a sus hechos diferenciales dentro de la unidad nacional. Desde este punto de vista, las autonomías han supuesto un aceptable modelo de desarrollo económico y cultural para España. No obstante, también han promovido una suerte de reinos de taifas, cuyo síntoma más visible es, sin duda, la debilidad del Estado español. La transferencia de competencias contribuye a anular sensiblemente la labor del gobierno central. Además, se ha creado demasiada confusión en cuanto a “nacionalidades” se refiere. El Derecho de libre determinación de los pueblos o Derecho de autodeterminación, que permite a un pueblo decidir sus propias formas de gobierno y trabajar en el desarrollo económico, social y cultural propios, para llegar a estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad, es un anhelo de los nacionalismos que supone el gran problema del Estado autonómico. El gran don Miguel de Unamuno decía: “Soy vasco, y por serlo, soy más español”. Vertebrar el territorio no debe significar desmembrarlo. De producirse efectivamente una reforma de la Constitución, este asunto de las autonomías se revela un punto importante a ser tratado, sobre todo a la hora de intentar clarificarlo.

El beso del Presidente de la República Alcalá-Zamora

Uno de mis abuelos estudió el Bachillerato con don Niceto Alcalá-Zamora. Muchos años después, siendo yo un crío, una mañana cualquiera de colegio, el entonces Presidente de la Segunda República Española, precisamente Alcalá-Zamora, visitó nuestra escuela y fui el elegido por el director para entregarle un ramo de flores. Después de recogerlo, se agachó y me dio un beso en la mejilla: debo ser una de las pocas personas en el mundo que han sido besadas por un presidente de república.

Educar a la ciudadanía en valores sociales y políticos

La política y las instituciones suelen obtener índices alarmantemente bajos de valoración por parte de nuestros jóvenes. Es un hecho palmario que falta asumir la educación cívica en profundidad. Quizás sería mucho decir que la generación actual es una generación apolítica, pero nadie puede negar que existe una tendencia preocupante hacia la pasividad o la indiferencia. Convendría dejar la demagogia aparte y dedicarse a regenerar o educar integralmente a las nuevas generaciones. Es importante crear votantes que ejerzan su derecho al voto con plena conciencia.

Sin democracia no hay Estado de Derecho

Poseer un Estado de Derecho comporta fundamentalmente vivir en un Estado que se halla subordinado al Derecho, que actúa conforme a un principio de legalidad y que, para instituirse y llevar a cabo toda la organización del sistema democrático, acude a la ley para legitimar su actuación mediante el cumplimiento de las normas jurídicas que conforman dicho sistema democrático. La Constitución viene a implantar todo un aparato jurídico imprescindible y a instaurar el Derecho donde no existía propiamente un principio de legalidad. Dicho esto, no creo necesario añadir que, durante el franquismo, no existió tal Estado de Derecho en España.

Superfluidad de la Ley para la Memoria Histórica

Opino que esta nueva ley por la que se reconocen y amplían los derechos y se establecen ciertas medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco, no va a desenterrar tantos fantasmas como algunos piensan. Dejemos de lado definitivamente las venganzas. Existen otros modos de figurar o hacerse notar en la vida política de un país.

Estado aconfesional de la mano del proceso democrático

La aprobación de la Constitución española trajo consigo la aconfesionalidad del Estado. Creo que los obispos son culpables de que los españoles sientan así. Históricamente, la Iglesia siempre ha mirado demasiado por sus intereses y esto no ha sido bien aceptado por los ciudadanos. Es indudable que vivimos en una época en que la mayoría de los estados occidentales se declaran aconfesionales o laicos: hay más ateos que creyentes en el mundo.

Temor a la República aunque parezca más racional

A lo largo de mi vida, he sido varias veces recibido por los Reyes de España. Tengo una muy buena opinión de don Juan Carlos I, a quien considero un hombre valioso y bueno que hizo en su día lo que debió hacer sin faltar a su juramento, y siento verdadera devoción por doña Sofía, mujer cultísima y encantadora. Pienso que la Monarquía como institución está realizando una labor positiva en nuestro país. No debemos olvidar que, a la manera anglosajona, el Rey reina pero no gobierna. Aunque estimo más racional una República que una Monarquía, le tengo un cierto miedo a la primera. Pensemos por un momento que nuestros políticos se vieran inmersos en la realidad política y social de una república: todos querrían alcanzar a toda costa la presidencia, como sucedió en 1931, lo cual no suele resultar lo más conveniente para el correcto gobierno de una nación.

Experiencia como fundamento de la vida

No sabría encontrar ahora la fórmula con la que me gustaría ser recordado. Pienso sin embargo en una frase que, por el paradójico calado que la impregna, siempre me fue cara al espíritu. Reza como sigue: “No me des consejos que sé equivocarme solo”.