Carmen Alborch
Carmen Alborch Ministra de Cultura (1993-1996). Escritora
TH, 1r VOLUM. La transición política española

CARMEN ALBORCH, Ministra de Cultura (1993-1996). Escritora

Text del 17/1272002
Fotografía cedida por C.A.

Si algo ha marcado la personalidad de Carmen Alborch ha sido su pasión por la cultura. Antes de ejercer como ministra, había llevado a cabo una reconocida labor al frente del Instituto Valenciano de Arte Moderno (ivam), y como responsable ministerial hizo gala de sus amplios conocimientos, dando muestras de su inagotable curiosidad e interés por la difusión cultural.

Siempre es interesante que ciertas reflexiones e impresiones queden recogidas en un libro, lo que no siempre va unido a una vocación literaria propiamente dicha

Nunca he tenido una vocación literaria1 en sentido estricto, supongo que como suele suceder a las personas que tenemos la costumbre de hablar mucho. No obstante, en un momento dado tuve la necesidad de recoger por escrito parte de mis reflexiones, debidamente documentadas y sedimentadas. Siempre ha habido cuestiones sobre las que me ha interesado escribir, y he pensado que quizá valdría la pena que ciertas impresiones quedaran plasmadas. Otra cosa es el esfuerzo que conlleva el centrarse en un tema y documentarlo en profundidad. En suma, siempre he creído que es importante escribir y dejar constancia de nuestras preocupaciones y vivencias, pero en mi caso esto dista mucho de una verdadera vocación literaria.

En la universidad, mucho más que en otros ámbitos, se vivieron los acontecimientos políticos de aquellos años con gran intensidad y compromiso personal

Durante la transición era profesora en la facultad de Derecho, de la Universidad de Valencia. Había estudiado la carrera de 1965 a 1970, e inmediatamente después de licenciarme me quedé en el Departamento de Derecho Mercantil, en el que estuve durante dieciocho largos años, hasta que me nombraron directora general de Cultura2. Lo cierto es que estar tantos años en el ambiente universitario me permitió vivir intensamente el proceso de la transición porque, mucho más que en otros ámbitos, en la universidad se vivían apasionadamente los acontecimientos políticos. En los grupos de estudiantes y profesores de los que formaba parte debatíamos constantemente y sentíamos un anhelo intenso por la democracia. Además, coincidimos en esa época personas muy activas que intercambiábamos opiniones todo el tiempo, dentro de la tensión que suponía la constante represión franquista y policial, y la falta de libertades en la que todos vivíamos, aunque algunos de forma mucho más dramática que otros. Recuerdo el bloqueo en los conciertos de Raimon, de Lluís Llach o de Ovidi Montllor3. Para nosotros la cultura era una bandera, porque representaba la libertad. Íbamos a Francia a buscar lo que aquí no teníamos, como determinados libros y pósters, o a ver ciertas películas, y siempre de una forma bastante precaria porque tampoco es que tuviéramos muchos recursos económicos.

Formábamos parte de una izquierda comprometida

Teníamos unas enormes ansias de libertad, y eso se notaba en todos nuestros actos y en la existencia de un sentimiento común, de un espíritu generacional que nos hermanaba. Recuerdo que frecuentemente comíamos en lo que llamábamos la mesa de económicas porque estaba en esa facultad, aunque se sentaban profesores de varias facultades, especialmente de Derecho y de Geografía e Historia. También venía a veces Ernest Lluch4, al que queríamos muchísimo. Éramos muy progres. Al final de la tarde oíamos el parte sobre la evolución de la enfermedad del dictador con la ilusión de poder descorchar las botellas de champagne o de cava que ­teníamos esperando en casa. Como todo el mundo, supongo, entonces teníamos grandes esperanzas puestas en la llegada de la democracia, aunque hubo momentos de gran desencanto. Vivimos la transición de forma muy directa, pero no ya como políticos, sino como personas, como ciudadanos y ciudadanas de izquierdas comprometidos. De todas formas, en esa época yo no tenía compromiso alguno con el psoe, y en ese ambiente universitario en el que me movía todos éramos de muchas y muy diversas tendencias, aunque una gran mayoría estaban vinculados al pce, que en ese momento tenía un gran peso específico.

El miedo no consiguió paralizarnos

No creo que ninguno de nosotros actuara desde el miedo, porque el miedo es paralizante y en esos años había una actividad intensa; ciertamente vivíamos atemorizados, pero llenos de esperanza. Se ha dicho a menudo que Franco se murió en la cama, pero lo hizo sabiendo lo profundamente contestado que estaba a nivel social. No sé hasta qué punto Franco tenía mucho interés en saber de verdad lo que ocurría en su país, pero recuerdo que a pesar de la represión franquista, existía un gran movimiento de rechazo al régimen. Me viene a la memoria un concierto de Pi de la Serra en el Teatro Principal de Valencia, que se hizo como protesta por una de las ejecuciones de Franco5. Aquellos actos siempre eran emocionantes y subversivos, como los conciertos de Raimon. Había miedo, pero éste no impedía la denuncia y la protesta. Supongo que la gente de mi generación, a la que llamo del 68 (aunque nací en 1947), fuimos bastante afortunados, ya que no vivimos la guerra civil, ni los primeros años de la represión, de una forma directa, y aunque sufrimos mucho (y por supuesto hay personas que padecieron mucho más que otras, porque fueron encarceladas y torturadas, vieron morir a familiares, estuvieron en comisaría y recibieron palizas de la policía) tuvimos la posibilidad de luchar contra el régimen franquista para, finalmente, poder disfrutar de la democracia y todos los movimientos de emancipación que siguieron, como el feminismo, que personalmente ha sido muy importante para mí. Existía una gran ilusión por el porvenir, sin embargo, me sorprende cuando en alguna ocasión, hablando con gente más joven, me han dicho nosotros somos herederos directos del desencanto; no siempre lo más joven es lo mejor.

Tuvimos que crear espacios alternativos, como la Sociedad Studio

En Valencia se articuló una especie de local alternativo, porque aunque disponíamos de los equipamientos culturales oficiales, siempre existía una censura previa y se ponían muchas dificultades, por ello se procuró encontrar un lugar donde pudiéramos desarrollar actividades con libertad, y para ello creamos una sociedad, la Sociedad Studio. Recuerdo que siempre que venía Lluis Llach a actuar a Valencia le pedíamos que nos cantara L’Estaca, aunque sabíamos que inmediatamente llegaría la policía y nos desalojaría. En fin, son las historias que contamos siempre los de nuestra generación, que probablemente tengan escaso interés hoy día, pero para nosotros eran importantes, porque fueron años difíciles donde, por ejemplo, las mujeres todavía podían ser condenadas por adulterio y ni siquiera tenían libertad sobre su propio cuerpo.

El exilio supuso para España una verdadera sangría de mentes extraordinarias

El exilio supuso una verdadera sangría para este país, porque lo privó del aprovechamiento directo de unas personas con un extraordinario nivel intelectual. De repente España se vio privada, primero por la guerra civil, y después por la represión y el exilio durante la dictadura franquista, de una generación extraordinaria de mentes fantásticas, no sólo en el campo de la política, sino también en el de la literatura, la filosofía y el arte en general, y eso fue algo dramático. Por otra parte, los que se fueron y pudieron regresar, porque hubo muchos que ni siquiera tuvieron esa posibilidad, supongo que vivieron con gran ambivalencia de sentimientos esos momentos, y la acogida que recibieron a su vuelta fue una manera de recuperar la trayectoria democrática que ellos simbolizaban desde el exilio. En este sentido, el ja sóc aquí de Tarradellas forma parte de nuestra historia común y de nuestro lenguaje. Luego es evidente que los países evolucionan y en ocasiones no da tiempo para aprovechar la sabiduría y experiencia de esas personas, y en otras se hacen renovaciones apresuradas de las mismas, así que lamentablemente pasan desapercibidas.

Con respecto al debate actual sobre la Constitución, no se trata tanto de si se puede o no modificarla, sino de tener en cuenta los posibles trayectos y buscar momentos adecuados

La Constitución de 1978 fue el resultado de unos complejos equilibrios políticos, por así expresarlo de unos ejercicios de funambulismo ideológico realmente importantes, lo que ha supuesto que se instale a nivel social cierto temor a que un texto tan fundamental, resultado del pacto, del acuerdo y la concordia, pueda ser revisado o modificado. Se percibe ahora una desconfianza a que, si se ­tocan algunos temas, inevitablemente les seguirán otros. Existe la sensación, como cuando se revisa cualquier tema, de que se sabe cómo empezará, pero no adónde nos puede conducir, cuál va a ser el trayecto o qué obstáculos pueden surgir por el camino. Por ello creo que, por una parte, se plantea la necesidad de retomar y debatir algunas cuestiones, pero por la otra existe ese recelo que está provocando un fuerte rechazo a cualquier cambio de la Carta Magna. No se trata tanto de si se puede o no modificarla como, por ejemplo, han hecho en varias ocasiones en Alemania, sino de cuál debe ser el destino final del trayecto y la conveniencia de hacerlo en estos momentos.

Reflexionar y confrontar ideas siempre es positivo, no se trata de hacer una cultura de la polémica, sino del diálogo abierto

El reconocimiento de las autonomías ha sido un proceso importantísimo porque ha servido para que muchos ciudadanos vieran sus sentimientos respetados y en el lugar que les corresponde, aunque lógicamente para algunos siempre será poco lo que se ha conseguido. Sin embargo, el modelo autonómico ha supuesto la vertebración del país de una forma completamente distinta a la que ya había, y en cuanto a su planteamiento y desarrollo, ha resultado bastante singular. Opino también que hay que rechazar, por otra parte, toda idea inmovilista a este respecto porque existen unos principios universales que deben cumplirse. Los derechos humanos tienen que ser respetados, porque las grandes palabras son siempre esenciales. Otra cuestión es que existan los procesos y los debates en torno a ellos, pero el que los haya no debe en absoluto suponer ni división, ni enfrentamiento, ni echarse las manos a la cabeza. Reflexionar y confrontar ideas siempre es positivo, no se trata de hacer una cultura de la polémica, sino del diálogo abierto, del contraste de opiniones en voz alta.

Hay que tener esperanza en una Europa cohesionada a la vez que diversa

En la Europa unida que se está construyendo en estos años es evidente que gran parte de las cuestiones que le afectan dependen de unos gobernantes concretos. Nada es neutral en política, porque no se siguen las mismas directrices cuando existen unas determinadas sensibilidades y un determinado posicionamiento o compromiso en el gobierno comunitario, que cuando prevalece otro de signo contrario. En el caso de mi grupo parlamentario, cuando hemos participado en los Consejos de ministros de Cultura de la Unión Europea siempre hemos propiciado que la cultura sea un derecho, y en este concepto va inmerso el respeto a las minorías, lo que a su vez significa la promoción de la diversidad cultural. En mi caso, por ejemplo, siempre he preferido utilizar el término culturas y políticas culturales al de cultura, porque considero que es más apropiado y porque estoy convencida de que, en lo que se refiere a este ámbito concreto, Europa ha de tener cada vez más un papel relevante; debemos tener esperanza en ella, en una Europa cohesionada a la vez que diversa. Siempre pensamos que la mejor inversión, la más importante, sería la destinada a fomentar el capital humano, la educación y la cultura.

Jordi Pujol ha sabido fomentar la lengua catalana

Indudablemente, el franquismo ha sido mucho más peligroso para la supervivencia del catalán que la Unión Europea, porque cuando existe el autoritarismo y una fuerte idea de centralización lo primero que se intenta borrar es la diversidad. Y eso es algo que no creo podamos temer que suceda en Europa, así que deberíamos centrarnos en tener nosotros las ideas claras y potenciar nuestras propias lenguas, porque no siempre se hace así. Como valenciana me entristece que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, no hable valenciano, o que el presidente de la Generalitat Valenciana ni se moleste en usar públicamente el catalán de Valencia, que para mí es la misma lengua pero con distintos giros dialectales. Lo básico para conseguir mantener viva una lengua es que se hable, que se escriba, que se traduzca, que se conozca y que se ame, mucho más importante que desgastarse en temores estériles. En este sentido, al igual que en muchos otros, Pujol ha sido un buen político.

La cultura es nuestro alimento espiritual y por ello hay que potenciar y cuidar la creatividad allí donde surja

Todos los ciudadanos tienen derecho a la cultura, al acceso a los bienes patrimoniales de un país, a su uso y disfrute. La cultura es nuestro alimento espiritual y por ello hay que potenciar y cuidar la creatividad allí donde surja. Pero, además, ésta resulta esencial para poder adquirir valores como el respeto o la dignidad, mostrarnos que podemos alcanzar nuestro propio proyecto vital, y es fundamental para erradicar de la sociedad problemas tan graves como el de la violencia. Sin educación nunca se podrá acabar con el machismo de una sociedad, porque sólo cuando se aprenda que hombres y mujeres somos seres humanos con los mismos valores, podremos terminar con la idea de posesión de los unos sobre los otros.

La violencia de género7 está desgraciadamente muy relacionada con el deseo de autonomía de las mujeres

Respecto al tema de la violencia de género se ha hablado en alguna ocasión de que un tratamiento excesivo a nivel de medios de comunicación puede propiciar de alguna forma que se generen más situaciones de ese tipo. Sin embargo, no creo que se pueda ejercer censura sobre los medios, ni siquiera considero que sea lo más adecuado en este caso. Al contrario, creo que hay que tratar el tema con la importancia y la sensibilidad que merece este grave problema ­social que a todos nos incumbe.

Efectivamente, la violencia es un problema grave de la sociedad, es parte de nuestra realidad y ocultarlo sería ignorar deliberadamente un aspecto de nuestra vida y de nuestro entorno. Sin embargo, hay quienes opinan que al igual que en otros tipos de violencia, como la política, el hecho de conceder al tema grandes titulares, en ocasiones excesivos, no sirve más que para alimentar esa misma violencia. Pero lo que creo que hay que tener en cuenta es que es un drama que vive nuestra sociedad y que, desgraciadamente, está demasiado relacionado con los deseos de autonomía de las mujeres. Son clarividentes los títulos de algunas canciones, como el de La maté porque era mía, o el de un libro espléndido titulado Mi marido me pega más de lo normal. Lo importante es que los malos tratos ya no se ven como un problema exclusivamente privado, algo que, en mi opinión, tiene mucho que ver con lo conseguido gracias al compromiso y la movilización de las mujeres. Es una cuestión de misoginia, compleja, y que se debe abordar, como pretende nuestro proyecto de ley integral, con tolerancia cero y como se ha planteado, de manera ejemplar, en la Comunidad de Castilla-La Mancha8.

Siempre debería existir un pacto de mínimos a nivel social

En el tema de la violencia de género, o en todos aquellos que tienen que ver con la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas como, por ejemplo, poder hacer las ciudades más habitables, siempre debería existir un pacto de mínimos a nivel social. Pienso que a todo el mundo en general, pero especialmente a los políticos, debemos exigirles que cumplan con su palabra, requerirles su responsabilidad y que nos den confianza, porque la política es un noble oficio y creo que cada uno debe poner en ello lo mejor de sí mismo. En realidad, ser político no debería consistir en otra cosa que en ponerse a disposición de la sociedad partiendo de un ideario propio, pero que responda a los criterios de eficacia y transparencia. Aunque eso sí, siempre teniendo en cuenta que nos movemos en un frágil equilibrio donde es fundamental el desarrollo sostenible, porque somos herederos y al mismo tiempo depositarios de un legado a otras personas que deberán poder vivir en el planeta con las máximas garantías posibles.

1          Es autora de varios artículos y de algunos libros sobre los condicionamientos sociales que todavía hoy sufren las mujeres, y entre los cuales destaca el libro Solas, en donde aborda la incomprensión ante la opción por no vivir en pareja emprendida por parte de algunas mujeres, a pesar de tratarse de una soledad libremente escogida y generadora de tantas satisfacciones como puede ser cualquier otra fórmula de convivencia social. En su ultimo libro, Malas, analiza los estereotipos existentes a nivel cultural en torno a la mujer.
2          Carmen Alborch se doctoró Cum Laude en la Universidad de Valencia donde cursó sus estudios de Derecho, y de la que fue profesora titular del departamento de Derecho Mercantil y decana de la facultad de Derecho, hasta que fue nombrada directora general de Cultura de la Generalitat Valenciana y directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (ivam), en el que llevó a cabo una gestión particularmente reconocida.
3          Los tres cantautores citados fueron miembros destacados del movimiento de la nova cançó, surgido en 1961 en el marco más amplio de la canción protesta. Desde sus inicios nace como un movimiento de resistencia nacional, porque parte de una ­voluntad de reivindicación lingüística y cultural que se plantea de una manera ­activa y responsable, incluso militante.

4          Ernest Lluch (1937-2000) fue una persona comprometida con la lucha democrática. Se doctoró en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona y amplió sus estudios en la Sorbona de París. Fue especialista en Historia de las Doctrinas Económicas y colaborador en la cátedra de Política Económica de la universidad barcelonesa hasta que en 1966 fue expulsado por apoyar al Sindicato Democrático de Estudiantes y trasladado a Valencia. Su muerte originó una de las mayores manifestaciones de repulsa ciudadana en Barcelona, con la asistencia de todos los partidos políticos, en la cual Gemma Nierga leyó un comunicado donde se pedía diálogo que levantó una gran polémica.
5          Parece ser que se refiere al 18 de agosto de 1963, cuando la prensa española anunció que “con sujeción a las formalidades de la ley penal común, ha sido ejecutada la sentencia de pena capital dictada contra los terroristas Francisco Granados Data y Joaquín Delgado Martínez”. Bajo esta retórica se escondía la atroz muerte por estrangulamiento con el tristemente famoso “garrote vil” de estos dos anarquistas tras un juicio sumarísimo, celebrado tan sólo diez días después de los hechos que se les atribuyeron: la instalación de dos bombas en la sección de pasaportes de la Dirección General de Seguridad y en la Delegación Nacional de Sindicatos que hirieron a una veintena de personas. El Consejo Ibérico de Liberación, organización clandestina anarquista a la cual pertene­cían ambos, declaró el 11 de agosto ante la opinión pública nacional e internacional que los dos eran absolutamente ajenos a esos hechos. El 22 de agosto, Robert Escarpit escribió en Le Monde “Francisco Granados Gata y Joaquín Delgado Martínez han dado su vida por algo pero, como siempre, los verdugos los han ejecutado por nada”.

6          Todavía en los años 70, en virtud del Código Civil y del Penal vigentes, la mujer podía ser penada con prisión si cometía adulterio contra su marido, sin embargo, éste no estaba sometido a igual castigo. Esta disposición, junto a otras muchas claramente discriminatorias para la mujer, fue una de las puntas de lanza del incipiente movimiento feminista que, en este caso concreto, se recogió bajo el lema jo també sóc adúltera en una gran manifestación que llenó las calles de Barcelona, y en donde se reclamaba también el divorcio, la patria potestad compartida, el reconocimiento de las parejas de hecho, la eliminación del concepto de hijos ilegítimos, entre otras muchas reivindicaciones.
7          El término “violencia de género” es un marco conceptual que permite abordar todo ­tipo de violencia ejercida dentro de una dinámica de género, entendido éste como “sexo cultural”, es decir, el conjunto de factores culturales y sociales que hacen que una mujer o un hombre se sientan y sean percibidos como tales por los demás, y que no necesariamente siempre se corresponde con el sexo biológico. Se incluyen dentro de este concepto delitos como la violencia domestica, la violación, el incesto o el acoso, entre otros.
8          El gobierno autónomo de Castilla-La Mancha ha adoptado la resolución de publicar en los medios de comunicación, a modo de escarmiento, los nombres de las personas condenadas por delitos de violencia sexual o de género, siguiendo el ejemplo de otros países europeos.