TH, 4t-5è VOLUM. El crac del 2008. La crisis que cambió el mundo.

JOSÉ FAUS CATALÀ

COARVAL
Texto del 08/02/12 .
Fotografía cedida por José Faus.
 

La pasión por la tierra del responsable de una entidad que aglutina 184 cooperativas agrícolas se hace patente en sus palabras, muy críticas con la política agraria de la Unión Europea, demasiado centrada en la agricultura continental. Con la esperanza de que pronto le llegue el turno a la agricultura mediterránea, encara con actitud positiva la presente coyuntura económica e insta al resto de sociedad a un cambio de mentalidad.

 Representamos a unos cien mil socios con 200 puntos de venta

El cooperativismo agrario valenciano es una realidad que cuenta ya con más de un siglo. Coarval, nuestro grupo de empresas, nace a principios de los años 80. Se agruparon 14 cooperativas para unificar las compras de los abonos, que entonces eran todos de importación. Aquellas 14 asociaciones iniciales se han convertido hoy en 184, prácticamente todas las de Valencia y Alicante. Coarval tiene por función anticiparse y dar respuesta a las necesidades de las cooperativas de base. Las de primer grado son las locales, que agrupan a los agricultores. Nosotros constituimos una cooperativa de segundo grado en la que se agrupan las locales. En total, representamos a unos cien mil socios. Contamos, asimismo, con 200 puntos de venta para proporcionar servicio al agricultor y al consumidor en general.

 Ciento cincuenta millones de euros al año

Presido a los agricultores valencianos desde hace más de veinte años. Huelga decir que cada cuatro hay elecciones, pero sucede que hasta ahora me han renovado la confianza en cinco ocasiones. No sabría decir cuál es el secreto de tanta confianza, pero si debo señalar una de mis virtudes –aunque quede mal hacerlo–, diría que quizá sea la transparencia. He puesto mucho empeño en realizar todo con luz y taquígrafos. Téngase en cuenta que el grupo Coarval factura ciento cincuenta millones de euros. Por lo tanto, la transparencia no solo se ha de suponer: se ha de ejercitar. Evidentemente, no gestiono a solas, sino que formo parte de un consejo rector integrado por gente muy profesional.

 Estamos al lado del agricultor para asesorarle técnica y legalmente

La agricultura demanda cada vez más profesionalidad, sobre todo desde que existen las normativas europeas sobre trazabilidad o residuos. Estamos al lado del agricultor para asesorarle técnica y legalmente. Un ejemplo lo ilustra a la perfección: cuando la crisis del pepino en Alemania, algunos aprovecharon para poner en entredicho las garantías sanitarias de nuestros productos. Nosotros nos lo tomamos casi a broma, porque las empresas y cooperativas agrícolas valencianas están certificadas con todas las ISOS existentes. Fueron insidias sin fundamento alguno y quienes las vertieron desconocen el grado de modernización de nuestra agricultura.

 Formación igual a productividad más calidad

Gracias a nuestro empeño, hemos conseguido que en las diferentes cooperativas locales haya 300 técnicos agrícolas a pie de campo, ayudando al agricultor en todo lo que se refiere a producción, plantas, abonos, tratamientos… Esta red de técnicos, a su vez, trabaja bajo la coordinación de los nuestros. En mi opinión, los agricultores valencianos estamos más formados que muchos agricultores centroeuropeos. La formación es básica, porque normalmente conlleva una mayor productividad en cuanto a costes y una mejora en la calidad.

 Clima y tierra privilegiados

En nuestro mercado competimos con todo el mundo, sobre todo con los países del cono sur, que están pisando muy fuerte. Por eso no podemos descuidar la calidad, y tampoco la diversificación: aunque no se sepa mucho, la agricultura valenciana no termina en la naranja. Tenemos la suerte de disfrutar de un clima y una tierra que permiten el cultivo incluso de productos tropicales. En ese terreno, aún queda mucho campo por recorrer.

 Cinco empresas concentran toda la distribución agrícola europea

En cuestión del precio de venta al público de nuestros productos, tienen mucha más fuerza las grandes empresas de distribución que los agricultores. La distribución en Europa está en manos de cinco empresas. Esta perversa concentración hace posible, por ejemplo, que mandarinas que a nosotros nos han pagado a 60 céntimos la caja, en Londres se vendan a 60 céntimos la unidad. Pensábamos que todo esto se iba a terminar agrupando la producción y concentrando la oferta, pero no ha habido manera de evitar este tipo de abusos. Se echa en falta una autoridad que los controle. Quizá otra de las soluciones sea que los productores participemos en el accionariado de las empresas de distribución.

 Un modelo que cubra todas las necesidades del medio rural

Nuestro modelo contempla desplegarnos en forma de central hortofrutícola, de bodega, almazara, almacén de suministros, agrotienda para abastecer al agricultor y vender al gran público y, finalmente, de gasolinera. De hecho, hoy somos la empresa distribuidora de este tipo más importante de España. También hemos trabajado en el desarrollo de las cajas rurales para facilitar el crédito agrícola, siempre partiendo del principio de que el dinero que salga del campo revierta en el campo. Y por último, aunque no menos importante, fabricamos nuestros propios fitosanitarios y abonos líquidos. Pretendemos cubrir todas las necesidades del medio rural.

 Qui guarda quan té, menja quan vol

Que todos padecemos la crisis es una verdad innegable, aunque no es menos cierto que los agricultores no la notamos tanto, quizá porque tradicionalmente somos conservadores. En valenciano hay una frase que dice: “Qui guarda quan té, menja quan vol” (“quien guarda cuando tiene, come cuando quiere”). Solo con esta mentalidad puede uno dedicarse a la tierra: la tierra es para hormigas, no para cigarras.

La agricultura no es un sector económico más, sino un bien social

Los jóvenes de ahora, incapaces de llevar a la práctica una vida de hormiga, abandonan por ello la profesión. La mayoría de los agricultores se jubilan sin dejar relevo. Por eso, buena parte del esfuerzo de Coarval se encamina a que la agricultura no se pierda. Entendemos que la agricultura no es un sector económico más, sino un bien social, la base del medio ambiente, y los agricultores, los jardineros y los paisajistas de nuestra geografía. Por desgracia, la sociedad todavía no es consciente de ello.

 ¿Qué sentido tiene mantener tantos campos yermos y, a la vez, tanta mano de obra parada?

Las tierras valencianas fueron un vergel. Hoy ya no lo son tanto. Me da mucha lástima contemplar tantas hectáreas yermas entre los naranjales que aún resisten. A pesar de ello, Valencia es aún, dentro de España, una potencia agrícola. Las cooperativas valencianas crecen, emplean cada vez a más gente y facturan cada vez más. Si yo gobernara, convertiría la agricultura española en un sector más estratégico. ¿Qué sentido tiene mantener tantos campos yermos y, a la vez, tanta mano de obra parada? Hay una especie de prejuicio a la hora de apostar por la agricultura, como si significara un paso atrás en la historia.

La agricultura no se puede deslocalizar

La agricultura no se deslocaliza, como tantas empresas valencianas de otros sectores han hecho. Es obvio que no nos iremos ni a Marruecos, ni a la China, ni a ninguna otra parte, porque la tierra y el clima son intransferibles. Eso, hoy, aquí, es un tesoro. Por desgracia, algunos parecen no valorarlo. Lo peor de todo es que las soluciones para el campo valenciano serían de fácil aplicación, aunque a veces parece que para eludirlas se escuden en la necesidad de un trasvase, el del Ebro, que en realidad el agricultor valenciano no necesita.

 En pro de la agricultura mediterránea

El Gobierno debería defender nuestra agricultura. En la Unión Europea parece que solo exista la agricultura centroeuropea y norteuropea, la de Holanda, Alemania o Finlandia. De la agricultura mediterránea no se acuerda nadie. Hace unos días, Sarkozy dijo que iba a preocuparse de ella, tanto en Italia o Francia como en España. Pero de momento no pasa de ser solo una declaración de intenciones. Necesitamos, por ejemplo, el corredor del Mediterráneo. La Unión Europea parece que se ha decantado por él. Estamos a la espera.

 De la economía sumergida al delito

La economía sumergida está haciéndonos mucho daño como país. Entiendo que es un tema incómodo, habiendo tanto parado que obtiene ingresos de esta manera, pero no puede ser que haya empresas que no estén al día de sus obligaciones. La permisividad que hay al respecto puede suponer incluso un caldo de cultivo para el delito, porque pasan más desapercibidas las tramas de delincuentes que operan hurtando en los campos.

 Sobredimensionamiento excesivo de las autonomías

Las comunidades autónomas han supuesto, en general, un factor de modernización, aunque hay que reconocer que durante las últimas dos legislaturas quizá se hayan sobredimensionado demasiado. También los ayuntamientos han crecido en exceso. Antes, en mi pueblo había un alguacil que se encargaba de todo; ahora tenemos siete u ocho, y el municipio no ha crecido tanto.

La generación que tuvo que tirar del país una vez recuperada la democracia

Me enorgullezco de pertenecer a la generación que tuvo que tirar del país una vez recuperada la democracia. Modestamente, creo que aportamos nuestro granito de arena a la historia. Aun así, a veces, en tono informal, me quejo de que somos la generación que no sabe nada. Cuando éramos jóvenes los mayores nos decían que no sabíamos nada, que no nos metiéramos en lo que no conocíamos. Ahora, quienes nos recuerdan que no sabemos nada son nuestros hijos, que han crecido en la era de las nuevas tecnologías.