Lluís Maria Xirinacs
Lluís Maria Xirinacs
TH, 1r VOLUM. La transición política española

LLUÍS MARIA XIRINACS. Senador de 1977 a 1979. Escritor.

Texto del 03/06/2002,
Fotografía: Àngel Font

Ordenado sacerdote siendo muy joven, enseguida mostró su oposición al régimen que tanto apoyaba la iglesia mediante huelgas de hambre, protestas ante la cárcel Modelo, o concentraciones en la plaza Sant Jaume.

Candidato al Premio  Nobel de la Paz en 1975, no cabe duda de que Lluís Maria Xirinacs es un hombre comprometido que no repara en esfuerzos por defender los principios de soberanía popular, justicia social y libertad política que escasean en los discursos oficiales.

“Todo para el pueblo pero sin el pueblo

Un amigo me dijo cuando acabé la tesis doctoral que podía dejarlo todo y retirarme, porque ya había dado todo lo que tenía que dar. Pero no le hice caso y aún me lancé a una aventura posterior; iniciar un pequeño y lento movimiento desde la plaza Sant Jaume1, porque hasta las cosas más grandes han tenido un comienzo pequeño. Creo que el pueblo se ha masificado y la democracia participativa no es más que una cosa a medias. Lo que yo planteo es radical: dividir el territorio en vecindarios, barrios, municipios, comarcas, y en cada sitio una asamblea donde la gente pueda de­cidir lo que quiere, es decir, una democracia accesible. Y no quiero decir con esto que reniegue del sistema actual, porque es una conquista que ­alcanzamos después de la dictadura de Franco, pero tenemos que volver a esta reivindicación que ya constaba en la Assemblea de Catalunya. ¿Cuál es la voluntad, por ejemplo, del barrio del Eixample? Porque la democracia significa que el político obedece al ciudadano y al pueblo y para poder hacerlo tiene que saber lo que éste desea. Por ello, de forma callada y tranquila estamos trabajando para hacer oír la voz de la gente, aunque es difícil conseguir la atención de una sociedad que piensa más en los grandes almacenes. Y cuesta particularmente por la complicidad de los po­líticos para que todo siga igual, es lo que se decía en el despotismo ilustrado de todo para el pueblo pero sin el pueblo.

No quiero vivir del presupuesto

Más que político lo que me considero, y ésta es una definición que he desem­polvado del diccionario, es demótico, que significa “todo lo referente al pueblo”. Es decir, no quiero ir a las elecciones, no quiero mandar, no quiero estar en las instituciones… en definitiva, no quiero vivir del presupuesto. Lo que deseo es dedicarme al pueblo, ser y estar con el pueblo, y cuando éste arranque me retiro. Las asambleas que se están formando no son las del “Xiri”, de Xirinacs, ni son tampoco las de la campaña Jo també em planto2, sino que se pertenecen a ellas mismas. La gente ya no ­sabe lo que es el ámbito público, porque el oficial se lo ha comido, lo ha absorbido, porque lo público significa la sociedad por sí misma, no es privado ni oficial. Hay que recuperar una enseñanza, una sanidad, una televisión, un transporte que sean realmente públicos, lo que no significa que sean oficiales. Es curioso cómo se ha olvidado este principio que es legal, porque actualmente lo único que queda de todo esto, que se perdió con la Revolución Francesa, son los bosques comunales de algunos pueblos del Pirineo en donde ni el Ayuntamiento ni ninguna instancia privada pueden hacer nada, solamente una asamblea tiene capacidad de ­decidir qué se hace con ellos. En Cardona, por ejemplo, existe una dis­­tribución de aguas que es pública, no es del Ayuntamiento, ni de Aguas de Bar­celona, en cuyo caso sería privada, sino que es verdaderamente pública, su administración está regida por el pueblo ya que Cardona se divide en barrios, y cada uno nombra a un representante y hacen una asamblea que decide qué se hace con el agua en temas como la extracción, conducción, consumo o lo que sea. Es un ejemplo de lo que deberíamos recuperar.

Lo público coincide mucho con el “hacer país” de Pujol

Esto que defino como ámbito público coincide en mucho con lo que Pujol llamaba hacer país. Yo lo conocí cuando era demótico, y luego se pasó a la política, algo que no enjuicio. En realidad, admiro su gran capacidad de trabajo. Recuerdo que en la segunda movilización de la plaza Sant Jaume, yo me iba a las nueve, y él todavía se quedaba trabajando en la Generalitat hasta las doce de la noche. Pujol y yo nos conocemos desde que éramos jóvenes, aunque en los últimos años no hemos tenido ocasión de hablar distendidamente de estas cosas, siempre han sido en actos oficiales más bien, como cuando nos concentrábamos ante la cárcel Modelo3 y él vino un par de veces. Acudía bastante gente, tanta que incluso, en una ocasión, rodeamos el edificio, y en la última media hora nos poníamos en pie contra la pared, algo espectacular y emocionante. Pujol vino y se puso en la fila, como hizo el arzobispo de Toulouse, o el arzobispo Betacci, presidente de Crist International. Lo de saltarse el protocolo y mezclarse con la gente, lo ha hecho Pujol toda la vida.

Fue un grave error no conceder la amnistía política antes de las elecciones de 1977

Esta campaña de amnistía de los presos políticos tuvo una gran repercusión, no sólo en Cataluña, sino en toda España, porque esa sensibilidad existía en todas partes. En las parroquias hubo gente que ayunaba o se encerraba los domingos reivindicándola, hubo manifestaciones, aunque a mí se me viera un poco como la cara de esa campaña, supongo que también porque estuve allí dos veranos y todo un invierno. Recuerdo que Jon Etxabe, un antiguo miembro de ETA, que fue de los primeros indultados, vino con su gran txapela a abrazarme. También el primer verano vino un americano, y cuando volvió el segundo, me dijo que había estado en Corea del Sur y allí también se había puesto un sacerdote delante de la cárcel, protestando, siguiendo nuestra idea.

Durante esa larga campaña me agredieron varias veces. Incluso los vecinos, paradójicamente, me decían: usted será pacifista, pero desde que está aquí no hay paz, porque la policía está cargando continuamente. Sufrí agresiones también por parte de la extrema derecha, con cadenas, puños de hierro, ganchos y patadas. En una ocasión no me dejaron cojo de por vida porque una señora se puso en medio y paró el golpe, y la dejaron coja a ella. He pasado muchas veces por el hospital para que me pusieran puntos de sutura.

Realmente lo racional hubiera sido conceder la amnistía antes de las primeras elecciones de 1977, porque significaba que la gente que Franco había metido en la cárcel por sus ideas no era libre para votar, al igual que no pudieron hacerlo los que estaban en el exilio. Siendo ya senador, todavía continué de pie ante la cárcel, lo que creaba un importante problema a la policía. Tres meses después, finalmente, nos dieron la amnistía. Recuerdo que había elaborado un proyecto de ley que diputados y senadores no siguieron, se quedaron bajo mínimos. Como senador por Entesa dels Catalans hice el discurso en Madrid, ya que Benet me pidió que lo hiciera porque, al fin y al cabo, había estado en primera línea, e hice una lista de todo lo que se pedía con la amnistía aunque, sin embargo, no se llegó ni a la mitad. Todavía quedan muchas cosas por hacer.

El enfrentamiento entre Pujol y Tarradellas sirvió para que Madrid nos metiera un gol

Escribí un libro, La traïció dels líders, donde, entre otras cosas, hablo de la relación entre Tarradellas y Pujol. Fue una situación compleja, porque al ­lado de Pujol estaban los comunistas contra Tarradellas, y en el otro lado, a favor del President, los socialistas de una forma oscilante. Hablé con ambos de ­todo esto, pero hoy ya es historia. Tarradellas decía una cosa por un lado y Pujol por el otro, y mientras tanto Madrid nos metió un gol por culpa de ese enfrentamiento, porque Suárez iba aprovechándose de lo que más le convenía. Se enemistaron fuertemente y este tiempo fue difícil, tanto que de los tres volúmenes de mi libro, uno está dedicado solamente a la negociación previa a las elecciones. Yo planteaba una solución unitaria, es decir, mientras Cataluña no estuviera reconocida, debíamos ser unitarios frente a Ma­drid, algo que también opinaba Tarradellas, quien hablaba de una única voz pactante, claro que tenía que ser la suya. Viendo cómo estaba el panorama se me ocurrió hacer un acto de soberanía nacional, al igual que hizo Macià cuando salió al balcón y proclamó la República de Cataluña, que era la forma de demostrar que no éramos una región española bajo el mismo régimen que las demás, sino que constituíamos una nación.

Propuse en la Assemblea de Catalunya que Tarradellas, todavía en el exilio, regresara como President provisional y formara un gobierno con Pujol como conseller en cap4. Esto lo hice antes de las elecciones, e incluso fui a ver a Pujol, quien me recibió en su despacho de Banca Catalana y le dije: escucha Pujol, si mañana se hace la sesión de la Assemblea de Catalunya tú quedas de conseller en cap y Tarradellas de President, porque no tiene fuerza política, sino metapolítica, es una fuerza de Estado, porque representa la legitimidad catalana, y esto lo conseguimos, los vascos no. Y lo único que se conservó de la legitimidad republicana fue el reconocimiento de Tarradellas como President de la Gene­ralitat de Catalunya.

Sistema político actual y perpetuación en los cargos

Lo que sucede es que cuando Pujol pasó de hacer país a hacer política (algo que no critico porque cada uno tiene que seguir su vocación), lo que quiso fue ganar, porque en política si no ganas no puedes poner en práctica tus ideas. Y el dinero es el dinero de todos, y los partidos políticos que no ganan no lo tienen y no pueden hacer nada. Quiero decir que entiendo que el deseo de ganar es legítimo, pero ¿a qué precio? Eso ya es otra cosa. Lo que sucede es que quien parte en los primeros puestos de salida tiene más posibilidades, lo que nos aboca a un sistema bastante deficiente que permite que se perpetúen siempre los mismos, porque aún están aquellos que estaban… El que entra ya no sale. Y para estar allí tuvieron que ceder demasiado, Suárez se aprovechó, y tanto la Constitución como el Estatut se hicieron pequeños.

Pujol era el político que más confianza podía ofrecer al pueblo

Existe, por otra parte, un fenómeno concreto que se sitúa más allá del procedimiento democrático y que se basa en la capacidad de liderazgo de determinadas personas que acceden al poder. Si Franco estuvo cuarenta años, a Hitler le siguió toda Alemania, o a Gandhi el mundo entero, fue porque tenían esa cualidad. Pujol, obviamente, no ha estado cuarenta años, pero sí ha sido un líder nato, es popular. Aunque él mismo es una persona formada en un ambiente burgués que mantiene una deficiente relación con el mundo obrero, el llamado anillo rojo de Barcelona, sin embargo, ha sabido conectar con el interior de Cataluña y con la burguesía del centro de Barcelona. Ha sido un líder carismático en determinados sectores, y eso es algo que no se improvisa, que no se cuenta ni por horas, ni por años, ni por elecciones, ni por tantos por cientos, eso es otra cosa, es objetivizar la política. Desde el punto de vista carismático, era el político que menos miedo daba al pueblo.

En ocasiones Pujol es recibido en los Estados Unidos como el presidente de una nación

Una cuestión importante en torno a Pujol, pero que tiene que ver con el ­país, ha sido su manía por la normalización que, aunque lo defina así, es algo que está muy bien, porque ha sabido dar la sensación al mundo de que Cata­luña es una nación, que tiene sus presidentes con sus guardaespaldas, sus coches negros, y que las cosas se hacen bien, sin estridencias. Esto es positivo, pero creo que él mismo no era así hace unos años, tuvo sus estridencias, estuvo en la cárcel, lo torturaron, estuvo exiliado y su nombre fue escrito por todas las paredes, “Pujol, Pujol, Pujol” (y los fascistas añadieron “ron” delante de su nombre, para que pareciera un anuncio). Fue un hombre incómodo cuando estaba haciendo país, era punzante pero se volvió redondo, y todo el país quedó redondo. Ahora todo es más gris, nadie despunta, y esta normalidad es como una zona pantanosa, porque ni tenemos soberanía, ni independencia; hemos construido sobre una base que no se aguanta, como la catedral de Sant Petersburgo que Pedro “el Grande” construyó sobre las marismas del río Neva y se fue hundiendo. Y aquí tenemos ese problema, como es el tema de la lengua, porque si hasta Irlanda, por ejemplo, siendo independiente, ve cómo se pierde el irlandés a favor del inglés, imaginemos lo que pasará aquí que ni siquiera lo somos. Es una lucha constante, como ­decía Terricabras, aquí cada día se tiene que ejercer de catalán. Quiero decir con todo esto que se nos ha hecho creer que todo está bien cuando no lo está, quizás no es posible estar mejor, pero que no digan que es una situación normal. En ocasiones Pujol es recibido en los Estados Unidos como el presi­dente de una nación, pero eso sólo es un mérito personal suyo, porque en ­realidad es un engaño.

La Ley de la Lengua Catalana5 fue un acto de soberanía

Lo de la inmersión fue un acto de valentía, esto hay que dejarlo claro. La Ley de la Lengua Catalana que introdujo la inmersión, fue un acto de soberanía catalana frente a España que ya estaba recogido en las primeras líneas del Estatut, donde se dice que la primera lengua de Cataluña es el catalán, es ­decir, la lengua propia, lo que establece una distinción que hoy día nadie sabe cómo solucionar. Actualmente, en Cataluña hay un 40% de castellano parlantes, luego están los inmigrantes extracomunitarios, pero aunque la proporción fuera inversa y los catalanes sólo supusieran el 20% de la población, el catalán seguiría siendo la lengua propia del país. En Bélgica todo se escribe en valón y en flamenco, porque son bilingües como en muchos otros sitios, pero la cuestión es que nosotros, oficialmente, para Madrid no lo somos, no representamos un bilingüismo simétrico. Aquí las señalizaciones se hacen sólo en catalán, y se protesta mucho por ello. El Foro de Babel se creó contra este desequilibrio real a favor del catalán, que a su vez sirve para contrarrestar el desequilibrio inverso en cines, periódicos, televisión y en tantas otras cosas, porque en muchas existe una preponderancia del castellano.

El gobierno de concentración de Tarradellas probablemente fue un acierto

La primera gran decepción para Pujol fue cuando, en las primeras elecciones, quedó como tercera fuerza política6. Habían ganado los socialistas, y él y la UCD quedaron casi igualados. Recuerdo que en la Llotja, donde estaban las pantallas instaladas, sabiendo que yo salía ya como senador, me cogió del brazo en un aparte y me dijo: Lluís, qué lejos estamos aún de la victoria y supuso que yo estaba luchando con él. Tengo que reconocer, de todas formas, que en esas elecciones se podían votar tres senadores, y como Pujol percibió que mucha gente me quería votar, me incluyó en su lista como independiente, algo que quizás le costó la victoria. En aquella época aún era demasiado demótico,  poco político.

Ganaron los socialistas un poco de carambola, porque la gente estaba harta de Franco y no quería la derecha, pero tampoco el comunismo, sólo quedaba el socialismo que, con la UGT, prácticamente partían de cero, pero Reventós era un cabeza de lista muy bueno. Luego hubo una serie de problemas; Benet acusó en parte a Tarradellas por no dejar gobernar a los que habían ganado las elecciones aquí, pero no es verdad; yo lo explico en mi libro. Tarradellas, con mucho acierto, a pesar de los problemas que había con Pujol y con los demás, constituyó un gobierno de concentración, en el que por un lado estaban los consellers elegidos por él y, por otro, nombró consellers a los líderes de los partidos que habían sido elegidos, con lo cual estaban tanto Pujol como Reventós.

El caso Banca Catalana respondía a la necesidad de eliminar un banco que comenzaba a despuntar pero que no pertenecía a la oligarquía financiera de las cien familias

La segunda decepción sucedió estando ya en el gobierno, motivada por el ­terrible ataque a Banca Catalana7, asunto que conozco muy bien porque lo ­viví de cerca. La denuncia fue promovida por unos fiscales que eran prosocialistas, y Pujol pasó tiempos muy duros pero aguantó, porque si algo tiene es que muerde poco, es decir, es una persona elegante cuando hace campaña electoral y cuando actúa políticamente, sabe comerse la amargura y dar sensación de tranquilidad.

En ese momento el Banco Urquijo se encontraba en la misma situación, al igual que Rumasa. Pero esta segunda, junto con Banca Catalana, eran consideradas regionales en Madrid, mientras que el Urquijo era una banca nacional, y aquella especie de hospital de bancos que tienen en la capital ayudó a salir del bache al Urquijo pero dejaron caer a los otros dos. Estoy convencido que fue una jugada del gran capital para absorber unas entidades bancarias que comenzaban a despuntar y no pertenecían a la oligarquía clásica bancaria, las famosas cien familias. Sin embargo, Pujol, a pesar de esto y de los ataques duros de los fiscales Mena y Villarejo, no les ha guardado rencor, y ahora el segundo es el presidente del tribunal contra la corrupción y Mena es fiscal general de Cataluña. Esto es también un mérito suyo.

“Tranquilo, Jordi, tranquilo”

Creo que el 23-F son varios golpes militares en uno. El principal fue dirigido por Alfonso Armada y, seguramente, por el Rey con los Estados Unidos y Francia detrás, y también con el PSOE, Tarradellas, la Iglesia y mucha gente más, cuyo objetivo era frenar el partidismo excesivo, que dificultaba la gobernabilidad ejecutiva en Madrid, y el exceso de autonomía. Todos ellos tenían que dar un golpe parecido al que se quería hacer en Portugal, cuando unos años antes se había hecho el de los “claveles” dirigidos por los mismos, porque existía una especie de gobierno mundial en la sombra llamado Grupo Bil­derberg8 en el que estaban Rockefeller y Agnelli, entre otros. Pero estos magnates necesitaban que alguien se ensuciara las manos. En Portugal cometieron el error de dejarlo a cargo de un grupo de jóvenes coroneles de izquierdas que dieron un giro revolucionario y Spínola tuvo que irse.

Aquí se aseguraron más y lo encargaron a gente de la extrema derecha que ya llevaba un tiempo conspirando, pero que tenían controlados. Fueron éstos quienes mandaron a Tejero al Congreso y animaron a Milans del Bosch (precisamente Milans se les fue de las manos sacando los tanques, porque ­éste era de la tendencia más dura de la extrema derecha). Entonces el Rey tuvo que reconducir la situación y envió a Alfonso Armada para arreglarlo. En una situación de emergencia creó un gobierno de concentración que era lo que se pretendía, el golpe real que se quería hacer, el propio Tarradellas ­hablaba de un golpe de timón. Por aquella época había recibido revistas económicas de Alemania avisando que en España era necesario hacer un cambio. Un mes antes del golpe se encontraron Tarradellas y Armero, que era un gran periodista, en un bar de Madrid a donde había acudido a presentar un libro sobre el padre del Rey, pero el objetivo secreto era convencer al Conde de Barcelona para que se uniera al proyecto, y en ese momento le dijo Armero que Suárez estaba dimitiendo, y Tarradellas regresó a Cataluña por Lleida, donde estaba Siurana como alcalde y donde se estaba tramando el complot. Pasó también por Zaragoza, para convencer al presidente de la Comunidad de Aragón, y regresó a su casa.

Pero todo se fue a pique porque Tejero exigió la lista de ministros, y como aparecía Solé Tura, que era comunista, dijo que no lo admitiría, y acabaron por no entenderse con Armada. Le  pagaban un viaje a Londres para que se fuera tras el golpe, pero él, con su dignidad de fascista y militar, dijo que no. El Rey lo arregló todo llamando a los capitanes generales, y en ese momento dijo la famosa frase tranquilo Jordi, tranquilo, famosa porque Pujol ya estaba en la picota. El golpe fracasó, pero el programa lo asumieron en buena parte los socialistas cuando comenzaron a gobernar, y de este contexto salieron la LOAPA y acciones políticas similares.

No se puede hacer lo que uno se ha propuesto si se tiene que pelear con Madrid constantemente para conseguirlo

Pujol, por razones políticas, se ha visto obligado a convertirse en un político de derechas, liberal, pero de derechas, y esto significa depender mucho del capital. Aunque es innegable que tiene aspectos positivos porque ha asegurado, en buena parte, el trabajo en Cataluña, no deja de reflejar una influencia muy americana la idea de ganar rápidamente. La política siempre se plantea a corto plazo: ganar elecciones. Para los empresarios, la idea es ganar dinero, sin darse cuenta de lo que dejan por el camino. De todas formas, muchas de las cosas que se critican no son ni culpa de Pujol ni de la era Pujol, sino que son consecuencia de la falta de dinero. No se puede hacer lo que se quiere si estás peleando constantemente con Madrid para conseguirlo. Es de dominio público que cada año nos estafan enormes sumas de dinero. Pero como consideran a Cataluña muy rica, la explotan. Sin embargo, aquí hay un déficit económico tan grande que lo sorprendente es que hayan hecho tantas cosas tan bien hechas.

Existe una cierta desilusión en torno al proyecto catalán

Creo que Pujol es una persona muy compacta, sólida, además de muy inteligente e intuitiva. En medio de las dificultades que ha encontrado a lo largo de estos años, siempre ha intentado estar a la altura y, verdaderamente, no sabría de otro que tuviera esa capacidad de hacer tanto, esa agilidad ante las dificultades, aunque ahora tiene el problema de tener que pactar con el PP constantemente, lo que le lleva a enemistarse con su propio pueblo en temas como, por ejemplo, el Plan Hidrológico Nacional. Últimamente percibo que ha pasado a estar a la defensiva, que hay cierta desilusión por el proyecto catalán.

Si me instalé en la plaza Sant Jaume fue precisamente porque vi lo que estaba sucediendo. Los socialistas desde el principio me dijeron, recuerdo que fue Alexandre Cirici Pellicer en 1977, que no creían en Cataluña pero que electoralmente era rentable seguir manteniendo ese ideal. En cambio los pujolistas siempre creyeron en el país, pero últimamente se percibía cierto cansancio, por eso me manifesté en la plaza, para intentar levantar algo que se estaba dejando caer. Por algún motivo va perdiendo votos, ya no tiene mayorías, lo que le obliga a pactar con los populares en Madrid, hecho que todavía le hace más impopular.

Personalmente tengo otra visión de cómo tendría que ser el Parlament; si Pujol sigue como hasta ahora, que cada vez que propone una ley votan en contra, tendrá que dejarlo. Como, además, depende de Madrid por el tema de la financiación, algo que no les sucede a los vascos gracias al concierto económico, está obligado a llevarse bien con el PP, como antes con los socialistas a los que aguantó incluso en medio de los escándalos de corrupción. Es una situación compleja a la que, además, se une el propio desencanto por la política de parte del pueblo.

En la transición nos engañaron

Si en la transición hubiéramos sido valientes como lo fueron Estonia, Lituania o Letonia, hubiéramos declarado la independencia y luego habríamos hecho lo que quisiéramos, unirnos con España o no. Era el momento de hacerlo, porque se dan situaciones históricas donde se debe apostar fuerte, pero aquí no se hizo. Cuando Pujol fue a Lituania le dijeron que su Parlamento había declarado la independencia y no había habido ninguna guerra y él dijo que Rusia no era Es­paña, y tenía razón, Rusia era mucho peor.

Por tanto, soy contrario al Estatut, voté abstención, y voté no a la Cons­titución, al igual que la mayoría del pueblo vasco quienes, como son parte electoral de España, aunque allí son mayoría, acaban siendo minoría dentro del conjunto. Por eso es importante para mí que las uniones sean de entidades autónomas o independientes entre sí. Consecuentemente, soy partidario de cambiar esto, pero no nos lo permitirán, lo que resulta, si cabe, más paradójico, porque hay que recordar que nos engañaron en la transición diciéndonos que votáramos sí a la Constitución porque se había incluido un capítulo que permitía cambiarla, y ahora, sin embargo, no podemos ni tocarla. Por otra parte, cualquier cambio tiene que pasar por Madrid, o sea que veo difícil que suponga una mejor situación para Cataluña. De todas formas, algo original de Pujol es que chupa rueda de los vascos, ellos van por delante llevándose las bofetadas y dándolas, mientras él va recogiendo las migajas que caen, lo que resulta positivo para nosotros, pero supone que los vascos no nos puedan ni ver. He oído a muchos diciendo que están hartos de que, en vez de solidarizarnos, nos aprovechemos; ellos se pelean y nosotros cobramos los resultados. No sé si es algo muy consciente o no, porque la mentalidad catalana es más pactista y la vasca más guerrera. Otra crítica que tengo contra Pujol es esa teoría que tiene de ir ganando un pez, y luego otro, y otro,  sistema  que nunca termina por dar un balance positivo, porque mientras entra un pez en la cesta va saliendo otro.

Sin embargo, la historia la escriben los vencedores, y supongo que la etapa de Pujol quedará como una época donde Cataluña se hizo respetar ante el mundo, en la que se convirtió en próspera, en la que se evitó la fractura social, y él pasará a la historia como una gran persona.

1          Desde el 1 de enero del 2000 Lluís Maria Xirinacs ha realizado concentraciones en la plaza Sant Jaume reclamando la independencia de los Països Catalans.
2          Movimiento en pro de la constitución de una Assemblea dels Països Catalans.
3          Durante un año y nueve meses, Xirinacs permaneció delante de la cárcel Modelo de Barcelona exigiendo la amnistía para los presos políticos del franquismo.
4          Se denomina consellers a los miembros del gobierno de la Generalitat y equivalen en posición y funciones, a los ministros. Conseller en cap equivaldría, por tanto, a un primer ministro.
5          La Ley 1/1998, de 7 de enero, aprobada por el Parlament de Catalunya el 30 de diciembre de 1997, sucedió a la llamada Ley de Normalización Lingüística de 1983 que pretendía extender el conocimiento del catalán a la mayoría de la población. Alcanzado ese objetivo (el 94,45% lo entiende y más del 70% lo lee y lo habla), se promulga dicha ley de inmersión lingüística con el propósito de avanzar en su generalización, y especialmente en su uso en todos los niveles de la administración.
6          Convergència i Unió (CiU) no nace hasta la fusión en 1979 del Pacte Democràtic de Catalunya (PDC) y Unió Democràtica de Catalunya (UDC). Por tanto, en las primeras elecciones de 1977 obtuvieron 13 escaños, 11 el PDC y 2 UDC.
7          El 20 de mayo de 1984, tan sólo unas semanas después de la victoria por mayoría absoluta de Pujol frente al socialista Obiols, fue presentada una querella de la fiscalía contra Jordi Pujol por descapitalización de Banca Catalana, entidad auspiciada por él. Este episodio marcó “un antes y un después” en la relación con los socialistas catalanes, pues muchos pensaron que estaban detrás de lo que fue denominada “una jugada indigna” por el President desde el balcón de la Generalitat.
8          El Grupo Bilderberg tomó su nombre del hotel de Holanda donde se celebró su primera reunión, a partir de la cual pasaron a reunirse anualmente en el más estricto secreto. Está compuesto por miembros de las élites financieras, industriales y de medios de comunicación de Estados Unidos y Europa Occidental. Formaban parte de este grupo,  entre otros, David Rockefeller, Edmond de Rothschild, Giovanni Agnelli, Otto Wolf o Arthur Taylor. A pesar de que sus miembros negaron la existencia del Grupo durante décadas, se vieron forzados a reconocerla ante la presión de la prensa. Estuvo, además, relacionado con el Concilio de Relaciones Exteriores (CFR) conocido como “The Establishment”, “el gobierno invisible” o la “oficina extranjera de Rockefeller”, que tras la segunda guerra mundial generó los mecanismos para la creación de la ONU.