Sr. Millo
Sr. Millo
TH, 8è VOLUM. El Procés

SR. JOSEP ENRIC MILLO ROCHE (Prólogo)

Delegat del Govern Espanyol a Catalunya

PRÓLOGO

Sr. Josep Enric Millo Roche

 

Agradezco profundamente a Àngel Font la invitación que me realiza para escribir el prólogo de esta obra coral sobre el denominado ‘proceso’. Es complicado exponer, en tan breve espacio, mi reflexión sobre la situación política y social que vive Cataluña. Pero sí que quiero desgranar unos puntos sobre lo que estamos viviendo los catalanes.

Quisiera comenzar con una reflexión central en el programa intelectual del premio nobel de economía Amartya Sen: ‘las instituciones y organizaciones han de sostener y facilitar el debate público documentado como requisito fundamental del desarrollo de las sociedades’. No podría estar más de acuerdo.

Nuestras sociedades modernas son sociedades cada vez más complejas, con múltiples intereses y múltiples contradicciones. Unas sociedades que en nada se parecen ya a las sociedades que únicamente el romanticismo político añora: uniformes, premodernas y ligadas a la identidad.

La modernidad, en cambio, se basa en tres conceptos principales: el de que todos somos ciudadanos libres e iguales, el de la Constitución como norma fundamental y el del contrato social como pacto cívico fundacional. Tres conceptos que se entrelazan en la moderna teoría constitucional.

Todo ello me lleva a una idea poderosa: los pactos constitucionales son siempre superiores a los plebiscitos. Y ello por muchas razones que son difíciles de desgranar aquí pero que considero de suma importancia. El único arreglo posible en nuestras sociedades plurales y complejas es el diálogo y el acuerdo. No hay otro camino posible.

Por eso el atajo del plebiscitarismo no puede ser la solución: porque se basa en la confrontación de dos opciones en vez del diálogo entre múltiples opciones, porque pivota no sobre argumentos racionales sino sobre una mezcla de postverdades y elementos emocionales y, en definitiva, porque pretende dar soluciones simples y dicotómicas a situaciones complejas, y, sobre todo, en sociedades complejas. Y no hay soluciones simples a nuestras sociedades complejas.

Pongamos la situación que vivimos en Cataluña para ejemplificar claramente esta idea. En nuestra comunidad, el movimiento independentista explica que la única manera de solucionar su “conflicto entre Cataluña y España” es mediante un referéndum de secesión. Ya esta primera idea no define correctamente la situación, pues los ciudadanos, encuestas en mano, no perciben como su principal problema este conflicto, sino que sienten como mucho más preocupante la situación de la sanidad, el empleo, la educación o las políticas sociales.

No existe un problema entre Cataluña y España, entendidas como comu-nidades separadas, como demuestra que el 80% de los catalanes nos consideramos, de alguna u otra forma, españoles. Pero es que, además, el plebiscito no ha obtenido nunca un apoyo mayoritario de los ciudadanos. Si en las elecciones de 2015 las fuerzas ‘plebiscitarias’ se quedaron con el 48% de los votos, en 2014, la consulta ilegal solo fue apoyada por un tercio de la población. Una parte importante, sí, aunque minoría al fin y al cabo.

Pero lo que quisiera remarcar es que estos números palidecen en comparación al más de 90% de votantes que en la transición dijeron sí al pacto cons-titucional y al pacto estatutario. Un pacto, el constitucional, en el que los catalanes tuvimos mucho que decir, tanto en su redacción como en su aprobación. Mi reflexión es clara: ¿Sustituir un pacto constitucional que obtuvo más del 90% de apoyo por un plebiscito que representa a menos de la mitad de los catalanes es progreso o retroceso democrático? Dejo la respuesta abierta al lector.

Como decía, difícilmente un plebiscito puede sustituir a los pactos sociales en nuestras democracias occidentales, en nuestras sociedades complejas. No olvi-demos que reducir la complejidad a la simplicidad es el juego del populismo que recorre Europa. Caer en esa simplicidad es caer en ese populismo que preten-demos alejar de nuestras instituciones.

El diálogo es la única vía. El diálogo no es una opción, es una obligación ética y moral. Tenemos que hacer transitar Cataluña hacia la era del diálogo. Tenemos que pasar la pantalla del referéndum, de las elecciones plebiscitarias, de las estructuras de estado, de la rueda del hámster. Tenemos que pasar la pantalla del proceso para centrarnos en el diálogo entre instituciones. Y lo tenemos que hacer desde la lealtad institucional y la legalidad democrática.

La experiencia me ha enseñado que cuando existe un conflicto entre dos partes la responsabilidad nunca es en su totalidad de una de ellas. Pero también, que cuando existe un conflicto, buscar soluciones de confrontación o la simplificación de los problemas no conduce a nada. Lo único que hace es dividir ficticiamente a la sociedad en dos y hacerla aún más débil. Y esto nos lo demuestran los últimos plebiscitos que hemos vivido en Europa ¿son hoy Reino Unido e Italia sociedades más fuertes y cohesionadas?

¿Por qué plantear nuestra acción política como un juego de suma cero con vencedores y vencidos cuando podemos convertir el espacio de la polis en un juego en el que todos ganamos? Este es el espíritu del diálogo y del pacto. Un juego en el que todos ganemos. Este fue el espíritu de la transición. Por eso la transición fue una historia de éxito para Cataluña que abrió el periodo de mayor autogobierno y progreso económico de nuestra historia.

Ser catalanes es ser personas de seny. La historia nos ha demostrado que hemos vivido largas épocas de seny entremezcladas con algunas épocas de rauxa, que, por lo general, nunca han acabado bien. Por ello, estoy convencido de que recupe – raremos nuestra mejor forma de ser catalanes. Recuperaremos el sentido común que tanto nos caracteriza. Volveremos a hacer del diálogo y del pacto nuestra mejor forma de construir la Cataluña, la España y la Europa del futuro con un sello inequívocamente catalán.
[/expand]

 

 

I am deeply grateful to Àngel Font for extending me the invitation to write the prologue of this work on the ‘process’ (the Procés). It is difficult to express my opinion on the political and social situation in Catalonia in such a small space. However, I do wish to analyse some points on what we Catalans are experiencing.

I wanted to begin with a central reflection on the intellectual programme of the winner of the Nobel Prize for Economics, Amartya Sen: “institutions and organisations must sustain and facilitate documented public debate as a funda-mental requirement in the development of societies”. I could not agree more.

The modern societies of today are increasingly complex, with multiple interests and multiple contradictions. They are societies that are in no way similar to the societies that only political romanticism yearns for: uniform, pre-modern societies linked to identity.

In contrast, modernity is based on three main concepts: we are all free and equal citizens; the Constitution is a fundamental guide; and the social contract as a foundational civic pact. These three concepts are interlinked in modern constitutional theory.

This all leads me to a powerful idea: constitutional agreements are always superior to plebiscite agreements. This is due to many reasons that are difficult to fully extrapolate here but which I consider of supreme importance. The only arrangement possible in our plural and intricate societies is dialogue and agreement. There is no other possible route.

For this reason, the shortcut of plebiscite thinking cannot be the solution: it is based on confrontation between two options as opposed to dialogue between multiple options; this is due to the fact it revolves around a mixture of post-truths and emotional factors, as opposed to rational arguments, and, in short, because it aims to provide simple, dichotomous solutions to complex situations and, in particular, in elaborate societies. There are no easy fixes to our multifaceted societies.

The situation being experienced in Catalonia can clearly illustrate this idea. In this community, the independence movement explains that the only manner to solve its “conflict between Catalonia and Spain” is via a referendum of secession. This first idea does not correctly define the situation as citizens, surveys in hand, do not perceive this dispute as their main issue, rather they are far more concerned by the matters of health, employment, education and social policies.

There is no problem between Catalonia and Spain, which are understood as separate communities, as 80% of us Catalans consider ourselves to be, in some form or other, Spanish. However, the plebiscite has never obtained the majority support of citizens. If in the elections of 2015 the “plebiscite” forces gained 48% of votes, in 2014 the illegal consultation was only supported by a third of the population. A significant part, yes, but a minority ultimately.

However, what I wished to emphasise is that these numbers pale in comparison to the more than 90% of voters who, during the transition to democracy, said yes to the constitutional agreement and statutory pact. In this constitutional agreement Catalans had a lot to say, both in its preparation and in its approval. My reflection is clear: Does substituting a constitutional pact that obtained more than 90% of support for a plebiscite that represents less than half of Catalans constitute progress or democratic regression? I shall leave it up to the reader to decide.

As I was saying, it is difficult for a plebiscite to replace the social agreements of our western democracies, of our complex societies. That is not to mention that reducing complexity to simplicity is the game of populism running through Europe. Falling into this trap of simplicity would be to fall into the populism from which we are attempting to distance our institutions.

Dialogue is the only way. Dialogue is not an option, it is an ethical and moral obligation. We must move Catalonia toward the era of dialogue. We must turn the page of the referendum, of plebiscite elections, of state structures: we must turn the hamster’s wheel. We must change the process to focus on dialogue between institutions. And we must do so through institutional loyalty and democratic legality.

The experience has taught me that when a conflict exists between two parties, neither of them is fully responsible. However, when a conflict does exist, seeking solutions based on confrontation or the simplification of issues leads to nothing. The only thing it achieves is to fictitiously divide society in two and make it even weaker. The last plebiscites in Europe have proven this. Are the United Kingdom and Italy stronger and more coherent societies today?

Why outline our political action as a zero-sum game with winners and losers when we can turn the space that belongs to the polis into a game in which we all win? This is the spirit of dialogue and agreement. A game in which we are all victorious. This was the spirit of the transition to democracy. Conse-quently, the transition was a successful episode for Catalonia, heralding the period of greatest self-governance and economic progress in our history.

Being Catalan is to be seny people, people of wisdom. History has shown us that we have experienced long periods of seny intermingled with some eras of rauxa, or sudden action, that, in general, have never ended well. This is why I am convinced that we will recuperate our best form of being Catalans. We will recover the common sense we are known for. We will return to dialogue and agreement as our best way to construct the Catalonia, Spain and Europe of the future with an unequivocally Catalan stamp.
[/expand]

 

 

Je remercie du fond du cœur Àngel Font de m’avoir invité à écrire le prologue de cette œuvre qui divulgue ce qu’on appelle le « proceso ». Ce n’est pas simple de présenter, en seulement quelques lignes, ma réflexion sur la situation politique et sociale que traverse la Catalogne. Je souhaite toutefois insister sur quelques points qui sont chers aux Catalans et à leur vie.

Commençons par une réflexion centrée sur le programme intellectuel du prix Nobel d’économie Amartya Sen : « les institutions et organisations doivent soutenir et faciliter le débat public documenté, s’agissant d’une exigence cruciale pour le développement des sociétés ». Je soutiens totalement cette idée.

Nos sociétés modernes sont des sociétés toujours plus complexes, aux intérêts et contradictions multiples. Des sociétés qui ne ressemblent en rien aux sociétés uniquement regrettées par le romanticisme politique : uniformes, prémodernes et liées à l’identité.

La modernité, quant à elle, s’appuie sur trois concepts principaux : nous sommes tous des citoyens libres et égaux, la Constitution est la règle de base et le contrat social constitue un pacte civique fondateur. Trois concepts qui se croisent dans la théorie constitutionnelle moderne.

Tout cela nous mène à une idée remarquable : les pactes constitutionnels sont toujours supérieurs aux plébiscites. Et les raisons en sont nombreuses même si cet espace ne permet pas de les décrire en détails, et elles sont essentielles. La seule solution possible pour nos sociétés plurielles et complexes consiste en un dialogue et des accords. Aucune autre voie n’est possible.

C’est la raison pour laquelle le raccourci du plébiscitarisme ne peut pas être la solution : il s’appuie sur la confrontation de deux options au lieu du dialogue entre options multiples car il ne repose pas sur des arguments rationnels mais sur un mélange de post-vérités et d’éléments émotionnels et, en définitive, parce qu’il prétend offrir des solutions simples et dichotomiques à des situations complexes et surtout dans des sociétés complexes. Et les solutions simples n’existent pas dans nos sociétés complexes.

Examinons par exemple la situation que nous traversons en Catalogue pour préciser cette idée. Dans notre communauté, le mouvement indépendantiste explique que la seule manière de résoudre le « conflit entre la Catalogue et l’Espagne » est d’organiser un référendum sur la sécession. Tout d’abord, cette première idée ne définit pas correctement la situation puisque les citoyens, études l’appui, ne considèrent pas ce conflit comme leur principal problème ; ils sont bien plus préoccupés par la santé, l’emploi, l’éducation ou les politiques sociales.

Il n’existe pas de problème entre la Catalogue et l’Espagne, en tant que communautés séparées puisque 80 % des Catalans se considèrent Espagnols, d’une manière ou d’une autre. Il faut savoir cependant que le plébiscite n’a pas obtenu le soutien majoritaire des citoyens. En 2015, les forces « plébiscitaires » ont remporté 48 % des votes mais en 2014, la consultation illégale a été soutenue par un tiers de la population. C’est un pourcentage conséquent mais il s’agit tout de même d’une minorité il faut bien l’avouer.

Je souhaite souligner que ces chiffres font triste figure par rapport aux quelques 90 % des électeurs qui, lors de la Transition, ont dit oui au pacte constitutionnel et au pacte d’État. Un pacte, le pacte constitutionnel, dans la rédaction duquel nous, les Catalans, avons participé largement, ainsi que dans son approbation. Ma réflexion est claire : remplacer un pacte constitutionnel qui a obtenu plus de 90 % du soutien par un plébiscite qui représente moins de la moitié des Catalans, est-ce synonyme de progression ou de régression démocratique ? Je laisse le lecteur en décider.

Comme nous l’avons dit, un plébiscite peut difficilement remplacer les pactes sociaux de nos démocraties occidentales, dans nos sociétés complexes. N’oublions pas que réduire la complexité à la simplicité est la tactique du populisme qui envahit l’Europe. Tomber dans ces simplifications serait tomber dans ce populisme que nous souhaitons éloigner de nos institutions.

Le dialogue est la seule voie possible. Le dialogue n’est pas une option, c’est une obligation éthique et morale. Nous devons faire transiter la Catalogne vers l’ère du dialogue. Nous devons passer l’écran du référendum, des élections plébiscitaires, des structures d’État, de la roue du hamster. Nous devons passer l’écran du proceso pour nous centrer sur le dialogue entre institutions. Et nous devons le faire par le biais de la loyauté institutionnelle, et la légalité démocratique.

L’expérience m’a enseigné que, en présence d’un conflit entre deux parties, la responsabilité n’incombe jamais totalement à l’une d’entre elles. J’ai également appris que, si l’on est confronté à un conflit, rechercher des solutions par la confrontation ou la simplification des problèmes ne mène à rien. Cela n’entraîne que la division fictive de la société en deux parties, ce qui tend à l’affaiblir. C’est ce que nous montrent les derniers plébiscites qui ont eu lieu en Europe : le Royaume-Uni et l’Italie sont-elles des sociétés plus fortes et plus cohésives ?

Pourquoi soutenir un modèle d’action politique dont le résultat est identique à celui d’un jeu à somme nulle, avec des vainqueurs et des vaincus, alors que nous pouvons transformer l’espace de la polis en un jeu gagnant-gagnant. C’est dans cet esprit de dialogue et de pacte que nous nous plaçons. Un jeu sans perdant. C’était l’esprit de la Transition et c’est la raison pour laquelle la Transition fut un succès pour la Catalogue qui a ainsi déclenché la période de l’autonomie et du progrès économique la plus importante de notre histoire.

Être Catalan, c’est être quelqu’un de seny. L’histoire a prouvé que nous avons vécu de longues périodes de seny associées à certaines époques de rauxa, qui, d’une manière générale, n’ont jamais connu une fin heureuse. C’est pourquoi je suis convaincu que nous retrouverons notre meilleure manière d’être Catalans. Nous retrouverons le bon sens qui nous caractérise tellement. Nous ferons à nouveau du dialogue et du pacte notre meilleure façon de construire la Catalogne, l’Espagne et l’Europe de l’avenir, avec un marque distinctive incontestablement catalane.
[/expand]

 

 

Ich danke Àngel Font herzlich für die Einladung, das Vorwort zu diesem Werk über den sogenannten „Procès“ zu schreiben. Es ist schwierig, auf so kleinem Raum meine Ansicht hinsichtlich der aktuellen politischen und gesellschaftlichen Situation Kataloniens zum Ausdruck zu bringen. Ich möchte jedoch näher auf einige Punkte eingehen, welche die Realität der Katalanen erläutern.

Beginnen möchte ich mein Vorwort mit einigen zentralen Gedanken des Nobelpreisträgers für Wirtschaftswissenschaften Amartya Sen: „Die Institutionen und Organisationen müssen die dokumentierte öffentliche Debatte als Grundvoraussetzung für die Entwicklung der Gesellschaften aufrechterhalten und erleichtern“. Dem kann ich nur zustimmen.

Unsere modernen Gesellschaften sind mit ihren unterschiedlichen Interessen und zahlreichen Widersprüchen immer komplexer. In nichts ähneln sie mehr den Gesellschaften, denen nur noch die politische Romantik nachtrauert: einheitlich, vormodern und mit der Identität verbunden.

Die Moderne beruht dagegen auf drei Grundkonzepten: wir alle sind freie Bürger mit gleichen Rechten, die Verfassung ist die grundlegende Vorschrift und der Sozialvertrag bildet den Gründungspakt der Gesellschaft. Drei Konzepte, die im Rahmen der modernen Verfassungstheorie miteinander verflochten sind.

All dies führt mich zu einem einleuchtenden Gedanken: Die verfassungsrechtlichen Vereinbarungen haben Vorrang vor den Volksentscheiden. Dafür gibt es viele Gründe, auf die ich hier nicht ausführlich eingehen kann, die ich jedoch als äußerst wichtig erachte. Die einzig mögliche Lösung in unseren pluralistischen und komplexen Gesellschaften besteht im Dialog und der Vereinbarung. Es gibt keinen anderen Weg. Daher kann die Abkürzung des Volksentscheids nicht die Lösung darstellen. Denn er beruht auf der Konfrontation zweier Meinungen anstelle des Dialogs zwischen multiplen Ansichten. Er dreht sich nicht um rationale Argumente, sondern um eine Mischung aus Halbwahrheiten und emotionalen Elementen. Schließlich versucht er, einfache und dichotomische Lösungen auf komplexe Situationen und insbesondere für komplexe Gesellschaften zu finden. In unseren komplexen Gesellschaften gibt es jedoch keine einfachen Lösungen.

Nehmen wir beispielsweise die aktuelle Situation in Katalonien, um diese Idee zu verdeutlichen. Laut der Unabhängigkeitsbewegung besteht die einzige Lösung des „Konflikts zwischen Katalonien und Spanien“ in einem Referendum über die Abspaltung. Diese Ansicht gibt die Lage jedoch nicht korrekt wieder, da die Bürger laut Umfragen nicht den Konflikt als Hauptproblem ansehen, sondern die Situation des Gesundheitswesens, die Arbeitslosigkeit, die Bildung oder die Sozialpolitik.

Es gibt kein Problem zwischen Katalonien und Spanien, wenn man beide als getrennte Einheiten ansieht. Dafür spricht der Umstand, dass 80 % der Katalanen sich auf die eine oder andere Weise als Spanien ansehen. Dazu kommt, dass der Volksentscheid niemals die mehrheitliche Unterstützung der Bürger erhalten hat. Obwohl die politischen „plebiszitären“ Parteien bei den Wahlen 2015 48 % der Stimmen erhielten, wurde die illegale Volksbefragung nur von einem Drittel der Bevölkerung unterstützt. Sicherlich ein großer Teil, aber letztendlich die Minderheit.

Was ich jedoch betonen möchte, ist der Umstand, dass diese Zahlen im Vergleich zu den 90 % der Wähler verblassen, die in der Transition zum Verfassungsvertrag und zum statutarischen Pakt „Ja“ sagten. Ein Verfassungsvertrag, zu dem die Katalanen sowohl hinsichtlich seiner Abfassung als auch seiner Annahme viel beigetragen haben. Meine Überlegung ist eindeutig: Stellt der Ersatz eines Verfassungsvertrags, der eine 90%ige Unterstützung erhalten hat, durch einen Volksentscheid, der weniger als die Hälfte der Katalanen darstellt, einen demokratischen Fortschritt oder Rückschritt dar? Ich überlasse die Antwort dem Leser.

Wie gesagt kann ein Volksentscheid nur schwerlich die Sozialverträge in unseren westlichen Demokratien und unseren komplexen Gesellschaften ersetzen. Vergessen wir nicht, dass die Vereinfachung der Komplexität die populistische Effekthascherei ist, unter der Europa derzeit leidet. Dieser Vereinfachung zu verfallen bedeutet, dem Populismus zu verfallen, den wir von unseren Institutionen fernhalten sollten.

Der Dialog ist der einzige Ausweg. Der Dialog ist keine Option, sondern eine ethische und moralische Pflicht. Wir müssen in Katalonien eine Ära des Dialogs einleiten. Wir müssen die Seite des Referendums, der plebiszitären Wahlen, der staatlichen Strukturen und des Hamsterrads umblättern. Wir müssen die Seite des Procès umblättern und uns auf den Dialog zwischen Institutionen konzentrieren. Und wir müssen dies ausgehend von der institutionellen Loyalität und demokratischen Legalität tun.

Die Erfahrung hat mir gezeigt, dass bei einem Konflikt zwischen zwei Parteien die Schuld niemals nur bei einer der Parteien liegt. Die Erfahrung hat mir jedoch auch gezeigt, dass der Versuch, die Lösung in der Konfrontation oder Problemverein-fachung zu finden, zu nichts führt. Das einzige Ergebnis wäre, die Gesellschaft fiktiv in zwei Teile zu zerschneiden und diese weiter zu schwächen. Dies beweisen die beiden letzten Volksentscheide, die wir in Europa erlebt haben. Sind Großbritannien und Italien heute stärker?

Warum sollten wir unsere politische Tätigkeit auf ein Nullsummenspiel mit Gewinnern und Verlierern reduzieren, wenn wir den Raum der Polis in ein Spiel verwandeln können, bei dem alle gewinnen? Dies ist der Geist des Dialogs und der Vereinbarung. Ein Spiel, bei dem alle gewinnen. Dies war der Geist der Transition. Aus diesem Grund war die Transition eine Erfolgsgeschichte für Katalonien, die eine Epoche der größten Selbstverwaltung und des größten wirtschaftlichen Fortschritts unserer Geschichte eröffnete.

Katalane zu sein bedeutet, Seny (Vernunft) zu besitzen. Die Geschichte hat uns gezeigt, dass wir lange Zeiten des Seny vermischt mit kurzen Episoden des Rauxa (Rausches) durchlebt haben, die im Allgemeinen niemals ein gutes Ende gefunden haben. Daher bin ich überzeugt davon, dass wir das beste unserer katalanische Merkmale wiedererlangen werden. Wir werden die Vernunft wiedererlangen, die uns auszeichnet. Kehren wir zum Dialog und den Vereinbarungen zurück, um gemeinsam ein Katalonien, ein Spanien und ein Europa der Zukunft mit einem unverwechselbaren katalanischen Stempel aufzubauen.