“Sería conveniente contar con un texto constitucional más moderno, pero la actitud de la clase política hace casi utópico este deseo”
Hay quien dice que los colegios de abogados incomodanla Administracióncentral, pero en mi opinión deberíamos incomodarla más. Si no existiesen estas instituciones, habría que inventarlas. El problema de dichas asociaciones reside en su excesiva fragmentación, que les deniega una voz unívoca que las haga ser respetadas. Puesto que hoy en día las comunicaciones han avanzado, no necesitamos tantos colegios locales: con algunos de ámbito más amplio sería suficiente. Los colegios de abogados han de existir en la medida en que asuman con rigor las facultades que el Estado delega en ellos. Debemos adelantarnos a las necesidades para ir sobreviviendo; por ello, invitamos a presentar quejas ante cualquier tipo de conducta reprobable cometida por un abogado. Personalmente, no concibo la permanencia por la permanencia ni que un colegio sea acomodaticio. Hemos de ser decisivos dentro de nuestras respectivas comunidades, y mirar siempre en clave de futuro. Tenemos potestad sancionadora sobre nuestros propios compañeros, y una legislación extensa que nos recuerda cuál es nuestra función: aplicar la deontología, aunque este concepto suene anacrónico. Tal vez sería preferible hablar de ética, que sigue siendo un valor mayoritariamente aplicado entre los compañeros.
En cuanto al Colegio de Abogados del cual tengo el honor de ser decano, es una institución que apuesta por la calidad, dando más valor a la formación continuada de nuestros asociados que a la de acceso, un modo de demostrar que respetamos a la comunidad. Asimismo, co-presidimosla Comisiónde Formación dela Federaciónde Colegios de Abogados de Europa y tenemos convenios con la totalidad de las universidades de nuestro entorno, especialmente con la Universidad de Deusto. Contemplamos las especializaciones y las apoyamos, en contra de lo decidido en el VIII Congreso dela Abogacía Españolacelebrado en Salamanca en 2003, donde la mayoría de los abogados que actuaban al margen de instituciones o juntas de gobierno rechazaron la obligatoriedad de las especialidades.
Respecto a la Justicia, creo que está aquejada de un problema estructural: con el actual sistema de elección del poder judicial, es imposible que sea independiente. Vivimos bajo un único poder, el Ejecutivo, que aglutina al Legislativo y al Judicial, el cual, desgraciadamente, está desprestigiado en España, hecho tanto más lamentable por ser el poder garante del funcionamiento de las demás instituciones del país.La Justiciaes responsabilidad de los propios jueces, y la transparencia es necesaria en el nombramiento de los mismos. La legislación, no lo olvidemos, es el ciudadano de a pie, el que vota a sus parlamentarios, y esto en una época donde ya no se votan ideologías sino partidos.
Por lo demás, sería deseable contar con un texto constitucional más moderno, lo cual es casi utópico dada la actitud de la clase política. En el País Vasco fue votada negativamente en su día por connotaciones políticas, no jurídicas. Si se modificala Constitución, habría que hacerlo en profundidad. Personalmente, derogaría de una vez por todas la monarquía, primer atentado contra la igualdad de la ciudadanía.
Para terminar, creo que es realmente meritorio y audaz haber recabado la opinión de 200 abogados sobre temas de tanta trascendencia. Ver recogida en este libro la percepción que la abogacía tiene de nuestras leyes ha de ser por fuerza muy interesante.