Joan Antoni Samaranch
Joan Antoni Samaranch
TH, 1r VOLUM. La transición política española

Joan Antoni Samaranch – Empresario y político

Presidente del Comité Olímpico Internacional de 1980 a 2001

Texto del 10/12/2002
Fotografía cedida por J. A. S.

Ligado desde siempre a la política y al deporte, Joan Antoni Samaranch es una persona muy respetada en España y en el mundo entero por su capacidad de trabajo, su habilidad diplomática y sus excelentes dotes de gestión. Pudo observar en primera línea, y luego desde la distancia, la evolución política y deportiva de nuestro país y obtener valiosas conclusiones que no debemos ignorar.

Política y deporte han sido los ejes fundamentales de mi vida pública

Puede afirmarse con toda certeza que política y deporte han sido las dos grandes pasiones de mi vida, sólo superadas, como es lógico y bien sabido, por la que sentía, y todavía siento, por mi fallecida esposa. Sin ella no hubiese alcanzado nunca mis ideales, porque fue una compañera ejemplar, una persona a la que no sólo he querido, sino que también he admirado muchísimo, y que ha representado mi mayor apoyo en todo momento.

Lo cierto es que la política y el deporte me han dado la oportunidad de participar en acontecimientos muy significativos para la historia de España y de mi tierra natal, Cataluña. Si de alguno de ellos estoy especialmente orgulloso, indu­dablemente, es de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, acontecimiento al que, sin falsas modestias, creo que contribuí bastante desde mi cargo de presidente del COI (Comité Olímpico Internacional).

En sus inicios el proyecto de los Juegos Olímpicos de Barcelona no contó con el apoyo unánime de las instituciones españolas

El proyecto de organizar unas olimpiadas en Barcelona no era algo nuevo, arrancaba de la presentación de candidatura en los años 30 y de la frustrada ­celebración de la Olimpiada Popular de 1936, truncada por el estallido de la guerra civil1. Con el retorno de la democracia resurgió el ansiado proyecto con nuevos bríos. Por aquel entonces yo era miembro del COI, tenía previsto presentarme a la presidencia en las siguientes elecciones que se debían celebrar en Moscú, ciudad en la que ejercía de embajador de España, y le comenté a Narcís Serra2, a la sazón alcalde de Barcelona, que si obtenía el cargo supondría una oportunidad única para organizar unos juegos olímpicos en la ciudad.

Fue Narcís Serra quien hizo las primeras gestiones para presentar la candidatura, idea que tuvo desde el inicio una acogida muy favorable por parte de la sociedad catalana y el apoyo unánime de sus organismos públicos, pero que no fue tan bien vista por el gobierno central, que mostraba francas reticencias. Recuerdo que, siendo presidente del COI, hice un viaje a México y coincidí, en una cena oficial que daba el presidente de la República Mexicana, con Leopoldo Calvo Sotelo. El entonces presidente del gobierno español me saludó y me dijo que quería reunirse conmigo para hablar de los Juegos Olímpicos de Barcelona, y por el tono en que lo dijo noté que no le gustaba mucho la idea, así que preferí aplazar la reunión el mayor tiempo posible. Mientras tanto, Narcís Serra fue muy hábil, y en un viaje oficial de los reyes a Barcelona les propuso oficialmente la idea, que a partir de entonces contó con la aprobación total y sin ninguna reserva del Rey, lo que acabó desbloqueando la oposición del gobierno central. Creo que esto supuso el bautizo oficial del proyecto.

La obtención de los juegos fue posible por el excelente trabajo hecho con la candidatura

En el nombramiento oficial de una ciudad como sede de unos juegos olímpicos hay dos factores diferenciados muy importantes: uno es la candidatura y otro la organización. En la presentación de la candidatura interviene muy poca gente, pero es tan importante su trabajo que sin él no puedes obtener la organización, pues consiste básicamente en convencer a los miembros del COI de que voten por una determinada ciudad.

En aquel periodo el proyecto de Barcelona pasó por momentos delicados. Uno de los obstáculos principales para el éxito de la solicitud, como siempre ocurre, procedía de la competencia directa con las otras candidaturas, entre las cuales sobresalía la presencia de París, cuyo alcalde, Jacques Chirac, era al mismo tiempo primer ministro de Francia, por lo cual su solicitud gozaba de todos los apoyos institucionales que a nosotros nos faltaban. Otro impedimento que creí ver en aquellos momentos, y que por fortuna no fue tal, sino todo lo contrario, fue la sustitución de Narcís Serra por Maragall al frente de la alcaldía de Barcelona. Pasqual Maragall acogió el proyecto heredado con gran entusiasmo, contó con el apoyo del nuevo gobierno socialista y tuvo el mérito de escoger como consejero delegado y responsable del COOB (Comité Organizador de la Olimpiada de Barcelona) a un hombre extraordinario, Josep Miquel Abad, de quien en principio desconfié, porque no le conocía, pero que demostró una capacidad organizativa digna de elogio.

El equipo de la candidatura lo formaban cinco personas: Josep Miquel Abad, Carlos Ferrer Salat, Leopoldo Rodés, Mercè Varela y Masferrer, que recorrieron el mundo entero intentando convencer a los miembros del COI. Ayudó bastante a su trabajo el hecho de que entonces las visitas de los miembros a las ciudades candidatas estaban permitidas, no como ahora. Por Barcelona pasaron prácticamente el 70 u 80% de los miembros del COI, se recibía, informaba y agasajaba a todo el mundo. Rodés les invitaba a cenar a su casa, les hacía una cena clásica del país de origen de cada miembro, y como remate final de la visita eran recibidos por el President Pujol, que con su cultura y su memoria les daba casi una lección de la política y del deporte en sus países. Ejercía muy bien su papel, la verdad sea dicha, y todos volvían muy sorprendidos e impresionados de la visita. En conjunto todo este trabajo de relaciones públicas hizo que Barcelona resultase ganadora con tanta claridad.

El éxito de los juegos se debió a una planificación muy acertada en todos sus elementos

Sé que la proclamación de Barcelona como sede olímpica se vivió, tanto en Cataluña como en España, con una explosión de júbilo y de ilusión compartida. A nivel personal lo viví con emoción contenida y con cierta preocupación, porque no sólo suponía eso, una enorme alegría, sino que también era una gran responsabilidad; siempre fui consciente de todo lo que conlleva organizar unos juegos olímpicos y de que no era fácil superar los anteriores de Los Ángeles y Seúl.

Para que unos juegos tengan éxito y pasen a la historia del olimpismo se deben dar dos condiciones; una organización perfecta y una participación entusiasta de todas las instancias implicadas del país organizador: instituciones públicas y privadas, voluntarios, deportistas (a poder ser con la obtención de medallas), etc. En los juegos de Barcelona se cumplieron ampliamente ambas cosas.

Un gran acierto organizativo previo a los juegos fue la creación del programa de ayudas ADO (Asociación de Deportistas Olímpicos), por parte de Carlos Ferrer-Salat, el secretario de Estado para el deporte Javier Gómez Navarro y TVE. Mediante este programa se otorgaba una ayuda económica que permitía a los deportistas dedicarse exclusivamente durante una temporada a la preparación olímpica, lo que proporcionó al país excelentes ­resultados en forma de medallas.

Desde Munich’723 el tema de la seguridad es uno de los más importantes en la organización de unos juegos olímpicos. Los violentos encuentran en un acontecimiento tan destacado un escaparate de primer orden para divulgar sus reivindicaciones. En Munich se produjo una grave descoordinación de los órganos de seguridad, y en Barcelona se tomó buena cuenta de ello y se procuró subsanarlo. Policía nacional, guardia civil, mossos d’esquadra, policía local, ejército, todos estaban coordinados por una sola persona, el secretario de Estado, Rafael Vera, y con este dispositivo centralizado se garantizó la seguridad de todos.

Uno de los aspectos más recordados y elogiados de Barcelona’92 fue el papel de los voluntarios olímpicos, que para mí no fueron solamente los que llevaban el uniforme, sino que lo fueron todos los habitantes de la ciudad, puesto que todos ayudaron en su medida al gran éxito del acontecimiento. La labor de los voluntarios olímpicos en Barcelona marcó un hito que después se ha tomado como modelo en el mundo entero, donde cada vez tienen mayor importancia para que la organización de cualquier evento funcione correctamente.

Quiero destacar dos aspectos concretos de los Juegos Olímpicos de Barcelona

Son muchos los recuerdos positivos que guardo de Barcelona’92, los más emotivos de mi carrera como dirigente del COI por celebrarse en mi ciudad natal, y buena parte de ellos los he mencionado anteriormente, pero deseo hacer énfasis especial en dos aspectos que, como español y amante del ­deporte, me causaron una particular alegría.

Uno de ellos es la asombrosa cosecha de medallas, jamás obtenida en la historia del deporte español, y que es debida, como ya he dicho, a una modélica planificación deportiva que nos permitió alcanzar triunfos en numerosas disciplinas, muchas de las cuales corresponden a deportes minoritarios en cuanto al volumen de practicantes o al interés del público, aunque eso no les resta mérito. Mayor resonancia mediática tuvieron las condecoraciones obtenidas en deportes mayoritarios o que despiertan más interés general, y que son más difíciles de conseguir por el altísimo nivel de los competidores. Además, son este tipo de resultados los que finalmente cuentan en la opinión popular para decidir sobre el éxito o el fracaso de la participación en una competición deportiva. El ejemplo lo tenemos en el Mundial de Fútbol España’82, que nuestro país organizó perfectamente, incluso diría que fue uno de los mundiales mejor preparados de la historia, pero en donde nuestro equipo quedó muy mal clasificado, por lo que en la memoria popular se recuerda como un fracaso. En el caso que nos ocupa, y dado que el rey de los deportes en unos juegos olímpicos, por muchos motivos, es el atletismo, y su prueba reina son los 1.500 metros, puedo decir que la victoria obtenida por Fermín Cacho simboliza para mí y para mucha gente el buen papel de nuestros deportistas en Barcelona’92.

El otro recuerdo personal relevante de aquellos juegos fue la excelente planificación y el gran éxito de público y de participantes que tuvieron los juegos paralímpicos. Hasta Barcelona este tipo de juegos se consideraban más una muestra de solidaridad e integración social que una competición deportiva de alto nivel. En la Ciudad Condal fueron organizados por el mismo comité que se hizo cargo de los olímpicos, el COOB, con la colaboración económica importantísima de la ONCE4, y fueron los primeros juegos deportivos paralímpicos de verdad, donde el protagonismo recaló en el deporte y no en la discapacidad de los participantes, donde el público jaleó a los atletas por su esfuerzo físico y la considerable calidad del espectáculo competitivo que presenciaban, y no por la compasión que pudieran despertar. Todos los juegos paralímpicos celebrados desde entonces siguen el ejemplo de los de Barcelona, y me siento especialmente satisfecho de que sea así.

Me siento muy orgulloso de los logros y mejoras conseguidas durante mi presidencia del COI

Cuando accedí a la presidencia del COI, el organismo vivía momentos delicados. El incidente de Munich era una mancha todavía reciente en la historia del olimpismo, el doping empezaba a ser una amenaza para el deporte mundial, existían presiones políticas muy fuertes, que habían generado el boicot de los Estados Unidos a los juegos de Moscú’80 y el inmediatamente posterior de los países del bloque comunista a los juegos de Los Ángeles’84. Cuando abandoné el cargo en el 2001, tras veintiún años de mandato, lo hice con la satisfacción de ver que el COI es una organización con prestigio y respetada por todo el mundo y de haberlo convertido en un auténtico movimiento olímpico. Hemos recuperado el espíritu original de las olimpiadas, que son la gran fiesta de la amistad y de la paz, diría que el primer símbolo de la globalización.

Me gustaría destacar como logros importantes de mi etapa al frente de la organización una serie de cosas. Hoy día el COI tiene una base financiera muy poderosa, que permite que ningún país del mundo quede fuera de unos juegos olímpicos por falta de recursos económicos. Subvencionamos su participación, el viaje, la estancia e incluso la preparación de sus deportistas. Emprendimos también una decidida política de integración de la mujer en el organismo y en el deporte olímpico. Cuando me hice cargo de él, el COI tenía ochenta y seis años de historia y nunca había contado con una mujer como miembro, cosa que solventé desde la primera reunión que presidí. También en el aspecto deportivo se emprendió esta tarea a favor de la mujer, y en la actualidad el 45% de los participantes en los juegos son mujeres. A nivel político, estoy muy satisfecho de dos logros concretos. Acabamos con el apartheid en el deporte sudafricano5, incluso antes de la elección presidencial de Nelson Mandela, y conseguimos al mismo tiempo como miembros del COI a la República Popular China y a Taiwán, algo que no han con­seguido todavía ni la ONU, ni la UNESCO, ni la Cruz Roja. A nivel deportivo, un acierto destacable fue cambiar el ciclo de los juegos olímpicos de invierno, que antes se organizaban el mismo año que los de verano, lo que suponía un ­esfuerzo tremendo en todos los aspectos y les restaba importancia mediá­tica. Ahora se celebran en solitario, duran lo mismo que los de verano y han aumentado el número de disciplinas. Creo que otro acierto más ha sido ­ampliar el número de miembros del COI para dar cabida, además de a los dirigentes federativos, a los máximos protagonistas de unos juegos: los propios deportistas.

Si se han logrado tantas reformas en el seno del COI es porque un mandato tan largo como el mío, de veintiún años, da mucha estabilidad a una organización, lo que permite plantear proyectos a largo plazo y convertirlos en realidad. Buen ejemplo de ello es el proyecto que personalmente más me ha ilusionado emprender, el Museo Olímpico de Lausana. Para poder disfrutarlo han hecho falta muchos años de trabajo: elaborar el proyecto, comprar los terrenos, hacer los planos, construirlo, inaugurarlo, etc.

El deporte es una parte importante de la educación de la juventud

El deporte, el espíritu de competición, basado en el esfuerzo humano y el trabajo en equipo, es un buen antídoto para contrarrestar los excesos del ­mundo actual, y además es el lenguaje más internacional que existe, pues si reunimos a representantes de todas las culturas e idiomas del mundo lo único para lo que no necesitarán intérpretes es para jugar a cualquier deporte. Por motivos relacionados con mi cargo he visitado oficialmente todos los países del mundo, lo que es fácil de decir pero no de hacer, y la experiencia me ha demostrado que los Estados más ricos, los opulentos de verdad, son los países más educados, es decir, que la educación es el gran patrimonio de un ­país, y en esa educación el deporte tiene un puesto importante. Las lecciones que da el deporte, saber vivir bajo un orden, competir, respetar al contrario, saber ganar y perder, la formación física, son indispensables en un buen ­sistema educativo.

De cualquier modo, me estoy refiriendo exclusivamente al deporte amateur, el que se practica para mantener una saludable forma física, porque el deporte de alta competición, y en especial el fútbol, no es siempre el mejor ejemplo de la cultura deportiva y de los valores que deben formar parte de la educación. Aún así, no pretendo decir que el impulso mediático de ese tipo de competición deportiva no tenga repercusiones positivas, pues no deja de fomentar entre la juventud el gusto y la práctica del ejercicio físico, aunque los deportes de masas sepultan en el olvido otras disciplinas deportivas extraordinarias, que no gozan apenas de la atención de los medios de comunicación ni de la esponsorización publicitaria.

Mi trayectoria política anterior a la presidencia del COI me permitió ser testigo de la transición española

Mi etapa al frente de la Diputación de Barcelona coincidió con un momento histórico para el país. Ocupé el cargo de 1973 a 1977, a caballo entre el régimen franquista y el democrático, así que viví en primera línea los cambios en el sistema político que trajo consigo la transición. Desde la Diputa­ción se podían hacer muchas cosas a favor de esa transición, y en la medida de lo posible se hicieron, en especial preparar el traspaso de poderes a la Gene­ralitat en todos los aspectos, incluso físicamente, pues en aquel entonces la Diputación ocupaba el edificio del Palau de la Generalitat, y procuramos devolverle sus señas de identidad históricas.

Con la llegada de Tarradellas el cambio de contexto político abandona su provisionalidad y se revela definitivo. Interiormente, como casi todos en aquel tiempo, albergaba dudas sobre la evolución del proceso autonómico y de cambio de régimen, vista la experiencia que tuvimos en los años 30. Lo que pasa es que desde entonces se había creado en España una clase media que hace de cojín, y de esta forma un enfrentamiento social tan trágico

como el de la guerra civil no puede reproducirse. Tuve ocasión de tratar a Tarradellas y entablar con él una buena amistad, alentada por un gran respeto mutuo, especialmente en sus últimos años de vida, cuando la gente ya no le hacía, por desgracia, mucho caso.

También pude tratar con otros personajes que merecen mención destacada en el proceso de transición, como Suárez o Carrillo. A Adolfo Suárez ya lo conocía del periodo anterior y la verdad es que, para mí y para todo el mundo, fue una grata sorpresa su excelente gestión del proceso. Durante mi etapa de embajador de España en la Unión Soviética conocí a Santiago Carrillo, cuando participó en un congreso del PCUS y le recriminaban su apoyo a la transición pacífica. Pienso que jugó su papel muy bien, aunque la evolución de los tiempos haya arrinconado políticamente la ideología comunista.

El Rey ocupa el papel más destacado de la transición política

La figura clave en la transición política es el Rey, porque es quien escoge a Suárez para dirigirla, y lo hace en contra de la voluntad de mucha gente. Estoy seguro que la presencia de Suárez en la terna de candidatos a presidente de gobierno6 responde a una maniobra calculada por Don Juan Carlos y sus asesores. En esos momentos críticos para la historia de Es paña, el Rey se supo rodear de gente de su generación, con ideas claras, y que, paso a paso pero con sorprendente rapidez, lograron que España se convirtiese en un país democrático y aceptado dentro de las organizaciones mundiales.

Jordi Pujol es una figura clave para el proceso autonómico de Cataluña

A Jordi Pujol le profeso una cierta admiración personal, no sólo amistad sino admiración, pues creo que ha sido el político que Cataluña necesitaba durante estos años de arranque del proceso autonómico. Es una persona con una cultura extraordinaria, identificada con nuestro país desde el principio, que ha padecido persecución por sus ideas nacionalistas, y que durante el proceso de transición política fue también, desde el plano estrictamente autonómico, una figura relevante y de primer orden.

Pujol ha hecho todo lo que ha podido por nuestro país, pero se ha encontrado con un nivel de desarrollo autonómico, si lo comparamos con el del País Vasco o Navarra, bastante limitado por el estrecho margen de actuación que le deja el Estatut de Sau. Considero que fue un error histórico en la época en su redacción no haber pedido para Cataluña un concierto económico como el que tienen otras autonomías. A lo mejor era lo único que podía hacerse en aquel momento, pero pienso que no supimos estar a la ­altura de las circunstancias, que pese a todo nos eran favorables, y aprovechar aquella ocasión única. Me consta que se propuso, pero alguien, no sé quien, argumentó que recaudar los impuestos desde Cataluña no sería una medida popular, que era mejor para los intereses nacionalistas que fuese el gobierno central y no la Generalitat quien cargase con ese compromiso. El tiempo ha demostrado que esa mentalidad ha realizado un flaco servicio a Cataluña.

Siempre son escasos los presupuestos que se destinan al deporte

A nivel nacional el capital público dedicado al deporte hoy día es correcto, lo que pasa es que en general es una competencia derivada a las autonomías, y hay autonomías que con el presupuesto global que tienen le dedican más recursos y otras menos. En estos últimos años hay autonomías que han hecho esfuerzos considerables, como por ejemplo Andalucía, con gran diferencia la que más recursos dedica al tema, mientras que Cataluña se ha quedado rezagada y debería aumentar su asignación deportiva.

De la gestión política de Franco queda en el recuerdo popular que inauguraba pantanos, y hubo un tiempo en que del President Pujol se decía que inauguraba polideportivos, pero esa situación ha cambiado mucho en los últimos años. En honor a la verdad, cabe decir que el mérito de esa política deportiva no le corresponde a Pujol, sino al que fue secretario general de deportes de la Generalitat, Josep Lluís Vilaseca7; y por cierto desde su sustitución las cosas no han ido tan bien.

En la actualidad no existe ningún país del mundo que organice tantas competiciones deportivas como España, probablemente por la buena impresión que dejaron los Juegos Olímpicos de Barcelona, pero el 60 o 70% de ellos se producen en Andalucía, sede de los recientes campeonatos del mundo de remo, cabotaje, hípica y atletismo. Resulta cuando menos paradójico gozar de un prestigio organizativo, fruto de un costoso esfuerzo colectivo, social e institucional, para que lo aprovechen en otras partes, sin que eso signifique un menosprecio de la gestión deportiva que realizan.

1          Pensada como una réplica a los Juegos Olímpicos de Berlín de ese mismo año, que tenían ­como objetivo la exaltación del nazismo, la Olimpiada Popular pretendía combinar pruebas deportivas con manifestaciones folklóricas. Había sido financiada por el gobierno francés, el de la República española y el de la Generalitat, y se debía celebrar durante el mes de julio en el recién construido estadio olímpico de Montjuich, pero el inicio de la guerra civil obligó a sus cerca de ocho mil participantes a regresar a sus países de origen precipitadamente, si bien algunos de ellos decidieron alistarse en la guerra formando tres ­columnas de milicianos extranjeros que lucharon en el frente de Aragón.
2          Narcís Serra (1943), político socialista de larga trayectoria. Conseller de la Generalitat en el periodo de Tarradellas. De 1979 a 1982 ocupó la alcaldía de Barcelona. Con la llegada al poder del PSOE fue nombrado ministro de Defensa, y más tarde vicepresidente, desde cuyo cargo impulsó decididamente el apoyo institucional
español a los Juegos Olímpicos de Barcelona.
3          Los Juegos Olímpicos de Munich se desarrollaron con total normalidad hasta que, a falta de cinco días para su conclusión, se produjo uno de los ataques terroristas de mayor resonancia de la historia. Un grupo de terroristas palestinos, llamado Septiembre Negro, lograron penetrar en la villa olímpica y ocupar el recinto donde se alojaban los deportistas israelíes. En el asalto perecieron dos atletas que les hicieron frente, y tomaron como rehenes a otros nueve. Exigían a cambio de su libertad la de doscientos activistas palestinos encarcelados en Israel. El suceso puso en jaque la continuidad de la competición y su desenlace fue especialmente trágico. Tras las negociaciones emprendidas por el canciller alemán Willy Brandt se acuerda que los terroristas partirán con los rehenes con destino a Libia o Egipto. Son trasladados a un aeropuerto militar donde se produce un intento de rescate por parte de las fuerzas de seguridad. En el tiroteo subsiguiente murieron cinco ­activistas, un policía y los nueve rehenes.
4          Siglas de la Organización Nacional de Ciegos de España, entidad fundada el 13 de ­diciembre de 1938 para subvenir las necesidades de los invidentes y procurarles educación y ocupación dignas. Su financiación procede de la organización de un sorteo diario, ­durante toda la dictadura el único juego de azar permitido aparte de la lotería nacional, y que le ha reportado pingües beneficios económicos.
5          Apartheid es el nombre con que se designa el sistema político de segregación racial vigente en Sudáfrica hasta la llegada al poder del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela. Afectaba a todos los ámbitos de la vida social, incluido el deporte, en cuya vertiente competitiva sólo podían participar los ciudadanos de raza blanca. Por este motivo Sudáfrica tenía vetada su presencia en cualquier competición internacional.
6          Según el sistema político franquista vigente hasta la aprobación de la Constitución, tras la dimisión como presidente del gobierno de Carlos Arias Navarro, el Rey debía designar nuevo presidente escogiéndolo entre una terna de candidatos propuestos por las Cortes. La elección de esos candidatos fue motivo de agrias disputas entre las facciones ideológicas que dominaban por entonces el parlamento franquista. Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo la decisión quedó en manos del presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, Torcuato Fernández Miranda, quien colaboraba en secreto con el Rey a favor del cambio
de régimen, y relegó a las dos figuras destacadas de las principales corrientes ideológicas del franquismo moderado, Manuel Fraga y José María de Areilza, reformistas declarados que no hubieran obtenido la aprobación general, proponiendo en cambio a dos contumaces franquistas, Federico Silva y Gregorio López Bravo, y a un tercer candidato de consenso, Adolfo Suárez, por aquel entonces un político de segunda fila que no despertaba recelos en ningún ­estamento del régimen y que era el favorito del Rey para dirigir la transición.
7          Josep Lluís Vilaseca estuvo al frente de la política deportiva de la Generalitat durante quince años, y en la actualidad sigue siendo un destacado dirigente deportivo presente en ­organismos internacionales.