Josep Antoni Duran i Lleida
Josep Antoni Duran i Lleida
TH, 1r VOLUM. La transición política española

JOSEP ANTONI DURAN I LLEIDA. Presidente del Comité de Govern d’Unió Democràtica de Catalunya.

Texto del 29/11/2002
Fotografía: Àngel Font

Josep Antoni Duran i Lleida es fundamentalmente un político consagrado a su partido, pero también un hombre sereno y juicioso, de fuertes convicciones ideológicas. Su apuesta decidida por el diálogo constructivo y la sensatez que preside todas sus manifestaciones públicas, quizás procedan de su formación como abogado, pero, desde luego, no pasan desapercibidas en el panorama político español. Durante los últimos años, su intención ha sido dedicarse más intensamente al partido que actualmente preside, renunciando a la obtención de cargos públicos, pero sin pretender por ello alejarse demasiado de la acción pública.

En política son importantes el sentido común y la capacidad de diálogo

Como político y como persona, soy consciente de mis muchos defectos y pocas virtudes. Entre estas últimas destacaría la moderación, la serenidad y el sentido común, porque creo que son cualidades bien valoradas por la ciudadanía, que no quiere estridencias ni descalificaciones. En pocas ocasiones ha salido de mi boca un descrédito personal, siempre procuro presentar argumentos políticos, que pueden ser duros, pero como tales son legítimos. Me parece que la gente valora positivamente esta actitud, porque la crispación, tan frecuente en la política actual, no le gusta a nadie. Prefiero el diálogo, el equilibrio, el pacto y la negociación antes que una demostración de fuerza. Me gusta recordar a Espriu1 cuando dice que la verdad es como un espejo roto, del que cada uno de nosotros tenemos una parte pequeña, pues bien, creo que el bien común requiere la recomposición de los trocitos rotos del espejo. Por lo tanto, el diálogo es el instrumento para concordar el respeto que se debe guardar al adversario político, porque la realidad te impone que te tienes que adaptar un poco al otro, sabiendo que defiendes una verdad, pero que ésta no es absoluta, e intentando encontrar un equilibrio entre ambas posturas, hasta alcanzar un acuerdo favorable. Para mí esto es lo que tiene que guiar a todo buen político: el necesario equilibrio entre tus principios ideológicos y el respeto a los del adversario.

Unió Democràtica de Catalunya es un partido con una larga historia y una personalidad política propia

Unió Democràtica de Catalunya se funda el 7 de noviembre de 1931 en un contexto político tan complejo como el advenimiento de la Segunda Repú­blica. La política catalana de entonces estaba dominada por dos partidos ideo­lógicamente enfrentados: la Lliga Regionalista, que defendía los intereses de la burguesía tradicional catalana, y Esquerra Republicana de Cata­lunya, de corte nacionalista radical. Desde sus inicios fue un partido nacionalista, pero no otro más de los tantos que ya había en la época. No pretendía sin más una ruptura con el Estado español, sino que se planteaba un proyecto global que no pasa necesariamente por la separación de España; antes al contrario, siempre hemos defendido la necesidad de una noción de España diferente, en la que Cataluña tenga cabida, y a nuestro entender ese concepto no es otro que el de la confederación. Un planteamiento confederal, que conlleva y garantiza la idea del respeto al hecho nacional catalán, a la voluntad del pueblo catalán de elegir su propio destino, ha formado parte del partido desde sus orígenes y la sigue manteniendo más allá de las adaptaciones lógicas que las circunstancias históricas nos han impuesto, como por ejemplo, nuestro voto positivo a la Constitución a pesar de no reconocer, ni de lejos, un sistema confederal.

Unió Democràtica de Catalunya no era otro partido nacionalista más, si sólo hubiese tenido vocación nacionalista no se hubiese creado, porque ese espacio político ya estaba convenientemente representado, e incluso diría que saturado, por varias fuerzas políticas, como Esquerra Republicana de Cata­lunya o Acció Catalana. Era también un partido que, antes de que existiera formalmente como ideología política, ya comulgaba, y la expresión no pretende tener ningún tono confesional, con los planteamientos que hoy se conocen universalmente como democracia cristiana: respeto a la dignidad de la persona, el principio de subsidiariedad, la profunda justicia social, la defensa de unos determinados valores éticos, etc.

Por ésta y otras razones, resultaba ser un partido atípico, y a partir de 1936 atravesó muchas dificultades, siendo sus militantes e incluso su principal dirigente, Manuel Carrasco i Formiguera, perseguidos y asesinados, bien sea por un bando o por el otro de la Guerra Civil. El historiador Paul Preston habla acertadamente de una tercera España, además de las dos enfrentadas en el conflicto, que se ve envuelta en la situación a su pesar, y cita concretamente a nuestro partido como ejemplo claro de ello.

Somos un partido con un valioso patrimonio ideológico y nos oponemos a las corrientes de pensamiento único

Hoy Unió Democràtica de Catalunya es un partido con la valiosa herencia de una gran carga ideológica y, consecuentemente, se opone a las corrientes de pensamiento único que la globalización actual quiere imponer. No aceptamos que, tras la caída del muro de Berlín y el triunfo del liberalismo entendido en términos genéricos, no sólo como opción económica, se haya producido la derrota absoluta del comunismo y, por lo tanto, no haya cabida para otra forma de pensar o de articular políticas que no se supediten a la corriente ideológica dominante. Opinamos que las ideologías perviven indepen­dientemente de que la coyuntura histórica les sea favorable o no; por esa ­razón, más allá de que la realidad recorte cada vez más las diferencias enpolítica económica entre partidos tradicionalmente opuestos, nuestro programa, en concreto, difiere en muchos campos del de otros partidos (por ejemplo, en el de la enseñanza o el de la política territorial) y, en particular, del que propone el mencionado pensamiento único. Si éste existe, nosotros estamos, sin duda, en el otro.

La ideología demócrata-cristiana está siendo desvirtuada en los últimos tiempos

En estos últimos tiempos la Internacional Demócrata Cristiana, de la cual soy vicepresidente, se ha ampliado a partidos que también son conservadores o liberales y, por lo tanto, hoy es más heterogénea de lo que nosotros querríamos, lo que conduce a que hayamos perdido un poco la identidad. Es obvio que dentro de la Inter­nacional existen bastantes diferencias entre el núcleo de partidos fundadores (que realmente son demócrata-cristianos, como el nuestro y otros partidos europeos de Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Irlanda o Italia, y también latinoamericanos de Venezuela, Chile y otros países) y esos otros partidos, como el PP, que han entrado en la organización a pesar de nuestro voto en contra, de los cuales diferimos en planteamientos ideológicos fundamentales y también en políticas concretas. Entre ambos grupos existe una gran divergencia, por ejemplo, en la manera de entender la construcción de la Europa unida y el encaje de Cataluña en esa realidad.

Nuestra alianza con Convergència ha sido muy positiva para la política catalana

Es importante recordar los orígenes de nuestra coalición electoral con Conver­gència Democràtica de Catalunya para comprender mejor el éxito de esta alianza, su larga duración y las razones por las que le auguro todavía un fructífero porvenir. La alianza arranca de los resultados de las primeras elecciones democráticas en el año 1977. La fuerza más votada en Cataluña fue el PSC, seguida del PSUC y UCD. La cuarta lista electoral en esos comicios fue otra coalición nacionalista llamada Pacte Democràtic per Catalunya, que estaba integrada por partidos muy heterogéneos como Convergència, Partit Socialista Reagrupament, Esquerra Democràtica y Front Nacional de Catalunya. En quinta posición quedamos nosotros. Por lo tanto, en 1977 el nacionalismo moderado que representaban Unió y Convergència quedó relegado en las urnas, y ambos partidos nos dimos cuenta que, o bien éramos capaces de articular un entendimiento, o Cataluña nunca sería gobernada por una fuerza política autóctona, ya que los tres grupos entonces mayoritarios dependían orgánicamente de partidos españoles.

Esto nos obligó a juntarnos, repartiéndonos las cuotas de responsabilidad política, en base a los resultados obtenidos por separado en aquellas primeras elecciones, lo que supuso una participación de Unió en las listas electorales y cargos públicos del 25%. Tal reparto se ha modificado hace poco al convertirnos definitivamente en una federación, lo que da más peso político a nuestro partido.

Unió es un partido con contenidos ideológicos claros, no un mero comparsa en la coalición

Unió ha aportado a la alianza su especificidad, ya que somos un partido con setenta años de historia y con unos contenidos ideológicos claros. En Conver­gència, que es el grupo político más importante de la historia reciente de Cataluña, confluye una heterogeneidad de posiciones ideológicas, gente de pensamiento liberal, socialdemócrata, demócrata-cristiana, conservadora, etc. También aporta Unió algo muy relevante, que son sus relaciones internacionales. Por ejemplo, cuando Pujol fue elegido primer presidente de la Asociación de Regiones de Europa frente a otros candidatos destacables, entre ellos Fraga, se debió en gran parte gracias a nuestras influencias en el exterior y así tuvo el gesto el President Pujol de agradecerlo públicamente.

CiU es una de las alianzas más sólidas y más antiguas de la política española reciente

Desde la transición hasta la actualidad, todas las fuerzas políticas del panorama español, casi sin excepción, han sufrido alguna crisis o alguna escisión. Le pasó a la UCD hasta el punto que desapareció, al PSOE, al PNV, al PCE y en más de una ocasión a Esquerra Republicana de Catalunya. En cambio, en CiU llevamos más de veinte años formando un bloque compacto, y hemos sido capaces de trasladar a la ciudadanía la confianza en nuestra cohesión y coherencia interna, más allá del hecho innegable que somos dos partidos diferentes, circunstancia que hemos tenido que superar en favor de la alianza no pocas veces. La gente desea que los políticos no les compliquen la vida, quiere garantías de estabilidad, y hasta ahora CiU ha supuesto precisamente esto y pensamos continuar por esta línea en el futuro.

Obviamente, esto ha significado concesiones por ambas partes, y creo que no es necesario inventariar las renuncias a que unos y otros nos hemos visto abocados en beneficio común y de la sociedad catalana. Sólo diré que un buen ejemplo de esta voluntad de continuidad, por encima de partidismos, ha sido recientemente mi renuncia a ser candidato a la sucesión de Jordi Pujol como cabeza de lista de la coalición en las próximas elecciones autonómicas. Sé que nuestros militantes y algunos votantes se pudieron sentir defraudados y es lógico que se merezcan una explicación más detallada por mi parte, para aclarar posibles confusiones sobre esta decisión.

Trabajaré al lado de Artur Mas para llevar adelante un proyecto político idóneo para Cataluña

Tras el anuncio de retirada de Jordi Pujol, pensé que podía servir como candidato a la presidencia de la Generalitat, porque pensaba que tenía condiciones y suficiente experiencia para servir al país y estar al frente de un proyecto común, y así lo expresé en rueda de prensa el 7 de septiembre de 2000, pero añadí también que mi deseo estaría sujeto a los acuerdos y debates internos sobre el asunto en el seno de la coalición, pues sé que era difícil sustituir al President Pujol y se requería un consenso previo. Llegado el momento Convergència no aceptó mi candidatura, creyó más lógico escoger una persona, en este caso Artur Mas, que fuera del partido mayoritario dentro de la coalición. Es evidente que ante tal situación yo hubiera podido lícitamente optar por romper nuestro vínculo y tener cada cual su candidato, pero eso sería un enorme error político, ya que a mi entender brindaríamos la victoria electoral a nuestros adversarios, por lo tanto, he preferido retirarme en favor del señor Mas y trabajar juntos para que el futuro President de la Generalitat continúe siendo nacionalista. La ruptura de la coalición, con ser legítima, no habría supuesto nada bueno para Cataluña, como demuestra lo sucedido en Euskadi tras la escisión de Eusko Alkartasuna del PNV2. Opino que el país debe seguir gobernado por una fuerza nacionalista realmente soberana, por lo que mis aspiraciones personales en este caso son lo de menos, puesto que para tal objetivo debe prevalecer el proyecto conjunto.

No se optó por hacer tabula rasa con el franquismo

Me merecen mucho respeto los hombres que en la complicada e inestable situación política de 1977 redactaron y defendieron la actual Constitución. Su labor no era, evidentemente, nada fácil en aquel momento. Existía una alternativa deseada por amplios sectores, que era la ruptura con el régimen anterior, pero que, con la adecuada perspectiva histórica, a mi entender, no habría resultado acertada. En cambio optaron oportunamente por el diálogo con el sistema. La Constitución no deja de ser la expresión del consenso  establecido entre muchas cosas, el centro y la periferia, la derecha y la izquierda, pero, sobre todo, es una manifestación del pacto con el franquismo, del que no se quiso hacer, ni se podría haber hecho entonces, tabula rasa. Cabe recordar el peso específico en la política de aquellos años del ejército heredado del franquismo, una entidad fuertemente politizada y que en 1981 todavía intentó un golpe de Estado involucionista.

La Constitución ha sido interpretada de manera contradictoria por el Tribunal Constitucional

Por estas razones se redactó expresamente una constitución ambigua, tanto que con frecuencia el Tribunal Constitucional la ha interpretado de manera aparentemente contradictoria, considerando ajustadas a su espíritu leyes completamente opuestas sobre un mismo tema o basadas en un mismo artículo. Por ejemplo, en el tema de la enseñanza, el Estatuto de Centros Docentes que propulsó en su día la UCD y la Ley Orgánica del Derecho a la Educación promulgada por el PSOE, pese a ser leyes diametralmente contrapuestas, superaron los recursos de inconstitucionalidad incoados contra ellas porque el Tri­bunal Constitucional consideró que ambas eran conformes al Artículo 274 de la Constitución.

La Constitución puede y, si se dan las circunstancias adecuadas, debe ser reformada

Este carácter ambiguo redunda en favor del criterio, cada vez más general, de que sería conveniente una reforma y actualización del texto legal. En primer lugar, porque la propia Constitución prevé su revisión y modificación si fuera necesario; en segundo lugar porque, con ser una actitud que merece todo el respeto, no es bueno sacralizarla, especialmente cuando lo hacen los mismos que, empezando por el actual presidente del gobierno, en su día no estaban de acuerdo con ella y pedían el voto en contra; en tercer lugar, porque la situación política española afortunadamente ha cambiado mucho desde entonces. Eso sí, para modificar la Constitución o un estatuto de autonomía concreto es muy importante el consenso general y saber de antemano qué es lo que se necesita reformar.

Las comunidades autónomas no tienen representación institucional en la Unión Europea

Un ejemplo preciso de esta inadecuación a la realidad histórica del texto constitucional se produjo con la entrada de España en la Unión Europea, algo que no estaba previsto en nuestra Constitución y que obligó a realizar ciertos ajustes. Curio­samente, esos ligeros arreglos dejaron las cosas a nuestro juicio peor de lo que estaban, porque anularon una serie de competencias que el título octavo de la Constitu­ción otorga a las comunidades autónomas y que ahora vuelve a ejercer el Estado, porque las comunidades no tienen representación institucional en la Unión Europea. El resultado final es que dicho título octavo se halla totalmente desvirtuado en estos momentos, a efectos prácticos es inoperante y necesita una revisión urgente. En la misma situación de precariedad legal o de desfase histórico se encuentran otros muchos temas y entidades democráticas con respecto a la Constitución, como por ejemplo el caso peculiar del Senado.

La utilidad actual del Senado es nula

Lo mejor que podemos hacer con el Senado, al menos con las atribuciones que tiene ahora, es cerrarlo. El Senado es por naturaleza jurídica la cámara de representación territorial, pero en la práctica no es así; por lo tanto, o se modifica la Constitución junto a su reglamento interior para permitir que cumpla su auténtica función, o bien se toma conciencia de que es una cámara de segunda lectura, que no sirve para nada, así que se puede prescindir perfectamente de ella.

La Reforma del Estatut más viable que la de la Constitución

Nosotros hemos sido siempre muy prudentes a la hora de hablar de reforma constitucional, que debería resolverse en las Cortes españolas, porque, aunque la consideramos justificadísima y muy conveniente para mejorar el autogobierno de Cata­luña, nos tememos que al intentar modificarla en puntos concretos para solventar problemas específicos catalanes acabe peor de lo que ­estaba, como ya he explicado anteriormente.

En cambio, la reforma del Estatut sigue otro mecanismo, porque el Congreso de los Diputados sólo puede decir sí o no a la propuesta que le enviemos plebiscitada por el pueblo catalán. Su iniciativa y sus contenidos partirán de Cataluña y, por lo tanto, el riesgo es mucho menor que en el caso de la reforma constitucional.

La autodeterminación es un derecho inalienable de los pueblos

El derecho de autodeterminación no significa nada más que el derecho de los pueblos a decidir libremente su destino. Lo respaldo plenamente, pero me gustaría hacer dos precisiones.

Lo importante para un pueblo no es tener derechos, sino capacidad para ejercerlos, por lo tanto la obligación de un nacionalista no es radicalizar la conciencia nacional de aquellos que ya la tenían y que sabían que esta potestad les asiste, sino intentar ampliar esa conciencia a personas que no la comparten o no conocen ese derecho.

Por otro lado, el derecho de autodeterminación lo tienen todos los pueblos al margen de lo que pueda decir el derecho positivo de cada país. En ese sentido, no es necesaria una proclamación formal, como a menudo se reclama, por parte de un parlamento. Es más, creo que sería incluso contraproducente, pues los parlamentos están sujetos a los cambios electorales, y lo que decida una mayoría parlamentaria puede ser revocado posteriormente si se articula otra mayoría de signo contrario. El derecho lo tenemos como pueblo lo diga o no el parlamento catalán, vasco o español, y lo afirme o no la Constitución.

Reconocimiento general a la figura del Rey y a su papel en la transición

Creo que en Cataluña hay una mayoría social republicana más que monárquica, e incluso en España también. Lo que sí es cierto e innegable es el reconocimiento general al papel singular del Rey. He tenido la oportunidad, en nuestros encuentros públicos y también privados, de hablar diversas veces a solas con él, y cabe decir que posee un gran encanto personal. Él siempre desea una cierta discreción, por lo que quizás no se sepa que el Rey mantiene muchos más contactos políticos y sociales de lo que el pueblo cree. Aunque pertenezca a un partido de tradición republicana expreso mi respeto por el papel que jugó el Rey en el delicado proceso de la transición política, durante el cual tomó partido inequívocamente a favor de la democracia y con ello supo ganarse la voluntad y la confianza del pueblo y de sus representantes políticos, no todos precisamente monárquicos. Esto contribuye a que exista una corriente general, si no monárquica, al menos “juancarlista”.

La contribución de CiU al gobierno de España no ha sido suficientemente valorada

A menudo se nos reprocha desde Cataluña que no hemos sabido aprovechar suficientemente bien la época en que fuimos el elemento clave en la gobernabilidad del país. Reconozco que todo se puede mejorar, y está claro que no todo lo hicimos bien, aunque a pesar de las apariencias de tener la llave de la estabilidad del gobierno de la nación, conviene saber que siempre existieron  severas limitaciones a la hora de utilizarla. De todos modos, es cierto que CiU fue la fuerza decisiva en el Parla­mento español desde 1993 hasta 2000, y en esos siete años no nos quedamos precisamente de brazos cruzados. Infraestructuras actuales como la ampliación del puerto de Barcelona o la modificación del curso del río Llobregat no son obra del PP, como se pretende hacer creer a la gente, sino consecuencia de nuestra labor en aquel periodo.

Pero hay aspectos más intangibles y, sin embargo, de gran relevancia que han sido fruto del uso concreto de nuestra influencia en esa época. Hoy los tipos de interés son bajos, el déficit español está a cero, España es uno de los líderes económicos de la unión monetaria europea, se da soporte a la economía productiva, y todo eso se produjo gracias a nuestro impulso.

La economía española de esos años dependía excesivamente del ahorro exterior. Como se había gastado más de lo debido, el Estado necesitaba dinero y procuraba atraer inversores extranjeros mediante tipos de interés muy altos. Todo ello había colocado a la economía española en una situación, justo cuando empezaba a tener importancia la globalización, realmente desastrosa, pero nosotros hicimos cambiar esa tendencia.

Jordi Pujol ha sido objeto de merecidos elogios, pero también de burlas injustificables

Pujol ha sido y es el político más completo de estos veinticinco años de democracia española, porque no sólo es un líder, una persona capaz de conectar con la gente, sino también un hombre de ideas, con una gran formación intelectual, un gran estadista en suma. El problema de Pujol es ser catalán, ser político de un país pequeño y sin Estado, porque su capacidad y sus condiciones dan mucho más de sí. Sin él y sin CiU, España sería hoy de otra forma.

Ahora que planea retirarse aparecen en los medios de comunicación españoles reconocimientos a su figura y su trayectoria política, a mi juicio demasiado tardíos. Durante la época reciente en que CiU tuvo capacidad de incidir en la política española, los partidos de la oposición obtuvieron un claro rendimiento electoral haciendo demagogia sobre Pujol y sobre los catalanes en general. Desgraciadamente, en España ir contra Cataluña da votos. Todo eso era fruto de un déficit cultural muy arraigado en la sociedad española que ve en la diferencia, en la diversidad cultural del Estado un defecto y no, como creo firmemente, una virtud, un motor para el progreso del país. Jordi Pujol, y a través suyo Cataluña, ha aportado mucho al bienestar general de España, porque lo que era bueno para España, también lo podía ser para Cataluña, pero no siempre hemos recibido el reconocimiento que nos merecíamos, y en cierto modo nos sentimos defraudados por ello.

En los tiempos de la transición destacó especialmente el coraje político de Suárez y Carrillo

Para mí los políticos más importantes de la etapa de la transición fueron Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, y en otro nivel también fueron decisivos Pujol, Felipe González o Fraga. A Suárez le tocó jugar el papel más importante y lo supo representar bien, a pesar de no tener la talla como estadista de Pujol, ni la profundidad ideológica de Felipe González. La otra figura clave de la transición política es Carrillo, ya que no debemos olvidar el papel determinante del PCE en el seno de la oposición antifranquista. Ambos pusieron al servicio de la democracia, uno como secretario general del Movimiento y otro como líder natural de la oposición radical al franquismo, los aparatos y fuerzas vivas de sus respectivos órganos de influencia y poder para hacer posible el cambio de régimen pacífico.

La noche del 23-F fue especialmente difícil para todos

La noche del golpe de Estado estaba trabajando en mi despacho de la Generalitat. Al enterarme de los acontecimientos llamé inmediatamente a Coll i Alentorn5 y ayudé a esconder los archivos históricos de mi partido. Una parte se la llevó Josep Borrell a su casa, y a algunos los protegí en mi apartamento. Ni que decir tiene que fue una noche especialmente difícil para todos.

Cataluña tiene un déficit histórico en infraestructuras

Cataluña ha gozado siempre de buenas infraestructuras, pero gracias a la iniciativa privada y al peaje que han pagado onerosamente los ciudadanos. Conviene remarcar que la inversión no ha procedido del Estado, y aunque se ha avanzado últimamente en el tema, todavía son insuficientes para garantizar la competitividad de nuestras empresas, y sin industria no hay creación de riqueza, y sin creación de riqueza no hay posibilidad de repartirla y, por tanto, se resiente el bienestar social.

El recurso a la violencia en el discurso político es contraproducente

La violencia es una plaga especialmente grave que padecemos en la actualidad y que nos está destruyendo como sociedad, ya que pervierte los valores en que se basa nuestra civilización. Observo, además, y me entristece, un uso partidista de ello en la política española. Con la violencia se ha querido ganar votos, endureciendo públicamente la actitud y las manifestaciones de los políticos, porque el dolor que genera la barbarie permite sumar adhesiones políticas. Pero esto, a la larga, se acaba pagando caro, porque estoy convencido de que no sirve para llegar a una solución del conflicto.

El nacionalismo catalán necesita una adaptación a los nuevos tiempos

Desde el nacionalismo catalán debemos ser capaces de poner al día nuestros planteamientos ante el horizonte europeo, pues la idea que se tiene actualmente en Europa de nacionalismo está mediatizada por los conflictos de los Balcanes, del País Vasco y de Irlanda del Norte. Nosotros entendemos como nacionalismo la defensa de los derechos de nuestro país en la medida en que no son lo suficientemente reconocidos, queremos que en el contexto europeo haya el máximo grado de reconocimiento de lo que somos como nación, pero no soy nada optimista. Decía Joan Fuster6 que las ideas acaban padeciendo reuma, y nosotros debemos ser conscientes de que los nuevos tiempos requieren podernos presentar ante Europa sin dejar de ser lo que somos, pero expresando los conceptos de forma distinta, es decir, adaptar esa presentación a la realidad actual, preservando nuestra esencia.

1          Salvador Espriu (1913-1985), poeta, dramaturgo y novelista en lengua catalana. Ha sido considerado el poeta nacional de Cataluña. El verso mencionado es concretamente el siguiente: “Penseu que el mirall de la veritat s’esmicolà a l’origen en fragments petitíssims, i cada un dels trossos recull tanmateix una engruna d’autèntica llum”. Su traducción aproximada sería ésta: “Pensad que el espejo de la verdad en el comienzo de los tiempos se desmenuzó en fragmentos diminutos, pero no obstante cada uno de los pedazos refleja una chispa de luz verdadera”.
2          Manuel Carrasco i Formiguera (1890-1938) es un caso paradigmático de la intolerancia y la sinrazón que caracterizaron los primeros años de gobierno franquista. Político de larga trayectoria, participó en la fundación de tres partidos netamente catalanistas (Acció Catalana, Partit Catalanista Republicà y Unió Democrà­tica de Catalunya), tomó parte activa en el pacto de San Sebastián de 1930 que hizo posible el desarrollo autonómico en tiempos de la República, fue conseller de la Generalitat en el periodo del President Macià y, al estallar la guerra civil, se opuso activamente a la represión desencadenada en Cataluña contra miembros de la Iglesia. A raíz de ello recibió amenazas de muerte y se refugió en Euskadi, donde fue hecho prisionero tras la caída de Bilbao en manos de los nacionales. Condenado a muerte por separatista, no sirvió de nada su condición de hombre de derechas ni su actitud hacia la Iglesia, siendo fusilado en Burgos el 9 de abril.
3          En 1984 el entonces Lehendakari Carlos Garaikoetxea y la dirección de su partido, el PNV, se enfrentan por la petición de que el partido le mantenga la libertad de disciplina de que gozaba desde su investidura. Al no ser admitida esta petición, renuncia a su cargo y funda un nuevo partido nacionalista, Eusko Alkartasuna. Las consecuencias de esta escisión para la estabilidad de los gobiernos nacionalistas en Euskadi han sido muy negativas hasta la actualidad.
4          Artículo en el que se reconoce el derecho a la educación y libertad de enseñanza de todos los españoles.
5          Miquel Coll i Alentorn (1904-1990) sucedió a Carrasco i Formiguera en la dirección de Unió y ha actuado de enlace entre la generación de los que fundaron el partido y los afiliados durante la transición. Ha sido presidente del Parlament de Catalunya, del 1984 a1988.
6          Joan Fuster (1922-1992), escritor en lengua catalana y, en cierto modo, ideólogo del nacionalismo valenciano, comprometido con su país y con su tiempo. En 1975 le fue otorgado el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes.