Marta Álvarez Elola
Fotografia cedida
11è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Marta Álvarez Elola

Directora de Global Science Group

Texto del 14/03/2019

Forjada entre Catalunya y el País Vasco, y apasionada del mar y la montaña, soñó con ser oceanógrafa hasta que descubrió que se le daba bien el ámbito comercial. Un despido laboral injusto la llevó a establecerse por su cuenta y a recuperar la dilatada tradición empresarial de su familia. Hoy dirige una compañía que no hace sino crecer y progresar en el sector de la venta promocional.

 

Tres generaciones de químicos

La mitad de mi familia es originaria de Catalunya y la otra mitad, del País Vasco. Mi bisabuelo, Pedro Álvarez Gonzalvo, fundó en Sant Feliu de Llobregat una empresa de productos químicos que en su momento fue muy importante. Cuando enviudó, mi abuelo, Alejandro Álvarez, que era hijo de su primer matrimonio, fue enviado a Suiza para completar su formación de químico. Para entonces, mi padre, Francisco Álvarez Beleta, ya había nacido, también en Sant Feliu de Llobregat. Cuando el abuelo Alejandro regresó de Suiza se mudó a San Sebastián, donde mi padre pasó su infancia y juventud, y donde conoció a mi madre, María Soledad Elola, de cuya unión nacimos mis hermanos y yo. Mi padre estudió en el Instituto Químico de Sarriá, y encontró sus primeros empleos en Bilbao y en San Sebastián, hasta que su empresa lo trasladó a Barcelona, donde al final terminó trabajando en una multinacional holandesa. Como puede verse, pues, es casi imposible decir si somos más de Catalunya o del País Vasco, porque durante tres generaciones las idas y venidas de una tierra a otra han sido constantes. Mientras mi padre desarrollaba su carrera, mi madre se dedicó plenamente a la casa y a sus hijos, que cursamos el colegio, el instituto y la universidad en Barcelona, donde echamos raíces.

Pelotaris, industriales y cineastas

Por parte de madre, mi abuelo, Feliciano Elola, era pelotari, y más concretamente, delantero de cesta punta, un profesional del deporte que llegó a jugar en los Estados Unidos. Mi abuela, Eloísa Urdapilleta, procedía de una familia dedicada a la industria papelera. La fábrica se llamaba La Salvadora, y funcionó hasta hace poco. Mi abuela paterna catalana, Mercedes Beleta Seguí, pertenecía a la saga de los Seguí, destacados empresarios del sector textil. Parte de su familia fueron los fundadores de El Dique Flotante, una popular tienda de ropa barcelonesa fundada en 1899. Mi tío abuelo, tío carnal de mi padre, era Francisco Rovira-Beleta, el director de cine, famoso por películas como Los Tarantos.

Distinta forma de vivir la Guerra Civil según la rama familiar

En mi familia, la Guerra Civil se vivió de muy distinta manera según la rama del árbol genealógico. Por parte de padre, no me ha llegado ningún recuerdo de ella, quizá porque coincidió con la estancia de mi abuelo en Suiza y en Francia. Por parte de mi madre, sí sé que en su casa no pasaron hambre, porque los trabajadores de la fábrica formaron un cordón alrededor de su villa para que no les confiscaran los alimentos, lo que demuestra cómo tratarían a sus empleados si estos decidieron protegerles.

Atracones de moras y comidas en las que cantábamos

Aunque durante mi infancia vivíamos en Barcelona, siempre que podíamos íbamos a San Sebastián: en Semana Santa, durante todo el verano o en Navidad. En esos periodos nos relacionábamos mucho con nuestros abuelos, y recuerdo especialmente cuando íbamos al monte a coger moras, fruto sabroso del que nos pegábamos unos atracones que hacían historia. Como nieta mayor que era, tenía una relación especial con mi abuela, hasta el punto de que en su habitación tenía dos camas, la suya y la mía. Era una mujer de maneras y espíritu victorianos, toda una dama, seria y dura, pero a la vez cálida. Tengo un recuerdo estupendo de ella, igual que de mi otra abuela, que era más buena que el pan, la mejor persona que he conocido en mi vida. También guardo en la memoria las reuniones familiares. Allí descubrí el placer de cantar en las comidas alrededor de la mesa. Y hablando de cosas del paladar, no puedo dejar de mencionar unos yogures que elaboraba la farmacéutica del lugar. No sé qué fermento usaba, pero eran deliciosos, quizá porque los hacía con leche de oveja o de cabra, no de vaca. Ir a comprarlos con mi abuela es otra de mis inolvidables vivencias.

La mayor de tres hermanos

Somos tres hermanos. Me llevo dos años y medio con Íñigo, que vive como yo en Barcelona, y ocho años con el pequeño, Gonzalo, que reside en Hong Kong. Lógicamente, me tocó hacer de hermana mayor y al benjamín lo cuidé muchísimo; incluso me lo llevaba cuando iba a merendar con mis amigas. Sin duda, ese cuidado fue una escuela de responsabilidad que más tarde me ha servido para muchos aspectos de la vida, aunque también debo admitir que dicha responsabilidad a veces se convierte en una mochila muy pesada, porque una la carga mucho más de lo que debiera, y luego toca aprender a soltar lastre, lo que tampoco es fácil. En casa nos educaron de manera muy igualitaria. Por ser chica, solo sufrí una discriminación: mis padres no quisieron comprarme una moto. En cambio, después llegó el turno de mis hermanos, y a ellos sí se la compraron. En el resto de aspectos, durante mi infancia, adolescencia y juventud, no noté ninguna diferencia, no tuve ninguna sensación de diferenciación por género; ni a la hora de viajar, ni a la hora de salir de noche. Y no me refiero solamente en casa, sino en mi entorno social. La primera vez que descubrí que las mujeres lo teníamos más difícil fue al incorporarme al mundo laboral.

Un colegio peculiar y novelesco

Fui a un colegio muy original, Estudios Generales Luis Vives, en el paseo de Manuel Girona, que entonces ya era mixto. Allí cursé la EGB y el BUP. No es que fuera especialmente avanzado; era, sobre todo, diferente, peculiar. Teníamos unos profesores que eran auténticos personajes. Con algunos de ellos, los alumnos mantuvimos relación incluso después de haber acabado el colegio. Había uno, el señor Onrubia –que nos enseñaba literatura–, que en invierno venía con un gorro estilo ruso. El colegio era una masía, y las jefas de estudio eran dos mademoiselles francesas, Yvonne y Juliette, que habían vivido en Indochina; mujeres elegantes y de buena presencia a quien el señor Onrubia solía regalar los oídos con sonoros piropos en lengua casi medieval. Todo muy novelesco, muy de vieja escuela y muy entrañable. No era un centro muy grande, y eso hizo que los alumnos entabláramos amistad para toda la vida. Llevábamos a cabo una serie de actividades extraescolares y, siendo todavía muy niña, me apunté a ballet, aunque acabé dejándolo. Más tarde, cuando ya era adolescente y empezaba a tomar mis propias decisiones, decidí retomarlo. Lo practiqué hasta que el volumen de trabajo me lo permitió. El ballet es una disciplina que no se puede practicar a medias o a ratos, demanda un mínimo de dedicación que ya no le podía consagrar. De esa etapa en la academia de Coco Comín, que más tarde alcanzó notoriedad, también conservo la amistad de Carolina Pobla y de Lourdes Pascual.

Mi pasión, la oceanografía

Como era buena estudiante, cursé el COU en el instituto Fert y accedí a la universidad sin problemas. Me decanté por la carrera de Ciencias Biológicas porque me gustaban –y me gustan– la naturaleza y los animales. Hubo gente que me previno sobre las pocas salidas profesionales que ofrecía, y que me aconsejó que estudiara Farmacia, mucho más útil y segura en ese sentido. Aun así, no me eché atrás y elegí la rama de Zoología. En realidad, mi sueño era ser oceanógrafa, porque el mar me fascinaba ya desde pequeña. Por desgracia, en España especializarse en Oceanografía era bastante complicado. Cuando acabé la carrera, intenté entrar en el CSIC, pero no tenía suficientes recomendaciones personales, que era la única –y lamentable– manera de acceder allí por aquel entonces. La alternativa era marcharme al extranjero, a Florida, donde había importantes centros para cursar Oceanografía, pero no tuve la oportunidad de hacerlo. Quise hacer una tesina, pero el tema que me ofrecieron no me interesó, así que acabé haciendo el examen de grado. Mientras estudiaba, trabajé dando clases de ballet. Me pasaba el día corriendo arriba y abajo –sobre todo, los dos primeros cursos– porque Ciencias Biológicas se estudiaba en plaza Universidad (aún estaban construyendo el actual edificio, que se encuentra en la avenida Diagonal) y la academia de ballet se ubicaba en la zona de Manuel Girona.

No preguntaba en clase porque no sabía catalán

En mi casa somos castellanoparlantes y, a pesar de haber vivido toda mi infancia en Barcelona, durante la básica no se enseñaba todavía el catalán, solamente empezó a impartirse cuando yo ya iba a BUP. Así las cosas, al empezar la universidad, yo no hablaba catalán. Lo entendía, porque lógicamente oía hablarlo a menudo, pero no lo conocía a nivel académico. La casualidad quiso que las clases que, por horario, me iban bien, fueran todas en catalán. Asistía a ellas calladita y nunca intervenía. Todos sabían que era porque no hablaba la lengua, pero eran muy discretos y nunca me comentaron nada sobre ello. Hasta que un día me vi en la necesidad perentoria de hacer una pregunta, y me lancé a hacerla en catalán. La reacción de mis compañeros fue dedicarme un aplauso. Me puse colorada como un tomate.

Viaje iniciático a Italia

Aunque nos movíamos mucho por la Península, mi familia nunca fue especialmente viajera. Con el colegio, apenas hice las semanas blancas de esquí y los viajes de fin de curso. Mi primer viaje iniciático, por mi cuenta, lo organicé con una amiga y un amigo suyo. No sabíamos cómo decirlo en casa, pero teníamos claro que lo íbamos a hacer y que correría de nuestra cuenta, con cuatro ahorros que habíamos reunido. Con la mayoría de edad recién cumplida, pusimos rumbo a Italia, donde pensábamos pasar dos semanas. Salimos un viernes y en casa lo dijimos solo dos días antes, para que no les diera tiempo a quitárnoslo de la cabeza. Viajamos en tren hasta Italia y luego por allí fuimos tomando trenes y autobuses. En Roma, para ahorrar transportes, caminamos lo que no está escrito, y recuerdo que me salieron ampollas en los pies. Nos organizamos tan bien económicamente que al final nos sobró presupuesto y decidimos regresar en ferri desde Génova. Hoy los vuelos low cost han normalizado este tipo de experiencias, pero entonces tenían una aureola de aventura aún muy grande.

Del Zoo al Ayuntamiento de Barcelona

Al acabar la carrera, empecé a hacer prácticas en el Zoo de Barcelona, donde ayudaba en el acuario. El concepto «parque zoológico» debería renovarse si no quiere quedarse obsoleto, pues privan de libertad a los animales, lo que les genera mucho estrés; sin embargo, no creo que la solución sea clausurarlos y dejar a muchos niños sin la posibilidad de ver a determinados animales en carne y hueso, sino potenciar su componente educativo mediante fórmulas imaginativas y más acordes con los tiempos de concienciación que vivimos. Estuve en el zoo hasta que establecí contacto con el Departamento de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Barcelona y me ofrecieron la posibilidad de desarrollar un trabajo temporal. No era un puesto interesante, pero desempeñé concienzudamente mi labor. Llegado el momento de renovar mi cargo, descubrí que en determinadas instancias administrativas públicas, o te mueves con el carnet del partido político de turno en la boca, o no tienes nada que hacer. Yo no pensaba comprometerme a ese nivel, por lo que empecé a buscar otro tipo de trabajo.

Descubriendo mis aptitudes comerciales

Ese otro tipo de trabajo llegó con una empresa de Barcelona dedicada a la distribución de los microscopios Olympus, de fabricación japonesa, donde me contrataron para venderlos. Ya tenían consolidado el frente comercial en hospitales y centros de salud, y a mí me encomendaron la venta en universidades y centros de investigación. Vendí microscopios a más de uno de mis profesores de universidad, y viajé por toda España. Fue una etapa muy interesante que duró cuatro o cinco años y que me permitió forjarme como comercial y descubrir que era una profesión que se me daba bien. Y entonces llegó Leica. La marca Leica es muy conocida por la óptica de sus cámaras, pero también tiene toda una división de instrumentación. Dentro de esta división, Leica compró una serie de marcas de microscopia óptica y de microtomía de otros fabricantes y las aglutinó bajo el nombre de Leica Microsystems; se instaló en España, buscó un comercial para mover este nuevo catálogo, y me fichó como responsable de la división de microscopía óptica. La óptica de Leica siempre ha sido la más prestigiosa y pura, absolutamente incolora, porque su materia prima se obtiene en Bohemia, región famosa en el mundo entero por su trabajo del cristal. En Leica estuve muchos años, hasta que me despidieron cuando decidí ser madre.

Jefes machistas y chapados a la antigua en Leica

Este injusto despido fue un revés emocional para mí. Aun a riesgo de sonar inmodesta, yo había hecho un trabajo magnífico en la compañía. Pero hubo un cambio en la dirección y con el nuevo director yo no comulgaba a ciegas, de forma que, al comunicarle que estaba esperando un bebé, se lo tomó como algo personal, quizá pensando que mi rendimiento iba a bajar por las obligaciones inherentes a la maternidad. Probablemente esa fue la principal razón de mi despido, porque antes las cosas funcionaban así, al menos en Leica, donde recuerdo a varios jefes chapados a la antigua que se resistían a la asunción de responsabilidades por parte de mujeres en la compañía. No quiero, sin embargo, generalizar y acusar de este tipo de comportamiento discriminatorio a todo el sector, porque en Olympus tuve un jefe estupendo, Paco Gibert, que sigue trabajando en la compañía y que en todos los años que pasé en ella no demostró el mínimo atisbo de discriminación por género y me dio absoluta libertad para trabajar como yo considerara mejor.

Nacimiento de Global Science Group

Cuando decidí que debía volver a trabajar, me encontré en una disyuntiva. En aquellos años, en el sector en el que me había especializado había cuatro marcas. Yo ya había trabajado para las dos más importantes, y las otras dos no me atraían especialmente porque conocía sus equipos e integrarme en ellos para volver a hacer lo que ya había hecho me parecía un estancamiento; así que decidí que, aprovechando mi experiencia, quizá había llegado el momento de establecerme por mi cuenta. Si la cosa no funcionaba, todavía sería joven para dar marcha atrás y trabajar para otros de nuevo. Creé mi empresa, Global Science Group, el 29 de mayo de 1998. Elegí este nombre porque era suficientemente amplio y abierto para cubrir cualquier derrotero que la empresa fuera tomando, porque al principio no tenía claro del todo hacia donde iba a evolucionar. Sus inicios fueron con Ciencia Divertida, un producto destinado a enseñar ciencia a los niños de una manera sencilla y amena. Cogí la franquicia para Catalunya de dicho producto, destinado básicamente a diferentes actividades en los colegios. No fue fácil, era un concepto interesante y simpático pero muy norteamericano, y costó que los directores escolares lo vieran claro. Aun así, conseguí tirar el producto adelante, acabó por funcionar.

Durante casi diez años dejé mi empresa en stand-by

En esa época, a mi pareja sentimental y padre de mi hija le propusieron montar una empresa comercial para mover producto de un empresario hindú que importaba de China pequeños aparatos electrodomésticos y electrónica de consumo. La idea era desarrollar una estrategia de marketing para potenciar la marca. Él aceptó el reto pero con la condición de que fueran socios. Dado que mi pareja contaba conmigo para que le echara una mano en la parte comercial del canal promocional, porque él solo no lo iba a poder tirar adelante, me vinculé en el proyecto y dejé Global Science Group en stand-by. La experiencia duró casi diez años hasta que, en 2007, como yo ya empezaba a tener diferencias importantes de criterio y no veía claro los derroteros que estaba tomando el negocio, decidí reactivar mi empresa y funcionar por mi cuenta. Era el principio de la crisis económica y, ante tal osadía, mi entorno se dividió entre los que me calificaron de valiente y los que me consideraron una loca.

División promocional de importantes marcas con unos dos mil quinientos artículos

Gracias a esa década de experiencia, ya tenía una trayectoria profesional y una línea de negocio claramente definida: distribución de productos de electrónica de consumo, pequeño aparato electrodoméstico y líneas complementarias del hogar a través del canal promocional, no del canal comercial convencional. A día de hoy somos, de hecho, la división promocional de una serie de marcas. Nuestros productos llegan al consumidor final a través de campañas de regalo o catálogos de puntos, directamente a través de nuestros clientes o de empresas intermediarias que los representan. Nuestro reto es ser proveedores integrales. Siempre intentamos tener productos de moda, de tendencia, con una muy buena relación calidad-precio. Entre todas las colecciones con las que trabajamos quizá rondemos los dos mil quinientos artículos. Tenemos representación exclusiva de cuatro marcas, de Europa y de China, y luego colaboramos con otras europeas, más dos marcas propias fabricadas en China, una orientada para productos de tecnología y otra para productos de cuidado personal.

Entre los fabricantes y los consumidores, posibilitamos el producto idóneo

No puedo decir qué tipo de artículos tienen más salida. El mercado promocional funciona mucho por modas. Ahora, por ejemplo, se lleva muchísimo todo lo que son dispositivos electrónicos inalámbricos, como auriculares bluetooth, pulseras de actividad, smartwatches o altavoces (¡E incluso altavoces inteligentes!). A nivel de pequeño aparato electrodoméstico, los artículos son quizá más estables, como exprimidores o tostadoras, aunque ha habido modas también con los aspiradores Roomba, que ahora ya van con aplicaciones incorporadas y se pueden manejar a distancia, o los e-readers y las tablets. Se trata de novedades tecnológicas que es positivo que surjan, porque implican progreso, pero que no siempre encuentran su espacio permanente en la sociedad, y que a menudo acaban integradas en las siguientes novedades tecnológicas. El ordenador portátil, por ejemplo, sufrió un bajón tremendo al aparecer la tablet, pero se ha reinventado adaptando las ventajas de estas, de manera que ahora son las tablets las que están acusando un bajón. Para nosotros es muy importante estar al tanto de las tendencias sociales en cuanto a uso y consumo. En eso se da una convergencia de factores. Los clientes, con sus solicitudes, ya nos ponen necesidades encima de la mesa, y ello nos permite identificar por dónde van las tendencias del mercado. Y luego están los fabricantes, que nos comunican con la otra parte. Nosotros estamos en medio y nuestra tarea reside en hacer que unos y otros converjan en el producto adecuado. De alguna manera, somos los que lo consiguen.

A por la venta on-line

Hacemos muy poca publicidad convencional, aunque sí participamos en algunas ferias. En España solemos estar presentes en la única feria del sector, Promogift, y asistimos como visitantes a ferias internacionales de Alemania, China o Hong Kong, donde nos ponemos al tanto de las tendencias del mercado, ya que actualmente China es la gran fábrica del mundo. Con nuestros clientes profesionales nos comunicamos a través de newsletters y de ofertas a medida. Tenemos web corporativa que a lo largo de este año migrará a otra web nueva que será más funcional y más práctica. Hasta ahora la hemos tenido enfocada al público profesional. Luego está la venta on-line, un frente en el que estamos empezando ahora y que esperamos que ya esté operativo dentro de unos meses. En la Red iremos más allá del B2B, competiremos también en el canal convencional. Es un reto interesante y creo que lo podemos hacer muy bien. Tal como está el mundo, uno no puede quedarse quieto ni tener una zona de confort. Acomodarse está prohibido, no solo para los emprendedores, sino para el común de los mortales en edad activa. Nuestro mercado, en este momento, es España y Portugal. Y aunque tenemos prevista la internacionalización, iremos paso a paso, porque somos una empresa pequeña y tenemos recursos limitados. Pensamos, en primera instancia, y para el 2020, en el mercado francés, alemán e italiano.

Lo más difícil es ampliar el equipo humano

Somos un equipo de seis personas, de las cuales tres desarrollan tareas comerciales. Hace poco buscaba a alguien realmente joven para que se hiciera cargo de la tienda on-line, de unos veintitantos años y varón, porque sin quererlo somos una empresa 100 % femenina. Me llegó un chico recomendado, le hice una entrevista y me pareció que podría hacerlo bien; le pregunté cuál era su horizonte personal para los siguientes años y me dijo que quería crecer e independizarse: justo el perfil que andaba buscando. Le puse unas buenas condiciones salariales encima de la mesa y le marqué unos objetivos a cumplir dentro de una amplia horquilla. Todo me pareció que había ido bien, pero tardó dos días en contestarme, y cuando lo hizo, fue con un WhatsApp, en el que me decía que no veía los objetivos claros, y que si no se conseguían sería culpa suya, motivo por el cual declinaba la responsabilidad. Se me cayó el alma a los pies. Con mentalidades así, ampliar la plantilla se convierte en la parte más complicada de la gestión empresarial. Una idea que me gusta recalcar a quienes trabajan para mí es que su trabajo es importante para el resto de sus compañeros; que la manera en la que realicen su trabajo afecta el resultado del trabajo de todos los demás. En una empresa todo está interconectado porque las conforman personas, y son estas las que marcan las diferencias entre unas compañías y otras.

Hay que hablar, hablar y hablar

Ahora vivimos una especie de dictadura encubierta en la que se intenta alienar a las personas dentro de las empresas para facilitar una eventual reposición, con el fin de que todas sean intercambiables, meras marionetas. Somos seres humanos, no robots. Yo insisto mucho a la gente de mi equipo para que hablen, para que se expresen. Que se quejen, que digan que esto o aquello se tendría que hacer de esta manera o de otra; que den ideas para mejorar su trabajo; que aporten. A fin de cuentas, su trabajo lo hacen ellos, yo solo lo veo desde fuera, y por tanto lo sienten y lo conocen mejor que nadie. Tengo una chica que, cuando vino, era muy callada y apocada. Y ahora se está soltando y lo hace muy bien; y estoy convencida de lo hará todavía mejor. Está en el departamento administrativo, pero tiene muchas más capacidades. Luego, otra tipología son los que hablan, pero están acostumbrados a trabajar en su reino de taifas, encastillados, y no comparten nada. Abundan en la parte comercial.

El 90 % de las empresas hacen promociones

No sabría decir cuántos clientes tenemos. Debe tenerse en cuenta que el 90 % de las empresas hacen promociones, por lo tanto el espectro de posibles clientes es amplísimo. Hace promoción desde un taller mecánico que compra bolígrafos y llaveros para regalárselos a sus clientes por Navidad hasta las grandes compañías que constantemente están haciendo campañas de regalo para el consumidor final o para su canal de baristas, restaurantes o su propia red de comerciales. Nosotros no tocamos bolígrafos ni llaveros, pero nuestros artículos pueden ser susceptibles de interés para el 50 % de las empresas. De todas maneras, es un cálculo muy aleatorio porque no hay datos específicos ni contrastados, ya que el promocional es un sector muy variopinto.

En materia de transporte, debemos estar constantemente al quite

Contamos con un almacén que intentamos que actúe, en la medida de lo posible, como un almacén regulador. Es decir, las marcas que tenemos en exclusiva tienen sus almacenes centrales europeos y vamos sumando entradas periódicas de productos, semanales y quincenales, en función de las necesidades. También hacemos cargas de origen desde las fábricas cuando son operaciones one shot de cantidades concretas. En lo referente al transporte, que es siempre uno de los aspectos más críticos de la gestión empresarial, subcontratamos a varias empresas de logística: unas para paquetería, otras para bultos intermedios, y otras para mercancía en palés, cada una con su velocidad y sus plazos de entrega. Siempre tenemos que estar en comunicación permanente y buscando nuevos proveedores, porque no es bueno casarse con nadie. El del transporte es un mercado muy dinámico a todos los niveles, en el que una empresa que hoy funciona a las mil maravillas dentro de un año puede haber quebrado. O también puede ser que, depende de en qué de zona de España trabaje, una misma empresa funcione bien o mal. Y en las cargas de origen, tres cuartos de lo mismo.

Las mujeres siguen siendo las que se desdoblan

Si hubiera sido un hombre lo hubiera tenido más fácil, sobre todo durante mi periplo en Leica. Probablemente, hubiera seguido otro camino, habría hecho carrera dentro de la compañía y no estaría donde estoy. Cuando tuve a mi hija, que fuera un buen momento vital para su nacimiento tuvo prioridad sobre mi trabajo: fue una niña buscada. Aun así, resultó muy complicado y duro compaginar su crianza con mi necesidad de reubicarme profesionalmente. La conciliación familiar y laboral es muy difícil cuando el ritmo de trabajo es intenso. Y ha de serlo, porque, de lo contrario, no se avanza. No nos engañemos: siguen siendo las mujeres, incluso las empresarias, quienes se desdoblan y llevan el peso de las obligaciones familiares. Yo tuve la suerte de encontrar una bellísima persona, Mary, que fue la canguro de mi hija durante muchos años. Y eso lo hizo todo más llevadero.

Una biotecnóloga en casa

Mi hija Claudia, de veintiún años, es una chica de  mucho carácter. Yo no he intentado influirle de cara a encarrilar sus pasos. Hoy  en día hay centenares de grados, y las posibilidades de formarse son muy variadas. Esta hiper especialización quizá sea buena, pero me temo que para muchos jóvenes acaba convirtiéndose en un embrollo. La mayoría terminan secundaria sin tener clara su vocación u opción profesional Creo que pasan a secundaria demasiado pronto. Un chaval de once años, y sobre todo los chicos, cuando empiezan el instituto son unos niños, y se encuentran y confrontan con los más resabiados de los cursos superiores. Claudia decidió que quería hacer ciencias porque le interesaba la Medicina y especializarse en Neurociencias, pero no llegaba a la nota de corte. Finalmente, en el IQS encontró un doble grado de Biotecnología con ADE. Es una carrera muy dura y exigente, de seis años y medio; y en esas estamos, faltándole aún tres cursos, aunque va bien y estoy convencida de que se la sacará.

A las grandes potencias no les interesa que el Tercer Mundo deje de serlo

La crisis humanitaria del Mediterráneo existe porque a las grandes potencias económicas les sigue interesando desde el punto de vista económico. Hay interés en que existan países tercermundistas que se mantengan al margen del desarrollo. Es una más de las hipocresías que rigen nuestra sociedad. Siempre salen gurús de turno a decir que no se debe interferir en el desarrollo de aquellos países, o cualquier otra moralina por el estilo sacada del bolsillo. Mi opinión es que hay que dotar al Tercer Mundo de las herramientas necesarias para poder ir avanzando poco a poco, pues, de lo contrario, tendremos dramas a diario. Es difícil, porque el asunto no solo tiene dimensión económica, también cultural. Es necesaria una labor de formación centrada, sobre todo, en las mujeres y los niños, que son la base familiar y social y los grandes discriminados en esas zonas. Ese cambio de abajo a arriba es el único posible. Tampoco ayudan quienes se dedican a propagar la idea de que en Europa van a tener trabajo, condiciones y oportunidades, cuando sabemos que en muchísimos casos no es así.