Volumen 16. Biografías relevantes, empresarios de cosmética y belleza

Michelle Gonçalves Rosa / Daniel Fernández Cejudo – MFG Manipulados Cosméticos

MICHELLE GONÇALVES ROSA

Araguari (Minas Gerais, Brasil)

1983

Cofundadora de MFG Manipulados Cosméticos, S.L.

 

DANIEL FERNÁNDEZ CEJUDO

Barcelona

1980

Cofundador de MFG Manipulados Cosméticos, S.L.

 

9-8-2023

 

Una infancia compleja y una vida con dificultades no consiguieron rendir a la Sra. Michelle, una emprendedora que desde los doce años conoce el esfuerzo que supone ganarse el sustento. Llegó a España dispuesta a labrarse un futuro mejor. A fuerza de empeño lo logró, compatibilizando las más diversas actividades. Desde hace un año, tutela con su pareja una prometedora firma que presta servicio a la industria cosmética: doce meses les han bastado para ampliar la actividad y, en consecuencia, sus instalaciones.

 

 

Hacerme cargo de dos niñas a los doce años me hizo madurar más deprisa y desarrollar al máximo mis siete sentidos

No puedo calificar mi etapa infantil como la más feliz de mi vida. He vivido momentos más agradables, mientras que mi talante optimista siempre me ha llevado a pensar que el futuro que me espera será mucho mejor. Mi primer recuerdo de infancia me traslada a un capítulo amargo; apenas había alcanzado los cinco cuando falleció Kiko, mi perro, un animal que se había convertido en el mejor compañero a que podía aspirar, y cuya pérdida resultó un duro golpe para mí. Fue tal el sentimiento de desolación que me provocó aquel desenlace que nunca más he querido mascotas. Otras circunstancias durante la infancia incidirían en mi deseo de abandonar mi núcleo de origen a la primera oportunidad y, al mismo tiempo, de procurar espabilarme ya desde muy joven. De este modo, empecé mi carrera laboral cuando solo había cumplido doce años, en calidad de canguro. Bajo mi tutela había dos niñas de corta edad a quien tenía que ir a buscar a una población que se encontraba a una veintena de kilómetros y traerlas a mi casa, donde las cuidaba; todo ello, en autobús, responsabilizándome de esas menores, cuando yo antes ni tan siquiera había utilizado transporte público alguno. Probablemente, aquella situación me hizo madurar más deprisa y desarrollar al máximo mis cinco sentidos, al tener que estar alerta en todo momento para que no les ocurriera nada a las niñas.

 

Si bien el dinero puede resultar relevante en la vida, no es lo más importante: «No se puede amar lo material»

Pese a la severidad con la que pudo tratarme mi madre, reconozco la influencia que ejerció en mí. He acabado por admirarla, puesto que atesoraba unos grandes valores que también supo transmitirme. Aunque no siempre conseguimos entendernos bien, estoy convencida de que no habría podido tener a nadie mejor junto a mí en aquellos años, en los que ella también trabajó muy duro, lo cual me sirvió asimismo de ejemplo, para familiarizarme con la necesidad de esforzarme para salir adelante. Carmen trabajaba como representante comercial, extrayendo el mejor rédito posible de su capacidad para relacionarse con la gente; un aspecto que me atrevería a decir que he heredado de ella. Al mismo tiempo, ejercía como pastora evangélica en una iglesia, lo que prueba su habilidad para conectar con quienes la rodeaban. A su alrededor tenía a mucha gente, «un rebaño», como ella cariñosamente decía, aludiendo a su condición de pastora. Todo el mundo la quería y apreciaba, algo que no resulta extraño teniendo en cuenta que uno de sus principales valores residía en el amor al prójimo. Acostumbraba a subrayarme que, «aunque las personas no te quieran, debes quererlas, porque no saben lo que hacen». También me hizo ver que, si bien el dinero puede resultar relevante en la vida, no es lo más importante. «No se puede amar lo material», me advertía. Asimismo, me invitaba a sacar partido del presente, a «disfrutar del aquí y ahora».

 

Mi madre me «regañaba» a besos y me subrayaba que yo era una niña feliz, más que el resto

Mi madre no tuvo tampoco una vida fácil. Sufrió episodios racistas, por el color de su piel y su pelo afroamericano. Afortunadamente, siempre exhibió una alta autoestima, lo cual le permitió sobrevivir a aquellos desagradables capítulos, que en las décadas de los setenta y los ochenta proliferaban en Brasil con mayor frecuencia incluso que ahora. Tampoco la maternidad resultó sencilla para ella, y es que quedó embarazada de mí cuando Herik, mi hermano mayor, apenas tenía dos meses. Eso le obligó a esforzarse más, para sacar la familia adelante. Muy pronto nos trasladamos a vivir a Pará de Minas, en el Estado de Minas Gerais, donde convivíamos con mi padre, Cristóvão. Él no albergaba el mismo espíritu emprendedor que nuestra madre, quien fallecería prematuramente, a los cincuenta y siete años, a causa de un cáncer de mama. Sin embargo, sí exhibía una gran pasión por la lectura, dándonos un buen ejemplo a sus hijos, que procuramos imitar y que, cuando menos en mi caso, se tradujo en la inquietud por el aprendizaje constante. Si bien en su día no tuve la oportunidad de acudir a la universidad, sí puedo afirmar que a lo largo de la vida no he dejado de estudiar ni de aprender, procurando aprovechar todas aquellas formaciones que había a mi alcance para poder crecer personalmente. Nuestra madre también cultivaba la afición por la lectura, aunque en menor medida que Cristóvão. Donde ella no demostraba límites, no obstante, era en cariño. Cuando tenía que regañarme, lo hacía a besos, y una de las frases con las que me obsequiaba ha quedado definitivamente grabada en mi memoria: «Criança feliz, mais feliz do que as otras», con la que me subrayaba que yo era una niña feliz, afortunada, porque lo era más que el resto.

 

Lo importante es velar por que los hijos puedan hallar en la familia una atmósfera propicia para su correcto desarrollo

El nuestro era un hogar de extracción humilde. La vida me ha enseñado lo importante que es velar por que los hijos puedan hallar en la familia una atmósfera propicia para su correcto desarrollo. Es básico generar en el seno del hogar un marco de protección y de felicidad, sabiendo que esta no es un estado ni una sensación que se perpetúe, sino que la vida nos obsequia con momentos puntuales en los que hacemos o disfrutamos de aquello que más nos gusta y más placer nos genera. La experiencia en mi niñez me ha inclinado a procurar crear oasis de paz en mi hogar, a fin de que mis hijos hallen la estabilidad necesaria para su adecuado crecimiento. Ellos, por fortuna, pertenecen a una generación a la que no se les exigirá los mismos sacrificios a los que me vi sometida yo, quien, tras aquella etapa como canguro a cargo de esas dos niñas, encadenaría distintos empleos para conseguir ingresos con los que aliviar la maltrecha economía doméstica. A los catorce años, inicié una formación especialmente orientada a la inserción laboral. Se dio la circunstancia de que, mientras estaba terminando ese ciclo, el gobierno brasileño aprobó una normativa según la cual los jóvenes menores de dieciséis años no podían incorporarse al mercado de trabajo. Me salvó el haber iniciado previamente esos estudios, con lo que, a los catorce años y medio, ya pude emplearme como administrativa en un centro de jóvenes. Posteriormente, trabajé en una entidad bancaria, en un centro sanitario especializado en tratamientos contra el cáncer y, finalmente, en una empresa en la que permanecí hasta los veinte años, cuando decidí trasladarme a España.

 

Durante dos largos meses fui casa por casa llamando a puerta fría y ofreciéndome a realizar servicios domésticos

Lo que me empujó a abandonar Brasil para venir a España fue un cúmulo de situaciones. Al margen de la inquietud que yo atesoraba por buscar nuevas oportunidades profesionales, tenía necesidad de escapar del ambiente de inseguridad que percibía en mi entorno. Mi vida se había convertido en un caos que reclamaba un punto de inflexión. A ello contribuyó el hecho de que mi ex pareja decidiera venir a estudiar a Barcelona. Aunque no fue la principal motivación, se reveló como un factor más para aprovechar la ocasión, después de haber desestimado anteriormente un amago de traspasar el Atlántico y de haberme arrepentido por no haber sido lo suficiente valiente. Como me sentía con la responsabilidad de ayudar a mis padres, pues en mi generación imperaba la cultura de contribuir a la economía familiar, desembarqué en España con dicho propósito, sabiendo que debería trabajar duro para obtener ingresos que me permitieran, a la vez, sobrevivir y ayudar a mis progenitores. Fue así que, durante dos largos meses de invierno, y todavía con la desubicación cultural tras mi largo viaje transoceánico, fui casa por casa llamando a puerta fría y solicitando trabajo, ofreciéndome a realizar cualquier tipo de servicio doméstico. Dado que no sabía ni castellano ni catalán, a menudo no entendía ni lo que me respondían, pero este ejercicio se reveló efectivo de cara a familiarizarme con ambos idiomas; al margen de concederme mis primeras oportunidades para trabajar.

 

En los últimos años, España ha cambiado, principalmente, en la educación

Ante cualquier propuesta laboral ofrecida, aceptaba y me presentaba en la casa solicitada a la hora prevista. Encontré a mucha gente dispuesta a ayudarme, en especial después de haber entrado en contacto con una parroquia, entre cuyos feligreses hallé a distintas personas que mostraron el mejor talante y me abrieron las puertas de sus respectivos hogares. Había acudido a la iglesia ante la necesidad de reencontrarme, pues la soledad me invadía. Por fortuna, en esa comunidad encontré un entorno solidario y el indispensable apoyo para iniciar una nueva etapa en mi vida. Es muy importante para una persona disfrutar de una buena salud física pero, sobre todo, mental. Si existe cualquier aspecto que cercena nuestro ánimo difícilmente puedes rendir de manera satisfactoria, porque sufres un bloqueo y es difícil avanzar. Tenía la confianza que podría salir adelante, porque en aquella época España era un país de oportunidades. Así lo había leído antes de emigrar desde Brasil, pero también pude constatarlo al aterrizar aquí, donde encontré una España muy diferente a la de ahora. Por aquel entonces, se trataba de era un país rico y bonito, con mucha demanda en el mercado laboral y con una ciudadanía que invertía mucho tiempo en la lectura y en culturizarse. Recuerdo que, en el tren o en el metro, los pasajeros devoraban los libros, una actividad que ahora ha sido sustituida por la consulta constante y enfermiza del teléfono móvil. Más allá de la suciedad que nos ha invadido y de la pérdida de oportunidades profesionales, lo que principalmente ha cambiado en España en los últimos años es la educación. Precisamente ayer leía una frase de Nelson Mandela que decía: «La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo».

 

Ante la existencia de un subsidio de paro que se prolonga por un plazo de hasta dos años, muchas personas prefieren extinguir la prestación

Los contactos resultan vitales para encontrar oportunidades profesionales, de ahí que yo recomiende a cualquier persona que desee encontrar trabajo que no esconda su condición de desempleada. Precisamente gracias a que di a conocer mi situación, una persona a quien no conocía de manera directa me brindó la posibilidad de entrar a trabajar en una frutería. No eran tiempos fáciles aquéllos, pues sin la documentación en regla a duras penas podías optar a un trabajo; y esa fue la principal dificultad a la que me enfrenté, al ver negadas muchas opciones por no disponer del preceptivo permiso. Aun así, la economía funcionaba francamente bien y existía demanda de mano de obra. Las empresas no se mostraban tan reticentes a la contratación como ahora y las familias no sufrían las penurias a las que se han visto abocadas en la actualidad. Bien es verdad que determinadas labores, como por ejemplo las de la limpieza, quedaban reservadas a la gente foránea, ya que los españoles no estaban determinados a asumir ciertos trabajos, considerándolos impropios de los estudios que habían cursado. Y, en aquel momento, si para mí trabajar en una frutería como dependienta fue una oportunidad de oro, para muchas personas constituía un empleo poco atractivo. Mucho ha cambiado, sin embargo, el panorama laboral, pues hay mayor competencia para cubrir los escasos puestos disponibles. Hay que admitir que también asistimos a otra situación que evidencia tanto las deficiencias de los mecanismos del Estado de Bienestar como los vicios de la condición humana. Y es que, ante la existencia de un subsidio de paro que se prolonga por un plazo de hasta dos años ―de manera razonable, para proteger a quienes pierden su empleo―, muchas personas desestiman oportunidades profesionales que se les ofrece y prefieren extinguir la prestación. Si se aplicaran ciertas restricciones, probablemente habría mayor interés en ocupar determinados puestos.

 

Los bancos solo se prestan a ayudarte cuando tienes liquidez y no los necesitas

Antes de trabajar en la frutería, había desempeñado labores en el sector del pescado. Sin embargo, tuve que abandonar esa labor (que me obligaba a acudir cada día a Mercabarna, a las cinco de la mañana), pues había nacido mi hija mediana y no podía compatibilizar su cuidado con ese empleo. La tienda de fruta me permitió conciliar mejor mis responsabilidades familiares, al tiempo que seguía realizando servicios de limpieza. Gracias a ello y una compañera conseguí regularizar mi situación laboral, lo cual supuso un impulso importante en mi desarrollo profesional, pues poco después abría mi propia frutería, con la ayuda de Daniel, a quien acababa de conocer. A la vez, aprovechaba cualquier formación que surgía y que podía significar una mejora para mi crecimiento personal, incluido un programa de gestión del tiempo y del estrés que me resultó de gran ayuda; en especial cuando, a los pocos meses de haber inaugurado ese punto de venta, estallaba la crisis de Lehman Brothers y empezábamos a acusar las consecuencias de la falta de consumo y, también, de liquidez. Los bancos nos dieron la espalda, porque esas entidades solo se prestan a ayudarte cuando dispones de recursos y no necesitas crédito. Paulatinamente, fuimos derivando nuestro negocio hacia la logística, pues comprobamos que podíamos dedicarnos a distribuir la fruta y extraer mejor rédito de la actividad, con lo cual finalmente optamos por cerrar esa tienda y prescindir de la estructura del local. Yo me dedicaba a la gestión de los pedidos y Daniel, al salir de su trabajo, realizaba los repartos.

 

Mi hija me acompañaba en el reparto de fruta con su libreta de deberes, lo cual le servía para percibir nuestro esfuerzo

Aquella etapa fue una auténtica locura, pues el ritmo era frenético. Pese a todo, guardamos un cariñoso recuerdo de aquellos tres o cuatro años, en los que conseguimos sobrevivir gracias a un esfuerzo enorme y a compatibilizar distintas actividades. Daniel acudía a Mercabarna con su furgoneta y realizaba la logística; unas labores en las que yo, una vez obtuve el permiso de conducir, también acabé compartiendo, haciéndome acompañar en ocasiones de mi hija, que iba completando sus deberes escolares en la furgoneta y a quien conocían todos los clientes, que la trataban con mucho afecto. Imagino que para ella también resultaba ilustrativo ver los sacrificios que hacía su madre. Al mismo tiempo, había accedido a realizar una formación gratuita en el ramo de los seguros, ya que el programa garantizaba una posterior contratación. Por otra parte, y para complementar la economía doméstica ―ya que en el sector de la fruta se trabaja con márgenes muy estrechos―, los fines de semana prestaba servicio en un restaurante de comida rápida, con lo que no nos quedaba ni un solo momento para el ocio. Y, si era menester, acudía a la empresa familiar de Daniel para ayudarle en el manipulado de productos cosméticos. Todavía no adivinábamos que crearíamos nuestra propia compañía en ese sector.

 

Más allá de ser bonito, el envase está obligado a otorgar credibilidad al producto

Pese a ese empleo estable, nunca perdí la inquietud de desarrollarme profesionalmente, y eso propició que, en 2022, decidiéramos poner en marcha nuestra empresa dentro del sector cosmético. Daniel decidió bautizarla con el acrónimo de nuestra pequeña hija en común, MFG, que al principio contó con el apoyo de un cliente que depositó su confianza en el proyecto. Tuvimos que recurrir a la línea de crédito para emprender esta aventura, que nos llevó a alquilar una nave de trescientos metros cuadrados en Montcada i Reixac y a comprar maquinaria para la manipulación y el envasado de productos cosméticos. Tal es el servicio que ofrecemos a esta industria, realizando la serigrafía y la decoración del envase a partir del diseño que el propio cliente nos traslada mediante un documento PDF. Podemos adaptar e imprimir el logotipo y la leyenda que el cliente desee. Obviamente, el packaging debe ser coherente con el producto que contiene, y ello sin renunciar a la calidad, ya que, incluso tratándose de artículos asequibles, su función es exhibir el máximo atractivo y reclamo. No olvidemos que constituye el primer punto de contacto con el consumidor, cuya atención debe ser captada por esa creatividad para conducirle, en última instancia, a su adquisición. Más allá de ser bonito, el envase está obligado a otorgar credibilidad al producto.

 

Ser empresario exige estar las veinticuatro horas disponible y ojo avizor ante cualquier incidencia

Ser empresario constituye una gran responsabilidad y reclama mucho sacrificio. Sin embargo, la imagen que ha proliferado socialmente del empresariado está tergiversada, asociándola a personajes que no se corresponden en la inmensa mayoría de los casos con la realidad. La condición de empresario exige estar las veinticuatro horas disponible y ojo avizor ante cualquier incidencia. En más de una ocasión hemos tenido que permanecer toda la noche sin dormir para poder completar un pedido, ante la necesidad de cumplir ante un determinado cliente. Una insatisfacción equivale al riesgo probable de perderlo y de lo que se trata, precisamente, es de estudiar fórmulas para poder fidelizarlo, ofreciéndole nuevos y mejores servicios.

 

Un protocolo digital que permite al cliente consultar la trazabilidad de su mercancía en todo momento

Precisamente para garantizar la satisfacción y fidelidad de nuestros clientes, estamos ampliando nuestra actividad hacia el envasado, de tal modo que el cliente nos podrá facilitar el producto en bidones para el rellenado de los frascos. Así, podremos brindarle un servicio completo a partir del siguiente año, para lo cual hemos decidido alquilar una nave adicional, a tal fin. Al mismo tiempo, hemos desarrollado un protocolo digital que permitirá consultar la trazabilidad de la mercancía a través de un código o numeración que facilitaremos al cliente, de manera que este sabrá, en todo momento, cuál es el estado de su pedido y podrá comprobar si los plazos previstos se van cumpliendo. En el primer año de actividad, hemos ido creciendo paulatinamente. A ello ha contribuido de manera decisiva la gente de la que nos hemos rodeado, cinco personas que nos prestan apoyo a Daniel y a mí. De hecho, nos sentimos muy afortunados de contar con un equipo muy válido y comprometido con la compañía. Son profesionales entregados, dispuestos a acudir esporádicamente un sábado si hay que atender una necesidad puntual y que, por experiencia, saben lo difícil que es impulsar un proyecto familiar como este. Nuestro equipo humano constituye el motor de la empresa. Existe una gran afinidad con todos ellos y percibimos que se sienten como en una gran familia.

 

La cosmética contribuye a la realización de las personas

La ayuda que hemos recibido de la Administración se ha rebelado limitada e irregular; así, frente a la ausencia total de apoyo de la Generalitat, hemos contado con un positivo respaldo por parte del Ayuntamiento de Montcada i Reixac en materia de digitalización, Coaching, formación o Mentoring. Tengamos en cuenta que hemos destinado más de tres mil euros a la obtención del permiso de actividad, una inversión excesivamente costosa que se suma a otros pagos que hay que satisfacer de inmediato, como las cuotas de autónomos, que tampoco son asequibles. Por fortuna, afrontamos este proyecto con una gran ilusión, en la que tiene mucho que ver el formar parte del sector cosmético, una industria que ayuda a sentirse bien con uno mismo. Aporta bienestar físico y emocional, contribuyendo a la realización de las personas. También es cierto que, en ocasiones, aparecen algunos productos que son fruto de una moda y que logran generar tendencia, si bien acaban obteniendo un éxito efímero, como pueden ser la cola de caballo o la baba de caracol. Pero, en general, la ayuda que presta la cosmética a la sociedad es innegable.

 

Preferimos ser una pyme y esforzarnos más que adquirir gran tamaño y asomarnos a un escenario de incertidumbre

Emprender no es fácil. La primera barrera es la económica y, de no ser por los préstamos, no habríamos podido poner en marcha el proyecto. Para reducir las tasas de desempleo y generar puestos de trabajo habría que habilitar más ayudas, ni que sean temporales. A lo sumo, se puede acceder a microcréditos sujetos a la presentación de un aval, lo cual ya de por sí se revela restrictivo. Sería deseable una reducción de impuestos durante los dos o tres primeros años de vida de la empresa, que son los críticos para su supervivencia. Eso estimularía el emprendimiento. Nuestra filosofía reside en ir haciendo crecer nuestro negocio de manera controlada. Si aspiras a obtener incrementos desbocados, puedes acabar estrellándote, porque necesitas dotarte de estructura, con el riesgo de que una estrangulación de la demanda ponga tu negocio contra las cuerdas al no alcanzar unos ingresos que permitan hacer frente a los gastos. Preferimos ser una pyme y esforzarnos más que adquirir gran tamaño y asomarnos a un escenario de incertidumbre, tanto por nosotros como por nuestro equipo humano.

 

Apoyada en mi unión con Daniel y en nuestros hijos

Daniel y yo formamos el mejor tándem posible, tanto desde el punto de vista laboral como sentimental. Nos apoyamos el uno al otro. Y nuestros hijos nos dan fuerza y ánimos para continuar. Ignoramos si nuestros hijos compartirán esa misma inquietud que nos ha llevado a ambos a embarcarnos en este proyecto. Rafael, con veintidós años, sí tiene espíritu emprendedor y, aunque aún no ha perfilado hacia dónde desearía orientar sus planes, le apoyaremos en su decisión. Maiara, la mediana, es quien presenta mayores inclinaciones hacia la cosmética, pues sopesa abrir un centro de uñas o de estética y actualmente se está formando en la materia. Y Mia es demasiado pequeña todavía para decidir su futuro, pues en octubre cumplirá tres años. Lo que quiero fundamentalmente es que mis hijos escojan el camino que prefieran y que sean felices; que tengan inquietud para crecer, aprender y evolucionar. Si el día de mañana optan por incorporarse a la empresa, fantástico: en su alma podemos adivinar que, si así se lo proponen, tendrán capacidad para dar continuidad a este proyecto familiar.