Montse Puyoles Arqué
Fotografia cedida
10è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Montse Puyoles Arqué

Fundadora y directora general de Wekow Business Community

Texto del 30/05/2018

Dejó la seguridad laboral por principios y también porque sintió que acababa una etapa de su vida y empezaba otra. Vio en la crisis y sus consecuencias una oportunidad de negocio y no la desaprovechó. Se siente bien tratada por la vida, tanto en lo profesional como en lo personal, y solo anhela tener tiempo para poder llevar a cabo nuevos proyectos. En el tema del proceso catalán, como en cualquier otro aspecto de la vida, apuesta por un win-win.

 

Del pasillo de casa de mis padres a los erizos de mar

No suelo pensar en mis recuerdos infantiles porque la vida está hecha para mirar siempre hacia delante. Pero si me esfuerzo, me vienen a la memoria flashes visuales en los que me veo corriendo arriba y abajo por el pasillo de mi casa, jugando con mis hermanas. Luego están –más sólidos y definidos– mis veranos en Port de Llançà y su magnífico entorno, donde tenía la suerte de pasar los tres largos meses de vacaciones escolares. Allí, en contacto con la naturaleza y el mar, me convertí en una niña bastante atrevida. Solía adentrarme en las rocas para buscar cangrejos –que entonces abundaban– o para arrancar lapas y mejillones. Recuerdo que llegaba a casa y mi madre me tenía que arrancar de los talones los pinchos de las «engarotes», que es como se conocen en ese sector de la costa ampurdanesa los erizos de mar. También estaba familiarizada con los pulpos, las estrellas de mar y cualquier bicho que se moviera.

Una típica familia barcelonesa de la pequeña burguesía

De aquella época es imborrable el recuerdo de los encuentros familiares, de mi tío abuelo de Llançà, de mi abuela Dolors y de mi tía y madrina Tere. Ambas me cuidaron durante muchas horas, sobre todo en las temporadas en las que a mi madre, asmática crónica, le flaqueaba la salud. Ha llovido mucho desde entonces, pero afortunadamente mis padres todavía viven. Mi padre, Joan, ya retirado, fue industrial del sector de la automoción, un hombre hecho a sí mismo que empezó de aprendiz en un taller y que luego creó su propia empresa. Mi madre, Dolors, trabajó en un comercio, pero al nacer las niñas lo dejó todo para cuidarnos. Pertenezco a una típica familia barcelonesa de toda la vida.

Padres ahorradores y austeros

Recuerdo las historias que nos contaban en casa de cómo se vivió la guerra y sobre todo la posguerra en nuestra familia. El hecho más trágico que padecimos fue que mi abuelo materno no volvió del frente, como tantos hombres de aquel tiempo terrible. Mi madre, muy pequeñita entonces, apenas lo conoció. Mi abuela Elvira, viuda con tres hijos muy pequeños que vivía en Viladrau, decidió trasladarse a Barcelona en busca de nuevas oportunidades. Mi abuelo paterno, desgraciadamente, también murió muy joven. Mi abuela paterna, también viuda muy joven y con cuatro hijos, regentaba un colmado en Barcelona. Forzado por las circunstancias, mi padre, un niño avispado y muy trabajador, a los catorce años empezó a trabajar. Primero como aprendiz, pero pronto se estableció por su cuenta y creó su propia empresa. La posguerra dejó huella –por la escasez, el pan negro y las cartillas de racionamiento– y forjó en los que la padecieron una mentalidad pragmática y posibilista, poco dada a sueños y a aventuras. Recuerdo, en casa, la obligación de apagar siempre las luces, o el respeto que se debía no ya a las pesetas, sino incluso a los céntimos. Mis padres nos han inculcado el valor del esfuerzo para conseguir las cosas y del ahorro.

Dos hermanas, un marido y tres hijos

Mi padre trabajaba mucho, cuando éramos pequeñas lo veíamos poco. Se marchaba de casa por la mañana temprano, antes de que nos levantáramos, y cuando volvía al final del día apenas le daba tiempo de darnos el beso de buenas noches. Hablo en plural porque somos tres hermanas. Dolors, Maite y yo. Por mi parte, me casé y tengo tres hijos, dos chicos de veinte y diecinueve años, Joel y Ricard, y una chica de trece, Mar. La pequeña fue una bendición que vino cuando yo ya apenas me acordaba de cómo eran los pañales. El mayor, que está estudiando, prácticamente ya hace vida de adulto, y a veces me ayuda en la empresa. El mediano, recientemente ha acabado el Bachillerato y empezará en breve sus estudios universitarios.

Con un esposo, Ricardo,que está a mi lado desde hace treinta y cinco años

Merece una mención especial Ricardo, auténtico pilar de mi casa. Compañero adorable y positivo que siempre me ha apoyado en todo desde que teníamos dieciséis años, cuando nos conocimos en el colegio siendo estudiantes. Abogado de formación y directivo de una mutua de profesión. Como buen padre de familia numerosa, pertenece a esa generación de hombres que después de cenar no dudan en recoger la mesa y poner el lavavajillas. Está en todos los frentes, y si hay que ir a la tutoría de la escuela, ahí está. Recientemente, fuimos a una cena de exalumnos para celebrar que entrábamos en la cincuentena, acontecimiento al que asistimos más de ciento cincuenta personas venidas de todo el mundo, y el asombro fue general al ver que, treinta y cinco años después, Ricardo y yo todavía estábamos juntos. Que una primera relación dure tanto ya no sucede demasiado, y eso nos hace extraordinariamente afortunados y conscientes de ello.

Licenciada en Derecho sin haber ejercido nunca

Cursé el Bachillerato y el COU en la Escuela Sant Ignasi, de los Jesuitas de Sarrià. A continuación, estudié la carrera de Derecho en la Universidad de Barce- lona, con ilustres profesores como Encarna Roca –a la que recuerdo muy exigente–, Alonso-Cuevillas o Josep Lluís Bonet. Todas las clases eran magistrales, un auténtico gozo que ahora, con la perspectiva del paso del tiempo, valoro todavía más. A pesar de ello, no puedo decir que estudiar Derecho fuera para mí algo vocacional. Lo elegí porque no tenía mucha idea de hacia dónde orientarme, y me pareció un buen comodín profesional y una carrera útil. Prueba de mi falta de vocación es que nunca he ejercido, aunque llegué a colegiarme. Que no haya practicado el Derecho no significa que lo que aprendí no me haya sido útil, tanto en mi etapa asalariada en el sector de la banca como en mi actual etapa empresarial. Debo confesar, con todo, que si volviera a nacer no estudiaría Derecho, sino una carrera creativa más acorde con mi espíritu. Asimismo, como complemento a mi formación, cursé un máster de Impuesto de Sociedades y Derecho Tributario en el Colegio Universitario Abad Oliba y otro de Relaciones Laborales en Fomento del Trabajo Nacional.

Aquellas horas en la biblioteca de la Central

Siempre he sido disciplinada y sistemática, tanto en los estudios como en el trabajo. Mis padres nunca tuvieron que recordarme si tenía deberes, si había estudiado o si tenía un examen. Fui consciente en todo momento de que si yo era estudiante, y si mis padres me pagaban los estudios, mi obligación era estudiar y sacármelo todo. No había excusas que valieran. A diferencia de la atención casi personalizada de que gocé cuando estudiaba con los jesuitas, al cursar Derecho tuve que hacerme una más entre los cien alumnos que éramos por clase. Los profesores no sabían si asistías o no. En un contexto así, o eres disciplinado, o te relajas y te estrellas; y yo no pensaba estrellarme. Me encantaba ir a la biblioteca de la Universidad Central de la plaza Universidad, a pesar de lo lejos que estaba de mi casa en Sant Just Desvern. Lo hice durante toda la carrera y pasé allí incontables horas. Éramos prácticamente siempre los mismos, y cada uno tenía ya su lugar asignado, casi por derecho consuetudinario. Trabamos amistad y a menudo hacíamos los descansos e íbamos a comer juntos. Fueron unos tiempos inolvidables, de esfuerzo y camaradería a partes iguales.

Participando en el cambio que vivió Barcelona en los años noventa

Durante los últimos años de carrera ya había empezado a trabajar para costearme mis gastos, que entonces no eran otros que poder salir con mis amigos y tomar algo. Una vez licenciada, me curtí siendo comercial a puerta fría durante una temporada. También llevé durante algo más de dos años la gerencia para la Asociación de Diseñadores Gráficos e Ilustradores del FAD (Fomento de Artes Decorativas), donde aprendí aspectos que hoy me resultan muy útiles, como la organización de eventos y relaciones públicas. Estoy hablando de los años 1990 a 1992, cuando el diseño barcelonés estaba en plena ebullición y en el cénit de su historia. Estoy orgullosa de haber participado –aunque fuera muy modestamente– en el cambio que experimentó Barcelona, que dejó atrás definitivamente su aspecto gris y se convirtió en la ciudad luminosa y atractiva que es hoy.

Mi etapa profesional en banca

Trabajé largo tiempo en el sector financiero, en la banca. Estuve diecisiete años en la misma entidad, hasta que recibí una oferta muy interesante de otra empresa. Por desgracia, en esta vida se cometen errores, y este cambio fue uno de ellos, como no tardé en descubrir. Me vi obligada a participar en un proyecto de expansión en el que no creía y del que no compartía ni el espíritu ni las maneras. Por fortuna, al poco tiempo, recibí una nueva oferta de otra entidad y pude escapar de un ambiente laboral que me estaba haciendo daño. Durante mi periplo bancario fui primero gestora de empresas y después directora en oficinas de nivel uno de responsabilidad. Disfruté mucho de mi trabajo durante muchos años, el trato con el cliente y la negociación me gustaron mucho, pero cambiar de visión cliente a visión producto hizo que perdiera parte del encanto. Y cuando llegó la crisis a finales del 2007 –tuve que rescindir pólizas de crédito, reducir líneas de descuento y vender seguros, sartenes…–, este cambio de rumbo de la banca, en el que se cruzaron líneas rojas que yo considero innecesarias, me acabó asfixiando profesionalmente.

Líneas rojas que no quise cruzar por ética

Durante esta última crisis, la banca tomó decisiones desde mi punto de vista poco acertadas. Cierto es que fue en un contexto de mucha morosidad y abundantes impagos, pero faltó voluntad de entendimiento y generosidad, y se tomaron decisiones que perjudicaron a clientes y empleados. Faltaron soluciones imaginativas y querer buscar el win-win que siempre es tan necesario en todos los frentes de la vida. De esta manera, por escrúpulos, por ética y porque me lo podía permitir, dejé el sector bancario en marzo de 2015 –tras varios meses de trámites–, aprovechando una de las numerosas reestructuraciones de plantilla de la época.

Creación de una business community

Dejé la banca sin tener recambio laboral ni experiencia empresarial, pero confiaba en mis capacidades y sabía a ciencia cierta que saldría adelante. En realidad, hace muy poco que soy emprendedora, apenas tres años. Esto me convierte en una de esas personas maduras, que se ha reinventado a una cierta edad por necesidad, pero también por convicción. Puede parecer extraño que decidiera emprender en plena crisis, pero yo pienso lo contrario. Las crisis ofrecen nuevas oportunidades y retos. No hay nada más estimulante que cambiar cuando la sociedad está cambiando. Aunque las crisis son duras y son periodos en los que mucha gente lo pasa muy mal, también hay que saber ver sus ventajas, y la del 2008 me inspiró un escenario de posibilidades para crear una business community o comunidad de negocios. Un entorno para mí conocido, ya que en banca me había especializado en empresas. Por una comunidad de negocios entendemos entornos que ofrecen espacios donde crecer profesionalmente. Donde reunirse, trabajar e intercambiar con otros miembros ideas, experiencias y relaciones profesionales. Nuestros centros aúnan las funciones del coworking y de asesoramiento, con servicios de formación en áreas económicas, tecnológicas, de ciberseguridad, desarrollo web, marketing, etc., todo ello de la mano de partners externos, escogidos entre profesionales de primera línea y reputada experiencia.

Ventajas del coworking

El término coworking se dio a conocer hace pocos años y se asociaba a la economía alternativa. En realidad, no es otra cosa que ofrecer un espacio común para que profesionales y empresas de pequeño y mediano formato desarrollen en él su trabajo o su negocio junto a otros profesionales no necesariamente del mismo sector, con el objetivo de que esta vecindad cree sinergias entre ellos y los enriquezca. Estas sinergias no pretenden el negocio inmediato, pero sí un intercambio de experiencias que pueda ser útil para estrategias o ideas a largo plazo. Una parte de nuestros clientes nunca había pensado que podrían compartir espacio con otros; pero una vez que han descubierto sus ventajas, no lo cambiarían para estar solos, porque aunque vivimos en la era de la hipercomunicación, paradójicamente nos sentimos aislados. La tecnología avanza a pasos agigantados y cambia nuestra manera de relacionarnos o de ofrecer nuestros servicios, obligando a cambiar el ritmo incluso a las grandes empresas. El mundo está en transformación continua, y es bueno estar en contacto con otra gente inquieta para ver lo que hace, porque hay que ir más allá de uno mismo y del propio despacho o trabajo. Cada vez más, se nos exige tener una mente abierta. No debemos dar la espalda a los nuevos tiempos, sino aprender a gestionarlos de la manera más positiva posible.

Una treintena de empresas y casi un centenar de usuarios de perfil heterogéneo

Una de nuestras funciones es, también, fomentar las relaciones entre los diferentes usuarios del coworking. Nuestra comunidad es rica en tipología de clientes, ya que hay equipos de grandes empresa multinacionales que comparten espacio con pequeñas empresas y con profesionales indepen- dientes, además de sectores muy diversos que pueden ir desde tecnológicas, consultores, sector turismo, automoción, sanidad, etc. Hay profesionales freelance que suelen abrumarse trabajando en solitario, que se sienten poco conectados, aislados, y que echan de menos socializar. El coworking es una muy buena solución para estos casos. Además, ofrecemos salas de reuniones y visitas, despachos privados, pero también espacios abiertos donde compartir mesa. En general, potenciamos más los espacios comunes, que deben estar dotados de un rincón office, punto de encuentro de todos los miembros y donde hacer un café o comer algo al mediodía. En la actualidad, contamos con la confianza de una treintena de empresas y casi un centenar de usuarios. También ofrecemos domiciliaciones comerciales y oficinas virtuales para profesionales que no trabajan físicamente en nuestros despachos, pero nece- sitan dar una sede social en Barcelona o una oficina virtual. Asimismo, los clientes pueden solicitar otros servicios como apoyo administrativo o centralita telefónica, y contamos con colaboradores externos de absoluta confianza que se pueden ocupar de la gestoría o la contabilidad. La idea, sobre todo, es hacer que quien comienza en sus actividades profesionales o empresariales se sienta acompañado, aunque ello no quiera decir que el coworking sea útil solo para los principiantes.

Nuestra entidad se está consolidando paso a paso

Nos hemos ido consolidando poco a poco. Primero fue un cliente, luego otro, y así sucesivamente. Esto nos ha dado una cierta solidez, porque afortunadamente aún no se ha dado el caso de un cliente que nos haya dejado por insatisfacción. Al contrario, casi todos nos han expresado su contento. Quizá sea así porque nuestro cometido es procurar a los clientes estrictamente lo que necesitan. Hasta el presente, la suerte ha querido que se hayan instalado en nuestras oficinas empresas muy estables. Actualmente, tenemos dos centros en Barcelona: uno en calle Rosellón con Balmes, y otro en Avda. Diagonal entre Balmes y Rambla de Catalunya. Se trata de dos fincas regias del Eixample con un interiorismo muy cuidado y respetuoso con el entorno. Y tenemos previsto abrir muy pronto una tercera oficina en la Rambla delante de Boquería, con un ambiente abierto y moderno que fomente la relación de sus usuarios, mayoritariamente extranjeros. Nos hemos encontrado con que hay una demanda mayor de empresas extranjeras que locales, y es que este modelo de comunidades está más extendido y consolidado en otros países. Esto nos hace pensar que aún tenemos mucho camino por recorrer a la hora de explicar nuestros servicios a los emprendedores y a las empresas locales.

Cambio de roles

Actualmente los roles profesionales están evolucionando rápidamente, y son los propios empleados y directivos quienes atienden sus propias llamadas sin pasar por el filtro de secretarias, ni asistentes. Los empleados en su totalidad son todoterrenos que se hacen sus propias fotocopias, atienden sus llamadas y contestan sus correos. Las nuevas tecnologías han facilitado mucho esta labor y posibilitan una respuesta más rápida y directa. Esto hace replantearse algunos organigramas, desaparecen determinadas funciones y aparecen funciones nuevas, e incide directamente en cómo concebimos nuestros entornos de trabajo y nuestros despachos, incluso en qué mobiliario, qué distribución de los espacios, para fomentar la creatividad y un ambiente de trabajo más rico y productivo. Nuestros centros trabajan intensamente en esta línea, para sacar lo mejor de cada usuario y que se sienta en un entorno de crecimiento profesional. Nuestro objetivo es atraer a empresas medianas y grandes porque ofrecemos mucha flexibilidad y no establecemos criterios rígidos de permanencia. El cliente ocupa el espacio adecuado a sus necesidades, accede a unos servicios (reprografía, recepción, salas de reuniones, office…) e instalaciones equipadas, y cuando ya no lo van a necesitar más, nos avisan y se van, sin más problemas. Para las empresas, tener flexibilidad, cambiar de ubicación –si es necesario– en una semana, quince días o un mes a lo sumo, es una ventaja estupenda, sobre todo si a ello le añadimos que nuestro modelo les ahorra asumir los gastos de la inversión inicial.

Más económico que un despacho propio

Acceder a un despacho ya montado, con su mobiliario, sus instalaciones de voz y datos, sus zonas comunes, sus áreas de descanso, con recepción, salas para sus reuniones, y en una localización inmejorable… sin la fuerte inversión que eso supone es una razón de peso para contratar nuestros servicios, pero no la única. Detrás de las instalaciones, está el despreocuparse del mantenimiento de las instalaciones, y de contratar suministros, y sobre todo hay el valor añadido que aporta la comunidad y los servicios Wekow de acompañamiento, networking y formación. El uso de las diferentes salas que ofrecemos (de visitas, de reunión, de formación…) se regula por reserva previa con un calendario compartido que gestionamos nosotros, aunque es posible, también, usarlas sin reserva previa, en función de su disponibilidad. Otro atractivo es poder ofrecerles a nuestros clientes la posibilidad de unificar todos los gastos en un solo recibo (alquiler del espacio, suministros, mantenimiento, limpieza, gastos, recepción…) y sin obligación de permanencia. Nuestros espacios están preparados para entrar a trabajar desde el primer momento, con su mobiliario, conexión a Internet, etc. Solo es necesario traer el ordenador y las ganas de trabajar. El resto lo ponemos nosotros. Por otro lado, la realidad nos ha enseñado que no debemos encasillarnos en un cliente tipo. Al principio, teníamos una idea del perfil de profesionales o empresas que podrían recurrir a nuestros servicios, pero ha sido una sorpresa agradable, y también un reto magnífico, ver que podemos atraer a empresas de todo tipo, tamaño y sector.

Gran aprecio por la labor de Barcelona Activa

Wekow se gestó en un programa de emprendimiento ofrecido por el Ayuntamiento de Barcelona a través de Barcelona Activa, en el que participé cuando salí de trabajar en banca. Allí me ofrecieron herramientas y conocimientos para emprender con más seguridad, y me acompañaron en mis primeros pasos. Y a los que estoy especialmente agradecida. Aún hoy mantengo contacto con ellos y recomiendo a mis usuarios que conozcan la amplia oferta que hay en formación para profesionales.

Diversidad en Wekow

En nuestros centros conviven profesionales diversos, desde psicólogos y economistas a traductores y consultores, pasando por diseñadores de moda, desarrolladores tecnológicos… Tenemos a un abogado inglés que busca talento para empresas británicas, otra empresa de reclutamiento de profesionales tecnológicos de ámbito internacional, varias asociaciones profesionales, e incluso un Colegio Oficial, una empresa de servicios turísticos, otra empresa que se encarga de los trámites de legalizaciones y visados, organizadores de eventos, organizadores de bodas, escritores, desarrolladores de contenidos web, empresas de venta on-line, inmobiliarias on-line, venta de paquetes turísticos, desarrolladores de app y otras muchas y diversas empresas. Como puede verse, es imposible más heterogeneidad y riqueza de experiencias y sinergias.

Abordar la exportación es un asunto muy complejo

Actualmente, trabajamos con empresas que quieren abordar la exportación a países de Sudamérica, Asia o dentro de la UE y ello nos ha permitido constatar que internacionalizar servicios y productos son dos mundos aparte. Por suerte, en Barcelona hay organismos e instituciones que fomentan las misiones comerciales y son una gran ayuda para orientar en los primeros pasos, y para ayudar a conocer cuáles son los trámites necesarios previos o qué tipo de normativa y diferencias culturales existen y que pueden ser un serio obstáculo. Estas pautas mínimas, aunque parezcan pocas, ya te hacen sentir más acompañado. Ya no se trata solo de vender tu producto; probablemente, debas venderlo de manera diferente dependiendo de cada país. Exportar a la pujante y tentadora China, por ejemplo, que es uno de los objetivos de las empresas catalanas, es muy difícil sin una consultoría o un acompañamiento adecuado, e intentarlo sin más puede convertirse en un fracaso. La exportación es un factor económico muy importante, y sabido es que, en buena parte ha sido gracias a ella, especialmente a las empresas exportadoras catalanas, que España ha podido salir de la crisis aguda en la que se encontraba. Las empresas que ya tenían un pie fuera han incrementado la exportación durante la crisis y hoy van viento en popa. Con todo, para el que empieza de cero y quiere exportar, ponerse a ello no es un cometido nada fácil. Aunque se vea la necesidad de no estar cautivo en un solo mercado, hay que dar con la manera acertada de llevarlo a cabo.

Empresas que ayudan a empresas

Es esencial que el tejido empresarial se proteja entre sí, como ha sucedido durante la crisis, cuando grandes empresas han concedido créditos a sus clientes y proveedores para que no cerraran. Si se ha tenido relaciones comerciales muchos años con una empresa seria, que responde y que no falla, no tiene sentido dejar que se hunda por cuestiones financieras, sobre todo si los sistemas de financiación tradicionales fallan. Actualmente están apareciendo nuevas fórmulas de financiación muy sanas, como el micromecenazgo o el crowfunding, que ayudan a no depender de una sola fuente.

Nuestro equipo: Contamos con cuatro personas y colaboradores externos

En Wekow Business Community, somos cuatro personas en plantilla, porque desarrollamos nuestra oferta a través de colaboradores externos y grandes profesionales de absoluta confianza que desarrollan cada uno de los servicios que ofrecemos y participan de nuestros proyectos. Entendemos que es la mejor manera de poder garantizar la excelencia en nuestra oferta, ya que nos permite trabajar con los mejores. Nuestros usuarios tienen una persona de Wekow de referencia que siempre está a su disposición para las cuestiones cotidianas que puedan surgir. Y como no hay ningún cliente igual, ofrecemos una respuesta personalizada a cada uno de ellos en función de sus necesidades concretas. La idea es ir creciendo, manteniéndonos siempre en la línea de trabajar por proyectos, que es la mejor manera de controlar nuestro alcance y garantizar nuestra calidad de servicio. A pesar de que estoy encantada con mi edad, a veces no puedo evitar pensar que me faltarán años para hacer todo lo que quiero hacer en el ámbito profesional, como, por ejemplo, todo lo que Wekow puede llegar a ofrecer en campos como la exportación o la formación en habilidades directivas y tecnológicas.

Coworking para pequeños industriales, el próximo proyecto

Tengo pensado, en breve, crear un centro similar en enfoque de comunidad pero desarrollado en polígono industrial y orientado a los pequeños industriales, una iniciativa que hasta ahora no existe, al menos en nuestro país, que yo conozca. De momento, he presentado el proyecto a mi municipio, y a ver qué deciden finalmente, porque, por ahora, no han mostrado demasiado entusiasmo que digamos. Y es que las normativas municipales aplicables en polígonos industriales, en muchas ocasiones son de hace más de treinta años y son inflexibles en temas menores que hacen difícil su adaptación a la realidad que vivimos en la actualidad.

La marca Barcelona es fuerte y frágil a la vez

Estoy orgullosa de ser de Barcelona. Una ciudad moderna, abierta, culta, diversa, respetuosa, tremendamente acogedora y muy bonita. Todo lo que ha conseguido Barcelona desde hace muchos años y especialmente desde los Juegos Olímpicos es un bien frágil, y debe protegerse de manera continuada. Nuestra ciudad ahora está en el escaparate mundial, y este hito se ha conseguido gracias a la suma de muchos esfuerzos y talentos. Creo que ahora no debemos bajar la guardia ni las administraciones públicas, ni las empresas ni sus ciudadanos, ni confiar en que todo lo ganado ya será para siempre, sin necesidad de continuar esforzándonos. Una marca de estas dimensiones es como la confianza: tarda mucho en conseguirse y, sin embargo, puede perderse rápidamente. Por lo tanto, no podemos permitirnos, como ciudad ni como sociedad, dejar de hacer las cosas bien. Cada generación debe ponerse, como mínimo, el listón a la altura de la anterior, y con miras a superarlo.

Devenir empresaria me ha enriquecido a todos los niveles

Me tengo por una persona inquieta que quiere estar al tanto de muchos temas, aunque con las obligaciones del día a día no me sobra tiempo. Intento asistir a actos, ir a exposiciones y leer –actividades que he incrementado desde que soy empresaria–, porque me surgen más inquietudes y tengo más posibilidades de conocer nuevos ámbitos. En este sentido, ser emprendedora me ha enriquecido, ya que como asalariada, a pesar de las responsabilidades, el trabajo es repetitivo y el círculo se reduce. Ser empresaria me obliga constantemente a aprender y a hacer cosas nuevas, a estar conectada con asociaciones, agrupaciones, grupos de interés, instituciones… Estoy encantada de serlo: no sabría decir por qué, pero estoy disfrutándolo desde el minuto uno, quizá porque siento que está todo por hacer. Tengo admiración por los emprendedores y por los autónomos, verdaderos héroes de nuestro tiempo, que tienen que llevar adelante su trabajo, muchas veces con escasos recursos, lidiando con obligaciones fiscales, legales, normativas, que amenazan con explotar en cualquier momento… y siempre con buen ánimo y mucha ilusión. Sin ir más lejos, la reciente adaptación al nuevo Reglamento General de Protección de Datos de 25 de mayo nos llevó a todos a gastos no contemplados para la adaptación de las web, papelería… Por no decir las horas que tuvimos que dedicar para comunicar con clientes y proveedores y recoger sus consentimientos… Y todo bajo la amenaza de gravísimas multas que, de aplicarse, cierran cualquier negocio… Aparte de enriquecerme con mi proyecto, también lo hago con los proyectos de mis clientes, que a menudo comparten sus planes e ilusiones conmigo. En general, me siento afortunada, y cuando miro hacia atrás no puedo pensar en otra cosa que no sea que la vida me ha tratado bien.

Catalunya: La urgencia no es buena compañera

Veo complicada la situación política en Catalunya. Dudo que esté descubriendo nada si afirmo que se encuentra en una encrucijada histórica de difícil resolución. A mi parecer, no se ha llevado bien el asunto ni por parte de unos ni por parte de otros. La urgencia nunca me ha parecido una buena compañera, y esto podría explicar cómo han acabado desencadenándose los acontecimientos. Ha habido demasiadas prisas donde tendría que haber habido más reflexión. Después de tres siglos, querer conseguirlo todo en seis o siete años quizá es disruptivo en exceso. Con todo, la reivindicación catalana es absolutamente legítima, y si quiere continuar siéndolo deberá esforzarse en conseguir el apoyo de una mayoría más clara. Este tema, como cualquier conflicto en una sociedad civilizada, acabará resolviéndose alrededor de una mesa, porque los políticos tienen la obligación de entenderse. Algunos parecen haber olvidado que la política es eso, dialogar entre opuestos, no imponerse uno sobre el otro. No es tan difícil entender que debe llegarse a un win-win, porque para convivir en un escenario de futuro las dos partes deben estar cómodas, y ahora mismo es más que evidente que no es así.