Nuria Díaz Martín
Fotografia cedida
11è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Nuria Díaz Martín

Administradora de Dimasa Grupo

Texto del 11/12/2018

Andaluza de origen y catalana de adopción, esta empresaria administra el grupo fundado por su padre, que presta servicio a varios sectores de la industria. En él se han implicado de forma solidaria los cuatro hermanos, pero es al primogénito, Segismundo, a quien desea rendir homenaje tras haber sido asesinado en México, donde esta firma originariamente dedicada a la fabricación de depósitos había buscado la expansión para sumarse a la construcción, en Atotonilco, de la mayor depuradora del mundo.

 

Hallábamos la felicidad familiar en torno a una mesa jugando al dominó

La historia de nuestra familia viene marcada por la autosuperación, responsable de que cada día estemos avanzando. Mis primeros pasos los di en Sevilla, donde nacimos tanto mi hermano Segismundo como yo. En cambio, mis hermanos pequeños, Faustino y Lorena, nacerían ya en Catalunya, adonde vinimos a vivir con mis padres cuando yo apenas había cumplido año y medio. Tengo un magnífico recuerdo de mi infancia, sobre todo por la armonía que siempre disfrutamos en nuestra familia, con la que no era necesario compartir cosas extraordinarias para encontrar la felicidad. Por eso, si hay unos momentos de aquella época que me vienen especialmente a la memoria son las tardes en las que nos reuníamos en torno a una mesa para jugar al dominó, uno de los juegos preferidos de mi padre, Segismundo. Su felicidad se resumía en comerse un mantecado mientras intentaba combinar esas fichas junto a su familia. Su prematuro traspaso, con solo sesenta y ocho años, fue un duro golpe para nosotros. La pérdida del control de un conductor propició que nuestro padre falleciera en accidente de tráfico ahora hace nueve años. Nos quedamos sin el pilar de la familia; una circunstancia inesperada que nos dejaba, además, sin el fundador de Dimasa.

Los agentes de la Guardia Civil les cortaban el pan para que no pudieran venderlo

Nuestro padre era una persona que demostraba el cariño con hechos y detalles más que con abrazos y besos. Para eso estaba nuestra madre, Carmen, quien se mostraba muy unida a su marido. Ella es quien a lo largo de su vida siempre se ha prestado a brindarnos «un abrazo de energía positiva» que tanto mis hermanos como yo hemos agradecido. No obstante, la figura de nuestro progenitor nos infunde un gran respeto y amor incondicional. Era una persona muy emprendedora y decidida, como el tiempo se encargaría de demostrar, al haber levantado la compañía a la que sus hijos hemos dado continuidad. A él le correspondió vivir una infancia de la posguerra, en la sierra de Huelva, en Aroche, donde mi abuelo paterno era capataz de un cortijo. Eran unos años duros, a pesar de que nuestra familia no llegó a sufrir excesivas penurias ni hambre. Recuerdo que me explicaba cómo él y su hermano, mi tío, con apenas seis años, hacían contrabando de pan blanco. A través del bosque, iban andando hasta Portugal para conseguir algunas hogazas que, posteriormente, venderían a personas que podían pagarlas. En caso de ser interceptados por la Guardia Civil, los agentes de la Benemérita les cortaban el pan para impedirles que pudieran vender las piezas enteras.

Mi abuelo sobrevivió a la batalla de Brunete simulando estar muerto

Si nuestros padres vivieron la posguerra, nuestros abuelos afrontaron directamente la Guerra Civil; un capítulo bélico que en ocasiones afloraba cuando les preguntábamos acerca de sus experiencias de juventud. Así, nuestro abuelo paterno me explicaba que él se libró del servicio militar por su envergadura física, pues medía dos metros. Sin embargo, tras estallar el conflicto, los franquistas lo reclutaron muy a su pesar y lo destinaron a Madrid. Sobrevivió a la contienda y regresó con vida a Huelva, si bien tuvo la muerte muy cerca al combatir en la batalla de Brunete. Tanto él como un compañero simularon estar muertos cuando algunos soldados del bando contrario se les acercaron para rematar a los supervivientes. Mi abuelo atribuía estar vivo a un milagro. Una vez finalizada la guerra, no obstante, la tensión continuaba patente en los pueblos. Me lo contaba mi abuela, cuya familia era afín al bando republicano y tenía un hermano escondido en el monte. El párroco llegó a convencerle para que regresara y se entregara. Tras aquel capítulo, ya no volvieron a verle más…

Mi nombre lo escogió mi padre

Mi padre nunca tuvo miedo a nada. Ni cuando era sorprendido por la Guardia Civil con pan –o con chocolate– que traía de Portugal para el estraperlo. Trabajador incansable, probablemente el mayor legado que nos dejó fue ese espíritu combativo y luchador, pues no había nada que fuera capaz de disuadirle. Tanto a mis hermanos como a mí nos repetía a menudo, cuando íbamos a salir de casa: «Con talento, con talento…», como aconsejándonos que tuviéramos cuidado y precaución. Debo admitir que uno de los aspectos que le definían era su mal genio; un carácter que mi madre afirma que he heredado de él. Sin duda es la persona que mayor influencia ha ejercido en mí, a pesar de que nuestra madre ha sido siempre para todos un puntal muy importante en la familia. Carmen, que ahora cuenta setenta y cuatro años, hubiera querido bautizarme como Penélope, porque siempre se ha profesado una gran seguidora de Joan Manuel Serrat y esa canción le encantaba. Sin embargo, al inscribirme alegaron que ese nombre no era católico. A lo sumo lo hubieran aceptado con otro complementario delante, como Carmen Penélope o María Penélope. Finalmente, mi padre acabó cediendo a la negativa del funcionario del registro. Al llegar a casa le dijo a mi madre: «A la niña le he puesto Nuria».

Alentados por nuestro progenitor a formarnos

Segismundo, como otras muchas personas de su generación y de su entorno, no había tenido acceso a los estudios, pero suplía esa carencia con un gran empeño y con mucha iniciativa. Él temía en ocasiones no estar a la altura, precisamente, por no contar con una base sólida en lo que respecta a conocimientos. Por esa razón, para él era sumamente importante que mis hermanos y yo pudiéramos cursar una buena carrera académica. El primogénito estudió Ciencias Económicas y yo me decanté por Empresariales. Ni a Faustino, director comercial en Dimasa, ni a Lorena, responsable de proveedores y del funcionamiento de la fábrica, les seducía la Universidad, pero se esforzaron en obtener el Bachillerato superior e invirtieron muchas horas de formación.

Etapa de juventud en Sevilla, la más feliz de mi vida

Mi escolaridad se desarrolló en la escuela Nuestra Señora del Carmen de Terrassa, donde cursé hasta segundo de BUP. Acabaría el Bachillerato en Sevilla, después de que, en 1987, nuestra familia se trasladara a vivir de nuevo a Andalucía. Por aquel entonces nuestro padre compartía empresa con un socio en Terrassa. Esa persona, sin embargo, tuvo un comportamiento deshonesto que obligó a nuestro padre a regresar a Sevilla. Con la ayuda de la secretaria y la documentación aportada, pudo demostrar que, si la compañía se encontraba en quiebra, se debía a la irregular actuación del socio, a quien instó a reparar la situación o a abandonar el negocio. A partir de ahí, nuestro padre creó Dimasa, el 4 de julio de 1989. Esa nueva etapa en Andalucía, la correspondiente a mi 3.º de BUP y COU, la recuerdo como la mejor de mi vida, pues disfruté enormemente de la juventud junto a una pandilla de chicos y chicas con quienes entablé una sólida amistad.

Adquiriendo cultura empresarial sin apenas percatarme

Compatibilicé los estudios universitarios con el trabajo junto a mi padre. Al asistir a clase en horario vespertino, por las mañanas podía prestarle apoyo en la oficina, tal y como él quería. Para mí fue una situación un tanto incómoda, pues de repente me vi con la responsabilidad de asumir labores administrativas sin tener conocimiento de facturación, hasta el punto de que ignoraba qué era un albarán y no sabía lo que significaba un NIF. Afortunadamente, conté con la ayuda de Fermín, un amigo de mi padre que trabajaba en el Banco de Granada y quien me explicó cómo tenía que cuadrar las cuentas y cómo realizar previsiones. Aquellas fueron unas lecciones muy útiles, que me permitieron ejercitarme en la práctica, mientras que en la Universidad adquiría conocimientos teóricos. En esos momentos, no obstante, no era consciente de que estaba acumulando esa cultura empresarial que tan clave me resultaría para mi desarrollo profesional. El paso del tiempo se ha encargado de hacerme notar cuán importante fue dicho episodio; y es que si algo me ha enseñado la vida es que, si no consigues una mínima preparación, quedas relegado. Por esa misma razón, durante todos estos años he venido realizando infinidad de cursos, con el objetivo de adaptar mis conocimientos a las exigencias que reclama el entorno cambiante y contribuir así a la competitividad de nuestra entidad.

Mi hermano cantaba los números con la musicalidad de los niños de San Ildefonso

Pese a todo, en mi juventud aborrecía ese trabajo. Llegaba a casa llorando y le decía a mi madre que no quería volver, que aquello resultaba muy duro. En esa época no disponíamos de los recursos informáticos de ahora y nos manejábamos con papel y bolígrafo. La calculadora electrónica era la tecnología más vanguardista con la que contábamos y yo tecleaba los números que mi hermano mayor me iba dictando con la misma musicalidad que emplean los niños de San Ildefonso para cantar la lotería de Navidad. Nos reíamos mucho y mi padre nos regañaba… con una sonrisa disimulada. En ocasiones teníamos que sacrificar sábados en que gustosamente hubiera salido con mis amigas, pero asumíamos aquello como una necesaria contribución al negocio familiar y a la economía doméstica pese a ser unos niños.

Bastó año y medio en Basf para darme cuenta de que mi futuro estaba en Dimasa

De los cuatro hermanos, soy la que siempre ha exhibido un carácter más independiente. Eso comportó que, en su día, decidiera abandonar el hogar familiar para vivir por mi cuenta. Resultó duro para mis padres asumir ese planteamiento, pero acabaron comprendiendo que necesitaba mi espacio  y que esa experiencia en solitario que buscaba no estaba reñida con el amor que siempre les había profesado. Mi padre también llegó a aceptar que no me resultara gratificante trabajar en Dimasa. Gracias a él, que tenía un contacto en la compañía Basf, conseguí un puesto de secretaria en esa firma. Ahí permanecí año y medio, un periodo que coincidió con el regreso de mi familia a Catalunya tras haber constatado que en Andalucía no había futuro. Nos habíamos acostumbrado al ritmo de trabajo de las empresas catalanas y, comparativamente, no había color. La falta de seriedad era patente, razón por la cual, cuando un cliente muy importante de mi padre, y que le merecía mucha confianza, le animó a regresar a Catalunya, no esperó a que se lo repitiera. Aun así, permanecí aún un tiempo en Sevilla, hasta que reflexioné y me di cuenta de que resultaba absurdo estar dedicando esfuerzos a esa empresa cuando podía trabajar junto a mi padre y mis hermanos y contribuir a la promoción del negocio familiar. Fue así que, poco después, yo también volvía a Catalunya para reunirme con los míos.

Los cambios de residencia, lejos de resultar traumáticos, son enriquecedores

Esos continuos cambios de residencia en mi vida no han significado problema alguno para mí. Tengo la sensación de que ese tipo de experiencias enriquecen, como también pienso que resultó importante para mi crecimiento apartarme, ni que fuera por año y medio, de mi familia. Son vivencias que te marcan y de las que aprendes mucho; que te permiten oxigenarte y te obligan a espabilarte para salir adelante en la vida. Esa etapa, además, me permitió hacer lo que quería, sin tener que rendir cuentas a nadie, gozando de la máxima libertad. Fue la manera de encontrar una forma alternativa de vivir, algo que considero necesario en todos los ámbitos. Mis hijos, por ejemplo, pese a que aprenden inglés en la escuela, perfeccionan ese idioma en una academia; o acuden a clubes de fútbol y natación pese a practicar disciplinas deportivas en el colegio. Así amplían su círculo de relaciones al tiempo que extienden su actividad a otros ámbitos, lo que desde mi punto de vista resulta muy importante para que adquieran madurez y sepan desenvolverse en el mundo sin que resulte traumático para ellos. Insisto que, para mí, esas idas y venidas de Andalucía a Catalunya y viceversa nunca fueron dramáticas. Aunque ahora me siento más arraigada aquí, me gusta regresar a la tierra que me vio nacer, donde sigo conservando grandes amistades.

Parece que tenga un hijo catalán y una hija andaluza

Fue aquí también donde conocí a mi marido, Joan, con quien además de contraer matrimonio compartimos dos hijos: Jordi, de doce años, y Anna, que ahora tiene nueve. Funcionario en el Ayuntamiento de Terrassa, atesora una paciencia infinita, no solo conmigo sino con cualquier persona; de ahí que haya sido destinado a un puesto de atención al público. En él encuentro el apoyo necesario para mi labor profesional, especialmente a la hora de afrontar mi maternidad, pues gracias a que su horario era vespertino, durante las mañanas me sentía más liberada. El acceso a la maternidad es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. Jordi y Anna se han convertido en mis principales motivaciones vitales y, a pesar de que ser madre conlleva sacrificios y grandes esfuerzos, no renunciaría por nada del mundo a esta faceta. Me siento muy orgullosa de nuestros hijos, que son muy distintos entre sí: mientras que Jordi se parece mucho a su padre, haciendo gala de una gran educación, mostrándose muy serio y estricto y exhibiendo una memoria prodigiosa, Anna es todo risa y alegría, y adora los abrazos que rechaza su hermano. Parece como si tuviera un hijo catalán y una hija andaluza…

Con la crisis inmobiliaria pasamos de fabricar diez depósitos de poliéster para la industria a la semana a diez al mes

La empresa que fundó nuestro padre, y que este próximo mes de julio cumplirá treinta años, se dedicó inicialmente a la fabricación de depósitos de poliéster para distintos sectores industriales. De todos modos, nuestro grupo ha evolucionado y ha expandido su actividad, de forma que hoy prestamos servicios diversos, como por ejemplo desodorizaciones, producción de filtros para depuradoras o cubiertas. Originariamente, Dimasa se orientaba a la construcción, brindando depósitos para aditivos. Con nuestra propia flota de vehículos, trasladábamos esos depósitos a las obras del cliente, quien los utilizaba durante todo el proceso constructivo y, una vez finalizado, los recogíamos a fin de proceder a su limpieza y acondicionamiento para un futuro uso. Llegamos a reunir miles de depósitos, que ocupaban tres campos de fútbol. Si bien eran propiedad de nuestros clientes, nosotros nos encargábamos de su mantenimiento. Es decir: Dimasa fabricaba, comercializaba y mantenía esos equipos. Durante el boom inmobiliario registramos una extraordinaria actividad, que nos llevaba a producir diez depósitos a la semana. Al estallar la burbuja, acusamos una seria caída, en paralelo a la construcción. Las ventas descendieron de manera vertiginosa y pasamos a fabricar diez depósitos al mes, lo cual no resultaba viable.

No disponemos de stock y trabajamos sobre pedido

Los depósitos de poliéster, que siguen formando parte de nuestra actividad, suelen ser superiores a los tres mil litros, si bien hemos llegado a hacer algunos de doscientos cinco mil. Incluso podríamos hacer unidades más grandes si el cliente lo demandara. Bastaría con fabricarlos por segmentos y montarlos in situ. Hemos producido algunos silos para almacenamiento de pienso, como también depósitos que acumulan sal para distribuir en las carreteras cuando la nieve hace acto de presencia. Son estructuras muy altas, porque tienen que permitir que el camión se sitúe debajo para proceder a la descarga sobre la caja del vehículo. No disponemos de stock, pues siempre trabajamos sobre pedido. El cliente nos plantea sus necesidades, le trasladamos un presupuesto y un plazo de entrega y, si está conforme, nos ponemos en marcha para dar respuesta a esa solicitud. Ahora mismo, sin embargo, es tan alta la demanda que no podemos atender nuevas peticiones hasta el mes de marzo.

Reutilizar el agua y recuperarla para el ciclo productivo

Una de las actividades en la que nos hemos especializado reside en el tratamiento de los residuos y de las aguas complejas, a través de la empresa Dimwater Engineering. No realizamos depuración de agua en el ámbito doméstico, sino que nos centramos en entornos industriales, como pueden ser empresas químicas, papeleras, mataderos, urbes… A través de un proceso de depuración, en el que se intervienen membranas que consiguen filtrar el agua y retener los residuos, o bien tratamiento físico-químico, conseguimos que ese líquido pueda reutilizarse y retornarlo al sistema productivo, lo que supone un ahorro de costes considerable para la industria. En ocasiones logramos recuperar hasta el 80 % del agua, al margen de minimizar notablemente el volumen de residuos. En el sector de la aceituna, por ejemplo, hemos conseguido que un altísimo porcentaje de la sosa sea reutilizable a través de un sistema más eficiente que el tradicional, basado en la evaporación de las balsas que contienen el agua. Otro de los ámbitos en los que trabajamos es el vitivinícola, donde asumimos el tratamiento de residuos de bodegas, entre ellas las de González Byass. Se trata de actuar en el poso que deja el vino, reutilizando las aguas del proceso productivo y reduciendo el residuo al mínimo; cuando ya no resulta rentable tratarlo, se remite a la planta específica para este tipo de residuos. También en plantas potabilizadoras de aguas compactas, generando agua potable en cualquier lugar a bajo coste. O realizamos tratamiento de aguas complejas, cuyo resultado no puede considerarse en todos los casos agua de boca pero sí apta para duchas, sanitarios, riego de jardines o reutilización en la industria de origen. En zonas que sufren déficit de agua dulce (Baleares, Canarias, países de Oriente Medio y Sudamérica), a nivel más modesto, hay hoteles que implantan este tipo de filtros en sus establecimientos, con los que les es posible eliminar impurezas.

Filtros de hasta quince metros

Los sistemas de prefiltrado para tratamientos de desalación forman parte asimismo de la actividad de Dimasa, pues fabricamos enormes filtros de arena en poliéster para plantas desalinizadoras, que pueden alcanzar quince metros y operar a presiones de hasta 10 bares (a demanda de las necesidades del cliente). A gran escala, se asemejan a los que recurren determinadas piscinas para utilizar el agua del mar. Hemos incluido en nuestros fabricados carcasas para filtros de cartucho, que depuran aguas con diferentes grados de salinidad. También fabricamos depósitos de doble pared con doble cámara para evitar fugas, separadores de hidrocarburos que eliminan los restos de aceites de origen mineral de todo tipo de aguas, cubiertas para depuradoras, sistemas de desodorización por carbón activo para el tratamiento de gases… Y, por supuesto, depósitos para almacenar todo tipo de líquidos.

Hemos creado un sistema para tratar el biogás de manera altamente eficiente

Otra actividad en la que constituimos una referencia es en el tratamiento y la limpieza del biogás, con un sistema que reduce los costes de explotación y permite generar energía para las plantas industriales. Una de las aplicaciones reside en utilizar el biogás generado por los residuos a partir del almacenaje en los camiones que los transportan, a fin de que los propios vehículos funcionen a partir de la energía obtenida de su tratamiento. Hemos creado un sistema específico que capta y analiza el biogás acumulado en los vertederos para garantizar la correcta transformación reduciendo sus componentes nocivos. Esa tecnología cumple con los protocolos de Kioto, con lo que las empresas que lo utilizan pueden beneficiarse de la venta de bonos de carbono obtenidos en nuestras plantas de bombeo y quema de gas. El sistema, además, reduce el vapor de agua liberado a la atmósfera, así como el ácido sulfhídrico, los siloxanos, los compuestos orgánicos volátiles y otras partículas. Hemos recibido, asimismo, alguna propuesta para realizar tratamiento de purines de vacuno en Sudamérica. Aunque la oferta trasladada les resultó interesante, la inestabilidad política en esos países impidió que prosperara. En cualquier caso, siempre estamos investigando, tanto para optimizar nuestras actuales soluciones como para poder dar respuesta a otras necesidades. Solemos invertir importantes recursos en I+D+i, y ahora estamos trabajando en una membrana para depuración de aguas insalubres junto con una empresa fabricante, que nos la servirá en exclusiva. Se trata de una membrana con mayor capacidad de depuración de agua y que consume menos energía.

A las empresas hay que darles facilidades para convertirse en ecofriendlies

Si de algo nos sentimos satisfechos, al margen de poder ayudar a la industria y satisfacer sus necesidades con óptimas soluciones, es de contribuir a preservar el medio ambiente. Es un aspecto al que somos muy sensibles; la sociedad también se muestra cada vez más concienciada sobre la importancia de velar por el futuro del planeta. Y en nuestro país, donde podemos sentirnos unos afortunados por gozar de playas, ríos, bosques y una riqueza natural extraordinaria, tenemos que esforzarnos por cuidar y respetar este envidiable patrimonio. Personalmente, soy partidaria de endurecer la legislación con el propósito de lograr que las compañías ajusten sus procesos para minimizar la generación de residuos y contaminación. No obstante, también creo que, en la medida de lo posible, hay que dar oportunidad a las empresas para ir adaptándose a ello, brindándoles unos plazos razonables; porque no todas pueden realizar las inversiones necesarias de inmediato. En el ámbito doméstico, creo que las personas ya estamos bastante concienciadas sobre la importancia de la separación de los residuos, a pesar de que una de las dificultades para cumplir con esa premisa reside en la falta de espacio en las viviendas.

En la última década hemos incorporado las certificaciones ISO 9001 e ISO 14001

Nuestros clientes suelen ser grandes empresas. No nos presentamos a concursos de manera directa, sino que participamos en macroobras de firmas que sí concurren a determinadas licitaciones. En esos casos, intentamos por todos los medios que en el concurso, cuando citen los depósitos de poliéster, hagan constar nuestra marca: Dimasa. La calidad es un aspecto al que le hemos venido prestando mucha atención en esta última década, porque si bien hasta llegar a la crisis inmobiliaria era algo irrelevante, en la actualidad constituye un factor diferencial que los clientes tienen muy en cuenta. De este modo, en 2010 nos propusimos obtener la certificación ISO 9001 de calidad y la 14001 de medio ambiente; sellos que las empresas con las que trabajamos nos exigen. De este modo resulta mucho más fácil ganarnos la confianza de nuevas firmas y ampliar nuestra clientela. Cabe señalar que esas certificaciones no se reducen a una mera documentación burocrática, sino que en verdad son una buena base para buscar la excelencia de la empresa; porque esos sellos te exigen mejorar la calidad, el proceso, la trazabilidad de la materia prima al producto acabado… Fue un acierto obtener esas acreditaciones.

Exigentes auditorías por parte de grandes empresas clientes

El cliente cada vez valora más la calidad porque sabe que equivale a evitar que surjan problemas. Busca que todo funcione a la perfección; y ahí entran en juego incluso factores estéticos, porque, si los depósitos presentan un aspecto atractivo, generan mayor confianza. Si, como consumidora, adquiero una aspiradora, deseo que sea efectiva. Pero si se desprende un tornillo, aunque el aparato siga funcionando, tendré la sensación de que es defectuoso y me generará dudas. No basta, pues, con exhibir esas acreditaciones de calidad, sino que hay que corresponder con un producto y un servicio que se ajusten a lo prometido. Cuando un cliente acude a nosotros solicitando una determinada solución, le entregamos planos 3D, le preparamos un proyecto de ingeniería, le redactamos una memoria constructiva con sistemas de calidad, pruebas hidráulicas, de dureza… Por defecto, siempre cubrimos unos mínimos de calidad, aunque tenemos capacidad para adaptarnos a las más altas exigencias de cualquier cliente. Al mismo tiempo, nos sometemos a auditorías por parte de algunas de las principales empresas a las que prestamos servicio y que buscan contrastar nuestra calidad, nuestra relación con el medio ambiente, nuestra implicación en el entorno en el que trabajamos, etc. Los auditores quieren asegurarse de que el producto que se les entrega se ajusta a lo solicitado por el cliente; no solo visualmente, sino también en cuanto a dimensiones, a calidad de la tornillería o a dureza del depósito. Cobra, Dragados, FCC Aqualia, Acciona, por ejemplo, son firmas que se muestran muy exigentes en este tipo de análisis, de forma que se convierte en un grato reconocimiento superarlos.

Exportadores indirectos al colaborar en muchos proyectos en el exterior

Contamos con unos trescientos clientes, una decena de los cuales corresponden a grandes empresas como Acciona, Tedagua, TSK, FCC… Somos exportadores indirectos, ya que muchos de los proyectos en los que colaboramos para estas firmas se llevan a cabo en el exterior. De este modo, la mayoría de nuestra producción en poliéster o en filtros de depuración se dirige al mercado internacional, principalmente a Sudamérica. Pero también trabajamos en proyectos en Portugal, en Kuwait o Sudáfrica. El responsable comercial es mi hermano Faustino, una persona muy persistente, que logra cuanto se propone. Gracias a su empatía y a su capacidad para entenderse bien con cualquiera, es capaz de mantener excelentes relaciones incluso con quienes ha llegado a discutir. Contamos con un comercial en Madrid y otro en Galicia. Asimismo, hemos incorporado a tres ingenieros. En total, el equipo de nuestra compañía lo formamos treinta y cinco profesionales, a los cuales hay que añadir una docena más de personas en nuestra filial en México; un capítulo empresarial que iniciamos hace nueve años a raíz de la crisis de la construcción y que ahora nos planteamos desmantelar por razones más que justificadas.

Trágica muerte de mi hermano Segismundo, asesinado a tiros en México

Fundamos la filial mexicana, Dimamex, en 2011. Atravesábamos un momento difícil, tanto por el reciente fallecimiento de nuestro padre como porque el sector de la construcción había interrumpido su actividad. Al surgir un proyecto de envergadura en ese país centroamericano, decidimos que podría resultar interesante abrirnos a dicho mercado. El proyecto en cuestión consistía en la depuradora más grande del mundo, que tenía que construirse en Atotonilco. Eso reclamaba que hubiera una persona desplazada de manera permanente en México. Dado que mi hermano Segismundo acababa de divorciarse y necesitaba un cambio de aires para rehacer su vida, decidió trasladarse ahí. El pasado 12 de enero de 2018, Segismundo fue atracado y asesinado tras recibir un disparo de un desconocido cuando regresaba a su casa en Tlaxcala, en el Estado de Puebla, en el centro del país. Si la muerte en accidente de nuestro padre fue un duro golpe, más aún lo fue la de nuestro hermano, quien llevaba ocho años en México, donde se había casado pocos meses antes.

Una situación de violencia que debe ser denunciada

El mismo día en que mi hermano fue asesinado, otras veinticinco personas fallecieron víctimas de la violencia en ese Estado, donde el año anterior se registraron cerca de novecientos homicidios y más de treinta secuestros. En ese momento, Segismundo, que compartía hijos con su primera pareja, estaba sopesando regresar a nuestro país ante el clima de inseguridad que percibía en México. Ahí la vida apenas tiene valor, la corrupción está presente en cualquier rincón y eres susceptible de ser víctima de estafa en todo momento. Es una práctica arraigada en la cultura de los mexicanos, como si el instinto de supervivencia les llevara a asumirla como necesaria. Veo difícil que el nuevo presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, sea capaz de enderezar la situación. Recuerdo que nuestro hermano nos explicaba que, cuando semanalmente acudía al banco con el dinero de las nóminas, aparcaba a varias calles de distancia y estudiaba la estrategia a seguir para llegar a la agencia sano y salvo ante la angustia que le provocaba la situación. Es una lástima que gente emprendedora que desea abrir mercado en México tenga que desistir de impulsar negocios que supondrían creación de riqueza para el país, además de permitir crear puestos de trabajo cualificados, lo que contribuiría a la estabilidad nacional. Sé de muchos empresarios que han decidido poner fin a sus proyectos en ese país ante la inseguridad imperante. Deseo aprovechar esta oportunidad para denunciar esa realidad ante las autoridades mexicanas y rendir homenaje a nuestro malogrado hermano, con quien siempre adoptamos solidariamente las decisiones, tal y como seguimos haciendo con Faustino y con Lorena, dos pilares fundamentales de Dimasa, donde nos sentimos muy unidos.

La inmigración, un problema humanitario que deberíamos resolver entre todos

Tal vez por la condición de emigrante de mi hermano, como por mi propia trayectoria vital nómada, soy muy sensible al drama migratorio al que estamos asistiendo. Desde mi punto de vista, los políticos deberían abordar este tema buscando acuerdos útiles y rehuyendo esas reuniones que vienen manteniendo y con las que solo parecen buscar maquillar su imagen. Determinadas políticas exteriores, como la que preconiza Donald Trump, se revelan muy agresivas y no contribuyen en absoluto a dar con una solución efectiva. Podemos imaginar cuál es la situación de esas personas en sus lugares de origen cuando osan cruzar el Estrecho, poniendo en riesgo su vida, para aceptar vivir en condiciones deplorables en nuestro país. Todos compartimos la humanidad en el plano personal, pues nadie puede soportar ver a una persona morir sin reaccionar. Pero sería necesario concienciarnos de que todos debemos asumir de un modo solidario nuestra cuota en este problema. Y eso significa, para Europa, que no solo a los países que son frontera natural con los flujos migratorios, como Grecia, Italia o España, les corresponde abordar ese reto. Al mismo tiempo, la actuación en origen se revela como la mejor receta, en vez de destinar grandes partidas de ayudas económicas que raramente llegan a los destinatarios deseados.