Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sr. Alfredo Amancio Rodríguez Castilla – Estructuras Condal

Barcelona

1973

Consejero Delegado de Estructuras Condal, S.A.

 

3-2-2023

 

Los sólidos cimientos de la gestión de su padre lograron edificar una empresa que ha sabido recuperar y seguir levantando. La experiencia obtenida desde muy joven a pie de obra resultó fundamental para acometer una carrera profesional que le ha permitido conocer las diversas facetas que reúne el mundo de la construcción. La inquietud inicial por los puentes ha derivado con el paso del tiempo hacia la obra marítima, donde vislumbra múltiples oportunidades para hacer frente a los retos del cambio climático desde el respeto medioambiental.

 

 

 

Nací el mismo día que murió Pablo Picasso y en el mismo año que mi padre fundó nuestra empresa

Mi primer recuerdo consciente me sitúa junto al vientre de mi madre, Mari Carmen, escuchando los latidos de mi hermano menor, Miguel Ángel, quien asomaría en casa cuatro años después de mí, que nací el día en que murió Pablo Picasso. Junto con mi hermana, Cristina, la mediana, y mis padres, Mari Carmen y Alfredo, formábamos un hogar muy unido; una característica que hallaba continuidad en el resto de la familia, pues teníamos una estrecha relación con mis abuelos paternos y éramos vecinos de mis tíos y primos, con quienes compartíamos también viajes y vacaciones. Buena parte de esa excelente convivencia la había forjado mi progenitor, quien desde muy joven exhibió madera de líder. Nacido en Huelva, era un hombre con un gran dominio de las matemáticas. Siendo todavía niño, empezó a ayudar a un constructor en la confección de las nóminas. Solía relacionarse con personas mayores que él, lo cual le proporcionó un gran aprendizaje y favoreció su crecimiento. Gran amante de la música (tocaba la bandurria), decidió trasladarse a Catalunya para cursar los estudios de aparejador. La presencia de su tío Alfonso en l’Hospitalet de Llobregat favoreció que viniera a Barcelona, donde una vez terminada la carrera empezó a trabajar como calculista de estructuras, en lo que constituyó su paso previo para fundar, junto con, Miguel Chércoles, Estructuras Condal. Fue justo en el año en que yo nací (1973), hace ya bastante tiempo: un concepto al que mi padre parecía no prestar atención, pues nunca miraba el reloj. Entregado al trabajo, ningún reproche podemos hacerle, ya que gracias a su esfuerzo podemos decir que no nos faltó nada. Y tampoco a nadie de su alrededor, porque ayudaba a todos quienes podía. Él mismo repetía a menudo que, si el dinero sirve para algo, es para ayudar a quien lo necesita.

 

La influencia de mi padre en mi trayectoria vital es incuestionable, tanto en el ámbito profesional como por los valores y aficiones transmitidas

Nuestra madre nos brindó y nos sigue brindando dedicación absoluta y amor incondicional, al tiempo que prestaba firme apoyo a la labor de mi padre, cuya influencia en mi trayectoria vital es incuestionable; no solo desde el punto de vista profesional, sino por los valores personales que nos inculcó y por las aficiones que consiguió transmitirnos. Porque el poco tiempo que podía invertir en nosotros nos lo dedicaba al 100%, y fue así que me enseñó a ir en bicicleta, que me contagió de su entusiasmo por las motos y que me transmitió su pasión por la vela. El mar le cautivaba y pudo ver realizado su sueño el día en que compró un barco de vela y nosotros fuimos su tripulación. Poco a poco consiguió subir de categoría y hacerse con alguno de mayor eslora. Acompañándose de nuestros amigos y familiares, disfrutaba de la navegación tanto como con las motos, vehículos que habrían sido vetados si por mi madre fuera. Mi padre, no obstante, observaba una gran prudencia y, pese a haber puesto los medios, estableció ciertas normas. Tanto si era de noche como si llovía, teníamos que renunciar a la moto. Era consciente de que algún susto inicial íbamos a sufrir, de ahí que me hubiera advertido que «cuanto más tarde te des el porrazo, peor, porque vas más rápido». En mi caso, funcionó, pues acusé alguna caída temprana de la que supe aprender. Como también hice bien en seguir otro de sus consejos, cuando me subrayó que siempre me enfundara el casco, porque, si me sorprendía sin él, las consecuencias serían peores que si me pillaba la policía…

 

Desde niño aprendí a manejar la grúa, clavar puntas o identificar materiales en el tiempo de juego en «el almacén» de la empresa familiar, acompañado de mi abuelo

Inicié mi trayectoria académica en el colegio La Miranda, en Esplugues de Llobregat, donde residíamos. En quinto curso me trasladé a la escuela Canigó de Sant Just Desvern, para proseguir después el Bachillerato en el Instituto de Bachillerato de Sant Just Desvern. Cursé Ingeniería de Caminos en la UPC y, posteriormente, un programa de Desarrollo Directivo en la escuela de negocios IESE. Desde muy pequeño, por mi ambiente familiar, me sentí vinculado a dicha carrera. Ya de niño solía acompañar a mi padre a las obras, desplazándonos incluso a Huesca para observar el desarrollo de las mismas. Me familiaricé muy pronto con todo ese «mundillo» y con el léxico de la construcción; seguramente, porque mi tío Juan, que se encargaba del reparto de los materiales con el camión, acudía cada noche a casa para organizar junto a mi padre la logística del día siguiente y yo permanecía atento a todos sus comentarios. Fue una impagable experiencia ser testigo de las labores que hacía mi progenitor, llegando a comprobar, incluso, cómo perdía un zapato tras haber pisado por error una zona de hormigón que todavía no había fraguado. Recuerdo la emoción que significaba adentrarnos en el almacén, donde acumulábamos todos los materiales, que podía identificar perfectamente. Ahí aprendí a llevar la grúa o jugué a clavar puntas bajo la supervisión de mi abuelo Alfredo, que controlaba el almacén después de que mi padre le obligase a abandonar el bar que regentaba tras un atraco en el que, además, sufrió un navajazo. El abuelo había llegado a Barcelona después que mi padre, junto a mi abuela María Antonia, mi tío Manolo y mi tía Cristina, precisamente motivado por reencontrarse con su hijo.

 

Al terminar Ingeniería de Caminos, me atraían enormemente los puentes

Mi carrera laboral empezó también muy pronto, a los dieciséis años. Aún estudiaba Bachillerato y al llegar las vacaciones acudía a la oficina para delinear, confeccionar planos o repasar el hierro acercándome a las obras. Mi padre efectuaba los cálculos y nosotros delineábamos en los planos las armaduras y dónde había que macizar con hormigón. Allá por el año 1989, durante las vacaciones en El Rompido (Huelva), para evitar que saliera por la noche, me puso a trabajar encofrando en una obra. Él era consciente de que, pese a no tener oficio, la presencia en ese escenario constituía una apuesta de futuro, al conseguir un aprendizaje tanto o más valioso que el que podía adquirir en la facultad. No tuve que plantearme qué carrera elegir, porque él me fue encaminando hacia ella sutilmente, dado que la Ingeniería de Caminos es necesaria para conseguir trabajar en obra pública y él deseaba expandir la actividad, adscrita por aquel entonces a las estructuras de hormigón en el ámbito privado. Sin embargo, al finalizar la carrera yo tenía otras expectativas, pues si algo me atraía enormemente eran las grandes obras civiles y, especialmente, los puentes. Esa inquietud me llevó a acudir a varios congresos sobre puentes, y en uno de ellos pude visitar el viaducto de Millau, situado en Francia, con unos pilares que superan la altura de la Torre Eiffel. Proyectado por Norman Foster y finalizado en 2004, recuerdo que uno de los conferenciantes subrayó que, a lo largo de su ejecución, se sucedieron dos presidentes de la República, tres primeros ministros… pero un solo director de obra. Me llamó la atención, también, que se invirtieran más de una decena de años en su proyecto; todo ello con el firme propósito de asegurarse de no tener que efectuar modificaciones, en lo que se revela como una obra ejecutada con total conciencia y planificada debidamente.

 

Atraer a los jóvenes para convertirles en especialistas dentro del sector y demostrarles que pueden hallar ahí una profesión de futuro

Compaginé la carrera universitaria con mi primer contrato profesional en Estructuras Condal. Si no tienes experiencia laboral previa o simultánea, considero al menos fundamental realizar prácticas durante los estudios universitarios. Ello te permite contrastar si el camino que has elegido es el correcto o no según tus preferencias y pasiones, porque puede resultar muy duro si, al final de los estudios, constatas que aquello no se corresponde con lo esperado. En el caso de mi ingeniería, el espectro que se abre es muy amplio, siendo posible derivar hacia la dirección de obras, la ejecución de obras, la investigación en materiales, etc. El trabajo en la obra resulta muy duro, pues más allá de las ocho horas que puedan estipular los convenios, existe mucha presión en el cumplimiento de los plazos, aparecen continuos contratiempos e imprevistos y la falta de experiencia acaba supliéndose con tiempo invertido. En mi caso, tuve la suerte de haber acumulado un importante bagaje y de haber crecido en un entorno absolutamente afín a la ejecución de estructuras de hormigón armado. Además, la primera obra a la que acudí era de estructuras, con lo que hubiera podido presumir de saber más que el propio jefe de obra en encofrados, armaduras… Me presentaba con la ventaja de aportar valor desde el primer día, cuando a menudo quienes se incorporan al mercado laboral necesitan algún tiempo para aprender y aportar el valor esperado en el puesto de trabajo. En todo caso, resulta vital que cualquier empleado muestre ganas de aprender: una actitud curiosa y activa que para mí siempre será el factor determinante a la hora de contratar. En el futuro, me gustaría poner en marcha un proyecto para formar operarios que cubran las necesidades en nuestro sector, pues ya ahora se detectan carencias de mano de obra y creo que, en el futuro, este fenómeno se agravará. Me gustaría atraer a jóvenes para convertirles en especialistas en el manejo de maquinaria sofisticada y demostrarles que pueden hallar ahí una profesión de futuro.

 

Un magnífico líder es quien, ante un error, lejos de depurar responsabilidades, exhibe comprensión y defiende al equipo

En el año 2000 entré a trabajar en una obra de edificación, en Barcelona. Aunque esa etapa resultó interesante, a los tres meses decidí aceptar una oferta para trabajar en las obras del AVE en calidad de jefe de producción. Me resultaba mucho más atractivo participar en ese proyecto de obra civil, construyendo estructuras y viaductos en la zona de Lleida. Asimismo, esa oportunidad me permitiría promocionar, posteriormente, a jefe de obra y, más tarde, a jefe de grupo. Sin embargo, cuando detecté que me estancaba a nivel de aprendizaje, aproveché una propuesta para integrarme en Scrinser, la filial catalana de Sacyr, donde puede disfrutar de una completa transferencia de conocimiento. Recuerdo a nuestro jefe de obra de entonces, un hombre con un carácter adusto, pero un excelente profesional y, sobre todo, un magnífico líder, dado que, cuando se cometía algún error importante, lejos de depurar responsabilidades, exhibía su mejor comprensión y defendía al equipo. Antes de su fallecimiento prematuro en un accidente, me demostró haber detectado mi capacidad para asumir proyectos de envergadura. Fue tras saber que había solicitado el traslado a un proyecto que incluía un pequeño puente que me espetó en tono sarcástico, pero invitándome a la reflexión: «Le dices al delegado que busque otra obra para ti, que eso es poca cosa».

 

Tras detectar mi capacidad resolutiva, me encomendaban los desafíos más complejos

En esa etapa, ejerciendo yo ya como jefe de obra, ejecutamos la construcción de la estación Maresme/Fòrum de la línea IV del metro de Barcelona. Era ésta una estación singular, pues nunca antes se había habilitado una nueva estación entre dos ya existentes. Posteriormente, me asignarían a la ejecución del túnel de Portbou: una experiencia junto a la frontera que parecía presagiar mi futuro salto al extranjero. Y es que años después, y ya como jefe de grupo de obras, la siguiente misión que me encomendó Sacyr fue acudir al exterior a gestionar proyectos de respetable presupuesto, incluso vinculadas a actividades desconocidas por mí, como fueron las concesiones de agua. Visto en perspectiva, valoro que la empresa y su cúpula directiva depositaran su confianza en mí, pues si me reservaron esos destinos fue porque consideraron que tenía capacidad gestora para afrontar tales desafíos. De hecho, todo lo que aprendí de obra civil fue en Sacyr, donde también asistí de primera mano a la venta de la empresa gestora de aguas AGS en Portugal y Brasil a un grupo japonés; una experiencia que reclamó la inversión de muchas horas pero que me aportó asimismo conocimientos y aptitudes para resolver problemas. Eran años de retos constantes, en los que había que lidiar en múltiples frentes, superando diferencias idiomáticas, malentendidos, desconfianza de algunos implicados… Como cuando, a continuación, tuve que acudir a Canarias para gestionar la intervención de una concesión de agua con un ayuntamiento que había decidido intervenir la empresa, en un asunto en el que se mezclaban también componendas políticas y que me hizo aprender también a tratar con los medios de comunicación. Atendí a disgusto ese encargo, en especial porque en Barcelona existían otras interesantes opciones que tuve que descartar, algunas de ellas en las que el propio Ministerio de Fomento reclamaba mi presencia en un importante proyecto. Llegado a ese punto, decidí abandonar Sacyr y acudir a coger las riendas de la empresa fundada por mi padre, Estructuras Condal.

 

Estructuras Condal tenía un patrimonio que no podía echarse a perder

Mi padre me había cedido acciones de la empresa, consciente de mi capacidad para hacerme cargo de ella y el poco interés de mis hermanos por la actividad de la empresa. Mi hermano ya contaba con dos negocios propios, mientras que mi hermana, pese a haber estudiado Arquitectura, optó por otro camino ajeno a la actividad de la empresa familiar. En 2008, la entidad acusó una notable reducción del volumen de trabajo y sufrió un par de impagos importantes, a consecuencia de la crisis inmobiliaria. Desde mi posición en Sacyr, contraté a algunos de los encofradores de Estructuras Condal que veían amenazado su trabajo a fin de aprovechar su experiencia. Ahí ganábamos todos, empezando por mí, que me garantizaba disponer de los mejores encofradores y encargados para las obras que hicimos, como el Túnel de La Codina en la Vall d’en Bas y la ampliación del puerto de Blanes. La actividad de Estructuras Condal se mantuvo hasta 2010, tras lo cual se inició una etapa en la que la empresa paró su actividad hasta 2016, momento en que me dispuse a ponerla de nuevo en marcha, a pesar de que la crisis todavía no se había superado. Ahí había un patrimonio que no podía echarse a perder. Intenté recuperar a los antiguos profesionales de confianza con que contaba la firma en su día. Alguno había fallecido, algún otro se había jubilado, otro había obtenido la licencia como taxista y los demás habían cambiado de profesión… Aun así, logré levantar la empresa volviendo a la actividad original, las estructuras de hormigón armado, aprovechando que se detectaba cierta reactivación en el mercado de la promoción. No resultó fácil, pues sufrimos varios impagos que se sumaron a las tensiones financieras ya existentes debidas a la inactividad. Fue en ese momento cuando la proverbial generosidad que mi padre había sembrado a su alrededor emergió en forma de bumerán, porque los bancos no nos ayudaron en ese momento. Y fueron mis tíos, pese a no ser accionistas, y mi hermano quienes actuaron generosamente para poder dar continuidad a la empresa, prestándonos sus ahorros. Por ello y por muchos otros motivos, les estaré eternamente agradecido.

 

Oportunidades en el sector de las obras marítimas ante las necesidades derivadas del cambio climático

En el momento de hacerme cargo de Estructuras Condal creé una empresa vinculada, Poiser Management, orientada a las obras marítimas. Junto a Bonanova Constructora Promotora, creada por mi padre en 1989 y enfocada sobre todo a la inversión en solares, puede decirse que las tres compañías forman un grupo, que denominamos GRUPOECSA, en el sector de la construcción. Había decidido introducirme en las obras marítimas a raíz de mi experiencia en Sacyr, pues comprobé que era un área en la que existía menos competencia y en la que se vislumbraban oportunidades crecientes derivadas del cambio climático. Hasta que no hubo oportunidad de optar a las licitaciones en dicha materia, continuamos centrándonos en exclusiva en la creación de estructuras para promociones en Barcelona. Las estructuras constituyen el esqueleto de cualquier edificio, el componente gris que vemos levantar en primer lugar en cualquier construcción, resultado de la combinación, básicamente, de hierro y hormigón armado, moldeado con encofrado. Este material continúa siendo el básico y el más competitivo para la obra residencial. El acero, al que se suele recurrir para edificios mucho más altos, reclama tratamientos de protección, algo que encarece su precio. Al mismo tiempo, presenta menor resistencia al fuego que el hormigón armado. Últimamente, hemos realizado una fuerte inversión en maquinaria de brazo largo. Se trata de excavadoras de gran potencia, con capacidad para realizar obras marítimas desde tierra. Resulta más rentable que el uso de barcos, pues estas naves son más caras, están condicionadas al oleaje y a las adversidades meteorológicas y su disponibilidad puede entrañar otro importante hándicap. Por obras marítimas se entienden todas aquellas intervenciones en el litoral, como pueden ser la construcción de puertos, la regeneración de playas, la protección costera, la reparación de diques o, incluso, los dragados. Ahora es un momento interesante para esa actividad, toda vez que finalizan las concesiones de los puertos deportivos, lo cual conlleva inversiones para mejorar varaderos y pantalanes. Tenemos capacidad para realizar obras completas, pero en ocasiones el cliente, público o privado, asigna su ejecución por paquetes. A diferencia de las estructuras, donde se opera con carácter local por razones de competitividad, las obras marítimas las realizamos en toda España. Cada una tiene su particularidad, pues no es lo mismo trabajar en el Mediterráneo que en una costa afectada por las mareas, como pueda ser las del Atlántico o la del Cantábrico.

 

Extremar el celo en el entorno marítimo, pues algunas actuaciones pueden suponer una amenaza para la fauna y flora marinas

Si el respeto al medioambiente está a la orden del día, en el entorno marítimo hay que extremar el celo, pues algunas actuaciones pueden suponer una amenaza para la fauna y la flora marinas. En ocasiones hemos tenido que aplazar una obra por coincidir con el periodo de anidación de unas aves o, incluso, para preservar la reproducción de la Patella ferruginea, una lapa que es especie protegida. Esas circunstancias pueden encarecer los trabajos, pero no existe alternativa porque todo está sujeto a las exigencias oficiales. Bien es cierto que a menudo los costes reales no aparecen perfectamente reflejados en los proyectos y que la fuerte competencia entre contratistas, que empujan los precios a la baja, no consiguen otra cosa que trabajar con márgenes muy justos. En la actualidad, no obstante, muchas licitaciones quedan desiertas, ante la inviabilidad de acometer determinadas obras tras el encarecimiento experimentado por los materiales y los combustibles. Ese problema se ve acrecentado después de haber suprimido las fórmulas para revisar anualmente los precios, algo que actualmente solo es posible para plazos superiores a los dos años. Tanto el acero como el hormigón han sufrido importantes incrementos en sus tarifas. Fabricar cemento es caro y hemos intentado no repercutirlo al cliente y que este no tenga que hacer lo propio con el comprador. Pero eso acarrea una lógica pérdida de rentabilidad en la construcción.

 

Tengo la suerte de contar con personal de confianza en quien puedo delegar sabiendo que los trabajos se ejecutarán con la calidad que deseamos primar

No me propongo grandes crecimientos, sino que el equipo de ECSA, formado por poco más de medio centenar de profesionales, se sienta cómodo con nuestro proyecto. Tengo la suerte de contar con gente muy implicada y, sobre todo, «manos derechas»: personal de confianza, en quien puedo delegar sabiendo que los trabajos se ejecutarán con la calidad que deseamos primar. Sin embargo, hay funciones que no tengo más remedio que asumir personalmente y que reclaman que siga viajando a menudo. Ahora mismo tenemos obras en Dénia, Ribadesella, Santander o Marbella, lo que me mantiene en el coche durante largas horas. La nuestra es una empresa peculiar, porque intentamos recuperar el concepto tradicional de constructora no contratista, disponiendo de los medios propios para ejecutar las obras tal y como se hacía antaño, de modo que garantizo llevar a cabo los trabajos con los recursos que poseo, no subcontratando servicios cuya calidad en el fondo ignoro. No sé si es el camino correcto, pero hasta ahora se está revelando como una fórmula que nos permite competir con empresas de envergadura que ejecutan grandes proyectos. En el mercado sorprende que, por nuestra dimensión, tengamos capacidad para realizar dragados. En ocasiones me he planteado si sería aconsejable cambiar la denominación de la empresa, pues Estructuras Condal no remite posiblemente a todo lo que somos capaces de hacer. Pero la realidad de ECSA es la que es. Y sus cincuenta años de trayectoria y su evolución constituyen sus mejores señas de identidad.

 

Con la pandemia se ha revelado que cualquier problema en un rincón del mundo puede llevar a hundir la cadena de producción en un continente entero

En España contamos con una cantera de muy buenos profesionales de la ingeniería y la construcción, hasta el punto de que su expertise se exporta a todo el mundo. La globalización, que permite la transferencia de talento y conocimiento, también comportó la deslocalización de nuestra producción y la pérdida de nuestro know-how, y con la pandemia se ha revelado que cualquier problema en un rincón del mundo puede llevar a hundir la cadena de producción en un continente entero. Tal vez sería una buena oportunidad de negocio, aprovechando subvenciones nunca distribuidas, la apuesta por recuperar en nuestros lares industrias que se trasladaron íntegramente a China o Taiwán. Y hablando de subvenciones: la escasa difusión de los fondos de ayuda por parte de las administraciones y la ingente burocracia para acceder a ellos desanima a muchos de intentar obtenerlos y termina causando que sean repartidos de forma deficiente.

 

Invertí la época del coronavirus en la carretera, acudiendo a buscar obras marítimas y durmiendo en el coche ante el cierre de hoteles

Tiempo atrás incorporamos una cantera a nuestros activos; una opción estratégica para nutrirnos de materiales para las obras marítimas. Su ubicación cercana al puerto de Tarragona constituye una interesante ventaja competitiva, pues las canteras hasta ahora proveedoras de ese enclave se habían agotado. Nos resultó de gran utilidad para acometer las obras de reposición y reparación de los diques dañados a consecuencia del temporal Gloria, que tantos estragos causó en el litoral. Cuando se declaró el estado de alarma, nos asomamos a un futuro de incertidumbre. Nos acogimos a todas las ayudas posibles del ICO y renunciamos a aplicar un ERTE, en parte por la buena fortuna de que los promotores privados con los que trabajábamos no pararon las obras. Invertí esa etapa en la carretera, acudiendo a buscar obras marítimas por toda España. Sé lo que es dormir en el coche, ya que los hoteles estaban cerrados, pero desconozco cómo es un confinamiento con niños en casa, ya que fue Montserrat, mi esposa, quien tuvo que gestionar, y de manera ejemplar, toda esa complicada situación.

 

Me siento afortunado por la familia que me crio y por la que he formado, ya que en ambas priman la unión, la colaboración y la generosidad

Montserrat, que también es ingeniera de caminos, ha sido mi sostén desde 1999, y sobre quien ha recaído el esfuerzo de criar y educar a nuestros hijos, Maria y Joan, de 18 y 15 años respectivamente, así como de cubrir mis continuas ausencias, motivadas por el trabajo. Espero no arrepentirme algún día de este esfuerzo, realizado con el mismo propósito que el de mi padre: poder dar a los míos lo que necesitan. Debo decir que me siento afortunado tanto por la familia formada por mí como por la que me crio, ya que en ambas priman la unión, la colaboración y la generosidad.