Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sr. Jesús Cobacho Doblas y Sra. Elvira Rubio Pernies – Transportes Vilamur ICE

JESÚS COBACHO DOBLAS

San Roque (Cádiz)

1964

ELVIRA RUBIO PERNIES

Montcada i Reixac (Barcelona)

1965

Administradores y fundadores de Transportes Vilamur ICE

 

23-12-2022

 

Una ruta con no pocas dificultades marca la trayectoria de esta pareja de emprendedores, que, sin embargo, se ha visto finalmente premiada gracias al esfuerzo y a la determinación constantes. Haber conocido qué supone la dependencia laboral ha llevado a los fundadores de Transportes Vilamur ICE a cuidar de su equipo humano, conscientes de que la satisfacción de sus integrantes resulta clave para ofrecer un óptimo servicio a sus clientes. En década y media han pasado de disponer de un camión a reunir veintidós tráileres, erigiéndose en una referencia en el transporte frigorífico y de cisternas alimentarias.

 

 

 

Jesús: El largo viaje en tren a Catalunya se convirtió en una pesadilla, a pesar de que se iniciaba con él una etapa de oportunidades para nuestra familia

Soy el penúltimo de diez hermanos nacidos en Andalucía y que emigramos a Catalunya. Precisamente, mi primer recuerdo de infancia me remite al viaje que efectuamos en tren hacia nuestro nuevo destino. Con solo cinco años, nos montamos con mi madre en aquel convoy, que tardaba un día entero en llegar a la Ciudad Condal. En la memoria quedó perfectamente grabado mi deseo, cuando cayó la noche, de regresar a casa para dormir. Ese largo trayecto ferroviario se convirtió en la peor pesadilla de mi vida, a pesar de que, sin saberlo, se iniciaba una etapa de oportunidades para nuestra familia. Mi padre había partido hacia Barcelona unos meses antes, tras haberse visto obligado a clausurar la empresa que había fundado. Había iniciado su trayectoria en La Luisiana, localidad sevillana en la que vieron la luz mis progenitores y donde nacieron mis cinco hermanos mayores. La compañía que regentaba se orientaba al vegetal, el relleno que se utilizaba en aquella época para los colchones. Las fibras había que secarlas antes de introducirlas en una máquina que las hilaba, para luego producir bobinas. En un determinado momento, decidió trasladar la fábrica a Tarifa (Cádiz), pues de esa manera veía favorecida la actividad exportadora hacia Estados Unidos; y es que fletaba barcos enteros de vegetal para proveer a las factorías norteamericanas de colchones. Sin embargo, esta localidad costera, en donde mi madre alumbró al sexto de sus hijos, contaba con un viento que no se revelaba precisamente como aliado para el secado de las fibras, toda vez que la intensidad del mismo amenazaba la actividad, al llevárselas consigo. Por esa razón, mudó la planta a la también gaditana localidad de San Roque, donde naceríamos los cuatro benjamines de la familia. La irrupción de la gomaespuma en el mercado significó la estocada para el negocio que había puesto en pie nuestro padre, quien pese a todo cumplió con los compromisos adquiridos con los empleados hasta que la situación resultó insostenible. Ese día reunió al pueblo, porque prácticamente todos los habitantes de San Roque trabajaban en su fábrica, y les expuso el escenario al que la coyuntura le había abocado. Aun así, la plantilla le mostró su más profundo agradecimiento. Nuestro padre dejó una gran huella en San Roque, y prueba de ello es que, las veces en que he regresado a la población, la gente me expresa el cariño que todavía le profesan.

 

Jesús: Siempre he seguido el espíritu emprendedor de mi padre, que vino a Barcelona a reinventarse y tres meses después ya tenía camiones propios

En San Roque, mi padre disponía de su propio sistema de transporte, con algunos camiones que usaba tanto para la mercancía del vegetal como, también, para trasladar carbón de España a Gibraltar. Con diez bocas que alimentar, había que buscar alternativas diversas. Al mismo tiempo, era un hombre de una gran generosidad y que procuraba ayudar a todo el mundo: un ejemplo que siempre he seguido, así como su espíritu emprendedor, pues, con apenas cincuenta pesetas, se vino a Catalunya con el ánimo de reinventarse. Al llegar a Barcelona, buscó empleo como chófer de camión. A los tres días, decidió comprarle el vehículo a su jefe. Y apenas un mes más tarde, ya adquiría su segundo camión. Transcurridos tres meses, cuando ya contaba con tres camiones, animó a mis dos hermanos mayores a reunirse con él. Fue entonces cuando decidió mudarse a un piso en Santa Coloma de Gramenet, pues hasta ese momento había residido en casa de un tío mío que se había establecido en Catalunya con anterioridad. Poco después, aterrizaríamos allí toda la familia.

 

Elvira: Nací y viví en la fábrica la Ignis, donde trabajaba mi padre

Mi alumbramiento estuvo rodeado de circunstancias anecdóticas. La principal es que nací en la fábrica donde trabajaba mi padre, la Ignis, una empresa italiana dedicada a la fabricación de electrodomésticos que cedía viviendas a los trabajadores en el propio complejo de producción, en La Llagosta. Ahí vivíamos y ahí tuvo lugar mi nacimiento, registrado en Montcada i Reixac porque la compañía estaba dada de alta oficialmente en esa vecina localidad vallesana. La tragedia invadiría nuestro hogar quince meses más tarde, cuando mi madre fallecería repentinamente a causa de una negligencia médica. Durante una sencilla operación, en vez de aplicarle anestesia local, le administraron anestesia total, con tal mal tino que ya no despertó. Aquello provocó que mi hermano, dos años mayor, y yo tuviéramos que ser criados por mi padre y por mi abuela paterna. En medio de esa desgracia, si hay un capítulo de felicidad que asome en mi memoria corresponde al día en que la vecina que vivía en el piso de arriba me regaló una plancha de juguete pero que funcionaba como una de verdad. Guardo un grato recuerdo de ese momento, en medio de las penurias en las que vivíamos, pues nuestro padre tenía que hacer frente en solitario a múltiples gastos, incluida la hipoteca de la vivienda a la que nos habíamos trasladado poco antes de fallecer nuestra progenitora. Tornero de profesión, también se ganaba la vida ejerciendo como técnico de mantenimiento. Dado que él invertía muchas horas en el trabajo, fue con mi abuela con quien establecí mayor relación en la etapa infantil. Junto a ella aprendí buenos modales, a respetar a las personas y a observar un comportamiento cívico. Era muy coqueta y solía velar por que pudiera lucir bonitos modelos, lo cual alimentó en mí la inclinación por vestir bien. Pero, sobre todo, le rindo admiración porque se reveló como una persona muy sacrificada, pues con sesenta y tres años aceptó hacerse cargo de dos pequeños, anteponiendo nuestro cuidado a su bienestar.

 

 

Elvira: Desde los 16 años trabajé para poder ahorrar y costear mis estudios de Administración y Derecho

La ausencia de mi madre marcó mi infancia y mi adolescencia. Cuando contaba con 15 años, mi hermano, mi abuela y yo decidimos emanciparnos de la casa de mi padre, donde convivíamos con su segunda esposa y mis tres hermanos pequeños. Ello supuso, también, que desde los dieciséis años buscara mis propias fuentes de ingresos. Aprovechaba las vacaciones para conseguir ahorros empleándome en la hostelería en Menorca. Así podía continuar mis estudios, ya que, tras haber cursado Administración, me incorporé a la carrera de Derecho, con el propósito de especializarme en el ámbito laboral. Sin embargo, ese objetivo quedó truncado al darme cuenta de que, para hacer frente a los gastos domésticos, tenía que priorizar el trabajo. De este modo, empecé a trabajar para Helados Marisa en Menorca. Cuando la firma fue adquirida por La Menorquina, que tenía su sede en Palau Solità i Plegamans, me propusieron incorporarme en la empresa. Permanecí durante una larga etapa en la firma heladera, donde me nombraron encargada al poco tiempo de haberme sumado a la organización. Fue en esa época cuando conocí a Jesús, con quien ya me había cruzado años atrás casualmente en Menorca. En cuanto empezamos a salir, supe que sería el padre de mis hijos…

 

Jesús: Una historia de amor predestinada

Con Elvira coincidimos por primera vez en Menorca. Yo estaba realizando el servicio militar en la Fortaleza de la Mola, en Maó, y mis compañeros solían apelarme «el catalán». Tras saber que uno de los puestos de helados de Alaior lo regentaba una muchacha de Barcelona, me insistieron que tenía que acudir a conocer a mi «paisana». Ella había accedido a trabajar durante las fiestas locales para aprovechar la oportunidad de percibir un plus por prestar servicio en tan significadas fechas. Ese día, no obstante, nos limitamos a saludarnos; sin más. Fue más tarde, cuando yo ya me había licenciado y llevaba el negocio de mi padre —quien, al estar ya mayor, me había cedido a mí el sostén de mis progenitores y de mi hermana pequeña—, que nuestras vidas volvieron a cruzarse; esta vez de manera determinante. Me hallaba en el sofá durmiendo la siesta en casa de mi hermano mayor cuando, súbitamente, me desperté y vi a mi sobrina pasar junto a una muchacha, a quien apenas vislumbré de espaldas. Volví a conciliar el sueño y, por la noche, en la cena, le pregunté a mi sobrina por la chica que la acompañaba. Le insistí para que me pusiera en contacto con ella para invitarla al cine. Fue así que, al sábado siguiente, acudíamos a ver una película, tomábamos un refresco y, pocos días después, iniciábamos un noviazgo que culminaría en boda. El pasado 3 de septiembre cumplimos treinta y cuatro años de feliz matrimonio.

 

Jesús: Siempre he seguido la máxima de mi padre de no renunciar a ninguna demanda de servicio que me hayan propuesto

Con sus defectos y sus virtudes, mi padre fue mi profesor en la vida. Las circunstancias que rodearon mi infancia impidieron que fuera a la escuela, pero, pese a esa adversidad, no solo he sabido defenderme en la vida, sino que he alcanzado notables logros. La habilidad en las negociaciones la aprendí junto a mi progenitor, a quien solía acompañar desde los doce años en las visitas que realizaba a los clientes. «Escucha y aprende», me decía antes de entablar cualquier conversación. Otro de los sabios consejos que solía repetirme era: «Que nunca jamás salga de tu boca un “no”». He seguido siempre esa máxima, evitando renunciar a cualquier demanda de servicio que me hayan propuesto. Al lado de mi padre, adquirí la nobleza en el trato, la humildad en el porte y el hábito de respetar por igual a toda persona, independientemente de su condición social y económica. A cada uno de mis hermanos procuró ayudarles, entregándoles un camión y los clientes asociados cuando se casaban para que pudieran proseguir su vida de manera autónoma. Recuerdo que, con trece años, me enviaba cada viernes a Arc de Triomf a cobrar; lo cual provocaba una escena de escepticismo en quienes tenían que pagarme y veían a un adolescente que se enfundaba hasta cuatrocientas mil pesetas en los bolsillos antes de coger el metro para regresar a la empresa de transporte de mi padre. También, desde muy joven supe qué era levantarse a las cuatro de la mañana para acudir a Henkel Ibérica a realizar operaciones de carga y descarga de productos como Mistol o Dixan: unas labores que entonces se realizaban a mano, porque no existía un sistema de palés como ahora.

 

Jesús: Durante catorce meses realicé tres rutas semanales de Hostalric a Toledo para sufragar el gasto del nuevo camión y seguir pagando el viejo

En mis primeros años de casado, trabajaba como chófer para mi hermano mayor. Elvira, como siempre, fue mi principal apoyó entonces, cuando decidí hacerme autónomo, y emprender mi camino profesional de forma totalmente independiente de la familia. De esta manera, inicié mi etapa como empresario, que no resultó nada fácil porque, a los dos años, el motor del camión reventó ante el trote a que lo había sometido, a razón de casi treinta mil kilómetros al mes. Lo había comprado de segunda mano, a pagar en tres años, y ahora solo valía para chatarra y me quedaba un año de deuda. Acudí a Manel Barceló, transportista a quien siempre estaré agradecido por su ayuda. Tras exponerle mi situación, estudiamos cómo podía sufragar los 104.000 euros de un nuevo camión y saldar las cuotas pendientes del viejo. Me garantizó trabajo durante un año, realizando tres rutas semanales de Hostalric a Toledo. «¿Vas a resistir?», me preguntó, escéptico. Estuve catorce meses sometido a ese ritmo endiablado de viajes, que combinaba con la atención del bebé en los escasos días que estaba en casa. Nos habíamos trasladado a vivir a Vic y a duras penas nos veíamos con Elvira cada quince días. Llegaba el viernes por la noche y ella se iba a trabajar los fines de semana, dejando a mi cargo al pequeño Jesús. Esa época nos pasó factura y buscamos alternativas más razonables ante la imposibilidad de prolongar esa situación durante mucho tiempo. La incorporación de Elvira en la sala blanca de una empresa cárnica, donde se encargaba de envasar el género en bandejas, supuso un punto de inflexión en nuestras vidas. Seis meses después, era nombrada directora de sala y, al poco tiempo, yo asumí el transporte del género del matadero. Esa circunstancia nos permitió remontar hasta que, cuatro años después, al estallar la crisis del 2008, la firma entraba en concurso de acreedores y nos dejaba con un impago superior a los cien mil euros. Ello propició que, para cubrir todas nuestras deudas, entre ellas el pago a los transportistas que me habían ayudado durante aquel período, tuviéramos que vender nuestra casa.

 

Jesús: Nos hemos convertido en especialistas tanto en transporte frigorífico agroalimentario como de cisternas alimentarias

Los contactos que Elvira había establecido con algunos clientes cuando dirigía la sala blanca propiciaron que algunos se interesaran por nuestra situación y mostraran su disposición a ayudarnos. Fue así como Especialitats Costa, ahora Torrent i Fills, del grupo Vall Companys, decidió contratar mis servicios como transportista. Era 2008, y nos habíamos quedado con un solo camión y muchas deudas. Al tercer día del nuevo trabajo, me encontré con que no podía repostar por falta de liquidez. Al mismo tiempo, me llamó Elvira para indicarme que, al día siguiente, teníamos que hacer frente a un pago de 18.000 euros. En ese momento me acordé de las enseñanzas de mi padre, acudí a la oficina de mis nuevos clientes y le expuse al director Josep Soler la situación. Le subrayé que siempre había cumplido mis compromisos y que bajo ningún concepto deseaba no afrontar mis deudas. Logré vencer su lógico escepticismo inicial y, de inmediato, ordenó a su contable que me hiciera una transferencia por valor de 20.000 euros. Dieciséis años después, sigo prestándoles servicio y nuestra relación es excelente. Gracias a su ayuda, en 2012 habíamos conseguido superar nuestra crítica situación y la facturación había alcanzado tales niveles que resultaba razonable abandonar la tributación por módulos como autónomo. Fue entonces cuando fundamos Transportes Vilamur. La actividad creciente nos llevó a absorber, en 2018, una empresa de transporte con cisternas alimentarias de azúcar con las que proveemos a la industria pastelera o a firmas como Coca-Cola o Haribo. En la actualidad, contamos con veintidós tráileres y cuatro furgones que empleamos para el reparto al detalle en la zona de Girona, y disponemos de una plantilla de casi treinta personas. Nos hemos convertido en especialistas tanto en transporte frigorífico agroalimentario como de cisternas alimentarias, cuyos productos reclaman un estricto cuidado para garantizar la ausencia de alérgenos.

 

Elvira: Preferimos recortar nuestros márgenes para destinar parte del beneficio de la compañía a la satisfacción de nuestros empleados

Aunque nuestra área de actuación se concentra en Catalunya y el sur de Francia, ahora estamos abriendo líneas hacia nuevos destinos, como a París. A menudo, además, solemos realizar expediciones al resto de España y, en realidad, podemos efectuar transporte al fin del mundo si nos ponemos de acuerdo con el cliente. No descartamos crecer en el futuro, pero en la actualidad preferimos ser cautos, entre otras razones por la escasez de chóferes. Bien es cierto que no acostumbrados a tener problemas para encontrar conductores, dado que nuestra remuneración es buena; y es que, por nuestra propia experiencia personal, somos muy conscientes de que hay que compensar a la gente por tener que estar alejada de su hogar. Preferimos recortar nuestros márgenes para destinar parte del beneficio de la compañía a la satisfacción de nuestros empleados, que así rinden mejor y prestan un óptimo servicio a nuestros clientes. A fin de cuentas, son ellos quienes transmiten y representan la imagen de Vilamur al exterior.

 

Elvira: Brindamos oportunidades a los jóvenes y les asignamos un compañero veterano para acompañarlos durante las primeras semanas

En el equipo confiamos en las personas y no hacemos discriminación por edad: por eso contamos, tanto con profesionales entrados en años y de dilatada trayectoria junto a nosotros, como con jóvenes a los que brindamos su primera oportunidad, algo que no suele ser habitual en el sector, donde en ocasiones se suele rechazar a los conductores que acaban de obtener el permiso y, en otras, se les expone a serios riesgos, pues no procede poner a un novel al frente de un tráiler si tiene que enfrentarse a situaciones complejas como puedan ser una meteorología adversa o intrincados puertos de montaña. Si les falta experiencia, les asignamos un compañero veterano durante las primeras semanas para que pueda tutelarlo hasta comprobar que es capaz de desenvolverse de manera autónoma. Eso supone una importante inversión económica, pero consideramos que es lo razonable y adecuado. Es comprensible que la juventud no quiera introducirse en este sector, pues es muy esclavo y te distancia de la familia y del entorno social. Los sueldos no compensan esos sacrificios, ni tampoco el poco respeto que se observa con los chóferes, quienes sufren una clara discriminación frente a otras profesiones, ya que su disponibilidad diaria alcanza las quince horas, frente a las ocho de la mayoría de actividades. Además, no es una profesión prestigiada, una circunstancia muy común en nuestro país, donde los oficios no gozan de esa pátina de consideración, cuando en verdad constituyen interesantes fórmulas laborales, ya que en la actualidad un electricista, por ejemplo, puede ganarse mejor la vida que un abogado.

 

Queremos introducirnos en el sector de la logística con un proyecto de almacenaje y distribución de productos en seco y refrigerados

Hay que crecer con responsabilidad y de modo sostenido y orgánico, porque no solo nos jugamos nuestro patrimonio, sino también los ingresos de las familias que, como empresarios, están a nuestro cargo. Tenemos muy claro que demostrar amabilidad y agradecimiento al personal, con gestos humanos, pero también materiales, redunda en su implicación con nuestro proyecto. Quizá esta mentalidad nos viene de la idiosincrasia propia del emprendedor en nuestro país, que se concreta en negocios familiares y pymes donde el trato con la plantilla es próximo y cercano, hasta el punto de que nosotros solemos conocer sus problemas personales y les ayudamos, siempre que sea posible. Y creemos que eso es positivo, porque, en las multinacionales, las personas son solo una cifra, con lo que es difícil que el empleado se sienta emocionalmente vinculado a la entidad. En cuanto al nuevo modelo de empresa, el de las startups, tienen mucho sentido cuando ofrecen servicios de refuerzo y de gestión a otros sectores, aunque la virulencia con la que suelen crecer puede ser peligrosa de cara a garantizar la continuidad y solidez de su proyecto. Como plan de futuro, nuestro deseo es introducirnos en el sector de la logística, con un proyecto de almacenaje y distribución en el sector de productos en seco y refrigerados, pero, precisamente, por ser tan conscientes de nuestra responsabilidad, estamos yendo con prudencia y calma.

 

Nuestra actividad está totalmente digitalizada para ofrecer al cliente un seguimiento detallado de las rutas que facilita la organización de la carga y descarga

Hoy tenemos un equipo de profesionales que nos permite trabajar con las mejores condiciones materiales y humanas, pues, al margen de cuidar a nuestros colaboradores, les brindamos las óptimas herramientas para el desarrollo de su labor. Incluso nuestro mecánico ha preferido desestimar ofertas económicamente más altas porque ha sabido valorar el esfuerzo que hacemos para dotarles de los mejores recursos. De hecho, se sorprendió de que pusiéramos a su disposición una furgoneta de última generación cuando nosotros nos movemos con un modesto y vetusto coche. Le dijimos que la prioridad era equiparles adecuadamente. En 2018 iniciamos la digitalización de la compañía, para un mejor control de la actividad. Contamos con Frotcom, una aplicación que nos permite realizar un seguimiento detallado de las rutas, pudiendo informar en todo momento al cliente del lugar en el que se halla su mercancía y de cuándo va a llegar esta a destino, de modo que facilita la organización de las tareas de carga y descarga; a menudo, habilitamos al propio cliente el acceso a sus transportes, lo que nos brinda un valor añadido de transparencia. Con este software podemos descargar remotamente todos los datos del tacógrafo y de la tarjeta del conductor. Igualmente, hemos aprovechado el kit digital habilitado por el Gobierno para avanzar en este ámbito, al incorporar un nuevo CMR —documento que regula el tráfico internacional— de carácter digital. Al ser socios de PIMEC y de ASETRANS, estamos muy bien asesorados y al corriente de los cambios que se suceden en las normativas para mantenernos actualizados y para aprovechar cualquier ayuda oficial.

 

Para hacer frente al aplazamiento de los pagos, la Administración debería controlar el cumplimiento de la normativa sobre morosidad con las empresas

Al Corredor Mediterráneo se le está atribuyendo mayor relevancia de la que en realidad merecería. Esa infraestructura, que requeriría una inversión inmensa y cuyo rendimiento sería cuando menos cuestionable, parte de una zona, Murcia y Andalucía, donde la principal actividad económica reside en la agricultura, con productos, por tanto, perecederos, los cuales no podrían ser transportados a través de esa alternativa, a riesgo de que la mercancía llegara a destino en mal estado. Asimismo, cualquier transporte ferroviario reclama una extraordinaria coordinación, pues un convoy con un centenar de vagones de distintos clientes tiene que asegurarse de que todos cumplan estrictamente con el compromiso de estar en el punto de partida a la hora preestablecida y de que la carga se efectúe en el plazo previsto: cualquier desajuste provoca alteraciones que merman la eficiencia de esa opción. Según lo expuesto, dudamos que destinar ese importante presupuesto al Corredor Mediterráneo obtenga el retorno que se pregona. Tal vez somos más sensibles a ese gasto público porque, como transportistas, siendo un sector tan esencial, nos sentimos discriminados a nivel fiscal frente a otras actividades. Al margen de soportar los impuestos sobre el combustible, nos enfrentamos a la paradoja de ser el único sector obligado a estar al corriente de las cuotas de la Seguridad Social y de los compromisos con la Agencia Tributaria si queremos continuar en activo. En caso contrario, nuestras cuentas quedan bloqueadas y no podemos cobrar de nuestros clientes, lo cual no sucede en otros entornos en los que ciertos morosos siguen trabajando sin ningún tipo de obstáculo. Otro de los problemas a que tenemos que hacer frente es al aplazamiento en los pagos. Aunque la mayoría de nuestros clientes son formales, en nuestro sector proliferan los que tardan noventa días, o incluso ciento veinte, en abonar los servicios, siendo muy pocos los que cumplen con la normativa que establece un plazo máximo de treinta días. Esa circunstancia es la responsable de que muchas empresas de este ámbito se estén arruinando y se vean condenadas a cerrar. Igual que la Administración instala controles de velocidad en las carreteras y sanciona a quienes rebasan los límites, debería hacer lo mismo con los morosos. Somos transportistas, no bancos.

 

Nuestro futuro pasa por nuestro hijo, nuestra nuera y nuestro equipo

Quisiéramos dar las gracias a todas las personas que nos han ayudado en los momentos difíciles, entre ellas nuestro hijo Jesús, a quien, ya desde muy joven, implicamos en la empresa y que siempre se ha mostrado colaborativo y responsable. Junto a nuestra nuera, Érica, se han convertido en los puntales de futuro de esta empresa, donde el equipo humano en su conjunto es el responsable de que podamos dar un servicio tan satisfactorio y de que nuestra compañía goce de tan buena reputación en nuestro entorno. De ahí que no tengamos sino palabras de estima, gratitud y orgullo hacia todos nuestros empleados.