Chantaje a la Moncloa

Los límites del honor. Chantaje a la Moncloa

Una obra cargada de sentimientos, pasiones y acción arrolladora, donde el protagonista, expoliado y humillado, retoma el trueque como moneda de cambio para lavar su honor y como medio para alcanzar su meta: el Chantaje a la Moncloa.

España entera está cabreada, pero que muy cabreada. El paro de este país es la vergüenza de Europa, pero aún lo es más la economía sumergida o la insensibilidad de la banca, que no muestra ningún interés por arriesgarse dando crédito a las empresas que tantos beneficios les ofreció en los años de abundancia.

Y si el paro es una vergüenza, no lo es menos el desprecio con que se trató a las empresas en los albores de la crisis. El Gobierno no hizo nada para frenar la epidemia que asoló buena parte del tejido empresarial por falta de liquidez o acceso al crédito.

Así las cosas, el protagonista, un empresario cabreado, se complace con un desahogo que va a provocar un subidón placentero al lector. Montado en cólera, maquina una trama que alcanzará los mismos cimientos de la Moncloa. Una revancha de alto riesgo, y fuera de la ley, que muchos “cabreados” van a celebrar leyéndola.

Extractos de Chantaje a la Moncloa

Pág. 78
―Qué quiere que le diga… Estas cosas solo suelen ocurrírsele a un catalán. Así que habrá que coger el AVE; la única cosa buena que sabe hacer Zapatero: aves.
―Sí, porque para lo demás es un gallina…

Pág. 89
Bienvenido al club de los empresarios cabreados. Pero, dígame, ¿dónde ha dejado aparcada la fe? Ni católico, ni de derechas, y cabreado con Zapatero… ¿En qué cree? ¿Cuál es su dios, ahora que ha descubierto que Zapatero es solo un hombre mortal?

Pág. 98-99
―El dios de la venganza.
Cuando se actúa condicionado por la ira, cuando la sed de venganza motiva el único deseo de seguir viviendo, es difícil, o imposible, esperar que el condicionado se pare a reflexionar en las consecuencias.

Pág. 123
El trueque: ese era el punto de encuentro, la línea de flotación desde la que iniciar un nuevo despegue o, al menos, donde mantener estanca la nave, qué más da. Importaba no hundirse más, no recibir más palos; en todo caso, en la medida de lo posible, repartir leña.

Pág. 214
―¡¿Desde cuándo el asesino come en el mismo altar que el Juez Supremo tiene reservado para las víctimas?!
La catedral, llena a rebosar, tembló otra vez. Cuando el dolor explota su sonido alcanza a todos.

Pág. 252
… fue ese impulso primario, que todavía mueve nuestras vidas, el que hizo que Maurice pensara, por un momento: «Si nadie se enterase, la haría desaparecer sin contemplaciones». Se refería a su mujer, claro.

Pág. 292
―Las maldiciones son la salida de emergencia del dolor del alma…
―¡Y una mierda! A mí me duele hasta el aire que respiro. He satisfecho mi sed de venganza, pero no he apagado mi dolor.

Pág. 323
Ganar las próximas elecciones, autonómicas, municipales, generales. ¡Hay que gobernarlo todo! Lo demás… ¿A quién coño le importa lo demás?

Previsualización del primer capítulo

chantaje a la Moncl