Federico Mayor Zaragoza
Federico Mayor Zaragoza
TH, 1r VOLUM. La transición política española

FEDERICO MAYOR ZARAGOZA. Director general de la UNESCO (1987-1999)

Director general de la UNESCO (1987-1999)

Texto del 25/11/2002
Fotografía: Àngel Font

Pocos catalanes y españoles han alcanzado puestos de responsabilidad internacional tan altos como el que ha ocupado Federico Mayor Zaragoza. Fue consejero de Adolfo Suárez, ministro de Educación y Ciencia en el gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, y director general de la unesco durante doce años, a lo que hay que añadir, por otro lado, su formación científica: doctor en Farmacia y Bioquímica, miembro de una treintena de academias de las ciencias y asociaciones de todo el mundo y doctor Honoris Causa de varias universidades.

La lenta y trabajosa preparación del retorno del President Tarradellas

El retorno del President Tarradellas fue el resultado de una valiente decisión ­política, de una ardua negociación y exhaustivas consultas previas. En algunos momentos se barajaron candidatos distintos para restablecer la Generalitat, pero la figura de Tarradellas acabó imponiéndose. En aquella época presidí, a petición del Rey, la comisión para la autonomía de las provincias catalanas que tenía ­como finalidad sondear la opinión de los protagonistas políticos catalanes del momento, preguntarles qué deseaban, cuál debía ser según ellos el futuro de Cataluña. Me entrevisté con más de cien personajes destacados: Reventós, Jordi Pujol, Cucurull, etc., y ­hubo una práctica unanimidad. Los políticos de todas las tendencias querían que Cataluña recuperase sus instituciones y la vuelta del exilio del President de la Generalitat. Trasladé los resultados de mis consultas al ­gobierno y se iniciaron las negociaciones que, a mi modo de ver, fueron una prueba espectacular de la altura política del Adolfo Suárez y del mismo Tarradellas.

Se encargaron las negociaciones a un grupo reducido de personas que actuaron directamente en nombre del gobierno y fueron a Francia para plantear el asunto a Tarradellas, el cual puso tres condiciones para volver: la primera, que debía quedar claro que él era republicano y representante de la legitimidad de las instituciones de la República española, de las cuales emanaba su cargo; la segunda, que todos debían dirigirse a él con el respeto y los honores debidos a su puesto, que no era otro que el de President de la Generalitat de Catalunya; y la tercera, que quería ir directamente de París a Barcelona. El Rey y Adolfo Suárez contestaron que estaban de acuerdo en el primer punto, que todo el mundo puede tener las ideas políticas que quiera siempre que estén de acuerdo con el conjunto democrático del país; tampoco pusieron objeciones al segundo punto, restableciendo el título tradicional de Molt Honorable inherente al cargo de President de la Generalitat; pero, en cuanto al tercero, parecía inaceptable. Adolfo Suárez salvó la situación aceptando también esa exigencia, aunque advirtiendo que el avión probablemente haría una escala técnica en Madrid.

Como era lógico, en la primera entrevista entre Suárez y Tarradellas aparecieron una serie de obstáculos y numerosas discrepancias1. Entonces el ­gobierno se hallaba en una situación política delicada que el que fuera President en el exilio no comprendía plenamente, y los malentendidos entre ambos fueron notables. Pero al salir de la entrevista Tarradellas, en vez de declarar que había ido muy mal, se deshizo en elogios hacia Suárez y manifestó plena confianza en el proceso. Creo que ambos eran grandes políticos, sabían que estaban en el buen camino y que debían esforzarse en superar los obstáculos.

Tarradellas estaba preparado frente a la posibilidad de su retorno a Cataluña

En la recuperación de la Generalitat, y en otros procesos acaecidos durante la transición, hubo muchas improvisaciones aparentes, actuaciones que parecían ­casuales y que, sin embargo, se llevaban preparando desde hacía muchos años. Por eso salieron bien, porque estaban muy meditadas. Creo que Tarradellas estaba sobradamente preparado para volver del exilio, era una situación que ya se ­había planteado mentalmente y su ja sóc aquí formaba parte de un guión profusamente ensayado.

Con Tarradellas mantuve una amistad muy directa a su vuelta, pues era ­íntimo amigo del hermano de mi abuela, Marcelino Domingo2. Siempre me pareció una persona que, durante su largo exilio, había meditado muchos escenarios polí­ticos, y uno de ellos era sin duda su aparición en el balcón de la Generalitat y su célebre discurso.

El catalanismo impregnaba por completo la política de entonces y espero que siga haciéndolo

Una cosa era recuperar una figura histórica como Tarradellas, con todo lo que significaba, y otra muy distinta era la tendencia de voto manifestada en Cataluña en las primeras elecciones democráticas, en donde predominaban las opciones políticas de izquierdas. Lo que ocurre es que, más allá de las tendencias ideológicas concretas, el catalanismo impregnaba por completo la política de entonces, y por eso se produjo una unidad de acción durante el gobierno provisional de Tarradellas, y ese mismo carácter catalán, ese mismo barniz nacionalista que tiñe los diversos programas políticos, se ha mantenido luego durante los sucesivos gobiernos de Jordi Pujol, y espero que se mantenga tras su jubilación.

Esta actitud obedece a una visión de la política basada en la cultura, en una forma de ser, con un seny que se pretende trasladar también al campo político. A todos nos interesa que subsista esta peculiaridad, porque ahí reside nuestra riqueza y nuestro mestizaje. De esto estoy absolutamente convencido como bioquímico y como persona que ha podido observar el mundo en su conjunto. En efecto, cuanto mayor es la diversidad, mayor es también la fuerza política y la posibilidad de influencia ulterior, así que creo que la uniformidad política, no hablo sólo de la cultural, sería terrible para el conjunto de este mosaico fantástico que es el Estado español. Hace muy bien Cataluña manteniendo esta identidad peculiar y siendo una abande­rada de esta concepción en el campo político.

El relevo de Tarradellas no fue traumático

A diferencia de lo que ocurrió con Suárez, cuyo abandono del poder preci­pitó toda una serie de turbulencias políticas, incluso un golpe de Estado, el ­recambio de Tarradellas se vivió en Cataluña como un proceso político ló­gico. La llegada de Jordi Pujol, que se venía perfilando como figura de fondo ­destacada más allá de la tendencia registrada en aquellas primeras elecciones, supuso la sustitución del ja sóc aquí por el ja som aquí, puesto que él representaba al pueblo catalán que llevaba muchos años luchando por su ­reconocimiento político y por el cual Pujol había peleado denodadamente.

Entender el nacionalismo sólo como una opción política me parece un error

Ciertamente tampoco era el único que se podía arrogar la representación de esa voluntad política. Recuerdo que en las primeras campañas electorales los polí­ticos de izquierda no se presentaban como socialistas catalanes, sino como ­catalanes socialistas, porque efectivamente uno puede ser de una ideología más conservadora o más progresista socialmente, pero no cabe duda de que entonces, y por fortuna todavía ahora, predominaba la catalanidad como seña de identidad, como forma de expresar un futuro político. Hoy mismo todavía tenemos en Cataluña unos políticos que son de una ideología muy patente, como Pasqual Maragall o Carod-Rovira, pero nadie les puede negar que tienen también una ­dimensión de cultura catalana y de entidad cata­lanista extraordinaria, es decir, que el nacionalismo no se ha de entender sólo como una opción política, lo que desde mi punto de vista sería un error, sino como una forma de ser que incluye que se pueda tener una visión más conserva­dora o más avanzada de la realidad.

Todo el mundo es hijo de su momento histórico

En aquellos momentos destacaba como principal oponente político a Jordi Pujol, una persona a quien aprecio mucho y que conozco bien, Joan Reventós3. Ha demostrado ser una persona de una gran ponderación, con unos planteamientos muy ­honestos y muy realistas, aunque al mismo tiempo ha sabido mantener una serie de principios utópicos, lo cual me gusta mucho en un político. Pero todo el mundo es hijo de su momento histórico, y hay veces que si uno sube al tren correcto llega al lugar adecuado, pero si ese día el tren pasa de largo, aquella persona, que quizá poseía ­todas las cualidades, no alcanza su ­destino. Algo similar sucedió con Reventós, en el momento decisivo topó con una figura política absolutamente radiante que era Jordi Pujol, contra el cual no se podía competir.

La única posibilidad que tenemos de construir un futuro mejor es inventarlo

Podríamos decir que, desde un punto de vista geométrico de la política, la concepción de nacionalismo de Jordi Pujol está por encima de cualquier ideología política exclusiva, de modo que le define mejor que otras etiquetas más convencionales. Esta identidad catalanista es lo que a mí más me atrae de su figura, ya que considero que la defensa de la peculiaridad puede ser la solución a este mundo tan turbulento que estamos viviendo. En la medida en que cada persona deja de ser única y pasa a ser gregaria, acabamos perdiendo el rumbo del progreso histórico. La única posibilidad que tenemos de construir un futuro mejor es inventarlo. Para ello debemos conservar la capacidad creativa y, para conservarla, hemos de ser diferentes, pre­servar nuestra diversidad (que es la base de nuestra riqueza como pueblo y como ­individuos) y, al mismo tiempo, unirnos en torno a cuatro o cinco principios universales de justicia, solidaridad, igualdad, etc.

En este sentido, la opción nacionalista de Jordi Pujol representó a su llegada al gobierno de la Generalitat no sólo la vuelta de las tradiciones culturales y políticas del pasado, sino sobre todo la posibilidad de diseñar el futuro de Cataluña. En sus primeras campañas electorales y discursos políticos se presentaba bajo el lema Catalunya avui; después, como es muy astuto, pasó a utilizar la fórmula Catalunya demà, porque la Cataluña del presente y la del ayer las podía retornar al escenario político, ­hacerlas aparecer todavía brillantes y esplendorosas a los ojos de sus votantes pero, ­finalmente, todo eso ya había pasado, era inamovible y no se podía ni mejorar ni olvidar, mientras que lo que sí podía hacer Jordi Pujol era contribuir a escribir un futuro diferente para Cataluña.

Cataluña es necesaria, una parte fundamental para el conjunto de la nación

He tenido la ocasión, no ya mientras fui ministro de Educación y Ciencia con Leopoldo Calvo Sotelo, sino mucho antes, cuando era consejero de Adolfo Suárez, de observar la capacidad de Jordi Pujol como estadista y figura política. Era y sigue siendo el representante inequívoco de la autonomía catalana, pero de su esencia verdadera, es decir, no sólo el representante circunstancial elegido por las urnas, sino la genuina representación de su voluntad de autogobierno. Al mismo tiempo, siempre ha sabido hacer uso de esa capacidad de aportar esta­bilidad al gobierno del país, de hacer notar que Cataluña es necesaria, una parte fundamental para el conjunto de la nación. Y esto a veces lo ha hecho aplicando mucha dureza reivindicativa, con lo cual ha obtenido numerosas compensaciones y transferencias. En los últimos tiempos se le critica que no haya sabido aprovechar convenientemente esa situación privilegiada para ­mejorar ­aspectos concretos como las infraestructuras o ciertos traspasos de competencias. Puede que sí, que se haya centrado en obtener cosas menos evidentes que las carreteras o el AVE, pero Cataluña no se puede quejar de lo que hoy ­representa para el conjunto de España en aspectos para mí menos visibles y vistosos, pero sumamente importantes.

Difusión internacional de la catalanidad

A mi modo de ver, lo más importante de su labor política es la difusión alcanzada de la catalanidad, de tal modo que hoy, el ser catalán, la ciudad de Barcelona y el mismo Jordi Pujol, son cosas conocidas y valoradas en todo el mundo. La mundia­lización de un territorio que, por mucho que lo estimemos, en el fondo es pequeño (y aún así, podrá jugar una función importante en el futuro europeo), supone, a mi entender, un gran mérito de su gestión. Incluso en los Estados Unidos, que conocen muy poco de lo que existe fuera de sus fronteras, se habla de Cataluña y de Barcelona, y eso ­tiene un peso específico notable. Considero que, desde el punto de vista de un estadista, era mucho más importante tener ­esta posición de interlocutor al más alto nivel que otros aspectos que hacen referencia a estructuras concretas.

El principal problema de los líderes políticos es que se eternizan en el poder

Cuando un político hace bien su trabajo y perdura en el ejercicio del poder a me­nudo ocurre que su entorno le pone de manifiesto lo importante que es que continúe, y como a veces las posibilidades de sucesión no se ven demasiado claras (sobre todo, porque ya se procura que así sea y que los ciudadanos que podrían tomar el ­relevo no estén todavía preparados) se prolongan excesivamente los periodos de poder. Lo digo con toda sinceridad, me parece que en este punto ha sido donde han fallado grandes hombres de Estado. Éste ha sido el caso de Helmut Khol, que lideró la unificación de Alemania, pero que tristemente no supo pensar que había llegado el momento de retirarse antes de que saliesen a la luz aspectos menos claros de su vida política, y lo mismo creo que pasó con Felipe González. Yo mismo hubiera ­podido seguir seis años más al frente de la UNESCO, pero cuando ya llevaba nueve años de mandato y me que­daban tres más de gobierno decidí anunciar mi renuncia a la reelección. Creo que es bueno que uno mismo se fije un marco temporal cuando la mayor parte de los proyectos que se tenían en mente se han podido poner en marcha. Saber cuándo te tienes que ir forma parte importante de todo programa polí­tico. De todos modos, se ha de comprender que es muy difícil substraerse de los consejos que insisten en que debes seguir porque eres el único que puede llevar adelante el proyecto. En el momento en que te dicen que eres el único, debes empezar a recelar.

Destacaría en Pujol su capacidad de independencia frente a las presiones externas

He mantenido siempre mi independencia de criterio, he pagado un precio por ello y lo sigo pagando, así que valoro especialmente esta cualidad, que observo en Jordi Pujol y la resaltaría como uno de los aspectos más importantes de su personalidad. En su caso no se puede hablar de presiones ­externas, de lazos que constriñan en momentos determinados sus deci­siones. Es difícil imaginar, ­desde luego, que se someta a las directrices de sus asesores de imagen o a los consejos de sus socios de gobierno: ha hecho y dicho siempre lo que creía más con­veniente. Por tanto, en la decisión de ­retirarse no creo que hayan influido presiones internas o externas a su par­tido, que de buen seguro que han existido.

En política se espera que la gente actúe de determinada manera porque re­cibe presiones de su entorno, pero cuando alguien se descuelga con un registro totalmente contrario al que todos pensaban, entonces está demostrando su capacidad de gobierno y de decisión. Echar mano de lo inesperado, ser ­capaz de gobernar habiendo madurado las cosas y tomando las medidas de acuerdo con su conciencia: sólo el político que posee esta capacidad puede afrontar grandes cambios. ¿Acaso Mihail Sergueievich Gorbachov4, con quien tuve el honor de colaborar como presidente del Foro de Issyk-Kul, si hubiese comentado, aunque sólo fuera una vez, lo que tenía previsto hacer, ­habría podido emprender la fantástica tarea de transformación de la Unión Soviética? A este respecto, creo que Jordi Pujol ha sido un hombre que ha sufrido presiones muy grandes, y algunas las ha tomado en cuenta y otras no, pero al final ha decidido conforme a su conciencia y a una serie de grandes principios que guían su acción política.

Admiro su habilidad para congraciar a la audiencia

Se suele comentar de Pujol que es un hombre muy hábil, que sabe encandilar al ­auditorio cuando habla. Estoy totalmente de acuerdo con esta opinión, y, en este sentido, procuro fijarme en sus técnicas. Es una persona que tiene tres o cuatro puntos de referencia muy firmes y muy claros, con relación a lo que representa Cataluña, el gobierno, los principios fundamentales de la justicia, la democracia, etc., y el resto de su discurso político lo sabe arreglar de una manera atractiva de acuerdo a la ­audiencia de cada momento ­con­creto, escuchando atentamente su reacción para ir adaptando ese dis­curso a cada situación sin variar los puntos de referencia.

Pujol tiene una gran capacidad de adaptación

Hace poco tiempo estuve con él en una cena organizada por una empresa de fármacos alemana instalada en Cataluña, y le tocó pronunciar un ­discurso. Empezó hablando en catalán, y viendo que no le entendían, continuó ­hablando perfectamente en alemán . Después se dio cuenta de que muchos de los invitados no dominaban esa lengua, así que se dis­culpó y prosiguió en castellano. Fue adaptándose a las circunstancias de manera que los ­caste­llano parlantes quedaron contentos, los catalanes encantados de tener un President capaz de hablar en alemán, y los industriales más que satisfechos. Esta ­capacidad de adaptarse a la audiencia hace que la gente se dé cuenta de su estatura política. En un momento como el actual en que no sabemos muy bien hacia dónde vamos, una de las cosas que tranquiliza a la ciudadanía es pensar que el que gobierna sí sabe muy bien adónde va, algo de gran importancia cuando estamos desorientados.

La globalización económica desvirtúa los valores políticos

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el mundo actualmente es la globalización descontrolada y sus efectos sobre la política. Hemos acabado transfiriendo todas las responsabilidades tradicional­es del gobierno a los vaivenes de la economía, supeditándolas a los intereses de una minoría especuladora. Si los go­bernantes adquieren unos compromisos con sus votantes, se erigen en sus representantes legítimos, y luego resulta que declinan esos compromisos y esas responsabilidades a favor del buen funcionamiento del mercado, están estafando los principios democráticos. Esa transferencia es claramente irresponsable y choca con los más fundamentales principios y valores éticos. La globalización supone una monumental estafa por parte del 17% de los humanos que viven en las zonas más desarro­lladas y favorecidas del planeta, se aprovechan de ello en beneficio propio y manipulan al 83% restante que habita en ­barrios ­menos prósperos de esta aldea global.

Recientemente comentaba el tema con Jordi Pujol, le decía que en mi opi­nión el ­planteamiento general de la globalización atenta contra los principios políticos más ­sagrados, así como que el neoliberalismo estaba dando una fuerza enorme a las grandes corporaciones supranacionales, y él me daba en parte la razón y me contó su experiencia en el Foro Económico Mundial de Davos5. Me dijo que había estado presente en las reuniones, y que, en un descanso, estaba charlando con Tony Blair en el interior del ­recinto, cuando observó una manifestación de protesta en la calle. Hacía mucho frío y las calles rebosaban de nieve, pero los manifestantes eran muy numerosos. Siguieron conversando de sus asuntos pero, al cabo de media hora, Pujol se percató de que los manifestantes seguían allí y le ­dijo a Blair: Aquí fuera hay señores protestando, pese al frío que hace, y con toda dignidad nos están diciendo que no vamos por buen camino; nosotros debemos ­pensar que, cuando están en medio de la nieve sin moverse, es porque tienen alguna razón, yo no sé si la tienen toda, pero alguna seguro que la tienen y deberíamos ­escucharles.

Lo que empezó siendo un movimiento antiglobalización con algunas manifestaciones desgraciadamente violentas y salidas fuera de tono, hoy representa la posibilidad de construir otro modelo de relaciones internacionales; no sólo protestas, sino también propuestas. Asistimos a una evolución ­rápida de aquel movimiento que ya es capaz de presentar alternativas que se opongan a esta cultura actual de la fuerza y de la imposición, que exigen otras maneras de proceder, un regreso a los valores políticos.

Tortosa es catalana por voluntad propia

Quien me conoce sabe que, nacido en Barcelona, presumo a menudo de mi condición de tortosino adoptivo (pues de allí son mis padres y mis fami­liares) y del amor que siento por esa tierra y por su singularidad, no siempre bien comprendida desde otras zonas de Cataluña. Un día estaba charlando con Pujol y la conversación derivó en tono amistoso hacia el tema de Tortosa6. El President afirmaba jocosamente que la gente de Tortosa somos muy peculiares, con fuertes influencias aragonesas y valen­cianas. Yo le contesté que Tortosa es la más catalana de todas las comarcas de Cataluña, porque hubiera podido dejar de serlo. Argumenté que la virtud es proporcional a las ocasiones que tienes de perderla, y Tortosa históricamente ha tenido muchas posibilidades de perder su cata­lanidad y en cambio la ha conservado. La gente de Barcelona no ha podido nunca abjurar de ser catalanes porque son el meollo y el núcleo de la nación, así que se ha de conceder a los tortosinos y a los habitantes de las tierras del Ebro que son catalanes porque han querido serlo, por un tesón y una vocación que son muy importantes.

Valoración de la etapa al frente de la UNESCO

Guardo la UNESCO en mi memoria y estoy satisfecho de ella, no tanto por los logros personales de mi gestión al frente de la institución, como por lo que he aprendido durante doce años como director general de este orga­nismo. La UNESCO ha supuesto para mí, sobre todo, una plataforma privilegiada de observación del mundo actual y de acción a escala global, y me ha enseñado una serie de cosas, quizás muy intangibles y abstractas, pero que siempre reivindico en mis intervenciones públicas. Insisto frecuentemente en ellas porque me parecen lecciones provechosas y valores cívicos de aplicación general y cuya difusión conviene potenciar.

Enseñanzas de mi paso por la UNESCO

Habitamos este hermoso planeta seis mil millones de personas, cada una con el mismo grado de dignidad, la misma importancia y la misma capacidad creadora, y eso es algo que todos debemos tener claro: tenemos que trabajar para que todas las personas gocen de las mismas oportunidades de desarrollo personal, pues entre los ­seres humanos no es lícito establecer categorías distintivas. Últimamente ponemos demasiado el acento en la c de comercio, y por eso las cosas no nos están yendo bien, surgen asimetrías y diferencias, así que hemos de enfatizar la c de cultura, poner ese acento en la única cualidad distintiva de la especie humana, que es la capacidad de crear, de ­inventar. Ésta es nuestra gran posibilidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos, de diseñar nuestro propio destino.

Cataluña ha demostrado tener un gran respeto por la cultura

Estamos viviendo en la actualidad una cultura de guerra, una cultura basada en el principio si vis pacem para bellum7, y para mí esta es una cultura perversa; hemos de ser capaces de pasar a otra que promulgue si quieres la paz, ayuda a construirla cada día. A esta nueva forma de pensar creo que contribuye especialmente Cataluña, con su respeto por la cultura, por el impulso creativo individual, por la convivencia social, y en este punto concreto reside para mí su grandeza y su importancia en el conjunto de Europa.

1          La reunión entre Tarradellas y Suárez se celebró el 28 de junio de 1977. Al día siguiente se entrevistó con el Rey y se acordó el restablecimiento de la Generalitat con carácter provisional.
2          Marcelino Domingo (1884-1939), maestro de escuela, periodista y político. Republicano a ultranza, fundó el Bloc Republicà Autonomista, el Partit Republicà Català y el Partido Radical Socialista. Conspiró contra la dictadura de Primo de Rivera, participó en el pacto autonomista de San Sebastián y fue uno de los dirigentes de la sublevación de Jaca. Durante la República ocupó diversos cargos ministeriales en gobiernos de izquierda, destacando su labor al frente del ministerio de Instrucción Pública (creó más de siete mil escuelas y centros de enseñanza secundaria y dio gran auge a la enseñanza popular). Tras la guerra se exilió en Francia. Fue miembro destacado de la masonería.
3          Joan Reventós (1927), dirigente socialista catalán. Lideró el Moviment Socialista de Catalunya, impulsó la unificación de los diversos partidos socialistas catalanes, secretario general de Convergència Socialista de Catalunya desde 1976, del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE) desde 1978, y desde 1983 presidente de este último. Conseller de la Generalitat provisional, diputado en el Congreso, diputado y presidente del Parlament de Catalunya, embajador en Francia y senador.
4          Mihail Gorbachov (1931), político soviético. En marzo de 1985 se hizo cargo de la secretaría general del PCUS y de la jefatura del país. Miembro de una generación polí­tica que no había participado en los sucesos de la revolución bolchevique, decidió impulsar una apertura y modernización del régimen. A través de las doctrinas políticas de la Glasnost y la Perestroika diseñó una reforma a fondo del sistema comunista que culminó en la adopción de la economía de mercado y la legalización de asociaciones políticas. En el campo internacional, puso fin a la intervención rusa en Afganistán y al prolongado conflicto con los Estados Unidos, lo que significó el final de la guerra fría y el inicio de un progresivo desarme.
5          Reunión anual de los máximos dirigentes políticos y económicos de las principales potencias mundiales que se celebra en la pequeña y tranquila localidad suiza de Davos.
6          Ciudad catalana en el extremo sur del territorio, con unos treinta mil habitantes aproximadamente, capital de las tierras del Ebro. Este territorio fue conquistado a los árabes por el conde Ramón Berenguer IV y estuvo en disputa largo tiempo con el reino de Aragón.
7          Aforismo latino: “si quieres la paz, prepara la guerra”.