Julia Otero
Julia Otero
TH, 1r VOLUM. La transición política española

JULIA OTERO. Periodista

Periodista

Text del 09/12/2002,
Fotografía cedida J.O.

A menudo se comenta que los periodistas están atrapados en el frágil equilibrio de mantener su credibilidad y su puesto de trabajo al mismo tiempo.
Sin embargo, Julia Otero, no dudó en optar por la primera cuando comprobó que era incompatible con lo segundo, lo que aumentó más si cabe su prestigio profesional, reconocido con múltiples premios que avalan su trayectoria.

La transición supuso una sobredosis de ilusión colectiva

Cuando murió Franco tenía 15 años y en aquel momento estaba impregnada por los valores que mi abuelo, un viejo republicano, me había inculcado sutilmente. Recuerdo lo feliz que le hizo morirse tres meses después que Franco, incluso media hora antes de fallecer nos dijo al menos ese hijo de mala madre ha muerto antes que yo. Para mí significó recuperar parte de la memoria histórica que mi abuelo me había transmitido veladamente, aunque mi padre no quería que él me contase ciertas cosas que creía podían ponernos en peligro.

Respecto a la transición, joven como era, feminista, y con ese punto revolucionario de los adolescentes, al menos los de mi época, supuso una sobredosis de esperanza colectiva, que valoro especialmente ahora que las ilusiones han dejado de ser compartidas y han pasado a ser mucho más individualistas.

Fui la encargada de leer el comunicado golpista

En 1981, cuando el golpe de Estado del 23-F, ya trabajaba en Radio Mira­mar y fui la encargada de leer el comunicado de Milans del Bosch1, a la una de la madrugada en directo desde la radio. Recuerdo que me había ­incor­porado el 2 de enero, y el 23 del mes siguiente me encontré con semejante papelón. Creo que no era muy consciente de todo lo que estaba pasando, pero hay imágenes de ese día que no olvidaré nunca, como la de cierta persona que no nombraré, pero que conducía un programa de noche muy significado, que dijo: ahora se van a enterar esos rojos de mierda.

También recuerdo que por entonces, al no existir todavía los teléfonos móviles, y con los escasos medios de Radio Miramar, la única manera de saber lo que estaba pasando era enviar a alguien, que en ese caso fui yo. Cogí un taxi a las seis de la tarde y estuve dando vueltas por los cuarteles de Barce­lona, hice una carrera de unas siete mil pesetas de la época, es decir, mucho dinero, e iba parando por las cabinas para llamar a la emisora y comentar que veía poco movimiento, que todo estaba tranquilo. Supongo que enviaron a la redactora con aspecto más ingenuo para dar vueltas por los cuarteles sin levantar ninguna suspicacia. Cuando regresé tuve que leer el terrible comunicado de los golpistas.

En los primeros años de la transición se respiraba más libertad e independencia en los medios de comunicación que ahora

En aquellos momentos, ante la concatenación de acontecimientos que vivíamos, los periodistas íbamos aprendiendo sobre la marcha. Perso­nal­mente, en ese momento no tenía más cultura política que la gente que me escuchaba al otro lado de la radio, creo que fue un aprendizaje conjunto de unos y otros. Lo que sí me viene a la memoria es que los medios de comunicación, y no quiero decir con esto que tuvieran una especial motivación filantrópica, estaban aún muy alejados del sentimiento de negocio puro y duro que rige hoy. Evidentemente, el empresario también buscaba una rentabilidad, pero no era un objetivo que se llevara todo por delante. Los políticos, no sólo españoles, sino en todo el mundo, no ha­bían descubierto aún el gran juguete que suponen los medios de comunicación de masas, lo que nos permitía a los periodistas poder trabajar con bastante más libertad e independencia de la que tenemos ahora.

Cierta distancia es importante para poder evaluar lo que significó la transición

La trayectoria que ha seguido este país, el hecho de que ahora vuelvan a gobernar buena parte de los hijos de aquéllos contra los que combatíamos, ­demuestra hasta qué punto ha pasado ya el tiempo. Ahora se vive con normalidad una situación que, si nos la ­hubieran contado en plena euforia del cambio en 1982, nadie se la hubiera creído. Si en esos años nos hubieran ­detallado los apellidos de quienes nos gobernarían quince años más tarde, nos hubiera parecido inverosímil, lo que viene a demostrar hasta qué punto no fuimos del todo conscientes de que la transición había sido producto del pacto y del ­olvido. Una desmemoria voluntaria de nuestro pasado reciente que ha permitido que algunos de los máximos dirigentes de España, los que actualmente tienen la respon­sabilidad de gobierno, sean hijos y nietos de aquéllos contra los que se luchó.

No cabe duda que fue una época de grandes personalidades políticas

Aunque es algo que se ha dicho mucho, está claro que la Transición la hicimos ­nosotros, los ciudadanos, lo que no significa restar méritos a quienes en su momento tuvieron que tomar decisiones arriesgadas y valientes, incluso ale­jadas de lo que ahora se define sociológicamente como democracia de audiencia (este concepto, que ­encuentro especialmente interesante, viene de la sociología norteamericana y significa gobernar en función de la audiencia, es decir, con los sondeos estadísticos en la mano). Aquella fue una época de grandes ­líderes políticos aunque, evidentemente, sin el respaldo del pueblo no po­drían haber hecho nada, pero fueron capaces de ­interpretar lo que estaba ya en la calle y dar pasos de gigante hacia la democracia.

Suárez, por ejemplo, es un caso paradigmático. Teniendo rincones oscuros, porque ­venía de donde venía, decide un día legalizar el Partido Comunista de España (PCE), pero también Carrillo, que estaba al frente del mismo, es consciente de lo que tiene que hacer, no tensar la cuerda, y también lo saben Tarradellas y más tarde Pujol, al igual que Felipe González o Narcís  Serra con el ejército. Quiero decir que, aunque detrás estábamos todos, aquélla fue una época de grandes personalidades polí­ticas. Pujol ha sido un gran líder, como lo fue Felipe González, o Suárez que también hizo un buen trabajo, al igual que Carrillo. Se tenía el apoyo del pueblo, las personas para ­llevarlo a cabo e, históricamente, era un momento en el que nuestro entorno nos daba la seguridad o la convicción de que no había marcha atrás. La coincidencia en un momento determinado, en un espacio concreto, en una coyuntura mundial definida, conducía a un único camino. La gente lo entendió, y los que estaban al frente también. Hoy, en comparación, el nivel de discurso político que tenemos es francamente decepcionante.

La función del periodista es romper el horizonte de expectativas del entrevistado

La obligación de un periodista a la hora de hacer una buena entrevista es conseguir que el interlocutor que tiene sentado delante vaya más allá de lo que inicialmente ­tenía previsto, al igual que la obligación de éste es resistir la presión del entrevistador y no decir lo que no quiere decir. Lo que sí es ­excepcional es que un político diga toda la verdad, y menos en un medio de comunicación que posee un poder de influencia inmenso, y todavía menos cuando se gobierna con las encuestas en la mano, como me refería anteriormente hablando de la “democracia de las audiencias”.

Un buen político debe seducir y convencer a la gente con sus argumentos

Un buen líder político es aquél que es capaz de defender algo impopular y convencer a la gente de cuál es el camino a seguir, porque su obligación es seducirles y convencerles de que, por su información y su formación, ha tomado la decisión correcta. El mal líder es el que no sabe ostentar esta posición de liderazgo social, el que pregunta a la gente lo que quiere oír y ­después se lo dice, el que no corre riesgos con los sondeos en la mano, el que sólo dice lo que se espera de él, lo que quieren sus votantes, el que siempre, en definitiva, se está mordiendo la lengua. Un líder no puede gobernar de espaldas al pueblo, pero tampoco haciéndole la pelota sistemáticamente.

Mario Conde, prototipo del hombre triunfador

Lo cierto es que en mi faceta como entrevistadora ha habido de todo, héroes y villanos. Recuerdo que hice la primera entrevista donde se oyó la voz de Mario Conde2 quien, aunque no fue un líder de la transición, en ese momento protagonizaba todas las páginas económicas de los periódicos de este ­país. Era un modelo social a seguir, el prototipo del hombre triunfador, y cuando lo entrevisté alcancé una audiencia de dieciocho millones de personas, que no está mal. Personalmente, me pareció una persona con una ambición desmesurada, y una pasión por la política que le hacía acariciar la idea de llegar a presidente del gobierno.

Alfonso Guerra, pionero de los escándalos políticos

Otra entrevista particularmente sonada fue la que le hice a Alfonso Guerra (en ese momento todavía vicepresidente del gobierno) poco antes de que saltara el escándalo por lo de su hermano. Claro que, visto desde la perspectiva actual con la magnitud de los escándalos de tráfico de influencias y económicos que ha habido, da un poco de risa que se le obligara a dimitir por algo así.

Gutiérrez Mellado, persona profundamente interesante y repleta de elocuentes silencios

En el mismo programa, La Luna, tuve la suerte de entrevistar a Gutiérrez Mellado poco antes de que muriese. Me pareció una persona profundamente interesante, repleto de elocuentes silencios, y con una prudencia paradigmática que le obligó a no decirme nada que creyera que no debía comentar, aparte de lo históricamente ya conocido. Fue un hombre que murió con la misma prudencia de militar y de obediencia debida a un sistema, en su caso el democrático, que hizo que se levantase y se enfrentase a Tejero cuando entró en el Congreso de los Diputados para intentar detener esa infamia que fue el golpe de Estado del 23-F3.

Durante la hora y media que duró el programa desgranó toda la crónica de aquel suceso desde el optimismo de quien había ganado. Habían pasado ya siete años, pero me impresionó la firmeza personal, la integridad y la convicción que transmitía. En ningún momento me dijo nada que comprometiese a nadie, porque su lealtad a quienes habían confiado en él era absoluta, supongo que debía ser esa especie de honor castrense que deben tener todos los militares. Aunque no olvidemos que España ha sido uno de los países donde los militares se han atrevido a disparar contra su propio pueblo.

En el periodismo es fundamental conservar la humildad primigenia de nuestra función de intermediarios

Como profesional, nunca he tenido la sensación de estar siendo de una utilidad especial para la sociedad, incluso suelo sospechar de quienes lo llevan como bandera. El periodismo debe tener la condición de humildad primigenia de quien está haciendo simplemente un papel de intermediario. En estos últimos años, los medios de comunicación se están convirtiendo en un circo, donde se lucha por ver quién llega más lejos, quién obtiene la primicia, quién muestra mejor la catástrofe. Si yo cada día pudiera alimentar a alguien o salvarle la vida con mi trabajo, puede que sí tuviera esa percepción de utilidad, pero, y esto lo digo con el corazón en la mano, no creo que por mi profesión lo haya sido.

Mi mejor labor como comunicadora ha sido rodearme de personas que abren interrogantes e invitan a la reflexión

De lo que sí me siento orgullosa, tanto en televisión como en radio, es de haber sabido rodearme de personas de una gran solvencia intelectual con las que hemos compartido la actitud de cuestionarnos las cosas, de plantearnos dudas. En un mundo donde parece que la gente cada vez tiene más respuestas, donde se pontifica constantemente, donde cualquiera es tertuliano, donde todos saben todo, el hecho de encontrar gente que dude, que cuestione, que abra interrogantes y te lleve a reflexionar, es especialmente estimulante, y pienso que es mi mejor aportación como comunicadora; no creer las primeras versiones, ir un poco más allá pero no para decir esto ya lo sé, sino al contrario, para ver que no lo sabes, al igual que otros, pero diciéndolo en voz alta, porque sus dudas también son las nuestras. Además, cuanto más presumen ciertos colegas, menos tentada me siento a hacerlo yo. Me inquieta cuando alguno se jacta de hacer caer gobiernos, porque haberlos los hay.

Estamos siendo muy soberbios al hablar de globalización

Hasta el día de hoy la globalización es mentira. Somos tan egocéntricos que entendemos por globalización lo que nos pasa a unos cuantos del planeta: a los de Europa, parte de Asia y los Estados Unidos. Es decir, lo que se conoce por Occidente es, para nosotros, el planeta. La inmensa mayoría de la población mundial vive en la pobreza, nosotros somos una minoría. ¿Acaso globalizamos la riqueza? ¿De qué le sirve Internet a alguien que no tiene qué darle de comer a sus hijos? Son muchos más lo que se mueren por hambre o por enfermedad, que la gente sana y saciada del mundo. Pero somos tan soberbios que hablamos de globalidad. Entonces, ¿qué hacemos con el resto? ¿Y la cultura? Porque la cultura viene después del pan, cuando la gente tiene trabajo y come tres veces al día. En realidad lo que significa la globalización, es que una calle de Milán, de Paris, de Boston o de Barce­lona cada día se parezcan más porque todas tienen las mismas tiendas de las mismas firmas, los mismos escaparates, las mismas cadenas de cafeterías, sin distinciones.

Los periodistas estamos atrapados en el peligroso equilibrio de  mantener nuestro trabajo y nuestra credibilidad al mismo tiempo

El periodista siempre vive en el filo de la navaja porque está atrapado en el peligroso equilibrio de mantener el trabajo y la credibilidad al mismo tiempo, ya que a menudo, por mantener la integridad pierdes el trabajo, y a la inversa, por no jugarte el puesto arriesgas tu credibilidad. Y como, lógicamente, no se le puede pedir a un periodista que tenga una superioridad moral mayor que la de los demás, tenemos que movernos en una frontera muy estrecha y defendernos constantemente de la presión que recibimos de los medios públicos porque lo son, y detrás de ellos siempre están los colores de algún gobierno, y de los privados porque al serlo obedecen a unos criterios puramente materiales o están regentados por amigos de poderosos a los que deben proteger. En estas circunstancias es comprensible que los periodistas en más de una ocasión tengamos que autocensurarnos.

En esta profesión cada uno tiene su propio código de valores

En este sentido, creo que la única integridad posible en esta profesión reside, precisamente, en el grado de autocensura y en las circunstancias que la aplicas. En mi caso, algunas veces me he tenido que morder la lengua, pero nunca en unas circunstancias y en un grado que me hayan impedido irme a mi casa y dormir tranquila, porque si tuviera que hacer algo de lo que luego me avergonzara, preferiría marcharme o dejar que me despidieran, como ya me ha sucedido. En ese caso, cuando me echaron de Telefónica, es decir, de Onda Cero, por consignas puramente políticas, a mí me hicieron un favor indirectamente, ya que cuando hubiera estallado finalmente el escándalo de las stocks options por el que cien ejecutivos se han llevado de Telefónica, que era la joya de la corona de las empresas públicas, centenares de millones de pesetas, tendría que haberme ido de la emisora dado que no hubiera podido atacar a quien me pagaba a final de mes. Ni ellos se podían permitir pagar a alguien que les criticaba abiertamente, ni yo omitir una cuestión que me parecía gravísima, pero me lo pusieron fácil porque no me dejaron llegar a una situación límite. Con esto quiero decir que no se le puede pedir al periodismo una heroicidad que no tienen otros colectivos, ni médicos, ni abogados, ni nadie, todos tenemos el punto débil de que nos gusta comer cada día. A partir de aquí cada uno tendrá un código de valores que defenderá como crea que tenga que hacerlo.

Mientras nos dejen solas en la lucha por la conciliación laboral, las mujeres de este país seguiremos teniendo 1,2 hijos, lo que supone la natalidad más baja del planeta

Un hombre termina la carrera, arranca su trayectoria profesional y ya nada le detiene, está enfocado a conseguir lo que se ha propuesto. Las mujeres, sin embargo, en el mismo supuesto, seguimos siendo responsables de que el mundo siga adelante por nuestra función reproductora, claro que hasta eso nos lo están poniendo cada vez más difícil, y a nadie le cuesta comprender  por qué, desde que podemos controlar nuestra capacidad de concepción, la natalidad ha descendido radicalmente, ya que también eso lo tenemos que pagar nosotras. Cualquier mujer que trabaje debe conciliar dos tipos de vida laboral (la remunerada y la no remunerada), algo que un hombre generalmente nunca deberá hacer, porque ese aspecto lo tiene cubierto. Y cuando digo cualquier mujer, digo hasta una ministra, porque no me cuesta nada imaginármela pendiente de la intendencia y el funcionamiento de su casa. Recientemente, en una entrevista que me hicieron en La Vanguardia decía que había que feminizar los horarios, y tuvo tanto éxito que me llamaron asociaciones, políticos y mucha gente, porque no puede ser que trabajemos todo el día y nos resignemos a ello renunciando a nuestro tiempo libre y a la familia. Tenemos que tener una hora de entrada y de salida razonable que nos permita a ambos, hombres y mujeres, ocuparnos de nuestra familia. Si nos dejan solas en esto seguiremos teniendo 1,2 hijos por mujer, la tasa de natalidad más baja del planeta.

La noche electoral de 1982 fue especialmente emocionante porque, finalmente, triunfaban los vencidos

Existen planteamientos demasiado maximalistas para lo que es la vida. Cada cual puede tener momentos que recuerda con más nitidez, pero en lo que se refiere a las noticias, cuando se ve desde una perspectiva generalista, se pierden las proporciones, es el brochazo. No podría decir una noticia especialmente alegre que recuerde, quizás el triunfo de la izquierda en 1982 fue una noche mágica para muchos, emocionante porque por fin vencían los vencidos, los que habían perdido durante tantos años.

Vamos tan deprisa que nos adelantamos a la propia realidad

No soy de quienes juzgan a los políticos ni mejor ni peor que a la gente que les vota. Puestos a poner méritos, las medallas se las cuelgo a todo el mundo, al igual que las críticas, porque nadie es inocente. Cuando se denostan ciertos programas de televisión, los mismos que los critican los están viendo. Estoy plenamente convencida que si un político supiese que con un discurso razonado y razonable, moderado, educado, ponderado y cultivado iba a convencer, a transmitir lo que quiere, lo haría. Supongo que en la sociedad actual de las prisas no hay ninguna idea que se pueda explicar en más de treinta segundos, porque vivimos de eslóganes, colocamos una idea, que a veces ni siquiera lo es, como un titular, y ambos se confunden, por lo que todo aquello que pueda decirse en treinta segundos será mucho mejor, porque hay que ir deprisa, sin tiempo para digerir la información. Sucede algo en el mundo e inmediatamente comenzamos a especular, a correr tan rápido que nos adelantamos a la propia realidad.

El 11 de septiembre, una hora después de haberse caído las Torres Gemelas, ya estábamos viendo una manifestación, supuestamente de palestinos, celebrándolo, y eso significa que nos están adelantando una presunta conexión, nos quieren hacer creer que son los culpables. ¿Por qué? Pues porque si se tiene que cubrir una información, histórica y mediáticamente importantísima, y para ello se tienen que llenar los espacios vacíos. Se va tan rápido que a las nueve de la noche de aquel día ya se habían barajado todas las opciones e hipótesis posibles. No tenemos ni tiempo para pensar, ni paciencia para escuchar, por lo que cuanto más rápido y más alto se diga, mejor. Es un signo de los tiempos, los asesores de los políticos los educan para que sean breves porque está comprobado que, a partir de unos cuantos minutos, el mensaje se pierde.

Castelao decía que el pueblo gallego,en lugar de protestar, emigra

En la catástrofe del Prestige los medios han bombardeado con información e imágenes, pero es que ha sucedido algo trascendental. Cuando piensas que en Galicia, el PP lleva cuatro legislaturas en el poder, este despliegue de la tragedia ha significado la visualización de que el pueblo gallego ha dejado de confiar en aquéllos a los que sistemáticamente han entregado su voto. Si abuchearan a la oposición no sería noticia, el mensaje reside en que alguien del PP, que se ha paseado por ese país como un cacique, ha recibido finalmente la evidencia de una indignación legítima y la hostilidad de los gallegos, algo que en Galicia no es frecuente. Como decía Castelao4, es un pueblo que en lugar de protestar, emigra. Pero ha llegado la gota (aunque habría que decir las toneladas) que ha colmado el vaso, porque el pueblo tiene que aprender a protestar, no a resignarse y emigrar, tienen que perder el miedo a los caciques de siempre, porque allí la transición ha pasado de puntillas. Un intelectual que admiro mucho, Suso del Toro, decía el otro día que el problema que tiene Galicia es que no ha tomado conciencia de su existencia como pueblo, como país. Y en mi caso, gallega criada en Cataluña, es decir, en un país que sabe muy bien quién es y lo que quiere, anhelaría para mi país de origen lo mismo, lo deseo profundamente.

Si algo define a Pujol como persona y como político es el respeto que ha sabido ganarse por parte del equipo de profesionales que le rodea

Personalmente creo que el President Pujol es una persona difícil de entrevistar, casi imposible, porque contesta a lo que le preguntas sólo si le interesa, y es capaz de argumentar con la respuesta de otra pregunta que ni siquiera le has planteado si cree que en ese momento toca. En este sentido es un entrevistado complicado, pero he observado a lo largo de los veinte años que llevo haciendo entrevistas, que ayuda mucho a conocer al entrevistado la actitud que tienen hacia él los equipos de asesores, secretarios o jefes de prensa que lo rodean, y en el caso de Pujol, percibes que lo tratan con un gran respeto, y eso es algo que dice mucho a favor del personaje, de cómo trata a los demás y de cómo mueve los hilos.

Uno de los últimos mohicanos que quedan de la transición

Habría que incluirlo dentro del grupo de grandes hombres que ha tenido la política del Estado español. Es uno de los últimos mohicanos que quedan de la transición, a la que aportó mucho, al igual que ha sido fundamental en el actual diseño del Estado. Forma parte del conjunto de privilegiados que han podido escribir la historia. No conozco ningún adversario de Pujol que no me haya reconocido, en público y en privado, su gran capacidad política. Todos reconocemos su talla como político y como estadista, quizás ha sido otra cosa su trayectoria como gestor.

Pujol supo neutralizar la violencia a través del diálogo

En Cataluña, además, tenemos una deuda importante con él por cómo afrontó y neutralizó lo que en su día fue una tentación hacia la violencia como vía para la reivindicación por parte de Terra Lliure. Ahora apenas sí lo recordamos, pero aquellos cachorros que se podían haber alimentado peligrosamente en otros sitios, sin embargo, fueron invitados a sentarse a una mesa y a hablar para entrar en un estadio distinto de la reivindi­cación política

Una imagen macerada por la historia

También conocí a Tarradellas, en aquella época en que pedía a las mujeres que llevasen falda. Yo era muy joven y asistí a un par de ruedas de prensa, siempre callada, para aprender. En aquellos años no se tenía tanta prisa y a las ruedas de prensa iban los mejores profesionales de cada medio. Se convertían en encuentros donde los periodistas sabían que tenían que resultar incómodos y preguntar lo que tenían que preguntar, y donde los políticos sabían que se la jugaban precisamente por ello. Actualmente, a las ruedas de prensa van los becarios, los últimos que han fichado, escuchan lo que dice el señor con el micrófono y se marchan, a veces sin que nadie les pregunte. Recuerdo las de antes, donde se iba a escuchar y a ver qué pasaba, porque estaba la gente de edad, la que tenía ya una larga experiencia, se aprendía mucho con sólo asistir.

También le hice una pequeña entrevista, aunque lo tengo un poco desdibujado, más que un recuerdo personal es un recuerdo contaminado por todo lo que he leído después sobre él. Es como cuando confundes lo que sabes con lo que sentías, pensabas o veías. Es una imagen macerada por la historia, pero mi percepción es que hizo bien lo que hizo.

Los sentimientos son ingobernables

La patria para mí es un sentimiento, y de la misma forma que nadie puede obligarte por ley a enamorarte, no se puede imponer el sentimiento patriótico. Más allá de que esté escrito en la Constitución o en los estatutos, la gente tiene derecho a sentir cuál es su patria, es decir, todo aquello que emocionalmente le hace formar parte de un grupo que reconoce como suyo, y contra eso no se puede luchar. No puedes decirle a un francés que se sienta italiano, por muchas leyes que le impongas. Sin embargo, esto es una obviedad que no se entiende, y cuando las evidencias no se asumen empiezan los problemas. Es lo que no comprenden a veces los que están inmersos en otro nacionalismo, entienden que a nadie se le puede obligar a enamorarse, pero no les cabe en la cabeza que tampoco pueden obligarte a considerar como tuyo un país que no lo sientes como tal. Y esto, les guste o no, es así, los sentimientos son ingobernables.

1          La conspiración del golpe de Estado había comenzado en julio de 1980 por parte de algunos altos mandos del ejército y la guardia civil, entre los que destacaba el ayudante del capitán general de Valencia, Jaime Milans del Bosch. Fue éste quien ordenó sacar los tanques por las calles de Valencia y difundió por radio un comunicado de estado de excepción. Cinco horas más tarde Milans deja el mando acatando las órdenes del Rey.
2          El banquero Mario Conde, presidente de Banesto, saltó a la fama a mediados de los 80 por su estilo atrevido en los negocios, convirtiéndose en un modelo a seguir para muchos. Sin embargo, a principios de los 90, el Banco de España tuvo que intervenir ante el riesgo de quiebra de la entidad bancaria, amenazada por las imprudentes operaciones financieras promovidas por Mario Conde.
3          Cuando Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados lo hizo al grito de “¡Todo el mundo al suelo!”, que tuvo el efecto inmediato de que todos los congresistas, tras oír una primera ráfaga de disparos al aire, obedecieran ocultándose tras sus escaños, excepto Santiago Carrillo y Adolfo Suárez, que permanecieron sentados. El general Gutiérrez Mellado fue el único que no sólo incumplió dicha orden sino que, levantándose de su escaño, se enfrentó a los golpistas, que llegaron incluso a zarandearlo violentamente.
4          Alfonso Rodríguez Castelao (1886-1950), político, escritor, pintor y dibujante. En 1912 ingresa en el movimiento nacionalista Acción Gallega. Es elegido diputado en 1931 por la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA). Fue el principal promotor del estatuto de autonomía de Galicia, abortado por la guerra civil.