Felipe González
Felipe González
TH, 1r VOLUM. La transición política española

FELIPE GONZÁLEZ. Presidente del gobierno de 1982 a 1996

Fotografía : M.Povedano

Comentarios del Presidente Don Felipe González sobre la Transición Política Española

Tomó el relevo en la consolidación de un cambio, sin rupturas ni revanchas. Su moderación y capacidad conciliadora en la oposición le valió la confianza y el liderazgo que el país reclamaba para ser modernizado y situarse en línea con los más avanzados.

Fantasía para lo que parecía un imposible

Conocí a don Felipe González en la cafetería del Castellana Hilton de Ma­drid. Le acompañaban, en la barra, don Alfonso Guerra, don Joaquín Almunia1 y varios políticos que hoy son personalidades ya casi históricas. Yo iba con un amigo que se ruborizó cuando me vio saludarles y charlar brevemente con ellos: son el futuro, dentro de poco, gobernarán España comenté sin levantar mucho la voz. Mi amigo, menos atrevido, me respondió: “mejor no nos metamos en líos”.

Eran los primeros años de la transición, de miedos entreverados con esperanzas. Todavía no nos habíamos hecho a la idea de que ya nada volvería a ser como antes. Los del pueblo llano, no sabíamos lo que se cocía. Nos costaba mucho entender todo aquel proceso de cambio, entender qué querían decir tantas siglas. Había socialistas de diferentes nomenclaturas y “regiones”. ¿Cómo podía uno solo representarles a todos y llegar al poder? También nos preguntábamos, ¿si no ha gobernado nunca, cómo se las apañará?, ¿cómo va a gobernar si nadie le ha enseñado? Desde la calle las cosas no se ven como las ven los políticos desde dentro.

Tantos interrogantes, tanta buena fe y un Felipe con tanto gancho… Su bufanda larga, su cara de buena persona, de hombre sencillo que tuvo la fortuna de acceder a la cultura, con ideas claras… Felipe invitaba a la fantasía, a lo imposible. Quizás por eso cautivó, aprendió rápido y gobernó. El pueblo lo pedía a gritos. Recuerdo su discurso de Presidente electo, recuerdo mis lágrimas, que nunca contengo cuando me tocan el corazón, y las contenidas del resto de los telespectadores de la cafetería en un hotel de la Costa Brava.

La izquierda ya podía gobernar sin que pasara nada

Pasaron los años de Felipe. El tiempo nos dio un gran estadista, hoy reconocido en todos los foros políticos del mundo. Pero yo le seguiré recor­dando con la nostalgia de sus primeros y tímidos años, cuando nos repartía ­ilusiones de democracia y libertad.

Felipe será siempre, para muchos, el primero de la clase, el más aplicado. Eran años de aprendizaje en el manejo de la política, atrás quedaban las ­carreras ante los grises, la clandestinidad, las reuniones temerarias y los ­libros prohibidos. Ahora había que demostrar para qué habían servido tantas movilizaciones. Todo un pueblo debía adquirir unos conocimientos ­mínimos sobre el funcionamiento político. Los responsables de­bían aprender a gobernar. Todos teníamos que aprendernos la lección de la democracia y las libertades.

La democracia no empezó con Felipe, Suárez y Calvo Sotelo fueron sus artífices, pero ¡Dios, con cuántos temores! ¡Cuánta angustia sin fin! El miedo al recorte de libertades recién estrenadas, al tijeretazo (que acabó siendo tejerazo), al militar de la vieja escuela, a tantos hombres del régimen con ganas de acabar, de una vez por todas, con los que estaban arruinando su trabajo de tantos años…

El pueblo, socialista o no, sintió alivio por primera vez cuando vio que uno de la izquierda podía gobernar sin que pasara nada. Éste fue el primer y auténtico síntoma de democracia y libertad. ¿Qué jamás habría llegado sin las extraordinarias Cortes de Torcuato Fernández Miranda, ni sin Suárez y Calvo Sotelo? Por supuesto, pero, es ahí y sólo ahí cuando el pueblo respiró hondo.

Un ejemplo de moderación que no se olvidará

Y ya que, en buena medida, esta sensación se debe al talante de un hombre bueno, como era y como es don Felipe González, es por lo que creo que debe ser reconocido y recordado. Lo aclaro porque a lo largo de este libro se habla mucho de los primeros años de la transición, en los que Felipe sólo pudo ­actuar desde la oposición, que por otra parte debía ser comedida y mesurada ya que “los de siempre” no le quitaban ojo al rojo (y si no, a saber qué habría pasado de prosperar el golpe de Estado, y eso fue cuando ya le faltaban pocos meses para ser Presidente).

Insisto, se habla mucho de los primeros años sin que don Felipe González aparezca ni destaque, Pero él estaba. Como estaban Tierno Galván, Carrillo, Alberti, Dolores Ibárruri, sólo que él era el único que podía llegar al poder. Debía hacerlo desde la cordura, la moderación y su innegable capacidad conciliadora, sin la cual nada habría sido posible. Esos silencios son los que mejor hablan a favor del trabajo que pudo hacer Felipe en aquellos primeros años de la transición.

Si Suárez impulsó la España autonómica, si durante su mandato se aprobaron los estatutos históricos que tanto preocupaban2, si superó más de una intentona militar3; Felipe por su parte se atrevió a nombrar un ministro de defensa catalán4 para que reformara y modernizara las Fuerzas Armadas. Negoció importantes traspasos de competencias con las comunidades históricas, puso los cimientos y normalizó el Estado de las autonomías. Sin olvidar que es el padre de la España del bienestar, de las grandes infraestructuras y la consolidación democrática. Un forjador de la España y la Europa de finales de siglo, con reconocido prestigio en el viejo continente y toda Hispanoamérica.

1         Alfonso Guerra fue vicepresidente del gobierno bajo el mandato de Felipe González. Joaquín Almunia fue ministro de Trabajo, Administración Territorial y Administración Pública. Tras la retirada de Felipe González le sustituyó en el cargo de secretario general del psoe y candidato a la presidencia del gobierno.
2          Vasco y catalán.
3          Además del frustrado golpe de Estado del 23-F, a lo largo del periodo inicial de la transición se sucedieron varias tentativas de rebelión militar (la primera a raíz de la legalización del pce, más tarde a causa de la amnistía a los integrantes de la umd, luego vino la “operación Galaxia” encabezada por Tejero en vísperas del referéndum constitucional). El último de ellos, encabezado por tres coroneles, se fraguó en 1982 y estaba previsto para la víspera de las elecciones generales que acabaron dando el poder a Felipe González.
4          Narcís Serra, que abandonó el cargo de alcalde de Barcelona para convertirse en ministro de Defensa y, más tarde, en vicepresidente del gobierno.
Disculpas
Lamento que la apretada agenda de don José María Aznar no le permitiese participar en este volumen, por lo que pido disculpas a los lectores.
Por otra parte, ruego a don Juan Carlos Rodríguez Ibarra que disculpe mi imposibilidad de acudir a Extremadura. Dejo constancia de mi gratitud.
Otras cuatro personalidades excusaron su participación por motivos de agenda. No obstante, agradezco igualmente su gentil respuesta.