Sr. Rigol
Sr. Rigol
TH, 8è VOLUM. El Procés, Destacada

SR. JOAN RIGOL ROIG

Asesor empresarial, doctor en Filosofía y en Teología, exvicepresidente primero del Senado y expresidente del Parlamento de Catalunya

Texto del 11/01/2017

JOAN RIGOL ROIG

Torrelles de Llobregat (Barcelona)

La educación, la cultura y el sentido cívico inspiran a este protagonista de la historia política contemporánea catalana. De talante conciliador, siempre ha querido participar de la vida social del país. Ahora confía en que el pueblo catalán sabrá mantener esas convicciones conservadas a lo largo de los siglos, y que marcan su identidad, para superar el túnel en el tránsito hacia un horizonte que tiene que garantizar un futuro mejor para las nuevas generaciones.

Ver texto completo. Elija el idioma:

[expand title=»Español» />» trigclass=»arrowright»]

 

Partícipe de la vida social

Desde joven he procurado participar pacíficamente en la vida social del país. Por ello, en 1968 me remitieron al Tribunal de Orden Público por acoger en mi domicilio reuniones del sindicato Comisiones Obreras. Cuando el franquismo agonizaba, un grupo de personas nos propusimos incorporarnos a los partidos políticos y no permanecer pasivos ante la posibilidad de velar por el interés común en la inminente etapa democrática. Finalmente, decidimos que donde mejor encajábamos era en Unió Democràtica de Catalunya, partido nacionalista que pretendía construir un país con sensibilidad social, focalizado en las personas y el sentido comunitario.

El legado de Coll i Alentorn

Tras haberme encargado la formación de una patronal de pymes, Pimec, de la que fui primer secretario general, en 1979 obtuve mi acta de diputado en las Cortes españolas por la coalición Convergència i Unió. Posteriormente fui designado consejero catalán de Trabajo y, más adelante, de Cultura. Asumí la presidencia de Unió, durante 13 años, tras haber fallecido Miquel Coll i Alentorn; un hombre que nos legó un savoir faire de la política, ya que fue capaz de transmitirnos los valores y las contradicciones de la Generalitat republicana, con su señorío y su alto sentido de la responsabilidad y la dignidad institucionales. Representaba lo que la gente pensaba que tenía que ser un político. Cuando se debatía la Constitución, nos urgía a aprobarla por dos razones: porque equiparaba «nacionalidad» a nación y porque, según el artículo 150.2, el Estado podía traspasar todas las competencias a la Generalitat. Pronto se entendió que el Estado no contemplaba ese escenario, sino que pretendía asimilarnos como otra Comunidad Autónoma más.

Trabajo y espíritu inquieto marcan la identidad catalana

Si Felipe V levantara la cabeza se sorprendería al ver que, lejos de sus propósitos, ni nuestra lengua ni nuestras instituciones quedaron aniquiladas. Por el contrario, gozan de más fuerza que nunca, mientras que el sentimiento reivindicativo es incluso más poderoso. Las diferencias con España vienen de lejos. En el siglo XVIII, Catalunya hizo un cambio extraordinario de men – talidad, al pasar de una economía agraria de subsistencia a generar excedentes que le llevaron a traspasar fronteras. Se sacudieron de encima la concepción del trabajo como esclavitud para asumirlo como la base de construcción del país. Ello sumado a un espíritu inquieto marcan la identidad de una Catalunya despojada de instituciones propias y que, pese a disponer de escasas materias primas, transitó hacia la industrialización gracias al esfuerzo de gente con mentalidad emprendedora.

Una Administración tejida de abajo arriba

La identidad catalana la ha sostenido el pueblo, con el trabajo, el emprendi-miento, el sentido de la justicia social o la cultura novecentista. Solo a partir de aquí surgió la dimensión política, con Prat de la Riba como principal artífice de pequeños grandes logros, léase el Institut d’Estudis Catalans, las escuelas de profesionalización de las mujeres o la estructuración de las redes de comunicación. Fue una Administración pública tejida de abajo arriba.

Dos conceptos del poder político muy diferentes

Profesionales reputados, como el arquitecto Domènech i Montaner, se significaron por dar trascendencia a su labor profesional en busca de la dimensión pública. Este espíritu contrasta con el de un Estado de talante imperial que ha ido fracasando a lo largo del tiempo y reduciéndose y deteriorándose cada vez más. Así las cosas, es difícil que prospere el diálogo entre Catalunya y España porque encarnan una concepción del poder político absolutamente diferente.

Letra muerta

La «conllevancia» que reclamaba Ortega y Gasset para con los catalanes ha derivado en agresividad. La diferencia entre nacionalidades y regiones intentan diluirla con una visión castellana profunda y orgullosa, envalen-tonada con un Tribunal Constitucional que no entiende los presupuestos políticos previos que alberga cualquier Constitución. La han convertido en letra muerta, porque han obviado los principios de la convivencia política de la Transición para hacer de ella un arma del imperio contra Catalunya. Con ello no solo reducen la estructura orgánica de la Generalitat, sino que ofenden a todo un país.

La fuerza de las convicciones

Tras la laminación del Estatuto por parte de las Cortes españolas y la desautorización absoluta del Tribunal Constitucional, pensaban que habían aniquilado al pueblo catalán. Nada más lejos de la realidad, porque lo que provocaron es la reacción de una nación que basa su fuerza en sus convicciones y en su sentimiento de catalanidad. Y eso ha permitido vertebrar un proyecto democrático colectivo que choca frontalmente con ese poder vertical que encarna la tradición española. Estamos en un momento de correlación de fuerzas por la supervivencia de cada una de esas identidades; calibrando en qué se cede o no.

Convencer a quienes no tienen espíritu reactivo

Personalmente, creo que la opción del referéndum está bien estructurada, pese a no estar amparada en la ordenación jurídica española. Veremos si la democracia y la política son capaces de vencer esa camisa de fuerza en la que algunos quieren convertir la Constitución. Los catalanes ya hemos reaccionado ante esa evidencia, con ese 48% simbólico logrado en las elecciones plebiscitarias. Pero es preciso convencer a quienes no tienen ese espíritu reactivo ante la necesidad de abordar el futuro para nuestros hijos y nietos.

Un proyecto de convivencia humana

Nuestro concepto de independencia no tiene nada que ver con el de los siglos XVIII o XIX, vinculada a las fronteras o a hipotéticas invasiones militares. Se trata de un proyecto de convivencia humana ante un mundo futuro sin alma. Sin renunciar a la globalización, aspiramos a un país basado en la cultura, la educación y el civismo, donde cualquier ciudadano tenga derechos y deberes en la construcción de un proyecto colectivo de convivencia. Y las estructuras actuales del Estado merman la capacidad de concebir tal proyecto.

Dar personalidad a lo que nos rodea

Será necesario profundizar en el debate sobre ese proyecto, que contempla garantizar la preparación de la juventud para hacer frente a los retos de la econo-mía global. Si somos capaces de aportar conocimiento y capacidad de iniciativa, Catalunya tendrá un futuro esplendoroso, porque el sentido del trabajo debe orientarse a dar personalidad a lo que nos rodea: una cultura basada en los valores cívicos y en ese espíritu de abajo arriba que inspire lo público y que permita regenerar la política. Una res publica que no debe estar fragmentada por partidos que solo aspiran a ganar elecciones para ejercer el poder, sino fundamentada en formaciones que, asumiendo el pluralismo como riqueza, contribuyan al pro-yecto de comunidad humana. Y por pluralismo me refiero a los valores trans-versales que hemos mantenido a lo largo de la historia.

Reconocimiento común del mismo sentimiento

Entiendo que el Procés empieza en la primera manifestación en la que los catalanes nos encontramos en el ágora pública y nos reconocemos con el mismo sentimiento de catalanidad. Es el punto de arranque de una dinámica que se irá configurando primero con el derecho a decidir y, después, con el pacto nacional por el referéndum. Es la plasmación en las calles, con un civismo extraordinario, del rechazo al ataque del Tribunal Constitucional.

Solo si nos mantenemos firmes veremos la luz al final del túnel

Estamos en un momento de confrontación donde el primero que baje del caballo pierde. El pueblo de Catalunya tiene que mantener no solo esa fuerza expositiva del 11-S sino mostrar sus profundas convicciones; siempre en el marco del civismo y las actitudes democráticas. Estamos cruzando un túnel con un horizonte a la salida que solo veremos si nos mantenemos firmes en este tránsito oscuro. La fuerza de Catalunya no es ni militar ni diplomática, sino que reside en el espíritu de su gente.

Lo importante, que el pueblo se pronuncie

Ignoro qué ocurrirá al día siguiente del referéndum; o cómo puede tener validez internacional inmediata si se convoca unilateralmente. Pero confío en quienes tienen el mandato para convocarlo. Una vez celebrado, lo importante es que el pueblo se habrá pronunciado; y me someteré a su veredicto. Si gana el «No», seguiré trabajando en la resistencia para lograr la independencia de Catalunya. Si gana el «Sí», me mantendré como un ciudadano más empujando el país hacia una política regenerada y basada en el civismo y la convivencia.

Por un momento fundacional con vocación de unidad

Hemos vivido un exceso de política de confrontación y no hemos hallado aún el lenguaje de la transversalidad. Necesitamos un momento fundacional con vocación de unidad en los puntos fundamentales. No podemos impulsar un proceso constituyente dominado por una pugna ideológica entre derechas e izquierdas; necesitamos elaborar una buena Constitución que se base en un sentido ético radical y donde todos tengamos cabida. Como recordaba Coll i Alentorn, cuando te dicen que no hay nada que hacer, sólo te están transmi – tiendo que todo está por construir y que hay que empezar cuanto antes.

[/expand]
[expand title=»English» />» trigclass=»arrowright»]

Business consultant, Doctor of Philosophy and Theology, former first vice-president of the Senate and former President of the Catalan Parliament

Education, culture and a sense of civic duty have inspired this protagonist of contemporary Catalan political history. Conciliatory by nature, he has always wanted to take part in the social life of the country. He now hopes that the Catalan people will know how to maintain the convictions it has had over the ages that shape its identity, to emerge from the tunnel toward a horizon that must guarantee a better future for coming generations.

Participating in social life

Since my youth, I have always tried to participate in the social life of my country in a peaceful manner. For this, in 1968 I was sent to the Court of Public Order to organise meetings of the Comisiones Obreras trade union in my home. During the final years of the Francoist regime, a group of us decided to join the political parties and not remain indifferent to the possibility of safeguarding the common good during the first stages of the democratic period. We eventually decided that the party that best suited us was Unió Democràtica de Catalunya, a nationalist party that aimed to build a country with social awareness, focused on people and a sense of community.

The legacy of Coll i Alentorn

After supervising the training of a small business owner association, Pimec, in which I was the first secretary-general, in 1979 I became an MP in the Spanish Parliament through the coalition Convergència i Unió. Later, I was appointed to the office of Catalan Minister of Employment and subsequently, Minister of Culture. I was the President of Unió for 13 years, after the death of Miquel Coll i Alentorn, a man who gave us a legacy of savoir faire in politics, as he was able to transmit to us the values and contradictions of the Republican Catalan Government, with his grace and important sense of institutional responsibility and dignity. He embodied the values that people considered a politician must have. During the debate on the text of the Constitution, he urged us to approve it for two reasons: because it put «nationality» on an equal footing with nation, and because according to article 150.2, the state could transfer all the powers to the Catalan Government. However, he soon realised that the state did not consider that scenario, but intended to treat us like all the other Autonomous Communities.

The Catalan identity is marked by hard work and a restless spirit

If the monarch Felipe V ever rose from his grave, he would be surprised to see that neither our language nor our institutions have been destroyed, as was his intention. On the contrary, they are stronger than ever, while the vindictive sentiment has increased considerably. The differences with Spain have existed for centuries. In the 18th century, Catalonia experienced an extraordinary change in its mentality by changing from an agrarian- based subsistence economy to generating surpluses that led it to cross borders. It was able to eliminate the idea of work as slavery, in order to regard it as a basis for building a country. This, together with a restless spirit, is the hallmark of a Catalonia with no institutions of its own that, despite having few raw materials, was able to become industrialised thanks to the efforts of its people and their enterprising mentality.

A bottom-up government

The Catalan identity has supported the people through hard work, entrepre neurship, a sense of social justice and 19th-century culture. The political dimension arose due to all the above, with Prat de la Riba as the main promoter of small but important achievements, such as the Institut d’Estudis Catalans, professional training for women or the organisation of communication networks. It was a bottom-up government.

Two very different ideas of political power

Reputed professionals such as the architect Domènech i Montaner, were known for giving transcendence to their professional work in search of the public dimension. This spirit was in contrast with that of a state based on an imperial character that had witnessed one failure after another over the years, and gradually become impaired. In this situation, it was difficult for Catalonia and Spain to communicate smoothly as they both embody quite different ideas of political power.

A worthless text

The tolerance that Ortega y Gasset claimed for the Catalans has been converted into aggressiveness. They try to eliminate the difference between nationalities and regions through a profound, haughty vision of Castile backed by a Constitutional Court that is unable to understand the previous political proposals expressed in any Constitution. They have transformed it into a worthless text because they have eliminated the principles of the political co-existence of the Transition, to make it a weapon used by empire to harm Catalonia. In doing this, not only have they reduced the organic structure of the Catalan Government, they have also offended an entire country.

The force of convictions

Following the changes made to the Statute by the Spanish Parliament and the forceful prohibition by the Constitutional Court, they thought they had annihilated the Catalan people. Nothing could be further from the truth, because they provoked the reaction of a national whose strength is based on its convictions and on its Catalanist sentiment. And this has made it possible to organise a collective democratic project that is radically opposed to that vertical power embodied by Spanish tradition. We are experiencing a correlation of forces for the survival of each of those identities, measuring the aspects in which to give in or not give in.

Convincing those who have no reactive spirit

Personally, I believe that the option of the referendum is well structured, even though it is not considered by the Spanish legal system. We will see whether democracy and politics can overcome this straitjacket into which the Constitution has been converted by some. The Catalan people have already reacted to that evidence, with the symbolic 48% obtained in the plebiscitary elections. But we must convince those who do not have that reactive spirit of the need to think about the future of our children and grandchildren,

A project of human coexistence

Our idea of Independence has nothing to do with those of the 18th or 19th centuries, which are associated with borders or hypothetical military invasions. It is a project of human coexistence to face a harsh future world. Without renouncing globalisation, we aspire to building a country based on culture, education and community spirit, where all citizens have rights and obligations in building a collective project of coexistence, and the existing structures of the state make it impossible to conceive such a project.

Bringing character to everything around us

It will be necessary to hold a more profound debate on this project, which includes guaranteeing that young people are prepared to face the challenges of a global economy. If we are capable of contributing know-how and a capacity for initiative, Catalonia will have a splendid future, because the direction of work must be orientated at bringing character to everything around us: a culture based on civic values and a bottom-up spirit that inspires the public sector and permits the regeneration of politics. A res publica that must not be fragmented by parties that aspire only to win elections in order to gain power, but founded on groups that, by assuming pluralism as something positive, contribute to the human community project. By pluralism, I mean the transversal values we have maintained throughout the ages.

A common recognition of one sentiment

I consider that the Procés started during the first demonstration where we Catalans met together in a public space and recognised each other as having the same sentiment of Catalanism. It is the starting point of a dynamic that will first be shaped by the right to decide and then with a national pact for the referendum. It is the expression on the streets and in an extraordinarily peaceful manner, of rejection to the attack by the Constitutional Court.

We will only reach the end of the tunnel if we remain firm

We are undergoing a time of confrontation in which the first to fall off the horse loses. The Catalan people must maintain not only that demonstrative force of 11 September, but display its deep convictions, and always within a framework of community spirit and democratic attitudes. We are passing through a tunnel with an end that we will only see if we remain steadfast on this dark path. The force of Catalonia is not based on military strength or diplomacy, but resides in the spirit of its people.

It is important for the people to decide

I have no idea what will happen after the referendum, or how it can obtain immediate international validation if called unilaterally. But I have faith in the people who have been entrusted to organise it. Once it has been held, the most important thing is that the citizens will have expressed their decision and I will honour it. If the result is “No”, then I will continue to work to achieve Catalonia’s Independence. If the result is “Yes”, then I will continue to act as any other citizen, driving the country to political regeneration based on a community spirit and peaceful coexistence.

For a foundational moment with a vocation of unity

We have experienced too much confrontation and not yet found a language of integration. We need a foundational moment with vocation of unity in relation to the fundamental points. We cannot promote a constituent process dominated by an ideological struggle between left and right; we need to draft a good Constitution based on an ethical and radical framework in which we all have our place. As Coll i Alentorn said, when they say there something is impossible, they are just saying that everything must be rebuilt, and the sooner it is done, the better.
[/expand]

[expand title=»Français» />» trigclass=»arrowright»]

Consultant d’entreprise, docteur en philosophie et théologie, ancien vice-président premier du Sénat et ancien président du Parlement de Catalogne

L’éducation, la culture et le sens civique inspirent ce protagoniste de l’histoire politique catalane contemporaine. De nature conciliatrice, il a toujours voulu participer à la vie sociale du pays. Aujourd’hui il pense que la population catalane saura maintenir ces convictions, transmises au fil des siècles, et qui marquent son identité, pour franchir le tunnel conduisant vers un horizon qui doit garantir un futur meilleur aux nouvelles générations.

Un participant de la vie sociale

Depuis ma jeunesse, j’essaye de participer pacifiquement à la vie sociale du pays. Cela m’a valu, en 1968, d’être envoyé devant le Tribunal de l’ordre public, pour avoir accueilli chez moi des réunions du syndicat des commissions ouvrières. Lorsque le franquisme agonisait, un groupe de personnes dont je faisais partie avons décidé de rejoindre les partis politiques et de ne pas rester les bras croisés alors que nous avions la possibilité de veiller sur l’intérêt commun, pendant l’étape démocratique imminente. Finalement, nous avons décidé que notre place était au sein de l’Unió Democràtica de Catalunya, un parti nationaliste qui voulait construire un pays avec une sensibilité sociale et tourné vers les personnes et le sens de la communauté.

L’héritage de Coll i Alentorn

Après m’être chargé de la formation de Pimec, une patronale de PME dont j’ai été le premier secrétaire général, en 1979 j’ai obtenu mon acte de député des Cortes españolas pour la coalition Convergència i Unió. Par la suite, j’ai été élu conseiller catalan du travail et plus tard de la culture. J’ai assumé la présidence d’Unió pendant 13 ans, à la mort de Miquel Coll i Alentorn ; un homme qui nous a légué son savoir-faire de la politique, car il nous a transmis les valeurs et les contradictions de la Generalitat républicaine, avec sa distinction et son immense sens de la responsabilité et de la dignité institutionnelles. Il représentait ce que devait être un homme politique dans la pensée populaire. Lorsqu’il débattait sur la Constitution, il nous poussait à l’approuver pour deux raisons : car il comparaît le terme « nationalité » à nation et car, selon l’article 150.2, l’État pouvait transférer toutes les compétences à la Generalitat. Il a très vite compris que l’État ne prévoyait pas ce scénario, et qu’il voulait simplement nous assimiler comme une Communauté autonome de plus.

L’identité catalane est avide de connaissances et marquée par le travail

Si Philippe V nous voyait, il serait surpris de voir que, contre tout pronostic, ni notre langue ni nos institutions n’ont été anéanties. Bien au contraire, elles sont aujourd’hui plus fortes que jamais, et le sentiment revendicatif est même plus puissant. Les différences avec l’Espagne remontent à loin. Au XVIIIe siècle, la Catalogne a connu un changement de mentalité extraordinaire, lorsqu’elle est passée d’une économie agricole de subsistance à la production d’excédents qui l’on conduite à traverser les frontières. Elle s’est alors débarrassée de l’idée que le travail était synonyme d’esclavage, pour l’assumer comme la base de la construction du pays. Si l’on ajoute à cela son avidité de connaissances, on obtient l’identité d’une Catalogne dépouillée de ses propres institutions et qui, malgré son manque de matières premières, s’est frayée un chemin jusqu’à l’industrialisation grâce à l’effort de sa population et à son esprit entreprenant.

Une administration créée de bas en haut

L’identité catalane a été soutenue par ses habitants, grâce à leur travail, leur esprit d’entreprise, leur sens de la justice sociale ou la culture du noucentisme. C’est à ce moment-là seulement que nait la dimension politique, sous la houlette de Prat de la Riba comme principal artisan de grandes petites réussites, comme l’Institut d’Estudis Catalans, les écoles de professionnalisation des femmes ou la structuration des réseaux de communication. Ce fut une administration publique créée de bas en haut.

Deux concepts très différents du pouvoir politique

De prestigieux professionnels, comme l’architecte Domènech i Montaner, se sont distingués par la transcendance qu’ils ont donné à leur travail et leur quête de la dimension publique. Cet esprit contraste avec celui d’un État de nature impériale qui au fil du temps a échoué, s’est réduit et détérioré de plus en plus. Les choses sont ainsi, et il est difficile que le dialogue entre la Catalogne et l’Espagne aboutisse car toutes deux incarnent une conception du pouvoir politique absolument différente.

Lettre morte

La conllevancia que réclamait Ortega y Gasset envers les catalans a tourné à l’agressivité. Ils essayent de diluer la différence entre nationalités et régions dans une vision castillane profonde et orgueilleuse, qui s’enhardit d’un Tribunal Constitutionnel qui ne comprend pas les présupposés politiques préalables compris dans une Constitution, quelle qu’elle soit. Ils en ont fait une lettre morte, car ils ont ignoré les principes de la cohabitation politique de la Transition pour en faire une arme de l’empire contre la Catalogne. Avec cela, ils réduisent la structure organique de la Generalitat et offensent un pays tout entier.

La force des convictions

Ils pensaient que le laminage du Statut par les Cortes españolas et la « désautorisation » absolue du Tribunal Constitutionnel, anéantiraient la population catalane. Grossière erreur, car ils ont provoqué la réaction d’une nation dont la force réside dans ses convictions et son sentiment de « catalanité », et ont donné lieu à la structuration d’un projet démocratique collectif qui choque frontalement avec ce pouvoir vertical incarné par la tradition espagnole. Nous nous trouvons dans une période de corrélation des forces, pour sauver chacune de ces identités, en calibrant ce sur quoi il faut céder où pas.

Convaincre tous ceux et celles qui n’ont pas l’esprit réactif

Personnellement, je pense que l’option du référendum est bien structurée, même si elle n’entre pas dans le cadre de la loi juridique espagnole. Nous verrons si la démocratie et la politique sont capables de vaincre ce rôle de camisole de force que certains veulent donner à la Constitution. Les catalans avons déjà réagi face à cette évidence, avec ce résultat symbolique de 48 % obtenu aux élections plébiscitaires. Mais il faut convaincre ceux et celles qui ne possèdent pas cet esprit réactif car il est nécessaire d’aborder le futur pour nos enfants et petits-enfants.

Un projet de cohabitation humaine

Notre concept d’indépendance n’a rien à voir avec celui des XVIIIe ou XIXe siècles, lié aux frontières ou à d’hypothétiques invasions militaires. Il s’agit d’un projet de cohabitation humaine face à un monde futur sans âme. Sans renoncer pour autant à la globalisation, nous voulons un pays basé sur la culture, l’éducation et le civisme, où tous les citoyens aient des droits et des devoirs dans la construction d’un projet collectif de cohabitation. Or, les structures actuelles de l’État réduisent la capacité de concevoir ce projet.

Donner de la personnalité à ce qui nous entoure

Il faudra approfondir le débat sur ce projet, qui prévoit de garantir la préparation de la jeunesse pour relever les défis de l’économie globale. Si nous sommes capables d’apporter nos connaissances et notre capacité d’initiative, la Catalogne aura un futur splendide, car le sens du travail doit être destiné à apporter de la personnalité à ce qui nous entoure : une culture basée sur les valeurs civiques et cet esprit de bas vers le haut qui inspire le public et permette de régénérer la politique. Une res publica qui ne doit pas être fragmentée par des partis qui aspirent seulement à gagner les élections pour exercer le pouvoir, mais fondée sur des formations qui considèrent le pluralisme comme une richesse, et contribuent au projet de communauté humaine. Et j’entends par pluralisme, les valeurs transversales que nous avons conservées tout au long de notre histoire.

Une reconnaissance commune d’un même sentiment

Pour moi, le Procés commence avec la première manifestation où les catalans nous trouvons dans l’Agora public et nous reconnaissons le même sentiment de « catalinité ». C’est le point de départ d’une dynamique qui commencera par le droit de décider puis par un pacte national pour le référendum. Et nous l’avons vu dans les rues, avec un civisme extraordinaire, lors du rejet à l’attaque du Tribunal Constitutionnel.

Maintenir une position ferme est la seule façon de voir la sortie du tunnel

Nous sommes dans un moment de confrontation, où le premier à plier devient le perdant. La population catalane doit non seulement maintenir cette force d’exposition du 11-S mais aussi montrer ses convictions profondes, en faisant toujours preuve de civisme et de comportements démocratiques. Nous traversons un tunnel, et l’horizon se trouve à la sortie. Or, nous ne le verrons que nous si nous maintenons une position ferme pendant toute cette obscure traversée. La force de Catalogne n’est ni militaire, ni diplomatique ; elle réside dans l’esprit de ses habitants.

L’important est que la population se prononce

J’ignore ce qui se passera au lendemain du référendum, ou comment il peut avoir une validité internationale immédiate s’il est convoqué de forme unilatérale. Mais je fais confiance à ceux qui ont été mandatés pour le convoquer. Une fois le référendum célébré, ce qui compte c’est que la population se sera prononcé et je me soumettrai à sa décision. S’il se solde par la victoire du « non », je continuerai à travailler du côté de la résistance pour obtenir l’indépendance de la Catalogne. Si le « oui » l’emporte, je serai un citoyen comme les autres, qui poussera le pays vers une politique renouvelée et basée sur le civisme et la cohabitation.

Pour un moment de fondation, qui vise l’unité

Nous avons vécu un excès de politique de confrontation et nous n’avons pas encore trouvé le langage de la transversalité. Nous avons besoin d’un moment de fondation, visant l’unité sur les points fondamentaux. Nous ne pouvons pas démarrer un processus constituant dominé par une lutte idéologique entre la droite et la gauche : nous devons élaborer une bonne Constitution qui se base sur le sens éthique radical et qui tienne compte de tous. Comme nous le rappelait Coll i Alentorn, quand on vous dit qu’il n’y a rien à faire, il faut comprendre que tout reste à faire et qu’il faut s’y mettre au plus vite.
[/expand]

[expand title=»Deutsch» />» trigclass=»arrowright»]

Unternehmensberater, Doktor der Philosophie und Theologie, ehemaliger Vizepräsident des spanischen Senats und Expräsident des Parlaments von Katalonien

Bildung, Kultur und Gemeinsinn sind die Inspirationen dieser Persönlichkeit der zeitgenössischen politischen Geschichte Kataloniens. Sein versöhnliches Temperament hat ihn immer dazu bewegt, am sozialen Leben des Landes teilzunehmen. Jetzt vertraut er darauf, dass das katalanische Volk die im Verlauf der Jahrhunderte bewahrte Überzeugungen aufrechterhalten kann, die dessen Identität kennzeichnen. Denn nur auf diese Weise kann der Übergang zu einem Horizont bewältigt werden, der neuen Generationen eine bessere Zukunft sichern wird.

Aktiver Teilnehmer am gesellschaftlichen Leben

Bereits seit jungen Jahren habe ich mich um eine friedliche Teilnahme am sozialen Leben des Landes bemüht. 1968 wurde ich daher vor das Gericht der öffentlichen Ordnung zitiert, da ich der spanischen Gewerkschaft Comisiones Obreras meine Wohnung zur Abhaltung von Versammlungen bereitgestellt hatte. Als das Franco-Regime im Sterben lag, überlegten wir, uns einer politischen Partei anzuschließen und angesichts der Möglichkeit, in der unmittelbar bevorstehenden demokratischen Etappe für die Interessen der Gemeinschaft einzutreten, nicht passiv zu bleiben. Schließlich entschieden wir uns für die Demokraten Kataloniens (Demòcrates de Catalunya), eine nationalistische Partei, die unseren Interessen am besten entsprach und vorhatte, ein auf die Menschen und den Gemeinsinn ausgerichtetes Land mit einem sozialen Gewissen zu schaffen.

Das Erbe von Coll i Alentorn

Nachdem mir die Bildung eines Arbeitgeberverbands für KMUs übertragen worden war, dem ich dann als erster Generalsekretär vorstand, wurde ich 1979 für die Koalition Convergència i Unió in das spanische Parlament gewählt. Später wurde ich zum katalanischen Arbeitsminister und anschließend zum Kulturminister ernannt. Nach dem Tod von Miquel Coll i Alentorn, einem Mann, der uns dank seiner Fähigkeit, die Werte und Widersprüche der republikanischen Generalitat zu vermitteln, sowie aufgrund seines großen Wissens und seines ausgeprägten Verantwortungsgefühls ein Savoir Faire der Politik hinterlassen hat, übernahm ich während 13 Jahren die Präsidentschaft von Unió Democràtica de Catalunya. Ich repräsentierte das, was einen Politiker der allgemeinen Ansicht nach ausmachen sollte. Als die Verfassung verhandelt wurde, drängten wir aus zwei Gründen auf eine baldige Verabschiedung: erstens, weil sie „Nationalität“ mit Nation gleichstellte, und zweitens, weil der Staat gemäß Artikel 150.2 alle Zuständigkeiten auf die Generalitat übertragen konnte. Bald mussten wir jedoch erkennen, dass der Staat dieses Szenario nicht in Betracht zog, sondern uns vielmehr wie eine weitere Autonome Gemeinschaft assimilieren wollte.

Die katalanische Identität zeichnet sich durch Arbeit und eine neugierige Offenheit aus

Wenn der spanische König Philipp V noch unter den Lebenden weilen würde, wäre er angesichts der Tatsache überrascht, dass weit entfernt von seinen Absichten weder unsere Sprache noch unsere Institutionen ausgelöscht wurden. Ganz im Gegenteil, sie besitzen mehr Stärke als je zuvor, während die fordernde Stimmung sogar noch mächtiger ist. Die Unterschiede gegenüber Spanien haben eine lange Geschichte. Im 18. Jahrhundert machte Katalonien einen außergewöhnlichen Mentalitätswandel durch. Das Land entwickelte sich von einer landwirtschaftlichen Subsistenzwirtschaft zu einer Wirtschaft, die einen Überschuss erzeugte und Grenzen überschritt. Anstelle der Einstellung, arbeiten komme dem Sklaventum gleich, wurde die Arbeit jetzt als Grundlage zum Aufbau eines Landes angesehen. Diese Einstellung macht zusammen mit einem neugierigen Charakter die Identität eines Kataloniens aus, das trotz der Tatsache, der eigenen Einrichtungen beraubt zu sein und kaum über Rohstoffe zu verfügen, eine Industrialisierung durchläuft, die ohne die Anstrengungen von Personen mit unternehmerischer Denkweise nicht möglich gewesen wäre.

Eine Verwaltung, die von unten nach oben aufgebaut ist

Die katalanische Identität wird von dem Volk mit seiner Arbeit, seinem Unternehmertum und seinem Sinn für soziale Gerechtigkeit gestützt. Darauf aufbauend entstand dann eine politische Dimension mit Prat de la Riba als Urheber kleiner, jedoch wichtiger Errungenschaften, beispielsweise das Institut für katalanische Studien, die Berufsschulen für Frauen oder die Strukturierung der Kommunikationsnetze. Es handelte sich um eine öffentliche Verwaltung, die von unten nach oben aufgebaut war.

Zwei sehr unterschiedliche Konzepte der politischen Macht

Angesehene Persönlichkeiten wie der Architekt Domènech i Montaner zeichneten sich dadurch aus, ihrer beruflichen Arbeit auf der Suche nach der öffentlichen Dimension mehr Transzendenz zu verleihen. Diese Haltung steht im direkten Gegensatz zu einem imperial eingestellten Staat, der im Laufe der Zeit gescheitert ist und einer zunehmenden Reduzierung und Verschlechterung unterliegt. Angesichts dieser Tatsachen kann ein Dialog zwischen Katalonien und Spanien nur schwerlich gedeihen, da beide eine völlig unterschiedliche Auffassung von politischer Macht haben.

Leere Worte

Die Conllevancia (Ertragen), die Ortega y Gasset bezüglich der Katalanen forderte, ist inzwischen in Aggressivität umgeschlagen. Es wird versucht, den Unterschied zwischen Nationalitäten und Regionen durch eine durchgehend kastilische und stolze Sichtweise zu verwischen, die durch ein spanisches Verfassungsgericht ermutigt wird, das die politischen Voraussetzungen nicht versteht, die jeder Verfassung innewohnen. Die Verfassung wurde in leere Worte verwandelt, da die Grundsätze des politischen Zusammenlebens der Transition außer Acht gelassen wurden, um die Verfassung in eine Waffe des Imperiums gegen Katalonien zu verwandeln. Dies reduziert nicht nur die organische Struktur der Generalitat, sondern beleidigt ein ganzes Land.

Die Kraft der Überzeugungen

Nach der Kürzung des Autonomiestatuts seitens des spanischen Parlaments und der vollständigen Entkräftigung durch das spanische Verfassungsgericht war man der Ansicht, das katalanische Volk entmündigt zu haben. Aber nichts könnte der Realität ferner liegen. Vielmehr wurde die Reaktion einer Nation ausgelöst, deren Kraft auf seinen Überzeugungen und seinem Gefühl der „Katalanität“ beruht. Dies hat ein gemeinsames demokratisches Projekt unterstützt, das frontal gegen die vertikale Macht prallt, welche die spanische Tradition verkörpert. Wir befinden uns in einem Spiel der Kräfte für das Überleben dieser Identitäten, bei dem ausgewogen werden muss, inwieweit nachgegeben wird.

Überzeugung der weniger Reaktionsfreudigen

Ich persönlich glaube, dass die Option des Referendums gut strukturiert ist, auch wenn sie nicht durch die spanische Rechtsordnung geschützt ist. Wir werden sehen, ob die Demokratie und die Politik fähig sind, die Zwangsjacke zu überwinden, in die einige die spanische Verfassung verwandeln wollen. Die Katalanen haben mit ihren symbolischen 48 % bei den letzten Wahlen bereits auf diese Offenkundigkeit reagiert. Angesichts der Notwendigkeit, die Zukunft unserer Kinder und Enkel zu gestalten, ist es jedoch erforderlich, auch die weniger reaktionsfreudigen Personen zu überzeugen.

Ein Projekt des menschlichen Zusammenlebens

Unser Konzept der Unabhängigkeit hat nichts mit dem des 18. oder 19. Jahrhunderts zu tun, das mit Grenzen oder hypothetischen militärischen Invasionen verknüpft war. Es handelt sich vielmehr um ein Projekt des menschlichen Zusammenlebens angesichts einer zukünftigen Welt ohne Seele. Ohne auf die Globalisierung verzichten zu wollen, streben wir ein Land beruhend auf der Kultur, der Bildung und dem Gemeinsinn an, in dem jeder Bürger berechtigt und verpflichtet ist, an der Errichtung eines gemeinsamen Projekts des Zusammenlebens mitzuwirken. Leider schmälern die derzeitigen staatlichen Strukturen die Fähigkeit, ein derartiges Projekt zu entwickeln.

Der Umgebung einen persönlichen Charakter verleihen

Es ist erforderlich, die Debatte über dieses Projekt zu vertiefen, dessen Ziel es ist, die Jugend auf die Herausforderungen einer globalen Wirtschaft vorzubereiten. Wenn wir in der Lage sind, Kenntnisse und Eigeninitiative beizutragen, wird Katalonien eine glänzende Zukunft haben. Denn die Arbeitseinstellung muss dahin gehend ausgerichtet werden, unserer Umgebung einen persönlichen Charakter zu verleihen: eine Kultur, die auf bürgerlichen Werten und dem Geist der Organisation von unten nach oben fußt, der die Öffentlichkeit inspiriert und eine Erneuerung der Politik erlaubt. Eine Res Publica, die nicht durch Parteien zersplittert ist, deren einziges Bestreben der Gewinn der nächsten Wahlen zur Ausübung der Macht ist, sondern die auf Formationen gegründet ist, die den Pluralismus als Reichtum annehmen und zum Projekt der menschlichen Gemeinschaft beitragen. Und mit Pluralismus beziehe ich mich auf die übergreifenden Werte, an denen wir im Laufe der Geschichte festgehalten haben.

Gemeinsame Erkenntnis desselben Gefühls

Meiner Ansicht nach beginnt der Procés mit der ersten Volkskundgebung, mit der wir Katalanen die öffentliche Aufmerksamkeit auf uns zogen und dasselbe Gefühl der „Katalanität“ empfanden. Dies ist der Startpunkt einer Dynamik, die sich zunächst mit dem Recht auf Entscheidung und anschließend mit dem nationalen Pakt aufgrund des Referendums konsolidieren wird. Diese außergewöhnlich friedlichen Kundgebungen sind der Ausdruck der allgemeinen Ablehnung der Attacken seitens des spanischen Verfassungsgerichts.

Wenn wir an unserem Engagement festhalten, werden wir Licht am Ende des Tunnels sehen

Wir befinden uns in einem Moment der Konfrontation, in dem der Erste, der nachgibt, verliert. Das katalanische Volk muss nicht nur die motivierende Kraft der Kundgebungen vom 11. September aufrechterhalten, sondern auch seine tiefsten Überzeugungen zeigen; natürlich immer im Rahmen friedlicher und demokratischer Einstellungen. Wir befinden uns gerade in einem Tunnel, dessen Ausgang in Sicht ist, dessen Licht wir jedoch nur dann sehen werden, wenn wir auf der aktuellen dunklen Strecke nicht nachgeben. Die Kraft Kataloniens liegt nicht im Militär oder der Diplomatie, sondern im Geist seiner Bewohner.

Wichtig ist, dass das Volk sich äußerst

Ich weiß nicht, was am Tag nach dem Referendum passieren wird oder inwieweit ein einseitig anberaumtes Referendum unmittelbare internationale Gültigkeit haben kann. Aber ich vertraue denen, die den Auftrag erhalten haben, es anzuberaumen. Wichtig wird nach der Durchführung sein, dass das Volk sich geäußert hat, dessen Urteilsspruch ich annehmen werde. Sollte das „Nein“ gewinnen, werde ich weiterhin im Widerstand arbeiten, um die Unabhängigkeit Kataloniens zu erreichen. Gewinnt das „Ja“, werde ich mich als ein weiterer Bürger dafür einsetzen, eine erneuernde Politik beruhend auf dem Gemeinsinn und dem Zusammenleben zu fördern.

Für einen Gründungsmoment im Sinne der Einheit

Wir haben ein Übermaß der politischen Konfrontation erlebt und noch keine übergreifende Sprache gefunden. Wir benötigen hinsichtlich der grundlegenden Konzepte einen Gründungsmoment im Sinne der Einheit. Wir können keinen verfassunggebenden Prozess unterstützen, der vom Streit der rechten und linken Ideologien beherrscht wird. Vielmehr müssen wir eine Verfassung ausarbeiten, die auf einem ausgeprägten ethischen Bewusstsein beruht und in der wir alle Platz haben. Um es mit den Worten von Coll i Alentorn auszudrücken: „Wenn man dir sagt, daran sei nichts zu ändern, bedeutet es nichts anderes, als dass alles neu aufgebaut werden muss, und zwar so schnell wie möglich.“
[/expand]