Paco Candel Escritor.
Paco Candel Escritor.
TH, 1r VOLUM. La transición política española

PACO CANDEL. Escritor

Texto del 21/10/2002
Fotografía: Àngel Font

Senador por Entesa dels Catalans de 1977 a 1979

Como un “xarnego” en el Senado: así se definía a sí mismo Paco Candel al hablar de su efímera experiencia en los ámbitos del poder. Tanto desde la escritura como desde la política siempre tomó partido por los “últimos de la fila”: los inmigrantes y los marginados. Porque Candel es un lúcido luchador contra la desigualdad y la injusticia social.

Cataluña para mí se reducía al barrio donde vivía

Nací el 31 de mayo de 1925, en un pueblecito llamado Casas Altas, del Rincón de Ademuz, llamado así porque, aunque pertenece administrativamente a Valencia, está en una franja que limita con Cuenca y con Teruel, por lo que ­somos valencianos pero de habla más aragonesa que conquense; tenemos gran cantidad de modismos que son los que oí a mis padres, como llamar gobanilla a la muñeca, por ejemplo. Dicen que, cuando nuestros antepasados bajaron a ­jurar los Fueros de Valencia y les preguntaron xureu? (¿juran?), como no enten­dían catalán respondieron churramos, y de aquí viene que nos llamen “churros” a la gente de allá.

Mi padre llegó a Barcelona hacia 1926, cuando se estaban haciendo las obras para la Exposición Universal de 1929 y el metro transversal, y enseguida ­encontró trabajo como picapedrero en la cantera del Morrot.

El hombre estaba muy contento porque pensaba que se jubilaría allí con la paga entera, pero llegó la guerra y perdió la República, fue castigado y ­expulsado sin derecho a nada. Después de establecerse él, como se suele ­hacer en estos casos, vinimos mi madre y yo, que apenas tendría un año, y vivimos en una barraca que había comprado, muy agradable, con su huerto, una enredadera y una glorieta, nada que ver con las barracas que se hicieron después con la segunda y tercera oleada de inmigración en Cataluña.

Tardé un tiempo en considerarme catalán porque había vivido siempre en la Zona Franca, antes Can Tunis, que era un conjunto de barrios donde estaban por un lado los menestrales y, por el otro, las casas baratas donde vivían los xarnegos1. En esa época Cataluña era para mí ese barrio, no es que no me considerara catalán, es que ni siquiera me lo planteaba. Sin embargo, seis o siete años después de acabada la guerra, cuando hice el servicio militar, me ­encontré con unos sargentos con aire de conquistadores que, por el hecho de ser de Barcelona, además de sacudirnos a tortas, nos insultaban llamán­donos constantemente rojos separatistas.

Lo de rojo lo admitía porque, aunque niños, en un barrio como el mío todos éramos anarquistas o ugetistas2, pero lo de separatista no lo entendía. Pero ya que insistían tanto, pensé que por qué no, así que mi independentismo nace como reacción al maltrato que recibí en la mili.

Es necesario recuperar la memoria histórica de la guerra civil y la dictadura

Durante la transición fui senador, pero pronto me di cuenta que no hacíamos las cosas bien, que se cedía demasiado, porque en aquella época aún se hablaba de clases sociales y el enemigo a batir eran los patronos, y por eso, cuando se consiguió el despido libre por parte precisamente de la patronal, me quedé helado. Se han ocultado muchas cosas y creo que en Cataluña los vencidos todavía se resienten por ello, quizás por esto ahora se intentan iluminar ciertas circunstancias y acontecimientos del pasado. Estoy escribiendo una novela donde explico qué ocurrió en Cataluña después de la guerra: los fusilamientos, las palizas, los destierros.

Ahora resulta que desde el gobierno llevan años dando unos fondos a la Fundación Francisco Franco, lo cual es un insulto para toda la gente que perdió la guerra y para el régimen democrático que fue usurpado por ese ­señor. Un señor a quien Aznar y su gente no han querido condenar y, por si fuera poco, ahora se pasean reivindicando la democracia y la Constitución. Y no me importa decirlo, ya he estado muy baqueteado como para tener que ir callándome.

Los nietos del régimen están hoy en el poder

Ahora los herederos de Franco, los nietos del régimen, están en el poder, ­como refleja muy bien ese chiste que circula por Internet. Resulta que Franco resucita y se encuentra con el guardián del Valle de los Caídos y le pregunta cómo está España. El otro responde que las cosas van muy bien, que gobierna Aznar; y Franco le dice: ¡qué gran periodista!, y el guardián contesta: no, ese no, su nieto, y así va preguntando por casi todos los altos ­cargos del gobierno, y siempre es el hijo o el nieto de los políticos de la dicta­dura, y termina preguntando por Galicia; allí (le dice el guardián) está el presidente Fraga, a lo que Franco pregunta: ¿su nieto?; No, éste es el mismo. Total, que ahora se han crecido y vamos a ver qué hará Aznar porque ha prometido no volver a presentarse. Igual sueña con algún cargo europeo, o con que el pueblo español le pida que no se marche porque él es quien consigue que España no se disgregue. Porque a Aznar le interesa el españolismo, es ­como aquella frase de Franco: Antes una España rota que roja, y ellos deben decir lo mismo aunque al revés, lo que sea menos rota. La verdad es que a Cataluña y al País Vasco no los ha entendido nunca nadie, ni los propios intelectuales, a pesar del empeño que pusieron, desde Julián Marías al mismo Unamuno, pasando por Ortega y Gasset o Joaquín Ruiz Jiménez. No acaban de entender muchas cosas, como por ejemplo que la bandera catalana es anterior a la española, que Cataluña era una nación antes que lo fuera España, porque ­esta última es un conjunto de bodas y alianzas.

Nunca he tenido vocación política

Nunca he tenido vocación política, llegué a ese mundo porque era escritor, y si no hubiera insistido en mis libros sobre determinados temas, no creo que hubiera llegado al Senado. Pero escribí Els altres catalans, un libro sobre la inmigración que marcó mi vida, y que es mi cruz y mi gloria. Antes había escrito Donde la ciudad cambia su nombre, que lleva ya veinticuatro ediciones, sobre la Barcelona proletaria. Supongo que si en esa época hubiera querido ser un líder de la inmigración no me habría costado demasiado. Fui consciente de ello cuando se empiezan a hacer las listas para ir al Senado y mi nombre aparece en los periódicos al lado de otros líderes políticos.

Peligro de división en Cataluña

Es importante recordar que en Cataluña la inmigración, en números redondos, abarcaba el 50% de la población, y si a toda esa gente no se la trataba con la consideración debida, se corría el peligro de crear dos Cataluñas, la castellana y la catalana, algo que, afortunadamente, no sucedió. No era fácil explicar en esos momentos a un inmigrante de los de antes que Cataluña era una ­nación, porque si les habían dicho que España era una nación, cómo era posible que hubiera una nación dentro de otra. A estos efectos surgió el término plurinacionalismo. Pero cuando las cosas económicamente van bien, la gente acepta muchas cosas, mientras no les toques los garbanzos, como se decía antes.

Entesa dels Catalans fue un fenómeno hermosísimo, que difícilmente se volverá a repetir

A pesar de que se opinaba que yo era la voz del inmigrante, lo cierto es que no tenía ni idea de política. Recuerdo que un día, estando con Pujol en el aeropuerto, me dijo que pronto vendrían las elecciones y que le gustaría que estuviera en su lista como diputado. Le dije que no era de su partido, y me contestó que podía ir como independiente. Aducí, no por escaparme, ­sino porque era la verdad, que no tenía ni idea de lo que era ser diputado, que lo que tenía que hacer era dedicarme a escribir. Pujol lo aceptó y más tarde, cuando fui como independiente al Senado, me recriminó cariñosamente el que no quisiera ir entonces en su lista. Pero es que lo del Senado fue debido a una coalición hermosísima de la izquierda, la Entesa dels Catalans, un fenómeno que difícilmente se volverá a repetir y que agluti­naba las izquierdas catalanas; además, tuvo un éxito de votos tremendo.

Me dijeron aquello de que Cataluña me necesitaba y me lo creí

La cuestión es que fui en esa lista porque Gregorio López Raimundo, secretario general del psuc, Alfonso Carlos Comín, de Cristianos para el Socialismo, y Joan Reventós, secretario general del psc, hombre que ahora está enfermo y del que apenas se ha vuelto a hablar, a pesar de lo importante que ha sido para Cataluña, me vendieron la moto, me dijeron aquello tan grandilocuente de que Cataluña me necesitaba. Luego te das cuenta que no te necesita Cataluña ni Dios, pero fui senador durante dos años, hasta que se sancionó la Constitución, que es cuando Suárez creyó oportuno disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Se intentó repetir candidatura, pero los socialistas ya no quisieron porque se sentían lo suficientemente fuertes para ir solos. Recuerdo que estando de regreso en Barajas, con la cara larga y sombría, Eduardo Martín, entonces hombre ­fuerte de la Unión General de Trabajadores (ugt) y del partido socialista, un malagueño muy integrado en Cataluña, con un catalán muy correcto, me advirtió que no habría Entesa y que fuera en su lista. Pero le contesté que no, que ya sabía que no saldríamos pero que seguiríamos adelante. Efectiva­mente presentamos una candidatura que se titulaba Per l’Entesa, con Josep Benet capitaneándola, pero nos torpedearon en la línea de flotación y nos fuimos todos a pique, sólo salió elegido Benet.

Me sorprendió el impacto de Els altres catalans en el exilio

En 1964 había publicado Els altres catalans, que fue un exitazo editorial. Aquel mismo año recibí una carta, con remite del Teatro de Saint Denis, ­pidiéndome que fuese a París a dar una conferencia sobre este tema. Nunca había salido de España y me daba reparo (la verdad es que nunca he sido propenso a viajar), pero mi amigo Xavier Fàbregas, gran crítico de teatro, y otro amigo, Joan Farrés, me dijeron que vendrían conmigo. Así que nos fuimos montados en un 600, sin idea de qué íbamos a encontrar ahí. Resultó que quien nos esperaba era la plana mayor del Partit Socialista Unificat de Catalunya (psuc) en el exilio, pues habían sido ellos quienes habían ­cursado solapadamente la invitación. El libro había causado tal impacto que en París todos estaban hablando del tema, di la conferencia y me entrevisté con mucha gente. Tuve la suerte de tener cerca a Xavier Fàbregas que me hacía como de secretario para organizar la gran cantidad de entrevistas que hice. En los dietarios que llevaba en esos días tengo escrito lo siguiente: me han venido a ver unos señores con un tío que dice que es el presidente de la Generalitat y que se llama ‘Torradella’. O sea, que hasta en el nombre me equivoqué, pero la verdad es que me entrevisté con Tarradellas en un bar, me cayó bien, y ­hablamos largo rato.

Al año siguiente se hizo en París una exposición del libro en catalán, fui ­invitado y entonces (como aún no hablaba catalán) me preparé lo que quería decir y me lo tradujo Triadú. La cuestión es que se organizó una cena pre­sidida por Tarradellas. Era tan caballeroso y de la vieja escuela que recuerdo que sentó a su derecha y a su izquierda a mi mujer y a la mujer de Ricard Salvat. Para entonces ya sabía que era el President de la Generalitat en el ­exilio y que vivía en Saint Martin-le-Beau. Durante la cena hubo sus ­comentarios y sus bromitas y Tarradellas demostró mucha simpatía por mí y me dijo cuando yo vuelva a Cataluña y ejerza el mando usted será el Fraga Iribarne, se encargará de la censura. Fue una noche de agradables recuerdos.

Tarradellas recibió a los parlamentarios catalanesen el Congreso

Cuando Tarradellas regresó a Cataluña, en un viaje a Madrid quiso recibir a los parlamentarios catalanes en el Congreso y recorrió el hemiciclo recordando el sitio donde se sentaba. Más tarde estuvimos en una gran mesa con periodistas y fotógrafos, su séquito personal y los de ucd, que hacían de anfitriones porque ya se había votado el primer Parlamento. Al acabar nos dirigimos a tomar una copa de champán, y había tanta gente que pasábamos casi en fila. Gregorio López Raimundo, que siempre fue muy amigo de Tarradellas aun teniendo ideas muy diferentes, recuerdo que me dijo: Paco, ven a saludar al viejo, y Tarradellas lo primero que me dijo fue: qué cena más bonita aquella en París; por cierto, ¿cómo está su mujer? Me quedé sorprendido que se acordara tanto de mí. Cuando se lo conté a mi mujer se quedó encantada; creo que le hubiera votado siempre, si hubiera podido.

Dijo aquello de ciutadans de Catalunya, que fue una buena fórmula para englobarnos a todos

Soy consciente de que tuvo sus enfrentamientos, nunca encajó bien con Benet ni con Pujol, en cambio el Guti4 sí que lo supo llevar muy bien. Hay anécdotas muy jugosas de aquella época. Recuerdo, por ejemplo, un encuentro con Xirinacs. Una de las manías de Tarradellas era la elegancia, le gustaban las ­señoras con faldas y los señores con corbata; y llegó Xirinacs con su mochilita y su cazadora y Tarradellas le dijo: qué, ¿de excursión, ‘mossèn’? Tenía una fina ironía. Y después, cuando organizó el gobierno, habló con casi todo el mundo del Parlamento, y los de la Entesa, que éramos un grupo que habíamos simbolizado mucho pero que no contábamos tanto como los otros, fuimos a hablar con Tarradellas para que nos explicara el gobierno que iba a montar. Nos hizo pasar al despacho que estaba lleno de ­políticos de la Generalitat, y vino el ­fotógrafo e hizo la foto para la inmortalidad. Después nos quedamos Tarradellas y los que íbamos en nombre de la Entesa: Sobrequés, Solé Sabarís, yo y no sé si algún otro. El caso es que el President ya tenía el gobierno pensado pero no quería dar nombres hasta las siete de la tarde en que convocaba a la prensa, para evitar filtraciones. Como siempre apelo al compadreo, le dije: Honorable, me marcho a Vic a dar una conferencia, no me enteraré hasta mañana del gobierno que va a formar, así que me lo dijo, y luego me comentó: Quina novel.la escriuria vostè amb tot això!, a lo que contesté: Si vostè me l’expliqués, y él me respondió: Això també és veritat (“¡Vaya novela escribiría usted con todo esto! – sí, si usted me la contara – Eso también es verdad”).

Tarradellas tenía detalles sorprendentes conmigo, como presentarse en una conferencia sin avisar, lo que hacía ir de calle a los de protocolo. En una ocasión, después de escribir Els altres catalans, 20 anys després, siendo Pujol President, presentó el libro en un salón de la Generalitat. Yo también había invitado

a Tarradellas, quien tuvo que sentarse al lado de Pujol por cuestiones del pro­tocolo. Recuerdo que un periodista me preguntó cómo había conseguido ­sentarlos en la misma mesa y le contesté que era capaz de juntar a Dios con el diablo, aunque en ese momento no caí en la cuenta de que no eran excesivamente amigos. En la presentación comenté que recordaba que cuando regresó Tarradellas nos preguntábamos cómo se dirigiría al pueblo, porque había muchos inmigrantes en Sant Jaume, y dijo aquello de ciutadans de Catalunya, que fue una buena fórmula para englobarnos a todos. Pujol, que es puñetero (en el buen sentido de la palabra), cuando llegó su ­turno primero me dio la razón, ­pero luego añadió ahora ya no son ciudadanos de Cataluña, ahora ya son catalanes.

Creo que fuera de aquí les debe parecer que es un capricho nuestro hablar catalán

Pujol se merece un reconocimiento como otra mucha gente que lo ha dado ­todo por el país, porque lo cierto es que su obsesión ha sido Cataluña. Aunque ha habido ciertas cosas que pueden no haber gustado (el pacto con el pp, por ejemplo), la verdad es que es un hombre de gobierno de alto ­nivel. No es de los que han soñado abiertamente con la plena independencia de Cataluña, sino que ha pensado en la gobernabilidad del Estado desde Cataluña. Hay muchas cosas que con el pp no han salido bien y que con el psoe (a pesar de que no fue tan brutal con Cataluña como lo ha sido el pp) tampoco, ninguno de ellos ha sabido comprender este país. Creo que fuera de aquí les debe parecer que es un capricho nuestro hablar catalán, no pueden entender cómo, pudiendo hablar castellano, nos empeñamos en hablar nuestro idioma.

Pujol fue un resistente antifranquista y un luchador por la democracia

Pujol tiene méritos como presidente, como también los tiene por los años en que trabajó en la resistencia al franquismo, un tema del que no se habla mucho y que deberíamos recordar. Hubo mucha gente que luchó en contra del régimen, lo hizo un partido como el psuc, por ejemplo, y gente como Gregorio López Raimundo que, aunque toda su vida habló en castellano, siempre defendió Cataluña hasta el final y fue torturado por ello. Hay una cantidad enorme de gente que merecería un homenaje y entre ellos, indudablemente, está Pujol, como lo está Joan Reventós, con su talante y su ­modo de hacer. Pujol estuvo en la cárcel por aquello de los hechos del Palau5, y ­parece ser que Creix6 se cebó con él, con esa actitud sibilina que tienen los torturadores, le hizo presentarse unas Navidades y le dijo con la estaca en la mano (aunque entonces el franquismo ya había hecho una de sus trampas, aquello de la democracia orgánica) que continuaban mandando. También Gregorio López Raimundo aguantó unas palizas tremendas, y Xirinacs, otro que si lo matas no mueve un músculo de la cara.

En el trato personal es un hombre directo

Respecto a mi trato personal con él, tiene una cosa que me gusta mucho, y es que siempre va directo a la cuestión que te preocupa. Yo le he tenido que pedir algún favor, como él también ha tenido que pedirme alguno a mí, y cuando he ido a verle siempre me ha preguntado directamente a qué iba, qué es lo que quería, y luego ya hablábamos de forma más distendida, nos contábamos los chistes y los comadreos.

El que esté limpio de pecado que tire la primera piedra

Respecto a la política que ha seguido Pujol en la proyección de Cataluña en el exterior, no puedo valorarla, porque no soy político, pero creo que es positiva. Si va con la bandera por delante, mejor. Esto ya lo hacía Tarradellas, ­recuerdo que en una ocasión que fue a Murcia, como no había sido invitado, le colocaron en cualquier sitio, y entonces ¿por qué no?, se fue a la presi­dencia y se sentó allí porque era el President de la Generalitat. Es decir, que no sólo hay que serlo sino parecerlo, algo que molesta mucho al gobierno central, pero si Cataluña tiene que demostrar cierto autogobierno, cierta ­independencia y cierta presencia, pues hay que ir reconquistando todo esto también en los detalles.

Pujol es coloquial, no habla correctamente, gesticula mucho, se saca las gafas, se las pone. Benet es un hombre que cuando habla no lo oye nadie de tan baja que tiene la voz, así que todo el mundo lo escucha atentamente y luego le aplauden como locos, y de Macià, contaba Ventura Gassol que su gran éxito precisamente era que no sabía hablar, y cuando salía al balcón y gritaba: Cataluña será… la gente respondía grande, y él decía no, no, y luego la gente gritaba de nuevo eterna, y él esto tampoco, y así hasta que dijeran algo que le ­pareciese bien. Y Pujol tiene un poco esa virtud, consigue no aburrir. En ocasiones se le critica también que en los discursos hable de todo menos de lo que tiene que hablar, pero el que esté limpio de pecado que tire la primera piedra.

Interesado por el tema de la inmigración

Conocí a Pujol mientras estaba escribiendo Els altres catalans. Ya se había ­corrido la voz de que estaba trabajando en un libro así y vino a verme. Entonces era el doctor Pujol, pero ya le preocupaba el tema de la inmigración, porque ­sabía que era un problema. Existía además el rumor de que lo estaba ­escribiendo por encargo de Edicions 62 y de que, si no recuerdo mal, detrás de la idea estaba Josep Benet. Pujol vino porque estaba interesado por este tema, me dio a entender que apenas había información, y era cierto: sólo dos libros de Vandellós sobre la primera inmigración. Me dijo que traía datos, que hiciera lo que quisiera con ellos, que no pedía nada a cambio. Pero además tengo que añadir que Joan Reventós, que en cierto modo llegó a ser muy amigo de Pujol, no sólo se enteró de que yo escribía este libro, ­sino de que me había quedado sin dinero. Me citó y me dijo que su grupo político en la clandestinidad sabía que iba mal de dinero y habían recogido doce mil pesetas, el equivalente a lo que me había dado la editorial como anticipo; me las dieron para que escribiera y ­tampoco me pidieron nada a cambio.

No malinterpretar la autodeterminación

Las cosas cambian muy precipitadamente, y si no cambias el chip cada día ­estás perdido. El derecho a la autodeterminación lo han conseguido casi ­todos los pueblos del mundo, es algo sencillo, pero aquí siempre se malinterpretan ciertas cosas. Recuerdo que, cuando se promulgó la ley del divorcio, Benet acabó teniendo que argumentar que una cosa era tener la ley y otra que nos tuviésemos que divorciar todos. Pero lo que sí me gustaría decir a los ­independentistas es, ojo con la demagogia, porque es una mentira querer hacer creer que la independencia será la panacea absoluta, y no sucederá así, porque no puede serlo, no hay nada en el mundo que alcance la perfección y la ­corrección. Una vez se tenga eso claro, que cada uno piense lo que quiera.

Los otros catalanes

La inmigración intercomunitaria en España afortunadamente se ha lle­vado bien, ojalá la que nos viene ahora resulte igual. A mí me ha emocio­nado mucho el ver en Manlleu, en un acto organizado por asociaciones de magrebíes, una pancarta que ponía: Ens agradaria ser tractats com els altres catalans (“Nos gustaría ser tratados como los otros catalanes”). Ya sé que probablemente no se habían leído el libro, pero al menos les habían asesorado bien. Cataluña se resiente de esta gran oleada foránea en su lengua; el catalán no acaba de ser el idioma del país, principalmente porque no es un Estado, ya que si lo fuera, daría igual que se hablara en catalán o castellano, porque la lengua estatal sería el catalán, y la burocracia giraría en torno a ella.

El 23-F me sorprendió trabajando, y seguí trabajando con la radio puesta

Cuando se produjo el golpe de Estado del 23-F era concejal de cultura por el grupo comunista en el Ayuntamiento de L’Hospitalet. Recuerdo que ­estaba en mi estudio escribiendo y me llamó mi mujer, que era una chica excelente pero las cuestiones intelectuales y políticas no eran lo suyo, y me dijo: Paco, pon la radio que la guardia civil ha entrado en el Parlamento, y ­pensé: mi mujer, qué surrealista… Sin embargo, efectivamente, tuve que darle la razón. Inmediatamente llamé al Ayuntamiento y les dije que si necesi­taban algo que me llamaran, y continué trabajando, pero con la radio puesta porque, aunque me pareció algo gordo, suelo mantener mucho la sere­nidad. Después telefoneé a Madrid, a un primo hermano mío, un pintor ­reconocido internacionalmente, Juan Genovés, y me dijo que no había ­nadie por la calle. Si me hubiera dicho que la gente había salido a la calle pegando gritos a favor de los que estaban dentro o algo así, me hubiera asustado, pero al decirme que no había movimiento me tranquilicé mucho, pensé que lo sofocarían.

1          Según la Enciclopèdia Catalana, se denomina despectivamente xarnego al inmigrante no adaptado y que no habla catalán.

2          Se conoce como ugetistas a los simpatizantes o militantes de la Unión General de Trabajadores (ugt), sindicato constituido en 1888. Partidario de la prepon­derancia del modelo sindical basado en estructuras representativas de carácter ­sectorial y territorial, de la centralidad de la negociación colectiva y la primacía de los planteamientos generales sobre los movimientos espontáneos de base, se ha acercado frecuentemente a las posturas políticas del Partido Socialista Obrero Español (psoe).

3          La Entesa dels Catalans se formó como una coalición electoral al Senado para las elecciones de 1977. Constituida por el psuc, psoe y erc, entre otros partidos socialistas, comunistas y nacionalistas, tuvo un gran éxito electoral con la obtención de doce senadores.

4          Nombre con el que era conocido Antonio Gutiérrez Díaz (1929), secretario general del psuc en aquella época.

5          El 20 de mayo de 1960 Jordi Pujol organiza un acto de protesta en el Palau de la Música Catalana, de Barcelona, cuando en medio de una gala se lanzan octavillas contra Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia y destacado anticatalanista, además de cantarse un himno nacionalista, El cant de la senyera. A raíz de ese disturbio, Pujol es encarcelado y torturado.

6          El comisario Antonio Creix formaba parte de la Brigada Político-Social, órgano policial destinado a la represión y tristemente célebre por las torturas a que sometía a los detenidos en sus calabozos.