Text del 11/12/2002
Fotografía: Àngel Font
Pilar Rahola en 1993 ocupó el primer lugar de la lista de ERC al Congreso, siendo diputada hasta el año 2000.
En 1997 fundó el Partit per la Independència (PI) junto a Àngel Colom.
Pero, además, ha destacado como intelectual, periodista y escritora. Valiente y con las ideas claras, Pilar Rahola es feminista, catalanista e independentista, circunstancias que ha sabido defender huyendo de los argumentos fáciles y los análisis simplistas.
Mi familia sufrió intensamente la derrota, por lo que la llegada de la democracia se vivió con una enorme ilusión
Pertenezco a esa generación que no podía escribir la historia porque todavía no éramos sus protagonistas, pero la vivimos con un espíritu crítico y comprometido, y con una enorme ilusión. Personalmente me impliqué de una forma más emotiva que racional: me parecía un momento lleno de esperanzas, donde todo era posible y todo estaba por hacer; de alguna forma empezábamos de cero, aunque los años se han encargado de corregir esa ilusión y ese optimismo. Además, provenía de una familia con una intensa implicación política que vivió la derrota en el sentido más puro del término, tanto económicamente (porque fue muy castigada por el franquismo), como emotivamente, porque tengo varios familiares que fueron exiliados y fusilados; uno de ellos fue Carles Rahola, el primer condenado a muerte oficial del franquismo1; aunque habían matado a muchos en el Camp de la Bota sin mediar juicio alguno, el primer juicio sumarísimo militar se instruyó contra mi tío abuelo por el simple hecho de ser un intelectual.
Provengo de una familia de clase media alta a la que la dictadura dejó prácticamente en la ruina
Crecí con ese bagaje político, recordando a todos los exiliados y asesinados, con mi padre leyéndonos párrafos de la obra de mi tío todos los domingos junto al fuego. Todo ello supone que mi formación personal sea contradictoria, porque soy mujer en un mundo donde nosotras no tenemos derechos; catalana en un país derrotado, y comprometida en una sociedad que no te deja respirar. Procedo, por otra parte, de una cultura con un fuerte componente catalanista, tanto desde la izquierda como desde la derecha, porque entre los Rahola hubo partidarios de la Lliga Catalanista y también de Esquerra Republicana, y por parte de mi madre, llevo la herencia de la FAI y la CNT; mi abuelo había estado con Durruti2 y tuvo que exiliarse, con unas consecuencias económicas importantes, ya que mi abuela murió y mi madre tuvo que sacar adelante a su hermana sin ningún dinero. Por las dos ramas familiares provengo de familias de clase media alta pero la dictadura les dejó prácticamente en la ruina.
Hubo mucha gente que veía con gran recelo a Tarradellas porque no lo consideraban la persona idónea para sacar adelante las aspiraciones catalanistas
En estas circunstancias, es evidente que el ja sóc aquí del President en el exilio lo vivimos con una carga emocional importante, y también desde el conocimiento político de lo que significaba su regreso. Sin embargo, en mi casa se recelaba bastante de Tarradellas, a pesar de que un pariente nuestro, Frederic Rahola, había sido colaborador suyo. Era un personaje muy controvertido e inspiraba en ciertos sectores más desconfianza que esperanza. Por otra parte, en aquella época mantenía en la universidad una gran amistad con Joan Oliver, “Pere Quart”3, quien no hablaba en absoluto positivamente de él. Por tanto, la gente que me rodeaba vivía ese momento histórico con esperanza, pero consideraban que Tarradellas no era la persona adecuada para consolidar sus aspiraciones.
La negociación catalana fue de coyunturas, no supieron establecer los cimientos de un futuro Estado
A pesar de que entre los padres de la Constitución hubo gente notable –como Herrero de Miñón, a quien admiro mucho– soy muy crítica tanto con los artífices como con el propio texto constitucional. Creo que la gramática de la transición es una serie de renuncias notables, algunas incomprensibles, y en este sentido considero que muchas de las miserias actuales se derivan de esas carencias que tuvo ese momento clave para nuestra historia, y en el que grandes hombres no estuvieron a la altura. En alguna ocasión, hablando con Iñaki Anasagasti, hemos observado que, mientras la negociación vasca fue de principios, la catalana fue una negociación de coyunturas. Hubo bastante de eso tan catalán de no pidamos demasiado, no vaya a ser que no nos den nada; no nos hagamos notar, no sea que recibamos el golpe.
Los hombres que protagonizaron la transición son fruto de la dictadura y no estaban liberados de los resortes del miedo que ésta había impuesto socialmente
Mientras tanto, los vascos pusieron el fundamento de Estado porque se centraron en consolidar la parte económica, la policial y la política, pero nosotros renunciamos a las tres. No quisimos concierto económico; Miquel Roca (con quien he hablado mucho de este tema) me decía: no se podía, no era el momento, pero la cuestión es que seguimos con ese problema sin resolver y con una desvalorización de nuestro propio capital económico cada vez más notable. También renunciamos al apartado policial, porque no era popular, en palabras de Roca, y finalmente también al político, debido a una negociación mal hecha. Supongo que tampoco se puede olvidar que veníamos de una dictadura donde siempre se hablaba del ruido de sables y era difícil mantener la fortaleza en unos principios que en ese momento no parecían prioritarios en el resto de España. Probablemente los hombres que protagonizaron la transición son fruto de la dictadura y no estaban liberados de los resortes del miedo que ésta había impuesto socialmente. Por ello soy comprensiva con las personas, pero crítica con los políticos, aunque tampoco sé lo que yo hubiera hecho si me hubiera tocado a mí estar ahí.
Si se reforma el Estatut que sea para dotarnos de una Carta Magna para Cataluña
Lo que es evidente es que el Estatut, más que un texto de mínimos, sentó esos mínimos; fue un documento que partiendo de unos máximos, acabó consolidando lo contrario. Algo que podría haber sido de otra forma si el marco constitucional hubiera sido más amplio, porque hay elementos muy importantes que quedaron fuera. Una de las cosas más perversas del momento actual con relación a este tema es la patrimonialización de la Constitución por parte de aquellos que en su día no creyeron en ella. Aznar podría ser el paradigma, pero fueron muchos los que estuvieron en contra de los avances democráticos, aunque una vez han llegado al poder se la quedan como si fuera el jardín de su casa, hacen un uso privado de ella, y convierten nuestro patrimonio constitucional en un texto inflexible, intolerante y no democrático.
En el caso del Estatut, ahora la trampa está en decir que necesita ser modificado, siendo que todo el potencial que tiene ni siquiera ha sido desarrollado. Si se reforma, que sea para dotarnos de una Carta Magna para Cataluña, pero no para caer en la trampa retórica permanente de amenazar con ello cada vez que se llevan mal con Madrid. ¿Por qué hacerlo ahora, si no se ha hecho en veintitrés años? ¿Por qué no se han ocupado todavía de hacer una ley electoral para Cataluña como prevé el propio Estatut? Opino que ha habido una doble política de renuncias, una colectiva dentro del exiguo marco constitucional, y otra que se genera desde la propia Cataluña con sus miedos y sus miserias, y que me parece incluso más condenable que la primera, factor que nos lleva directamente a Jordi Pujol.
Estos años han supuesto la provincialización de la nación catalana
Pujol es un excelente estadista pero un pésimo gestor. Aunque aprecio mucho a la persona, no me sucede lo mismo con el personaje, pese a que no me gusta en absoluto hacer este balance de final de etapa. Cuando se tiene un tête à tête con el Pujol ideólogo, con el retórico, el dialéctico y brillante (y yo he tenido muchos momentos intensos en este sentido) percibes que estás delante de un gran estadista, alguien que tendría que haber sido jefe de Estado. Pero si te detienes en el político de la gestión diaria que ha tenido un trabajo doble, pues ha debido gestionar el gobierno que tenía y negociar el que no tenía, en ese sentido mi valoración es negativa. Bajo la perversa cobertura que supuso la filosofía del café para todos, hemos asistido estos años a una provincialización de Cataluña: ya no somos una nación, somos simplemente una autonomía más. Creo que la idea de generalizar la descentralización “aguando” así a los territorios con un nacionalismo “concentrado” ha sido una de las jugadas más contundentes y malvadas que se hicieron desde Madrid y que, de alguna forma, nos destroza. Es una genialidad perversa que, por el mecanismo de la generalización, reduce nuestro techo nacional y nos convierte en una diputación grande. ¿Tenemos gobierno? No, más bien una diputación arregladita. ¿Un poco más que otros? Quizá sí, pero todos más o menos tienen lo mismo. España nunca ha sido federalista, pero sí lo era la tradición catalana, y de repente comienzan a inventarse himnos y banderas que no habían tenido nunca; gracias a nosotros, los catalanes, alcanzan la autonomía. Pero si sucedió fue porque fuimos timoratos. Pujol perdió la oportunidad histórica de negociar correctamente el paquete Cataluña con España: ha habido buenos momentos para avanzar, pero al final le acabaron temblando las piernas.
Pujol ha “patrimonializado” su idea de Cataluña
Uno de los elementos más oscuros de la gestión de Pujol al frente de la Generalitat ha sido la época en que no sólo había que gobernar el país, sino crearlo. De alguna forma teníamos que crear las instituciones y llenarlas de sentido, negociando los temas que quedaban pendientes. Estoy convencida de que si Pujol hubiera tenido un país completo habría sido un gran gestor, pero no lo consiguió en ese momento de transición. Quiero decir, que si él era el Moisés elegido, hizo mal la travesía por el desierto, y no sé quien tirará las murallas, por seguir con el símil, pero todavía no estamos dentro, quedan muchos huecos de soberanía por llenar. Y lo hizo mal por dos motivos; primero, porque funciona mal el raspall (cepillo) de Tarradellas, aquello que decía refiriéndose a que cuando vas a Madrid con la cartera llena siempre vuelves de vacío, y eso es algo que frecuentemente le ha sucedido a Pujol, porque le ha gustado que le respetasen, tener un cierto papel, pero siempre ha llegado vacío de contenido, su negociación ha sido pésima si tenemos en cuenta la de veces que ha sido clave para la estabilidad política en Madrid, pero le ha faltado la arrogancia de los grandes negociadores. El segundo motivo ha sido su menosprecio por el Parlament, ha patrimonializado su idea de Cataluña de una forma parecida a como está haciendo Aznar con España, no tiene en cuenta a los que están fuera de su paraguas ideológico y, cuando negocia, no lo hace con el paquete colectivo de Cataluña, sino desde una Cataluña convergente, propiedad de un partido, no de la totalidad de un Parlament. Es una crítica que a menudo le ha hecho Ribó y que yo comparto plenamente, porque no se puede ir a negociar un concierto económico sin el Parlament detrás; no se puede decir como partido cambio el Estatut porque quiero ganar las elecciones, porque es una cuestión nacional y colectiva que debe surgir del consenso parlamentario. Cuando Pere Esteve iba a Madrid lo hacía como representante de unos cuantos votos que eran los que se necesitaban para equilibrar la gobernabilidad del partido en el poder en España.
Esto es algo que no sólo ha perjudicado su imagen política sino que también ha alimentado el rechazo que en muchas partes de España se tiene hacia los catalanes. En nombre de Cataluña se ha reformado el mercado laboral, se han antepuesto intereses de unos cuantos lobbies, y se han beneficiado los intereses de determinadas clases sociales. Y creo que con esta política Cataluña ha salido perdiendo.
La transición se construyó sobre el silencio de las víctimas
Alguna vez he escrito que en este país se han matado los Aranguren, es decir, los puentes de diálogo que teníamos en la vieja Sefarad, que diría Espriu, ya que antes teníamos un planteamiento plural de Estado que se ha ido quemando en los últimos años, y aquí sí que la responsabilidad la tiene la intelligentia4 española, que ha fracasado en ese sentido. Dos décadas después de las primeras elecciones democráticas, España es menos plural, la reivindicación heterodoxa está mal vista, y lo que podría ser las fuentes de diálogo se ha roto. Es decir, la transición política se hizo sobre el silencio de las victimas y de la responsabilidad de los verdugos, renunciamos a nuestra propia historia y comulgamos con ruedas de molino; años después el franquismo se ha vuelto casi entrañable, los verdugos no lo son tanto, los Fraga de este mundo cabalgan tranquilamente mientras los valores de la República y los anteriores han quedado amagados en un tótum revolútum y aquí no ha habido victimas, porque lo importante era cierta convivencia. Sin embargo, ahora España es más intolerante y Cataluña tiene cada vez menos peso.
Perduran todavía ciertas tendencias violentas preconstitucionales que fueron alimentadas por el propio Estado
De la violencia se está sacando un rédito político extraordinario, lo que es extremadamente peligroso. Formé parte de la comisión Roldán5, lo que me permitió ver las entrañas del Estado, sus cloacas; abrimos las tripas de Intxaurrondo6, que era un Estado dentro del Estado, como me reconoció el propio ministro del Interior, Alberto Belloch. En esos días entendí muchas cosas, porque era evidente que los mecanismos de represión y violencia del Estado eran anteriores a la propia democracia y no habían sido reformados. La Constitución no pasó por ellos, ni la democracia, por lo que seguían intactos y llegaron a producir monstruos. Es decir, la tentación por la violencia es una tendencia propia de las fuerzas de seguridad que los propios Estados alimentan, especialmente en regímenes como el franquista (que todavía perdura en algunas mentalidades), pero lo peor es que se siente legitimada porque tenemos un territorio donde existe una situación de violencia que hay que reprimir. De forma que, cuando llega al poder alguien como Aznar, hace un uso perverso de las victimas para obtener un rédito electoral, algo que a nosotros nos parece terrible.
La represión no debe cebarse en las ideas políticas
Y que conste que no caigo en la ingenuidad de creer que el recurso policial no es importante a la hora de resolver un problema de violencia, porque sé que es necesaria una actitud contundente y clara, pero nunca olvidando que es un conflicto que nace de unas circunstancias históricas que requieren a su vez una dimensión política. Además, nunca la represión puede dirigirse hacia las personas o las ideas, sino hacia quien ha cometido el acto violento.
Por otra parte, el amplio eco que se le da a este tema en los medios de comunicación está fomentado por el partido que gobierna actualmente, en parte porque vive de eso. El premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, me dijo en una ocasión que Aznar es un pirómano en un fuego, no es de ninguna forma un bombero. Es decir, que en vez de apagar el fuego lo aviva, y esto lo dice alguien acostumbrado a negociaciones durísimas de conflictos importantes. Porque en este tipo de negociaciones es necesaria mucha fineza y mucha inteligencia, y nada de eso caracteriza a Aznar. En este sentido, por el contrario, Pujol sí hubiera hecho un gran papel, porque en estos temas es donde se crece, en los grandes momentos que afectan de una forma importante a la convivencia, porque posee una gran inteligencia política.
Pujol ha conseguido que la sociedad se sintiera catalana
Jordi Pujol ha tenido una gran categoría en el tema de la convivencia, es algo que ha sabido hacer bien, realmente bien, porque Cataluña podría haberse enquistado precisamente en ese aspecto. Veníamos de un país desestructurado, que debía recuperar la autoestima en un contexto que había cambiado muchísimo porque existía una parte importante de población de origen no catalán. Y para construir esto se necesitaba una gran inteligencia y prudencia, que aunque la tuvo todo el mundo, Pujol supo ejercitarla más que nadie y llevó este asunto con una gran habilidad. En ese sentido, el balance del pujolismo como artífice de que una sociedad se sintiera catalana, ha sido extraordinariamente positivo.
Àngel Colom quería cambiar la historia
El Partit per la Independència (PI) no tuvo ninguna opción, algo de lo que fui consciente desde el principio. Contaré algo que pertenece más a la pequeña historia que a la grande; la noche en la que Àngel Colom me dijo que habíamos acabado y que quería romper con Esquerra para construir un nuevo partido le dije que era un error histórico porque no tenía ninguna salida, y que si me quedaba con él, era más por una cuestión de fidelidad personal que política. Lo que en absoluto significa que niegue mi corresponsabilidad en todo ese asunto. En el momento en que decidí vivir con él la experiencia de un partido nuevo, que significaba romper con uno histórico que poseía una fuerte carga emocional para Cataluña, asumí lógicamente las culpas posteriores que luego pudieran derivarse.
En el Partit per la Independència la poesía imperó sobre lo pragmático
Me gustaría que se entendiera el contexto en que se produjo esa ruptura. Àngel Colom fue un hombre que se había formado en el activismo político y era uno de los políticos más auténticos que he conocido, más cargado de sentimiento que de razón, y probablemente, más romántico que pragmático: todo ello es un equipaje importante cuando se quiere cambiar la historia. Porque ese era nuestro propósito, cambiar la historia de Cataluña. Para ello se necesita una dosis importante de romanticismo; quizá Colom levitaba más que yo, que siempre he tenido los pies en la tierra, pero en la historia de la humanidad también son importantes los visionarios. Por todo ello quise implicarme en esa aventura, porque lo que proponía no era un partido político más del sistema. Nunca ha jugado en el mismo campo que los demás, sino que estaba fuera, lo que pretendía era dar una patada al tablero para dar un giro total; era un político difícilmente domesticable y, por lo tanto, interesante.
Sin embargo, cuando se está fuera del sistema, se es excesivamente heterodoxo, no se te digiere, se te criminaliza, y lo que sucedió es que dentro de Esquerra comenzó a haber una guerra interna por el poder; pero Colom poseía una carga emocional importante que no resistió una guerra personal de llamadas telefónicas a su familia, de destrucción de su vida privada, de manipulación de sus usos sexuales y privados. La guerra fue demasiado sucia y él demasiado vulnerable. La política es la política, pero la hacen personas, y si destruyen al hombre, destruyen también al político. Y aunque él ganó las elecciones internas de Esquerra ya estaba tocado y llegó un momento en que creyó que no podía luchar por la independencia desde ese partido, y eso se concretó en intentar crear otra plataforma.
Se nos ha estafado el debate de la autodeterminación
Si hubiera que buscar responsables de aquella ruptura, supongo que Carod-Rovira tendría un 100% de responsabilidad, pero Colom tendría otro 100%. Se llegó a una situación en que parecía que los buenos eran los que se quedaban con el patrimonio de Esquerra y los malos quienes rompían con ese partido histórico: se acabó en un callejón sin salida. En un primer momento le dije que no le seguiría, pero también yo había sufrido esa guerra sucia, y no quería permanecer con la gente que se quedaba, por lo que me planteé dejar la política. Sin embargo, Colom me dijo que si no le seguía, él se retiraba, y en aquel momento tuve la convicción de que Cataluña no podía perder un político como él, por lo que decidí escoltarle. Además, me sentía apoyada por el hecho de que más de mil militantes se vinieran con nosotros, y hubo una importante fidelidad con nombres y apellidos, amigos nuestros y todo mi equipo de colaboradores. Pero nunca dejé de percibir que el proyecto iba a fracasar, supongo que simplemente me planteé que valía la pena intentarlo. Porque si hubiera salido adelante ahora existiría el independentismo como debate político, algo que ha desaparecido; desapareció Colom y con él esa lucha en el Parlament. Todo el esfuerzo que se hizo para desmantelar las tentativas violentas de Terra Lliure7, para politizar la lucha por la independencia de Cataluña, porque se hiciera desde el Parlament, no ha servido para nada, ha sido inútil, dado que ese debate ha desaparecido.
Evidentemente, desde el PI nos planteábamos la posibilidad de un referéndum de autodeterminación, pero ya no sólo esto, es que creo que el día que Cataluña se plantee el sí o el no ya estará más cerca del sí aunque pierda, porque el problema es que se nos ha estafado ese debate, y ya no existe la posibilidad de tenerlo. ¿Hay hoy día algún comerciante que se plantee que un Estado propio sería más rentable para su negocio? ¿O un industrial que crea que siendo Estado tendríamos un puerto más competitivo, un aeropuerto internacional, unas redes de carreteras que funcionarían económicamente, un tren de alta velocidad hace años? Actualmente nadie se lo plantea siquiera, han echado tierra sobre el debate de la autodeterminación, y es un error, porque ya no se trata de ganarlo o perderlo, sino de que se ponga sobre la mesa esa posibilidad, que los catalanes tengan la oportunidad de discutir sobre ese tema.
Puedo tener simpatía hacia el Rey y su familia, pero no soy monárquica
Recuerdo que en una de las primeras ocasiones que hablé con el Rey, siempre de forma cordial porque es una persona afable y divertida, con una simpatía innata, yo era diputada por Esquerra y, por tanto, una republicana, que pertenecía, además, a una generación nueva que ya no era la de Heribert Barrera, quien había conectado siempre muy bien con la Zarzuela y era muy amigo del Rey. Pero tras diecisiete años un republicano recupera el escaño, es mujer, y, además, independentista. De entrada me recibió con un enorme recelo, especialmente cuando le comenté que para mí la monarquía era una institución consolidada en una etapa no democrática y que, por tanto, era revisable, que en consecuencia podía tener simpatía hacia él y su familia, pero no a la institución que representaban. Él me respondió con la misma claridad, diciéndome que en mi partido queríamos romper España y en un momento dado (que nunca he comentado) me dijo que había prometido a su padre en el lecho de muerte que nunca se rompería España y me recordó que era jefe de las Fuerzas Armadas. Cuando volví se lo comenté a mis compañeros de partido y todos supimos que no es algo que se dice por decir, así que ¿por qué lo dijo entonces? Estoy convencida que lo hizo porque quería que yo lo comentase en el partido, ya que es algo que no tiene un valor público puesto que no se puede demostrar, pero tenía la fuerza de mantener los mecanismos del miedo y la autocensura, era el juego de siempre.
Cataluña se ha convertido en una periferia más del Estado español y cada vez tiene menos peso
Estamos viviendo un proceso de mundialización contundente que está incluso cambiando los mecanismos mentales, es decir, ninguna decisión es importante o relevante en un sitio concreto porque las decisiones son mucho más etéreas y pesan más los consejos de administración de cuatro empresas que determinados gobiernos, hoy esas empresas mandan más que cincuenta Estados juntos. Las decisiones políticas, sociales, económicas, incluso la gastronomía o nuestras neuras son ahora globales; estamos obsesionados por el peso porque en los Estados Unidos hay un problema de obesidad, aunque aquí todavía no se haya producido. Y en este mundo donde ya no somos ciudadanos sino consumidores, ¿qué papel puede tener una nación como la nuestra? Pues exactamente el mismo que cualquier otra; la misma independencia, la misma autonomía o incluso la misma dependencia que el resto, pero si tuvieramos una soberanía equivalente a cualquier otro Estado, ya me conformaría. Soy consciente que estando en la OTAN los primeros niveles de decisión se escapan, pero estás allí.
El problema es que Cataluña no está en ningún mapa, ni en los menores, increíblemente ni siquiera en el de España, porque ya nos hemos convertido en una periferia más, ni siquiera somos los más importantes económicamente; Valencia o Sevilla están aumentando muchísimo su peso relativo, al igual que Madrid. Ni siquiera culturalmente somos ya la vanguardia, socialmente hemos perdido peso; una prueba de ello es que Cataluña tiene un papel muy claro en el tema de la violencia pero nadie nos hace ni caso. La masiva manifestación contra el asesinato de Ernest Lluch no es importante, un millón de personas ya no significan nada, lo hubieran significado en la transición, un millón de catalanes en la calle, pero ahora ya no somos nadie. Nos hemos quedado como esa provincia díscola, un poco diferente, que se empeña en hablar en otra lengua, pero no tenemos peso, y todavía menos en Europa. Los vascos no han desaparecido del imaginario español ni del europeo, existe una gran diferencia entre ambas situaciones. Ibarretxe tiene una concepción de Estado y partir de ella está trabajando, pero nosotros tenemos un gobernante con mentalidad autonómica, y tampoco creo que sea culpa de Pujol, es que el país ya no da más de sí.
Otro aspecto criticable del pujolismo es que ha fomentado en exceso un dirigismo cultural y social que ha destruido las entidades cívicas y sociales catalanas; han desaparecido los omniums, pueden atacarnos por cualquier parte pero ya nadie se moviliza, y es un fenómeno del que es altamente responsable el pujolismo, porque fue el artífice de oficializar el nacionalismo pero al mismo tiempo ha destruido su base, especialmente desde el momento en que se empieza a identificar la bandera catalana con Convergència. Hace tiempo que Cataluña ya no sabe lo que es, se ha convertido en un país donde el tanto me da es colectivo, somos simplemente una gran provincia, vivimos bien, pero hemos perdido las grandes aspiraciones de futuro.
Cataluña es profundamente machista, aunque muy educadamente
Al contrario de la imagen que tiene de sí misma, Cataluña es muy machista, lo que sucede es que lo es muy educadamente. Pujol tardó trece años en poner a la primera mujer en un gobierno catalán: hasta 1993 no hubo ninguna. Recuerdo una conversación que tuve con él en la que le recriminé este hecho, y respondió que cuando encontrara alguna que valiera, la pondría: a lo que contesté que para la cantidad de hombres mediocres que tenía en el gobierno no hacía falta hilar tan fino. Pero tengo la misma experiencia con Maragall, que en un momento dado me ofreció la regiduría de cultura, porque suponía que como mujer me interesaría más; el Ayuntamiento de Barcelona no ha tenido ninguna alcaldesa. Es decir, ni el país ni la ciudad están a la altura de los tiempos. Incluso como una de las pocas mujeres que tiene mucha relevancia pública en la política catalana percibo que es algo que se digiere muy mal, porque este país sutil que está convencido de que no es machista, todavía soporta con dificultad que una mujer quiera ser la primera de la clase.
No está resuelto el problema de la conciliación entre vida familiar y laboral para las mujeres
Todavía no está resuelto el gran problema de la conciliación entre la vida familiar y laboral, lo que supone una gran estafa para las mujeres que les impide que los derechos que han conquistado con tanto esfuerzo tengan una dimensión real. Si queremos estar en primera línea, trabajar y ser competitivas, no podemos porque no tenemos resuelto el aspecto familiar. Seguimos siendo nosotras quienes llevamos la carga de los hijos, el trabajo doméstico, las que llenamos la nevera, vamos al mercado y pactamos día a día para conseguir que nuestra pareja nos ayude. Porque nuestros maridos se han convertido en una especie de asistentes sociales, nos ayudan, pero todavía no son corresponsables. Sin embargo, no creo que sea culpa de los hombres, sino de una sociedad que todavía no se ha ocupado de cambiar los horarios laborales para hacerlos compatibles con la educación de nuestros hijos, que no ha cambiado los marcos legales que permitan la incorporación de las mujeres al trabajo, que no provee de plazas de guarderías públicas, que no crea incentivos y que todavía sitúa la carga de la culpa sobre la mujer. El resultado es que las mujeres, ya emancipadas después de muchos años de luchar por ello, cargamos a nuestras madres con lo que nosotras no podemos asumir. Nos hemos convertido en una generación de madres cansadas y estresadas que queremos llegar a todas partes con unas abuelas esclavizadas que intentan liberarnos de parte de la carga. Es brutal, pero ésta es nuestra realidad.
1 El historiador y periodista Carles Rahola fue fusilado en Girona el 14 de marzo de 1939, un mes después de la entrada de las tropas franquistas en Cataluña.2 Buenaventura Durruti (1896-1936), dirigente anarquista. Miembro de la CNT, fue un decidido partidario de la línea violenta e insurreccional. En 1936 intervino activamente en la lucha contra la rebelión militar en Barcelona y dirigió una columna anarquista en el frente de Aragón, donde impulsó las colectivizaciones agrarias. Murió en la defensa de Madrid en circunstancias no aclaradas.
3 Joan Oliver, conocido también con el seudónimo de “Pere Quart” (1899-1986), poeta, periodista y dramaturgo catalán de destacado compromiso político. Premi d’Honor de les Lletres Catalanes en 1970.
4 El concepto de intelligentia, normalmente contrapuesto al de intelectual, se aplica a aquellos intelectuales que, al servicio de la cultura o tendencia política hegemónica, apoyan un proceso de dominación. Contrariamente, el intelectual es todo aquél que sirve a los intereses culturales de su pueblo o, en todo caso, establece una relación de diálogo y no de preeminencia entre la suya y cualquier otra cultura o tendencia política.
5 Comisión parlamentaria destinada a investigar la malversación de fondos de la Guardia Civil atribuida a su director Luis Roldán, quien para no enfrentarse a ella se fugó del país.
6 Cuartel de la Guardia Civil, tristemente conocido por haber sido el lugar en el que, en 1983, dos presuntos miembros de ETA –José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala– fueron torturados y asesinados. Este hecho dio paso a una comisión gubernamental para investigar las irregularidades y excesos allí cometidos.
7 Organización armada clandestina que reivindicaba la independencia de Cataluña. Se mantuvo activa de 1979 a 1995, en que su asamblea política se autodisolvió para integrarse en Esquerra Republicana de Catalunya.