Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sr. Jordi Camp Ventura – Armony Sea Design

Granollers (Barcelona)

1986

Director general de Armony Sea Design, S.L.

4-11-2022

 

La responsabilidad de emprender y de aplicar pequeños cambios para forjar un mundo mejor, forma parte de este empresario nato, que siempre persistió en dejar huella en el mundo de los negocios. Permanentemente atento al entorno, ha procurado satisfacer las necesidades del sector hotelero brindando unos productos que contribuyen a mejorar la experiencia de los huéspedes. Su periplo estadounidense le instruyó en la virtud de rehacerse ante las adversidades, lo cual se traduce en su valoración positiva de las crisis cíclicas y sus transformaciones asociadas.

 

 

 

Siempre alimenté la inquietud de acometer un proyecto ambicioso en la vida

Nací en el seno de una saga de emprendedores que habían forjado su futuro en el sector de los detergentes y la cosmética. Mi infancia transcurrió de manera feliz, en un ambiente en el que me sentí muy arropado a nivel familiar y en perfecta sintonía con mi hermana Mireia, dos años menor y con quien siempre hemos cultivado una magnífica relación. Crecimos juntos, compartiendo aficiones, amistades e inquietudes. Todo apuntaba a que acabaríamos uniendo esfuerzos en un proyecto profesional conjunto; sin embargo, habría que esperar para ello, porque, en un determinado momento, cada cual emprendió un rumbo diferente con sus respectivas parejas y empleos. En cualquier caso, yo siempre había alimentado el propósito de acometer un plan ambicioso en la vida. A ello contribuyó decisivamente nuestra madre, Anna, quien nos inculcó el valor del aprendizaje y del esfuerzo. De hecho, su influencia resultó decisiva en mi educación, pues prestó mucha atención a esa faceta y se preocupó de mi evolución. Siempre le estaré agradecido por fomentar en mí ese aprecio por la dedicación y la formación. Aun así, pienso que la persona que ha jugado el papel más relevante en mi vida es mi hermana, quien, en la actualidad, constituye una parte esencial de Armony Sea Design.

 

Si estás dispuesto a fracasar, el éxito está asegurado

No puedo ocultar que, de alguna manera, sentía cierta responsabilidad de dar continuidad al espíritu empresarial de mi familia. A mi abuelo, Jordi, le correspondió el honor de convertirse en el fundador del primer detergente del país, identificado con la célebre marca Colón. Él fue capaz de levantar la fábrica Camp, toda una referencia en Granollers. Lamentablemente, un accidente de tráfico truncó su carrera cuando todavía era bastante joven. Su legado, de todos modos, no quedó en el olvido, toda vez que el ayuntamiento de la localidad vallesana decidió bautizar uno de los polígonos industriales con su nombre: Polígono Industrial Jordi Camp. Igualmente, la trayectoria de mi padre, con quien comparto asimismo nombre, ejerció como una motivación añadida para mi determinación a emprender un proyecto importante en la vida. Tanto él como mi madre pilotaban una compañía cosmética, y su ejemplo me sirvió de acicate para estimular todavía más mi espíritu inquieto. Habiendo iniciado el Bachillerato en La Garriga, tuve la suerte de culminar dicho ciclo en Estados Unidos, en el Estado de Kentucky, una estancia de un año que me permitió descubrir una mentalidad muy distinta a la de Europa. Y es que, si bien es cierto que ahí prima el dinero, también lo es que se otorga un especial valor al esfuerzo y a la capacidad para sobreponerse a los fracasos. Tienen perfectamente asimilado que cualquier proyecto que se ponga en marcha puede no funcionar. Pero no les importa, porque entienden que de esa experiencia frustrada se aprende, y que es posible emerger de ella con mayor fortaleza. En general, asumen que lo más probable es que la primera empresa que fundes no fructifique. Lo que se valora es el alma emprendedora y la inquietud y audacia creativas. Si estás dispuesto a fracasar, el éxito está asegurado; porque, si no desfalleces, tarde o temprano acaba llegando ese momento que tanto anhelas.

 

Por mis venas no circulaba sangre, sino jabón

Una vez culminado el Bachillerato en Estados Unidos, regresé a Barcelona para iniciar mis estudios universitarios. Me matriculé en Dirección y Administración de Empresas en ESERP Business School en Barcelona y, paralelamente, con casi veinte años y la ayuda de algunos amigos, puse en marcha un bar de ocio. Esa primera experiencia de negocio funcionó, aunque no con el dinamismo que yo esperaba, por lo que, transcurridos un par de años, decidí traspasarlo y asimilar todo lo que había aprendido en esa etapa. Durante mi formación universitaria, y como proyecto de final de carrera, diseñé una plataforma de business angels llamada «My Angels», con el propósito de poner en contacto a jóvenes emprendedores llenos de ideas de negocio, pero faltos de recursos económicos, con inversores interesados en apostar por esas iniciativas, deseosos de capitalizarlas y convertirse en accionistas de las mismas. Dicho proyecto, cuya presentación académica despertó admiración, alcanzó un alto grado de desarrollo y estuve muy cerca de ponerlo en marcha. Sin embargo, en ese momento me trasladé a Madrid para cursar un máster en Turismo en el centro de ESERP Business School y no llegué a ejecutar ese proyecto de final de carrera. Reflexioné en torno al tipo de negocio que me proponía poner en funcionamiento, y llegué a la conclusión de que aquel no era el ámbito que realmente me interesaba. El máster que acababa de iniciar, en cambio, respondía a la atracción que siempre había sentido por el entorno de los viajes y los hoteles, razón por la cual decidí que tenía que encaminar mi rumbo profesional hacia el sector para el que me estaba formando. Al mismo tiempo, con 25 años emprendí mi nueva actividad empresarial con un proyecto innovador, pero sin renunciar a la experiencia familiar, combinando así el inicio de mi nueva compañía con la finalización de mi formación académica. Si mi abuelo había fundado la fábrica de detergente y mi padre había optado por emprender en el entorno de la cosmética, resultaba creíble pensar que por mis venas no circulaba sangre, sino jabón. Y todas esas reflexiones acabarían confluyendo en el concepto de negocio por el que finalmente me decanté: el diseño, la fabricación y la comercialización de amenities y productos de acogida para el sector de la hotelería, esto es, esos pequeños objetos que los hoteles ponen a disposición de sus huéspedes para hacer más agradable su estancia en el establecimiento, como pueden ser jabones, sets dentales, sets de afeitado, peines, bolígrafos, zapatillas, calzadores, etc. Son modestos detalles a los que el cliente acaba otorgándoles un alto valor y prestándoles casi mayor atención que a la comodidad de la cama.

 

Irrumpí en el mundo empresarial durante una complicada coyuntura, en la que sobre todo primaba el precio

La creación de Armony Sea Design tuvo lugar en 2011, una época poco propicia si tenemos en cuenta que veníamos de la crisis reciente de Lehman Brothers y que el sector hotelero atravesaba un momento delicado. Aunque algunos establecimientos operaban en edificios en propiedad, otros lo hacían en régimen de explotación del inmueble de un tercero. Resultaba muy común en aquellas fechas escuchar entre los responsables hoteleros la frase «mis socios están quebrando», lo que les preocupaba de manera considerable, ya que, si el edificio resultaba embargado, su negocio podía verse irremediablemente arrastrado por las circunstancias. En la coyuntura en la que irrumpimos primaba especialmente el precio y existía escasa conciencia sobre otras cuestiones como, pongamos por caso, la sostenibilidad de los productos o la ética en las relaciones laborales. Y es comprensible, dado que los clientes se enfrentaban a una situación de supervivencia, abocados a hacer cuanto estaba en sus manos para poder mantenerse a flote. A ello tampoco contribuía el sistema bancario, que, en contraste con la facilidad crediticia previa, mantenía una actitud hermética a la hora de brindar financiación; y a las empresas de nueva creación se nos observaba con mayor recelo si cabe. Lograr la renovación de las líneas de crédito pasaba por aceptar condiciones extrañas, como contratar seguros; y eso, con suerte, ya que muchas entidades vieron cortadas las ayudas pese a presentar una impecable cuenta de resultados. De este modo, parecía que todos los factores se alineaban en mi contra para iniciar mi trayectoria empresarial en un contexto coyuntural complejo; pero no me arredré y puse en marcha mi proyecto con los recursos de los que disponía para, poco a poco, lograr ganarme la confianza del sector hotelero y de las entidades financieras para obtener finalmente líneas de crédito que me permitieron hacer crecer el negocio.

 

Las crisis suelen comportar cambios cíclicos que afectan a los hábitos de compra

Una de las claves del éxito de mi compañía reside en el hecho de que, ya desde mis inicios, he procurado escuchar al mercado y no tratar de «vender» una idea que este no reclama. En esos primeros momentos de Armony Sea Design, advertí que algunas conductas de compra estaban empezando a cambiar. Hasta entonces, el mercado se caracterizaba por un alto grado de lealtad hacia un producto concreto y/o sus representantes y empezaban a proliferar los programas de fidelización a través del e-commerce. Pero nos hallábamos en una etapa de transición hacia otro modelo, el de las compras flash, en que el consumidor comenzaba a optar por las ofertas inmediatas, con grandes descuentos. Las crisis suelen comportar estos cambios cíclicos, que afectan a los hábitos de compra; y esa situación fue la que nos obligó a reaccionar. Optamos así por distintos canales de venta, donde realizábamos promociones y acciones que requerían un modus operandi alternativo nuevo y por conocer. En 2016 adopté una importante decisión, como es la de trasladar la empresa de Madrid donde pasé cinco años a Barcelona. Había empezado con una oficina situada en un work center de la capital, con un pequeño equipo de dos colaboradores, quienes me ayudaban a gestionar el negocio. Los fines de semana solía regresar a Barcelona, lo que implicaba frecuentes viajes en AVE, cansancio y desgaste para mi salud. Ante ello, me planteé que mi hábitat natural se encontraba en la Ciudad Condal, en la que, a fin de cuentas, había nacido, donde se hallaban mis amigos y a la que, en cierto modo, me debía. Ignoraba, no obstante, que ese regreso a la capital catalana coincidiría con una decisión adoptada por mi hermana, y que tendría un fuerte impacto en mi propia trayectoria profesional.

 

En el equipo de Acció hallamos unos excelentes compañeros de viaje para desembarcar en Estados Unidos

Mireia me transmitió su deseo de crear una empresa centrada en las amenities para hostelería en Estados Unidos. Aquello constituía una oportunidad de crecer y, al mismo tiempo, de desarrollar el negocio de la mano de mi hermana, mi gran persona de confianza. «Si a ti te ilusiona este proyecto, a mí, también», le dije después de valorar la propuesta. El momento no era el óptimo, pues atravesábamos ciertas dificultades, pero convine que el entorno nunca es el perfecto y siempre existen amenazas al acecho, por lo que no procedía esperar a que la coyuntura resultara plenamente propicia. Con suma determinación, Mireia obtuvo el visado correspondiente para residir y trabajar en Estados Unidos, e iniciamos una humilde pero intensa labor de prospección en el mercado norteamericano, sin ningún tipo de infraestructura. Se trataba de prestar atención al sector hotelero estadounidense y detectar qué tipo de amenities solían funcionar en ese país. Mi hermana conseguía muestras, las examinábamos, las cotizábamos, consultábamos precios y estudiábamos si el negocio podía resultar viable. Llegamos a la conclusión de que sí, y también de que estábamos preparados para acometer el desafío. Los primeros pasos resultaron complejos, toda vez que en ese territorio la legislación es distinta a la europea y las operaciones se realizan en otra divisa. Contactar con Acció, la agencia impulsada por la Generalitat de Catalunya para ayudar a las empresas en su promoción exterior, se reveló como un acierto. Nos derivaron a la oficina abierta en Miami, en el Estado de Florida, donde nos implantamos. La asistencia recibida por parte de esta entidad fue de gran ayuda, pues, al margen de asesorarnos para domiciliar la compañía, también nos orientaron en la búsqueda de abogados, contables y personal para estructurar la empresa. En el equipo de Acció hallamos unos excelentes compañeros de viaje.

 

Hay que escuchar al mercado y nunca intentar imponer tus tesis

Llevamos cinco años en Estados Unidos, centrados de momento en la explotación de Florida, cuyos veintidós millones de habitantes equivalen a la mitad de la población de España. Asimismo, se trata de un Estado con una fuerte implantación de hablantes hispanos y que presenta una cultura muy afín a la nuestra. Sea como fuere, nuestra intención es expandirnos en todo el territorio norteamericano, por lo que nos asomamos a un elevado potencial de mercado. En cuanto empezamos a ganarnos la confianza de los primeros clientes, iniciamos un importante proceso de crecimiento. Hay que tener en cuenta que Norteamérica es un gran polo de atracción turística y que su oferta hotelera es inmensa, con establecimientos de grandes dimensiones que suponen una enorme oportunidad para nuestra compañía. Lo que no podíamos prever, sin embargo, es que nos enfrentaríamos a un suceso inesperado que nos empujaría a realizar profundos cambios: el estallido de la pandemia. De la noche a la mañana, constatamos que la actividad empresarial quedaba absolutamente paralizada. Nuestros almacenes logísticos, tanto en Barcelona como en Miami, vieron cómo el suministro que se realizaba por vía marítima entraba en suspenso a consecuencia de la inactividad de las navieras y la saturación de los puertos. Ante tales circunstancias, se imponía un nuevo momento de reflexión y, una vez más, recurrí a una de mis máximas, que reside en que hay que escuchar al mercado y nunca intentar imponer tus tesis. Porque la buena andadura —y la utilidad— de cualquier negocio consiste en detectar las necesidades de la sociedad y saber satisfacerlas. Ya por aquel entonces había prestado atención al entorno y había descubierto un concepto que empezaba a calar: el de la economía circular. Pensé que podía resultar una solución para minimizar el impacto de la parálisis total a la que nos veíamos abocados.

 

Apostar por la economía circular nos permitió dotar a nuestro negocio de mayor coherencia y robustez

La nueva fórmula empresarial abandonaba la concepción de un mundo globalizado, en el que puedes fabricar y comercializar todo tipo de productos en cualquier punto del planeta, para evolucionar hacia un modelo de negocio basado en la búsqueda de proveedores locales. Al igual que la crisis financiera había comportado cambios de comportamiento en los clientes, la etapa pandémica provocó una transformación de los hábitos de los consumidores y, en nuestro caso, implicó un giro drástico en nuestra forma de hacer las cosas. A priori, los cambios siempre nos generan miedo, incertidumbre e incomodidad, puesto que nos obligan a abandonar nuestra zona de confort. Es humano anhelar estabilidad y sentir que controlamos la situación; pero también es un deseo quimérico, ya que va en contra de la lógica de la historia y de nuestra propia experiencia vital. Gracias a mi estancia en Estados Unidos tenía interiorizado ese estupendo y dinámico talante suyo, en el que contemplan como un proceso natural la renovación continua y asumen sin extrañeza, por ejemplo, el cambiar de trabajo cada dos o tres años. Tengamos en cuenta que las crisis no solo provocan cambios cíclicos, sino que estos siempre acaban revelándose como positivos, ya que terminan por revertir en nuestro progreso. Y, desde luego, nuestra apuesta por la economía circular devino un progreso, porque nos permitió relanzar nuestra compañía y logramos dotarla de mayor coherencia desde el punto de vista medioambiental. Si a ello le sumamos la descentralización y diversificación de nuestras compras, nuestra entidad está más preparada que nunca para afrontar cualquier crisis futura.

 

Después del confinamiento el mercado exigía artículos de proximidad, responsables con el medio ambiente y sostenibles

La coyuntura pandémica resultó especialmente dura. Hubo que recurrir a un ERTE y tuve que asumir yo prácticamente en solitario todas las tareas durante esa etapa, que vivió su peor momento durante unos seis meses. La apuesta por los productos de economía circular empujaba los costes al alza, circunstancia a la que se le sumaba el encarecimiento de las tarifas de las navieras, que habían multiplicado por cuatro o por cinco los fletes, al margen de que la eficiencia en las tareas de carga y descarga también había decaído por la reducción del personal. Asimismo, los clientes no hacían frente a los pagos y raramente atendían las llamadas telefónicas. Pese a todo, aquella decisión se acabaría revelando acertada, pues, tras el confinamiento, asistimos a una eclosión de los productos ecológicos por parte del mercado. No eran solo los millennials quienes mostraban sensibilidad por el medio ambiente, sino que también las generaciones precedentes observaban cambios en sus hábitos de consumo, exigiendo artículos de proximidad y elaborados a través de procesos sostenibles que no supusieran una amenaza para el entorno. De este modo, iniciamos la búsqueda de materiales alternativos, como la fécula de patata o el papel reciclado, para así minimizar ese impacto ambiental. Con ello, estábamos ofreciendo a los hoteles un producto más sostenible y contribuyendo a que la experiencia que ofrecían a sus clientes resultara más respetuosa con el medio ambiente. Fue un proceso complejo que nos vimos abocados a implementar con tanta eficiencia como agilidad para seguir vivos en el mercado; y puedo afirmar con orgullo que, en la actualidad, la mayor parte de nuestra oferta es ecológica. Los proveedores de proximidad son los que se encargan de fabricar nuestros productos, los cuales no solo cuentan con un packaging sostenible, sino que ellos mismos poseen el valor añadido, y correctamente certificado, de ser ecológicos y veganos. Esta conversión hacia lo «verde» fue una apuesta nada menor, ya que la sociedad cada vez muestra mayor conciencia en este sentido a la hora de decidir dónde gasta su dinero. Si inicialmente eran los ciudadanos de los países nórdicos quienes hacían gala de dicha sensibilidad, ello se ha ido extendiendo al resto del globo, y hoy son muchos los consumidores que prestan atención a las certificaciones ecológicas o a los compromisos adquiridos por los hoteles cuando seleccionan alojamiento.

 

Un acto tan sencillo como el clic de una compra puede cambiar nuestro planeta

Pertenezco a una generación, la de los millennials, que hemos crecido en un momento de revolución total en múltiples aspectos. Somos la primera que ha mostrado conciencia con el cambio climático, tanto porque aspiramos a un entorno más favorable como porque nos proponemos dejar un planeta mejor para nuestros hijos. Esa inquietud ha provocado que, en el momento en el que entramos a formar parte del mercado y reclamamos un producto más ecológico y sostenible, las empresas se ven obligadas a reaccionar y a adaptarse a esa demanda. A acentuar esa exigencia ha contribuido la generación Z, la que nos sucede, que se ha desarrollado ya en un entorno orientado a la sostenibilidad. Somos las nuevas generaciones las que tenemos la oportunidad de propiciar esa imprescindible transformación. Queremos corregir conductas, y un acto tan sencillo como el clic de una compra puede cambiar nuestro planeta. En Armony hemos seguido dando pasos en esa línea y, atendiendo a las necesidades de los clientes, hemos creado dosificadores que sustituyen, por ejemplo, a botellines de gel de treinta mililitros de un solo uso. Son formatos con múltiples ventajas, pues no solo se aprovecha mejor el producto y reduce el desperdicio, sino que exige menos manipulación, al no reclamar una reposición diaria. Todo ello ha propiciado que nos planteemos comercializar nuestros productos propios en ese formato para el consumidor final, a través del canal retail. Además de nuestras marcas registradas, también contamos con la distribución de algunas firmas de prestigio, como por ejemplo la parisina Hermès, que ofrecemos a aquellos hoteles que desean dar un plus de exclusividad a sus huéspedes. En la actualidad, estamos presentes en catorce países europeos, aparte de España, y en Estados Unidos. El objetivo es ganar presencia tanto en nuestro continente como en Norteamérica, mediante todo tipo de perfil de cliente: desde grandes cadenas hoteleras hasta hoteles independientes, pasando por casas rurales e, incluso, clínicas. Hemos realizado alguna operación con plataformas de alojamiento como Airbnb, pero resulta difícil fidelizar este tipo de clientes, cuyas decisiones se basan exclusivamente en el precio que pueden conseguir de manera puntual.

 

Hemos logrado un equilibrio perfecto en el equipo entre personas con experiencia y jóvenes con ilusión y gozamos de un ambiente laboral excelente

En cuanto a la selección de personal se refiere, tengo claro que existen dos perfiles: gente con experiencia, capaz de desenvolverse de manera autónoma en el ámbito de su especialidad, cuyos hábitos y metodología difícilmente cambiarán; y los jóvenes con estudios recientes e ilusión, con poca experiencia laboral, a quienes puedes moldear para que realicen las tareas según tus necesidades. Creo que hemos logrado un perfecto equilibrio en la compañía entre ambos y gozamos de un ambiente laboral excelente, lo que resulta fundamental en el puesto de trabajo, habida cuenta de que invertimos mucho tiempo en él. Soy muy consciente de que el equipo humano constituye mi activo más importante. He de decir, empero, que echo en falta en nuestro entorno un mayor espíritu emprendedor. En general, la juventud exhibe unos valores distintos a los de antaño y ya no existe la misma inquietud para crear negocios propios; algo que sí se detecta en Estados Unidos donde, conviene subrayarlo, resulta más sencillo constituir una empresa. Lo que ahí requiere apenas una semana, aquí reclama un plazo de tres o cuatro meses. En Norteamérica, de hecho, se protege mucho el tejido empresarial, porque existe la convicción de que su funcionamiento es lo que impulsa al país. En Europa, el modelo de negocio es diametralmente distinto, pues prima la defensa de los empleados. Frente a ello, los empresarios solemos sentirnos poco apoyados, cuando no desprotegidos; es sintomático que solo logremos dotarnos de infraestructuras vitales cuando se producen sucesos extraordinarios, como las crisis cíclicas, que reclaman soluciones apremiantes.

 

Nuestro deber como empresarios reside en trazar nuestra propia hoja de ruta a partir de los inputs que recibimos del sector

Si analizo la trayectoria seguida, he trabajado con gran dedicación y pasión, convirtiendo mi labor en un estilo de vida. Permanentemente, he procurado adaptarme a las circunstancias externas y he sido capaz de superar múltiples y complejas adversidades. Esa escucha del sector y la adaptación continua forman parte de la vida de un empresario. Más allá de aceptar y afrontar con fortaleza los cambios cíclicos a los que estamos expuestos, nuestro deber reside en trazar nuestra propia hoja de ruta a partir de los inputs que vamos recibiendo de nuestro sector y del mundo en general, porque los verdaderos dueños de las compañías son sus clientes: solo ellos tienen el poder de cambiar el mundo con el sencillo acto de realizar una compra.

 

Tres personas de la familia al frente de una entidad con la mejor sintonía posible

A los clientes es menester empezar a conquistarlos desde el diseño, un factor que juega un papel trascendental en la aceptación del producto. Ahí tengo que destacar la contribución de Alexia, mi pareja, quien ha acabado asumiendo esta faceta de modo accidental. Ella trabajaba como piloto comercial y la pandemia provocó su inactividad. Le propuse ayudarme en algunas funciones y fue así como descubrió que el diseño le fascinaba y que, además, atesoraba unas magníficas virtudes. De manera natural, fue adquiriendo esta responsabilidad y, desde hace un año, asumió libremente la jefatura de ese departamento, lo que supone que, en la actualidad, pilotemos el negocio tres miembros de la familia: Mireia, Alexia y yo; tres personas entre las que existe la mejor sintonía posible y que formamos parte de una generación, la millennial, cuya vida laboral nunca ha sido fácil y que, por ello, ha sido llamada a protagonizar grandes cambios para conseguir un mundo mejor.