Vicenç Villatoro
Vicenç Villatoro
TH, 1r VOLUM. La transición política española

VICENÇ VILLATORO. Presidente de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió

Texto del 24/02/2003
Fotografía: Àngel Font

Ha trabajado como periodista en diversos medios de comunicación. Como escritor ha cultivado géneros literarios muy variados. Hombre ligado al desarrollo de la cultura catalana, director general de Promoció Cultural de la Generalitat (1997-2000), su posición destacada al frente de la gestión de uno de los medios de comunicación públicos le permite observar de manera privilegiada la evolución de los acontecimientos sociales y políticos, y presentar un certero análisis de sus causas y consecuencias.

El famoso cuarto poder es relativo

La influencia de los medios de comunicación en la sociedad, lo que a veces se ha descrito como un “cuarto poder”, no es del todo exacta. Esa influencia puede existir, pero se trata de un factor condicionado. A veces, desde ámbitos como la política o la cultura, se cree, y me parece un error, que condicionan a la sociedad, es decir, se plantea la situación como si ésta fuese una masa informe y los medios de comunicación el instrumento que da forma a ese fluido. A mi parecer, esto no es cierto, más bien tengo la sensación de que la relación entre ambos es similar a la que tienen el viento y la vela. Si se pone la vela hacia donde sopla el viento, es decir, hacia donde la opinión pública ya tiene una tendencia, esto produce un efecto multiplicador; pero si actúas al contrario, si intentas enfrentarte a ella, no llegas a ningún lado. Los medios son poderosos en la medida en que recogen las opiniones que están en la calle, no en la medida en que las crean.

Dentro de los medios de comunicación, la prensa escrita ocupa un lugar destacado

La tecnología ha llevado a especializaciones diferentes dentro de los medios de comunicación. En estos últimos veinticinco años, la inmensa mayoría de las cosas, los grandes acontecimientos históricos, los hemos conocido a través de la radio, los hemos seguido por televisión y los hemos interpretado con la prensa. Es verdad que la opinión más cultivada no se forma hasta que recoge esta interpretación que brinda la prensa, es decir, que la radio y la televisión son muy buenas para difundir noticias; no tanto para contextualizarlas y menos aún para interpretarlas. Nadie, en el mundo más próximo, se enteró del atentado a las Torres Gemelas por el periódico, porque ya lo sabía, pero sí se esperó a que el periódico diese contexto e interpretación a la noticia en sí. Me parece que esto da mucho poder a la prensa escrita, incluso hoy día, a pesar de que la televisión sea el medio de comunicación de masas por excelencia.

Papel de los medios de comunicación en la formación política del pueblo durante la transición

Hacia el final del franquismo la televisión era un monopolio del estado, mientras que la prensa y la radio representaban un espacio de libertad, por eso su credibilidad al inicio de la transición fue mayor, ya que no eran identificados como la voz del régimen, mientras que la televisión sí lo era. En esa época inicial ambos medios ejercieron una tarea de pedagogía política que ayudó a que la gente aceptara con normalidad la pluralidad de opiniones característica de toda democracia, pese a que la dictadura les había educado hasta entonces en un pensamiento único. A lo largo de la transición, la pluralidad llegó por fin a la televisión, TV3 es la primera grieta en la unanimidad del medio, luego vendrían las privadas y las demás autonómicas.

Se da el hecho curioso de que, en casi todos los casos, las transformaciones en los medios de comunicación, en el mundo de la información, se producen antes que las grandes transformaciones institucionales, lo que también contribuye a esa labor pedagógica.

Creo que una de las cosas que hizo que, en esta ocasión, el experimento democrático español saliera bien, fue el trabajo de los medios de comunicación: su labor de maduración de la sociedad, su difusión de la pluralidad como un valor ineludible para el éxito del proceso, su decisión de no jugar el papel de meros panfletos o espacios de opinión sectorial sino de foros abiertos a todas las tendencias y opiniones. Durante la transición los medios ayudaron a alcanzar la necesaria madurez social; fueron a la vez síntoma y condición de ella a través de sus páginas. El pueblo percibió que estaba llegando la democracia cuando observó la creciente libertad de prensa, indicio inequívoco de lo que estaba ocurriendo, pero todo esto no hubiera podido darse si previamente no se hubieran interiorizado los principios democráticos.

La transición pudo haber acabado mal, pero funcionó en base a razones sociales y políticas

Si nos trasladamos a la mentalidad colectiva del año 1975, hemos de reconocer que nuestro experimento democrático tenía de entrada pocas posibilidades de éxito; contaba con un precedente nefasto que acabó en una guerra civil, existían en la época multitud de tensiones y dificultades para que saliera adelante, incluso en 1981 hubiera podido triunfar una involución democrática. El éxito de la transición no estaba escrito en ninguna parte y pocos apostaban por él entonces. En último término, creo que ese éxito es debido a un par de razones con las que nadie contaba en 1975.

Una de ellas es el conjunto de transformaciones socioeconómicas que se producen en nuestro país en los años 60, de las cuales Franco no era responsable, a pesar de que gente que colaboró con el franquismo quizás sí. Una sociedad madura, donde hay clase media, donde la gente se empieza a ganar la vida, donde no hay demasiadas tensiones económicas, es una sociedad que inevitablemente llegará a la democracia, porque no podrá soportar esa superestructura política que más bien la encorseta. Ésta me parece la principal diferencia entre el experimento republicano y la transición.

La otra razón a tener en cuenta es que la transición estuvo muy bien diseñada y pilotada políticamente. Para mí la gran enseñanza del proceso, y espero que sirva de aviso y ejemplo en el futuro para algunas sociedades hispanoamericanas, es que un cambio así no puede hacerse sin contar con la gente que procede del propio régimen dictatorial, es decir, si sólo lo emprenden sectores que están dentro del sistema no funcionará, pero si hay una ruptura seguida de una mera sustitución del personal político el riesgo es muy grande. Aquí la transición se inició por parte de gente (a la que en cierto sentido personificaba Suárez) que, desde dentro del sistema, decide abrir puertas; luego esa apertura permitió la participación masiva de los que estaban fuera del sistema, ya sea en el exilio o en la clandestinidad, y finalmente resultó crucial el papel neutral y calmado del grueso del ejército.

El franquismo no pudo continuar porque era anacrónico

Desde el franquismo se sobrevaloró el peso y la fuerza de la oposición política, pero también se fue consciente de que había una oleada de cambio social que no se podría parar. La oposición organizada quizá no era tan grande como ahora nos hace creer la mitología sobre la transición. No todo el mundo era antifranquista, no todos estaban dispuestos a luchar por eso, probablemente eran muy pocos; sin embargo, la sensación de que aquello no podía seguir así, de que un país moderno y europeo no podía tener un régimen ­como ese, esto sí era absolutamente masivo. Creo que la gente que estaba dentro del sistema sobrevaloró la oposición, pero intuyó de algún modo que el régimen ya era absolutamente anacrónico.

Recuerdo que en Terrassa, localidad en la que vivo, el último ayuntamiento franquista tenía dos concejales de Bandera Roja1, que habían entrado a través de las llamadas elecciones por el tercio familiar2. También recuerdo que el sindicato vertical estaba claramente influenciado por gente que pertenecía a Comisiones Obreras3, y que su jefe en Cataluña era alguien que iba a jugar un papel tan destacado en la transición como Rodolfo Martín Villa4. El cambio social ya no se podía parar, y el franquismo, además de un régimen injusto y sanguinario, era un estorbo para todo el mundo, para los trabajadores, las clases medias y los empresarios.

No hay nada peor para un régimen político que no saber evolucionar

Durante un tiempo cubrí como periodista parte del proceso de transición chileno, y en él te dabas cuenta de que sectores que en un momento dado habían apoyado el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, al final del periodo ya sentían vergüenza, ya les resultaba anacrónico, no les servía de tan vieja que era esa retórica y aquella parafernalia. Creo que algo similar acabó pasando con el franquismo.

El gran riesgo de la práctica política es que se pierda la noción de los límites del poder

Lo que más me entusiasmaba del inicio de la transición, aunque el paso de los años lo matizó, era la nueva relación que establecimos todos con el poder. El Ayuntamiento, la Diputación, los diversos organismos públicos cambiaron de significado para la gente de la calle, de ser una estructura hostil, algo que sentías que iba en tu contra, pasaron a ser vistos como una estructura a tu favor. La sensación que produjeron los primeros ayuntamientos democráticos, la Generalitat, etc., era la de ser instrumentos que habían pasado a manos de personas que tenían visiones del mundo parecidas a la de uno mismo y que ahora ocupaban el poder. Creo que esa fue la gran ilusión pero también el gran problema de la transición, porque en algunos casos este acceso al poder llegó a emborrachar.

En aquellos primeros años se vació de poder a la sociedad civil que hasta entonces había gestionado determinados ámbitos, como por ejemplo el de la cultura  y, especialmente en Cataluña, la conservación de las señas de identidad colectiva. Ese ámbito y otros muchos quedaron en manos de los políticos democráticos, que actuaron de buena fe, pero con la adecuada perspectiva histórica considero que tal delegación fue un error. Un ejemplo de ello sería lo ocurrido con el gobierno del PSOE, que en 1982 protagoniza un gran cambio pero sufre inicialmente una fase de deslumbramiento, comete errores graves e imperdonables que le pasan, al final, una factura que aún está pagando electoralmente.

Desde Cataluña la transición no se ve como un proceso terminado

En Cataluña hay una nostalgia sentimental de la unidad de acción política que se logró al inicio de la transición, y que sólo tiene sentido cuando tienes un enemigo delante. Se percibe en la opinión pública cierta añoranza por experiencias unitarias que fueron vivencias entrañables para todos, como la Assemblea de Catalunya5, pero es normal que los partidos se enfrenten, y que si hay gente que tiene visiones del mundo distintas se expresen esas diferencias. Lo que pasa también es que, en Cataluña, la nostalgia del unitarismo está alimentada por la sensación general de que la transición y el proceso de construcción nacional no se pueden dar por terminados. Más allá de la democracia, quedan objetivos compartidos por todo el mundo que no se han alcanzado, y eso explica la presente frustración social ante las disensiones entre los partidos. Si se realiza una encuesta en Madrid nadie querrá que gobiernen juntos PP y PSOE, mientras que en Cataluña se aprobaría una coalición entre CiU y PSC, porque no son vistos como completamente incompatibles, porque ambos partidos son conscientes de que la estructura del Estado es un proyecto sin resolver, lo que supone que la transición no es un proceso acabado.

Encajar las nacionalidades históricas en el Estado sigue siendo una cuestión pendiente

La transición se encaró con dos grandes objetivos: la instauración de una democracia y la construcción de una estructura estatal firme y estable. Son dos temas relacionados pero que no son lo mismo, es decir, podemos tener, como tenemos, un estado democrático y, sin embargo, resolver mal su estruc­tura. La transición en el aspecto democrático terminó, pero no hemos resuelto todavía la cuestión de la presencia de las nacionalidades ­históricas: no hemos sabido construir un marco común de forma estable (y para siempre), que no tengamos que ir retocando según si gobiernan las derechas o las izquierdas. Cataluña, más que Euskadi en cierto sentido, se encarga de ir recordando que existe una cuestión pendiente, que en este punto la transición no ha terminado. El tema del nacionalismo vasco se puede situar, si se quiere, en un terreno de orden público, lo que a mí me parece un error, pero evidentemente es lo que se hace y hasta cierto punto en política es lícito hacerlo. En Cataluña ese argumento no se puede usar, no hay un problema de orden público que pueda esconder el problema de fondo. El Estado no tiene más remedio que prestarnos atención para decir “dejen de molestar” o para escuchar lo que reclamamos, que, con voces distintas, viene a ser la misma cosa: sobre este punto el proceso no se ­puede dar por finalizado.

Se requieren lecturas abiertas y avanzadas del texto constitucional

Las exigencias nacionalistas, últimamente, inciden en este aspecto a través de diversos proyectos políticos según el espectro ideológico: federalismo, nuevo estatuto de autonomía, Estado libre asociado o independencia. En definitiva, todos reconocen que la Constitución es un instrumento legal que ha funcionado bien pero ahora toca continuar, tenemos que dar un paso más allá. Ha sido entonces  cuando, desde ciertos ámbitos de poder, se ha organizado una defensa a ultranza de la Constitución, y han aparecido figuras como Jiménez de Parga diciendo que la Constitución ya iba un paso más allá de lo necesario e hizo una distinción entre nacionalidades y regiones que era errónea6. Tal afirmación supone una visión retrógrada, por eso creo que la opinión pública catalana, aparte de sentirse ofendida por la ironía, protesta con razón: eso no fue lo que se pactó durante la transición, ya que la Cons­titución no es sagrada y sólo la aceptamos, en ese momento, como un punto de partida puesto que no era una idea inamovible. Preveo que el tema de las próximas campañas electorales va a ser fundamentalmente éste, porque los márgenes para la política concreta son pequeños y el acento se va a poner en las grandes cuestiones, en el modelo de Estado y en la conveniencia de reformar la Constitución.

La alternancia política en Cataluña

En Cataluña nos hemos acostumbrado a que no se dé una alternancia política, lo que es un hecho sorprendente y curioso. La Generalitat es un gran ejemplo pero no es el único: en muchas poblaciones catalanas el partido que obtuvo mayoría en las primeras elecciones democráticas la ha mantenido hasta ahora. A lo largo de la transición, en el caso de Cataluña muy especialmente pero también en todo el Estado español, ha habido una cierta tendencia a la estabilidad que no tiene precedentes históricos. En comparación con la democracia actual el periodo republicano, que en paz sólo duró cinco años, presenta unas alternancias electorales tremendas.

Creo que esta situación tiene mucho que ver con el hecho de que, en todas partes, la llegada de la democracia supuso, por así decirlo, un buen negocio, un cambio para bien. En las primeras elecciones municipales recogí, a modo de testimonio histórico y porque me hacía ilusión, los diversos carteles electorales. En muchos de ellos se presentan imágenes de pueblos idílicos, con niños jugando en un parque, etc., situaciones cotidianas a las que aspirábamos y en las que ahora nos encontramos. No estamos, por supuesto, en una sociedad perfecta, pero cosas que nos parecían un sueño hace veinticinco años ahora las tenemos, y la gente ha valorado mucho esa gestión política positiva, de manera que esta evaluación favorable ha acabado convirtiéndose en un factor de estabilidad.

La larga permanencia de Jordi Pujol

En Cataluña llama poderosamente la atención el caso de Jordi Pujol, que lleva cerca de veinticinco años al frente de la Generalitat y se ha ganado un amplio respeto hacia su gestión. Yo creo honestamente que Jordi Pujol es un político excepcional, un político de primera división en nuestra democracia, sean o no demasiados los años que lleva en el poder. Además, cuando no se da una alternancia política no se puede culpar a quien gana las elecciones sino a quien las pierde; esto vale para Pujol y para todos los políticos y partidos que se han mantenido largo tiempo en el poder. Todos los partidos se presentan a las elecciones para ganar, y esto no es un pecado político, es algo que forma parte del sistema democrático y no se debe imponer a la fuerza un relevo.

En último término, la falta de alternancia política procede de la falta de candidatos alternativos que sean creíbles y convincentes a juicio de los votantes.

Posibles causas de la abstención juvenil en las elecciones

Me parece que el actual nivel de abstención de la juventud en las elecciones y su desinterés por la política se produce más por indiferencia que por un rechazo hacia el elevado índice de violencia verbal que vemos en el debate ­político. La dureza de una campaña electoral normalmente lo que hace es subir la participación en los comicios; cuanto más violenta, cuantos más insultos se prodiguen entre sí y más enfrentados estén los candidatos, la gente se verá, sentimentalmente, más relacionada con las posturas opuestas y mayor será la audiencia de los mítines y la implicación popular en el debate. Las campañas electorales más agrias son las que han traído consigo una participación electoral más alta. La abstención se produce más bien cuando las opciones se presentan como indiferenciadas, mientras que la gente acude en masa a las urnas cuando tiene muchas ganas de que ganen unos o de que pierdan otros. En este sentido, y visto el panorama actual, soy moderadamente optimista y creo que la juventud, salvo excepciones, volverá a cobrar interés por la política.

En otro orden de cosas, también es cierto que, para la generación de nuestros hijos, la política es menos importante en su vida que lo fue para la nuestra. ¿En qué afecta la política a la vida de un joven? En muchos aspectos cotidianos, pero cuya relación con la política es poco evidente en general: desde la carestía de las viviendas hasta el transporte. No obstante, grandes impedimentos, grandes presencias de la política en su biografía personal, hay pocas. Para nuestra generación, en cambio, fueron muchas las cosas que querríamos haber hecho y no eran posibles entonces por causas manifiestamente políticas, era un muro contra el que chocábamos muy a menudo. Ahora tiene menos importancia en la consecución de sus objetivos vitales, y por lo tanto es más fácil desde una óptica juvenil dejar que se ocupen otros de estos temas.

La solución del conflicto vasco pasa por el diálogo

A mí me da mucha angustia que haya gente en Euskadi que tenga que salir a la calle con guardaespaldas, y a éstos me cuesta decirles que son los malos de la película, faltaría más. Pero creo que no habrá paz en Euskadi sin un diálogo político, esto me parece obvio, alguna vez se tendrá que empezar a dialogar, y debería hacerse sobre dos fundamentos: uno es la garantía de reinserción social, es decir, tienen que buscarse salidas personales para la gente que está inmersa en el mundo de la violencia, porque si no, no es viable una auténtica paz; el segundo es que se tiene que aceptar el criterio de la mayoría, sea cual sea, en caso de consulta democrática, como ha ocurrido en Irlanda del Norte. En este momento los protestantes son mayoría y los católicos minoría en el Ulster, así que el territorio sigue vinculado a la Gran Bretaña y la tesis independentista no goza de suficiente respaldo, pero los católicos poseen un ritmo demográfico distinto, tienen más hijos y bien puede ocurrir que dentro de unos años la situación haya cambiado, y entonces se deberá aceptar sin reservas el resultado.

También en base al ejemplo de Irlanda del Norte, todos sabemos que tendrá que haber un proceso de negociación política en el conflicto vasco, pero la cuestión estriba hoy en qué condiciones se tienen que dar para iniciarlo. La primera de todas es que se acabe la violencia, y es lógico que se plantee en primer lugar, pero también es probable que no empiece nunca el diálogo si hemos de esperar a que ocurra. Tendremos que aceptar que haya negociación aunque persista la  violencia todavía en su fase inicial, como ocurrió en Irlanda del Norte. El final de la violencia posibilitará la solución del conflicto, pero no como una premisa, sino como condición a lo largo del proceso y cuanto antes mejor.

Creciente sensibilización ante los temas ecológicos

Una de las grandes transformaciones sociales durante el tiempo de la transición, pero no producto de ella, ha sido la concienciación por parte de la población de que los recursos naturales son limitados. La gran novedad sociopolítica de estos inicios del siglo xxi es que todo el mundo sabe en este momento que nuestros recursos son cada vez más escasos y más frágiles, y por lo tanto tenemos que velar para no agotarlos. No sólo la gente está cada vez más sensibilizada ante los temas ecológicos, creo que los políticos también lo están, lo que pasa es que la gestión del día a día no siempre concuerda con esos intereses, es muy difícil compaginar todos los aspectos de la política con el máximo respeto al medio ambiente. Además, ese respeto todavía no es algo que dé votos, aunque las políticas que no lo toman en cuenta e incluso atentan contra el medio ambiente sí que los restan. En último término, es un aspecto que cada vez pesará más en las ideologías políticas, y me parece que en todas, no en unas en particular más que en otras. Hoy la defensa del ecologismo parece patrimonio de la izquierda, pero no estoy de acuerdo con su idea de que el enemigo del medio ambiente es el capitalismo. El llamado socialismo real, el que enarbolaba las mismas banderas rojas que hoy monopolizan las opciones políticas ecologistas, no se caracterizó nunca precisamente por su conciencia ecológica, y si no, recordemos qué tipo de régimen mantuvo en funcionamiento la central de Chernobil7.

Independencia de los medios de comunicación catalanes

Como responsable de los medios públicos de comunicación en Cataluña, puedo afirmar que la radio y la televisión catalanas gozan de una notable independencia informativa y no están sometidas a presiones políticas. Ahora bien, sí tengo la sensación de que el conjunto del mundo audiovisual en el Estado español aún está demasiado sometido a prejuicios de tipo político, a reglamentos e interferencias que coartan su desarrollo independiente. Un ejemplo de esto, relacionado directamente con nuestro ámbito de actuación, es que desde el Estado central no se ha favorecido que existan televisiones privadas en lengua catalana. Una de las razones que lo explican es que la actual ley de televisiones privadas no ha considerado que fuese importante el tema de la lengua, de la mayor sensibilidad territorial, a la hora de conceder los permisos de explotación. Yo creo que sí es un factor importante a tener en cuenta, y me parece que la población catalana opina igual, y lo demuestra cada día, según indican los índices de audiencia, mirando las cadenas que mira, que es la forma cotidiana de votar en temas de televisión, y no otras que son mayoritarias en el resto del Estado. La radio y la televisión catalanas han ayudado a cumplir los objetivos por los cuales fueron creadas, que no eran otros que la difusión de una lengua y de una cultura pensando en el servicio público. Por lo tanto, resulta obvio que han dispuesto constantemente de los medios y de la independencia necesaria para hacerlo.

1          Bandera Roja era el nombre con el que era popularmente conocida la Organización Comunista de España, partido de extrema izquierda creado en 1973 en Cataluña a partir de una escisión del PSUC. Tras sufrir numerosas divisiones internas se reincorporó al PCE-PSUC en 1989.
2          El régimen franquista, para evitar la pluralidad política, consagró el sistema de representación corporativa, para la que se celebraban elecciones. Se trataba de dar una imagen de participación ciudadana en los órganos del poder. A este sistema de elecciones sin partidos se le llamó “democracia orgánica”. Todos los españoles, por el hecho de serlo, eran convocados periódicamente a elecciones por el tercio familiar, el tercio municipal y el tercio sindical, las tres naturalezas en que vivía todo ciudadano según el régimen: como miembro de una familia, de un municipio o del sindicato único nacional. Estaban obligados a votar distintas listas de la misma ideología para elegir sus representantes en los organismos públicos, y podían formar parte de ellas si lo deseaban.
3          El nacionalsindicalismo era una de las bases ideológicas de la Falange Española y de las JONS, único partido tolerado por el régimen franquista y cuyo ideario político sentó los principios fundamentales del sistema dictatorial. Esta doctrina proclamaba la formación de un sindicato único “vertical”, estamento por el que se pretendía suprimir la lucha de clases, armonizando los intereses de empresarios y obreros. Conforme a este fin, en 1939 se formó la Central Nacional Sindicalista, y luego la Delegación Nacional de Sindicatos, que encauzaba la acción económica y política de los diversos sindicatos sectoriales.
Comisiones Obreras es una organización sindical vinculada al comunismo español que durante el franquismo se fue afianzando cada vez más como una fuerza determinante y muy implantada entre los trabajadores. Tiene su origen en las comisiones que aparecen en las fábricas durante la huelga del País Vasco de 1956 y las huelgas mineras de 1962-63.
4          Rodolfo Martín Villa (1934) fue jefe del Sindicato Español Universitario, secretario general del sindicato vertical, gobernador civil de Barcelona, ministro de Relaciones Sindicales en el gobierno de Suárez y vicepresidente con Calvo Sotelo. En la actualidad es comisionado del gobierno en la catástrofe del Prestige.
5          A finales de los años 60 se desarrolló en Cataluña un proceso que condujo a la consolidación de una política unitaria de las fuerzas democráticas, hasta entonces dispersas, en torno a tres reivindicaciones fundamentales: la exigencia de libertades democráticas, la amnistía general para presos políticos y la consecución de un estatuto de autonomía. Tras una serie de intentos de coordinar la oposición antifranquista, cuya base popular era muy débil, la inclusión en el proyecto político de los movimientos clandestinos comunistas y la fijación de unos objetivos ansiados mayoritariamente por la sociedad hizo posible la entente de todas las fuerzas políticas y la creación de la Assemblea de Catalunya, cuya primera sesión se celebró el 7 de noviembre de 1971 en la parroquia de Sant Agustí de Barcelona. La formaban todos los incipientes partidos políticos, las organizaciones sindicales contrarias al régimen, colectivos profesionales, representantes del movimiento universitario, de las asociaciones de vecinos, grupos confesionales cristianos, etc. El organismo tuvo un destacado papel en la convocatoria de manifestaciones reivindicativas multitudinarias que marcaron el inicio del fin del franquismo e influyeron notablemente en la decisión de permitir el retorno del President Tarradellas. La Assemblea de Catalunya dejó de existir, una vez culminados sus objetivos fundacionales, a finales de 1977.
6          Manuel Jiménez de Parga, presidente del Tribunal Constitucional, realiza unas polémicas declaraciones el 22 de enero de 2003 en las que ironiza sobre las reivindicaciones políticas nacionalistas en base a la mencionada distinción constitucional y pone en tela de juicio la existencia de nacionalidades históricas.
7          La central nuclear soviética de Chernobil (Ucrania), cuyo modelo de funcionamiento y sistemas de seguridad son manifiestamente obsoletos, sufre un gravísimo accidente en 1986 por incendio incontrolado del núcleo del reactor de fusión, que genera su explosión parcial y la liberación a la atmósfera de enormes cantidades de radiación nociva. Las consecuencias sanitarias de este suceso siguen siendo hoy catastróficas para la población de la zona e impredecibles de cara al futuro.