Artur Mas
Artur Mas
TH, 1r VOLUM. La transición política española

ARTUR MAS. Conseller en cap del gobierno catalán desde 2001

Texto del 20/12/2002
Fotografía: Sr.Font

Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Barcelona, en la que también realizó estudios de Derecho, Artur Mas es una figura clave en la escena política catalana a la que ha llegado con una firme voluntad de progreso democrático. Como miembro de una generación que se incorporó a la política tras la transición, su mirada sobre este proceso histórico está exenta de nostalgias personales convirtiendose en objetiva y certera.

Mis preferencias electorales se inclinaban hacia el nacionalismo catalán

Soy una persona de mediana edad que procede de una familia catalana, pero que como tantas otras no vivía intensamente el catalanismo. En casa siempre se ha hablado en catalán, pero no se respiraba en el momento del inicio de la transición política un sentimiento catalanista como el que, con el paso del tiempo, se ha acabado asentando en el conjunto de mi familia. En el comienzo de la transición política española yo tenía aproximadamente dieciocho años, acababa de empezar mis estudios universitarios, y a pesar de que mis preferencias electorales ya se inclinaban hacia los partidos nacionalistas catalanes, me hallaba desvinculado de cualquier actividad política concreta.

Primer contacto directo con la administración pública

Esto cambió a principios de la década de los 80, pues en esa época trabé amistad con un grupo de militantes de Convergència Democràtica de Catalunya, y poco a poco me fueron contagiando su entusiasmo y acercando a aquella formación política, en la cual no me afilié inmediatamente, eso vino con el paso del tiempo. Al acabar mis estudios en 1979 empecé a trabajar en el mundo empresarial y en 1982 mi empresa quiso trasladarme a Madrid, oferta que decliné en ese momento, primero porque cambiar de ciudad me daba pereza, y sobre todo debido a que estaba a punto de casarme, y mi esposa ya tenía un trabajo en Barcelona. En cierto modo ese fue uno de los muchos desencadenantes de mi entrada en la política, pues al rechazar el traslado me quedé sin trabajo, y entonces me ofrecieron un puesto, que acepté, en el departamento de comercio y turismo de la Generalitat de Catalunya, lo que supuso mi primer contacto directo, no con la política ­pero sí con la administración pública.

El despertar de mi vocación política fue un proceso de contagio

En 1982 la Generalitat era un organismo político muy simbólico, pero todavía muy modesto. Recuerdo que en la conselleria, a cuyo frente estaba entonces Francesc Sanuy1, trabajábamos muy pocas personas, y concretamente en mi departamento, que dirigía Francesc Granell, éramos cuatro. A lo largo de esa etapa me fui contagiando de determinados ambientes ideológicos y decantando hacia la actividad política. Insisto en explicar el despertar de mi vocación política como un proceso de contagio, resultado de un cúmulo de experiencias, afinidades ideológicas y entusiasmo por el proyecto nacionalista, que no se derivan de hechos puntuales o concretos.

Recuerdo en los inicios de mi carrera política dos vivencias particularmente emotivas

Una vez dentro del mundo de la política, en el que llevo relativamente poco tiempo en comparación con otras distinguidas figuras de mi partido, todavía no he padecido ningún desengaño, a pesar de haber visto cosas de todo tipo. Al contrario, mi ingreso en la actividad política ha supuesto para mí un motivo de entusiasmo progresivo, una creciente ilusión personal por la ­tarea, reforzada por una serie continua de hechos concretos, avances institucionales, logros colectivos y experiencias personales que me animan a perseverar. Recuerdo especialmente en los inicios de mi carrera política dos ­vivencias particularmente emotivas en este sentido. Una fue mi trato personal con Jordi Pujol, figura política que a mi juicio constituía un modelo a seguir, y con quien he acabado desarrollando una estrecha amistad. La otra fue en una salida al exterior, en 1984, cuando asistí en representación de la Generalitat a la clausura de las jornadas de Cataluña en México, lo que me permitió entrar en contacto con la colonia catalana y con los exiliados de la guerra civil.

Adolfo Suárez y Santiago Carrillo

Dentro de la universidad, que era el ambiente en el que me movía entonces, la transición coincidió con un momento de cierta convulsión. Recuerdo las movilizaciones y manifestaciones de aquella época, sobre todo entre 1974 y 1977. La llegada de Tarradellas la viví en el campamento militar de Sant Clim­ent Sescebes, pues en esas fechas estaba haciendo la milicia universitaria2. No recuerdo que hubiera nerviosismo en los cuarteles ante la situación, al menos a nivel de la tropa. En las conversaciones familiares sobre política española los personajes más destacados, por motivos diferentes, eran Adolfo Suárez y Santiago Carrillo. A Carrillo lo veíamos como una persona conflictiva, que representaba una fuerza política que había sido muy menospreciada, atacada y perseguida por el régimen anterior, y su presencia en el panorama político constituía una incógnita. En cambio, Suárez representaba la estabilidad y la continuidad, pero dentro de un orden distinto del anterior. Con el paso del tiempo he aprendido a valorar a ambos, porque me parece que los dos han sido personajes muy importantes en la política del Estado, y en concreto en la consolidación de la democracia.

La política catalana giraba en torno a la figura de Jordi Pujol

En las discusiones sobre política catalana, para mí el personaje de referencia era Jordi Pujol, y también destacaría en la época como figura significativa a Josep Benet3. Evidentemente Tarradellas era una figura impresionante, desde muchos puntos de vista, y no pretendo restarle méritos; ahora bien, a mi entender, la política catalana de aquella etapa giraba en torno a Jordi Pujol. A Tarradellas lo veía como una persona que, a pesar de su trayectoria, tenía un carácter de provisionalidad muy grande. Poseía una proyección histórica importante y sentido del presente, pero no la misma perspectiva de futuro que podía tener Jordi Pujol. Por otro lado, en aquel momento Tarradellas representaba la institución y no podía mostrarse como una persona ligada a un partido político concreto.

El Rey en el proceso democrático

El Rey desempeña un papel crucial en el proceso de transición en dos momentos puntuales. El primero es cuando, una vez proclamado Rey, de una u otra forma disipa aquello que no estaba tan claro que fuese a disipar, se convierte en una figura clave que, en lugar de representar la continuidad del régimen anterior, acaba impulsando el cambio político, cortando los hilos que mantenían cohesionada y en pie la etapa anterior. El segundo momento, obviamente recordado por todo el mundo, es su actuación decidida durante el golpe de Estado, que personalmente viví como una grave amenaza a nuestra democracia, una situación en la que temblaron algunas estructuras impor­tantes de nuestro recién instaurado sistema político, y en la que su intervención acabó resultando decisiva. Mencionaré también un tercer aspecto, que no corresponde a un hecho puntual, sino que es más bien una sensación personal, y es que a mi juicio ha sabido encontrar en todo momento su papel a lo largo de estos años, en el sentido de que ha estado presente en los momentos deci­sivos, pero que más allá de ellos ha entendido que su implicación en la política española debía ser muy moderada y a distancia. Creo que esto ha contribuido no sólo a consolidar la monarquía, sino también la propia democracia.

Cataluña no es un territorio antimonárquico

No sé si Cataluña en su conjunto se podría definir exactamente como una comunidad en la que predomine un sentimiento monárquico o republicano, lo que sí me atrevo a decir es que Cataluña no es significativamente antimonárquica. Probablemente todavía sigue siendo, dentro del Estado español, el territorio donde determinados símbolos monárquicos pueden causar una cierta distancia o prevención, pero lo que sí creo que se ha conseguido, por parte de la monarquía y de otra gente que también ha contribuido a ello, es que no prospere un sentimiento antimonárquico generalizado.

Para los vascos y los catalanes el desarrollo democrático no ha finalizado

Cuando se comenta el proceso histórico de la transición política española, mucha gente no logra ponerse de acuerdo, y en especial los políticos, sobre cuáles son sus límites temporales. A este respecto, considero que, desde una óptica nacionalista catalana, la transición aún no ha terminado. Para los vascos y los catalanes el desarrollo democrático no ha finalizado en modo alguno; puede que sí lo haya hecho para determinadas fuerzas políticas españolas que creen que todo funciona ya como es debido y que es hora de aparcar cualquier reivindicación pendiente, pero nosotros seguimos sin estar satisfechos del resultado.

Aunque reconozco los méritos del Estatut de Sau, lo cierto es que, en estos momentos, se ha quedado pequeño

En este contexto de insatisfacción por el transcurso del proceso democrático español dentro de las filas nacionalistas, precisamente soy la persona que más claramente he intentado estos últimos meses introducir la idea, que no había estado presente en CiU en estos veinticinco años, de que Cataluña necesita un nuevo estatuto de autonomía. Aunque reconozco los méritos del Estatut de Sau, lo cierto es que, en estos momentos, se ha quedado pequeño. Se redactó en una época en que no existía la experiencia que hemos acumulado durante el ­último cuarto de siglo, y en la que la sociedad era muy distinta a como es ahora. Además, se elaboró en un momento en que el concepto de lealtad entre Cataluña y el resto de España era sólido, así que se podían obviar ciertos temas en su redacción final, confiando que los acuerdos tácitos del proceso de transición se mantendrían en el futuro. Uno de los acuerdos tácitos fundamentales de aquella época era que Cataluña tenía una historia y una voluntad nacional que debían quedar recogidas en la estructura del Estado español por medio de una distinción formal, lo que no concuerda con la situación actual de café para todos. El espíritu del proceso de transición, la intención constitucional y el propósito de la creación del modelo de Estado de las autonomías no era que Cataluña se convirtiera en una más de las diecisiete comunidades autónomas.

No debemos completar el presente estatuto de autonomía, sino elaborar uno nuevo

Tal como se redactó el Estatut de Sau y como está hecha la Constitución, hoy no existe una diferenciación clara de quién se ocupa de qué. Las compe­tencias de la Generalitat de Catalunya son permanentemente discutidas y muchas veces invadidas y recortadas por parte del gobierno central de turno, sobre todo si tiene mayoría absoluta, y esto nos deja bastante desamparados. Para superar esta situación lo que tenemos que hacer no es acabar de completar el presente estatuto, sino salir de la imprecisión actual y consensuar un estatuto que nos permita mayor concreción y que blinde nuestra autonomía de futuras agresiones centralistas. La autonomía se nos rompe cuando desde Madrid se amparan en la ambigüedad de los textos jurídicos vigentes para centralizar o recuperar una serie de competencias que consideramos necesarias, y esto es algo que nos ha pasado en todos los terrenos. Por lo tanto, creo que desde ahora y en el futuro urge iniciar una operación de blindaje de nuestro marco jurídico y político, y esto significa, insisto, elaborar un nuevo estatuto de autonomía.

Posibilidad de una reforma constitucional

Para hacer un nuevo estatuto de autonomía sólido y duradero, ¿es necesario modificar la Constitución vigente? La respuesta que doy es que no lo sé, pero no me importa, es decir, ojalá que lo que queremos hacer no presuponga ­reformar la Constitución, porque así se facilitarían las cosas, pero lo fundamental es lo que queremos hacer, y si para conseguirlo se hace imprescindible un cambio constitucional, entonces, desde Cataluña, tendremos que solicitarlo, por muy bien que la redactasen en el año 1978 sus ponentes. Tampoco debemos temer por las posibles consecuencias de un planteamiento así, ni ponernos excesivamente nerviosos ante esa posibilidad de una reforma constitucional, porque obstáculos los vamos a encontrar siempre, y éste puede que no sea el más grave. De todos modos, nuestro objetivo es que el nuevo estatuto tenga cabida en la Constitución española mediante una interpre­tación lo más elástica posible del espíritu legal de la Carta Magna.

Cataluña tiene derecho a vivir de una forma distinta dentro del contexto español

Debemos emprender por nuestra parte una acción de convencimiento sobre el resto de España de que, por muchas razones, Cataluña tiene derecho a reclamar lo que necesita, a vivir de una forma distinta dentro del contexto español, y esto no siempre se entiende en Madrid, quizá porque desde Cataluña se han presentado a veces las cosas desde un punto de vista estrictamente reivindicativo, y hará falta convencerles de que estamos dispuestos a mantener, como hemos venido haciendo, un alto grado de implicación en la política española y en la solidaridad interterritorial, cosa que no siempre se ha valorado bien. Creo que Cataluña, y dentro de ella el nacionalismo catalán mayoritario que representa CiU, ha hecho contribuciones a España muy decisivas.

Es el momento de jugar fuerte y arriesgar

Si algún día en España se acepta nuestra propuesta nos pedirán algo a cambio, es probable que nos pongan una serie de condiciones, y estoy casi seguro de que una de ellas será entrar en el gobierno español, lo que será visto como una prueba de que el nuevo estatuto de autonomía no es un paso hacia la ­separación de Cataluña del Estado español. Condiciones habrá, pero creo que, por parte del grupo nacionalista catalán mayoritario, es momento de ­jugar fuerte y arriesgar en este sentido.

El concierto económico es un sistema de financiación a riesgo y ventura

Cuando defendí en octubre de 20024 que Cataluña debería tener un nuevo estatuto de autonomía, una de las cinco razones que di, fue la necesidad de un concierto económico que solventase los continuos déficit económicos de la Generalitat. Es cierto que con un sistema como el que tienen los vascos tendríamos mucho ganado, pero la financiación es piramidal, y aunque es la base para obtener muchas otras cosas, no es la solución perfecta para todo. Hoy día todo el mundo habla del concierto económico como si fuese una de las mil maravillas, pero en realidad no está exento de problemas, que debe­remos asumir si algún día lo logramos, como es nuestra firme intención. El concierto económico es un sistema de financiación a riesgo y ventura5, cosa que seguramente influyó en 1979, cuando se hizo el Estatut de Sau, para que no se incluyese una petición a este respecto. No se quiso entonces ir a riesgo y ventura, se prefirió seguir enganchados al presupuesto anual del Estado para no quedar desprotegidos. Creo que hoy Cataluña puede conseguir salir adelante estando a la intemperie más que bajo el paraguas protector del Estado, por eso considero que conviene solicitarlo ahora que planteamos una reforma a fondo del marco jurídico.

Un nuevo sistema de cupo financiero

El nuevo estatuto debe establecer un sistema de cupo financiero similar al concierto económico vasco. Corresponde a la Generalitat gestionar, recaudar, liquidar e inspeccionar todos los impuestos generados en su ámbito territorial, así como devolver al Estado lo que éste haya invertido en Cataluña y contribuir solidariamente al desarrollo de las restantes comunidades autónomas.

Inconvenientes de un referéndum de autodeterminación

Es evidente que todo pueblo tiene derecho a la autodeterminación, y nuestro deseo de integrarnos en la estructura del Estado español a través de un marco jurídico más favorable no significa, en modo alguno, una renuncia a ese derecho, pero pienso que si un día Cataluña llegase a formular un referéndum de autodeterminación lo tendría que hacer de tal forma que lo ganase, porque lo que no me parece correcto es que alguien se plantee hacer esto con el riesgo de perder. Entiendo por fracasar dos posibilidades, tanto que se malograse ese intento de autogobierno por causa de un mal resultado de la votación en Cataluña, es decir, que no se alcanzase el acuerdo mayoritario, como que, tras conseguir un resultado acorde en el ámbito catalán, después no fuese posible llevarlo a la práctica. Ambas cosas supondrían una tremenda frustración que no compensaría el esfuerzo de convocarlo, así que antes de llegar a este punto existen otras opciones para que Cataluña, dentro de España y de la Unión Europea, consolide su autogobierno al más alto nivel.

Posición de Cataluña ante la encrucijada europea

Me temo que la Europa que se está construyendo en estos días continuará siendo, fundamentalmente, la de los Estados y no la de las regiones o de las naciones, con lo cual doy a entender que para mí éste no es el modelo que nos conviene mantener de cara al futuro.

A nivel europeo hay dos ámbitos que tienen que acabar de perfilarse: uno es el propio marco institucional y político, y el otro es quién se ocupa de la administración y desde dónde se toman las decisiones en aquellos temas que no correspondan al nivel global. En este segundo ámbito, que según cómo es tan importante como el primero, es donde se produce actualmente la discusión: unos empujan para que el segundo nivel sea el Estado, como lo ­hemos conocido hasta ahora, mientras que otros luchamos para que ese ­segundo nivel sea regional o interregional, porque no está escrito en ninguna parte que en el futuro no pueda producirse una unión de regiones a nivel ­europeo o transfronterizo que modifique el mapa político de Europa, desde un punto de vista más natural, más histórico y geográfico y menos artificial, aunque todo esto, hoy día, aún quede lejos. Pero la cuestión trascendental es la que he mencionado, nadie discute que existen temas muy candentes que se tienen que decidir a nivel europeo, y soy de los que avalo completamente que existan políticas globales: de inmigración, exteriores, de seguridad y económicas. Pero, para el resto de los asuntos, es decir, para todo aquello que no afecta al conjunto, ¿dónde reside el ámbito de decisión? Nosotros, desde hace mucho tiempo, defendemos que en esta escala de decisión, el espacio que tiene que pesar de verdad, al menos desde una óptica catalana, es la región o nación.

En consonancia con esta concepción, queremos que el nuevo estatuto de autonomía garantice la presencia de Cataluña en la Unión Europea y en otros organismos internacionales con voz propia. Así mismo, creemos que Cataluña ha de ser circunscripción única en el ámbito de las elecciones europeas, e intervenir en la elaboración de tratados internacionales que suscriba el Estado español cuando éstos afecten a las competencias de la Generalitat.

La intención de la Generalitat es preservar al máximo la identidad cultural catalana

Cataluña seguirá siendo lo que es, desde el punto de vista de su identidad cultural diferenciada, en la medida en que plante cara a los retos de futuro que se presentan en diversos frentes. Uno de ellos es cómo se posiciona ante el proceso de globalización mundial y ante el auge de las nuevas tecnologías. Otro frente es el incremento actual de la inmigración, que hemos de saber integrar en nuestra sociedad. El tercer aspecto de la cuestión es qué vigor ­cultural somos capaces de mostrar. Si solucionamos los tres temas, Cataluña no debe temer una pérdida de identidad cultural.

Para afrontar todo eso proponemos que el nuevo estatuto refleje en su texto

el deber que tienen todos los catalanes de conocer las dos lenguas oficiales del territorio y el derecho a usarlas, no como hasta ahora en que el uso del catalán es un derecho y sólo es obligatorio el castellano. Queremos para el catalán la equiparación con el tratamiento que recibe el castellano en la Cons­titución. Para nosotros es catalán todo el que vive y reside en Cataluña, lo que incluye a todos los inmigrantes, siempre que hayan legalizado su situación, y, en este sentido, desde hace tiempo no cesamos en el empeño de faci­litar su integración social. En el campo de las nuevas tecnologías, tenemos previsto reclamar para Cataluña el reconocimiento específico de un dominio propio en Internet.

Futuro industrial de Cataluña

Soy una persona que procede, tanto por parte de padre como de madre, de la clase media catalana ligada a la industria familiar, así que la cultura industrial catalana la tengo muy asumida desde pequeño. Creo que Cataluña debe apostar por un futuro industrial, lo que pasa es que eso no significa potenciar sólo la industria productiva, también conviene aprovechar el auge de las ­empresas de servicios. En último término el dilema se plantea sobre qué tipo de empresa necesitamos para el futuro, y es evidente que no podemos pensar que Cataluña mantenga una industria basada en la estrategia de los costes bajos. Si queremos ser un país moderno, tenemos que pensar que los costes ­salariales ya son los que son, que existen gastos añadidos de adaptación ambiental, y que todos ellos van más al alza que a la baja. Así pues, debemos competir con los mejores, no con los que tienen mano de obra barata o no respetan las condiciones del ecosistema.

Hace treinta años Cataluña tenía una economía cerrada en sí misma (como toda España, que era autárquica), en cambio ahora posee una de las más abiertas de toda la Unión Europea, fruto de una reconversión industrial que ha logrado internacionalizarla, lo que supone una garantía de cara al futuro del sector.

Pero no todo son puntos positivos para el futuro industrial catalán, también tenemos deficiencias que conviene subsanar como, por ejemplo, la capacidad de innovación tecnológica. Ya se están haciendo grandes esfuerzos para remediarlo, dado que muchas de nuestras empresas han comprendido que su futuro no consiste en producir más, sino en generar aquello que otros no sean capaces de fabricar. En este sentido auguro en los próximos años muchos avances.

Críticas a la escasa participación en los comicios

Hoy día hay un porcentaje altísimo de gente que no vota, especialmente en el sector de la juventud, y con frecuencia se achaca esa baja participación en los comicios al desencanto por el sistema o a la escasa capacidad de ilusionar que tenemos supuestamente los que nos dedicamos a la política. A mi entender esto no es sólo culpa de los políticos, sino responsabilidad del conjunto de la población, que no puede pretender que los estadistas se dediquen a encantar a todo el ámbito social. Lo que se les debe exigir es que hagan bien su trabajo, lo otro depende de cada cual, no de que los políticos se dediquen a sacar conejitos del sombrero para que todo el mundo se entretenga con el ­espectáculo. Todo esto me parece propio de un país y de una sociedad poco madura. A la gente se le debe pedir que esté a la altura de su propia responsabilidad individual y colectiva, debe entender que, mientras no se encuentre un sistema mejor, éste es el que tenemos y con el que debemos progresar, no vale decir: los políticos lo hacen muy mal o no consiguen ilusionarnos lo suficiente. Quedarse permanentemente en la crítica y el inmovilismo no mejorará las ­cosas. Ya entiendo que forma parte de la condición humana tratar a los ­de­más con gran severidad y a nosotros mismos con gran indulgencia, es muy cómodo cargar la culpa a los hombres de Estado, pero así no se solucionan las cosas.

Jordi Pujol, en líneas generales, ha visto cumplidos sus objetivos políticos

Es obvio que conozco mucho la trayectoria política de Jordi Pujol y he colaborado activamente en ella, le conozco las principales virtudes y también los puntos más débiles, y en conjunto a nadie sorprenderá que haga una ­valoración altamente positiva de su etapa de gobierno. Ya me gustaría a mí, dentro de unos años, poseer un balance político como el que tendrá Pujol cuando deje la presidencia de la Generalitat.

En ocasiones se formulan críticas a su gestión, en el sentido de que ésta ha sido muy buena para España, pero no tanto en lo que se refiere a Cataluña. Si esta opinión fuese general, el primer defraudado sería el propio Jordi Pujol, a pesar de que creo que él mismo en algún momento ha tenido dudas al respecto. Ahora bien, visto en perspectiva, me parece que las líneas generales de su acción política, en resumen, han sido siempre hacer un gran servicio a Cataluña manteniendo al mismo tiempo una aportación positiva al conjunto de España. Éste es un objetivo ambicioso, que supone todo un reto político, pero que el President, sin duda, ha conseguido vencer.

Cataluña tiene frente a sí tres vías políticas

En este momento histórico, con la retirada del escenario político de Jordi Pujol como horizonte más inmediato, Cataluña se encuentra ante tres caminos posibles a seguir. El primero es seguir haciendo lo que hemos hecho hasta ahora, el proceso de ganancia gradual de autogobierno en el que llevamos veinte años, y con el que probablemente ya hemos tocado techo a juzgar por los pocos avances obtenidos en los últimos tiempos. El segundo es plantear un salto adelante en materia de autogobierno por medio, por ejemplo, de una reforma estatutaria, y éste es el rumbo político que he escogido y que promuevo, echando mano de una buena dosis de coraje y de convicción. El tercer camino, que también es posible, conlleva un enfriamiento de las relaciones con el Estado español, encerrarnos en nosotros mismos o volver a nuestros cuarteles, lo que creo que sería un error, pero es una opción. En esta última dirección, que yo no deseo, se podría caer si, planteadas las cosas desde el ámbito catalán con un ánimo constructivo, se nos cerrasen las puertas al diálogo desde España. Espero que esta última adopte una visión de futuro más generosa y suficientemente amplia como para entender que, si Cataluña hace un planteamiento positivo, no se la puede dejar arrinconada contra la pared.

Federalismo

Se presenta el federalismo como una vía alternativa a las tres que acabo de proponer. Personalmente no la juzgo apropiada, porque si en España se ­impusiese el federalismo hasta sus últimas consecuencias, conseguiríamos que el café para todos se reforzase aún más, y pondré un ejemplo concreto ­para demostrarlo.

Últimamente se plantea como muestra de la eficacia de este sistema con­vertir el Senado en la cámara representativa de las autonomías, y esto evidentemente tiene algunas ventajas, pero para mí la propuesta contiene un grave inconveniente, y es que supondría la consagración de que Cataluña, en el conjunto del Estado español, es una más del grupo. Perso­nalmente creo en el Senado como cámara de representación territorial, pero no si Cataluña no ha conseguido antes la posición política y el reconocimiento que se merece como nación. Si previamente no hemos conseguido blindar su proyecto político, una reforma del Senado es más una trampa que un avance en nuestro autogobierno.

Liderar un proyecto teórico federalista puede conllevar la modificación de la Constitución, proceso harto difícil y que en la práctica no aportaría nada sólido en materia de autogobierno para Cataluña, supondría plantear una gran batalla política de ámbito estatal a cambio de nada.

1          Francesc Sanuy ha sido conseller de Comercio, Consumo y Turismo y de Economía en los primeros gobiernos de la Generalitat. En la actualidad está retirado de la política activa y ejerce de abogado.
2          Modalidad del desaparecido servicio militar obligatorio a la que se acogían aquellos reclutas que estaban estudiando una carrera universitaria en el momento de ser llamados a filas y no querían abandonar sus estudios. Consistía en realizar el servicio militar “a plazos”, en los meses de verano a lo largo de varios años sucesivos, en vez de cumplirlo todo de una vez.
3          Josep Benet (1920), político y abogado. Fue uno de los más destacados exponentes de la oposición antifranquista e intervino en gran número de iniciativas y actividades contra el régimen, como las actividades subversivas durante las fiestas de entronización de la Virgen de Montserrat, la huelga de tranvías de 1957, la campaña contra el director de La Vanguardia, la gestación de la Assemblea de Catalunya, etc. Como abogado, destacó por su defensa de antifranquistas procesados. Elegido senador en 1977, cosechando el mayor número de votos de toda España. Candidato a President de la Generalitat por el PSUC.
4          En declaraciones efectuadas el 21 de octubre de 2002, Artur Mas presentó en público su propuesta de un nuevo estatuto de autonomía catalán, ofreciendo a cambio si se aprobase la entrada de su partido en el gobierno de la nación, algo a lo que reiteradamente se ha opuesto pese a las peticiones en este sentido.
5          Concepto económico que se aplica a aquellas empresas o contratos sometidos al influjo de la suerte, sin poder reclamar luego compensaciones. El concepto de riesgo es de gran importancia en la teoría económica desde Adam Smith, pues la asunción de ese riesgo es lo que justifica los beneficios económicos.