Fernando Echevarne
Fernando Echevarne
TH, 1r VOLUM. La transición política española

FERNANDO ECHEVARNE. Fundador del Laboratorio de análisis Dr. F. Echevarne

Texto del 06/03/2003
Fotografía: Àngel Font

España y Cataluña están compuestas por personas emprendedoras, como el doctor Fernando Echevarne, representantes de ese pueblo anónimo que trabaja y ha hecho realidad la democracia y prosperidad que todos disfrutamos. El pueblo hizo posible el milagro de la transición, en igual o mayor medida que las figuras políticas. Debemos reservar un hueco para que exprese su opinión sobre el proceso.

Tuve una infancia marcada por la guerra civil y por la dispersión familiar

Nací en el seno de una familia media alta. Mi padre era navarro, mi madre andaluza, mi abuelo era capitán de corbeta y comandante de la base naval de Me­norca. Mi padre, que era perito mecánico, decidió establecerse con su familia en Barcelona por motivos profesionales. Aquí nací y aquí he vivido toda mi vida. Recuerdo nuestra casa en el pasaje Marimon1, al lado de una fábrica de sobres.

Al estallar la guerra, mi padre, que estaba comprometido políticamente, fue detenido y fusilado cuando intentaba refugiarse en zona nacional. También detuvieron a mi madre y no la liberaron hasta la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, al final de la contienda. Con estas circunstancias, mi hermana, de cinco años, y yo, de tres, nos quedamos literalmente en la calle, sin nadie a quien solicitar ayuda, y pasando necesidad. No éramos los únicos, ya que en una guerra civil estas situaciones tan crueles son bastante frecuentes. Ambos tuvimos suerte dentro de la desgracia, pues el industrial vecino nuestro, al vernos desvalidos en la calle, nos recogió. Mi hermana se trasladó después a casa de unos tíos y a mí me crió hasta el final de la guerra esa buena persona, el señor Ferrer, de quien guardo un grato recuerdo y al que debo un profundo agradecimiento. Pasé mi primera infancia con él, refugiado en Sant Pol de Mar2 hasta la liberación de mi madre y la reunificación de la familia. Tanto él como su familia mitigaron, con sus cuidados y afecto, el dolor de aquella temprana separación.

La familia es un elemento de suma importancia en mi vida

La temprana pérdida de mi padre me marcó profundamente. Sin embargo, observando mi vida con cierta perspectiva, veo en todos estos acontecimientos la mano de Dios. Él sabe por qué hace las cosas. Las estrecheces que pasé en mi infancia hicieron que me viera obligado a desarrollar el ingenio y la tenacidad de un modo que, en condiciones menos adversas, no hubiera explotado.

La familia ha sido para mí un valor fundamental y prioritario. Quizá precisamente la experiencia traumática de su falta me ha hecho amarla de modo más fuerte. Mi esposa, mis siete hijos y quince nietos, más los que están en camino, son la razón fundamental de mi vida, y a su bienestar dedico todos mis esfuerzos, en cierto modo recompensados por la incorporación de la segunda generación en el negocio familiar. Sin duda mi esposa Marga ha sido quien, de modo insustituible, ha sabido no sólo comprender mis ausencias por compromisos laborales, sino además compartir mis proyectos y ejercer de nexo de unión familiar.

Pero la defensa de la familia no debe convertirse en un compromiso únicamente personal. Pienso que debe ser una prioridad social e institucional. Si falla la familia todo el entramado social se resiente. Por tanto, cada uno, desde el lugar que ocupa y en la medida de sus posibilidades, debe defender y hacer prosperar esta maravillosa realidad. Cualquier creencia, compromiso social o político que relegue a la familia, no vale la pena y está condenado al fracaso. Ése es para mí el verdadero compromiso.

Quienes visitan mi despacho profesional se sorprenden de la cantidad de objetos que lo decoran: tengo una Vespa, que fue el primer vehículo que adquirí y conservo por razones sentimentales, una notable colección personal de microscopios clínicos (probablemente de las mejores de España, pues alcanza la cifra de doscientos ejemplares de gran calidad, antiguos y modernos, por supuesto no todos expuestos en mi despacho), obras de arte (colecciono pintura catalana de principios del siglo xx), juguetes antiguos, etc. A menudo reparan en la presencia, encima de mi mesa de trabajo, de un nido de pájaros rodeado de las fotos de toda mi familia, que tiene naturalmente un valor alegórico y simboliza la importancia trascendental que otorgo a la unidad familiar, mi deseo de que nunca más me sea arrebatada como ocurrió en mi infancia.

Trayectoria profesional y empresarial

Desde mis primeros años de estudiante fue clara mi inclinación por las ciencias. Mi verdadera vocación es la Ingeniería. Sin embargo, una vez más, las circunstancias en las que crecí fueron determinantes en mi orientación profesional. Los únicos medios para costear mis estudios universitarios eran los que yo mismo pudiera obtener. Así, lejos de todo idealismo, comencé los estudios que me podía permitir… y no eran, desde luego, los de Ingeniería. Mis “fuentes de financiación” fueron el fútbol profesional (jugaba como delantero en el Tárrega y, la verdad, no lo hacía mal…), colaboraciones en distintas revistas y actividades que compatibilizaba con mis estudios.

A pesar de que los inicios en mi actual profesión fueron ciertamente poco vocacionales, experimenté en primera persona una gran verdad: todas las áreas del saber son apasionantes cuando se profundiza en ellas con estudio e interés. Ini­cié mi andadura profesional antes de terminar la carrera, realizando prácticas, por supuesto no remuneradas, en el Hospital de la Santa Creu i de Sant Pau3, con el laboratorio que dirigía entonces el afamado doctor Vidal Rivas, en el departamento del doctor Rocha, hasta que conseguí la jefatura del Laboratorio de Endocrinología en el departamento del doctor Vilaclara.

Pronto la inquietud emprendedora se materializó en la puesta en marcha de mi propio laboratorio de análisis clínicos. Desde sus inicios la innovación tecnológica y el trabajo en equipo fueron características de mi quehacer como técnico-empresario.

En aquella época no había más de cincuenta tipos de análisis clínicos, y decidí introducir en Barcelona una serie de técnicas analíticas novedosas que había aprendido en laboratorios alemanes, como las técnicas de estudio de las tran­saminasas hepáticas, estudios hormonales de gonadotrofinas hipofisarias, análisis suprarrenales como los diecisiete cetoesteroides e hidroxicorticoesteroides y, en fin, empecé a ser conocido como un analista especializado en las técnicas más avanzadas. El  laboratorio fue creciendo poco a poco en importancia y volumen de trabajo. En ese momento empecé a darme cuenta de la necesidad de contar con equipo de especialistas en cada una de las áreas que, con identidad propia, se iban definiendo en el laboratorio: hematología, inmunología, hormonología, toxicología, etc.  A raíz de un viaje a los Estados Unidos pude observar que así funcionaban los laboratorios allí. Así comenzó la expansión del laboratorio, contratando personal cualificado y asumiendo costes cuya financiación obligó a endeudarme y a crecer,  abriendo centros propios, primero en toda España, de las que tenemos ahora treinta y siete, luego en Portugal y, finalmente, iniciar la aventura, siempre arriesgada, de convertirnos en una multinacional.

La difícil expansión empresarial en Hispanoamérica

Cuando mis hijos se incorporaron en la empresa abrimos un laboratorio en Porto Alegre (Brasil) del que ellos se hicieron cargo. Lo que en principio planteamos como un experimento empresarial acabó convirtiéndose en una aventura francamente complicada. La dificultad de gestionar una empresa a doce mil kilómetros de distancia se vio agravada por la situación económica que atravesaba la zona del MERCOSUR. Estuvimos tres o cuatro años batallando con las subidas constantes de intereses de los créditos. Finalmente claudicamos y lo vendimos a una multinacional americana. Surgió luego la oportunidad de establecerse en Argentina, nos hicimos cargo de dos laboratorios clínicos propiedad de empresas españolas y montamos otro más por nuestra cuenta, de manera que llevamos diez años instalados en el país, también con bastantes dificultades financieras por la pésima situación económica actual, pero hemos intentado implantar líneas de investigación clínica en el campo de la genética, introducir tecnología avanzada, y mantener, no sin dificultades, los cien empleados que tenemos en plantilla en Argentina, porque pese a las incógnitas económicas y a las pérdidas constantes confiamos mucho en el futuro del país.

Me considero un técnico, un buen técnico si cabe, pero no precisamente un empresario. Lo que sé es que el objetivo de cualquier empresa debe ser ganar los máximos beneficios para invertir el máximo dinero y crear los máximos puestos de trabajo posibles. En nuestra profesión me estoy refiriendo a puestos de trabajo especializados, porque el capital de una empresa de este tipo son, sin duda, las personas. El proyecto de expansión empresarial a escala nacional nos ha permitido cumplir este objetivo, y a pesar de las dificultades a escala internacional, tenemos puestas todas nuestras ilusiones en el mercado hispanoamericano, en el que deseamos aplicar esta misma filosofía empresarial.

Personalmente me defino como apolítico entre paréntesis

La pérdida de mi padre me convirtió en apolítico, aunque suelo añadir que entre paréntesis, porque creo necesario matizarlo. Tengo la cultura política suficiente para moverme por el mundo pero nunca me integraría en un partido. Los partidos políticos están formados por personas, y por lo tanto con virtudes y defectos (que comprendo). Resulta difícil identificarme al cien por cien con sus ideas y proyectos. Además, siempre se acaba dando trato de favor a personas y empresas cercanas a los partidos en el poder, y eso me repugna.

De todas formas, lo que ocurrió en la guerra, el fusilamiento de mi padre y los demás avatares personales, dejaron una huella profunda en mi apreciación de la política. Mi padre se comprometió entonces políticamente. Y, aunque no pretendo juzgarle, veo que su compromiso afectó de manera terminante al bienestar y la estabilidad familiar. Su compromiso le llevó hasta el punto de dejar a una familia sin padre y sin nada, y eso me parece excesivo. Pero, por otro lado, tampoco puedes decir: no, yo me quedo en mi casa, con mis hijos, mis nietos… y que gobierne quien quiera. La conclusión es que resulta difícil establecer hasta qué límites debe uno comprometerse políticamente para defender a tu familia.

Percepción personal del proceso de transición

Quizá llevado de este talante apolítico, de mis circunstancias personales y también arropado por la época franquista, que tampoco daba mucho pie a preocuparse por los temas políticos, me mantuve al margen de la vida pública. La transición ya fue otra cosa pues, aunque no estuvo exenta de peligros, recuerdo que, en aquel momento, no tuve miedo, y considero que el pueblo en general tampoco. Contribuyó a ello la presencia de figuras como el Rey y Adolfo Suárez, así como muchos otros que mostraban poseer bastante sentido común. Se notaba en el ambiente ganas de llegar a la democracia sin estridencias ni enfrentamientos. Incluso en la cuestión autonómica, que era sin duda el punto más delicado de la negociación política, todo el mundo comprendió que no se ganaba nada radicalizando posturas. Con­vendría recordar la forma de actuar durante la transición para solventar los conflictos actuales. En aquella época todos los partidos, tanto de izquierda como de derecha, antepusieron la democracia a sus propios intereses, y aquella actitud fue garantía de que la restauración democrática no se debía romper. El único susto que tuve durante el proceso fue el golpe de Estado de 1981, pero comprendí enseguida que era prácticamente imposible que triunfara, lo apoyaba muy poca gente. Quizás fue bueno que ocurriera, sirvió como toque de atención para reconducir el proceso, que se estaba diluyendo en disputas partidistas, y provocó de nuevo la unión de los partidos polí­ticos en defensa del sistema.

Quiero destacar especialmente, además de la sensatez de los políticos de la época, el papel que jugó el pueblo. Entonces vi y sigo viendo ahora al pueblo español muy preparado para la democracia, mucho más avanzado cultural y socialmente de lo que cabía prever para aceptar los cambios políticos que se estaban produciendo, y totalmente alejado de los resentimientos e intolerancias que preceden y anuncian el estallido de una guerra civil.

El Rey es una figura aceptada y respetada por el pueblo y el conjunto de los partidos políticos

La figura del Rey era necesaria para el buen funcionamiento del proceso de transición, al que contribuyó en gran medida. Muestra de su buen hacer y de su aceptación general es que un partido político como Esquerra Republicana de Catalunya admita la necesidad del Monarca y lo tolere. La figura del Rey actúa como un catalizador que lo aglutina todo en torno a él. El pueblo quizás no entiende muy bien cuál es su función política, pero cree firmemente que si pasa algo estará él detrás, como ocurrió durante el golpe de estado.

Por todo ello, yo respeto y admiro a nuestro Rey. Tiene sus cualidades y también sus defectos, como todo el mundo, pero es una persona muy entrañable. He tenido ocasión de conocerle y de tratarle, y siempre me ha causado muy buena impresión.

Valoración de la clase política durante la transición

He dedicado toda mi vida, por suerte o por desgracia, a trabajar, trabajar y trabajar. Nunca me ha interesado participar seriamente en política. Conozco personalmente a algunos políticos porque han venido a hacerse análisis o porque, por cuestiones indirectas, hemos coincidido en algún lugar y hemos podido intimar un poco, pero ya saben todos ellos que sólo me dedico a trabajar y a mi familia y no me muevo en sus ambientes. Ahora bien, sí que me interesa la política, sea del partido que sea. En este sentido valoro y reconozco la labor durante la transición de gente como Carrillo, que aportó su grano de arena al proceso, como también lo hizo Fraga y, sobre todo, Adolfo Suárez. A mi juicio lo aportaron todas las tendencias políticas para poner en marcha la democracia.

Para mí los acontecimientos más relevantes de la transición fueron la Constitución y el golpe de Estado

Hay dos cosas del periodo de la transición que me llaman la atención por lo que representan: una es la voluntad de todas las fuerzas políticas de ponerse de acuerdo en la Constitución, que veinticinco años después sigue siendo válida porque es fruto de un milagroso consenso entre todos, y otra es la unión de todos los partidos para superar el golpe de Estado. Ambas me llenan de orgullo como ciudadano de este país hacia nuestra clase política. Con ellas se comprende que aquí el proceso democrático no podía volver a fallar como había sucedido tantas veces; los políticos españoles de aquella etapa tenían sus más y sus menos, discutían acaloradamente, pero creo que, a pesar de ser recientes, de llevar pocos años de democracia a sus espaldas, demostraron ser gente madura. Y el pueblo español también, ha madurado a la par que la clase política, sabe perfectamente en un momento dado a quién ha de votar y cuándo debe castigar electoralmente a un partido político. Confío muchísimo en su criterio para llevar adelante nuestra democracia.

Jordi Pujol es una persona a la que admiro

Soy amigo desde la infancia de Macià Alavedra4, y durante la transición mantuve bastantes conversaciones con él para que me aclarase aspectos que no entendía de la política de aquellos momentos, y de paso me explicó bastante bien en qué consistían las propuestas catalanistas, que he seguido posteriormente a lo largo de estos años con relativo interés pero sin profundizar demasiado en ellas. También conozco personalmente, y tengo en gran estima, a otros políticos nacionalistas como Josep Antoni Duran i Lleida o el mismo Jordi Pujol.

Jordi Pujol es una persona a la que admiro. Creo que su gestión al frente de la Generalitat ha sido muy positiva para Cataluña, y no sólo para Cataluña, me parece que también para España. Lo único que se le puede reprochar es la excesiva duración de su mandato.

Opino que dentro de la clase política es bueno que exista una alternancia, entre los diversos partidos y dentro de cada uno, porque respaldo a la gente joven y creo que hay que darles oportunidades. Sería bueno que los mandatos políticos tuvieran un final determinado, porque así se evitan vicios y corrupciones, tráfico de influencias, que pueden surgir por parte de individuos que rodean a los políticos y que se benefician de su poder y buena fe. Sea cual sea ese cargo, del más elevado al más simple, debería establecerse una limitación del mandato, la que sea: cuatro, seis, ocho años, probablemente no más. La renovación, en política y en otros aspectos de la vida social, es necesaria. De muchos políticos seguro que se hablaría hoy de otra forma si hubieran abandonado el poder a tiempo.

Elogio del seny català

En el periodo de la transición toda España estaba pendiente de las reacciones de Cataluña ante los cambios que se iban produciendo, dado su peso social y económico, y también de la evolución política catalana, en este caso de la mano de Jordi Pujol, temiendo una radicalización de sus anhelos de autogobierno. Lo que pasó fue que, en este sentido, el comportamiento de Cataluña fue modélico y muestra evidente de su buen juicio social, económico y político. La aportación del famoso seny català a la buena marcha del proceso de transición política española no es nada despreciable.

El seny català no es un mito, es una gran verdad, un rasgo que perfila el carácter de la gente de esta tierra. La sensatez y el buen juicio son notas distintivas que han quedado patentes a lo largo de nuestra historia.  El amor a la propia tierra no es algo exclusivo de los catalanes. Sin embargo, la capacidad de dialogo, de escuchar y reflexionar con serenidad, han mantenido al catalán alejado de radicalismos. En este sentido, Cataluña es especial.

Cataluña es una tierra de acogida

Este amor no excluyente a la propia tierra que lleva a compartirla, junto con la amplitud de miras y un profundo sentido europeísta, ha favorecido la acogida e integración de personas de muy diversa procedencia. A lo largo de su historia reciente ha acogido sucesivas oleadas de inmigrantes. Muchos llegaron con la esperanza de mejorar la calidad de vida de los suyos, aportando su trabajo y ayudando a que Cataluña alcance el puesto privilegiado que ocupa hoy día. Tanto ellos como quienes procedemos o tenemos raíces culturales o familiares en otras partes, como es mi caso, llega un momento en que decimos: este país vale la pena y me integro aquí.  Profundizar en la cultura e historia catalana ayuda a comprender su realidad actual y a amarla cada día más. En este sentido, alabo los esfuerzos de los gobernantes y de quienes vienen de otras geografías por comprender y aceptar las mutuas peculiaridades. La cultura, que ayuda a recorrer el camino del mutuo conocimiento, es el mejor antídoto contra posturas gregarias que limitan la convivencia, el enriquecimiento y el progreso de la sociedad.

El catalán es una lengua bellísima

Como ya he comentado, mis raíces familiares se extienden por diversas zonas de España y en mi casa se habló siempre en castellano. En mi etapa estudiantil todo el mundo lo hablaba, tenía muy buenos amigos catalanes pero siempre se dirigían a mí en castellano, y también era la lengua habitual en el ejercicio de mi profesión. De este modo llegué a la madurez sin haber usado jamás el idioma catalán ni saber hablarlo, si bien como es lógico podía entenderlo porque su uso social era algo corriente y cotidiano. Pero me apenaba bastante que mis hijos y nietos usasen esa lengua con fluidez y yo no, así que llegó un momento en que me dije: esto no puede ser; estoy en Cataluña, llevo toda mi vida aquí, su idioma es el catalán y tengo que hablarlo. Tenía entonces cincuenta y nueve años y consideré que, si era capaz de defenderme medianamente con el inglés y el francés, debía intentar aprender el catalán. Durante un año recibí clases particulares de catalán durante dos horas diarias. Descubrí que el catalán es un idioma muy bello y con una enorme riqueza. Por eso precisamente no es tan fácil hablarlo correctamente. A medida que profundizaba en su estudio, más me enamoraba de la lengua catalana. Mi asignatura pendiente es escribirlo correctamente. Es bastante complicado pero es un reto que no tardaré en abordar, como deuda de gratitud a esta tierra que tantas alegrías me ha dado y de la que me siento parte integrante al cien por cien.

La actual violencia parlamentaria es muy triste

Los debates parlamentarios en los años de la transición eran muy diferentes de los que podemos ver hoy. La vida parlamentaria de aquellos años nos brindó oradores magníficos como Fraga, Herrero de Miñón5, Roca i Junyent, políticos a los que era un placer oír hablar, independientemente de la afinidad que tuvieras con las ideas que ellos defendieran. Evitaban la violencia dialéctica, si hacía falta discrepar lo hacían con firmeza, pero siempre con un respeto impresionante. Hoy día esto se ha perdido, predomina en el Parlamento una crispación continua que a los ciudadanos nos hace sentir incómodos. Los políticos debe­rían darse cuenta de que son un  modelo, un referente, un espejo en el que se mira la gente que simpatiza con sus ideas o que milita en sus partidos. Si ellos resuelven sus diferencias faltándose al respeto, de forma violenta, que no pidan luego moderación al país y que desaparezca la violencia. Creo que deberían llegar a un consenso. Somos una sociedad madura que puede expresar con libertad todo tipo de ideas, proyectos y formas de entender el país, pero siempre con educación. Se pueden manifestar las discrepancias e incluso reprender si es preciso, pero de buenas maneras, sin insultar. De la violencia no se debe hacer propaganda, hay que ignorarla porque si no, la violencia trae más violencia.

El Parlamento existe precisamente para parlamentar, para pactar, para ponerse de acuerdo, no para pelearse y “ponerse verde”, quizás con fines electorales. Su verdadera función es que todo el mundo dé su opinión ponderada sobre los problemas que existen, presente propuestas de solución alternativas y lógicas, y a partir de su discusión pacífica se produzca un consenso. En la vida las cosas se arreglan hablando, nunca por la fuerza. Yo soy una persona dialogante, creo que el diálogo es muy importante en todas las facetas de la vida. El insulto gratuito no arregla nada.

Dificultades de la investigación en España

La investigación es una cuestión de responsabilidad empresarial. Abrir líneas de investigación y desarrollo en cada campo concreto de actuación, destinando una parte de los beneficios para ello no es un “además” en una empresa del ámbito sanitario y científico, sino parte nuclear de su actividad. Si no se de­sarrolla este aspecto, mal se puede prestar el servicio que la sociedad espera. Lamentablemente, las subvenciones estatales son bastante limitadas, así que corresponde a la empresa privada o pública invertir en formación continuada e investigación, promoviendo acuerdos con universidades y otros centros de referencia.

Nosotros tenemos claro que ésa es la línea a seguir, y por eso canalizamos nuestra investigación en el campo del análisis clínico a través de una fundación destinada a este fin, la cual recibe parte de los beneficios de la empresa y otras aportaciones monetarias. Con ese fondo saca adelante diversos proyectos. Lo que ocurre es que, para obtener resultados concretos, se necesita mucha perseverancia y tener claras las líneas de investigación. Nosotros comenzamos hace más de diez años haciendo investigación básica sobre una metodología de análisis del cáncer, en concreto sobre una molécula de adhesión responsable de las metástasis. Incorporamos un director científico, tres investigadores y destinamos una importante partida económica. Pero entonces descubrimos que esa misma investigación la estaban llevando a cabo en Madrid con un equipo de cincuenta personas y un presupuesto astronómico, con el que no podíamos competir. Comprendimos que la investigación básica (que es aquella cuyos resultados no se pueden aplicar inmediatamente), por el coste económico y humano que compromete, sólo la pueden emprender con éxito las grandes organizaciones. Lo que nosotros podemos aportar a la sociedad son líneas de investigación operativa, que es a lo que ahora nos dedicamos. Desde este cambio de orientación, nuestros investigadores han publicado en las mejores revistas científicas y hemos ayudado a financiar la investigación de jóvenes brillantes cuyas carreras necesitaban un soporte económico.

A menudo nos quejamos de que la investigación está muy poco subvencionada por parte del estado, y es cierto, pero eso no debe frenarnos. Lo que no puede hacer una empresa que desee iniciar una línea de investigación es reclamar a la administración una subvención para empezar a trabajar. Al contrario, debería inicialmente correr con los gastos por su cuenta para después, una vez se puedan presentar resultados concretos, pedir ayuda para continuar la investigación. Si la empresa demuestra que ha invertido un tanto por ciento determinado de sus ganancias en investigación, que lleva años dedicada al tema, entonces tiene el derecho y el deber de pedir subvenciones públicas. Que se las concedan o no, ese es otro tema.

En Cataluña hay una gran vocación investigadora

En los departamentos de investigación de las universidades catalanas se está dando la paradoja de que no tienen suficientes plazas para cubrir las demandas de ingreso, se está haciendo cola para entrar en el laboratorio y ponerse delante del microscopio. Se produce en la juventud un resurgir de las ganas de investigar y ampliar conocimientos, y eso se nota en las empresas que nos dedicamos a esta área, pues continuamente recibimos en la fundación solicitudes de empleo de gente joven que prefiere un trabajo menos rutinario y se decanta por la investigación, aunque esté peor pagada. Quizás influya el hecho de que en algunos campos concretos los mejores investigadores del mundo son catalanes.

El nivel de los científicos catalanes y del resto del Estado español, como por ejemplo Valentí Fuster, Manuel Perucho, Joan Massague, Mariano Barbacid, Carlos Cordón-Cardó, Joan Oró6, etc., no tiene nada que envidiar al del resto del mundo. Lo que ocurre es que, para desarrollar su trabajo, se ven obligados a emigrar a los Estados Unidos, donde hay mayor sensibilidad hacia la investigación y se invierte mayor cantidad de dinero. Por esta razón en ese país abundan los investigadores procedentes de Cataluña, y también de otras partes de España y del resto de Europa.

De todos modos, confío plenamente en la iniciativa y capacidad emprendedora de nuestro país, que sabrá recuperar a sus científicos de talento y crear las condiciones adecuadas para el desarrollo de una cantera de investigadores al servicio de la sociedad.

1          Calle del barrio barcelonés de Gràcia, en Barcelona.
2          Localidad turística catalana, en la costa del Maresme, tradicional lugar de veraneo de la burguesía barcelonesa.
3          Gran recinto hospitalario barcelonés, ideado en la época de expansión de la ciudad, en la segunda mitad del siglo xix, para subsanar las deficiencias en materia sanitaria y suplir al obsoleto hospital medieval. Bajo el mecenazgo del banquero Pau Gil i Serra, fue proyectado siguiendo el modelo del hospital-jardín, que estaba de moda en Europa, y encargado al genial arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner. Se inició su construcción en 1901 y, por la gran extensión de terreno que ocupa, no fue terminado por su hijo hasta 1930.
4          Macià Alavedra (1934), político catalanista. En 1974 participó en la fundación de Convergència Democràtica de Catalunya. Ha ocupado diversas consellerías en los gobiernos de la Generalitat. En la actualidad está retirado de la política activa.
5          Miguel Herrero de Miñón (1940), destacado político del periodo de la transición. Diputado por UCD de 1977 a 1981, y por AP y PP desde 1982. Miembro de la ponencia que redactó la Constitución, ha sido sucesivamente portavoz en el Congreso de los grupos parlamentarios de UCD y de AP.
6          Valentí Fuster, célebre cardiólogo afincado en Nueva York, es presidente de la Federación Mundial de Cardiología desde el año 2002.
Carles Cordón-Cardó dirige el Departamento de Patología Experimental del mejor hospital oncológico de los Estados Unidos, y posiblemente es uno de los científicos que más sabe sobre cáncer.
Joan Oró, ya jubilado, es una gran figura científica en el campo de la bioquímica. Vinculado a la NASA desde 1963, sus investigaciones han resultado claves para avanzar en el estudio del origen de la vida y de la posibilidad de vida extraterrestre.
Manuel Perucho, biólogo molecular, es especialista en genética del cáncer.
Joan Massagué dirige el Programa de Biología Celular en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York.
Mariano Barbacid (1949), eminente bioquímico y gran autoridad en el campo de la oncología, ha desarrollado gran parte de su trabajo en los Estados Unidos y, desde 1998, dirige el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.