TH, 2n VOLUM. Rey y alcaldes

SR. LUIS ROGELIO RODRÍGUEZ COMENDADOR Alcalde de Almería desde 2003.

Texto del 23/07/04,
Fotografía cedida por el Ayuntamiento de Almería

Luis Rogelio Rodríguez es un alcalde con las ideas claras. Llega al cargo tras una amplia experiencia en la administración local y provincial, dispuesto a poner en marcha una serie de proyectos de sumo interés para el progreso de Almería. Algunos de ellos ya son una realidad, como la organización de los Juegos Mediterráneos en 2005. Otros proyectos, quizás no tan audaces pero muy efectivos también, aguardan su turno para un futuro inmediato.

Larga vinculación a la política local

Aunque sólo llevo un año como alcalde de Almería y soy una persona de mediana edad, no soy propiamente un advenedizo en el mundo de la política. Procedo de una familia de hombres de leyes con una tradición de aproximadamente un siglo y medio de dedicación a la abogacía y los asuntos públicos, mi abuelo fue el diputado más joven de las Cortes Constituyentes de la República y yo mismo manifesté tempranamente un vivo interés por la política, lo que me llevó a afiliarme hace ya 24 años en Nuevas Generaciones de Alianza Popular. He ocupado siempre cargos públicos vinculados a la política provincial y municipal, primero como concejal de este Ayuntamiento desde 1991 y desde 1995 como presidente de la Diputación Provincial. Así pues, cuando asumí la alcaldía en 2003 lo hice con cierto bagaje personal y plena conciencia de las responsabilidades que conlleva el cargo. Además, siempre he considerado que los puestos de concejal o de alcalde constituyen la primera escuela del político profesional, representan la tarea más dura, más difícil, la que está más en contacto con el ciudadano, pero también la que más satisfacciones produce. Creo que es una experiencia imprescindible para todos aquellos que nos dedicamos a la mal llamada “cosa pública”.

Proyectos de futuro para la ciudad

Una ciudad mediana como la nuestra, de 180.000 habitantes, tiene que afrontar una serie de retos importantes para encarar con optimismo su futuro inmediato. Cuando uno accede a la alcaldía lo hace con tremenda ilusión por hacer muchas cosas y por dedicarse  no sólo a las grandes obras urbanísticas, sino también a los pequeños detalles, pero pronto topa con la pesada y lentísima burocracia administrativa, con la falta de disponibilidad económica para emprender proyectos necesarios para la ciudad y con la mucha colaboración de palabra pero poca de obra de parte de las demás administraciones políticas. Pese a estos inconvenientes, Almería acometerá en breve un conjunto de proyectos de suma relevancia para su progreso a corto, medio y largo plazo. Una de las obras de infraestructura que consideramos emblemática y que con toda seguridad va a cambiar la faz de la ciudad de cara al siglo XXI va a ser el soterramiento de las vías del ferrocarril, que está a punto de comenzar. Hay que mencionar también la próxima revisión del plan general de ordenación urbana, mediante la cual prepararemos la ciudad para que en los siguientes 25 o 30 años esté en condiciones de mantener su carácter actual de ciudad moderna, habitable, humana y ecológicamente adecuada. Pero el proyecto más ambicioso y el que más ilusión genera entre todos los almerienses es el que tenemos más avanzado y más cercano en el tiempo.

Almería 2005

En el año 2005 Almería será la sede de los Juegos Mediterráneos, un evento deportivo internacional de gran magnitud para el que se han construido numerosas infraestructuras y que esperamos que constituya un éxito organizativo y competitivo acorde con la inversión y los esfuerzos que se han empleado en ello. Los primeros frutos anticipados de este proyecto ya se han podido comprobar en la reciente celebración del Campeonato de España de atletismo. Confiamos, además, en que los Juegos constituyan un excelente trampolín para la proyección turística a nivel nacional e internacional de la ciudad.

Recalificación de terrenos industriales

Ahora mismo los polígonos industriales de la ciudad están al límite de su capacidad, de modo que Almería necesita más espacio industrial; es algo que nos reclaman constantemente las empresas y que vamos a solucionar a través de la revisión del plan general y de un proceso importante de recalificación de terrenos. Siempre he considerado como un deber imprescindible de los Ayuntamientos no poner trabas al desarrollo empresarial, y soy partidario de facilitar los trámites burocráticos y el acceso a las instalaciones. Desde el Ayuntamiento promovemos la creación de un parque tecnológico de más de 150 Ha —actualmente en proceso de regulación administrativa— que sirva de banderín de enganche para toda la industria tecnológica de última generación de Andalucía.

Almería goza de un índice de paro muy por debajo de la media

Quedaron atrás los tiempos en que la provincia de Almería era terreno abonado para la emigración de mano de obra barata hacia otras zonas del país, y por fortuna hoy se registra un alto nivel de inmigración, de modo que se ha invertido la tendencia tradicional que hacía que nuestras gentes tuvieran que marcharse a otros lugares para subsistir. Hoy el almeriense que quiere trabajar en su provincia o en su ciudad tiene plena posibilidad de conseguirlo merced al abundante tejido empresarial, industrial y social de Almería, incluso puede completar aquí su formación académica en el seno de una universidad joven y moderna —inaugurada hace sólo diez años—. Desde el área de desarrollo económico y empleo del Ayuntamiento apoyamos decididamente a los jóvenes recién titulados por la universidad local que quieran crear una empresa en Almería, les asesoramos y les proporcionamos los medios técnicos, jurídicos e incluso financieros para llevar a cabo sus proyectos de negocio. Hemos establecido convenios de colaboración directa con las asociaciones provinciales y locales de empresarios para fomentar la creación de empleo en la ciudad. En Almería estamos muy orgullosos de ser la capital andaluza con menos índice de paro: exactamente el 5,9%, que son unas cifras espléndidas, por debajo de la media nacional.

El agua es un bien escaso

La provincia de Almería posee el único paraje desértico de toda Europa —el desierto de Tabernas—, así que la escasez de agua no es un problema nuevo. Desde niños nuestros padres nos inculcan que el agua no se desperdicia porque no andamos sobrados de ella. Con esta mentalidad colectiva hemos acabado desarrollando una cultura de ahorro de agua que nos ha llevado a extender y generalizar los sistemas de riego por goteo o de riego hidropónico en todos nuestros cultivos. El agua siempre ha sido para nosotros un factor determinante para el desarrollo, y por tanto la cuidamos como lo que es, nuestro valor fundamental para alcanzar y conservar lo que hemos conseguido en estos últimos tiempos: ser la primera provincia de España en producción hortofrutícola y una de las más pujantes del sector en toda Europa. Con estos condicionantes se entenderá que la ciudad de Almería haga especial hincapié en la depuración de aguas residuales y en el consumo responsable. Como alcalde, ya me gustaría que mi ciudad estuviera llena de zonas verdes, de fuentes y jardines que son imprescindibles en cualquier localidad, no sólo porque proporcionan un ambiente agradable y un goce para la vista, sino también porque representan enclaves de sano esparcimiento para niños y mayores. Nuestra situación climática y nuestros recursos hidráulicos no nos permiten abusar de estos elementos urbanísticos, aunque estamos satisfechos con lo que tenemos, y trabajamos para ampliar en breve el número de zonas verdes. Pronto duplicaremos las existentes con las reformas urbanísticas que se están realizando a raíz de los Juegos Mediterráneos.

Alta conciencia medioambiental

Esta cultura popular de protección extrema de los recursos hídricos determina que, por extensión, aquí no seamos en modo alguno permisivos con las posibles transgresiones al medio ambiente en cualquiera de sus manifestaciones. Conviene señalar al respecto que el 45% del término municipal de la ciudad de Almería es suelo protegido, así que la concienciación ecológica es notablemente elevada entre sus habitantes y, desde luego, por parte de sus órganos de gobierno local.

Patrimonio arquitectónico de la ciudad

El desarrollismo de las décadas de los 60 y 70 prácticamente hizo desaparecer nuestro modelo urbanístico tradicional: una ciudad de tipo colonial de casas de dos plantas, a lo sumo tres, con sus balcones, sus rejas y sus patios interiores. Conservamos muy pocos ejemplos en el casco histórico de este estilo de construcción y queremos preservarlos, porque sustituirlos por bloques de cemento me parece un grave error y un menoscabo a la herencia que legaremos a los futuros almerienses. Por lo demás, el patrimonio arquitectónico de la ciudad presenta algunos elementos históricos y artísticos emblemáticos, como la Alcazaba árabe de la época de Abderramán III, la única Catedral-fortaleza de España —en previsión de los ataques de los piratas berberiscos durante el siglo XVI—, varias iglesias que fueron construidas sobre la planta de antiguas mezquitas, y en el campo de los edificios industriales un cargadero de mineral realizado en el siglo XIX por un discípulo de Eiffel. En conjunto, son diversos bienes de interés cultural que procuramos conservar y gestionar en colaboración con la Junta de Andalucía.

Almería necesita nuevas instalaciones sanitarias

Creo que el servicio sanitario en Almería es manifiestamente mejorable. Somos una ciudad y una provincia en permanente expansión, y considero urgente modernizar nuestras instalaciones y aumentar el número de camas. Tenemos un centro hospitalario con 800 camas, pero nos siguen haciendo falta más, por lo que el colegio médico ha solicitado la construcción de un nuevo hospital con 300 camas para completar las notorias deficiencias en las instalaciones sanitarias de la ciudad.

Históricamente, los poderes locales han sido relegados en el diseño del Estado

Los Ayuntamientos españoles soportamos como buenamente podemos una situación financiera desfavorable y cierto abandono por parte de las instituciones políticas del país que son debidos quizás a la circunstancia histórica de haber sido el último estamento administrativo en renovarse durante la Transición. Como es bien sabido, en 1977 se produjeron las primeras elecciones generales democráticas, al año siguiente se sometió la Constitución a referéndum y hasta 1979 no se efectuaron elecciones municipales que renovaran Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales acabando definitivamente con los últimos restos políticos del franquismo. Eso hizo que no se les otorgara excesivo poder en el diseño de Estado surgido de la Carta Magna. De haberse producido los acontecimientos y los plebiscitos en distinto orden, creo que el poder local hoy seguramente tendría más peso y menos dificultades, pero al cabo se optó por dar preeminencia a las autonomías históricas y no históricas frente a la labor cotidiana de Ayuntamientos y Diputaciones —que durante el franquismo habían gozado de cierta independencia y primacía, así que comparativamente su situación era mejor—.

Somos la asignatura pendiente de nuestra democracia

Los resultados prácticos de este nuevo diseño de la administración del Estado se han mostrado poco eficaces de cara a solventar los problemas de la ciudadanía. Aparentemente, la relación institucional entre Ayuntamientos y comunidades autónomas es buena, pero a la hora de la verdad, cuando ambos deben implicarse para sacar adelante un proyecto o para paliar un conflicto puntual, la colaboración deja mucho que desear. Los Ayuntamientos afrontamos con los pocos recursos que tenemos competencias que no son strictu sensu nuestras, pero que asumimos porque el ciudadano nos lo reclama insistentemente. Las autonomías se muestran muy celosas con sus prerrogativas y con sus finanzas, y de este modo los poderes locales nunca podremos ser verdaderamente independientes. Considero que hemos sido los convidados de piedra del festín político en los últimos 25 años, y queremos dejar de serlo para participar también de forma directa en este reparto de poder y competencias como lo que entiendo que somos, un elemento fundamental para el futuro de España y de Europa. Cada vez estoy más convencido de que nos dirigimos con paso firme hacia una Europa de las regiones y de los municipios frente al modelo tradicional basado en los Estados centralizados. Las auténticas raíces de la democracia europea, ya desde los tiempos de la Grecia clásica, se hallan en los poderes locales.

Innecesariedad de las reformas estatutarias

Con respecto a la ampliación de los estatutos de autonomía y la subsiguiente reforma constitucional que parecen llevar aparejada, creo que los responsables políticos deben tener la sensatez suficiente para no jugar con fuego con estos temas. Son asuntos delicados, que requieren profundo estudio y análisis para no herir sensibilidades. Por lo demás, estoy convencido de que España posee un régimen político muy descentralizado, mucho más que el de algunos Estados que se proclaman federales, así que en el debate actual sobre la reforma de estatutos soy más bien partidario de agotar sus verdaderas capacidades antes de inventarse otras nuevas. Entiendo que si las circunstancias sociales, los hechos del día a día, demuestran que un estatuto se ha quedado obsoleto, estrecho, pacato, y ya no sirve para dar respuesta a las cambiantes necesidades de una comunidad, entonces convendrá plantear su modificación, su ampliación o su rectificación, pero si tal comunidad no ha desarrollado todavía el 100% de las competencias que le avala su estatuto, la propuesta no tiene sentido. Además, toda reforma precisaría de un amplio consenso del arco parlamentario español, pues aun siendo instrumentos legales perfectibles y lógicamente adaptables al paso de los años, su modificación se debe abordar con sumo cuidado por ser piezas fundamentales del engranaje político que no conviene desplazar de un lado a otro a beneficio de unos pocos.

Papel fundamental del Rey en nuestro sistema político

España y el Rey Juan Carlos I han mantenido a lo largo de estos años una relación peculiar que hace que ambos estén recíprocamente en deuda. Tanto el Rey como los ciudadanos españoles en su conjunto son los auténticos artífices de nuestro sistema político actual. Ahora bien, es justo reconocer que durante la gestación de este sistema político, en la complicada etapa de la Transición, el Rey desempeñó un papel primordial sin el cual no puede entenderse el proceso democrático. Infundió en el pueblo español una tranquilidad y confianza en la irreversibilidad de las reformas emprendidas más allá de los avatares políticos y de los sobresaltos que hubo, de modo que, a la postre, resultó crucial para el éxito final de la Transición. Hoy día la Corona cumple con su función institucional perfectamente, sin recurrir como antes a una intromisión directa en la vida política. No sé qué nos deparará el futuro, pero creo que en estos momentos este papel de árbitro político imparcial, de figura que coordina el sistema y es respetada por todos, está siendo fundamental e incluso imprescindible. Yo espero y confío en que el Príncipe Felipe sea capaz de heredar esta misma capacidad, que también podamos confiar en él, y si eso es así tendremos garantizada la pervivencia de la monarquía en España.