LUIS URQUIZA UGARTE
LUIS URQUIZA UGARTE
TH, 3r VOLUM. El estado de derecho después de 1978

LUIS URQUIZA UGARTE

Texto del 11/11/2008 .
Fotografía cedida por Luis Urquiza.

El contexto sociopolítico que alumbró la Constitución fue muy delicado y obligó a dar preeminencia al interés general frente a las creencias propias. Treinta años después, Luis Urquiza señala que no debe temerse el proceso de modificación de la Carta Magna: ve a la sociedad española preparada para ello. Experto en Derecho de medio ambiente y de urbanismo, defiende la necesidad de dotar adecuadamente de medios a los ayuntamientos, de reconocer y apoyar su imprescindible labor y de promulgar una legislación más posibilista en temas medioambientales.

Hoy es imposible estar especializado en todas las áreas del Derecho administrativo

Soy uno de los socios fundadores del bufete. Funcionalmente, cada abogado se responsabiliza de su propio trabajo: el esfuerzo y la dedicación personal es la medida de nuestra calidad. Hoy día, con la evolución legislativa habida, es imposible dominar todas las materias, así que hay que compatibilizar un conocimiento general de las más habituales con una especialización de cada uno de los abogados en aquellas otras más complejas.

 

La transición política y la transición jurídica

Recuerdo perfectamente el día que murió Franco, así como el ambiente de aquellos años, con lo que supusieron en cuanto a cambios y conflictos para la sociedad española. A los juristas de mi generación nos tocó simultanear la transición política con la transición jurídica. De esta forma, un buen número de las leyes y normas que aprendimos en la carrera fueron pronta y paulatinamente sustituidas por otras adaptadas al nuevo marco constitucional. También he sido testigo y partícipe directo de la transición de nuestros ayuntamientos a la democracia.

 

La Constitución, una puerta abierta a los años que siguieron

Creo que en las relaciones humanas, sociales y políticas siempre ha de primar el acuerdo, lo que a veces obliga a preterir ciertas cosas, aun siendo éstas importantes. Si se aprecia la Constitución desde el punto de vista de la época, se entiende enseguida el desfase que hoy día presenta alguno de sus apartados. La fórmula consistía en avanzar, y en ocasiones los avances llegan muy lentamente. La Carta Magna sirvió para abrir la puerta a los años que siguieron. No creo que fuera nada fácil redactarla. Hay que reconocer que el contexto sociopolítico en que desarrollaron su labor fue sumamente difícil, y que en todo momento tuvieron que privilegiar el interés general frente a las propias creencias, pensando que lo esencial era sacar adelante el texto constitucional.

 

Cumplir y desarrollar la Constitución en materias básicas como el trabajo, la vivienda o las comunicaciones

La Carta Magna se tiene que amoldar a los tiempos presentes, y por tanto puede y deber ser revisada cuando se crea oportuno. Existe un riesgo evidente si se modifica, que es establecer el límite de esa modificación, pero es un riesgo que hay que correr. Creo que la actual sociedad española es capaz de afrontarlo sin problemas. Hoy, cuando se habla de la Constitución, siempre se nombran las dos mismas cuestiones, como si no hubiera otras: la indivisibilidad de la nación española y la Ley Sálica. Pero lo cierto es que el texto aún debe ser mejorado en materia, por ejemplo, de trabajo, vivienda, derechos de las personas o comunicaciones, puntos trascendentales cuyo desarrollo compete a la voluntad política.

 

Muchas transferencias pendientes de materializarse en el País Vasco

Europa tiende cada vez más a constituirse en nación única, como prácticamente ya lo es en lo que atañe al ámbito del Derecho. Importa ser respetuosos con los sentimientos y pareceres de las personas y se debe procurar no despertar animadversiones de ningún tipo entre los distintos pueblos y comunidades autónomas, algo que lamentablemente está ocurriendo en España, a causa de intereses políticos. Creo que lo importante no es el nombre de la estructura política (Estado federal, central o autonómico) sino el espíritu, el contenido y la realidad que el mismo refleja. Lo demás son ganas por parte de la clase política de crear conflictos artificiales. Utilizar e interpretar los elementos normativos en función de intereses políticos es lamentable. El paradigma podría ser el Estatuto de Autonomía, con casi 30 años de vida, y sobre el cual las fuerzas políticas se enzarzan en continuas polémicas, con el sinsentido de que, a veces, quienes lo defienden, son los que tácita o expresamente permiten que varias transferencias estén pendientes de materializarse. Ahora bien, lo que está por encima de todo es la convivencia en paz.

 

No es malo que el poder político se relacione con la judicatura, pero lo que resulta intolerable es que se interfieran mutuamente

La Justicia comprende muchas esferas. En cuanto a medios materiales y humanos, en Euskadi estamos por delante del resto del Estado. Pero la Justicia también incluye el acierto en las decisiones, la rapidez de resolución… Es preocupante pensar que todo el trabajo de un letrado depende muchas veces del parecer de una sola persona: el juez; de su conocimiento y preparación, pero también de su estado de ánimo, de sus prejuicios, de sus creencias. Me temo que los magistrados no son conscientes de la gran responsabilidad que tienen, la cual les debería obligar a prepararse mejor, a intentar ser más cercanos al ciudadano y a buscar su propia independencia a toda costa. Quienes dependen políticamente de los que les proponen para el cargo, nunca podrán hacerse valer por la ciudadanía. La reforma de la Justicia tendría que venir acompañada de una gran campaña de marketing que saneara la imagen de los magistrados; presentarlos como una casta de intocables no les conviene en absoluto. La sociedad tiene que ver a los juristas como garantes y defensores de sus derechos. Llegar a ello pasa por profesionalizar la política, ya que hoy día casi cualquiera puede ser político. Necesitamos una clase política de casta, de principios, de formación, de conocimientos, de calidad.

 

Se legisla coyunturalmente, algunas veces de manera utópica y con escasa técnica jurídica

Tenemos un sistema legislativo a mi modo de ver deficiente, que parece funcionar sólo para supuestos concretos a corto plazo, sin mirar hacia el futuro, falto de visión integradora y periférica y sometido a los vaivenes del grupo en el poder. Nuestros gobernantes deberían dar muestras de modestia y dejar trabajar a los juristas sin interferir en el articulado. Se están creando muchas nuevas leyes en materia de urbanismo y de medio ambiente, terrenos ambos que conozco bien, y considero que se legisla en demasía, de forma confusa cuando no contradictoria, con escasa técnica jurídica y algunas veces utópicamente.

 

Equiparar la dotación de los municipios al aumento de sus competencias

Cuando empecé mi labor profesional, hace 23 años, la actividad de los municipios prácticamente se limitaba a bienes, servicios, contratación, urbanismo y algo de hacienda. Hoy día se encargan de medio ambiente, desarrollo rural, asistencia social, educación, protección de la vivienda, cultura, turismo, transporte, sostenibilidad, etc. En los últimos 20 años los municipios están absorbiendo muchas competencias o funciones dentro de unas competencias generales. Realizar esas tareas exige medios materiales, personal y asistencia técnica y económica, que aquí se articula a través del Fondo Foral de Financiación de las Entidades Locales. Los municipios, con sus alcaldes y concejales, están para avanzar y servir al pueblo y, sinceramente, creo que son el principal activo de nuestra Administración. Se debe un reconocimiento sincero a su labor. En cuanto a los casos de corrupción en materia de urbanismo, observo que esta lacra no es habitual en el País Vasco, quizá porque el reparto competencial y el procedimiento habilitado para aprobación de planes urbanísticos –y, por tanto, de las denostadas “recalificaciones”– hacen muy complejo y económicamente oneroso dicho proceso.

 

Peligros del fundamentalismo medioambiental

Actualmente, el medio ambiente es una materia que está de moda; todos nos mostramos preocupados por él y queremos preservarlo y defenderlo. La cuestión es: ¿qué estamos dispuestos a hacer para ello? ¿A qué estamos dispuestos a renunciar? En este tema existe una gran hipocresía social. Todos queremos disfrutar de un buen nivel de vida, coches, aire acondicionado, servicios, ocio, etc., pero la energía y el espacio físico necesarios para conseguirlo han de proceder de algún sitio. Las industrias son necesarias, y hay que entender que no son incompatibles con cuidar el entorno natural. Nunca viviremos en una Arcadia idílica. La cuestión no es: ¿modernidad o medio ambiente?, sino progreso y medio ambiente. La exigencia en normativa medioambiental a las empresas en el País Vasco es muy alta y el nivel de control también. Creo que hoy cuidamos mejor el medio ambiente que hace 20 ó 30 años y debemos seguir en esa línea, de mejora, de mayor exigencia, pero sin caer en el talibanismo medioambiental, siendo consecuentes con lo que exigimos y legislando de un modo posibilista.

 

Plantearse la necesidad de la figura de un Monarca

En su momento, la monarquía fue una salida que se entendió útil, como figura para pasar de un sistema dictatorial a uno democrático, y que parecía contar con la confianza de unos y otros. Como todo anfitrión o huésped, en la medida que resulte práctico, desempeñe una buena labor de marketing –tanto interior como exterior– y no pretenda ejercer un poder real, persistirá. En caso contrario, dudo que continúe. Juan Carlos I podría y debería ser el último Rey de España. Con todo, no veo relevante el debate sobre la continuidad dinástica.