Pasqual Maragall
Pasqual Maragall
TH, 1r VOLUM. La transición política española

PASCUAL MARAGALL. Alcalde de Barcelona de 1982 a 1997.

Texto del 27/11/2002
Fotografía: Àngel Font

Cuando uno escucha a Pasqual Maragall se lo imagina dedicado al mundo de las ideas. Pero prefirió dedicarse a la política e introdujo en ella dos virtudes poco frecuentes hasta entonces: creatividad e iniciativa.

Como alcalde de Barcelona será mencionado por muchas cosas y como político el futuro probablemente le permitirá ser rememorado por otras tantas. A muchos, sin embargo, nos gustará recordarlo porque devolvió a Barcelona el mar.

Manipulación política de la violencia

Es un grave error sobredimensionar en los medios de comunicación el problema de la violencia. Recientemente he escrito un libro donde la palabra ETA apenas aparece, y cuando lo hace es en minúsculas, porque considero que su abuso actual es como dar oxígeno a quienes buscan el impacto publicitario. No olvidemos que lo que persiguen los violentos es generar terror, y cuanta más audiencia se les dé, más cerca estarán de conseguir su objetivo. Personalmente soy más partidario de hacer como los irlandeses del norte, que ni hablan tanto de ese tema como aquí, ni le ponen tantos titulares. Pero claro, como parece que eso va en contra de la libertad de expresión, es difícil insistir demasiado en este razonamiento. Sin embargo, tendríamos que ser conscientes del favor que se les está haciendo hablando tanto y tan alto de ellos, especialmente cuando se destacan en grandes titulares intentos de atentados no cometidos. ¿Qué sentido tiene asustar más a las presuntas víctimas? Lo único que se consigue a la larga es aumentar el sentimiento de pánico. Creo que sería mejor tratar de no darles tantas pistas.

Existe un uso electoral de la violencia que, aunque no me agrada, puedo comprender. Hay que ser conscientes de que la democracia se basa en las elecciones y éstas en las emociones del pueblo. Ahora bien, creo que no se puede hablar de capitalización de la violencia, porque me parece una palabra demasiado dura, aunque sí es cierto que se está haciendo una referencia constante a este tipo de emociones para crear también un impacto, en un sentido negativo, probablemente antiterrorista, con el que no simpatizo, pero entiendo que es legítimo, y negarlo sería una estupidez.

Insultar, en política, no conduce a ninguna parte

Actualmente se está generando un discurso político basado en la descalificación que no lleva a ninguna parte. No negaré que en algún momento me ha salido del alma algún adjetivo poco conveniente, pero no es lo habitual, no tan sólo en mi caso, sino en el de la escuela política de la que procedo. Vengo de una tradición donde se es escasamente fundamentalista, y aunque nos indignemos en ocasiones, no somos de los que confunden el adversario con el enemigo.

La diversidad no está reñida con la identidad

Es difícil definir lo que uno es. Recuerdo que Pujol me decía en una ocasión que hablábamos sobre la identidad y la diversidad, que si un marciano me preguntara quién era yo, le contestaría sin dudarlo: sóc en Pasqual, fill del Jordi i de la Bassi, he nascut a Sant Gervasi, Barcelona, i sóc catalá1. Pero hasta en eso discrepábamos, porque yo le decía que si bajara el marciano, lo primero que le diría es que soy terrícola, porque si no, ¿cómo iba a saber el marciano dónde se encontraba?, ¿qué es Sant Gervasi? se preguntaría. Era una discusión sobre qué era más definitorio, si la diversidad o la identidad. Pero las dos van de la mano, porque, en definitiva, soy efectivamente un terrícola, pero, además, mi madre se llamaba Bassi Mira, y mi padre Jordi Maragall, y esto ha definido mi herencia. Mi madre era republicana, liberal, hija de un zapatero republicano de Alicante que se afincó aquí, azañista y dominguista, de Marcelino Domingo2. Mi padre era católico y liberal, políticamente ­menos definido. Juntos, sin embargo, después de la guerra crean un hogar, un espacio donde podía ir todo el mundo en un momento donde no había ­lugares a donde ir. Por mi casa pasaron desde Lanza del Basto, que fue un ­pacifista de origen italiano que vivía en la India, vegetariano, que acudía allí a ­predicar a un público cristiano progresista, hasta Oriol Solé Sugranyes3, una persona que siempre iba delante en las manifestaciones, y a quien encarce­laron, consiguió huir, pero finalmente lo atraparon y mataron.

También marca mi biografía, en algún sentido, el proceder de Sant Gervasi4. Allí se formó una quinta de amigos con gente como Serra o Roca, que íbamos juntos a la universidad y éramos del mismo barrio, de Muntaner, de Madra­zo, algún otro de la plaza Molina como muy lejos. Una circunstancia que en más de una ocasión se ha utilizado críticamente contra nosotros.

Todo esto es lo que me define a mí, aunque se me conoce más como alcalde de Barcelona, y sobre todo como presidente del comité organizador de los Juegos Olímpicos. Aunque, sobre estos últimos, he de decir que no fueron más que el argumento en torno al que se emprendió una gran labor, mucho más importante que la de los Juegos, como fue la renovación de Barcelona.

El mitin más multitudinario en la historia de Cataluña y de España

El regreso de Tarradellas fue especialmente emocionante desde el momento en que supuso una victoria para los que habíamos pedido su retorno el día 8 de junio de 1977, en el mitin final de la Monumental. Acudieron doscientos cincuenta mil personas, que apenas cabían en la gran plaza de toros, en el que creo ha sido el mitin más grande de la historia de España y Cataluña. Entre ellas, estábamos los que pedíamos que, si ganábamos las elecciones (recuerdo que lo dijo Joan Reventós), invitaríamos al President de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, a volver para que presidiera la asamblea de parlamentarios electos en el edificio del antiguo Parlament y encabezara la primera sesión de parlamentarios nombrados en la constituyente de Madrid.

Nos reunimos en los sótanos del hotel Manila

El 15 de junio de 1977 los socialistas ganamos y Tarradellas volvió. Esa ­noche recuerdo que los dirigentes socialistas nos reunimos en los sótanos del Hotel Manila, y discutimos sobre si debíamos acudir a la plaza Sant Jaume o no, porque en Cataluña cada vez que ha habido un cambio electoral o polí­tico se acudía a esa plaza, que es el símbolo del poder. Pero decidimos que no, que esta vez no iríamos a Sant Jaume, que no teníamos que volver a ­hacerlo. Creo que esa decisión es enormemente simbólica porque reflejaba que no nos movía una euforia momentánea, sino la trascendencia de una nueva época que surgía. Y aunque había rumores de movimientos de tropas (recordemos que en Cataluña habíamos ganado los socialistas y el segundo partido fue el PSUC), aquella noche fue especialmente emocionante para mí, dominada por un sentimiento muy difícil de describir.

En el proceso constituyente los socialistas fueron generosos

Hubo un hecho poco reconocido en ese momento, que fue la generosidad de los socialistas como partido político que, con el fin de no obstaculizar el proceso constituyente, cedimos una parte importante de la representación que nos correspondía, tanto aquí porque habíamos ganado, como en Madrid.

En esa mesa debería haber estado naturalmente el President Tarradellas, restablecido por decreto del gobierno y por una ley provisional de la Gene­ralitat. Pero quien, desde luego, tendría que haberse sentado con los redactores era, sin duda, Joan Reventós, porque él representaba al par­tido que había ganado las elecciones. Sin embargo, renunciamos a sentar a uno de los nuestros en la mesa de los padres de la patria, y admitimos a dos personas que no eran miembros de nuestro partido: uno fue Jordi Solé Tura, que pertenecía al PSUC, y el otro Miquel Roca i Junyent. Eso nos marcó bastante porque, de siete, dos fueron catalanes y cinco no. En cambio, no hubo ningún vasco, un gran error que ahora estamos pagando caro.

La Constitución actual ha sobrevivido a lo largo de más de veinte años

La redacción de la Constitución supuso un importante paso adelante en la normalización de nuestra convivencia y, lo que es más importante, un texto que introducía los mecanismos necesarios para su revisión. Nunca en la historia de España, desde 1714, había existido una etapa tan larga donde se conviviera en un marco de tolerancia y respeto democráticos. En la España moderna propiamente dicha, no se ha dado anteriormente ningún periodo como el ­actual donde, además de democracia, se reconozca que los diversos pueblos que la componen puedan reclamar la autonomía que anhelan. Y en los mo­men­tos en que más cerca se estuvo de eso, como en la Segunda República, se desen­cadenó un golpe de Estado. De manera que, si la Constitución que ahora ­tenemos ha sobrevivido más de veinte años, algo debe tener de bueno.

En el propio texto constitucional se prevé que sea susceptible de revisión

Por todo esto, los que dicen que no se puede tocar, es que simplemente no la han entendido, algo inquietante teniendo en cuenta que representan una mayoría importante del pueblo español, prueba de ello es que han obtenido la mayoría absoluta (el Partido Popular) en un momento determinado. Y aunque la mayoría absoluta sea algo que se puede ganar y se puede perder,

y sin duda la perderán algún día, no deja de ser verdad que los que la ostentan son una fuerza política que tiene una reticencia importante a retocar, revisar o reformar la Constitución, más fuerte incluso que la que tenían hace seis años, pues entonces sí estaban dispuestos a cambiar el Artículo 69.2 ­sobre el Senado. Ahora dicen que no, pero se equivocan.

Para entender la realidad de la España actual, es necesario introducir en la Constitución otros conceptos

Pero es la Constitución la que contiene sus propios mecanismos de revisión, y ya se ha modificado alguna vez con relación a la aportación del acervo comunitario. No olvidemos que en la Constitución no se nombra en ningún momento la palabra Europa, ni la palabra Cataluña, porque en el momento de su redacción España no estaba dentro de Europa, y Cataluña, como comunidad autónoma, no existía, ni el resto tampoco. Todo ello es razón más que suficiente para ponernos al día e introducir en la Constitución unos conceptos sin los cuales es imposible entender la España actual, y éstos son Europa, Cataluña, Euskadi, Andalucía y Galicia, entre otros.

Una incongruencia en la coyuntura del texto constitucional

Uno de los argumentos más sólidos para comprender la importancia de ­revisar la Constitución es la necesidad de enmendar un error que se produjo en la redacción del Artículo 69.1, en el que se dice que el Senado es la Cámara de los territorios, y en el punto 2 se afirma que será elegida por pro­vincias, contradiciendo el primer punto, ya que los territorios no son provincias. Porque, efectivamente, sí que las provincias son territorios, y los mu­nicipios, y España y Cataluña, todos son territorios en sentido genérico. Pero territorios en el sentido que se le da en el punto 2 del Artículo 69 son, con toda evidencia, las autonomías, y si no se eligen los senadores en base a la circunscripción de la comunidad autónoma, no hay Senado federal, entre comillas, ya que no querría imponer el calificativo. La cuestión es que no existe un Senado de tipo federal, autonómico, ni una verdadera cámara ­territorial.

Hubo un intento de golpe de Estado el día anterior a la victoria del PSOE

Es importante que lo sucedido en los últimos años en España se vea ya como historia, porque lo que tenía que pasar ya ha pasado y, por tanto, es necesario actualizar la Constitución. Es cierto que hubo momentos dramáticos en su día que quizás nos ataron las manos. Coincidiendo con el 20º aniversario de la victoria del PSOE el 28 de octubre de 1982 por mayoría absoluta, he recordado algo que mucha gente no sabe, y es que el día anterior, el 27, hubo un intento de golpe de Estado que pasó desapercibido. El que sí está en la memoria de todos es el que hubo el año anterior, el 23 de febrero, y en ese momento la reacción fue de extrema prudencia. En ese contexto hay que entender el café para todos, porque fue producto de aquel suceso al que nos enfrentamos unidos, y que, de alguna manera, fomentó el espíritu de la ­LOAPA de igualar el desarrollo autonómico a partir de una tabula rasa sin tener en cuenta los derechos de las llamadas comunidades históricas.

Es imprescindible dotar de contenido autonómico al Senado

La reforma del Senado se recoge también en el Estatut d’Autonomia, pero con éste pasa como con la Constitución. Jordi Pujol se ha referido alguna vez a este problema, poniendo sobre la mesa un hecho tan paradójico como que la televisión catalana sea una desconexión de TVE. Es decir, la titularidad jurídica de Televisión Española, como competencia, es actualmente del Estado, y eso es sorprendente, especialmente por lo anticuado que resulta en nuestras actuales circunstancias. Es evidente que hay que cambiar nuestro Estatut porque ha quedado obsoleto, pero antes de hacerlo lo que se tendría que ­hacer es cumplirlo en su integridad, cosa que aún no se ha llevado a término.

Seguimos en una situación irregular que cabría calificar de aestatutaria 5

No se trata tanto del tema de las competencias, sino de la competencia que tenemos y no cumplimos, o sea, que ya podemos ir pidiendo. Existe una disposición transitoria en el Estatut que dice que, mientras no haya una ley electoral, el primer Parlamento debe (debía, porque habla del primer Par­lamento constituido en 1978, o sea que ha de ir en pasado) ser nombrado en unas  elecciones convocadas a partir de los quince días de aprobación de ese Estatut. Pero eso sólo servía para aquella primera vez, efectivamente, mientras no había ley. Pues ¡no se ha hecho! Sin embargo, en nuestro Estatut había un artículo indicando cómo debía ser esa norma. De esta forma, en estos momentos nos movemos, no tanto en una situación antiestatutaria, como en una situación aestatutaria, porque estamos eligiendo nuestros representantes fuera del Estatut. En éste se afirma que las elecciones se han de hacer con una ley que será proporcional, y ahora no lo es, al menos no por el momento, entonces podemos deducir que estamos fuera de la cobertura legal del Estatut.

Actualmente hay muchos países de muy diferente signo político con un sistema de Estado federal

La España federal es la España de mi abuelo, del abuelo de cada ciudadano, es la España del pueblo, la de la unión y la libertad, la España de Cataluña dirigiéndose en plano de igualdad a Castilla, Euskadi y Galicia, y cada una de ellas a las demás, construyendo así una España que es muy diferente de la España una, grande y libre.

Las autonomías son el pueblo de España, no son otra cosa. La Constitución dice que el pueblo español es la fuente de toda soberanía, de una patria ­común, indivisible; muy bien, pero a continuación dice que los pueblos de España existen y se representan a través de comunidades autónomas. Esta afirmación, como en todos los textos constitucionales que han pervivido en el tiempo, es ambigua. En este caso la palabra nacional podría ir referida a dos cosas diferentes: la nación en mayúscula, España; y las nacionalidades, entendiendo por nacionalidades, por ejemplo, la catalana, vasca y gallega. De forma que la España a la que nosotros aspiramos es la España plural, por no ponerle una etiqueta excesivamente ideológica, porque federal suena un tanto de izquierdas, cuando no es así en absoluto, ya que existe una gran cantidad de países de diferente signo político que tienen un sistema federal, como son los Estados Unidos, Alemania, Austria, Canadá o Bélgica. Vamos a llamarla España plural, y ésta es la España que queremos, la que quiero, la España de los pueblos que se unen para hacer posible un proyecto en común.

La monarquía, a través del Rey Juan Carlos I, ha sabido estar en su sitio

Actualmente, todos los pueblos de España (y no digo todas las personas, sino todos los pueblos) admiten mayoritariamente que el Rey Juan Carlos I, y las circunstancias históricas que dieron lugar a la reinstauración de la ­monarquía, generaron una situación política de estabilidad que nunca había­mos tenido hasta ahora. Lo que probablemente ya no exista es un sentimiento monárquico tan intenso como el de no hace tantos años, ni a favor ni en contra, y es previsible que, con una Unión Europea cada vez más forta­lecida, este sentimiento se vaya vaciando de contenido. Por eso sería interesante definir en cada caso el papel que se le quiere dar, como hizo el Rey, que no sólo supo intuirlo, sino también ejercerlo. Personalmente, creo que tomó una decisión inteligente al limitarse a sus funciones y mantenerse al margen de todo lo demás.

El gran error de Jordi Pujol ha sido dividir a la sociedad catalana

Evaluar el trabajo de Jordi Pujol es difícil, si tenemos en cuenta la complejidad de esos años. Por ejemplo, en el caso de las infraestructuras es evidente que son habas contadas, y será un argumento de peso el día que se juzgue su labor de gobierno. Creo que llegará el día en que se le reprochará el haber dualizado ­excesivamente la sociedad catalana a partir, precisamente, del golpe de Estado de Tejero, que fue el detonante para la posterior victoria del PSOE. Es el ­momento en que se rompe el encabezamiento unitario de la celebración de la Diada del 11 de septiembre6, lo que supuso un grave error, porque no sólo era un acto emotivo, sino que, además, era efectivo, porque suponía que esa jornada todas las fuerzas políticas se unían para celebrar un acto festivo, en donde se afirmaba nuestra identidad común. Pero esta unidad se rompió ese 11 de septiembre porque Convergència dijo no, quizás ya bajo la influencia negativa de la gestación de la LOAPA. A partir de entonces, comienza a imponerse un cierto maniqueísmo de quienes eran considerados buenos o malos catalanes. Y éste es un fenómeno que ha estado muchos años oculto, pero que acabará emergiendo en algún momento. Ésta sería mi principal crítica a la trayectoria de Pujol.

Como alcalde de Barcelona acepté en su día que se hiciera primero el AVE Madrid-Sevilla

También se le ha criticado a Pujol que el AVE no comenzara a implantarse en España empezando por el eje Madrid-Barcelona, pero yo mismo acepté, como alcalde de Barcelona, que primero se construyera el AVE Madrid-Sevilla. Y lo hice porque ése fue el único año que Barcelona había recibido más inversiones que Madrid. Fue el espacio de tiempo correspondiente a  las inversiones olímpicas, pues en 1992 ya estaban todas hechas. Recuerdo que ese verano estuve en casa de Felipe González, y me dijo: me acaba de decir Borrell –entonces ministro de Obras Públicas– que las inversiones de este año son iguales en Madrid que en Barcelona por primera vez en la historia. Entonces me dije que firmaba para que hubiera otro AVE en Valencia, si hacía falta, con tal de que Barcelona siguiera recibiendo tantas inversiones como Madrid. Y también acepté porque entendía que era necesario un reparto y que no todo podía ser para Barcelona, para Cataluña. Además, nunca he ­creído en la Cataluña de cul-de-sac, que a otros les agrada tanto. Hay quienes opinan que Europa termina en Sènia7; pues no, no acaba ahí. Por consiguiente, a Cataluña le interesa que Sevilla disponga de buenas conexiones.

Los socialistas y el botiguer

Existe una percepción errónea de que el pequeño y mediano empresario ­catalán sólo se entiende con los nacionalistas. Hace pocos días, en la presentación de nuestra estrategia económica y territorial basada en la división de Cataluña en siete regiones, territorios o vegueries, acudieron los empresarios y quienes les representan, especialmente el presidente de la CECOT8, el ­señor Cima, y el presidente de Pimec-Sefes, el señor González, con quienes mantenemos un diálogo fluido.

Es cierto que hoy día quizás ha desaparecido el botiguer de Sant Pancràs, pero si alguien se pasea por la calle Mayor de Sant Andreu, o por la calle Sants, o por Gran de Gràcia o Sant Gervasi, y habla con los comerciantes, descubrirá que juntos son más potentes que un hipermercado, porque pueden ofrecer lo mismo que éste con la ventaja de que sus comercios no se ubican en el ­interior de un edificio ciego, sino que tienen una calle por donde corre el aire libre, y en donde hay sol el 70% de los días del año, y eso es mucho más agradable. El problema es que es difícil que se pongan de acuerdo, convencer al Ayuntamiento para arreglar las calles, potenciar un espíritu de promoción, etc. Si uno se pasea por la calle Mayor de Sant Andreu verá que es un festival de vida y movimiento. Y si digo esto, es porque creo que el tradicional mensaje victimista no les interesa ni siquiera a ellos mismos, al contrario, lo que les concierne es pensar en la forma de ganar a los grandes ­comercios. Es decir, les importa más el proyecto, el poder competir, que perder el tiempo con protestas o lamentaciones.

Herencia de los Juegos Olímpicos

Los Juegos son el nombre del suceso, pero no son el suceso. Lo fundamental de verdad es una ciudad que cambió, eso es lo más emocionante, porque es lo que queda. A veces pienso qué hizo que las cosas fueran como acabaron siendo, por qué fue un gran momento para Barcelona, y la conclusión a la que llego es que se materializaron proyectos que llevaban cincuenta años sobre el papel. En realidad, se encontraba ya todo dibujado, no exactamente como se terminó haciendo, pero estaba esbozado, como, por ejemplo, el barrio de la Ribera de Pere Duran, o las rondas de las que siempre se hablaba. Recuerdo que días antes de las Jornadas de Sarriá, donde se decidió llevar adelante el tema de las rondas, nos habían lla­mado de la Ronda de Dalt, porque querían saber si se harían para poder llevar a cabo antes unas obras. Cuando tan sólo quince días después les di­jimos que sí, que se harían, no podían creérselo, dado que llevaban más de treinta años esperando.

Otro cambio importante, y cabría decir histórico, fue devolver el mar a Barcelona. Desde 1830, con la revolución industrial, Barcelona se había vuelto de espaldas al tren, que seguía la línea de la costa y de la intensa ­actividad fabril que se gestó en torno al mismo. Los Juegos significaron que la ciudad volviera la mirada al mar y a su gran potencial, no sólo estético, ­sino vital.

Un buen entendimiento entre profesionales hizo que los proyectos fueran más factibles

Otro de los secretos que hizo posible la magnitud del proyecto fue la colaboración entre las diversas profesiones. Algo que nunca pasa en Barcelona sucedió en ese momento, porque el proyecto era tan grande, tan seductor, que todo el mundo era consciente de la trascendencia de lo que había que hacer. Es el caso del buen entendimiento que hubo entre arquitectos e ingenieros, algo que nunca había existido. En el caso de las rondas, por ejemplo, fueron dibujadas por Ribas Piera9, un hecho que resultó insólito, porque nunca los ingenieros habían dejado dibujar primero a los arquitectos. Y esto fue una de las claves del éxito, no me refiero a que fueran los arquitectos quienes hicieran los planos primero, no querría en absoluto poner a los unos delante de los otros, sino al hecho de que todos se dejaron guiar hacia un proyecto común.

El debate sobre el Forum de las Culturas

Se habla mucho sobre si el Forum de las Culturas tendrá la misma trascendencia para Barcelona. Se dice también que soy el padre del proyecto, ­cuando en todo caso más bien diría que soy el abuelo, y dejaría la paternidad ­para Joan Clos. La cuestión es que recuerdo que reuní a Clos, que era en ese momento teniente de alcalde, a Josep Miquel Abad, a Lluis Bassat, a empresarios, en fin, a todos los que habían participado en la gestación de los Juegos Olímpicos, e hicimos un brainstorming10 para ver qué podíamos hacer. En un primer momento se barajaron tres ideas: el agua, la ecología y el cine, porque hasta ese momento no había todavía ninguna celebración en torno a lo que ha supuesto culturalmente el cine en el siglo xx, ni las religiones, ni las culturas. Esta última opción fue la que finalmente nos convenció, porque ¿qué une más a la gente además del deporte? La religión. Finalmente, decidimos que lo idóneo era convocar a las culturas del mundo para dialogar en Barcelona sobre el futuro de la humanidad. En ese momento nos pareció una buena idea sin más. Después se ha convertido en el gran tema del día, y ha generado un debate entre las fuerzas políticas, lo cual, para qué vamos a engañarnos, siempre es interesante.

1          Soy Pascual, hijo de Jordi y Bassi, nacido en Sant Gervasi, Barcelona, y soy catalán.
2          Marcelino Domingo (1884-1939), maestro de escuela y periodista. Diputado a Cortes por Tortosa en 1914. Junto con Layret fundó el Bloc Republicà Autonomista y junto a otros el Partido Republicano Catalán (1917). Tras el triunfo electoral de la CEDA unió su partido a la Acción Republicana de Azaña, dando lugar a Izquierda Republicana.
3          Oriol Solé Sugranyes, dirigente del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), fue muerto por la guardia civil el día 6 de abril de 1976, tras protagonizar una especta­cular fuga junto a 28 presos políticos más de la cárcel de Segovia.
4          El barrio de Sant Gervasi de Barcelona se encuentra en la denominada “parte alta” de la ciudad, adjetivo que puede entenderse tanto en el sentido geográfico como en el sociológico,
ya que se creó a partir de las residencias construidas por la burguesía adinerada barcelonesa que huía de los barrios proletarios constituidos en torno a la intensa actividad fabril que ­rodeó la construcción del ferrocarril siguiendo la línea de la costa.
5          El Artículo 31 del Estatut establece que el Parlament será elegido “de acuerdo con una ley electoral que el mismo Parlament elaborará” (…) “El sistema electoral será de representación proporcional y asegurará la más adecuada representación de todas las zonas del territorio de Cataluña”. La Disposición Transitoria cuarta fijaba de forma temporal unas normas provisionales que rigen desde las primeras elecciones autonómicas de 1980, con la provincia como circunscripción, en espera de una ley electoral de Cataluña. Desde hace veintitrés años dicha ley sigue sin ser promulgada.
6          El 11 de septiembre Cataluña celebra su Diada nacional que conmemora una derrota: el despiadado asalto a la ciudad de Barcelona dirigido por el mercenario inglés Duque de Berwick, el 11 de septiembre de 1714, y que ponía fin a la Guerra de Sucesión.
7          Sénia, municipio de la comarca del Montsià (Tarragona), es uno de los más meridionales de Cataluña.
8          Confederación Empresarial Comarcal de Terrassa (CECOT) y la patronal catalana de Pequeñas y Medianas Empresas (Pimec-Sefes).
9          Manuel Ribas Piera, afamado arquitecto responsable del proyecto de las rondas de Barcelona, es actualmente profesor emérito del departamento de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Ha sido galardonado por la Generalitat de Cataluña con la Creu de Sant Jordi en reconocimiento a su extensa trayectoria profesional.
10       La traducción literal de brainstorming sería tormenta de ideas. Se utiliza para designar el proceso de generación y exposición de una o varias ideas entre varias personas.