RAMON MARIA CALDUCH FARNÓS
Amposta (Tarragona)
26 de enero de 1960
Doctor en Economía y Derecho,
presidente de de ADADE Auditores y Consultores
y de la Fundación ADADE
Vicepresidente de Cátedra China y de la Fundación Europea de Medicina Tradicional China
A su condición de profesional cultivado, consultor doctorado en Economía y Derecho añade un profundo conocimiento de la sociedad china, lo cual le confiere una perspectiva global de cómo deben abordarse los problemas que afectan al planeta en su conjunto. Analista elegante a la hora de desmenuzar la evolución de la sociedad, se muestra crítico con la hipócrita diplomacia instaurada, alerta de la fragilidad de las alianzas tejidas entre civilizaciones y reclama sustituirlas por diálogo.
Progresé en la selección española juvenil de baloncesto junto a un entrenador tan emblemático como Emiliano
La música nos libera de los protocolos que nos atenazan
Comprobé que era posible conversar llanamente con personas de gran prestigio
Trabajar en un banco era contemplado como un goloso destino profesional
«Cuando hagas la tesis doctoral, que te sirva para el resto de tu vida»
La OMS desea integrar las terapias alternativas avaladas científicamente en los sistemas nacionales de salud
Para obtener la licenciatura en medicina china son necesarios cinco años, más tres de máster y doctorado
La medicina china busca el origen de la enfermedad, que a menudo no coincide con el punto donde se manifiesta
Libertad individual versus interés colectivo
Para un chino, es más importante mantener su honorabilidad que hacer negocio
No es necesario que estemos de acuerdo, pero dialogar ya supone un avance
Al cambio de modelo económico y tecnológico se le suma la irrupción de China
Aplicamos criterios alopáticos en lugar de optar por planteamientos holísticos
Las ayudas públicas a las empresas ante la crisis del coronavirus son cuestionables
El cambio estructural global amenaza el futuro de muchas empresas
No eran empresarios, sino dueños de una empresa
Progresé en la selección española juvenil de baloncesto junto a un entrenador tan emblemático como Emiliano
El afán de superación ha marcado mi vida desde la infancia. Tanto a través del deporte, como de la música o los estudios tuve ocasión de percibirlo en, Amposta, donde mis padres formaron una familia de la que nacimos cuatro hermanos. Mis primeros recuerdos están asociados al deporte, y más concretamente al baloncesto. Destacaba en esa disciplina, con la que logré una progresión notable que me llevó a formar parte de la selección española juvenil junto a un entrenador tan emblemático como Emiliano Rodríguez. Un accidente automovilístico, sin embargo, truncó esa prometedora carrera, pues a consecuencia del siniestro perdí la visión de un ojo, un hándicap insalvable para competir en la elite.
La música nos libera de los protocolos que nos atenazan
Esa voluntad de mejora constante también la experimenté en La Fila, una banda local de música que rivalizaba sanamente con La Lira, en un ejercicio que contribuía a elevar el nivel cualitativo de ambas. Con apenas doce años, entré a formar parte de ese colectivo tocando el saxo alto. La decisión no fue personal, sino del maestro Arasa, cuyo liderazgo le llevaba a asignar los instrumentos en función de las necesidades de la formación. Ensayábamos los jueves y, al llegar el fin de semana, comprobar el bello resultado de ese esfuerzo coral me ponía la piel de gallina. La música, como la práctica de otras artes, para las personas que desarrollamos labores intelectuales, supone una forma de liberarnos de los protocolos que nos atenazan en nuestros habituales cometidos; una manera de saltarnos los esquemas a los que debemos someternos en nuestras obligaciones diarias.
Comprobé que era posible conversar llanamente con personas de gran prestigio
Siempre fui un buen estudiante y mi trayectoria académica se trazó con un expediente inmaculado. Aun así, tuve que esforzarme para ampliar mis conocimientos y buscar soluciones que lo hicieran factible. Fue así cómo, llegado a la universidad, la necesidad me abrió muchas puertas. Y es que el sueldo de mi padre, director de oficina del Banco Popular en l’Aldea, no permitía costear los gastos de la matrícula de varios hijos, más los que reclamaba la residencia en un colegio mayor. Tras tener conocimiento de que los jefes de estudio gozaban de la gratuidad en el colegio mayor, me postulé para el cargo, que precedería al de subdirector que obtendría posteriormente. Aquella condición fue una interesantísima ventana al mundo, dado que mi función consistía en contactar con colaboradores para organizar actividades que se llevaban a cabo por la noche, inmediatamente después de la cena. Así, accedí a catedráticos y a otros expertos que nos brindaban un enriquecedor bagaje cultural en torno a las más variadas materias. Además, aquella experiencia me ayudó a superar mi talante tímido y prudente, dado que tuve ocasión de comprobar que era posible conversar llanamente con personas de gran competencia y prestigio.
Trabajar en un banco era contemplado como un goloso destino profesional
A la hora de decantarme por un itinerario universitario, me mostraba indeciso. Incluso dudé si continuar los estudios, sabedor de las dificultades que acarrearía a la economía familiar. Fue la insistencia de mis padres la que me convenció de matricularme, tras recordarme que, «en última instancia, siempre podrás entrar en el banco». Era una manera de decirme que, si no servía para los estudios, podría optar a uno de los beneficios de esa entidad, consistente en facilitar el acceso a la misma a los hijos de los empleados. Resulta paradójico plantear esa circunstancia en unos términos de caso extremo, cuando para muchas personas trabajar en un banco era contemplado como un goloso destino profesional. Así las cosas, decidí iniciar dos carreras: Telecomunicaciones y Económicas. No obstante, finalizado el primer curso consideré que la primera apenas tenía futuro y era más prometedora una materia relacionada con Economía. Esa falta de visión me llevó a matricularme en Derecho, estudios que culminé unos años más tarde que los de Económicas.
«Cuando hagas la tesis doctoral, que te sirva para el resto de tu vida»
En aquella etapa universitaria, la mayoría de mis compañeros se echaba novia. Yo prefería invertir el tiempo en los estudios, a los que destinaba gran parte de mi día. Por la mañana, estudiaba Económicas; por la tarde, Derecho; y por la noche, me dedicaba a la organización de actividades para el colegio mayor. No fue hasta el último curso de Económicas que establecí relación con una estudiante alemana que ingresó como residente en el colegio mayor y con quien tuve a mi primer hijo, Joan M. (q. e. p. d.) y mi hija, Anna, hace treinta y cuatro años. Posteriormente, nacerían mis otros dos hijos: Liming (31 años) y Xinyue (29), esta última fruto de mi matrimonio con Yueling Chen, directora general de la Fundación Europea de la Medicina Tradicional China. Con ella comparto la defensa de esta terapia alternativa, sobre la que también se centró mi tesis doctoral en Derecho: «Regulación de las medicinas tradicionales complementarias e integrativas». Fue todo un acierto que versara sobre esta temática y se lo debo a un profesor que me recomendó lo siguiente: «Cuando hagas la tesis doctoral, que te sirva para el resto de tu vida».
La OMS desea integrar las terapias alternativas avaladas científicamente en los sistemas nacionales de salud
Esa tesis doctoral me ha resultado de gran utilidad a lo largo de mi trayectoria. En la actualidad, sigo impartiendo conferencias sobre dicha temática, bastante desconocida en la esfera occidental. Para su elaboración, precisamente analicé cómo era la regulación de esas medicinas alternativas en Estados Unidos, Australia, Europa… Hoy, la Organización Mundial de la Salud está desplegando una estrategia iniciada en 2014 y que alcanza hasta 2023, sobre dichos tratamientos. La OMS es partidaria de que las terapias avaladas científicamente se regulen como paso previo a su integración en los sistemas nacionales de salud. En nuestro país, este tipo de medicinas todavía se desarrolla de un modo que podríamos calificar de semiclandestino, pero en Estados Unidos y otros países existen centros que combinan la quimioterapia o terapias occidentales con la fitoterapia china o la acupuntura.
Para obtener la licenciatura en medicina china son necesarios cinco años, más tres de máster y doctorado
Es una lástima que no se concedan avales a medicinas que presentan un concepto holístico, alegando la falta de homologación del procedimiento de investigación en Occidente. En nuestras latitudes, estamos acostumbrados a que una determinada patología se trate de una manera homogénea, mientras que en Asia el tratamiento es absolutamente personalizado, porque cada enfermedad actúa de manera distinta en cada paciente. En China, para obtener la licenciatura en Medicina China, son necesarios cinco años, a los que hay que sumar tres años de máster y, posteriormente, el doctorado. Quienes desean obtener el título en Medicina Occidental deben invertir seis años, más otros dos de máster, así como el doctorado. De cara a la especialización, resulta más sencillo para los licenciados en Medicina China realizar un postgrado en Medicina Occidental, ya que durante la carrera han estudiado mucha anatomía y fisiopatología. En cambio, un médico occidental que quiera llevar a cabo un postgrado en Medicina China deberá estudiar la teoría básica para estar capacitado para ella. En nuestro entorno occidental, asistimos a un panorama doblemente peligroso en la acupuntura, pues, por una parte, existen los «iluminados», aquellos que creen que esta técnica se aprende en un par de semanas e, incluso, son capaces de desarrollar «teorías propias»; y, por otra, encontramos los talibanes de la medicina, los ortodoxos que han estudiado un máster (impartido generalmente por otro individuo de idéntico perfil) y aseveran que la acupuntura solo puede ser aplicada por médicos occidentales. Afortunadamente, unos y otros representan una muy pequeña minoría de los que practican la acupuntura y la medicina china.
La medicina china busca el origen de la enfermedad, que a menudo no coincide con el punto donde se manifiesta
Actualmente formo parte del Educational Instruction Committee, organismo que establece estándares internacionales en torno a la medicina china y en el que participan expertos reputados sobre el tema. Mi incorporación responde a mi experiencia en estándares como las normas ISO. En este sentido, fui nombrado jefe de la delegación española en el comité técnico ISO TC249TCM, sobre las ISO referentes a la medicina tradicional china. Junto a la acupuntura, las técnicas más populares de la medicina china son la tuina, que consiste en un masaje terapéutico para restaurar el equilibrio energético del cuerpo, y la fitoterapia, basada en el poder curativo de las hierbas. A diferencia del concepto que nos es común en Occidente con las infusiones, las fórmulas de la fitoterapia contemplan la combinación de varias especies y son personalizadas. Así, el remedio para un determinado paciente puede llegar a ser una mezcla de hasta veinticinco hierbas, mientras que para otra persona aquejada de la misma dolencia la solución podría residir en una solución compuesta por quince especies. Tanto la tuina como la fitoterapia (que es la disciplina a la que otorgan mayor importancia los chinos) son menos invasivas que la acupuntura, una técnica que deriva de la concepción de la enfermedad como un conjunto de factores interrelacionados. Mientras que la medicina occidental ataca localmente el foco de la enfermedad, en la medicina china se busca el origen de la patología, que a menudo no coincide con el punto donde se manifiesta.
Libertad individual versus interés colectivo
Las diferencias de criterios entre China y Occidente en la medicina son un mero reflejo de las distintas perspectivas culturales que existen en el mundo. Tanto en un caso como en el otro, hablamos de costumbres milenarias y arraigadas. En nuestro ámbito, en Europa, prima la libertad individual sobre el interés colectivo. En Oriente, en cambio, el interés del colectivo es prioritario, lo cual ocasiona que desde Occidente se viertan críticas por determinadas actuaciones en China que tipificamos como violaciones de los Derechos Humanos. Recuerdo que, en mi etapa escolar, si en alguna ocasión un compañero denunciaba ante el profesor al autor de alguna diablura, era tildado de chivato. En China, en cambio, esa actitud sería aplaudida, porque prima el interés colectivo. No obstante, en nuestro entorno estamos empezando a asistir a episodios controvertidos que invitan a la reflexión, ya que podrían esconder posibles cambios. Me vienen a la cabeza, por ejemplo, las llamadas desde la Administración para delatar a personas que evaden impuestos o que, durante la etapa de pandemia, organizaban fiestas en su domicilio o en determinados locales. También existen presiones para conseguir que la policía pueda entrar en un domicilio sin autorización judicial. En estos aspectos, somos unos auténticos aprendices frente a los chinos. Sin embargo, para que lleguen a cuajar estos cambios y se adopte un nuevo modelo, que no dudo llegará, hará falta mucho tiempo y muchos debates.
Para un chino, es más importante mantener su honorabilidad que hacer negocio
En esa dialéctica entre Oriente y Occidente existe una clara pretensión de contener el pujante potencial de China por parte de Estados Unidos, con la anuencia de Europa. Hay un evidente conflicto de intereses políticos y económicos que ha quedado patente en esta etapa marcada por el coronavirus, con el menosprecio de los países occidentales hacia la vacuna desarrollada por los asiáticos. Las presiones de los laboratorios de nuestra esfera cuestionan esa alternativa más económica, alegando que no existen suficientes evidencias científicas, al haberse contrastado en «solo» 4.000 personas, y que estas pruebas se han llevado a cabo por las propias autoridades chinas. La ignorancia llega al extremo de afirmar que ha podido existir la voluntad expresa de China de generar una pandemia con el objetivo de hacer negocio. Un ciudadano chino nunca plantearía un negocio que solo le beneficiara a él, pues su idiosincrasia le lleva a pensar en el largo plazo. Lo peor que le puede suceder a un chino es perder la honorabilidad, que alguien ponga en tela de juicio su honestidad. Para ellos, es más importante mantener su honorabilidad que hacer negocio. Esta misma semana he sido requerido para firmar un documento en el que la OMS cuestionaba la honestidad de China en la crisis del coronavirus. Pretenden impulsar una segunda investigación del Instituto de Virología de Wuhan, después de que en la primera no se hallaran indicios de que allí se originara la covid-19. En este sentido, Estados Unidos cada vez presiona más.
No es necesario que estemos de acuerdo, pero dialogar ya supone un avance
Desde Occidente nos planteamos alianzas de civilizaciones para avanzar en el entendimiento recíproco y la pacificación del planeta. Pero una alianza, por ejemplo, entre árabes y cristianos será efímera y saltará por los aires en un corto período de tiempo, porque las diferencias culturales son abismales. Sería más factible plantear un diálogo de civilizaciones: no es necesario que estemos de acuerdo, pero dialogar ya supone un avance; contribuye a disminuir la tensión, pese a las diferencias de criterio. Por ello, soy partidario de sustituir las alianzas por el diálogo, lo cual comportaría un cambio radical en los esquemas y protocolos diplomáticos a los que estamos avezados. La diplomacia tradicional se desarrolla en un contexto de hipocresía, en el que priman los acuerdos transaccionales, auténticos intercambios fenicios.
Al cambio de modelo económico y tecnológico se le suma la irrupción de China
Esa hipocresía diplomática se hace patente en el terreno de la regulación de la formación de la medicina china: Australia pone obstáculos a la estandarización, porque sus estudios actualmente son de tres años; Alemania se muestra reticente, porque es una disciplina en la que no goza de gran dominio… Debemos admitir que estamos en un momento de cambio de modelo económico y tecnológico, y los chinos nos llevan ventaja. La digitalización, la proliferación de las videoconferencias o el teletrabajo implican transformaciones equivalentes al surgimiento de la imprenta o la revolución industrial. Sin embargo, a esta evidencia cabe añadir la irrupción china, cuyo avance es incuestionable. Ellos se ven beneficiados por su marco político y cultural, porque, cuando el presidente chino Xi Jinping adopta una decisión, nadie la cuestiona y se ejecuta de inmediato. En cambio, en la órbita occidental una iniciativa gubernamental está sujeta a múltiples debates y debe superar las críticas de la oposición antes de ponerse en marcha, lo cual ralentiza mucho los procesos.
Aplicamos criterios alopáticos en lugar de optar por planteamientos holísticos
No pretendo defender a los ciudadanos chinos como un pueblo celestial. Solo deseo que se reflexione desde Occidente sobre cómo las diferencias culturales, por pura ignorancia, suelen impedir que entendamos las bondades y virtudes que atesoran otras civilizaciones. En el caso de China, más allá de los rasgos faciales y el idioma, existen muchas otras características que los distinguen, y deberíamos intentar entender por qué obran de un modo u otro. Asimismo, asimilar que compartimos el mismo planeta y que, si pretendemos explotar una determinada tecnología, no podemos hacerlo ignorando a quienes habitan en la otra parte del globo. Creyendo que nuestras actuaciones locales no generan incidencia en Oriente, estamos aplicando criterios alopáticos en lugar de optar por planteamientos holísticos.
Las ayudas públicas a las empresas ante la crisis del coronavirus son cuestionables
Las empresas han abordado esta crisis del coronavirus con más capitalización o menos endeudamiento, lo cual difiere sustancialmente de la crisis de 2008. Algunas compañías han podido mantener su negocio gracias a sus ahorros, aunque otras lamentan haberlos agotado. Las restricciones crediticias derivadas de la denominada crisis de Lehman Brothers han generado cambios radicales, hasta tal punto que las entidades bancarias ahora ofrecen préstamos a tipos de interés reducidísimos que las empresas desestiman. Un panorama diametralmente distinto al de hace década y media, cuando los niveles de endeudamiento privado eran enormes, y los tipos bastante más altos. En cuanto a las ayudas públicas para superar la crisis, me muestro muy escéptico. Las ayudas que deben sufragar los ERTE constituyen una mera sustitución del subsidio de empleo, una paga que igualmente debería asumir el Estado. Respecto a los préstamos ICO, la Administración se ha limitado a la presentación de avales, pero las empresas deberán retornar el capital. En cuanto a los fondos europeos Next Generation, las pymes no se beneficiarán de ellos. Estas dotaciones, que se distribuirán a través de los ministerios y las Comunidades Autónomas ―con criterios políticos y no económicos, y en las condiciones que el Gobierno central establezca― quedan, excepto por ridículas subvenciones, fuera del alcance de las pequeñas y medianas empresas. El 97 % de estas carece de capacidad estructural para presentar toda la documentación requerida a fin de optar a esas ayudas. A lo sumo, se beneficiarán de ellas de una manera indirecta, a través de alguno de sus clientes o proveedores que dispongan de esa capacidad. De nuevo, asistimos a un juego político nada limpio.
El cambio estructural global amenaza el futuro de muchas empresas
Otro problema al que se enfrentan las pymes nace de la globalización. Antes, estas podían competir a nivel local, donde contaban con la ventaja de conocer al público de su entorno y la capacidad para satisfacer su demanda. Ahora, la logística permite a gigantes como Amazon o Alibaba hacer llegar sus productos a cualquier parte del mundo en un plazo razonable, con lo que la ventaja competitiva de las pymes locales queda diluida. El futuro de muchas compañías se ve amenazado por este cambio estructural a nivel global. Por otro lado, existe el problema de la asimetría fiscal, que ha comportado que las multinacionales no abonaran los impuestos donde desarrollaban su actividad, sino en países donde la fiscalidad era más favorable para ellas. Ahora, el G-20 ha pretendido maquillar esa injusticia obligando a esas firmas a satisfacer los impuestos donde generan sus beneficios y estableciendo un tipo impositivo del 15 %. Eso significa que, en algunos países, durante años, esas compañías se han ahorrado un ingente montante económico. A ello hay que sumar el agravio de que empresas de menor envergadura puedan estar pagando, antes y ahora mismo, un 25 % por el impuesto de sociedades.
No eran empresarios, sino dueños de una empresa
Nuestra consultoría forma parte de un grupo de empresas que trabaja en modelo cooperativo y reúne a medio millar de profesionales en toda España. Inicialmente, ofrecíamos consultoría fiscal, laboral, contable y jurídica, pero con el paso del tiempo hemos ampliado nuestro capítulo de servicios con otras temáticas, como auditoría, prevención de riesgos laborales, protección de datos, planes de igualdad, prevención de blanqueo de capitales o el compliance, referente al conjunto de protocolos adoptados por las empresas para evitar prácticas perniciosas y contrarias a la filosofía de la organización. En los últimos tiempos, las empresas han asistido a cambios sustanciales. Ahí han tenido un papel crucial las sociedades de capital riesgo, cuyas inversiones no solo posibilitan que determinadas compañías sigan en marcha, sino que contribuyan a su desarrollo, al sumar algunos de sus activos al alma de las empresas, consiguiendo así optimizar los resultados y elevar el valor de las mismas (con el objetivo último de venderlas a un mejor precio). Hoy, las alianzas en el mundo empresarial son clave. Lamentablemente, en nuestro entorno existen muchas empresas enterradas por amor propio, ya que se han negado a evolucionar y a establecer alianzas; a menudo, porque sus titulares no eran empresarios, sino dueños de una empresa.