Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sr. Jordi Verdés Prieto – Kurita EMEA y América

Barcelona

1968

CEO de Kurita EMEA y América

 

30-1-2023

 

Toda una vida dedicada al tratamiento de las aguas, toda una trayectoria marcada por el ascenso constante. Haber sabido rodearse de buenos profesionales ha resultado vital en esa progresión, en la que no escatima elogios a sus colaboradores: tan vital como ese líquido elemento, cuya óptima gestión se revela como factor clave para las empresas en un contexto marcado por el respeto al medio ambiente. Porque, tal y como vaticina el Sr. Verdés, en el futuro las empresas serán sostenibles o no serán.

 

 

Mis primeros recuerdos son de veranos infantiles en familia entre Blanes y La Segarra

Soy el tercero de cuatro hermanos nacidos en el seno de un matrimonio de clase media. Residíamos en el barrio de Les Corts de Barcelona, en un piso pequeño para la dimensión de la familia. Mi primer recuerdo de infancia me traslada a Blanes, pues solíamos disfrutar de la primera parte del verano a orillas de la Costa Brava. Fue un episodio angustioso, ya que, jugando con mis primos, sufrí un severo corte en la lengua, quedando prácticamente partida por la mitad y con una hemorragia de consideración. Mis padres me llevaron a toda prisa al dispensario, donde como primer recurso antiinflamatorio y analgésico me ofrecieron un polo de hielo. Seguidamente, me trasladaron al Hospital de la Vall d’Hebron para aplicarme varios puntos de sutura. La intervención no resultó fácil. Yo era pequeño y la situación me superaba. Así, no debería extrañar a nadie que, en un determinado momento, ante la tensión que sentía, propinara un mordisco en el dedo al doctor que procedió a la delicada costura. En esos instantes, no obstante, a mis padres lo que más les preocupaba eran las posibles consecuencias del accidente, temiendo que pudiera acusar problemas de dicción que nunca se manifestaron. La despreocupación de la niñez causó que, al día siguiente, el trayecto de vuelta a Blanes lo hiciera comiendo pipas, ante la exasperación de mi madre, Maria Carme, al verme llegar. La segunda mitad estival la invertíamos en Sant Guim de la Plana, un pueblo de La Segarra de apenas un centenar de habitantes, donde había nacido mi padre, Crissant. Benjamín de siete hermanos, nunca le había gustado el nombre con el que le habían bautizado; una elección que respondía a la existencia de un futbolista homónimo de la Europa del Este de cierta notoriedad en la época.

 

Cultivado en un entorno complejo, mi padre se esforzó por progresar profesionalmente

Nuestro padre no disfrutó de una vida fácil en su infancia, pues a los dos años quedó huérfano. A pesar de que el deceso coincidió con la Guerra Civil, la causa de la muerte de mi abuelo paterno fue una enfermedad. Esa circunstancia empujó a mi padre a trasladarse a Barcelona a los dieciséis años, siguiendo la estela de su hermano mayor, para empezar a trabajar. Cultivado en un entorno complejo, se esforzó por progresar profesionalmente, y eso le llevó, tras un primer periodo de aprendizaje en la SEAT, a estudiar peritaje. Más adelante, cuando ya había consolidado su puesto en la compañía automovilística, acudió a ESADE, escuela de negocios que hacía un año que había iniciado su trayectoria. Fue esa una experiencia que acabaría resultándole de gran utilidad, pues más allá del desarrollo personal le permitió, cuando le propusieron un despido acordado a raíz de la integración de SEAT en el Grupo Volkswagen, abrir un negocio junto a un cuñado y un amigo. Sin embargo, aquella empresa no funcionó, y su fracaso impactó en el día a día de nuestra familia, así como en mi adolescencia y juventud. Pese a todo, no llegamos a atravesar penurias en nuestro hogar, donde a menudo nos visitaba mi abuela Ramona, la padrina, como la conocíamos por sus orígenes leridanos. Recuerdo haber pasado muchos ratos en su regazo de niño, frente a la ventana, matando el tiempo con juegos tan simples como contar los taxis que pasaban por delante de nuestra casa.

 

Amor por la montaña y el valor del respeto al medioambiente

La niñez de nuestra madre Maria Carme tampoco resultó exenta de dificultades. Creció en un humilde hogar de Esplugues de Llobregat, tuvo que sobreponerse a la enfermedad que afectaba a su madre y a un padre ausente; adversidades que contribuyeron a endurecerla como persona y que le permitieron, más adelante, saber superar las dificultades a las que la vida le enfrentó. Así las cosas, resultaba habitual que, ante nuestras quejas, reaccionara con un «no hay para tanto», recordando los capítulos sufridos por ella. Completamente volcada a la atención doméstica, esa circunstancia y el hecho de ser cuatro hermanos propiciaban que a mediodía acudiéramos a comer a casa. Mucha gente afirma que ando muy deprisa, lo cual es comprensible, pues en aquella época aprendí a caminar con agilidad, dado que íbamos justos de tiempo si tenemos en cuenta que estudiábamos en los Salesianos de Sarrià, a media hora a pie. Esa práctica también fue alimentada por mi padre, quien nos inculcó el amor por la montaña. Salíamos a menudo de excursión, con mis hermanos Gemma, Carles y Jaume, y mis primos, acampando en cualquier sitio y disfrutando de la naturaleza en plena libertad. Hoy en día, junto con cocinar, andar por la montaña sigue siendo mi afición favorita, lo que se ve facilitado por mi actual domicilio, ubicado en La Garriga; a esta inclinación también contribuyó mi etapa en l’Esplai dels Caputxins de Sarrià, donde compartimos inolvidables experiencias que nos permitieron asimilar múltiples valores, incluidos los del respeto al medioambiente cuando este concepto no era común en nuestra sociedad.

 

El sentido de lo justo y lo correcto es una de las grandes enseñanzas que nos transmitió mi madre

El espíritu luchador y de superación exhibido por nuestros padres constituyó el mejor ejemplo para mí y mis hermanos. Él se esforzó en hallar una salida profesional, como consultor, que le mantenía viajando constantemente, siempre con una actitud optimista que atesoro como una de sus grandes lecciones de vida. Ella, por su parte, se encargaba de organizar la familia de la manera más eficiente posible, acudiendo si era necesario hasta a cinco supermercados distintos para mitigar la factura de la cesta de la compra. El sentido de lo justo y correcto es el valor más firme que supo transmitirnos. Resulta lógico que, ante esas prácticas enseñanzas de ambos, en verano nos volcáramos desde jóvenes en encontrar alguna ocupación remunerada. Así, la recogida de fruta se erigió en mi primer trabajo. Junto a mis hermanos y mis primos, acudí a tierras leridanas para participar en la campaña de la manzana. Inicialmente me rechazaron, pues me faltaba un mes para alcanzar los catorce años, edad legal para trabajar, pero ante la insistencia de quienes me acompañaban acabaron cediendo. Aunque fue una experiencia no exenta de aventura juvenil, cuando pienso en los lamentos de los jóvenes de ahora ante determinados trabajos me acuerdo de que dormíamos en tiendas de campaña, de que teníamos que cocinar nuestros propios alimentos y de que invertíamos hasta diez horas diarias recogiendo fruta, con lo que, al acostarnos, sólo soñábamos con manzanas. Al año siguiente, me empleé en una obra ayudando a un albañil del pueblo; un trabajo rudo pero que me permitía disponer de mis ahorros para, cuando menos, acudir a la discoteca o comprarme mis propios tejanos o zapatillas deportivas y no tener que esperar a aprovechar los que desestimaba mi hermano mayor. Con el mismo propósito, también me brindé a hacer reparto para la panadería de un primo de mi padre o, durante el curso, a impartir clases particulares. Trabajé mucho, pero puedo calificar de feliz toda mi adolescencia y juventud.

 

Me seducía estudiar Matemáticas, materia en la que sobresalía, porque considero que es toda una herramienta de orientación en la toma de decisiones

No tuve problemas con los estudios, pues gozaba de gran capacidad para asimilar los contenidos con facilidad. A los dieciocho, ingresé en la Facultad de Química de la Universitat de Barcelona. Aunque me seducía la carrera de Matemáticas, materia en la que sobresalía y obtuve la nota máxima en selectividad, la perspectiva de dedicarme toda la vida a la docencia me disuadió. En aquel entonces las empresas no recurrían a matemáticos como sí ocurre en la actualidad. Siempre he asociado esta disciplina al pensamiento lógico; es toda una herramienta de orientación en la toma de decisiones, porque otorga sentido a las cosas. Una vez alcanzada la licenciatura afronté el siguiente desafío: el servicio militar. Aquella fue una experiencia bastante ingrata, toda vez que me correspondió acudir, como literalmente me anunció mi madre, «al Estrecho». Eso equivalía a la gaditana base naval de Rota y a embarcarme en el portaaviones Príncipe de Asturias durante nueve meses. En todo aquel periodo apenas conté con un par de permisos para venir a casa. Las navegaciones eran de larga duración, hasta de cuarenta días en alta mar sin pisar tierra firme. Esta obligación supuso, además, no poder asistir a la boda de mi hermano o no disfrutar de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Como bagajes positivos, señalo el haber podido visitar Estambul o el haber labrado amistades que todavía conservo.

 

Me sumergía en un sector en el que acabaría desarrollando toda mi carrera, prestando servicio y asesoramiento a la industria en tratamiento del agua

Concluido el periodo militar, a finales de 1992, un amigo que trabajaba en una pequeña empresa italiana de tratamiento de aguas me informó que estaban buscando a un candidato que encajaba con mi perfil. Superé la entrevista personal e ingresé en Misan en calidad de técnico comercial. Me sumergía en un sector en el que acabaría desarrollando toda mi carrera, pues ahí prestábamos servicio y asesoramiento a la industria en la importante faceta que es la de tratar el agua; un elemento clave en las compañías productivas, porque interviene tanto en la limpieza o en la refrigeración, como en el calentamiento o en el propio proceso de fabricación si hablamos, por ejemplo, de una cervecera, y donde tan importante resulta la captación de ese líquido como el retorno del mismo al medio ambiente en condiciones saneadas. Me asignaron una amplia área geográfica, que abarcaba de Girona a Cartagena, que debía cubrir con un Renault Clio sin aire acondicionado. Aquello provocaba que, en ocasiones, tuviera que realizar los viajes en camiseta y bañador, para, una vez llegado a destino, secarme con una toalla y recurrir a un vestuario adecuado para visitar a los clientes. Entonces no existían teléfonos móviles y para comunicarse con la oficina había que acudir a las clásicas cabinas con monedas.

 

La eficiencia para mí reside en el modelo híbrido entre teletrabajo y presencial, porque el contacto personal y humano sigue siendo fundamental

Por la pandemia, se han racionalizado muchos protocolos, de forma que ahora nos ahorramos desplazamientos de trescientos kilómetros para sentarnos con un interlocutor durante apenas hora y media y regresar, algo muy común en aquel entonces. Para mí la eficiencia reside en un modelo híbrido, porque, si bien la tecnología nos permite mantener una conversación, el contacto personal y humano sigue siendo vital, como también es importante poder pisar la fábrica y conocer de primera mano las instalaciones. En cualquier caso, aquella fue una etapa de gran aprendizaje, dado el extenso espectro de compañías, y por tanto de procesos productivos, que tuve que visitar y conocer: desde farmacéuticas a papeleras, pasando por refinerías de petróleo o fábricas de acero. El trabajo consistía, básicamente, en tomar muestras de agua para analizarla y, a partir de los resultados, aconsejarles cómo podían mejorar su tratamiento.

 

Los universitarios deberían compatibilizar sus estudios con la estancia en las empresas; el contacto con el entorno laboral les facilita su adaptación y desempeño

Aunque mi faceta era comercial, el perfil que reclamaba mi posición exigía asimismo un alto conocimiento técnico. De la carrera salí con mucha teoría, pero poca práctica, a pesar de que en la Facultad invertíamos muchas horas en el laboratorio. Resulta vital que los universitarios puedan compatibilizar sus estudios con la estancia en las empresas, pues ese contacto con el entorno laboral les facilita su adaptación y desempeño en las compañías. De hecho, detecto en nuestros lares una tendencia a primar lo teórico por encima de lo práctico que propicia que algunos jóvenes brillantes, pero poco afines al enfoque memorialista de la educación, sean desaprovechados: habría que alternar ambos acercamientos desde el minuto uno para poder atraer hacia el conocimiento y el trabajo a todos. Otro de los problemas de nuestra idiosincrasia es la falta de productividad: nuestras jornadas laborales son mucho más largas y, aun así, somos menos eficientes. En contraposición, nuestra facilidad para adaptarnos al cambio y ser proactivos es toda una ventaja.

 

Un profesional requiere atesorar de media dos años de experiencia para poder aportar valor añadido al cliente

En Kurita potenciamos la oportunidad de los jóvenes estudiantes, pues nos permite detectar talento, con una incorporación media posterior a las prácticas de en torno al 80%. En ocasiones, realizo entrevistas de selección, una de las facetas que más me satisfacen de mi trabajo, y me resultan más atractivos quienes atesoran una experiencia profesional (incluso si nada tiene que ver con nuestra actividad) que aquellos candidatos que no han trabajado en su vida y esgrimen un brillante currículum académico. Saber trabajar es clave y esa virtud no viene de serie. Una cosa es que una persona sea capaz de realizar una determinada función y otra que, ante una situación atípica, muestre suficiente iniciativa para preguntar, indagar… en definitiva, resolver. Hay quienes se quedan bloqueados y no cuentan con la pericia adecuada para interaccionar con el equipo y conseguir dar con una solución. Yo mismo tuve que entender en profundidad cómo funcionaba el ciclo del agua y el impacto que este líquido tiene en los distintos procesos de una industria y, también, en el medio ambiente, a fin de poder asesorar a cada empresa en la mejora del tratamiento de la misma. Estimamos que, por término medio, un profesional requiere un par de años de experiencia para poder aportar valor añadido al cliente. Eso nos conduce a desechar la contratación de personal eventual, pues prescindir de técnicos tras un periodo formativo supone una pérdida de tiempo para todas las partes.

He cambiado una sola vez de empresa, pero he trabajado para siete

Tras mi primera etapa como comercial, promocioné a product manager, con el objetivo de prestar atención técnica al equipo de vendedores en el lanzamiento de nuevas tecnologías. A los tres años ya daba soporte a toda España y Portugal, tras lo cual la empresa fue absorbida por la americana GE Betz. La incorporación a un grupo internacional me llevó a actualizar mis conocimientos idiomáticos, pues era consciente de mis carencias en inglés. Afronté aquella etapa con mucha ilusión, ya que me resultaba muy interesante establecer contacto con personas de distintos países, como Polonia o Chequia, al haberme sido encomendados algunos mercados de la Europa del Este. Los retos y los cambios siempre me han estimulado, y eso es lo que me llevó, en un determinado momento de mi vida, a efectuar un significativo salto. Fue al constatar que me estaba estancando, y después de que la empresa hiciera caso omiso a mi solicitud para adquirir mayores responsabilidades. En 1999, tras descubrir en un anuncio de La Vanguardia que Henkel buscaba a un profesional para el tratamiento de aguas, decidí postularme para el puesto. La multinacional tenía división en la materia en otros países, pero no en España. Al anunciar mi cese en la compañía, al haber sido seleccionado por Henkel, intentaron disuadirme de mi decisión ofreciéndome mejoras salariales y de posición. Pero ya era demasiado tarde: aunque se trataba de un movimiento incierto, la decisión estaba tomada. Y con el tiempo se reveló acertada, pues la división empezó a crecer y fue adquirida por la empresa israelí ICL, que por aquel entonces controlaba Iberpotash, algo que nos permitió proseguir con nuestra expansión. Ahí continué hasta que esta entidad decidió que el tratamiento de aguas no era su core business y, en 2015, la vendió a la sociedad nipona Kurita, firma, ésta sí, enfocada por completo a esta actividad. Siempre digo que he cambiado una sola vez de empresa pero que he trabajado para siete: una italiana, tres americanas, una alemana, una israelí y una japonesa.

 

Las empresas serán sostenibles o no serán

La actividad de Kurita en Europa era testimonial. Inicialmente, estuve como subdirector de la región EMEA, que incluía Oriente Medio y África, para asumir, en 2019, la dirección general que, este año, he visto ampliada a América, donde gestionaré unas mil trescientas personas. Me siento muy orgulloso porque hemos experimentado una gran expansión continental, con seiscientos profesionales. Sesenta de ellos están en Sant Cugat, donde en noviembre inauguramos la nueva sede, la segunda oficina más grande de Europa, y que ha ido absorbiendo atribuciones. Nuestra actividad, el tratamiento de aguas, ha experimentado un profundo cambio en los últimos tres o cuatro años, pues hasta entonces nos centrábamos principalmente en la venta de productos químicos y el servicio al cliente para garantizar que su caldera o torre de refrigeración funcionaran sin problemas y que el vertido de sus aguas observara unos determinados estándares. Ahora el agua ha adquirido mayor protagonismo en las empresas y el paradigma ha cambiado. Si antes el precio medio de este elemento se reducía a medida que aumentaba su consumo, ahora esta práctica se ve penalizada, un hecho que supone un interesante incentivo económico para ahorrar agua. Al mismo tiempo, consumir agua significa consumir energía, algo que, a su vez, equivale a mayores emisiones de CO2 y mayor impacto ambiental. Antes acudíamos al cliente para ofrecerle un producto y garantizarle unas instalaciones libres de corrosión, incrustaciones o legionela. En la actualidad, nos hemos convertido en expertos en medioambiente y les asesoramos para obtener una reducción en el consumo de agua, un recorte en su factura energética y, por consiguiente, en su huella de carbono, así como una disminución en el vertido de aguas residuales. En el futuro, las empresas serán sostenibles o no serán, porque, si no optimizan esos factores, no podrán continuar produciendo.

 

Formamos parte de esta economía circular que se erige en el paradigma de las compañías del futuro

Los recursos del planeta son limitados y, si no velamos por el medio ambiente, nuestro futuro estará seriamente comprometido. A la larga, las empresas tenderán al impacto cero y, si utilizan agua de un río, se verán obligadas a devolverla al curso fluvial en mejores condiciones que cuando la han captado; y si consumen un determinado volumen de energía, deberán articular alguna fórmula para compensar su equivalente. Existe mucho residuo aprovechable susceptible de adquirir valor. Kurita forma parte de esta economía circular que se erige en el paradigma de las compañías del futuro. Realizamos mucha pedagogía, si bien es cierto que las nuevas generaciones, que empiezan a incorporarse a puestos de responsabilidad, tienen interiorizada esta apuesta por la sostenibilidad. En todo caso, a veces incluso proponemos a los clientes que sólo nos paguen si obtienen un ahorro. Podemos demostrarles que nuestras soluciones reducen su factura de agua, sus costes energéticos y su impacto ambiental. De este modo, conseguimos vencer las reticencias generadas por otras firmas que, amparándose en el marketing, han intentado promocionar fórmulas fallidas que desprestigian esta actividad. La digitalización juega un papel fundamental en nuestra alternativa, al contar con precisa tecnología de equipos de medición que nos permiten monitorizar todos los parámetros, de modo que podemos demostrar ante las empresas los ahorros prometidos. Al respecto, debo decir que nos enfrentamos a serios problemas para reclutar a especialistas en, por ejemplo, IT, pues existe mucha demanda. Como tampoco resulta fácil dar con determinados titulados que en el sector industrial se valoran mucho, como son los doctores. Quienes han adquirido esa condición aspiran a una labor de despacho, con un horario muy acotado, cuando nuestro cometido reclama una actitud muy involucrada con el proyecto y orientada al cliente, pisando la calle y dispuestos a brindarle respuesta incluso a horas intempestivas.

 

El mayor centro mundial en tratamiento de aguas lo estrenó Kurita hace un año en Tokio y allí se contrasta la fiabilidad de todos los nuevos productos

Como buena empresa japonesa, Kurita no solo invierte mucho en la formación de su capital humano (integrado por biólogos, químicos, técnicos de marketing…), sino también en I+D+i. Antes de lanzar al mercado un nuevo producto, lo contrasta para comprobar su absoluta fiabilidad en el Kurita Innovation Hub, en Tokio, el mayor centro mundial en tratamiento de aguas, estrenado hace un año. Durante la pandemia, inauguramos otro en Viersen (Alemania) de considerable envergadura. Ambos se orientan a lograr nuevas soluciones, pero, sobre todo, a prestar atención a la irrenunciable sostenibilidad que deberá guiar a las empresas en el futuro; incluso por las consecuencias que una mala praxis provoca en una compañía ante la rápida propagación de las noticias a través de las redes sociales. La opinión pública está muy sensibilizada en torno a la preservación del medio ambiente, pero básicamente en países del Primer Mundo, lo que produce un desequilibro de competitividad entre las necesarias y éticas leyes medioambientales (y laborales) que seguimos nosotros y la legislación laxa de otras zonas del planeta. Asimismo, todavía hay mucho desconocimiento sobre el agua, que es condición sine qua non para la vida y el crecimiento humanos, y sobre su tratamiento. Cuando se habla de agua reciclada emergen reticencias y desconfianza ante su apto consumo, cuando en realidad toda el agua está sometida a ese ciclo inacabable. Actualmente, ante el contexto de sequía, estamos abasteciéndonos de las desaladoras construidas tras aquel episodio de escasa pluviosidad de la primera década del siglo XXI. Desafortunadamente, es un fenómeno inevitable que irá a más. Por mis constantes viajes a Oriente Medio, he podido constatar que en Israel o Arabia Saudí más del 80% del agua consumida procede de ese tipo de instalaciones. Los países a orillas del mar —o incluso de un río con agua de mala calidad— podrán recurrir a esa solución potabilizadora. El problema reside en el consumo de energía, porque, para provocar el paso de agua por una membrana que filtre las impurezas, se requiere una alta presión, lo que equivale a un alto gasto energético. El agua no sería problema si dispusiéramos de energía ilimitada. Lo que me exaspera son ciertas actitudes políticas, reticentes a implantar soluciones.

 

A los equipos hay que saber cuidarlos: cuando das con un profesional de valía, tienes que proporcionarle oportunidades para desarrollarse

La energía es posible obtenerla a través de múltiples fuentes, muchas de ellas todavía no suficientemente aprovechadas. Las propias aguas residuales contienen materia orgánica que, convenientemente tratada, puede generar energía en un proceso de economía circular, al igual que el oleaje del mar constituye otra fuente potencial alternativa. Ése es uno de los retos de futuro de la sociedad y de las empresas, que también se enfrentarán a un serio desafío como es la atracción y retención de talento. A los equipos hay que saber cuidarlos, no solo con atractivas condiciones económicas sino, también, con planes de carrera y formación. Cuando das con un profesional de valía, tienes que proporcionarle oportunidades para desarrollarse. He tenido la suerte de contar con un equipo humano extraordinario; y es una satisfacción comprobar cómo ha ido creciendo. Si he logrado promocionarme ha sido porque ellos me han apoyado y han contribuido a que la firma sea una referencia en el sector del tratamiento de aguas.

 

La visión cosmopolita y multicultural, que me han ofrecido mis viajes y estancias en el extranjero por trabajo, también ha sido importante para mi familia

Mi innata inclinación por influenciar en positivo mi realidad me llevó a asumir este tipo de responsabilidades de alta dirección empresarial, y he de decir que el contacto internacional me ha resultado muy enriquecedor en este aspecto. He residido y trabajado dos años en París y luego tres en Alemania, hasta este mismo enero. Por otro lado, los viajes a Japón son constantes. Creo que esta visión cosmopolita y multicultural también ha sido importante para mí primogénita, Marina, que forma parte de la generación Erasmus y que, tras estudiar Marketing & Business International, ahora reside en Hamburgo. Mi otro hijo, Aleix, trabaja desde los 19 años, pero recientemente nos ha dicho que quiere volver a estudiar. En mi caso, tengo que agradecer el apoyo hallado en mi esposa, Marta, quien ha mostrado una gran comprensión ante una trayectoria profesional cuyos compromisos me han mantenido alejado con frecuencia del hogar. Sin duda, ella forma parte del éxito de mi carrera.