Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sr. Jorge Muñoz Morato – Sauter Ibérica

Madrid

1973

Director general de Sauter Ibérica, S.A.

 

29-12-2022

 

Una carrera ascendente le abrió las puertas internacionales, asumiendo la tutela de amplias zonas geográficas. Su inquietud por acercarse a los entornos en los que operaba le llevó a estudiar hasta media docena de idiomas. Una vez adquirido un bagaje suficiente en el exterior, era momento de regresar a casa y ocupar una posición más próxima a la ejecución de los negocios. Su experiencia y capacidad de gestión ha llevado a su empresa a confiarle el control del mercado ibérico y el latinoamericano. Lidera una compañía con una cultura empresarial que comparte y que valora el cuidado de las personas y el entorno.

 

  

Desde bien pequeño, cuando me escapé gateando de mi cuna, mostré indicios de ser una persona con ansias de recorrer el mundo

Recuerdo con especial cariño el tiempo compartido con mis padres y con los amigos de infancia en aquellos primeros años en los que, al llegar el verano, abandonábamos mi Madrid natal para desplazarnos al Pirineo aragonés. Ahí, en el complejo residencial de Búbal, junto al lago de Panticosa, disfrutábamos durante una quincena de días de una vivienda que la empresa en la que trabajaba mi padre, Energía e Industrias Aragonesas, ponía a disposición de sus empleados. Aquel era un entorno magnífico, con un paisaje extraordinario, donde los chiquillos gozábamos de una absoluta libertad de movimiento, además de contar con un sinfín de instalaciones: piscinas, campos de fútbol, pistas de tenis, mesas de ping-pong, guardería… Eran dos semanas de actividad permanente, en las que incluso aprovechábamos para preparar unas funciones teatrales para la fiesta que celebrábamos el último día y que se combinaba con concursos de disfraces y otras iniciativas que convertían aquellas vacaciones en inolvidables. Y es ahí, precisamente, donde sitúo mi más lejano recuerdo, cuando yo era tan pequeño que ni tan solo andaba, solo gateaba. Ignoro si se trata de un registro auténtico en mi memoria o de un pensamiento inducido por el testimonio de mis progenitores, pero lo cierto es que mis padres me habían dejado solo y, al despertarme, salté de la cuna y, gateando, salí de casa; quizá un indicio de las ansias de recorrer mundo que alimentaba y que, con el paso del tiempo, se hicieron realidad.

 

Siempre he procurado seguir el ejemplo de actuación de mi padre, marcado por su alto sentido del compromiso y la ética

Charo, mi madre, que trabajaba en Finanzauto, interrumpió su carrera laboral al acceder a la maternidad. Tras mi llegada al mundo, decidió dedicarse a mi cuidado y al del hogar, lo que pronto reclamaría mayor atención con la llegada de mis hermanos, César e Irene. Mi padre, Juan José, invirtió toda su vida profesional en la misma empresa, orientada a la fabricación de productos químicos, encargándose del Departamento de Exportación. A pesar de que su trayectoria resultó diametralmente distinta a la mía, tanto por el vínculo vitalicio que mantuvo con su compañía como por haber permanecido siempre en la capital española, debo admitir que he asimilado muchos de sus valores, de sus formas de proceder y de su capacidad para relacionarse con los demás. Siempre exhibió un alto sentido del compromiso, así como también un comportamiento caracterizado por la ética, lo cual se reveló como un ejemplo de actuación que siempre he procurado seguir. Asimismo, era una persona que tenía depositadas muchas expectativas en mí y que, a menudo, me trasladaba las experiencias de personas de su entorno, especialmente de sus jefes y de sus hijos y de otros compañeros, que habían realizado un recorrido concreto hasta asumir determinadas responsabilidades. Creo que aquellas conversaciones mantenidas con mi padre en cierto modo me marcaron y estimularon en mí una sana ambición profesional de cara a desarrollar una carrera que a él le hiciera sentirse orgulloso. También mi madre fue esencial, porque renunció a su carrera profesional para cuidarnos, formarnos y darnos valores. Ambos procuraron que mis hermanos y yo nos educáramos bajo unos criterios que nos permitieran defendernos de manera autónoma en la vida y que, al mismo tiempo, pudiéramos ayudar a quienes nos rodean.

 

La capacidad inventiva de mi abuelo Félix, quien diseñó una máquina para fabricar rosarios para unas monjas, me influyó para ser ingeniero

En similar medida, mis abuelos maternos también contribuyeron a ello. Con ellos, solíamos compartir el resto de los veranos, en la playa de Levante, lo que propició que yo pudiera tejer con mi abuelo Félix una relación muy especial. Por esas extrañas razones que favorecen que los adultos se entiendan mejor con sus nietos que con sus hijos, a través de él accedí a historias vitales que me despertaron un alto interés; en especial, aquellos capítulos relativos a la Guerra Civil que, trágicamente, había sufrido y que se me aparecían como auténticas aventuras. Por otra parte, en ocasiones he llegado a pensar que fue esa convivencia estrecha con el abuelo la que me influyó a orientar mi carrera hacia la ingeniería. Él no era ingeniero, pero sí se había dedicado profesionalmente a aspectos técnicos en delineación e incluso había trabajado para Pegaso, preparando los diseños para los moldes con los que había que fabricar las piezas de la célebre firma de camiones. Recuerdo que en casa de los abuelos proliferaban los planos y que él demostraba una gran capacidad inventiva, lo que le llevaba a activar su ingenio durante las horas de ocio para desarrollar proyectos por puro placer. Fue así como, una vez, llegó a diseñarles a unas monjas una máquina para producir rosarios.

 

Del baloncesto adquirí unos valores de gran utilidad para mi carrera profesional: priorizar el objetivo común desde el trabajo en equipo, donde cada uno asume su rol

En mi escolaridad empecé a exhibir mi tendencia al perfeccionismo, prestando suma atención a cualquier detalle para que todos los trabajos resultaran intachables. En mi juventud me fue difícil gestionar esta obsesión, que puede conducir a la frustración ante la imposibilidad de que todo lo que pasa por tus manos aflore sin defecto alguno. Ha sido con el paso del tiempo, el conocerme a mí mismo y la madurez que he aprendido a controlar esta inclinación. Probablemente, ese rasgo del carácter tenía mucho que ver con otro de mi infancia, como era la aversión a perder. Tal vez por un innato espíritu competitivo, quería ganar en cualquier faceta, ya fuera una partida de parchís o jugando a las cartas. Invertía todos los esfuerzos y luchaba hasta el último momento por conseguir la victoria y, cuando esta no se materializaba, evidenciaba un intenso malestar que mis padres intentaban corregir. Me subrayaban que tenía que aprender a perder, lo cual no me resultaba fácil. Pero, a medida que fui creciendo, me vi con capacidad para ir canalizando ese aspecto no deseable de mi personalidad. En ese camino me acompañó la práctica deportiva. Si bien me inicié en el fútbol, la consecución de la medalla de plata por parte de la selección española de baloncesto en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles me empujó a interesarme por la disciplina de la canasta. Aquella decisión se reveló como un gran acierto, pues la comunión que se genera en un equipo de baloncesto es más fuerte que la que define a los de fútbol. En el baloncesto, hay cinco jugadores en la cancha y otros siete en el banquillo, pero es necesario que exista muy buena compenetración entre todos ellos para conseguir un funcionamiento óptimo. El ambiente en el equipo era muy sano, por lo que no solo amasé buenas amistades, sino que también adquirí unos valores que me han sido de gran utilidad en mi carrera profesional: tanto la importancia del trabajo en equipo como otros factores presentes en una cancha, como saber el rol que le corresponde a cada jugador y ser consciente de que las funciones que ejerce cada uno de ellos acaban siendo relevantes para alcanzar el objetivo común. En la actualidad, el único deporte que practico es la bicicleta, una actividad que me resulta muy beneficiosa porque me ayuda a desconectar de las preocupaciones cotidianas.

 

Siempre he exhibido mano izquierda para gestionar escenarios imprevistos

Además del deporte, siempre hallé en la lectura una buena compañía. Igualmente, los viajes han sido una de mis grandes y constantes aficiones, sobre todo los que compartía con mis amigos. Aunque sería con mi incursión en el terreno laboral cuando me desplazaría con mayor frecuencia, fue en la juventud cuando los disfruté más, tanto por la novedad de la actividad y el descubrimiento de otras culturas como por las aventuras que viví. El Camino de Santiago fue uno de los primeros desafíos que afrontamos, para posteriormente recorrer Europa aprovechando el Interrail, el pase ferroviario que nos permitía conocer toda la geografía continental. Durante tres veranos consecutivos recurrimos a esa opción económica para los estudiantes. En estos recorridos en tren demostré mi capacidad para resolver situaciones complejas. Siempre he exhibido mano izquierda para gestionar escenarios imprevistos. Ante las dificultades es crucial mostrar una alta capacidad de reacción y pensar con creatividad.

 

En la universidad, a menudo se vive como en una burbuja, ajenos al mundo empresarial

Decidí estudiar Ingeniería Industrial Superior en el ICAI, la Escuela Técnica Superior de Ingeniería, dependiente de la Universidad Pontificia de Comillas. Afortunadamente, no tuve que compatibilizar la etapa académica con la laboral y pude centrarme por completo en los estudios universitarios. Aun así, puedo afirmar que, antes de acudir a la facultad, tuve ocasión de ganar mi primera remuneración. Fue con quince años, cuando me requirieron para ejercer de intérprete. Yo acudía a una academia de inglés para aprender el idioma de Shakespeare, en un centro cuyos profesores eran nativos. Los docentes recurrieron a mí para las entrevistas que mantenían con los padres, que no sabían inglés, a fin de facilitarles la comunicación. Recibí con mucha ilusión un talón por esa labor. La siguiente experiencia profesional tuvo lugar ya en el último curso universitario, coincidiendo con el proyecto de fin de carrera, que giraba en torno a una planta incineradora de residuos sólidos urbanos de Dragados, y en el que conté con la colaboración de un ingeniero de esa compañía. Aunque no tuve la necesidad de realizar prácticas, creo que esa opción resulta enriquecedora para el alumno, de cara a aproximarse al entorno laboral y a abrir su mente, porque en la universidad a menudo se vive como en una burbuja, ajenos al mundo empresarial real. En mi caso, por suerte conté con docentes que, por la mañana, ejercían su profesión en sus respectivas compañías para acudir, por la tarde, a impartir clases.

 

En España se debería valorar más la figura del senior como un activo capaz de transmitir un valioso legado a los jóvenes

Tras concluir la carrera universitaria, envié mi currículum a varias empresas, incluidas algunas que recurrían a la bolsa de trabajo de la universidad. Considero interesante que los centros cuenten con ese servicio, pues favorece la conexión entre las instituciones formativas y el entorno laboral. La primera oportunidad profesional la obtuve en Alfa Laval, en 1997, empresa sueca orientada a las soluciones de transferencia de calor y manejo de fluidos. Mi cometido como ingeniero de proyectos y procesos consistía en parametrizar, diseñar y seleccionar intercambiadores de calor para la industria de procesos, prestando apoyo al equipo comercial. Tras un año de trayectoria en esa entidad, me asignaron responsabilidades comerciales en el sector de la alimentación, que era la línea que deseaban desarrollar en el Departamento de Posventa. Después de haber acometido un cambio en la organización de la firma, y pese a mi juventud, dos años más tarde me hallaba al frente de un pequeño equipo de profesionales, en una experiencia que se reveló muy enriquecedora en lo que respecta al aprendizaje de la gestión de personas. De mi paso por esa organización guardo un especial recuerdo por el equilibrio que existía entre los senior y los junior. Esa combinación permitía una transmisión de conocimiento por parte del personal más experimentado hacia los jóvenes de nueva incorporación. Por mi experiencia internacional, puedo afirmar que en España no se presta tanta atención a este aspecto, donde se vive mucho de la inmediatez porque se busca la productividad a corto plazo y no se dedican recursos a favorecer la formación de las nuevas generaciones a través de los senior. En España, el senior parece un estorbo; se esgrime su alto coste económico y se subestima como activo capaz de transmitir un valioso legado a los jóvenes. En otros países, el personal experimentado goza de mayor reconocimiento e incluso se diseñan planes para que, una vez alcanzada la edad de jubilación, continúe acudiendo a la empresa a tiempo parcial y forme y supervise a los recién titulados que acaban de sumarse a la misma.

 

He procurado dejar una positiva impronta local en mi trabajo en multinacionales

Mi siguiente puesto laboral fue en ABB, empresa sueco-suiza. Ahí trabajé para la parte helvética, en la división de turbocompresores, con el objetivo de relevar al responsable, que en nueve meses se jubilaba. Me destinaron a su lado para adquirir la experiencia debida y poder asumir las riendas poco después. Permanecí durante cinco años en esa compañía hasta que, en 2006, una empresa de headhunting me contactó para incorporarme a Trane, una entidad americana que vende y suministra máquinas enfriadoras para los sistemas de aire acondicionado, ventilación y calefacción de los edificios, y por tanto relacionada con el sector la construcción, un ámbito ajeno al industrial, que era en el que hasta entonces había desarrollado mi carrera profesional. Acepté el puesto de Director del Servicio Técnico de Trane. Esa etapa coincidió con la crisis de 2008, un hecho que comportó una alta presión por parte de la empresa para compensar el descenso de ventas. Pese a que mi parcela presentaba unos niveles de rentabilidad muy dignos, resultaron insuficientes a ojos de la sede central, que deseaba aumentar más sus ingresos, ajena al clima económico que se vivía. Aquello obligó a una reestructuración ingrata, lo cual supuso la salida de algunos compañeros, aunque la cuenta de resultados de nuestra subsidiaria fuera positiva. Frente a una empresa americana tienes poco margen de maniobra, pues suelen adoptar decisiones drásticas sin entrar a valorar la repercusión que esa solución pueda representar para el entorno de la filial. En cambio, he trabajado en otras multinacionales donde he podido mantener un espíritu de creación de riqueza y de desarrollo de negocio que deje impronta local, que a mi juicio es lo ideal. En cualquier caso, cumplí con la misión encomendada, pues en cinco años pasamos de cinco puntos de servicio técnico a diecisiete, consiguiendo una mayor proximidad con el cliente, lo cual revertía en una mejora de la productividad, el servicio y la rentabilidad. Gracias a ello, me nombraron Director del Servicio del Sur de Europa, con los mercados de Francia, Italia, España y Portugal bajo mi tutela.

 

Acudí a aprender árabe para poder comunicarme con los clientes del Magreb

En 2011 ingresé en Dorma —multinacional alemana que se fusionaría posteriormente con Kaba—, cuya actividad se orienta a los sistemas y las soluciones de control de acceso y seguridad. Ahí fui asumiendo, paulatinamente, distintas responsabilidades a escala internacional, llegando a ser el máximo responsable de los países del Mediterráneo. De hecho, compaginé esta responsabilidad con la de Director general tanto de España como de Italia durante un tiempo, a fin de facilitar la transición en estos puestos. Finalmente, la fusión comportó una reestructuración que desembocó en mi nombramiento como Director del Centro-Este de Europa y Rusia de Dormakaba, lo que me situó dentro del organigrama global como Vicepresidente de la corporación. No hablo ruso, pero sé leerlo. Si bien en mi trayectoria en las multinacionales solía manejarme en inglés, mi inquietud personal me ha llevado a aproximarme a las culturas con las que he tenido que relacionarme. Así, también sé algo de francés, de italiano, de alemán o de árabe, pues antes de la fusión me asignaron la zona del Magreb. Algunos colegas me habían advertido de la importancia en los negocios con esos países de poder comunicarte con ellos, lo cual me empujó a acudir a la Casa Árabe de Madrid para introducirme en su idioma.

 

Sauter Ibérica es una compañía que basa su cultura empresarial no solo en la cuenta de resultados, sino también el cuidado de las personas y el entorno

En 2016, renuncié a mi cargo en Dormakaba por motivos personales. Mi madre había enfermado y consideré que era momento de estar cerca de ella, de mi familia y, también, de mis amigos. Atrás quedaban los desafíos internacionales, superados a la perfección, mientras que me apetecía pasar a responsabilizarme de misiones más próximas a los puestos ejecutivos del negocio, a los empleados y a los clientes; menos viajes y mayor cercanía con mi entorno. Johnson Controls fue la primera opción para ello. La empresa se hallaba en proceso de fusión y la experiencia que yo atesoraba me convertía en el candidato idóneo. Sin embargo, los cambios que experimentó la jerarquía evidenciaron que mis inquietudes no casaban con sus propósitos, por lo que preferí buscar una salida que hallé en Sauter Ibérica, en febrero de 2018, una compañía que encaja con la cultura centroeuropea que profesionalmente me ha acompañado en mi trayectoria, basada no solo en la cuenta de resultados, sino también en el cuidado de las personas y del entorno. Fabricante de sistemas de control técnico, gestiona y automatiza la producción de frío y calor para proveer a los edificios, tanto de obra nueva como rehabilitados. Nos hallamos especialmente orientados a la mejora de la eficiencia energética del sector terciario (hospitales, hoteles, universidades, centros comerciales, oficinas, etc.), con el fin de obtener las adecuadas condiciones climáticas de confort.

 

Cuando se producen imprevistos, el grado de calidad y compromiso de una entidad es lo que la hace destacar

Nuestra filial, con oficinas en Madrid, Barcelona y Lisboa, aunque también se responsabiliza del negocio latinoamericano, trabaja con ingenierías para elaborar propuestas y valoraciones económicas de proyectos que asimismo ejecutamos. Igualmente, suministramos los equipos y asumimos la programación del software para controlar los parámetros de temperatura, humedad, iluminación o CO2 existentes en el edificio. Con nuestros sistemas es posible acceder de manera remota a la gestión de tales parámetros o al control de las alarmas o la calidad del aire, al encendido y apagado del alumbrado o al control de venecianas o estores para la gestión de sombras… Todo ello revierte en la comodidad de los usuarios, pero, también, en la eficiencia energética y en la sostenibilidad, pues a través de estos sistemas evitamos un exceso de consumo (lo optimizamos). Ese servicio se complementa con el mantenimiento que ofrecemos, vital para un inmejorable funcionamiento. Nuestra capacidad de respuesta en tiempo y forma es nuestro valor añadido; porque, cuando todo va bien, es fácil mantener un buen servicio, pero, cuando se producen imprevistos, el grado de calidad y compromiso de una entidad, en concreto de las personas que la forman, es lo que la hace destacar.

 

En Sauter Ibérica nos nutrimos del talento de centros de FP, pero también formamos dentro de nuestra compañía con el apoyo de los trabajadores veteranos

Nuestro equipo lo forman ingenieros y técnicos de FP. En nuestra área comercial contamos también con personas con alta cualificación técnica, pues precisamos profesionales que conozcan en profundidad nuestros sistemas. Contamos asimismo con programadores que, además de nuestro software, diseñan también las pantallas gráficas con las que interactuarán los usuarios. E igualmente disponemos de técnicos de mantenimiento para asegurar la vida de nuestros sistemas. Tenemos acuerdos con algunos centros de FP para nutrirnos de su talento, estableciendo convenios para que en el último año de sus grados realicen un par de meses de prácticas con nosotros. Sin embargo, dado que ni en los estudios de Ingeniería ni en FP proporcionan la formación que requiere nuestro negocio, solemos optar por potenciar a gente sin experiencia o con experiencia en otros sectores para que desarrollen el oficio junto a veteranos que les acompañan, ayudan y supervisan hasta que adquieren suficiente autonomía, algo que puede requerir entre dos y cuatro años.

 

Nuestro nivel de exigencia con los trabajadores es proporcional a la atención y cuidados que ponemos en ellos

Velamos por nuestro personal porque somos conscientes de que sobre él recae nuestra propuesta de valor, lo que nos diferencia de la competencia. Y nuestro nivel de exigencia con él es proporcional a nuestro nivel de atención y cuidado; recientemente, hemos homenajeado a algunos de nuestros empleados más antiguos. Afortunadamente, puedo decir que el grado de compromiso de nuestro equipo humano, formado por algo menos de sesenta personas, es altísimo: tanto con la empresa como con los clientes. Nos volcamos en hacer las cosas bien, y ello se refleja en la eficiencia de nuestros sistemas y nuestra gestión de los mismos. En los últimos años, ha adquirido mucha relevancia observar un comportamiento respetuoso con el medio ambiente. Las empresas cada vez incorporan más a su ideario los valores asociados a la sostenibilidad; además de intentar ahorrar costes equipándose con sistemas eficientes y dedicándoles el mantenimiento imprescindible para un buen funcionamiento. Lo observamos durante la etapa de la pandemia en el ámbito del real estate, que para nosotros constituye un sector clave. Nunca en mi carrera profesional he visto mayor nivel de inversión para renovar sus instalaciones. Básicamente, porque detectaron que el nuevo contexto había introducido el concepto de teletrabajo, lo cual comportaría la reducción de las tareas presenciales en la oficina y, por tanto, habría que ofrecer a los potenciales clientes un óptimo espacio para poder captarles, ante la feroz competencia que se avecinaba. El teletrabajo, sin duda, permanecerá como actividad complementaria a la presencial. Pero conviene no abusar de él para evitar que los valores del equipo se diluyan y las plantillas pasen a convertirse en una suma de individuos, lo que no resulta favorable si se desea brindar un servicio satisfactorio a los clientes y alcanzar unos determinados objetivos comunes.

 

Se puede ser igual o más próximo al frente de una multinacional que de una pequeña empresa si tu ética laboral se sustenta en la importancia del equipo

También, un teletrabajo permanente dificultaría la transmisión de una determinada cultura empresarial; como Director general, uno es quien marca dicha cultura de negocio y, en este sentido, se puede ser más próximo al frente de una multinacional que de una pequeña empresa familiar si tu ética laboral se sustenta en la importancia del equipo. Más que del tamaño de una entidad, pues, es una cuestión de las personas que la integran. En mi carrera profesional he tenido que vivir tanto épocas de bonanza como de recesión, algo que me ha curtido mucho y me ha dotado de herramientas para poder gestionar la expansión, la inversión, el crecimiento y el desarrollo de los negocios y, también, para lo contrario: la reestructuración, la reducción de costes y el ajuste de plantilla de una compañía. Y puedo afirmar con orgullo que, aunque son retos muy distintos, he salido victorioso de ambos, en parte, por no haber renunciado nunca a los valores humanos en los que creo.

 

Si de algo ha servido esta difícil coyuntura de la pandemia es para saber apreciar aún más la importancia de la relación con las personas

Sé que no soy una excepción al comentar lo duro que ha resultado para todas las familias la etapa de la pandemia, en mi caso agravada por el hecho de que mi madre —epicentro de la familia y pilar fundamental en mi vida por el infinito amor y dedicación que siempre tuvo hacia mí y mis hermanos— enfermó y falleció de cáncer en 2020, precisamente antes de la eclosión de la misma. La separación que todos nos impusimos para velar por la salud de los demás ha propiciado unos años en que ha aumentado la soledad y el distanciamiento, pero, afortunadamente, parece que a finales del 2022 lo hemos podido ir dejando atrás y reemprender el trato cercano habitual en un país, además, como el nuestro, donde la proximidad entre las personas forma parte de nuestra idiosincrasia. Desde luego, si de algo ha servido esta difícil coyuntura es para saber apreciar aún más la importancia de la relación con las personas, y no solo la familia y los amigos, sino también los compañeros de trabajo, con quienes pasamos gran parte de nuestras vidas.