Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sr. Marc Fargas Mas – División de Derivados del Cloro de Ercros

Cambrils (Tarragona)

1963

Director Industrial de la División de Derivados del Cloro de Ercros

Consejero Delegado de Aitasa

 

1-12-2022

 

Centrándose permanentemente en el presente se forjó un destino; su único propósito era obtener la excelencia profesional para no defraudar a quienes habían confiado en él. Ha sido tan así que, sin pretenderlo, ha escalado posiciones durante más de tres décadas en esta compañía química de referencia. A su carácter sociable y solidario le suma sus inquietudes culturales, su conciencia social y una gran capacidad para adaptarse a nuevos entornos. Gracias a ello, ha integrado el cambio de paradigma en las expectativas laborales de la juventud y está preparado para los retos tecnológicos y medioambientales que le depara el futuro.

 

 

Crecer en una tienda, en permanente contacto con la gente, ejerció una fuerte influencia sobre mí

Si abro el cofre de mis más remotos recuerdos, viajo a las calles de mi Cambrils natal, el escenario que todos mis amigos y yo deseábamos compartir una vez culminábamos las clases aun siendo preadolescentes. En su casco antiguo invertíamos todo el tiempo posible para nuestros juegos, hasta que alguna madre anunciaba, a viva voz, que había llegado la hora de cenar. Fue allí donde nutrí mi memoria, que quedó impregnada de entrañables olores que emanaban de las cocinas de cada casa o, incluso, de la ropa tendida en plena calle o en los balcones, aromas que aún hoy en día me permiten rememorar aquellos inolvidables años, en un entorno en el que todos nos conocíamos. Así era el mundo que me correspondió vivir en mi infancia, donde el pequeño colmado familiar actuaba como punto de encuentro de los vecinos. Cuando acudía a casa, o cuando bajaba del piso que habitábamos sobre la tienda, siempre había gente. Porque aquel establecimiento, además de asegurar el suministro doméstico de los clientes, constituía un centro de reunión en el que se conversaba sobre todo lo que acontecía a nuestro alrededor. Mis padres, incluso, habían habilitado unas sillas para hacer más cómoda la espera a los que aguardaban su turno para ser atendidos. Mi padre, Amadeu, a quien considero mi gran referente humano, decía que mi madre, de nombre Maria, había nacido detrás de un mostrador: una broma factible, toda vez que ese local había abierto sus puertas a principios de la década de los años 20. Ignoro si se podría decir lo mismo de mí, pero debo admitir que crecí en un ambiente tendero, de clásico botiguer de dietario, que anota las deudas de las compras de los clientes que se fiaban, puesto que entre unos y otros se había forjado una inquebrantable confianza, nacida de la relación frecuente y de las confidencias intercambiadas con los parroquianos. Ese clima y ese permanente contacto con la gente ejerció una fuerte influencia en mi personalidad, pues ya desde niño ayudaba a despachar en el negocio que había fundado mi abuela materna, Magdalena, a quien todo el mundo conocía como Maleneta.

 

«No sabes lo que tu abuela llegó a hacer por nosotros…»

La abuela Maleneta se erigió en uno de los personajes más queridos de Cambrils. Muchos la tenían en gran estima por la ayuda que les había prestado durante la Guerra Civil, fiándoles arroz o algún otro alimento que escaseaba para que pudieran superar aquellas angustiosas fechas. Fui consciente de ello el día en que me casé, al recibir regalos inesperados de personas a quienes a duras penas recordaba, y que me decían: «No sabes lo que tu abuela llegó a hacer por nosotros…». Ella había convertido esa tienda en una institución, hasta el punto de que la calle en la que se ubicaba era más conocida como la calle de la botigueta que no por su nombre oficial. Incluso a mí, hasta hace un par de décadas, todavía me identificaban como «el Marc de la botigueta». Mi madre dio continuidad a ese establecimiento, que permanecería abierto durante más de ocho décadas, y que, durante algunos años, vería complementada su actividad con la gestión de supermercados en campings de la zona, en los que yo mismo trabajaría durante muchos veranos. En aquel entonces, y en Cambrils, era muy común que muchos establecimientos estuvieran regentados por mujeres, pues los hombres solían dedicarse a la pesca o a la agricultura. Mi padre fue una excepción, pues decidió renunciar a sus tierras y abandonar la vida de payés para seguir a mi madre, de quien estaba tan eternamente enamorado que prefirió permanecer a su lado. A mi madre también le profesé admiración, y, seguramente, de nacer en otra época, ella hubiera podido desarrollar otras actividades educativas, ya que era una gran devoradora de libros y hábil comunicadora. Asimismo, atesoraba una gran virtud para escribir poesía e incluso redactaba poemas por encargo, para las hijas de algunas amigas que se casaban o para algún acontecimiento especial. Cuando publiqué mi primer libro, Dins d’una carpeta blava (2012), le rendí homenaje con una biografía en la que incorporé sus composiciones.

 

La televisión permanecía apagada durante las comidas para propiciar la conversación familiar

Mi abuelo materno falleció cuando yo apenas tenía cinco años. Él formaba parte de nuestro núcleo de seis personas, entre las que también se contaba mi hermano, Amadeu, cinco años mayor que yo, aquejado de un grave problema de salud mental que afectó mucho a nuestra familia, especialmente a mi madre, quien lidió con él de la mejor manera que pudo, aunque sería mi padre el encargado de gestionar las situaciones más críticas, porque tenía una fortaleza tranquila digna de encomio. A pesar de estas circunstancias, ambos consiguieron crear un clima hogareño y de complicidad, al convertir las comidas en el punto de encuentro y de conversación de la familia. No había televisión durante las comidas, se compartían las vivencias de cada cual, se respetaban los momentos de conversación que enriquecían la relación familiar. Mi padre, persona de ideas firmes, exhibía una gran virtud conciliadora, accediendo a asumir la culpa ajena con el objetivo de alcanzar la paz familiar y de que nadie pudiera permanecer enfadado. En 2004 cerraron el establecimiento, tras la muerte de mi hermano a los cuarenta y cinco años, a causa de un ataque cardíaco. Mis padres entonces ya acumulaban cierta edad y decidieron jubilarse. Yo había declinado dar continuidad al negocio hacía tiempo, pues en 1989 me había licenciado en Ciencias Químicas por la Universitat de Barcelona, que por aquel entonces contaba con una extensión en Tarragona, donde todavía no asomaba la Rovira i Virgili. Mi padre nos dejó en julio del 2011 y mi madre, en agosto del 2022, en la misma habitación en la que nació, en la botigueta, tal y como ella deseaba

 

Invertí tiempo y esfuerzo en conocer en profundidad el departamento; si depositaban en mí esa confianza, no podía defraudarles

En casa me habían inculcado los valores del respeto, la sinceridad, el compromiso, el cumplimiento… Nunca me castigaron, aunque sí se mostraban exigentes y, si la calificación obtenida era alta pero no la máxima, intentaban convencerme de que todavía era mejorable. En mi etapa universitaria fui delegado del Departamento de Química Industrial, pionero en lo que respecta a poner en contacto a los alumnos de la facultad con las empresas facilitando que pudiéramos realizar prácticas en las mismas. Aquella iniciativa ayudó a que, una vez finalizada la carrera, de inmediato me incorporara al mercado laboral. El 1 de agosto de 1989, ingresaba en la planta de Erkimia en Tarragona, que luego se convertiría en la actual Ercros, en calidad de adjunto a una de sus plantas de producción. Todavía recuerdo el olor característico de esa planta, proveniente del disolvente que fabricábamos y asimilable al aroma del célebre pegamento Imedio. Tras mi etapa inicial, ocupé varias posiciones en la firma, pasando, en primer lugar, a una oficina técnica donde efectuábamos pequeñas modificaciones en el diseño de equipos e instalaciones. Cuando habían transcurrido cinco años, el jefe de ingeniería me informó que el director quería verme. Mientras acudíamos a su despacho, me preguntó qué prefería, si la oficina técnica o el área de mantenimiento. Le respondí que la oficina técnica, pues la alternativa me resultaba absolutamente desconocida. Ante mi asombro, unos minutos después el director me anunciaba que me convertía en el responsable de mantenimiento. Pese a mi ignorancia, consideré que, si depositaban en mí esa confianza, no podía defraudarles. Procedí, por tanto, a invertir tiempo y esfuerzo en conocer en profundidad ese departamento, en el que tenía casi cuarenta profesionales a mi cargo. Muy pronto ellos mismos se dieron cuenta de mi nivel de implicación, pues, si era menester, permanecía con ellos hasta altas horas de la madrugada para prestarles el apoyo que fuera necesario. A menudo mi cometido no pasaba de observar y acompañar a los que estaban realizando su trabajo. Mi única misión era mostrarles, con mi actitud, una total solidaridad con el trabajo que realizaban.

 

Es preferible poner todo el corazón en las obligaciones profesionales del presente que invertir tiempo en hipotéticas responsabilidades futuras

Tras una temporada como jefe de mantenimiento, fui promocionado a jefe de ingeniería para, posteriormente, responsabilizarme de la producción y ser nombrado jefe de operaciones. Las coincidencias de la vida comportaron que el director de la fábrica causara baja durante unos meses y que, en esa etapa, tuvieran lugar tanto una huelga general como una activación del Plaseqta (Plan Especial de Emergencia Exterior del Sector Químico de Tarragona), lo cual reclamaba la asunción de ciertas responsabilidades por parte de la cabeza visible; un rol que, en ausencia del director de fábrica, se me atribuyó por el cargo que ostentaba. Fueron momentos complejos, pero en los que intenté exhibir capacidad para manejarme en ese papel, lo cual acabó propiciando que, en octubre de 2002, a punto de cumplir treinta y nueve años, me acabaran designando director de la planta, que entonces reunía a unos ciento cincuenta empleados. Cuatro años más tarde, fui designado para dirigir la fábrica de Flix. No fue fácil al inicio, ya que me recibieron con reticencias, pues creían que mi cometido se centraba en cerrar dicha fábrica. Mi respuesta y comportamiento les desconcertó, al transmitirles que no tenía ningún tipo de instrucciones en ese sentido; mi único propósito era desarrollar mi carrera profesional ahí y, prueba de ello, era mi total implicación con la fábrica y el municipio. Nunca he ambicionado una promoción determinada dentro de mi actividad profesional. Siempre he actuado con la idea de realizar mi trabajo de forma profesional sin esperar lo que me pueda conllevarme o tener unas determinadas expectativas. ¿Por qué invertir horas pensando en una hipotética responsabilidad futura cuando es preferible poner todo el corazón en las obligaciones profesionales del presente? Si te propones alcanzar un puesto y no te lo asignan, solo conseguirás frustración y perder el tiempo en pensamientos superfluos que no aportan nada. Lo que hay que hacer es centrarse, esforzarse e invertir toda la ilusión en la responsabilidad que te corresponde en cada momento. Ya será después la empresa quien decida depositar o no la confianza en ti para nuevos desafíos.

 

La División de Derivados del Cloro de Ercros fabrica productos básicos que se usan principalmente como intermedios en otros procesos industriales

Tras seis años al frente de la fábrica de Flix, volví a la capital para dirigir el complejo industrial de Tarragona formado por las fábricas de Vila-seca I, Vila-seca II y Tarragona, con aproximadamente trescientas cincuenta personas propias a mi cargo. Después, en octubre de 2017, me propusieron asumir la dirección industrial de la división de derivados del cloro de Ercros, la más grande del grupo, que concentra en torno al 60% de su actividad y que supone coordinar las fábricas del complejo de Tarragona, Monzón, Sabiñánigo y Flix, así como algunos emplazamientos no productivos. A raíz de mis nuevas funciones, decidí consolidar mi formación, y realicé un máster Corporate MBA en Esade.

 

El asociacionismo empresarial y social es vital para el territorio; además de ser capaz de movilizar a la sociedad

Cuando ocupaba el cargo de director en la fábrica de Tarragona me correspondían otras responsabilidades colaterales asociadas: miembro de la junta directiva de la Asociación Empresarial Química de Tarragona (AEQT), donde presidí las comisiones de seguridad y de comunicación en diferentes etapas, además de haber sido presidente del Parc Químic de Bombers Sud i Port. Hoy en día, soy consejero delegado de Aguas Industriales de Tarragona, S.A. (Aitasa) y consejero del Consorci d’Aigües de Tarragona, organismo responsable de la captación, el tratamiento y la distribución del agua del Ebro a la mayor parte de población y a los polígonos químicos de Tarragona, así como vicepresidente de ANE, Asociación Nacional de Electroquímica que engloba las empresas químicas que producen cloro-álcali por electrolisis. Fuera del ámbito profesional, me he involucrado con colectivos de diversa índole, ya sean culturales, deportivos, ONG, etc., formados por gentes anónimas que, de manera altruista, buscan promover iniciativas loables para mejorar nuestras relaciones y competencias personales y nuestra fortaleza como sociedad, favoreciendo el desarrollo personal y colectivo. El mundo asociativo es el que mueve la sociedad, especialmente la municipal, y considero que los políticos deben prestarle más atención escuchando a estas entidades, pues su cometido reside en gestionar las inquietudes de las personas que reclaman mejoras en su entorno inmediato. Son esas personas las que ayudan a que el latido social sea permanente.

 

La excelente relación con la Universidad nos permite nutrirnos del talento surgido de la Rovira i Virgili

También los gremios y asociaciones profesionales juegan un papel importante en nuestra sociedad; siempre y cuando tengan capacidad de decisión como tales. Y eso exige tomar conciencia de que, en un colectivo, existen intereses muy diversos. Es el caso de la Asociación Empresarial Química de Tarragona, donde confluyen grandes multinacionales con empresas medianas o pymes locales. Es necesaria una comunión entre las distintas inquietudes para unificar un discurso común y actuar con una sola voz ante los interlocutores correspondientes: las asociaciones adquieren peso cuando unen esfuerzos. Tarragona es un potente polo petroquímico que, además, ha venido manteniendo una excelente relación con el entorno universitario. Eso nos permite nutrirnos del talento universitario surgido de la Rovira i Virgili, merced a los convenios establecidos, que favorecen la formación dual, al permitir la convalidación de horas lectivas con el aprendizaje adquirido en las fábricas. Lamentablemente, no ocurre lo mismo con otras disciplinas, ya que no todas consiguen el acomodo laboral que propician los perfiles afines a la industria, y que en Tarragona suelen hallar fácil encaje. Aun así, advierto a los jóvenes estudiantes de la URV que su objetivo no tiene que ser el situarse en Tarragona, sino que deben observar una perspectiva global. Muchos padres animan a sus hijos a prepararse en el terreno químico con la idea de que puedan hallar trabajo al lado de casa, cuando en la actualidad un profesional tiene que estar preparado para acudir a cualquier lugar. Su lugar de trabajo es el mundo. Bajo mi punto de vista, un alumno debe orientarse hacia aquello que realmente le seduce. Y, sobre todo, prepararse para la excelencia. Si te esfuerzas para obtener un diez, si surgen problemas obtendrás un siete. Pero si estudias para lograr un ajustado seis, si aparecen obstáculos probablemente suspenderás.

 

Si tu gente puede disfrutar de su espacio personal, cuando regrese al trabajo rendirá más

La actitud es lo que más valoro en el desarrollo del trabajo y en la gente que lo lleva a término, porque la aptitud se les supone, pero la actitud no se la puedo enseñar. Y por «actitud» entiendo capacidad de adaptarse a las circunstancias, buena disposición de ánimo y compromiso con el trabajo. En la actualidad, se echa en falta el oficio, pues abundan los licenciados superiores cuando nuestra sociedad también precisa lo que denomino «oficios» (carpinteros, soldadores, ajustadores, pintores…). La figura del aprendiz se ha perdido. Ignoro si sería necesario recuperar el contrato específico para este perfil, pero sí resultaría aconsejable disponer de alguna fórmula que permitiera contrastar, durante un plazo determinado, su idoneidad para una determinada labor. Por otro lado, sería interesante contemplar un convenio orientado al personal que se jubila, con el objetivo de aprovechar su know how y que pueda transmitir su conocimiento formando a las nuevas generaciones. Tener estudiantes en prácticas ha de resultar fructífero para la empresa y para el alumno. Y si la experiencia es óptima, la compañía puede beneficiarse de ese talento y ofrecerle una oportunidad. En todo caso, antes se aspiraba a un trabajo para toda la vida que ahora no lo pueden garantizar ninguno de los colectivos que conocemos. Ya no existen trabajos o empresas «para toda la vida», por eso lo que deseo es contar en mi equipo con gente preparada y eficiente, pero también motivada. Prefiero a personal que trabaje menos horas y realice su trabajo a la perfección que a individuos que inviertan largas jornadas, pero sean poco productivos; y, sinceramente, eso empieza por tener una estabilidad fuera del trabajo. Con un entorno social adecuado, con espacio y tiempo de disfrute, el trabajador rinde más.

 

El sector industrial ofrece un entorno laboral estable y no depende de la meteorología como el turismo

Después de lo que hemos vivido con la pandemia, se ha constatado que uno de los sectores laborales más estables es el industrial y, dentro de este, el químico. El turismo constituye un sector respetable, y es necesario prestarle apoyo, pero deberíamos proteger también a la industria, que ofrece un entorno laboral más estable, con unos salarios normalmente más generosos y que no depende de los vaivenes climáticos o biogénicos. Me duelen las deslocalizaciones que provocan una pérdida de capacidad técnica y la migración de profesionales preparados, que no hallan aquí la estructura necesaria para desarrollar su actividad. Y me duelen, sobre todo, porque el traslado de la producción a países remotos se ha realizado por razones económicas, sin tener en cuenta que la competitividad obtenida en esos confines se obtiene a costa de unas condiciones distintas y, con frecuencia, carentes de ética. A menudo vivimos acomplejados, pensando que aquí no contamos con talento, cuando tenemos a gente igual de extraordinaria que la de los países que tanto admiramos.

 

Ercros afronta el futuro basándose en el desarrollo de un plan industrial que le permita seguir manteniendo la competitividad en el mercado

Ercros es una compañía resultante de la fusión, en 1989, del grupo químico Unión de Explosivos Río Tinto y de Sociedad Anónima Cros, que cuenta, además de la división de derivados del cloro, con otras dos más: la de química intermedia, con plantas en Cerdanyola del Vallès, Tortosa y Almussafes, y la de Farmacia, que produce activos farmacéuticos, ubicada en Aranjuez. En Ercros, ahora estamos acometiendo nuevos planes para afrontar los retos que demanda el futuro inmediato. En 2021 se presentó el Plan 3D, que hace referencia a la digitalización, la diversificación y la descarbonización. La digitalización nos tiene que servir para ganar en eficiencia, al facilitar la relación con todo nuestro entorno profesional: empleados, proveedores y clientes; la diversificación será decisiva para ganar estabilidad en este quinquenio, mientras que la descarbonización nos permitirá acelerar la reducción de nuestras emisiones de efecto invernadero. Nuestra compañía exporta a casi un centenar de países y somos líderes en la producción de algunos productos químicos o de principios activos. Por lo que atañe a la división de derivados del cloro, exporta cerca de un tercio de su producción, que incluye el cloro, la sosa, el salfumán, la lejía, el PVC… Por cierto, que en torno a dos terceras partes de la lejía que consumimos en España han salido de nuestras plantas. Ercros suma en la actualidad unos mil trescientos profesionales; una cifra considerable pero que podríamos relativizar si tenemos en cuenta que, en los años 50, una planta como la de Flix reunía en torno a mil quinientas personas. Pese a la envergadura de la compañía, nos caracterizamos por una gran agilidad en la toma de decisiones.

 

No nos basta una cuenta de resultados positiva si no garantizamos la seguridad, el respeto por el medio ambiente y el bienestar de las personas

Para Ercros, estos principios se revelan fundamentales e irrenunciables para el perfecto equilibrio de la organización, pues no nos basta con que la cuenta de resultados arroje un saldo positivo si acusamos problemas de siniestralidad laboral; o bien, si no reducimos el índice de nuestras emisiones; o si nuestro equipo humano no está alineado con los valores de Ercros. Asimismo, estamos comprometidos con la responsabilidad social, con el propósito de devolver a nuestro entorno parte de nuestros beneficios a través de acciones que, mayoritariamente, se canalizan en aquellos puntos donde ubicamos nuestros centros productivos, colaborando en distintos eventos e iniciativas y con varias organizaciones.

 

Con ganas de aumentar mi compromiso solidario en Cambrils, mi ciudad, mientras preparo un nuevo libro

Siempre me he preguntado si, cuando tomamos parte en alguna de las decisiones de nuestra vida o nos inclinamos hacia un criterio o hacia una posición determinados, tenemos toda la información para poder formarnos un criterio objetivo o bien deambulamos por la vida adoptando decisiones a la ligera; si hemos indagado lo suficiente o nos dejamos influir por comentarios frívolos. En torno a este hecho, que acaba determinando muchas veces nuestra personalidad y forma de ser, gira el libro que estoy preparando, que analiza cómo diariamente recibimos un alud de opiniones sesgadas que nos acaban haciendo creer que estamos autorizados a defender tesis de todo tipo de temas: legales, tecnológicos, epidemiológicos… Ese es uno de mis inminentes proyectos personales, un tercer título que vendría a sumarse al segundo que escribí, Soc un mentider, un recopilatorio de cuentos cortos para adultos, cargados de acidez, que concebí como un simple divertimento. Otro de los cambios que vislumbro en mi horizonte a corto plazo es implicarme aún más en la asamblea local de la Cruz Roja en Cambrils, donde me posiciono para ser el próximo presidente local. Me motiva a ello atender a la solicitud que me trasladaron tiempo atrás y poder continuar, así, sirviendo al pueblo que me vio nacer y del que me siento muy orgulloso. Me considero muy de Cambrils; tanto que, en ocasiones, llego a verbalizarlo sin que me hayan inquirido al respecto. Creo que las personas deberían exhibir ese apego a sus orígenes, y me entristece comprobar que hay quienes muestran desdén hacia su lugar de nacimiento.

 

Mi amor por Tere es lo más grande de mi vida

Además de a Cambrils, me siento profundamente unido a Tere, mi esposa, con quien llevamos más de cuatro décadas caminando juntos, ya que iniciamos nuestra relación con un noviazgo de once años. Le profeso un profundo amor, y así lo plasmé por escrito en mi primer libro, donde expresé mi deseo de seguir rellenando muchas carpetas azules con ella y escribiendo muchos capítulos conjuntos a lo largo de la vida, en la que solo nos tenemos el uno al otro, ya que perdí a mis padres y a mi hermano y carecemos de hijos. En ella encuentro el sostén imprescindible en el que respaldarme, y su comprensión en momentos difíciles ha servido para hacerme mejor persona.