Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sr. Umberto Milesi – Industrias Galfer

Barcelona

1952

Director general de Industrias Galfer, S.A.

 

17-3-2023

 

«Nuestros frenos lo frenan todo menos nuestro avance hacia el futuro». Este acertado eslogan define a la perfección la inquietud de una empresa que dedica gran atención, y una ingente inversión, al I+D. La transición dentro de la automoción de las cuatro a las dos ruedas se reveló como un acierto estratégico, convirtiendo a la firma en una referencia en el mundo de la competición. La pasión que derrocha su equipo es también responsable de que la compañía se haya consolidado como un codiciado reclamo para las grandes marcas del sector.

 

 

 

Desde mi infancia solía visitar la fábrica familiar donde me sentía como pez en el agua

Soy el menor de cinco hermanos nacidos en el seno de un matrimonio italiano que llegó a Barcelona en el primer tercio del Siglo XX. Siempre fui el protegido de la familia, pues a mi condición de benjamín puedo añadir el de inesperado, toda vez que un lustro me separa de mi hermano más joven y que con mi padre, Maffio, me llevaba más de cincuenta años. Paradójicamente, llegué al mundo el mismo mes y año en que se fundó la empresa, en el barcelonés barrio del Poble Nou; una industria vinculada estrechamente a mi infancia porque mi progenitor solía llevarme a menudo a la fábrica. Me encantaba acompañarle y me sentía como pez en el agua en ese entorno, donde solía encomendarme a uno de sus empleados de mayor confianza. Éste, que observaba un carácter casi tan paternalista como mi padre, me cogía de la mano y me llevaba a un colmado donde la dueña nos preparaba unos sublimes bocadillos de sobrasada tan altos como yo. Invertía media hora en devorarlos, y eran tan deliciosos que quedaron grabados en mi memoria, convirtiéndose en uno de los principales motivos para acudir a la compañía paterna. Años más tarde, ya en la primera adolescencia, fui alimentando otras atractivas razones para dejarme caer por ahí, pues había un SEAT 600 con el que daba vueltas por las calles de los alrededores. Aprendí a conducir de este modo tan insólito, en una época en la que las vías de nuestra ciudad no eran tan transitadas ni tampoco existían controles tan rigurosos.

 

Mi padre, hombre de memoria portentosa e inmensamente culto, alimentó en mí la afición por la ópera, la prensa, el teatro o el fútbol

Industrias Galfer no fue la primera empresa fundada por nuestro padre, pues anteriormente había creado una comercial dedicada a la exportación y a la importación. Gozaba de una memoria portentosa. Recuerdo que, en una ocasión, a raíz de un trabajo escolar, se me ocurrió trasladarle una pregunta en torno a La Ilíada. Estuvo un cuarto de hora recitándome en latín versos de esa epopeya griega narrada por Homero. Era un hombre inmensamente culto, que alimentó en mí la afición por la ópera o el teatro, pero también, el fútbol. Había nacido en Ventimiglia, una pequeña localidad de la Liguria, fronteriza con Francia y a orillas del Mediterráneo. Llegó a España en 1933 y quedó fascinado por este país. Recaló primero en Sevilla, para más tarde trasladarse a Madrid y, finalmente, sellar su flechazo definitivo con Barcelona, posiblemente por ese apego al mar propio de sus orígenes. Al estallar la Guerra Civil, y ante el cariz que adoptaban los acontecimientos, decidió regresar a Italia junto a mi madre y la primogénita, María Teresa. Regresarían a Barcelona en 1940, ya con el segundo de los hijos, Alfredo, quien nos precedió a Rosanna, Giorgio y a mí mismo. Nuestro padre ejercía un fuerte liderazgo familiar, inspirando un profundo respeto sin que ello estuviera reñido con su carácter cercano y afectuoso. Hombre de trato agradable, atesoraba un gran don de gentes y constituyó toda una referencia para mí, incluido el espíritu empresario. Pero, también, esa inclinación a sumergirme en los periódicos. Todavía en la actualidad disfruto de la sosegada lectura de los diarios en papel, costumbre heredada de mi padre, quien siempre solía tener a mano un ejemplar de La Vanguardia y otro de alguna cabecera italiana, generalmente La Stampa o Corriere della Sera.

 

La entrega absoluta de mi madre a la lectura hacía que tuviera respuesta para cualquier pregunta que pudiera plantearle

Nuestra madre, Stefania Tongiorgi, dedicó su vida a nuestra educación. Era una persona omnipresente en nuestras vidas, además de revelarse como una mujer de gran cultura. Tenía respuesta para cualquier pregunta que pudiera plantearle. Era lo más parecido a una enciclopedia, pues podía consultarle cuántas patas tiene un ciempiés guineano y darme la respuesta correcta. Yo mismo me encargué en alguna ocasión de contrastarlo y nunca la sorprendí en un renuncio. A ello contribuía, probablemente, su entrega absoluta a la lectura. Parecía haberlo leído todo y, al hablarle de alguna novedad editorial, ese libro ya había pasado por sus manos y podía compartir comentarios sobre el mismo… Aquello era muy enriquecedor, porque suponía disponer de un nutrido fondo editorial sumado a una persona que te orientaba acerca de la lectura de cada título. Ella logró sobrevivir al trágico accidente de tráfico que segó la vida de mi padre y de mi hermana mayor. Iban en coche, junto con la hija pequeña de María Teresa, a Palamós, donde teníamos una casa junto al mar en la que veraneábamos. De la Costa Brava guardo muy buenos recuerdos de juventud. Y alguna anécdota divertida, como cuando iba a pescar con mi padre. Yo solía salir con mis amigos franceses y belgas y regresaba a altas horas de la madrugada. En una ocasión, mi padre, que acostumbraba a madrugar, se levantó justo cuando yo acababa de llegar. Él, creyendo que me había despertado antes que él, me propuso salir de pesca. Por razones obvias, evité informarle de la situación y fue así como zarpamos en una excursión bastante prolongada. Al regresar, le trasladó a mi madre cierta preocupación, «pues este chico se duerme al timón», diciéndole que tal vez deberían consultar a un médico. Mis hermanos, que sospechaban cuáles eran las auténticas razones de esa somnolencia, afortunadamente, supieron disimular sus risas.

 

Tras cinco años trabajando en la Unión Europea en Bruselas, regresé a Barcelona dado que mis hermanos me reclamaron para reconducir la empresa familiar

Mis padres me educaron en la cultura del esfuerzo. Y su vida era un reflejo del esfuerzo por adquirir cultura, tanto por la lectura de periódicos y libros como por la asistencia frecuente a representaciones de ópera o teatro. Es algo que contrasta con el entorno actual en el que se mueve la sociedad, estimulada a acceder fácilmente a contenidos inconsistentes y cuyo perfecto exponente hallamos en la propia Wikipedia, que nos transporta con un solo clic a un conocimiento de nula profundidad. Todo parece basado hoy día en la antítesis de aquella cultura, porque todo se adquiere de la manera más inmediata, sencilla y menos costosa en términos de tiempo y esfuerzo. Mi escolaridad transcurrió inicialmente en el Liceo Italiano, pero a los catorce decidieron trasladarme a un internado en Puigcerdà, donde disfruté de un par de años de estupenda adolescencia hasta que, finalmente, culminé mi etapa preuniversitaria en el Speh. Tras ello, me matriculé en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la UB para cursar Económicas: tres cursos que rubriqué con un par de años más de grado. En esa etapa, en la propia Facultad, conocí a una chica belga con quien entablé una intensa relación y a quien decidí seguir cuando regresó a Bruselas. Hallé empleo en la Unión Europea. Permanecí en la capital belga cinco años, hasta que, habiendo fallecido nuestro padre, mis hermanos me reclamaron para reconducir la empresa familiar. Habría podido disfrutar de una vida mucho más sosegada en Bélgica, donde amasé las mejores amistades de mi vida. Pero, visto en perspectiva, y pese al desgaste que supone la vida empresarial y que me costó un ictus hace tres años, me siento mucho más afín a este entorno y he disfrutado mucho más, ya que en la función pública todos los meses son iguales.

 

Con mi hermano Giorgio, pilotamos la transformación de la empresa para focalizarnos en el sector de las dos ruedas del motociclismo

Cuando regresé a Barcelona, tenía sobre la mesa la propuesta de un compañero brasileño de Facultad para poner en marcha una empresa en su país. Estuve tentado de ceder a esa sugestiva idea, pero finalmente opté por el proyecto familiar, que obligó a una dura transformación. En aquellos primeros años de la década de los ochenta, nuestro modelo de negocio estaba concentrado en SEAT. Éramos una compañía monoproducto y monocliente, pues casi el 85% de nuestra facturación iba destinada a ese fabricante automovilístico. Decidimos transformar la firma y, manteniéndonos en el sector de la automoción, optamos por abandonar las cuatro ruedas y focalizarnos en las dos del motociclismo; un entorno muy distinto y que, con el tiempo, se ha ampliado también hacia el ciclismo. Giorgio y yo éramos unos apasionados de las motos, de este modo, los dos menores de la familia pilotamos esa transformación, tras haber detectado las necesidades de ese nicho de mercado. En ese momento, asistíamos a una expansión de las firmas japonesas de motocicletas. Como en todo mercado emergente, ese nicho estaba poco salvaguardado y adolecía de recambios. Pasamos de prestar servicio casi exclusivo a un solo cliente a contar con múltiples marcas a quienes abastecer y con un seriado distinto de productos. La estrategia tenía todo el sentido porque, además, la automoción es un club exclusivo de multinacionales donde es difícil entenderse con ellas si no tienes su dimensión. Asimismo, nos introducíamos en un entorno donde existía menos competencia y había mayor hueco. En nuestro primer mensaje publicitario supimos trasladar al mercado nuestra propuesta de valor, con la foto de un tren que arrastraba distintas pastillas de freno, a modo de vagones, para reflejar nuestra amplia variedad de soluciones en ese sentido.

 

Haber acumulado el acervo intelectual de trabajar con primeros equipos se reveló como una gran ventaja competitiva

Durante los primeros años de transición, continuamos prestando servicio a SEAT. Un cambio abrupto hubiera puesto en riesgo la continuidad de nuestra empresa y habría dejado sin suministro a la empresa automovilística, lo cual tampoco deseábamos. En esos momentos le suministrábamos a SEAT tanto pastillas como forros de freno. Una de las ventajas de haber sido proveedor de esta firma es haber acumulado el acervo intelectual de trabajar con primeros equipos, lo cual se reveló como una gran ventaja competitiva, al habernos habituado a unas determinadas formas de trabajar y a alcanzar unos estrictos niveles de calidad. Ahora mismo ese constituye uno de nuestros principales objetivos: tener mayor presencia entre los primeros equipos, tanto de motociclismo como de bicis. Estamos colaborando con marcas de referencia como KTM, Beta, Triumph y, en breve, con Ducati, mientras que en ciclismo lo hacemos con firmas líderes como Orbea, Megamo o Bianchi.

 

Somos el reclamo más deseado de los equipos de I+D de todos los constructores

A lo largo de nuestra trayectoria hemos realizado un gran esfuerzo para conseguir las homologaciones y las certificaciones que avalen nuestra calidad, por lo que ahora podemos aprovecharlo para ampliar ese capítulo a otros primeros equipos relevantes. Somos una referencia en el mercado y, gracias al posicionamiento adquirido, los equipos vienen a buscarnos. Somos el reclamo más deseado de los equipos de I+D de todos los constructores. Saben que disponemos de una gran capacidad de reacción, porque contamos con una gran autonomía en el desarrollo de suministros. Si un constructor nos solicita una modificación en sus frenos y un disco nuevo, una labor que en condiciones normales suele reclamar un plazo en torno a los ocho meses, podemos proporcionarle una solución en forma de pieza física testable en siete días o, a lo sumo, un par de semanas. A partir de las características del vehículo y de los deseos que nos trasladan, transformamos esa idea en una realidad en 3D. Los equipos de competición necesitan agilidad, para poder rectificar en el mínimo tiempo posible cualquier parámetro. Nosotros trabajamos con un producto químico, la pastilla de freno, que incorpora una veintena de componentes que transformamos mediante presión y temperatura para lograr un determinado resultado, modificando sus propiedades. Aunque en cierto modo es pura alquimia, al contar con el registro de decenas de miles de pruebas nuestro índice de fiabilidad es muy alto. Ahora mismo el negocio de los primeros equipos concentra algo más del 40%, frente al cerca del 60% del aftermarket (el segmento del recambio libre). Nuestro propósito es mantener el nivel de este segundo negocio y crecer en el de los primeros equipos.

 

«Nuestros frenos lo frenan todo menos nuestro avance hacia el futuro»

Industrias Galfer se caracteriza por la producción de pastillas y frenos para motocicletas y bicicletas. Se trata, en definitiva, de materiales de fricción que complementamos con los discos de freno, el oponente natural de las pastillas. A corto plazo, vamos a dar un interesante paso, con una aportación orientada en el entorno del ciclismo. Viene a corroborar nuestro talante innovador, que ya se evidenció en 1988 al patentar el disco Wave, cuyo diámetro exterior ya no era redondo. Aquella fue una innovación revolucionaria, como lo demuestra que, desde entonces, las motos de Kawasaki, Honda y Yamaha lo incorporan a su sistema de frenado. Una de cada tres unidades en el mundo sale de fábrica con esos discos, lo cual nos ha permitido seguir invirtiendo y nos ha animado a continuar mejorando nuestros productos. Eso nos ha llevado a un nuevo sistema de acoplamiento interior-exterior para discos flotantes o al disco Cubiq, que modifica sus tradicionales ventanas circulares por otras que pueden ser octogonales o hexagonales. Detrás de todos esos desarrollos hay muchas horas de estudio y pruebas en túnel del viento o en el banco de ensayo para lograr un producto tangible que ofrezca un frenado efectivo con el mínimo desgaste y el menor ruido. En el mercado estamos considerados como una marca Premium y las firmas líderes de las dos ruedas prefieren pagar algo más y acudir a nosotros por la confianza que nos hemos labrado a lo largo de más de siete décadas de trayectoria. Nuestra inversión en I+D supera el 16% de nuestra facturación, aunque si fuéramos estrictos y contabilizáramos todo el esfuerzo que realizamos en ese capítulo sería muy superior, pues hay múltiples aspectos asimilables al mismo. Al realizar pruebas en circuitos de velocidad incurrimos en una serie de gastos ingentes, como el propio alquiler de la instalación, las ambulancias de rigor, el personal, vehículos que debemos contratar… Hay un lema que ejemplifica fielmente tanto nuestro espíritu como nuestro cometido: «Nuestros frenos lo frenan todo menos nuestro avance hacia el futuro». Se trata de un argumento que deriva de otro eslogan que utilizamos en su día y que resulta también muy ilustrativo: «Solo nos queda frenar el tiempo».

 

Lo que valoramos principalmente es la pasión; además, invertir en talento es una apuesta ganadora

Nuestro equipo está formado por más de cien profesionales, la mayoría de los cuales cuentan con titulación media o superior. Los técnicos de FP se complementan muy bien con los ingenieros. Al mismo tiempo, proporcionamos formación a aquellas personas que lo precisen. Uno de mis mayores orgullos reside en trasladar la inversión, tanto de I+D como formativa, a resultados industriales. Aunque procuramos captar talento formado, lo que valoramos principalmente es la pasión. Si tenemos que optar por un ingeniero cum laude y otro que no lo es, en última instancia será la motivación demostrada el factor determinante que nos haga decantar por un candidato u otro. La pasión mueve montañas y cuando ves a un ingeniero capaz de renunciar a un sueldo mayor por la ilusión de trabajar en un proyecto atractivo no tienes ninguna duda sobre quién va a arrojar mejores resultados. La gente apasionada por su trabajo aterriza el lunes con nuevas ideas que han estado barruntando durante el fin de semana. Invertir en talento es una apuesta ganadora. Bien es verdad que acusamos cierto déficit en lo que respecta a personal de oficios. Los ingenieros cubren una faceta conceptual importante, pero las empresas estamos también necesitadas de personal operativo, capaz de embadurnarse las manos con grasa. El problema no reside en la inexistencia de un contrato de aprendizaje, pues somos conscientes que, al incorporar a un joven, durante los primeros seis meses será improductivo y supondrá un coste y ningún ingreso. La Administración no ha prestado suficiente atención a la FP, cuyos estudios mantienen un inmerecido estigma. Cuando hay elecciones comprobamos que, durante la campaña, no se aborda este debate, pese a tratarse de un problema social y no estrictamente empresarial. En el mismo sentido, en la necesaria recuperación del tejido industrial, a los responsables políticos ya no les pediría ayuda: bastaría con que no nos pusieran palos en las ruedas.

 

Queremos ampliar nuestras instalaciones en Catalunya y poner en marcha

 una planta en China para proveer a los fabricantes de vehículos locales

Nos mudamos a Granollers en 2008, en plena crisis. Tuve la suerte de que la empresa se hallaba muy saneada a nivel financiero. En esa fecha, apostamos por una mayor profesionalización de la compañía, con un Consejo de Administración que asumiera el gobierno estratégico de la misma y un Comité de Dirección encargado de la ejecución cotidiana de la actividad. A ello hay que añadir la incorporación de José María Sánchez en calidad de director de Operaciones, que ha liderado la transformación de nuestro gran taller en una industria con mayúscula, en la que contamos con una alta capacidad de producción con unos muy elevados estándares de calidad, imprescindibles para atender un segmento tan exigente como es la automoción. No nos hemos planteado deslocalizar la fabricación, pero sí vamos a poner en marcha una planta en China con el propósito de prestar servicio a los potenciales clientes de ese país, donde cada vez hay más fabricantes de vehículos que necesitan proveedores locales. El único modo de suministrarles componentes es mediante una joint venture o instalándonos ahí, dado que los aranceles de entrada son muy severos. Por otra parte, estamos proyectando una ampliación de nuestras instalaciones. Hubiéramos deseado concretarla en el propio polígono en el que nos hallamos, pero está resultando muy complejo dar con una ubicación óptima. Y, al mismo tiempo, estoy preparando el relevo en la dirección, que supondrá una satisfacción porque he encontrado al sustituto adecuado en la persona de mi yerno, la pareja de mi hija mayor. Él trabajaba para empresas multinacionales, con una trayectoria ascendente y relevante. Cuando le trasladé la propuesta, enseguida detecté su entusiasmo e ilusión, que se añadía a esa pasión motera tan importante para trabajar en esta industria. Su potencial permite vislumbrar que me va a superar. Solo hace falta ponerle un poco de aceite y gasolina para que empiece a funcionar con la misma precisión y eficacia que nuestros productos. Seguramente no me apartaré del todo, conociendo mi apego a la empresa. De lo que se trata es de poder seguir aportando mi experiencia sin entorpecer. Al mismo tiempo, deberé mantener cierta actividad de representación corporativa, pues a lo largo de muchos años he fraguado unas relaciones con el entorno profesional a las que hay que dar continuidad en paralelo al traspaso de responsabilidades.

 

La toma de decisiones es uno de los aspectos más apasionantes para el empresario, además de ser muy gratificante cuando los resultados son positivos.

Al estallar la pandemia, suspendimos la actividad durante veintiséis días. Pero, al llegar el mes de mayo, decidimos retomar la producción, adoptando las medidas cautelares oportunas. La cartera de pedidos había caído por completo, y aun así habilitamos tres turnos. El Consejo de Administración consideraba que aquello era una locura, pero la alternativa de aplicar ERTEs o enviar al paro a nuestros profesionales era un escenario que preferimos descartar. Aquello se reveló como un absoluto acierto, porque el mercado muy pronto evidenció las carencias de suministro, ya que no había recambios para nada, y pudimos experimentar un notable crecimiento. La toma de decisiones es uno de los aspectos más apasionantes para el empresario; además de ser muy gratificante cuando los resultados son positivos. Pero forma parte de nuestro cometido la asunción de riesgos y la valoración de si corresponde asumirlos, teniendo en cuenta que sus consecuencias repercuten, en nuestro caso, en más de un centenar de personas y de familias.

 

Un hombre afortunado por el prestigio labrado por Galfer en el mercado y por la familia que me ha correspondido

La familia, precisamente, constituye para mí el principal motivo para dar continuidad a esta compañía y haber declinado una golosa propuesta de compra. No es de extrañar el interés suscitado, dado que Galfer es un bombón, además de tener un ambiente laboral excelente y el prestigio labrado en el mercado. Por ello, me considero un hombre afortunado; también por la familia que me ha correspondido, pues mis cuatro hijas (Diana, Lia Estefania, Romina y Nadia) son cuatro mujeres magníficas, con una gran inquietud por conocer y progresar y que están desarrollando sus respectivas carreras en el ámbito de la Publicidad, de la Medicina, de la Ingeniería y de la Abogacía. Romina, quien trabajó conmigo, ha acabado creando una startup, de nombre ATHOS, orientada a la producción de pies de gato personalizables en 3D; una solución extrapolable a otras disciplinas deportivas y que, de algún modo, revela cierta herencia en lo que a inquietud investigadora y desarrollo empresarial se refiere.