Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sra. Krasimira Stoyanova – Punto Culminante 06 y Telebotella

Plovdiv (Bulgaria)

1974

Directora general y fundadora de Punto Culminante 06

Propietaria de Telebotella

 

30-3-2023

 

La detección de oportunidades y el aprovechamiento de la coyuntura condujeron a esta empresaria labrada a sí misma a poner en marcha una plataforma logística que cuenta con una flota de cuarenta vehículos y que se ha especializado en la cadena de frío. Su inquietud y su olfato para los negocios le llevó a abrir una nueva línea de actividad en la que fue pionera: el reparto de comida a domicilio. Su perspicacia le permite augurar que la distribución deberá acentuar sus esfuerzos en sostenibilidad.

 

 

«Si meditas las decisiones, los resultados que obtienes son muy distintos»

Llegué al mundo en una de las principales ciudades de Bulgaria, Plovdiv, cuando todavía se mantenía levantado el Telón de Acero, por lo que tanto mi infancia como mi primera juventud transcurrió bajo el régimen soviético. Aquella era una época en la que sufríamos múltiples carencias y de la cual guardo el recuerdo de que, cuando teníamos que celebrar un cumpleaños o alguna festividad señalada, recurríamos a las tartas caseras, ante la imposibilidad de conseguir un pastel. Esa tradición quedó tan arraigada que, a pesar del paso del tiempo, cuando la familia se reunía con motivo de algún aniversario continuábamos elaborando esos dulces en casa. Todo eso no evitaba un ambiente de felicidad, propiciado por unos padres y unos abuelos que me dispensaron cariño, tanto a mí como a mi hermano Georgi (equivalente a Jorge). Tal vez por su dilatada experiencia, la sabiduría acumulada y su manera de entender el mundo, los abuelos tienen la capacidad para dispensar un amor más puro y dulce. Con ellos disfruté muy buenos momentos, especialmente en verano. Pero también con mis padres compartí unas vivencias extraordinarias, sobre todo por el corte pedagógico que les otorgaba su condición de docentes. Tanto Stoyan como Ganka nos apoyaban en nuestros estudios, nos enseñaron a pensar con lógica y estimularon nuestro sentido crítico ante la realidad. A través de su carácter trabajador, nos inculcaran la cultura del esfuerzo. Pero nuestro padre nos subrayaba la necesidad de hacer las cosas con cabeza. «Si meditas las decisiones, los resultados que obtienes son muy distintos», nos decía.

 

Todo aquello que no necesitamos, la naturaleza se encarga de canalizarlo para que llegue adonde realmente se requiere

Stoyan era profesor de Física y un amante del conocimiento empírico. Se mostraba crítico con el sistema educativo imperante en nuestro país, porque, a su entender, no fomentaba la reflexión ni el pensamiento. Por ello, y con el propósito de divulgar su proyecto pedagógico, nos preparó a unos pocos compañeros y a mí para un olimpiada científica internacional; todo ello basado en experimentos en laboratorio, sin el concurso de ningún libro. De este modo, por ejemplo, en vez de memorizar que Newton había descubierto la ley de la gravedad, comprobábamos de primera mano el comportamiento de los cuerpos al caer. Obtuve un tercer puesto en una edición de esos certámenes a los que optamos gracias a la inquietud de mi padre, quien también se sumaba gustoso a los campamentos de verano que se organizaban y que propiciaban un estrecho contacto con la naturaleza, además de un valioso aprendizaje. Por su carácter obligatorio, y porque incluían trabajos colaborativos como la recogida de manzanas, esos campamentos eran cuestionados por algunas personas. Nuestra retribución era testimonial y distaba mucho del salario que percibían quienes trabajaban en el campo. Sin embargo, valoro muy positivamente aquella experiencia, que nos permitía conocer el valor de las cosas. De hecho, acude a mi memoria una vez en la que mi padre me proporcionó una crucial lección de vida sobre, precisamente, ser capaz de relativizar lo que nos pasa y poder ver más allá de nuestra limitada perspectiva. Fue con ocasión de unos barquillos que yo había comprado con un dinero que me había dado mi abuela. Los guardé en una mochila, a la espera de comérmelos cuando me apetecieran. El día que acudí a buscarlos, comprobé que habían desaparecido, lo que causó que rompiese a llorar de impotencia. Después de que mi padre me preguntara por ello y yo le hubiera puesto al corriente, me dijo: «Si tienes algo que te sobra, a alguien le falta». Pese a su perfil eminentemente científico, mi progenitor se apoyaba en tesis humanistas como esta para educarnos. Y ese día me di cuenta de que, en efecto, todo aquello que no necesitamos, la naturaleza se encarga de canalizarlo para que llegue adonde realmente se requiere.

 

Cualquier empresario debe albergar inquietud creativa para poder impulsar permanentemente su proyecto

Nuestra madre era profesora de Matemáticas, y se caracterizaba por brindarnos una educación más estricta y disciplinada. Sin duda, ese rigor que empleaba me ha servido años más tarde para mi trayectoria como empresaria; una carrera que poco podía imaginar en mi infancia porque no tenía antecedentes familiares que la pudieran propiciar. También mi afición por el deporte contribuyó a mi enriquecimiento en valores que me han sido útiles en ese itinerario. Tanto en la infancia como en la juventud practiqué un sinfín de disciplinas, alentada por lo bien que se me solían dar todas ellas. La pasión que alimenté por el deporte se vería en el futuro replicada en el arte. Creo que cualquier persona que lidera un proyecto empresarial debe albergar inquietud creativa para impulsar permanentemente iniciativas que contribuyan al crecimiento del equipo y de la firma en su conjunto. Especialmente, son las pymes las que mayormente deberían apoyarse en la creatividad, para diferenciarse frente a las grandes corporaciones y poder, de este modo, aportar a la sociedad la propuesta de valor que no está al alcance de esas compañías de mayor envergadura. Tampoco la formación adquirida me perfilaba como empresaria, pues cursé Derecho en la Universidad de St. Cyril y St. Methodius de Veliko Tarnovo, ciudad que ostentó la capitalidad de Bulgaria hasta 1889, cuando se trasladó a Sofía. Compatibilicé mi etapa universitaria con mis primeros escarceos laborales, a fin de suponer la menor carga posible para mis padres. Eso me llevó a trabajar como dependienta en una tienda de ropa o en una cadena de producción de bollería; pero, también, prácticamente al final de la carrera, en un bufete de abogados donde concurrían especialistas de Derecho Civil, Derecho Penal y Derecho Laboral. Ahí adquirí un nada desdeñable aprendizaje, al tiempo que me permitió comprobar que el mundo real dista mucho de la perspectiva que se vive en las aulas universitarias, donde en ocasiones se incurre en cierta visión endogámica.

 

No alcanzaba a entender que, existiendo compromisos adquiridos, se pudiera ceder ante un incumplimiento de contrato

Aunque los estudios de Derecho me resultaron gratificantes y enriquecedores, el contacto con el entorno legal real me decepcionó. Me resultaba difícil comprender los consejos de mi tutor en Derecho Laboral, quien abogaba por pactar con la otra parte antes que acudir a juicio. Señalaba que resultaba menos costoso para el cliente y que las expectativas de éxito eran más altas. Pero yo no alcanzaba a entender que, existiendo documentos firmados y compromisos adquiridos, se pudiera ceder ante cualquier abuso o incumplimiento de contrato. Chocaba con mi concepto de la justicia, interiorizado ya desde niña, cuando trabajaba en el campo y los beneficios obtenidos se repartían de manera solidaria. Tras concluir mis estudios superiores, me ofrecieron la posibilidad de continuar en la Universidad, en calidad de asistente del profesor de Derecho Civil. Pero preferí continuar en ese bufete, donde permanecí durante un año, hasta que viajé a Barcelona por motivos de ocio con quien entonces era mi pareja. El enamoramiento de la capital catalana fue instantáneo, pues alberga un encanto difícil de explicar, semejante a otros enclaves que han conseguido cautivarme, como Nueva York o Belgrado. Tan como en casa me sentí, que decidí que la Ciudad Condal fuera mi destino para el resto de mis días. Mi pareja convino que resultaba mucho más fácil poner en marcha un negocio aquí que en Bulgaria, donde el sistema económico mantenía un enfoque monopolístico que penalizaba mucho a las pymes. El año 2000, por tanto, resultaría muy significativo para mí, puesto que, a la par que aterrizaba en Barcelona, también llegaría al mundo mi hijo: Nikola.

 

Fundé Punto Culminante 06, una compañía que adquirió velocidad de crucero desde el primer momento

Los dos primeros años en Barcelona estuve familiarizándome con el nuevo entorno y prestando la máxima atención a mi hijo. Mi pareja consiguió encontrar trabajo; inicialmente, de manera irregular, porque no disponíamos de permiso laboral. Dada la necesidad que existía de mano de obra en este país, de manera especial en el sector del transporte, el Gobierno impulsó algunas medidas que propiciaron que pudiéramos regularizar nuestra situación. De este modo, en 2002 inicié mi carrera profesional en esta ciudad, en concreto atendiendo la tienda de Cerabella, un fabricante de velas en cuyo establecimiento vendíamos tanto dichos artículos de cera como objetos de regalo, aprovechando el tráfico turístico alentado por su ubicación en el Barri Gòtic. Mi dominio del inglés facilitó mi acceso a este puesto, donde permanecí durante un par de años. A continuación, me incorporé a la empresa BTS Servicios Logísticos en calidad de supervisora. La estancia en esa compañía fue clave, pues, más allá de la experiencia adquirida en el ámbito logístico, ahí conocí a Ana Moneo, directora general de esa firma y la persona que me transmitió su confianza para convertirme en empresaria. Fue ella quien me hizo ver que reunía las cualidades para emprender mi propio proyecto y quien se brindó a prestarme su apoyo. De este modo, el 4 de julio de 2006 fundé Punto Culminante 06, una compañía que adquirió velocidad de crucero desde el primer momento, favorecida por el dinamismo del mercado. Dos años después, sin embargo, al estallar la crisis inmobiliaria, nos enfrentamos a nuestros primeros problemas. Mucho personal que hasta entonces había estado prestando servicio en la construcción recurrió a comprar furgonetas para efectuar transportes por su cuenta, lo cual constituía una clara competencia desleal. Había que buscar una solución ante ese complejo escenario, y entonces decidí buscar valor diferencial en el transporte con temperatura controlada, un nicho donde todavía existía espacio de negocio. Con este propósito, alquilé una nave con cámaras de frío en Cerdanyola del Vallès, donde recepcionábamos fruta y verdura para su posterior distribución. Al mismo tiempo, nos beneficiamos de la contratación de nuestros servicios por parte de algunas empresas que, ante la coyuntura económica, habían decidido aligerar su estructura fija y recurrían a la externalización de la actividad transportista.

 

Me adelanté varios años a Glovo o Deliveroo en la distribución de bebidas y alimentos

En 2010 puse en marcha mi segunda línea de negocio. Tanto la diversificación de los clientes como el disponer de ese almacén me habían llevado a reflexionar sobre la posibilidad de ampliar la actividad hacia el servicio al consumidor final. Atender al cliente particular se erigía en un reto que me resultaba muy seductor y, simultáneamente, que veía factible, toda vez que dominábamos perfectamente cuanto hacía referencia al almacenaje, la distribución y la entrega en la última milla. Para ello, me hice con la licencia de Telebotella, una marca que habían fundado en 1998 dos hermanos madrileños y que habían protagonizado el primer servicio de delivery en Barcelona. De este modo, me adelanté varios años a Glovo o Deliveroo en lo que a distribución de bebidas y alimentos se refiere, con actividad a lo largo de los 365 días del año. Aunque la atención al público final se revela más compleja que las entregas B2B, entraña menos riesgo, porque el volumen de clientes es mucho más alto, con lo que, si alguien deja de realizarte pedidos, el impacto es menor y es más fácil suplirlo con la demanda de otro. Cuando iniciamos esta actividad existía todavía el debate acerca de si resultaba lícita la venta de bebidas alcohólicas a partir de las once de la noche. La legislación, finalmente, permitió la entrega de este tipo de productos en el entorno doméstico. No fue tampoco sencillo encontrar personal, ya que en esa época la gente no estaba acostumbrada a trabajar de noche y de lunes a domingo, algo que, en la actualidad, ya es más común, favorecido en parte por los comercios de conveniencia regentados, mayoritariamente, por paquistaníes. Ahora la sociedad ha abrazado este tipo de servicio que permite conseguir comida preparada a cualquier hora de la madrugada, cuando regresas de la discoteca, si estás alojado en un hotel o, incluso, si deseas organizar una fiesta privada en casa.

 

Nuestro equipo observó un comportamiento ejemplar con las entregas gratuitas a las personas de mayor edad durante la pandemia

El estallido de la pandemia provocó cambios significativos en nuestra actividad. Por una parte, porque tuve la oportunidad de comprobar el espíritu solidario de mi equipo, cuando les expusimos el deseo de realizar entregas gratuitas a las personas de mayor edad, dadas las complejas circunstancias. Todos los integrantes observaron un comportamiento ejemplar, brindándose de modo voluntario a ese cometido. Obviamente, había que respetar una serie de estrictas medidas sanitarias para efectuar ese servicio, al igual que el resto de encargos. Afortunadamente, el Gobierno entendió que nuestra actividad era esencial, pues con nuestra contribución ayudábamos a superar una inaudita situación. Aquellas fueron unas semanas frenéticas, en las que había que redoblar esfuerzos para poder atender toda la demanda. El controvertido escenario me puso ante la disyuntiva de ampliar el equipo o renunciar a la entrada de un mayor número de pedidos. Ése constituye uno de los principales desafíos a los que se enfrenta un líder empresarial: la toma de decisiones; una faceta en la que hay que demostrar capacidad de análisis para que la solución elegida sea acertada y no perjudique la marcha de la compañía. Finalmente, opté por la subcontratación de personal. La ampliación de los recursos humanos evitaba algo que no podíamos permitirnos, como era negarles el servicio a los clientes. Por otra parte, la etapa del coronavirus supuso un punto de inflexión para las empresas, pues hasta entonces era posible realizar planes a varios años vista, estableciendo una cierta estrategia. Una vez superado ese fatídico ciclo, nos hemos asomado a un escenario en el que prima la incertidumbre y la planificación deviene más compleja. Al mismo tiempo, hemos asistido a una revolución tecnológica que, más allá de la familiarización con las videoconferencias como sistema de comunicación, se manifiesta con la proliferación de aplicaciones en todos los entornos, incluido el logístico.

 

Las pautas en el sector de la paquetería a menudo resultan inasumibles por sus condiciones inhumanas

Aunque en nuestros inicios realizábamos servicios de mensajería y paquetería, decidimos abandonarlo, al tratarse de un nicho muy explotado y con mucha competencia. Ahí son los grandes operadores como Amazon quienes marcan las pautas de la actividad, que a menudo resultan inasumibles por parte de los chóferes, sometidos a un régimen inhumano. Preferimos especializarnos en el transporte frigorífico, un nicho en el que existe espacio para las pymes como la nuestra y cuyo servicio está más valorado que el de la paquetería. Para ello, es necesario contar con vehículos homologados para transporte con temperatura controlada y que garanticen que, en ningún momento, se produce una ruptura de la cadena de frío, lo cual supone una garantía de que el producto llega al consumidor en las condiciones óptimas. Es un requisito muy exigido por las empresas del canal HORECA, pero también del sector de la distribución. Tengamos en cuenta que algunos de nuestros clientes no liquidan las facturas si no se les proporcionan los certificados de control que acreditan que se ha respetado la cadena de frío a lo largo de todo el trayecto. Contamos con un equipo de medio centenar de profesionales, así como con una flota propia de cuarenta vehículos. Mi hermano, que se convirtió en socio de la compañía en 2019, es quien coordina el Departamento de Operaciones, incluido el taller de mantenimiento y de reparación con el que decidimos equiparnos. La decisión no responde tanto al deseo de abaratar costes en la atención de los vehículos como a la necesidad de asegurarnos de que disponemos de ellos en todo momento o de que podemos resolver cualquier problema en el mínimo plazo.

 

Habría que hacer pedagogía para que el consumidor acudiera a recoger su pedido on-line a puntos habilitados

La nuestra es una empresa de servicios logísticos 360º, pues podemos cubrir las necesidades de las empresas desde que un artículo abandona el proceso de producción hasta la entrega al usuario final, con la posibilidad de almacenar la mercancía o de garantizar la llegada urgente; incluso extremadamente urgente, pues en Barcelona podemos asegurar la entrega en quince minutos. La competitividad en este servicio es un tema controvertido, como quedó patente en la última edición del Salón Internacional de la Logística, SIL, cuando se cuestionó la sostenibilidad de tal práctica. El consumidor final se ha acostumbrado a recibir sus pedidos cómodamente en su casa, un hábito que se ha visto todavía más estimulado durante la pandemia, y cuya proliferación favorece la contaminación atmosférica, la congestión de tráfico y la generación de residuos por la necesidad de utilizar un mayor número de embalajes. Algunas empresas de paquetería están «educando» erróneamente al cliente, acomodándolo, cuando habría que hacer pedagogía en sentido contrario, habilitando puntos verdes y taquillas integradas a las que el consumidor pueda acudir para recoger su pedido on-line. O, cuando menos, aplicar un importante recargo a quienes deseen la entrega doméstica, a fin de desincentivar ese comportamiento que tan perjudicial resulta para el conjunto de la ciudadanía.

 

Cambio de hábitos de consumo en favor de la sostenibilidad medioambiental

Por las mismas razones de sostenibilidad aducidas en el punto anterior, la compra de proximidad es un concepto que tiene que acabar imponiéndose; tanto como consumidores finales como en el B2B. Las empresas europeas que en su día decidieron externalizar su producción en Asia se están dando cuenta de que la fabricación en esos países ya no resulta tan competitiva, ya que, al encarecimiento de los precios y la subida del coste de la mano de obra hay que sumarle la huella medioambiental que genera el transporte desde esas tierras tan lejanas. Respecto al vehículo eléctrico, confieso mi escepticismo como solución básica del futuro. En mi opinión, y a la vista de las distintas tesis que vienen circulando últimamente, el coche eléctrico será una de tantas alternativas, que convivirá con otras como el motor alimentado por una mezcla de combustible con materia sintética.

 

Negociamos con embajadas y otros organismos para favorecer que se cubran las necesidades en el mercado laboral

Muchos de los integrantes de nuestro equipo humano son personas de origen extranjero que consiguieron regularizar su situación después de haber empezado en nuestra empresa. Conozco de primera mano este problema, pues yo también lo sufrí en su momento y creo que la sociedad debería invertir esfuerzos para erradicarlo. Existen motivos más que razonables para ello, dado que Europa acusa en estos momentos carencias en lo que se refiere a recursos humanos, especialmente en el área del transporte. España dispone, además, de la suerte de poder nutrirse de inmigrantes. Sin embargo, el Gobierno no brinda facilidades para su llegada, con lo interesante que resultaría poder reclamar, en origen, un determinado número de personas para atender las necesidades en un sector en concreto y, de este modo, satisfacer la inquietud de las empresas, al tiempo que se resolvería la vida de ciudadanos de otros países que desean labrarse un futuro mejor. Por ello, uno de nuestros proyectos reside en negociar con embajadas, cámaras de comercio y otras organizaciones internas para facilitar dicho proceso. Publicitamos nuestras ofertas en esos organismos, lo cual permite acelerar los trámites de acceso a los permisos de residencia y de trabajo. Bien es verdad que, en alguna ocasión, nos hemos encontrado con alguna sorpresa desagradable, pues en algunos de esos países la corrupción es una práctica arraigada y tuvimos la sensación de que pretendían obtener una compensación económica, algo que no estábamos dispuestos a aceptar, sobre todo porque, si ese comportamiento nos resultaba reprobable, menos aún queríamos contribuir a perpetuar unos hábitos tan deleznables como poco éticos. Lo que deseamos es que, algún día, pueda alcanzarse un sistema organizado que facilite la inserción de personas al mercado laboral de manera regulada y que evite cualquier tipo de explotación.

 

Nos hemos equivocado al favorecer una generación de cristal sumamente protegida

Como padres, nuestra generación se ha equivocado al favorecer una «generación de cristal» sumamente protegida. Resulta lógico que deseemos que nuestros hijos disfruten de un futuro mejor al nuestro, pero no acertamos al otorgar un prestigio desmedido a determinadas carreras laborales asociadas a los estudios universitarios y al estigmatizar otras opciones, un hecho que ha provocado que, en la actualidad, muchos jóvenes desestimen trabajar como transportistas. Para mí, cualquier profesional merece el mismo respeto y toda persona debería poder desarrollar el oficio que le gusta. Queda claro que aquellas expectativas que depositamos en el futuro de nuestros hijos no se han visto satisfechas, pues hoy en día un recién titulado a duras penas puede aspirar a un salario algo superior a los mil euros, lo cual contrasta con los ingresos que consiguen percibir ciertos técnicos, dadas las carencias existentes de fontaneros, cerrajeros, electricistas…

 

Ilusión y orgullo al pensar que puedo haber inspirado a mi hijo Nikola la elección de su carrera

Me satisface comprobar que Nikola, en cierto modo, ha decidido seguir mis pasos. Cuando, en su día, le preguntamos qué itinerario se planteaba, respondió sin titubear: «ADE. Quiero estudiar Empresariales, ser directivo y pilotar una compañía». A la ilusión de pensar que puedo haberle inspirado en la elección de esa carrera se le une la posibilidad de compartir con él iniciativas y experiencias. Estoy convencida de que también él me puede aportar propuestas de nueva generación, más sostenibles, más apoyadas en la tecnología, más orientadas a objetivos… Ignoro si querrá dar continuidad a nuestra compañía. Será algo que él deberá decidir voluntariamente, pues si una cosa deseo evitar es traspasarle un negocio que le pueda representar una «condena». Sé que puede plantearse retos incluso mucho más altos y que, en cualquier caso, sus aportaciones a la sociedad serán valiosas, tanto porque es una excelente persona como porque atesora brillantes ideas.