Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sra. Lourdes Castellsaguer Lloveras – Sismede

Mataró (Barcelona)

1972

Directora general de Sismede

 

11-2-2023

 

Retos y soluciones. Así resume esta empresaria la actividad en la que se ha especializado su compañía: la seguridad. Sus puertas y elementos se integran en complejos sistemas que puedan garantizar la llegada a tiempo de la policía antes de la comisión de un delito. Al ingenio exhibido por su padre, fundador de la firma, le ha añadido la inversión constante en I+D+i, a fin de hacer frente a las necesidades del mercado y, sobre todo, de superar las exigentes pruebas a que son sometidos sus productos.

 

 

 

Mi hija no ha tenido tantas oportunidades de lacerarse las rodillas, pero sí de hacer volar la imaginación

La puerta de mi vida se abrió en el Maresme, donde discurrió una infancia a caballo entre mi Mataró natal y Sant Andreu de Llavaneres, población de la que era originaria mi madre, Lourdes Lloveras, y donde disfrutábamos de unos entrañables veranos en casa de mis abuelos y más tarde en nuestra nueva casa en el campo. Ahí encuentro mi primer recuerdo de infancia, cuando, con apenas cuatro años, intentaba perseguir en bicicleta a mi hermano mayor, Josep, y a un par de amigos que se lanzaban a toda velocidad por unos caminos en los que no asomaban los peligros a los que podrían enfrentarse los chiquillos de hoy en día. Eran unos tiempos felices y sin preocupaciones, en los que invertíamos horas e ilusión construyendo cabañas con cañas, maderas y cajas de tomates; una época en la que el reloj discurría lentamente y en la que hallábamos diversión de la manera más sencilla: elaborando croquetas con agua y arena, trepando por los árboles o recolectando piñas que abríamos a golpe de piedra para llevarnos a la boca sus sabrosos piñones. Poco nos importaban los rasguños que acusábamos cada dos por tres. Desde la distancia, casi me apena no haberle dado la oportunidad a mi hija para que se lacerara las rodillas como yo, aunque ha tenido tiempo de aburrirse y hacer volar la imaginación.

 

He heredado el buen trato que mis padres intentaban dispensar a todo el mundo, ya que me gusta ser una buena anfitriona

La llegada de mi hermana menor, Anna, completaría cinco años más tarde un hogar que rebosaba felicidad. Poco se pensaría ella que se incorporaría a la empresa familiar antes de la pandemia, igual que tambien estuvo involucrado mi hermano hace años, aunque finalmente se dedico a las telecomunicaciones, su vocación. A ello contribuía el cuidado de nuestra madre, quien, pese a haber acumulado estudios, abandonó su trayectoria profesional para dedicarse a la familia y a la administración de la economía doméstica, sin que ello le impidiera dar rienda suelta a su inquietud para seguir formándose. En cambio, con nuestro padre, Josep, no existía tanto contacto, pues su entrega al trabajo le mantenía en la empresa durante largas horas. Era en los fines de semana cuando compartíamos más tiempo con él y pudimos comprobar la inventiva que atesoraba. Se trataba de un hombre poco convencional, con un punto de genio, que buscaba alternativas rompedoras, con una visión que iba mucho más allá y le permitía dar una interesante y creativa dimensión a sus proyectos interioristas. Se había formado en decoración en la Llotja, pero era asimismo un erudito de la mecánica, de los motores y del diseño Industrial. Invertía incontables horas devorando libros sobre motores, que constituían una de sus principales aficiones junto a las colecciones de arte y maquetas de motores que recopilaba. Tanto él como mi madre se caracterizaron por su bondad y generosidad, procurando ayudar al prójimo. Creo que he heredado el buen trato que intentaban dispensar a todo el mundo, dado que me gusta ser una buena anfitriona; un papel que ya acostumbraba a ejercer en mi juventud, cuando venían invitados a casa y hacía gala de un espíritu hablador, a pesar de mi carácter reservado, para facilitar la comodidad de nuestras visitas, al mismo tiempo tanto mis hermanos como mis padres siempre nos hemos mostrado naturales y sin pretensiones.

 

Hay que aprender a diferenciar entre la gente que te hace crecer y aprender, de la que se mueve solo por interés, y hacerte valer

Mi escolaridad se inició en un colegio de monjas y halló continuidad en el instituto Súnion de Barcelona. Al margen del cambio que significó pasar de una escuela de niñas a una institución mixta, la principal diferencia residía en el tiempo diario que invertía en el desplazamiento a ese centro barcelonés: hora y media de autobús, tanto para la ida como para la vuelta. Pese a los agotadores viajes, aquella fue una enriquecedora experiencia, que me permitió abrir los ojos y espabilarme, pues el proyecto educativo del Súnion era innovador y reclamaba al alumnado asumir protagonismo. Fui creciendo y salvando los obstáculos hasta que, culminado el Bachillerato, decidí cursar dos años de Imagen y Sonido en el colegio Sant Ignasi. Esa etapa de FP, que abracé posiblemente por la desorientación propia de la juventud y mi afición por la fotografía, fue el paso previo a mis estudios de Dibujo y Diseño en el centro Diac. Aquellas materias encajaban mejor con mi perfil y mis habilidades con el de dibujo, con el que me sentía muy cómoda y segura, ya que es lo que inconscientemente me conectaba con el diseño que mi padre había impregnado en nuestra casa y todo lo que nos rodeaba. El itinerario formativo contemplaba tres cursos, tras los cuales había que elaborar una tesis para una escuela asociada de interiorismo en París que expedía un título de alcance internacional y que otorgaba cierta homologación europea, más el título de la Llotja de Barcelona de decoración/ interiorismo. En paralelo, en los dos últimos años estuve trabajando en un taller de carpintería, diseñando muebles, habitaciones. Previamente, durante los veranos ya había ayudado en la empresa paterna o en empresas de mi padre, preparando y diseñando fotolitos, atendiendo el teléfono o cualquier recado que fuera menester. Resulta sano asumir tareas durante la etapa estudiantil, independientemente de que estén vinculadas o no a la disciplina para la que te estás formando. Es una manera de adquirir responsabilidades y compromiso, de profundizar en la cultura del esfuerzo en la que nos educaron nuestros padres. Incluso en una ocasión llegué a asumir el diseño de un estand para una empresa, pese a que me habían advertido que probablemente no me pagarían por ello. Lo hice como una práctica, sabiendo que de ahí extraería un aprendizaje. Hay aprender a diferenciar entre la gente que te hace crecer y aprender, de la que se mueve solo por interés, y hacerte valer

 

Deberíamos fomentar más el acceso de la juventud a la cultura

Ya desde mi juventud prestaba casi mayor atención a la cultura que a lo tangible. Si toda nuestra familia era una devota aficionada a la lectura, yo le añadía mis inclinaciones artísticas, dedicando mi escaso tiempo libre a pintar; pero, también, a la fotografía, al deporte, a acudir al cine, al teatro o, y a disfrutar en conciertos musicales de los grupos de moda. Asistir a un concierto constituye una de mis principales aficiones, ya sea de jazz, pop o rock, o visitar una exposición de arte o fotografía. La cultura es lo que de verdad nos enriquece como humanos. Deberíamos fomentar el acceso de la juventud a esa faceta, alentando ya desde las primeras edades su sensibilidad hacia todo ese entorno. En este país, por otra parte, no se tiende a prestar suficiente atención a la cultura. Mi hija, que estuvo cuatro meses estudiando en el Reino Unido, se quedó admirada al comprobar que ahí se valoraba tanto o más saber tocar el piano o dominar las técnicas de dibujo o teatro, que obtener la máxima calificación en Matemáticas; aunque es cierto que con la ESO, han mejorado mucho las posibilidades artísticas y de diseño.

 

Si realizas tu cometido de manera adecuada, los clientes te respetan tanto si eres hombre como mujer

Antes de sumarme a la empresa familiar, fundada en 1978 por mi padre, ya había alimentado ciertas inquietudes profesionales. Así, cuando estaba en ese taller de carpintería, decidida a progresar en mis conocimientos y conocer mejor el terreno donde debía moverme, expresé mis deseos de visitar las obras, poder tomar medidas in situ y no limitarme simplemente a dibujar. Asimismo, también asumí un par de proyectos de unas amigas que abrían sendos puntos de venta en el centro comercial Mataró Park, donde pude dar rienda suelta a mi creatividad, especialmente en una tienda de moda. Fueron unos trabajos realizados en paralelo a mi incorporación a Sismede, en la que mis principales cometidos residían en dibujar en perspectiva, y a mano, todas y cada una de las piezas metalúrgicas que fabricaban y coordinar los diferentes industriales de aire acondicionado, pintura etc. Al cabo de un año, recibí una propuesta de una empresa de interiorismo en Barcelona que me tentó. Mi padre, sin embargo, me ofreció que me quedara, pues había detectado mi dominio en el Autocad y valoraba muy positivamente la experiencia que había adquirido en el contacto con los clientes. Nunca sabré cómo habría sido mi carrera profesional de haber aceptado esa alternativa, pero no me arrepiento, pues mi progenitor me proporcionó autonomía para desarrollarme y conseguí crecer. No importaba que el entorno fuera mayoritariamente masculino. Nunca tuve problema de género alguno. Si realizas tu cometido de manera adecuada, los clientes te respetan independientemente de que seas hombre o mujer.

 

La clave para triunfar en una empresa reside en saber rodearse de los mejores profesionales

Trabajar en una empresa familiar plantea ventajas e inconvenientes. La posibilidad de asumir responsabilidades brinda unas enormes oportunidades para aprender, aunque sea a través de los errores. Afortunadamente, supe cultivar las relaciones personales con los profesionales que me rodeaban, observando un profundo respeto por su labor, desde el albañil y el electricista hasta el arquitecto. A fin de cuentas, en esa estructura organizativa yo no dejaba de ser un eslabón industrial más de cualquier proyecto. Resultaba apasionante palpar el terreno, tomar medidas, trasladarlas al equipo y comprobar que, más tarde, todo encajaba según lo previsto. La clave para triunfar en una empresa reside en saber rodearse de los mejores profesionales. En esa época empecé a establecer relación, asimismo, con los departamentos inmobiliarios de las entidades bancarias; sobre todo, cajas de ahorro. Aunque al principio me imponía hablar con aquellos ejecutivos, con el paso del tiempo fui adquiriendo soltura, desparpajo y dominio de la situación. Nuestra compañía había ido creciendo, pues, si en el momento de mi ingreso, en 1996, el equipo lo integraban treinta personas, en 2007 llegamos a sumar cuarenta y siete. Incluso podríamos haber ampliado la plantilla, pero tuvimos la prudencia de evitar sobredimensionar la compañía y algunas producciones las externalizábamos. Esa decisión se revelaría afortunada con ocasión de la crisis de Lehman Brothers, cuyo estallido llegó en un momento en que trabajábamos tan a destajo que ni tiempo teníamos para preparar un catálogo de producto. La venta era continua y la única preocupación consistía en no fallar a los clientes.

 

Sistemas antibalas y blindajes diseñados por mi padre que nos consolidaron en la seguridad bancaria

Sismede trabajaba con varios bancos y cajas, fruto de los contactos que mi padre había labrado ya en los inicios de la empresa cuando, concentrado en la decoración, había desarrollado rótulos de acero para identificar esas entidades. Gracias a su afición en el campo de tiro de Mataró y sus conocimientos en ese ámbito, se había abierto las puertas para la implantación en las oficinas de sistemas antibalas que él mismo había diseñado; combinando diferentes materiales, pasando por acero y metacrilatos entre otros, con los ensayos balísticos correspondientes. Esto solucionaba el riesgo de muertes por atracos, debidos a la proliferación de la droga ocasionada en los años 80, que había provocado un aumento considerable de los atracos que reclamaba actuaciones en las agencias bancarias. Aquello permitió el despegue de la compañía, pues la decoración no arrojaba tamaño nivel de negocio. Poco después, idearía un sistema que evitaba que una bala pudiera rebotar en la bandeja donde se depositaba el dinero en las operaciones bancarias y evitando posibles accidentes que podían ocasionar una muerta accidental. Nos habíamos consolidado en lo que a sistemas antibala y blindaje se refiere. Más tarde, empezaríamos a fabricar puertas de acceso, coincidiendo con la retirada del blindaje de vidrio de las oficinas por razones comerciales. La frenética actividad llevaba aparejada una presión de las entidades para que abaratásemos los precios, lo cual, unido a la necesidad de pagar horas extra para atender toda la demanda, impactaba de lleno en nuestros márgenes.

 

Preferíamos arriesgarnos e invertir en I+D que entrar en una lucha de precios con productos sin valor añadido…

A raíz de la crisis de 2008, el negocio se reveló menguante durante diez años. Ante esa situación, la alternativa residía en obtener nuevas homologaciones y no apalancarnos. Tenía muy claro que, pese a la coyuntura, la solución pasaba por destinar recursos a innovar. Preferíamos invertir en I+D y tener que cerrar que arriesgarnos a morir con una lucha. Sin innovación, una empresa no tiene sentido. Al mismo tiempo, en 2011 entró en vigor una nueva legislación que endurecía las condiciones de fabricación de ciertos productos que producíamos: peanas, placas de anclaje para cajeros, etc. Eso nos obligaba a efectuar nuevos ensayos, lo cual llevaba asociada una nueva dotación económica que estrangulaba nuestro presupuesto. Por fortuna, algunas noticias nos alentaban a continuar adelante, como la confianza demostrada por Indra en Sismede al solicitarnos el desarrollo de unas puertas de alta seguridad certificadas para embajadas europeas en el exterior, como Paquistán o Yemen; países que reclamaban altos estándares en seguridad, donde nos habíamos ya especializado y donde nos erigíamos en una referencia en el sector. Tanto es así que, en un determinado momento, nos propusieron integrarnos en ADSI (Asociación de Directivos de Seguridad Integral), en calidad de patrocinadores, dada la excelencia de nuestros productos. A ese ingreso se le sumó, poco después, la incorporación a AES (Asociación Española de Empresas de Seguridad). Formar parte de esos colectivos resulta interesante por el networking que se establece y la posibilidad de colaborar y acceder a información relevante de actualidad y de explorar vías de colaboración con otros profesionales. En la actualidad, soy vocal de ADSI, lo cual reclama destinar parte de mi tiempo a esa entidad; una labor en la que compañías competidoras estamos colaborando en pro del beneficio común. El mundo de la empresa ha evolucionado mucho, puesto que, cuando mi padre fundó Sismede, existía una gran competitividad entre las distintas firmas, mientras que ahora se tiende a fórmulas de partenariado y B2B. He aprendido mucho de este tipo de iniciativas que son más enriquecedoras y colaborativas.

 

En última instancia, la seguridad es tiempo

El contacto con otras empresas del sector nos ha facilitado el acceso a trabajar cada vez más con empresas de seguridad integradoras; compañías homologadas por la policía, que desarrollan proyectos y se encargan de la instalación de los distintos elementos que forman parte de esos sistemas de seguridad: alarmas, cámaras, puertas… La calidad de nuestros productos propicia que esas mismas empresas se conviertan en nuestros principales valedores, al informar de las prestaciones de los mismos. Por supuesto, eso requiere la superación de estrictas pruebas por parte de empresas especializadas que, a su vez, han sido contrastadas oficialmente para poder expedir los certificados de garantía. Básicamente, se trata de Applus+ y Aitex, que realizan ensayos basándose en una certificación europea Aenor y a las que les facilitamos nuestras puertas para que las sometan a golpes y disparos y para que las intenten abrir mediante métodos de fuerza. Cada nuevo producto reclama una auditoría, lo que equivale a una inversión y mejora continua. Y lo mismo sucede con los cambios legislativos, que comportan que tengamos que supeditar esas referencias ya validadas a nuevos ensayos. La ventaja de todo ello es que se reduce el número de competidores en el mercado, al quedar al margen aquellos que concurren con prácticas desleales. La seguridad, en última instancia, es tiempo; el necesario para que la policía pueda acudir a evitar el delito a partir de la detección de una irregularidad por parte de alarmas o cámaras. Los expertos integradores de sistemas deben evaluar en cada caso qué tipo de dispositivos hay que instalar, pues no es lo mismo el tiempo que invierte la policía en llegar a un piso en el centro de Barcelona que a una casa aislada en la montaña, y que se complementan con nuestros productos de seguridad física ganando tiempo en su conjunto.

 

Cierta parte de la sociedad tiende injustamente a estigmatizar a los cuerpos policiales

No somos conscientes de la eficiencia de los cuerpos policiales de nuestro país. Tanto los Mossos d’Esquadra como la Guardia Civil, la Policía Nacional o las policías locales cuentan con excelentes profesionales que garantizan nuestra seguridad y que, pese a hallarnos en nivel 4 de alerta terrorista (sobre un máximo de 5), podemos pasear tranquilamente por la calle sin que, en general, haya que lamentar grandes incidencias. Por razones que no acierto a entender, cierta clase política suele estigmatizar a menudo y de manera injusta a ese colectivo y a atribuirle exclusivamente carácter represor, cuando constituye la garantía del orden. En estos dos últimos años hemos empezado a blindar comisarías policiales, tanto autonómicas como locales. Fue a raíz de unos altercados en una comisaría que trascendió, cuando pudimos dar respuesta inmediata a la necesidad de sustituir los cristales por otros de más seguridad. Previamente, habíamos trabajado con el Departamento de Interior, al ofrecerles mamparas con ocasión de la pandemia. La etapa de la Covid-19 fue especialmente dura, pues esa crisis estalló justo cuando nos estábamos recuperando de la de 2008, aun así, no detuvimos la actividad. Es más: en esa época redoblamos los esfuerzos para poder salir adelante. No fue fácil, porque la mayoría de obras quedaron detenidas, algo que impactó en nuestras cuentas.

 

El valor añadido que ofrecemos reside en el asesoramiento aportado, y nuestra versatilidad nos ha permitido acometer otros retos

Sismede dispone de cuatro líneas de negocio. La que marcó nuestros inicios fue la Banca, y tres nuevas líneas desde el 2009, la primera se centra en las infraestructuras críticas, como pueden ser accesos a centros de control aéreo, Ferrocarrils de la Generalitat, Aigües de Barcelona u otros como cuerpos de policía. La segunda corresponde a establecimientos de obligado cumplimiento, como joyerías, relojerías, loterías, agencias de cambio de divisas, etc. Y la tercera la integran las viviendas de alto standing, una línea en la que contamos con la colaboración de los integradores de sistemas y arquitectos, que nos recomiendan a sus clientes o directamente nos prescriben dentro de sus proyectos. Contamos con un amplio abanico de productos: puertas antibala (de fusil, pistola o revólver), mamparas, vidrios, mostradores, pasamonedas blindados con distintos niveles de seguridad… Pero nuestro cometido no consiste en instalar una puerta u otro elemento blindado y desaparecer. El valor añadido que ofrecemos reside en el asesoramiento aportado, no solo para superar el examen policial, sino también para que el resultado brinde un asesoramiento global para el cliente final, para la seguridad requerida, personalizada y con un cuidado diseño. Pese a nuestra especialización en ese nicho, nuestra versatilidad nos ha permitido acometer otros retos, incluida la ampliación de los banquillos del estadio del Barça.

 

Contamos con un clima laboral óptimo

En la actualidad, contamos con un equipo de veinticinco profesionales, entre los cuales se hallan diseñadoras de interiores, que a su vez tratan con los clientes para trabajar para conseguir proyectos y la posterior dirección equipo de 2 ingenieros y un diseñador de producto. Puedo afirmar con orgullo que, hoy en día, dispongo de una plantilla inquieta y entregada y, sobre todo, disfrutamos de un clima de trabajo excelente, tras haber incorporado a un par de jóvenes que se han adaptado muy bien a la estructura de la empresa y complementan a las más experimentadas que les dirigen. La actitud es un factor fundamental para la óptima integración en el equipo, así como también la inquietud por aprender y aportar ideas y soluciones, trabajando en equipo. Sin duda, hemos logrado una buena comunión entre los distintos miembros de Sismede, empezando con el equipo técnico y administrativo, siguiendo con el personal de fabricación; con personal veterano especializado y jóvenes con nuevas ideas y cultura del trabajo en equipo. Y culminando con el personal de montaje, que da un trato excelente a nuestros clientes y con vocación de servicio.

 

Un empresario tiene que estar preparado para reinventarse

Como empresa, no podemos rehuir nuestro compromiso con el planeta, por lo que debemos observar un comportamiento sostenible. Es un aspecto con el que me siento especialmente sensibilizada a nivel personal, pero me apena comprobar que la Administración se muestra muy exigente y, en cambio, no aporta ayudas a las pymes. Subvenciones como la de Next Generation, para favorecer la instalación de placas solares, o la del Kit Digital, favorecerían a las empresas, pero estas ayudas están dentro de una burocracia y sistemas que dificultan mucho a las pymes poder llegar a ellas. Con el paso del tiempo, hemos tenido que habituarnos a estos obstáculos. En los últimos años, además, asistimos a la implantación de continuas nuevas regulaciones en nuestra actividad, como la llamada ley del control horario, que va en contra del trabajo por objetivos que estábamos implantando los últimos años, o el nuevo Reglamento General de Protección de Datos; normativas, todas ellas, en las que se contemplan muchas inspecciones y sanciones, pero pocas ayudas alcanzables. Creo firmemente que estas regulaciones van en contra de la productividad. A base de superar obstáculos he aprendido a ser empresaria, con asesores internos y externos, expertos en el campo financiero y comercial, de los que he aprendido con los años a saber escoger los colaboradores más adecuados. En esta faceta, tienes que demostrar capacidad para pilotar un proyecto o, en caso contrario, buscar un negocio alternativo. Un empresario tiene que estar preparado para reinventarse.

 

Tenemos que apartar a nuestros hijos de la zona de confort 

No sé qué le deparará el futuro a mi hija Carla, pero tampoco me preocupa en exceso, pues lo que realmente deseaba es que ella pudiera escoger libremente su futuro. Ha elegido estudiar Global Communication Management, en Blanquerna, un hecho que me satisface, pues siempre se ha revelado como una buena estudiante y con las ideas muy claras. Experimentó un cambio espectacular y adquirió una gran madurez durante su estancia en Inglaterra. Creo que tenemos que sacar a nuestros hijos de la zona de confort, enviándolos si es posible a estudiar lejos del hogar, aunque sea dentro de nuestro país. Al principio, acusan el impacto que les genera un escenario desconocido y tener que enfrentarse a situaciones complicadas; sin embargo, eso les hace crecer, superarse a sí mismos y descubrir sus propias capacidades.