Volumen 14. Biografías relevantes de nuestros empresarios 2023 – Tomo 3

Sra. Montserrat Sugranyes Arimany – Esperta

Manresa

1959

Founding Partner & Manager de ESPERTA

 

18-1-2023

 

Las empresas son sus personas. Con esta premisa, heredada de su padre, y la inclinación hacia la psicología, esta profesional impulsó una organización que aporta herramientas para la mejora de la gestión de los equipos humanos. Subraya la necesidad de reconocer a las personas para lograr su compromiso con la compañía. Y no solo por parte de los jefes, sino también de sus propios compañeros. Porque, como nos explica, no hay mejor estímulo para que alguien se emplee a fondo que sentirse reconocido.

 

 

Una intervención quirúrgica en los ojos marca mi primer recuerdo de infancia

Está científicamente investigado que la inmensa mayoría de las personas registran su primer recuerdo en torno a los tres años. Fue precisamente a esa edad cuando experimenté un capítulo que quedó definitivamente fijado en mi mente, con ocasión de una intervención quirúrgica en la Clínica Barraquer. Todavía conservo la imagen de aquellos pasillos de granito gris con un dibujo chispeante; del camillero transportándome a través de ellos en un clima frío, con la sensación de sentirme absolutamente sola; y del miedo ante la situación a la que me enfrentaba. Así las cosas, no es de extrañar que mi segundo recuerdo vital me traslade a la siguiente etapa en esa experiencia, cuando acudí al centro para que me retiraran los puntos de sutura de los ojos; una operación que en aquellos años se realizaba sin ningún tipo de anestesia y sin la prudencia que en la actualidad se suele observar, cuando menos, con los menores. El doctor me advirtió que debía evitar moverme. Mi madre me prometió que, si seguía las instrucciones del médico, al salir me compraría todo lo que le pidiera. Creo que a ella le angustiaba tanto o más que a mí aquella delicada intervención.

 

Es muy importante para la infancia poder descubrir el mundo gozando de libertad

Soy la segunda de cinco hermanos que vimos la luz en el seno de una familia con origen en la Catalunya interior. Como mi madre, la escultora Elisa Arimany, estaba muy vinculada a su población natal, Sant Vicenç de Castellet, tras nacer residí un año en esta localidad, para trasladarnos después a Cerdanyola del Vallès, donde mi padre adquirió un terreno con el propósito de levantar una tejería. Mi abuelo materno le ayudó en ese proyecto empresarial, que incluía la construcción de nuestra casa en la propia fábrica de ladrillos. Era una vivienda de modestas dimensiones, si tenemos en cuenta que en ella nos alojábamos hasta unas quince personas, toda vez que el contable de la compañía, con siete hijos, también residía allí. Fueron cinco años muy felices, en los que llegaron mis otros tres hermanos y en que disfrutamos de un enorme patio para jugar: los cincuenta mil metros cuadrados que reunía el terreno. Gozábamos de libertad absoluta, porque nadie nos controlaba, y nos adentrábamos entre las cañas de los alrededores, descubríamos camadas de gatos, montábamos cabañas… Es muy importante en la infancia asistir a este tipo de experiencias, que suponen el primer contacto con el mundo. Constituye una etapa crítica a la que hoy en día se le ponen demasiadas cortapisas, porque las prácticas de crianza se han transformado y los niños están excesivamente protegidos, sin margen ni espacio para desarrollar sus propios recursos. Todo ello provoca que las nuevas generaciones muestren, salvo excepciones, escasa tolerancia a la frustración, que sean muy demandantes y abandonen con facilidad cuando no obtienen gratificación inmediata a sus deseos. Si debo esperar, ya no me interesa. Esa circunstancia constituye un serio problema de cara a las empresas para fidelizar a la generación Z.

 

Mi padre me insistía en que la empresa son las personas

La positiva progresión de la empresa familiar propició que, a los seis años, nos mudáramos a una casa de nueva construcción, también en Cerdanyola. Mi padre, Ramon, había exhibido una gran capacidad para desarrollar el negocio, a pesar de sus carencias formativas. Nacido en Calaf, procedía de un entorno rural muy cerrado y no pudo ir a la escuela más que un año. Pese a todo, su elevada inteligencia y su inquietud por la lectura le permitió forjarse su propio futuro, convirtiéndose en un hombre con una gran elocuencia, que articulaba muy bien sus ideas. Aunque se mostraba como una persona distante y exigente, se preocupaba extraordinariamente por cada uno de los integrantes de la fábrica, conociendo su nombre y sus circunstancias familiares. A menudo me recordaba que la empresa son las personas, una frase que quedó definitivamente grabada en mi memoria. Sin duda, fue la persona que ejerció más influencia en mi crecimiento, transmitiéndome valores como la honestidad, la integridad, el valor del trabajo o la disciplina a través de su propio ejemplo. Esa cultura del trabajo la pudimos vivir en primera persona con mis hermanos, pues los sábados acudíamos a la empresa a trabajar realizando tareas administrativas, por ejemplo. Como también experimentamos el rigor que mi padre reclamaba en la mesa, pues a la hora de comer no permitía que habláramos de frivolidades. Cualquiera de nosotros estaba invitado a romper el hielo, siempre y cuando fuera para compartir una conversación interesante en la que pudiéramos participar todos. La empresa familiar prosperó y se reconvirtió a fabricante de Gres, con especialidades técnicas para piscinas o pavimentos industriales. Mi hermano Marcelino, ingeniero, es quien sucedió a mi padre en la dirección general de la empresa familiar, y mi hermana Marta asume la dirección de marketing con mucho éxito. Somos cuatro hermanos que, con nuestros más y nuestros menos, siempre hemos permanecido unidos en las grandes decisiones relacionadas con el negocio.

 

Nuestra madre nos inculcó a sus hijas la voluntad de conquistar nuestra independencia

Nuestra madre, que actualmente tiene noventa años, fue una mujer adelantada a su época. Canalizó su enorme vocación artística hacia la escultura y la cerámica, compatibilizando su creatividad con la educación de sus hijos. A las cuatro hermanas siempre nos inculcó la voluntad de conquistar nuestra independencia para evitar depender de un hombre. Fue siempre una mujer con una visión muy feminista del mundo y quiso que supiéramos valernos por nosotras mismas para guiar nuestro propio destino y ser capaces de ganarnos la vida. En aquella época, en general, existía mayor ambición por parte de la mujer para progresar. Había inquietud por estudiar y ganar parcelas de poder. Entonces había un afán cualitativo y profundo en los anhelos de las chicas, substituido demasiado a menudo por un espíritu más materialista y de culto al cuerpo en la actualidad. Me siento afortunada por la época que me tocó vivir, y siempre defiendo que, visto en perspectiva, aquellas primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX constituyen de los mejores períodos de la historia de la humanidad; una etapa de progreso constante que contrastaba con la Guerra Civil que les tocó vivir a nuestros padres. Mi padre declinaba hablar de aquel capítulo bélico, en especial porque su progenitor, que había sido alcalde de un pueblo cercano a Calaf, fue encarcelado tras la delación de un vecino. A ello se le sumó la tuberculosis que contrajo en la prisión, un episodio trágico, pero a años luz del capítulo más luctuoso que nos tocó vivir en nuestra juventud, cuando perdimos a mi hermana Dolors, con dieciséis años, a causa de un accidente de moto.

 

Estudié Derecho y ejercí como abogada durante más de una década, pero descubrí mi verdadera vocación en EE. UU.: la psicología aplicada a las organizaciones

Siempre me revelé como buena alumna, aprovechando la virtud de adquirir fácilmente los conceptos, pues no tenía que estudiar demasiado para obtener calificaciones satisfactorias. Mi inquietud por aprender ayudó en ello, así como también mi facilidad a la hora de escribir y de expresarme; unas dotes que considero innatas. Yo quería estudiar Psicología, pero mi padre consideraba que cursar esta carrera no me permitiría ganarme la vida. En ese entonces, esta disciplina no gozaba del mismo reconocimiento y prestigio social que tiene en la actualidad. De este modo, acabé estudiando Derecho en la UAB, disciplina que nunca me apasionó. Finalicé los estudios a los veintiún años, edad en la que me independicé, compartiendo un piso con una amiga en Barcelona y trabajando en una empresa informática, donde asumí tareas administrativas. Ese primer trabajo fue la transición al ejercicio de la abogacía, cuando abrimos un modesto despacho junto a otros dos colegas. Entre los clientes se hallaban nuestra empresa familiar y mi propio padre, cuyos complejos asuntos me permitieron adquirir un gran aprendizaje, dado que en esas fechas hubo que hacer frente a una crisis interna que comportó que mis tíos dejaran de ser socios de la compañía. Años más tarde, y coincidiendo con un viaje a Estados Unidos para visitar a mi hermana mayor Rosa—que reside ahí desde hace cuarenta años—, mi vida profesional dio un vuelco. Ella me descubrió una metodología revolucionaria, Predictive Index, que aplicaba la Psicología a las organizaciones, al permitir conocer el potencial natural de las personas a través de distintos cuestionarios y recursos. Accedí a realizar el curso que me propuso y acabé de convencerme de que ahí residía mi auténtica vocación. Tras comprobar que en España no existía ningún distribuidor de ese producto, me ofrecí a importarlo, para lo cual mantuve distintas entrevistas en Boston hasta alcanzar un acuerdo con la empresa americana. Fue así que, en 1999, inicié una nueva trayectoria laboral, mucho más estimulante que la que me había mantenido durante una docena de años como letrada. Estaba determinada a canalizar mi talento hacia esa actividad, donde podía demostrar mi autentica valía. Mucho después, en 2008, haría realidad mi sueño de estudiar la carrera de Psicología, en la UOC: un capítulo del que disfruté enormemente.

 

Casi cualquier problema en una organización es un problema de personas

Los primeros pasos para comercializar el método Predictive Index no resultaron en absoluto fáciles. Fueron muchos meses de picar piedra, de llamar a puerta fría y buscar clientes de manera incansable, en completa soledad. Tardé un año en cerrar el primer acuerdo, con ACESA, lo cual propició que su filial, Saba, depositara su confianza también en esa metodología. Uno de los puntos fuertes de la misma reside precisamente en su capacidad de fidelización, pues, cuando se entiende y se aplica en una compañía, se comprueba su gran utilidad a la hora de abordar el problema de las personas. Mi cometido residía no solo en vender el producto, sino en impartir la formación correspondiente y ayudar en su implementación en los distintos procesos de la empresa, que pueden ser de selección, de desarrollo, de gestión de las personas, etc. Eso reclama múltiples habilidades, tanto comerciales como formativas, saber ejercer la consultoría… En definitiva, ayudar de manera integral a las compañías en la gestión de sus equipos. Nuestro producto, cimentado, básicamente, en la transferencia de conocimiento, logra un impacto cultural muy positivo en las organizaciones, porque aporta un criterio distinto en la gestión de sus personas. La formación podemos impartirla a los responsables de Recursos Humanos pero, en una segunda fase, los destinatarios pueden ser directivos, que a la postre son los que tienen que manejarse a diario con las personas, el factor clave en cualquier empresa. He podido comprobarlo a través de cientos de entrevistas con managers, quienes, cuando les he preguntado por cuáles son sus problemas, siempre han aludido a las personas. Nadie me ha hablado de que no le cuadran las cuentas o de problemas logísticos. El punto crítico siempre tiene que ver con la desmotivación, la falta de competencias, la insatisfacción, las rivalidades, etc., detectadas en el equipo; o, todo lo contrario: la proximidad y familiaridad que hacen que los problemas de uno arrastren al resto. Atraer al talento adecuado, conseguir su compromiso, dotarlo de propósito, desarrollarlo para que aporte valor al negocio, siendo productivo a la vez que proporcionando una experiencia óptima del empleado, todo ello constituye el caballo de batalla de cualquier directivo y de toda organización.

 

El liderazgo es un binomio que requiere conocer a la persona a la que lideras

Intervenimos en los programas de liderazgo de las empresas porque sus directivos necesitan herramientas para la gestión de las personas. Muchos de ellos han acudido a escuelas de negocios donde han adquirido diversos conocimientos, pero la gestión de las personas sigue siendo una asignatura pendiente. Es una labor compleja, que requiere habilidad para conseguir equilibrios internos en un entorno de fuerte competitividad y presión, puesto que, a menudo, se exigen resultados y objetivos muy ambiciosos. A través de nuestra metodología, les invitamos a descubrirse a sí mismos y a identificar sus inhibidores, para, así, comprender mejor al prójimo; porque el liderazgo es un binomio que reclama no solo conocerse a sí mismo, sino a conocer a la persona con quien tratas. Y entender que no debes tratar a ese individuo como desearías que te trataran a ti, sino como él necesita ser tratado, con lo que aprendes nuevas estrategias de gestión más personalizadas y adaptadas a cada estilo de conducta.

 

Con las dinámicas de grupo creamos vivencias y lazos que refuerzan la cohesión del equipo

Otra de las facetas más importantes del éxito de una empresa es la cohesión de sus equipos, que fomentamos mediante la dinámica de grupo, una actividad consistente en invitar a los miembros de un equipo a compartir una experiencia vivencial que facilite conocerse mejor entre ellos a través de distintas técnicas. Es similar a una sesión de coaching grupal, que propicia que cada miembro sea visto por el resto, no desde la mirada sesgada del observador, sino desde la autopercepción del observado; utilizamos un lenguaje muy constructivo que no juzga a nadie y que contribuye enormemente a generar lazos de confianza y a que la gente trabaje bien junta, de forma colaborativa. Es clave que los miembros del equipo aprendan a reconocerse entre ellos, porque, si bien es importante el reconocimiento que reciben por parte de sus jefes, también lo es que lo obtengan de sus compañeros. Esto genera una enorme complicidad y favorece el sentimiento de pertenencia de un grupo que comparte los mismos objetivos y trabaja con idénticos propósitos, todo lo cual incide positivamente en la cohesión del equipo. Las dinámicas de equipo se valoran muy positivamente por los que participan en ellas, en parte debido a que se comparte un espacio seguro distinto al lugar de trabajo habitual, en el que se pueden manifestar libremente y sin complejos de manera constructiva. Al mismo tiempo, resulta mucho más potente que una formación convencional porque es una vivencia que tiene gran impacto emocional. El recuerdo va vinculado a una emoción. Sin emoción, no hay recuerdo.

 

Somos seres sociales y necesitamos ser vistos, incluso para trabajar mejor

Todo el mundo atesora un talento, pero este solo aflora si alguien te mira y lo valora. En caso contrario, ni uno mismo es capaz de identificarlo. Es a partir de la interacción social cuando este talento consigue ese reconocimiento. Eso explica, por ejemplo, la adicción a los likes en las redes sociales, porque se busca la aprobación de nuestros semejantes. La gente suele abandonar una empresa al no sentirse reconocida. Somos seres sociales y, como tales, necesitamos ser mirados. En la década de los cincuenta, Ford llevó a cabo una serie de experimentos sociales en sus factorías para detectar cuáles eran las condiciones que favorecían la máxima productividad. Estudiaron un sinfín de situaciones: implantando unos determinados turnos, unos determinados descansos, poniendo música ambiental… Finalmente, llegaron a la conclusión de que los obreros trabajaban más y mejor cuando eran observados por los propios investigadores; dicho de otra manera, lo peor que le puedes hacer a un ser humano es ignorarlo, invisibilizarlo socialmente. A partir de aquí, tenemos que procurar optimizar el talento dándole a cada persona el tipo de trabajo en el que pueda sacar lo mejor de ella misma. A través de experiencias de aprendizaje, seminarios, dinámicas de grupo, etc., dotamos a las compañías de recursos que les permitan atraer, gestionar y optimizar su talento para alinearlo con la estrategia de su negocio y los resultados esperados.

 

No son las personas las que generan problemas, sino que suele ser en los sistemas donde recaen los defectos

Así como las dinámicas de grupo son actividades que requieren ser realizadas de manera presencial, impartimos muchas sesiones formativas vía on-line. La digitalización y la tecnología está incorporada a nuestra compañía y, tras estallar la pandemia, a los quince días ya estábamos en disposición para dar continuidad al servicio a distancia. Hay que decir, empero, que nuestro producto se centra, no solo en las personas, sino en la faceta más humana de las mismas. Es por ello que las nuevas tecnologías pueden ayudarnos a realizar nuestro cometido, pero no substituyen nuestra labor: porque los algoritmos no tienen conciencia. De hecho, la conciencia constituye uno de nuestros principales ejes de trabajo, porque apelamos notablemente al autoconocimiento. En la medida que más nos conocemos a nosotros mismos, más capacidad tenemos para modular nuestra conducta y las relaciones que establecemos. No obstante, hay que tener en cuenta que dicha capacidad no depende exclusivamente de las cualidades del individuo, dado que este puede conectar muy bien con un colectivo específico y, en cambio, no conseguir afinidades en otro. No siempre son las personas las que generan problemas o soluciones en sí, sino que suele ser en los sistemas donde recaen los defectos o las virtudes. Pero achacar la responsabilidad a un individuo resulta más fácil, cuando lo correcto debería ser analizar el sistema, porque la realidad es mucho más compleja. De ahí que en nuestro cometido prioricemos trabajar con grupos.

 

La relación presencial resulta imprescindible en las empresas

Nuestra dinámica laboral propicia que combinemos presencialidad en la oficina con teletrabajo. Aunque la tecnología nos permite salvar compromisos puntuales, la relación presencial resulta imprescindible en las empresas; especialmente, en aquellas vertientes más creativas. El impacto que genera el ser visto y reconocido, así como las relaciones y las conversaciones informales que se establecen en el equipo, redundan claramente en el vínculo y el compromiso que se adquiere con la entidad. A partir de ahí, es importante adoptar medidas flexibles para que el personal pueda conciliar sus responsabilidades profesionales con las familiares y particulares. El teletrabajo se basa en la confianza, en el convencimiento de que cada miembro del equipo sabrá organizarse y responsabilizarse de las misiones encomendadas.

 

Las nuevas generaciones están acostumbradas a una gratificación inmediata de sus deseos

El trabajo sigue siendo una parte central de la vida de las personas, como pude constatar a través de unos estudios intergeneracionales que llevé a cabo. Constituye un camino de desarrollo y de autorrealización como persona, así como el ámbito donde puedes tener mayor sensación de aportación de valor y contribución social. En el fondo, los valores de las distintas generaciones no han variado tanto; lo que ha cambiado es que las nuevas generaciones en el mundo occidental del bienestar están acostumbradas a una gratificación inmediata de sus deseos. Todo ello deriva, tanto del entorno digital —en el que encuentran con un clic cuanto necesitan— como de las prácticas de crianza mucho más protectoras a las que han sido expuestas. En la actualidad, los menores suelen discutir y negociar con los padres sobre los aspectos más cotidianos: desde los pantalones que deben ponerse hasta el tipo de postre que completará el almuerzo. En nuestro caso, veíamos en los padres a una autoridad que lideraba las decisiones. Hoy los jóvenes han crecido habiendo establecido una estrecha y singular comunicación con sus progenitores, lo que conlleva que esperen hallar una relación similar con sus jefes. Como a veces no ven correspondida esa comunicación, se decepcionan y desencantan.

 

En el tono empleado en el trato posiblemente se halla nuestro valor diferencial

Actualmente, nuestra plantilla la integran quince personas. Como no podía ser de otro modo, otorgo la máxima importancia a nuestro equipo. La aportación de cada uno de sus miembros resulta vital para el desarrollo de nuestra organización, donde estamos obligados a compartir mucho conocimiento, a analizar los proyectos, a debatir cómo acometerlos… Tengo la suerte de contar con dos socios, Pablo Ozonas y Silvia Pardo, que son excelentes profesionales motivados y muy comprometidos. Eso favorece un ambiente de trabajo que contribuye al crecimiento del equipo y, por consiguiente, de la compañía. En las dos últimas décadas venimos acumulando, año tras año, progresos, con una mejora exponencial muy destacable en el último ejercicio. Y todo ello, a pesar de la fuerte competencia a la que nos enfrentamos y con la que procuramos diferenciarnos por el trato. El tono empleado en nuestras distintas labores, desde las comerciales hasta las formativas, consigue transmitir los sólidos valores humanos de nuestra empresa. En ese delivery que le hacemos al cliente se halla posiblemente nuestro punto diferencial, como algunos de ellos nos han llegado a reconocer, cuando nos confiesan que les gusta trabajar con nosotros por nuestra manera de ser. El nuestro es un equipo multidisciplinar, con psicólogos, consultores y personal de soporte que nos permite prestar servicio a empresas de muy distintos sectores, contando con clientes de la relevancia de Puig, Grifols, Banc de Sabadell, Torres, Ferrer, Ocaso, Leroy Merlin, Sacyr… y muchas más.

 

No se fomenta el espíritu emprendedor en nuestro país

Por la relación con mi hermana mayor y por razones profesionales, conozco bien Estados Unidos. De ese país envidio la cultura emprendedora, pues ya desde la infancia se les inculca a los escolares esa inquietud, a diferencia de lo que ocurre aquí, donde la figura del empresario no goza de ese valor social. En cambio, distintas encuestas han confirmado un anhelo generalizado entre los jóvenes españoles por conseguir un trabajo seguro y estable como el que ofrece la Administración pública. Dado que viví el ambiente del negocio familiar desde niña, para mí crear una empresa ha sido algo orgánico y natural, y estoy segura de que, si más gente fuera educada como yo, mejoraríamos notablemente en este aspecto.

 

Satisfacción como madre ante la capacidad de mis hijos de forjarse su propio camino

Mis tres hijos, Ramon, Toni y Ricard, me hacen sentir muy feliz, pues mi aspiración como madre residía en que pudieran alcanzar la independencia en la vida. El primogénito reside en México y trabaja en una consultoría estratégica. Asimismo, me ha proporcionado la primera nieta, lo cual me colma de felicidad. El segundo trabaja en Londres en el ámbito financiero y ha demostrado sobradamente su capacidad para trazar su propio camino. El pequeño también vive en la capital británica y está recién incorporándose al mercado laboral en el ámbito de las ventas y el marketing. Criar a tres hijos, verlos crecer y ver cómo van encontrando su lugar en el mundo es, tal vez, una de mis principales satisfacciones en la vida.