Víctor Sanz, Alvaro Licona, Sergio Sanz
Fotografia cedida
TH, 9è VOLUM. Biografies rellevants dels nostres arquitectes

Sres. Víctor Sanz, Alvaro Licona y Sergio Sanz

sanzpont

Entrevistados el 7-3-2018.

Víctor y Sergio, dos hermanos gemelos perfectamente compenetrados supieron superar una situación familiar compleja en la infancia. Tras haber hallado en su padrastro el ejemplo en el ámbito empresarial, decidieron impulsar su propio negocio. Su pasión por la tecnología los llevó a ser pioneros en la propia universidad, donde sus profesores les pedían auxilio. Esa misma inquietud por la innovación la han venido aplicando a su firma, que cuenta con despachos coordinados en Barcelona, Cancún y Chicago.

El traslado a México y el divorcio de nuestros padres marcaron nuestras vidas

Nuestras vidas se encuentran tan estrechamente unidas como nuestra condición de gemelos. Somos los mayores de cuatro hermanos, fruto del matrimonio de Carlos Sanz, originario de Madrid, y de Josefina Pont, administrativa de profesión y natural de Barcelona. Nuestro progenitor es ingeniero en electrónica y su vida se ha orientado a los videojuegos. Su aspiración profesional residía en trasladarse a México para fundar una empresa, con la intención de regresar a los cinco años. El deseo de emigrar a ese país centroamericano lo cumplió cuando nosotros apenas habíamos cumplidos los tres y nuestro hermano Daniel acababa de nacer. Sin embargo, ya no regresaríamos y, definitivamente, nuestros padres arraigaron su vida en México, donde, transcurrido un lustro y justo después de haber nacido nuestro hermano Oscar, asistimos a su divorcio. Mientras nuestra madre decidió trasladarse a vivir a Cancún junto con nuestros hermanos pequeños, nosotros permanecimos en la capital, Ciudad de México, junto con nuestro padre. Dos años más tarde, no obstante, pasaríamos a vivir con ella. Sin duda alguna, la separación de nuestros padres marcó nuestra infancia. Asimismo, el traslado a México había reducido al mínimo nuestros vínculos familiares.

Nuestro padrastro, un ejemplo en el ámbito empresarial

En nuestras raíces resulta difícil encontrar a alguien cuya actividad esté relacionada con la arquitectura o, simplemente, con la creatividad. Nuestro abuelo paterno regentaba un taller mecánico en Madrid. Apenas tuvimos contacto con él durante su etapa profesional, pero cuando ya estaba jubilado sí venía a vernos a México con nuestra abuela una o dos veces al año. Por su parte, los abuelos maternos tenían una tienda en Barcelona que regentaba la abuela. Dado que Sergio vive en la capital catalana, cada fin de semana se reúnen, al igual que con sus tíos Jose y Roser, con quien mantenemos una estrecha relación familiar. El abuelo materno, lamentablemente, falleció cuando apenas teníamos diez años, poco antes de que nuestra madre decidiera casarse con Santiago Pizano, un emprendedor que contribuyó decisivamente a impulsar la ciudad de Cancún. En nuestro padrastro, con quien siempre hemos mantenido una excelente sintonía, encontramos un ejemplo, en especial en lo que se refiere a su espíritu empresarial. Él procedía de un pequeño pueblo de México y logró hacerse a sí mismo a través del esfuerzo. Con una gran determinación, transformó lo que era un espacio selvático en lo que hoy es dicha ciudad turística conocida internacionalmente. Y ese talante, unido a la colaboración que siempre hallaba en nuestra madre, nos llevó a decidir que nosotros querríamos en el futuro crear nuestra propia empresa. Nuestra madre, ha sido fundamental en nuestra vida, y gran parte de lo que somos, se lo debemos a ella y a esa motivación constante que siempre nos ha inculcado.

Esforzándose por devenir estrellas de la NBA

Aunque en el entorno familiar hallamos siempre un ambiente acogedor, la experiencia traumática de la separación de nuestros padres intentamos canalizarla a través del baloncesto. En ese deporte encontramos cobijo y, ya desde pequeños, tratamos de canalizar nuestra frustración practicando esa disciplina y soñando que algún día llegaríamos a triunfar en la NBA. Entrenábamos hasta cuatro horas diarias. Realizábamos largas sesiones de carrera en la playa. Nada nos detenía, ni tan siquiera correr bajo el sol a treinta y tres grados. Nos habíamos propuesto un objetivo y queríamos conseguirlo. Sabíamos que la constancia y la perseverancia resultaban claves en nuestro propósito, y por eso entrenábamos con una gran disciplina y regularidad, aprovechando todo el tiempo posible. Afortunadamente, la afinidad que siempre hemos compartido nos permitía apoyarnos de manera recíproca. Y cuando uno acusaba un momento de debilidad, el otro era quien lo animaba a saltar de la cama para acudir a entrenar y continuar luchando. Siempre hemos tenido muy interiorizado el valor del sacrificio, no porque nos guste sufrir, sino porque somos conscientes de que, para alcanzar los objetivos más ambiciosos, es necesario invertir esfuerzo. Esto resulta tan válido en el mundo del deporte como en la arquitectura o en cualquier otra actividad profesional.

Primer ejercicio arquitectónico con apenas dieciséis años

La vena creativa siempre la hemos albergado. De no haber llegado a ser arquitectos, probablemente habríamos orientado nuestras vidas hacia la ingeniería gráfica o hacia cualquier otra actividad artística. Pero en la arquitectura detectamos la posibilidad de reflejar la creatividad en espacios, en construcción. Lo fuimos descubriendo a través de la experiencia en nuestro hogar, pues nuestro padrastro impulsaba la construcción de hoteles y otros edificios, y nuestra madre, que poco a poco fue adquiriendo la faceta de empresaria, colaboraba en los proyectos. Y, en una ocasión, ella había realizado la distribución de una serie de cabañas para un complejo turístico y nos solicitó nuestra ayuda para que plasmáramos el diseño en el ordenador. Fue de este modo como hicimos nuestro primer ejercicio arquitectónico: digitalizando sus trazos cuando apenas teníamos dieciséis años. Resultó una experiencia tan gratificante como interesante, pues nos dimos cuenta de que podíamos ganarnos la vida con esa actividad.

Mucho más que la resolución de cuestiones funcionales

En el momento de empezar la carrera ya habíamos percibido que nos atraía mucho la tecnología, los efectos especiales y el 3D. Tanto es así que nuestro padre nos aconsejaba que cursáramos Ingeniería Informática. Sin embargo, creíamos que resultaba preferible estudiar Arquitectura para, posteriormente, utilizar las herramientas informáticas que nos permitieran desarrollarla. Por encima de todo, nos despertaba interés construir, crear. Antes de nuestra etapa universitaria, habíamos realizado un viaje por Europa que nos permitió visitar catedrales y otros edificios relevantes. Aunque en nuestra juventud nos parecía que podía resultar fácil levantar esos proyectos, al iniciar la carrera nos topamos con la dificultad que conlleva enfrentarse a un papel en blanco. En esos primeros proyectos teníamos que preguntarnos quiénes somos y qué vamos a proponer, porque una cosa es resolver una cuestión funcional y otra conseguir que todo encaje. Pero la arquitectura es una disciplina que va mucho más allá.

Víctor: Aprendí que la arquitectura es subjetiva

Uno de los primeros retos que tuvimos que resolver en la universidad fue el proyecto de un cementerio que nos planteó un profesor. En él debíamos contemplar aspectos urbanísticos, de edificación, los accesos, una iglesia… Opté por proyectar una iglesia gótica y el profesor quiso hacerme notar que no se correspondía con las necesidades actuales. Pero yo estaba encantado con mi propuesta, pues a mí aquel proyecto me resultaba muy atractivo, con el rosetón que había incluido en el templo. Aunque superé el ejercicio, la calificación fue muy baja. En cualquier caso, de aquella experiencia extraje una lección muy interesante, como es la de concluir que la arquitectura es subjetiva. Una determinada arquitectura te puede gustar y es posible que debatas en torno a la misma y la defiendas. Pero ahí lo que se nos estaba reclamando era que, a partir de nuestra propia visión personal, supiéramos abordar un reto adecuado al espacio y al tiempo. Una cosa es proyectar gótico clásico y otra llevar a cabo una reinterpretación contemporánea de esa corriente, lo cual conlleva realizar un análisis profundo de la misma y dar una respuesta adecuada al nuevo marco.

En la universidad situábamos el listón en las entregas

Los profesores que más nos marcaron durante la etapa universitaria fueron Marco Antonio Gutierrez y César Tapia, el primero por habernos enseñado todas las bases de diseño en arquitectura sostenible que hoy en día son el enfoque de todos nuestros proyectos, y el segundo cuyo enfoque pedagógico residía en el análisis del proyecto. No resultaba suficiente dar con una solución, sino que había que justificar por qué resolvíamos un problema de aquel modo. Era un profesor, además, que establecía un ritmo constante de entregas, de tal manera que la evaluación no se concentraba en un único momento del curso, sino que reclamaba un esfuerzo continuado, una secuencia de trabajo que exigía una perseverancia constante. Era un planteamiento que encajaba perfectamente con nuestro talante, pues desde nuestra infancia, cuando nos exigíamos con los entrenamientos para triunfar en el mundo del baloncesto, habíamos hecho una apuesta por la cultura del esfuerzo; hasta el extremo de que, incluso, llegamos a marcar el listón en la universidad, puesto que, cuando el profesor fijaba la fecha para una entrega determinada, nosotros nos planteábamos una meta superior y, en ese momento, lo mínimo que entregábamos era lo que había solicitado el profesor, pero, por lo general, íbamos más allá y presentábamos un plus. Al final se daba el caso de que, cuando el profesor establecía la nueva entrega, nuestros compañeros nos preguntaban qué íbamos a presentar en esa fecha. En cierto modo es una estrategia que hemos venido desarrollando a posteriori, cuando en el terreno profesional hemos tenido que presentar propuestas. Con ello conseguimos superar de entrada las expectativas que tiene el cliente.

Buscamos superar cualquier reto por nuestros propios medios

Nuestra inquietud en el ámbito tecnológico contribuyó a que destacáramos en la universidad, donde fuimos precursores en el uso de determinadas herramientas informáticas, como el 3D. A nosotros las dos dimensiones se nos antojaban cortas y, como nos manejábamos muy bien con el ordenador, procurábamos presentar renders que contrastaban con los dibujos que entregaban nuestros compañeros de estudios. Aun así, tomamos conciencia de que, por mucho que domináramos las herramientas tecnológicas, era importante no desestimar el lápiz y, sobre todo, que lo más esencial en el diseño es la intención. Fuimos autodidactas en el aprendizaje del 3D, sin esperar a que nos lo enseñaran y descubriendo por nuestra cuenta los entresijos de estas utilidades. Ahí también hubo una labor conjunta de aprendizaje, complementándonos mutuamente y compartiendo los progresos, las dudas y las soluciones para avanzar en el conocimiento tecnológico. Formamos parte de esa clase de personas que se niegan a decir que no saben hacer algo. Buscamos por nuestros medios cómo superar cualquier reto. Y esa ha sido una constante en nuestras vidas.

Los profesores nos prohibieron el ordenador, pero querían que les ayudáramos en sus presentaciones

Fue en el primer semestre de la universidad cuando, en solo un fin de semana, aprendimos el AutoCAD en 2D y en 3D. De esta manera, nuestro primer proyecto ya lo entregamos en ese formato. Para el segundo, cuando apenas hacía cuatro meses que habíamos iniciado la carrera, mientras otros presentaban una maquetita que se sostenía con dificultad, nosotros preparamos una animación con un portátil que sorprendió a los profesores, pues ellos eran incapaces de desarrollar una presentación con esa herramienta. Y aunque nos prohibieron que recurriéramos al ordenador para futuras entregas, alegando que querían fomentar el uso del trazo a mano,  a la vez, paradójicamente, nos solicitaron que les ayudáramos en sus presentaciones para conseguir resultados más espectaculares.

En el quinto semestre de la universidad ya acometimos nuestro primer proyecto

Fue en el quinto semestre cuando un trabajo que le hicimos a un profesor despertó el interés de un colega suyo, quien le preguntó cómo había llevado a cabo esa presentación. Cuando le comentó que habían sido unos hermanos estudiantes, este arquitecto, de nombre Jacobo Sacal se puso en contacto con nosotros. El caso es que tenía un cliente con un proyecto y él le había  proporcionado una solución alternativa. Sin embargo, este arquitecto se dedicaba más a temas de obra y necesitaba que alguien pudiera preparar la presentación del proyecto de manera que resultara convincente. Nos propuso que, si le ayudábamos con la presentación de un render, podríamos trabajar conjuntamente. Le pedimos los planos y, como solución, nos dibujó en una servilleta nueve columnas en retícula, nos ubicó el parking y nos dijo: «Aquí está la esquina»; todo ello sin plantas ni cortes ni fachadas… Convinimos finalmente en ayudarle, siempre que tuviéramos trato directo con el cliente. Accedió a ello, y así fue como conocimos a Alex Krantzberg, nos reunimos con él y empezamos a trabajar. Al Sr. Krantzberg le encantó la presentación que hicimos y decidió impulsar el proyecto, convirtiéndose así, en el primer cliente que confiaba en nosotros para un proyecto de arquitectura. Nuestros compañeros nos miraban entre sorprendidos y admirados, pues estábamos todavía en nuestro quinto semestre de formación y ya acometíamos nuestra primera obra de arquitectura: un proyecto de mil quinientos metros cuadrados. Cuando se inició la construcción, le dijimos que nos gustaría supervisar su desarrollo. De este modo, nos presentamos ante el maestro de obras. Frente a sus lógicas reticencias, le dijimos que nuestro único propósito era aprender, porque lo que él podía enseñarnos resultaba muy valioso para nosotros.

Mayor libertad normativa para abordar un proyecto en México que en España

En la universidad nos atraían de manera especial las materias de taller, donde desarrollábamos proyectos. Nos proponían retos que teníamos que resolver, inicialmente más conceptuales, de explorar ideas, para, a medida que íbamos avanzando en los estudios, realizar propuestas con mayor lujo de detalles. Si comparamos las facultades españolas con las de México, hay que reconocer que en ese país el tema de la planificación urbanística no ha asistido a tanto desarrollo. Ello es un reflejo de las propias normativas de cada país en este ámbito. Mientras que en España, cuando tienes que proyectar un edificio debes someterte a una legislación muy estricta, en México existe una reglamentación muy básica, que te permite abordar cualquier proyecto con mayor libertad. Eso constituye, en cierto modo, una dificultad, dada la carencia de guías a la hora de empezar toda propuesta, pero, al mismo tiempo, es un campo abierto a las oportunidades, a la innovación y a la creatividad. Es un país inmenso que presenta unas diferencias enormes en cuanto a orografía. Mientras en la zona del centro del país hay que prestar especial atención a los riesgos sísmicos, en el área de la Riviera Maya los retos residen en hacer frente a las amenazas de los huracanes.

Tres oficinas que trabajan en estricta disciplina colaborativa

Nuestra compañía tiene oficinas en Cancún, en Barcelona y en Chicago. Al frente de cada una de ellas hay un responsable: Víctor, en México; Sergio, en España; y en Estados Unidos se encuentra Álvaro Licona, que, además de ser nuestro socio, es uno de nuestros mejores amigos de la infancia. En total, nuestro equipo está compuesto por casi treinta profesionales, que aportan ideas, entusiasmo y esmero, además de compartir con nosotros la visión y esfuerzo necesario para lograr ser un gran equipo. El despacho de Chicago es el más pequeño, mientras que el de México es el que presenta mayor dimensión. Hacemos frente a todo tipo de proyectos, tanto edificios como interiores o, incluso, resolvemos detalles puntuales en un inmueble. Trabajamos en estricta disciplina colaborativa, con lo que no importa dónde se construyen las cosas, pues existe una línea continua entre las tres oficinas para desarrollar los proyectos. Desde Barcelona podemos trabajar para un proyecto en México mientras que en Cancún estamos desarrollando una idea para Estados Unidos. La oficina que ha obtenido el encargo es la que culminará ese proyecto, pero la fase inicial la llevamos a cabo entre las tres oficinas. Esto nos brinda una potente ventaja competitiva, ya que podemos estar dedicando dieciséis horas diarias a un proyecto, gracias a la diferencia horaria, de tal modo que empezamos a las nueve de la mañana en Barcelona y, cuando finalizamos la jornada en Catalunya, esa labor halla su prolongación en México. Desde el punto de vista de los plazos de entrega, esto resulta especialmente significativo. Si a esta diversidad horaria le sumamos la tecnología que utilizamos en el desarrollo de nuestros proyectos, el resultado es una mayor rapidez en el servicio.

Reconocidos por la compañía Autodesk como la mejor pyme del mundo

A ese sistema de trabajo colaborativo hay que añadirle la tecnología de la que siempre nos hemos servido. Al margen de que nos permite coordinar mejor el trabajo realizado en cada una de las oficinas, nos evita errores. Esa implementación tecnológica en nuestra compañía nos hizo acreedores, en 2014, del Autodesk Small Business Success Award, que nos reconocía como la mejor pyme del mundo, de todas las industrias, en el momento de utilizar los programas de dicha compañía de software. En la actualidad, utilizamos el BIM (Building Information Modeling), que, además de presentar los proyectos en tres dimensiones, incorpora información añadida de cada uno de los elementos que los integran. De este modo, cualquier cambio que se efectúe en el modelo digital provoca una actualización automática de todos los planos. Estos modelos contienen, a su vez, una base de datos constructiva, capaz de generar cualquier tipo de información digital según la fase en la que se encuentre el proyecto, de tal forma que avanzar en el desarrollo de una propuesta equivale a progresar en el nivel de detalle de ese modelo. A pesar de que en España parece que esta tecnología sea de reciente incorporación, nosotros llevamos usándola desde hace nueve años.

Cuando un proyecto lo requiere, nos asociamos con profesionales que aporten el plus que nos complemente  

Actualmente, en México estamos llevando a cabo muchos proyectos arquitectónicos de edificios de apartamentos y de hoteles, mientras que en Barcelona acometemos sobre todo arquitectura de interior, locales comerciales y restaurantes. En Estados Unidos combinamos locales comerciales y edificios. Pese a todo, también nos atrevemos a trabajar en otros países. Ahora estamos desarrollando un proyecto de viviendas en la India, y también hemos llevado a cabo varios proyectos para compañías multinacionales, como por ejemplo la norteamericana United Airlines, en Asia, Europa y América Latina. Si existe una oportunidad, nos llama la atención y vemos posibilidades de acometerla, no descartamos ninguna opción. Cuando se trata de trabajar en una ciudad en la que no tenemos presencia, o existe algún aspecto que no podemos resolver, exploramos la asociación con profesionales locales que dominen el territorio o que nos aporten ese plus que nos complemente.

Riesgo y ambición

La arquitectura requiere riesgo y ambición. Cuando estás estudiando, te plantean ejercicios de envergadura y, cuando abandonas la Facultad, te preguntas dónde están esos proyectos ambiciosos. Hay que lanzarse en su búsqueda y asumir que tendremos que tropezar varias veces antes de conseguir nuestro propósito. También hemos interiorizado que en arquitectura existe una competencia muy elevada, aspecto que procuramos resolver superando las expectativas del cliente que mencionábamos con anterioridad. Para ello, llevamos a cabo un profundo análisis de nuestros proyectos. Nos desplazamos al lugar donde deben llevarse a cabo, con el objetivo de entender el terreno, el solar donde deberemos edificar, y captamos todos aquellos datos que nos van a servir para trazar las primeras líneas. Procuramos entender qué desea el cliente, qué requiere el solar, cuáles son las vistas que ofrece, qué orientaciones presenta… Exploramos qué elementos colindantes existen, qué hay a su alrededor, cuáles son las alturas, los remates, las vías de comunicación próximas al terreno… Analizamos cómo le afectan los vientos, cómo incide en él la irradiación solar, etc. A partir de ahí, intentamos sopesar la forma en la que poder combinar el proyecto con el entorno. Y, al mismo tiempo, la forma en la que podemos contribuir a mejorar la ciudad con ese grano de arena que vamos a aportar en nuestra labor en el solar. No trazamos una sola línea en el ordenador sin antes haber digerido racionalmente todos estos elementos. No queremos que ningún detalle quede al margen, y previamente discutimos qué requiere el proyecto, cuál es la mejor manera de abordarlo e, incluso, si podría destinarse ese edificio a un uso secundario que, tal vez, al cliente no se le haya ocurrido.

Gemelos en perfecta simbiosis

Todos los factores mencionados anteriormente forman parte de la fase matemática y analógica que precede a la creativa, esto es, el estadio que nos permite detectar las necesidades y nos aporta los «ingredientes» del proyecto. Una vez conocemos dichos ingredientes es cuando el proyecto entra en el «horno» de la creatividad. Ahí surge una dialéctica en la que nuestra condición de hermanos gemelos, siempre en una perfecta sintonía simbiótica, nos permite un fácil entendimiento. Nuestra manera de pensar y nuestro enfoque suelen coincidir. Somos casi como dos personas en una. Cuando uno de nosotros presenta un planteamiento, el otro ya sabe a qué se refiere. Nos complementamos notablemente en cuanto a diseño y somos mucho más que un simple colaborador. Podemos estar debatiendo en torno a una solución determinada y basta con una mera descripción para que el otro comprenda en profundidad en qué consiste. Eso no significa que no planteemos nunca posturas distintas. Normalmente, establecemos un diálogo en el que aportamos puntos de vista diferentes que acaban complementándose y dan como resultado una solución mucho más rica.

Víctor ha convertido su propia vivienda en Cancún en un laboratorio

En cada proyecto acometido contemplamos cómo se va a relacionar con su entorno inmediato y qué va aportar tanto a éste como a sus usuarios. En ocasiones, resulta complejo convencer a los promotores de las soluciones que planteamos. El promotor es una figura que, en la mayoría de los casos, busca esquivar la piedra, simplificar los procesos y ahorrar en todo lo posible. Cada encargo tiene sus particularidades, y en ocasiones el terreno presenta unos árboles cuyo sacrificio implica que renunciaremos a una sombra que puede ser muy valiosa para proteger el edificio de los rayos solares y contribuir a generar un microclima que redunde en el confort de sus ocupantes. No siempre resulta fácil disuadir a los operarios de que entren con la excavadora y de que apuesten por soluciones alternativas. Por convicción, somos defensores de elementos como las cubiertas ajardinadas o de parques en azoteas que nos permiten compensar la huella ecológica que podemos dejar con determinadas actuaciones. En este sentido, resulta interesante aludir a la vivienda de Víctor, que es la única en Cancún que presenta una cubierta verde. Se trata de una casa de una sola planta, que ha ido creciendo a lo largo de sus diez años de vida, y que se ha convertido en un auténtico laboratorio. No solo nos permite investigar soluciones sino que la utilizamos para demostrar objetivamente cómo es posible conseguir un ahorro energético. Mientras que los vecinos de alrededor pueden pagar una factura de luz equivalente a entre cien y ciento cincuenta euros mensuales, Víctor paga en torno a unos diez. Y todo ello sin tener ninguna placa solar instalada en casa.

Raramente hemos desestimado acometer un determinado proyecto

Ha llegado un momento en el que ya no hace falta llevar a cabo acciones adicionales para dar a conocer nuestro perfil. En nuestro entorno se nos conoce por aplicar una arquitectura bioclimática y sostenible mediante un diseño innovador y de vanguardia. Es un reconocimiento obtenido gracias a haber dado una respuesta óptima al cliente y de que esa satisfacción se haya expandido a través del boca a boca. De este modo, quien llama a nuestra puerta ya sabe qué servicio va a encontrar y qué le podremos ofrecer. En la primera entrevista ya constatamos si existe compatibilidad entre el deseo del cliente y la propuesta que nos resulta posible brindarle. Raramente hemos desestimado acometer un determinado proyecto. También somos conscientes de que, aunque debemos ganarnos la vida con esta actividad, tenemos que procurar disfrutar con lo que hacemos. Sobre todo porque, cuando gozamos con el trabajo que desarrollamos, es cuando podemos imprimirle nuestro espíritu y ser fieles a nuestra filosofía. Y eso es, en definitiva, lo que buscamos: invertir nuestros esfuerzos en los proyectos que nos motivan y que, al final de nuestra trayectoria, podamos sentirnos satisfechos de ella.

La arquitectura es imperfecta por naturaleza

Para nosotros, la arquitectura consiste en crear espacios que solucionen las necesidades para las que fueron concebidos, pero, al mismo tiempo, que transmitan sensaciones. Hay que ofrecer ese plus a la funcionalidad, y procurar que el usuario disfrute del confort e, incluso, que recuerde esos espacios, que tengan un cierto valor armónico que provoque sensaciones que queden grabadas en la memoria. Eso es lo que tiene Gaudí, que consigue que sus creaciones queden en el recuerdo: por su diseño distintivo, por su enfoque tan personal… En nuestro caso, buscamos dotar nuestros proyectos del mejor equilibrio posible entre sus distintos ingredientes. Partimos de la base de que no existe un edificio perfecto en el mundo. La arquitectura es imperfecta por naturaleza, de ahí que intentemos conjugar funcionalidad, sostenibilidad, emplazamiento, estética, lógica, creatividad, dimensión artística…

Recuperando la arquitectura que se hacía antaño, más sostenible

La arquitectura es, también, el vestigio del paso del tiempo. Es el testigo de la forma del pensamiento humanístico, de la evolución socioeconómica y cultural de cada época y de cada territorio. Lo que nos motiva es proyectar edificios que miren al futuro. No basta con que presenten un diseño atractivo y que su planteamiento resulte sostenible: deben cumplir una misión que perdure en el tiempo. En estos momentos estamos recuperando la arquitectura que se hacía antaño, prestando atención a las orientaciones, a los aislamientos térmicos… En buena parte tiene que ver con el encarecimiento de la energía, lo que ha comportado que los usuarios busquen soluciones prácticas para ahorrar en calefacción o en aire acondicionado. Es una lástima que la conciencia en torno a estos conceptos sostenibles halle su origen en una cuestión económica más que en un compromiso con el futuro del planeta. En cualquier caso, debemos alegrarnos de esta situación, pues nos resulta más fácil convencer a los clientes respecto a la necesidad de implementar soluciones bioclimáticas.

En toda negociación es necesario ponerse en los zapatos de los demás

No vivimos ajenos al conflicto político que afecta a Catalunya en los últimos años. Incluso en México se sigue con cierto interés este problema, desde donde se contempla como una lucha de intereses donde cada uno intenta defender los propios con sus respectivos argumentos, algo totalmente legítimo. Pensamos que, precisamente porque existen dos partes con planteamientos divergentes, la solución radica en el diálogo; de hecho, dos partes que confluyen en un territorio común y en una misma época deberían buscar un entendimiento y exponer sus distintas necesidades y ambiciones. Como en toda negociación, es necesario ponerse en los zapatos de los demás. Si no te esfuerzas en ubicarte en el pensamiento del otro, resulta muy difícil alcanzar un acuerdo. En este caso en concreto, y dada su cronificación, se constata que ha provocado una división en la sociedad que afecta, incluso, a la convivencia familiar. Algunas familias, cuyos miembros tienen pensamientos o ideologías distintas, asisten a discusiones a causa de este tema. En nuestro caso, a veces evitamos hablar de ciertas cuestiones espinosas, sabedores de que existen discrepancias, dado que, en caso contrario, los debates generan a veces tanto fervor que pueden llegar a saltar chispas. Hay que ser conscientes de que todo el mundo tiene derecho a pensar de una manera determinada y debemos procurar ser respetuosos con las ideas del prójimo.

Víctor: Ser la esposa de un arquitecto no resulta fácil y es importante contar con una pareja que te comprenda

Ambos tenemos la suerte de contar con esposas que nos han prestado el máximo apoyo en nuestra carrera profesional. En mi caso, contraje matrimonio con Jossie Uribe, con quien comparto dos hijas de dos y de cinco años. Mi mujer se dedica a la microagricultura, al cultivar productos orgánicos que se comercializan en restaurantes y hoteles. Ser esposa de un arquitecto no resulta fácil. Es una profesión en la que es muy importante contar con una pareja que te comprenda, que comparta tus inquietudes y que te brinde su respaldo moral en todo momento, especialmente en los más difíciles: alguien que confíe en ti y en lo que estás haciendo. Si la persona a la que has decidido unir tu vida no cree en tus sueños ni en tus ambiciones, el camino puede hacerse muy dificultoso. Y, en especial, al principio de la carrera, cuando tuve que trabajar para un estudio de arquitectura en Barcelona y, a los dos años, empezaron a surgir oportunidades para establecernos por nuestra cuenta, ella supo entender lo importante que aquello era para mi desarrollo personal y profesional. Eso es muy gratificante. Como lo es, asimismo, comprobar que mi hija mayor, a pesar de su corta edad, ya demuestra ilusión por mi profesión y afirma que, de mayor, quiere ser arquitecta como yo. Aun así, y aunque me encantaría que siguiera mis pasos, procuraré que el grado de influencia sea el mínimo para que la elección de su carrera sea plenamente libre y orientada a lo que de verdad le guste.

Sergio: Profeso un profundo agradecimiento a mi esposa por su constante apoyo

Coincido por completo con mi hermano y también yo profeso un profundo agradecimiento a mi esposa por su apoyo a lo largo de mi carrera. Al igual que mi cuñada Jossie, mi esposa, Michelle Villarreal, es de origen mexicano. Es doctora en Medicina y ejerce en Barcelona. Con ella compartimos dos hijos varones, de cuatro y ocho años, que personalmente confieso que me gustaría mucho que continuaran los pasos profesionales que hemos iniciado con mi hermano, en especial por lo mucho que nos ha costado llegar hasta aquí. En cualquier caso, este logro no habría sido posible sin el concurso de Michelle, pues su respaldo en el ámbito familiar y doméstico ha sido absoluto. Ella, para ser médico ha tenido que hacer muchos sacrificios, y por ello comprende la importancia de tener que realizar determinadas entregas en unos plazos concretos o asume que, en ocasiones, algunos compromisos profesionales no se puedan demorar, sin embargo, todo ello suma a construir una familia que, unidos y en conjunto, lograremos nuestros objetivos disfrutando día a día de cada paso, pues serán pasos firmes que nos ayudarán a construir un mejor futuro juntos.