La impotencia de un empresario frente a sus depredadores. El Sablazo
El acoso sexual en un taller donde la mano de obra femenina vive los últimos abusos de una época de encargados déspotas y gerentes confundidos por los cambios que se les venían encima; es sólo uno de los temas que El Sablazo saca a relucir.
Empresarios y empleados, abogados, economistas, consultores, gerentes y ejecutivos tienen ante sí una novela que les va a sacar de sus casillas y que incluso puede serles útil como terapia basada en reponer pasajes y escenarios que muchos quisieron olvidar por el tormento que en su día les supuso.
De la mano del protagonista, se recuerdan unos años que dejaron maltrechos a pequeños y medianos empresarios. Una novela de poca ficción, que forma parte de nuestra historia reciente, no menos dolorosa por no ser reconocida.
El lector no sabrá como liberarse del clima envolvente y patéticamente arrollador, entrará en el mismo círculo vicioso del narrador y los protagonistas, tomará partido y cargará con complicidades que no le dejarán en paz hasta que acabe el libro y escape del zarpazo que le mantendrá atento durante toda la lectura. Al final la compasión se impone, pero ésta no vendrá del libro, sino de su lector.
Extractos de El Sablazo
Pág. 21
«Lo que Pablo no sabía es que su mujer nunca tuvo un orgasmo, y pudo haberlos tenido. Pero eso tampoco lo supo Luisa».
Pág. 27
“Vivir en un ambiente de miedo es suficiente para mantener a raya a toda una población, a un país entero. El miedo: la máxima autoridad que convierte en perdurable un sistema que sin miedo sería insostenible”.
Pág. 28
“El sonoro disparo y el destrozo craneal fueron una despedida apoteósica de su forma de vida en el planeta, de unos años vividos plena y dignamente. Fue una muerte con honores militares, tiro de gracia y salva de honor, seguida de una gran pira funeraria que ardería y borraría toda huella”.
Pág. 31
“(…) teniendo al banquero ante sí, pensó si no sería mucho más eficaz rezarle a él directamente. ¡Rezarle al que tiene la llave de la caja! ¡Genial! (…)Dios te salve, banquero, lleno eres de gracia, el dinero está contigo, bendito seas entre todas las finanzas y menudo el fruto que voy a sacar al crédito que me vas a dar. Amén”.
Pág. 48
“—Oye, oye, José. Si hay que ser empresario y vivir peor que un trabajador, ¿dónde están las ventajas de serlo?”.
Pág. 68
“El infinito es tan auténtico como la vida que conocemos, es imposible demostrar lo contrario. La vida eterna que sucede a la efímera es la auténtica vida, es la que posibilita la única existencia que conocemos”.
Pág. 69
“Libertad, todo vale la pena para ser libre, no tener que estar a las órdenes de un amo déspota, ya bastante jodida es la vida, sólo falta que te jodan en el trabajo. ¿Pero libertad a este precio? Dejas de ser esclavo de otro para ser esclavo de ti mismo. Por lo menos al otro lo puedes mandar a la mierda, cambiar de trabajo, cambiar de oficio. En cambio, a ti mismo, ¿qué te puedes hacer?”.
Pág. 73-74
“¿Que los viejos nunca estorban? Claro que estorban. Estorban, fastidian, dan trabajo, te complican la vida… Pero, ¡Dios! ¡Cómo se hacen querer! ¿Cómo se puede tener un hogar sin un viejo que estorbe? Bendita presencia. Bendito el metro cuadrado que ocupan, a cambio de tanta compañía y tanto amor”.
Pág. 83
“Ante el conflicto se convoca la conciencia como si fuera una varita mágica (…). Cada persona capaz de razonar —con la cordura media aceptada— entiende la conciencia desde sus propios razonamientos. Éstos inclinarán más o menos su balanza dependiendo del origen del propio individuo, su capacidad de captación del comportamiento del entorno y su nivel cultural”.
Pág. 85
“Tres mundos distintos que entre clientes, proveedores y empleados pueden significar cientos de personas para una mediana o pequeña empresa. El empresario se enfrenta solo, completamente solo, a todos ellos, y además debe saber hacerlo bien. De lo contrario, entre todos lo van a enterrar (…)”.
Pág. 91
“Se tuteaba hasta a los curas, se les dejó de llamar mosén, padre o hermano; a los obispos, avispas para los graciosos, ya nadie los volvió a llamar monseñor. Desaparecieron del vocabulario ordinario los excelencias, los usías, los vuecencias, el don, el vos e inevitablemente el usted. Se ponía de moda la ordinariez, a la vez que nacía una nueva clase social, la de los que disfrutaban de salarios injustificadamente altos al lado de los injustificadamente bajos de siempre”.
Pág. 101
“Jamás un empresario ganó un caso ante Magistratura cuando despide a un empleado porque le ha robado cientos de horas en bajas fraudulentas, o por no haber sido trabajadas, o por notoria mala fe (…). Robarle al empresario es un derecho adquirido y nada se puede hacer contra los derechos adquiridos”.
Pág. 119
“Las decisiones son como el clic de una cámara fotográfica: en unas décimas de segundo fijarás algo que ya será eternamente imborrable”.
Pág. 129
“«Fuimos allí, matamos a los machos, preñamos a las hembras, cristianizamos a bastardos y mestizos, administramos sus bienes y nos trajimos a casa todo lo que pudimos. ¡América es nuestra, es el derecho del conquistador! (…)»”.
Pág. 137
“El país, tal como lo heredamos, tenía que cambiar. Todos debíamos entrar en el sistema y mentalizarnos de que se había acabado la época de los chanchullos. Lo más difícil era, o sería, hacérselo entender al profesional liberal, y al mediano y pequeño empresario. Lo más lamentable era la corrupción. El que exige debe dar ejemplo. El que crea el modelo debe ser un modelo en sí”.