26-03-2012
“Los agentes productivos deberían tomar conciencia de la necesidad de implicarse en proyectos de investigación y desarrollo para que España pueda convertirse en exportadora no solo de productos sino de saber y tecnología a los países emergentes en igualdad de condiciones”
Este volumen es una oportunidad idónea para divulgar las especificidades de la Universidad Politécnica de Cartagena y reflexionar sobre los retos de futuro que deben afrontar los centros de formación superior y nuestro tejido productivo.
Somos una de las cuatro universidades politécnicas del país. Una universidad pública joven (aunque gran parte de sus estudios son centenarios) y especializada, siguiendo las directrices del modelo universitario autonómico, que aspira a formar profesionales altamente cualificados, eficientes, innovadores, emprendedores y con vocación internacional. En nuestra institución reciben conocimientos unos 8.000 estudiantes en ocho escuelas y facultades: seis de Ingeniería (civil y minas, agroalimentaria, industrial, de telecomunicaciones y naval), una de Arquitectura y otra de Ciencias Empresariales.
Paralelamente a la preparación de profesionales fácilmente absorbibles por el tejido productivo, llevamos a cabo líneas de investigación de modo autónomo o en colaboración con empresas privadas, entre las que sobresalen en el ámbito internacional nuestros reputados trabajos agroalimentarios, energéticos y de tecnologías de la información. En este sentido, me gustaría destacar el programa Energía Inteligente, en el que también participan la Universidad de Extremadura, la de Murcia, la de Alcalá de Henares y la Universidad don Juan Carlos, que por esta razón es considerado un campo de excelencia fruto de la alianza entre diversas universidades, en colaboración con Repsol en las modernísimas instalaciones de su complejo petroquímico en Cartagena.
Por desgracia, trabajos conjuntos entre universidad y empresa como el mencionado no son frecuentes, ya que, a pesar del esfuerzo notable que hasta el momento se ha realizado en materia de investigación pública universitaria, nuestro país sufre un grave y endémico déficit de investigación privada. Nuestras compañías, que deberían adelantarse al futuro a través de ella, se centran en exceso en el día a día.
Los agentes productivos deberían tomar conciencia de la necesidad de implicarse en proyectos de investigación para que España pueda convertirse en exportadora no solo de productos sino de saber y tecnología a los países emergentes en igualdad de condiciones. Nuestro país es deficitario en materias primas y la actual crisis económica ha puesto de relieve cuál es el coste del Estado del bienestar, así que si deseamos conservarlo tendremos que resultar productivos, competitivos y globales. Nuestro referente en materia de I+D han de ser países como los Estados Unidos, donde dicha investigación está imbricada en el tejido social, se basa en el trabajo cooperativo entre empresas y universidades y no solo se adelanta a las necesidades y expectativas sociales sino que las crea.
Únicamente si llevamos a cabo una profunda transformación de nuestro tejido productivo y sustentamos el nuevo modelo en la creación sostenible de riqueza, en la investigación y el desarrollo constantes, en el comercio justo con todas las naciones, en la valoración de las corporaciones por su capacidad de generar beneficios colectivos para el empresario, para sus trabajadores y para sus clientes y en el cambio de valores sociales, lo que conlleva la difusión y consolidación del espíritu emprendedor frente al inmovilismo funcionarial y a la estabilidad decimonónica actuales, seremos capaces de salir de una recesión económica que afecta a todos los agentes sociales.