En la Cámara de Comercio tenemos muy presente que somos un país de pymes. El 99,8 % de nuestro tejido empresarial lo componen pequeñas y medianas empresas, a quienes nos debemos, principalmente porque las grandes firmas, por fortuna, ya disponen de sus propios recursos y una estrategia de expansión definida. Estamos para facilitarles su labor y acompañarlas en sus retos, proporcionándoles los recursos necesarios para su expansión. Para ello, es necesario conocer muy bien el terreno y la realidad del entorno. En este sentido, merece la pena poner algún ejemplo como es el de Modesto Piñeiro, presidente de la Cámara de Comercio de Cantabria, quien tiene perfectamente identificadas las nueve mil empresas de su demarcación y que procura ajustar la oferta de servicios a los requerimientos de esas enseñas. Y como él podría citar a una gran mayoría de presidentes de Cámaras de Comercio territoriales. Uno de los instrumentos de los que nos hemos dotado son las sesenta «acelerapymes», surgidas de un convenio firmado con Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, en el marco de Red.es. Se trata de hubs que, precisamente, permitirán acompañar a estas compañías más modestas en su digitalización y en la adquisición de competencias digitales. Es una cuestión clave, toda vez que en los equipos humanos hay gente de cierta edad que debe adaptarse a los requerimientos que demanda el nuevo entorno. Y, por supuesto, eso reclamará un esfuerzo por parte de ellos si no quieren quedar al margen del mercado laboral.
En este momento, estamos impulsando un proyecto iberoamericano que coordina el presidente de la Cámara de Comercio de Sevilla, Francisco Herrero. Se trata de un proyecto ambicioso, no exento de dificultades, pero ahí los españoles podemos ayudar mucho. También tenemos la vista fijada en África, considerado el continente del futuro y que, en estos momentos, constituye un generador de flujo migratorio hacia Europa. Esa realidad pone de relieve el principal problema de las economías occidentales: la demografía. En nuestras latitudes, la tasa de natalidad ha caído drásticamente y eso supone pérdida de potencia y, con seguridad, inmigración.
Al problema demográfico hay que añadir otros dos grandes problemas: la pérdida de valores y la débil generación de empresas. En España se calcula que existen dieciocho millones de hogares. Casi en un tercio de estos, seis millones, no existe ni un solo miembro que trabaje. No nos pasa por alto la existencia de la denominada economía sumergida, como también que hay mecanismos de atención social que permiten la supervivencia de muchas de esas familias. No obstante, la solución a esta situación pasa por la creación de empresas, que debería constituir el objetivo número uno a nivel nacional, porque las empresas son el primer escudo social. Las Cámaras de Comercio tendrían que hacer pedagogía en este sentido, al igual que a nivel general habría que sensibilizar a la población de la necesidad de trabajar para dignificar este mundo. En este sentido, recuerdo una frase del Evangelio según San Mateo, que atribuye a Jesús la siguiente frase: «Quien quiera ser el primero, que sea vuestro servidor». Una lección humanística de liderazgo pronunciada hace dos mil años pero que hoy en día se mantiene muy vigente, y que ilustra a la perfección las tareas que tenemos encomendadas en nuestras Cámaras de Comercio, que están al servicio de las empresas y, al final, de la gente.