Adelaida de la Calle Martín
Fotografia cedida
Pròleg, TH, 4t-5è VOLUM. El crac del 2008. La crisis que cambió el mundo.

Dra. Adelaida de la Calle Martín – Bióloga

Rectora de la Universidad de Málaga y presidenta de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas

Texto del 08/03/2013

“La transferencia de conocimiento al tejido empresarial se ha convertido en un valor decisivo, sin el que la labor de las universidades carece de sentido”

“En la sociedad globalizada del siglo XXI (…) hay que potenciar la proyección exterior de todo cuanto producimos: tecnología, profesionales e ideas”

El crac de 2008 – que tan atinadamente abordó Ángel Font en la primera parte de esta obra, a la que ahora se da una enriquecedora continuación – nos ha situado ante una coyuntura particularmente exigente. El agotamiento del modelo basado en la construcción, derivado a su vez del colapso financiero internacional, y el consiguiente aumento de la tasa de paro, han arrastrado al país a una recesión de efectos todavía difícilmente cuantificables.

En estos momentos, urge replantear los esquemas productivos de nuestra sociedad. Y, frente a otras soluciones menos comprometidas con la eficiencia y la sostenibilidad, creo que la estrategia adecuada pasa por incrementar las actuaciones relacionadas con la investigación y la innovación, que son los pilares sobre los que construir un tejido económico renovado, sostenible y competitivo, alejado de los moldes especulativos que tan funestas consecuencias han tenido para todos.

En este sentido, el papel de la universidad puede resultar determinante, porque sobre ella recae buena parte del esfuerzo investigador que permite el progreso de la sociedad.  Atrás quedan los tiempos en que la enseñanza superior era un ámbito que se desarrollaba de espaldas al entorno: ahora, la universidad se ha abierto, poniendo todo su potencial a disposición de quienes lo necesitan, que son muchos.

La transferencia de conocimiento al tejido empresarial se ha convertido en un valor decisivo, sin el que la labor de las universidades carece de sentido. Y dicha transferencia debe adquirir un carácter permanente, casi diríamos que institucionalizado, porque eso permitirá multiplicar la competitividad de los bienes y servicios que se producen en nuestro país.

Pero esta labor no debe ser unilateral. No solo tienen que ofrecer transferencia las universidades, sino que el propio sector productivo ha de trasladar sus necesidades para que así se complete el ciclo de la eficiencia universitaria. Esta colaboración entre las instituciones responsables de generar y transferir el conocimiento y aquellas empresas que lo aplican a sus procesos productivos, se perfila como fundamental de cara a la construcción de una sociedad competitiva.

Por otro lado, la reestructuración del modelo económico ha de acometerse con amplitud de miras, ya que nuestro papel en la sociedad globalizada del siglo XXI tiene una inexcusable dimensión internacional. Por ello, hay que potenciar la proyección exterior de todo cuanto producimos: tecnología, profesionales e ideas.

Pero también puede aportar mucho la universidad en materia de empleo. Los indicadores estadísticos oficiales confirman que quienes disponen de un título de licenciado o graduado tienen muchas más posibilidades de conseguir un trabajo que quienes carecen de estudios superiores. Conviene, por tanto, incentivar la formación de los jóvenes (y no tan jóvenes), para que encaren su inserción laboral con las mejores perspectivas.

La universidad es un agente socioeconómico más, y el diseño de un modelo productivo basado en la eficacia y la sostenibilidad, que propicie la superación del crac y siente las bases de un crecimiento a largo plazo, requiere el concurso de los activos humanos y científicos que se dan citan en nuestros campus. Mediante la integración de la universidad en el eje económico del país, podremos afrontar la salida de la crisis con mayores garantías de éxito.