Volumen 16. Biografías relevantes, empresarios de cosmética y belleza

Alex Oro de Rivas – Derquímica Oro

Barcelona

1967

Director general de DERQUÍMICA ORO, S.L.

 

1-8-2023

 

Los avatares de la vida desviaron la carrera de un aspirante a director de hotel hacia la importación de principios activos para la cosmética, la farmacia y la alimentación. Asumió convencido el testigo legado por su padre, a quien adquirió la empresa en gesto de gratitud pero, también, para subrayarse a sí mismo el esfuerzo que suponía tomar las riendas del negocio. Sitúa la generosidad como la clave del éxito en una compañía, al tiempo que reconoce que tanto o más importante que tener buenos clientes es tener buenos proveedores.

 

 

En la familia proliferaba la cultura musical y, entre nuestros miembros, se contaban muchos licenciados

Mi infancia la asocio a la costa catalana, viajando con mis padres en coche, así como al recuerdo de personas de distintas partes del mundo que nos visitaban en verano. Posiblemente eso tenga que ver con el carácter nómada de mi familia, con frecuentes emigraciones de Italia a España, a Argentina o viceversa. El Mediterráneo y el océano Atlántico fueron testigos del trasiego de mis ancestros paternos. Mi abuelo, Umberto, abogado napolitano, y mi abuela, Adela, ligur de nacimiento, se habían trasladado a Argentina en el periodo de entreguerras, buscando un futuro prometedor en ese país sudamericano que en el siglo pasado se erigía en el granero de Europa y constituía una de las diez economías más potentes del planeta. En Buenos Aires, en 1925, nacería Mario, mi padre, quien, sin embargo, desarrollaría su escolaridad en Italia. En Roma vería la luz su hermano, Alberto, un barítono que, además de convertirse en uno de los siete catedráticos de bel canto de ese país, llegó a actuar junto a Luciano Pavarotti cuando el célebre tenor todavía no se había consagrado. En mi familia no solo proliferaba la cultura musical, sino que entre sus miembros se contaban muchos licenciados, con catedráticos especializados en distintas ramas de la medicina: dermatología, psiquiatría o enfermedades venéreas (muy comunes en esos episodios bélicos del siglo pasado). Huyendo del fascismo y de la Segunda Guerra Mundial, mi padre se mudó a Barcelona, donde conocería a mi madre, Pilar, hija única de un matrimonio procedente de zonas rurales de Madrid y Guadalajara, con gran oído para la música y los idiomas y una enorme avidez por el aprendizaje.

 

Mi abuelo había puesto en marcha una agencia de viajes para facilitar los traslados de italianos y españoles a Argentina

El barcelonés paseo de Gràcia fue el punto de encuentro que reunió por primera vez a mis progenitores. En aquel entonces era muy común pasear por esa vía, subiendo por la acera de la derecha y descendiendo por la izquierda. Así se conocieron e iniciaron una relación que, poco después, culminaría en matrimonio, formalizado en Argentina en el año 1947, dado que Mario no contaba con la residencia permanente en España, un documento imprescindible para sellar ese enlace. Él estudió Derecho, si bien no culminó la carrera porque se entregó a una suerte de agencia de viajes; mi abuelo la puso en marcha para facilitar los traslados de italianos y españoles a Argentina desde los puertos de Génova y Barcelona. En aquella época, la aventura transoceánica significaba en torno a tres semanas de navegación, que para mis entonces jóvenes padres supuso una luna de miel anticipada antes de su desembarco en Sudamérica, donde invertirían su primer lustro de convivencia. De ese episodio mi madre solía explicarme muchas anécdotas, como la de haber viajado a la Pampa y haber visto pisadas frescas de puma. Gozaban de una vida placentera, pues las profesiones liberales como la que cultivaba mi abuelo permitían disfrutar de comodidades en un país donde las oportunidades eran muy grandes. Residían en el centro de Buenos Aires, en Recoleta, pero habían adquirido algunas fincas más allá de la ciudad, en una de las cuales incorporaron una verja con apertura con control remoto, algo inaudito en aquellos años.

 

Un laboratorio de investigación en torno al cuidado del cabello fue el embrión de nuestra orientación hacia la cosmética

En 1952, mis padres decidieron regresar a España. Pilar deseaba volver junto a su madre, una mujer viuda y rodeada de soledad tras cinco años de ausencia de su hija. Aunque mis progenitores intentaron casarse por la Iglesia, sobre todo por el arraigado catolicismo de mi madre, la normativa eclesiástica vetó esa posibilidad, puesto que estaban en un limbo jurídico a causa del matrimonio civil que habían formalizado en Argentina. Ello ocasionó que tanto yo como mis hermanos, Augusto (catorce años mayor) y Daniel (que me aventaja en cinco), no pudiéramos exhibir el Libro de Familia cuando nos lo reclamaban en la escuela para participar en alguna excursión, lo cual exigía largas explicaciones acerca de la compleja trayectoria de nuestra saga. Mi padre, debido a su labor en la agencia de viajes, se trasladaba con frecuencia a Génova y a Argentina para realizar las gestiones propias de su actividad. En Buenos Aires, el abuelo efectuaba labores similares, al tiempo que impulsó un laboratorio de investigación en torno al cuidado del cabello. Ese centro, que acabaría trasladando a Madrid, podría haber sido el embrión de nuestra futura orientación hacia la cosmética, pero las desavenencias conyugales de mis abuelos comportarían una separación que le mantendría a él en la capital española, donde reharía su vida con una madrileña, mientras que ella se trasladaría a Barcelona con mis padres.

 

En una negociación, si no salen ganando ambas partes, no es negociación

Augusto estudió en la Scuola Elementare Italiana, pero tanto Daniel como yo crecimos académicamente en la escuela Peter Pan, ya que nuestros progenitores consideraron que, definitivamente asentados en Barcelona, era preferible que nuestra formación se adaptara al entorno que nos acogía. Nuestro colegio era muy rompedor, al haber adoptado el método Montessori, basado en el aprendizaje activo. A las enseñanzas adquiridas en este centro hay que sumarles los valores que supieron transmitirnos nuestros padres: honestidad, honradez, dedicación y, sobre todo, bondad. De hecho, estoy convencido de que, si no eres una buena persona, difícilmente te revelarás un buen profesional. La generosidad y la empatía son deseables en cualquier ser humano. Resulta vital comprender que, cuando más das, más logras recibir; y que debes ponerte en el lugar de quien tienes delante: en una negociación, si no salen ganando ambas partes, no es negociación. Hay que saber escuchar al prójimo, ya que entendiendo sus problemas y empatizando con él también este será capaz de comprender nuestras inquietudes y empatizar con nosotros. Es un aspecto que intento inculcar a mis colaboradores, porque, en ocasiones, hay que realizar concesiones poco agradables para nosotros frente a clientes o proveedores, con la conciencia de que debemos establecer nuestros horizontes a medio y largo plazo, renunciando a veces a nuestra satisfacción momentánea para asegurar una relación duradera. Conseguir partners valiosos no es fácil, de ahí la necesidad de velar por conservarlos e invertir esfuerzos en construir esos vínculos personales y laborales que reclaman años para consolidarse y que, en cambio, están expuestos a romperse en un instante si no observamos una mínima empatía.

 

A principios de los setenta, el desarrollo de la actividad de la empresa se vio dificultado por cupos de importación

Dos años antes de que yo llegara al mundo, mi padre puso en marcha su propia empresa, después de desvincularse de la agencia impulsada por mi abuelo. En un viaje a Milán, Mario había conocido a un joven egipcio de origen hebreo, afincado en Italia, que representaba en ese país a la firma americana Northstar, entidad perteneciente al sector químico y farmacéutico. Entablaron conversación y le propuso ser el delegado de esa compañía en España, a lo cual accedió. Su cometido residía en buscar laboratorios para esa enseña —y para otras compañías fabricantes que reunió—, a los que ofrecía los principios activos y de síntesis para la producción de sus fórmulas. Así nacería Derquímica, cuyo nombre fusionaba el sector en el que se ubicaba con una adaptación del apellido materno (De Rivas). Uno de los motivos que dificultaron el desarrollo de la actividad fue la existencia, a principios de los setenta, de cupos de importación en el ámbito farmacéutico. Aun asi, mi padre, que tenía entre sus clientes a familias del ámbito farmacéutico como los Uriach, los Llorens o a los Ferrer Salat, miraba de satisfacer sus necesidades de forma ingeniosa cuando se habían cubierto dichos cupos.

 

La réplica en síntesis de determinados principios activos naturales permite hacerlos más accesibles a la población

Aunque Derquímica concentraba su actividad en Catalunya, donde se reunía más del 70% de la producción industrial del país, también prestaba servicio a laboratorios de Madrid o, incluso, de León. Desde sus comienzos, la firma tuvo entre sus representados a fabricantes de principios activos de origen natural, ya fuera de extracción botánica o animal. Dichos activos naturales, especialmente los fitológicos, no eran muy comunes en esa época, con lo que mi padre se convirtió en el primer representante en España de fitoactivos, de la firma Inverni della Beffa (Indena más tarde) registrando medicamentos todavía presentes y eficaces en nuestro vademécum farmacéutico español. Algunos principios de extracción botánica como el taxol, que fue aislado a partir de la corteza del tejo (Taxus Brevifolia), fue posteriormente industrializado con técnicas de replicación celular para hacerlo sostenible, y con un coste razonable para poder fabricar medicamentos contra determinados tipos de cáncer y hacerlos más disponibles para una mayor parte de la población. Esas técnicas de replicación celular siguen siendo hoy en día una gran ayuda para realizar proyectos más sostenibles dentro del mundo de la botánica. Esta es una meta propia de la investigación a partir de componentes naturales (botánicos, algas, hongos y extracción animal) para crear productos que comportan un efecto terapéutico (fármacos, complementos alimenticios…). Por ejemplo, es ilustrativo el caso de la melatonina, cuya presencia se detectó en la glándula pineal de los cerdos y se comprobó que tenía efectos sobre la regulación del sueño. Pero no había reses porcinas en el planeta para cubrir las necesidades de melatonina, al margen del inviable coste de obtenerla de esos animales. Sin embargo, su síntesis resultó igual de efectiva porque se reactivaba la propiedad de la molécula.

 

A causa de una afección cardíaca grave de mi padre tuve mi primer contacto profesional con Derquímica

Tras completar mis estudios de Bachillerato y superar el COU, decidí obtener la Diplomatura Universitaria en Gestión Hotelera. Fue ya en la universidad cuando asumí mis primeras labores profesionales, a raíz de un ataque cardíaco que sufrió mi padre, en 1987, y que obligó a intervenirle a corazón abierto y a practicarle tres bypass. Afortunadamente, superó aquel trance, pero quedó seriamente debilitado, de ahí que solicitara mi colaboración. De este modo, por las tardes acudía a la empresa para realizar anotaciones en los libros contables, preparar muestras para clientes, labores de etiquetado…, tareas básicas pero que constituyeron mi primer contacto con Derquímica. Culminé esos primeros estudios universitarios en 1989 y, tras un impasse de un año, en 1991 inicié Ciencias Empresariales. Al año siguiente, dada mi formación y mi dominio idiomático, el comité organizador de Barcelona 92 me ofreció un contrato por obra y servicio durante los Juegos, lo cual me permitió mantener contacto con los atletas, técnicos y preparadores físicos que participaban en ellos en un centro operacional al que fui asignado. Invertí en esas labores los dos meses previos a la cita deportiva más los quince días de duración de la misma. Al finalizar aquella experiencia, me asaltaban dudas acerca de si querría continuar en la empresa de mi padre o aceptar la oferta para trabajar en el Hotel Rey Juan Carlos I. Decidí que era el momento de realizar el viaje de mi vida, pues era consciente de que, si me comprometía laboralmente, ya no podría llevar a cabo ese sueño. Y en 1993 disfruté de tres semanas en Estados Unidos, en compañía de uno de mis mejores amigos.

 

Es incurriendo en errores cuando emerge el conocimiento

De regreso a Barcelona, me aguardaba la amarga noticia de la muerte de mi hermano Augusto, con apenas treinta y nueve años. Hacía más de dos años que sufría una larga enfermedad terminal, pero eso no evitó el dolor que sufrí a mi llegada al aeropuerto, donde mi futura esposa, Montse, me comunicó el fatal desenlace. Toda aquella situación me condujo a una profunda reflexión, planteándome hacia dónde quería orientar mi futuro. Aunque me seguía atrayendo el entorno turístico y aspiraba a poder llegar a dirigir un hotel, constataba que el nivel salarial en ese ámbito era poco atractivo y que además había una alta inestabilidad. Yo barajaba formar una familia junto a Montse y deseaba gozar de cierta estabilidad. Pese a que muchos me animaban a tomar el testigo en Derquímica, las dudas me atenazaban. Mi padre exhibió en todo momento una actitud muy prudente, pues no quiso presionarme y se conformaba con mi modesta colaboración. En algunas empresas familiares la sucesión se aborda de manera errónea, al imperar un liderazgo muy personalista que no favorece la integración de la siguiente generación. Otros, en cambio, demuestran una gran habilidad y sutileza y consiguen que los hijos asimilen la cultura de la empresa y que esa transmisión se realice de manera suave y eficiente. En este sentido, si mis hijos desearan sumarse a la compañía, procuraría que hiciera prácticas en el negocio familiar para que, posteriormente, se fogueara en otras organizaciones y asimilara otras culturas empresariales. Una vez adquirida cierta madurez, al menos ya con treinta años, sería momento de proceder a un traspaso para que, poco a poco, adoptara decisiones cada vez más estratégicas; y permitirle cometer equivocaciones, porque es incurriendo en errores cuando emerge el conocimiento.

 

En la actualidad hay realidades muy llamativas de negocios en el entorno digital que trasladan un mensaje erróneo a las nuevas generaciones

No culminé mis estudios de Empresariales, pues una mononucleosis vírica justo antes de los exámenes de segundo curso me impidió preparar adecuadamente la evaluación y decidí aparcar la carrera, confiando en retomarla en un futuro que nunca llegaría. Fue entonces cuando decidí involucrarme en el negocio familiar, cuyas riendas asumiría en 1993, cuatro años antes de contraer matrimonio. A base de esfuerzo, logré que el negocio se expandiera, aunque fuera lentamente. He advertido que los jóvenes licenciados desean imprimir mucha velocidad a su desarrollo profesional, cuando todo lo realmente valioso en la vida reclama su tiempo. Las auténticas recompensas se obtienen a base de esfuerzo continuado durante largos periodos, pero hoy en día el mundo evoluciona con tal rapidez que hay realidades muy llamativas de negocios en el entorno digital que trasladan un mensaje erróneo a las nuevas generaciones. La juventud cree que todo es fácil y, sobre todo, rápido. Incluso magnates de éxito como Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Elon Musk acusaron pérdidas con sus empresas durante años y solo consiguieron salir adelante gracias a vivir en un país como Estados Unidos, donde se presta apoyo al emprendimiento y en la que hay inversores dispuestos a arriesgarse y a resistir resultados adversos ejercicio tras ejercicio. El 99,99% de los proyectos se quedan en el camino y solo prosperan los que muestran perseverancia. Por otro lado, también he detectado una obsesión por obtener títulos, casi minusvalorando a quien no acumula al menos dos carreras, varios másteres, etc. Sin embargo, la formación continua no ha de llevarse a cabo simplemente para agrandar el currículum, sino para actualizarse y adaptarse a la realidad del mercado laboral.

 

Quise pagarle la empresa a mi padre en agradecimiento, pero, también, como ejercicio de esfuerzo personal, para valorar debidamente ese activo

Cuando mi padre realizó un paso al lado, decidí comprarle todas las acciones y crear mi propia sociedad. Era el año 2000 cuando constituí Derquímica Oro, S.L., un 5% de cuyas acciones cedí a mis padres como regalo. Quise pagarle por su empresa como agradecimiento por el know how que me había transmitido, pero, también, como un ejercicio de esfuerzo personal, de cara a valorar debidamente ese patrimonio del que me hacía cargo. Nuestra compañía se dedica a importar, distribuir y exportar principios activos para la industria de la salud, que comprende el sector farmacéutico, el cosmético, el alimenticio y el de la nutrición animal, tanto de mascotas como de ganado. Contamos con la marca Derworld, que desarrolla principios activos, algunos de ellos identificados con marcas patentadas. Aunque manejamos unas cuatrocientas referencias, en nuestra base de datos disponemos de más de 2.800, el 70% de las cuales son de base natural (animal, botánica o de fermentación). No somos fabricantes, pero tenemos acuerdos con productores y contamos con una participación en una planta de producción asiática. Proporcionamos un servicio global y completo al cliente, ya sea satisfaciendo una serie de activos para una formulación determinada o sugiriéndole una solución para una aplicación en concreto que pueda plantearnos. Ahí ponemos en valor nuestro conocimiento para ofrecer una combinación de principios activos que resulten eficientes y novedosos para su objetivo, pues la clave de nuestro sector reside en la eficacia. Prestamos asistencia a nuestros clientes, aportando valor a los fabricantes y laboratorios del mercado y, en última instancia, al consumidor que acude al canal de distribución (farmacia, centro médico, centro estético, herbolario, supermercado, e-commerce…) esperando obtener un beneficio en su salud con el producto que adquiere.

 

Asistimos con demasiada frecuencia a prácticas de greenwashing por parte de la industria

El nuestro es un sector con mucha innovación, que se beneficia del intercambio de información entre los distintos actores de este mercado a partir de detectar las necesidades de los consumidores y de buscar soluciones con nuevos principios activos para generar formulaciones alternativas. La sostenibilidad, uno de los grandes mantras de la Unión Europea, ha adquirido protagonismo también en el I+D+i en el entorno de la salud y especialmente en el de la cosmética. Lamentablemente, asistimos con demasiada frecuencia a prácticas de greenwashing por parte de empresas que, a través de estrategias de marketing, pretenden hacer creer a la sociedad que adoptan políticas y ejecutan acciones favorables a la preservación del medioambiente y que no son tales, sino que solo persiguen asociar su imagen corporativa a una filosofía afín con la ecología, obviando una verdad: que hoy, lo que es absolutamente sostenible, es muy limitado. En el sector de la alimentación resulta evidente, pues los hay que presumen de su apuesta por el producto orgánico y, al comprobar el origen de sus artículos, descubres que han realizado miles de kilómetros antes de aterrizar en el punto de venta. Por no hablar del mercado automovilístico, donde el coche eléctrico se presenta como el más sostenible cuando la huella de carbono que deja su fabricación es más alta que la del motor de combustión actual que es ya muy eficiente a nivel de contaminación y de fabricación. En nuestro equipo siempre procuramos estar informados sobre las novedades que irrumpen en el ámbito cosmético, un sector apasionante y complejo por su condición multisectorial, a través de medios especializados, de contactos con otros profesionales de distintas áreas geográficas del mundo, de visitas a ferias … Ahora mismo estamos inmersos en un proyecto para desarrollar productos por vía oral que aporten las propiedades para combatir el deterioro de la dermis a causa de la polución. Tengamos en cuenta que la piel es el órgano vital más grande de nuestro cuerpo, y como tal debemos cuidarlo con mimo.

 

Cuanto más gana la sociedad, más gana el empresario, porque son vasos comunicantes

Como empresarios, tenemos el compromiso de aportar un bien común a la sociedad. Cuanto más gana esta, más gana el empresario, porque son vasos comunicantes. En verdad, todo empresario de éxito lo es por su generosidad, porque acaba recibiendo a partir de lo que ha dado. Y ahí es muy importante no centrarse exclusivamente en los clientes, sino también en los proveedores. La prosperidad de nuestra compañía reside tanto o más en disponer de buenos proveedores que de buenos clientes, ya sea aportando producto,  tecnologías novedosos y servicio; y es que, a la postre, somos un eslabón más dentro de una larga cadena. Además, focalizarse en la obtención de riquezas no solo impide disfrutar del camino, sino que evidencia la falta de un auténtico espíritu emprendedor, pues este se sustenta en la voluntad de crear y de satisfacer las necesidades de su entorno. En nuestro caso, para atender debidamente la demanda, disponemos de miles de metros cuadrados en un centro ubicado en el ZAL, junto al Port de Barcelona y próximo, también, al aeropuerto. Manejamos pocas referencias commodity; nuestra especialidad es la química fina: activos de poco volumen, pero con un alto coste relativo.

 

No podemos permitirnos que una incidencia en el servicio impacte en nuestra cadena de valor

Anualmente comercializamos más de doscientas toneladas de extractos botánicos y en torno a cien toneladas de otros activos como enzimas, probióticos, aminoácidosm productos de fermentación, de extracción animal, etc. Contamos con proveedores y clientes por todo el mundo: en Europa, Asia, el norte de África, Norteamérica e, incluso, algunos en Sudamérica. Resulta de vital importancia prestar atención a la redacción de los acuerdos alcanzados con los fabricantes, pues en ocasiones estas empresas son susceptibles de ser absorbidas por otras de mayor envergadura y con otros intereses, hecho que puede repercutir en el servicio esperado e impactar en nuestra cadena de valor, algo a lo que no podemos arriesgarnos. El tiempo medio de fabricación, desde que se recibe la materia prima hasta que se obtiene el producto final, es prolongado, y suele rondar los sesenta días. Es algo a tener en cuenta, a fin de garantizar que será factible atender la demanda de los clientes. Por ello, la logística es uno de los talones de Aquiles de nuestra industria, donde es importante tener un stock ajustado y tratar de minimizar al máximo los imprevistos que comportan retrasos, ya que la mayoría de grandes marcas cosméticas externalizan la fabricación a terceros, bien sea por razones estratégicas, bien para derivar sus capacidades productivas a referencias de mayor valor. Si no dispongo de partners que puedan satisfacer esa faceta de manera óptima, de poco me valdrá ofrecer un producto interesante y saber que hay quienes están dispuestos a pagar por él.

 

Las pymes necesitamos personal que exhiba ilusión, ganas y sintonía con la empresa

A nivel de equipo, contamos con una estructura liviana y compensada, con tres profesionales en el Departamento Técnico, de Calidad, Desarrollo e Innovación; otras tres personas en el área comercial; dos más, en logística; y una, en administración. A ellas habría que añadir otros tres efectivos subcontratados para la gestión del almacén. En la actualidad, en las empresas se suele apostar por personas centradas y polivalentes. Más allá del historial académico y la experiencia laboral que puedan aportar, las pymes necesitamos personal que exhiba ilusión, ganas y sintonía con la empresa: que demuestre ambición por hacer bien el trabajo y afinidad con los compañeros. Por eso, a la hora de buscar colaboradores, me fijo más en su actitud, sus valores y su talante que no en su currículum. Tengo la suerte de disponer de un equipo que se ajusta a las expectativas deseadas y que, cumpliendo profesionalmente con sus responsabilidades, contribuye a que muestra empresa sea cada día más reconocida.

 

No hay nada que pueda sustituir a la familia

Por muchos éxitos profesionales que acumules, no hay nada que sustituya a la familia. En mi caso, Montse y mis hijos constituyen el leitmotiv para levantarme cada día, acudir a la oficina, invertir tiempo en viajes y afrontar los sinsabores y las preocupaciones que lleva asociado pilotar una empresa. En última instancia, todo este esfuerzo es para poder brindar a los tuyos una estabilidad, unas oportunidades y un bienestar. La familia se erige en un pilar, sobre todo si, como en mi caso, hay una esposa fuerte a tu lado para apoyarte; una compañera que te muestra comprensión en los momentos más complejos y que te ayuda a centrar la atención en lo realmente importante cuando el camino se tuerce. Respecto a mis hijos, quizás Lucía tiene posibilidades de terminar desembarcando en el negocio familiar, porque acaba de completar sus estudios en ESADE y le gusta el mundo de la moda pero, también, el de la cosmética de lujo. Max ha iniciado su carrera universitaria de Psicología, tras haber permanecido dos años en Vancouver (Canadá) cursando el Bachillerato, así que quizás es más difícil que lo haga, pero yo también inicié un camino y luego acabe en este otro que me llena de satisfacción a diario.