Sr. Ros
Sr. Ros
TH, 8è VOLUM. El Procés, Destacada

SR. ÀNGEL ROS DOMINGO

Alcalde de Lleida

Texto del 06/02/2017

ÀNGEL ROS DOMINGO

Lleida

Hijo de una familia de las que perdió la Guerra Civil, se implicó desde muy joven en la vida política y asociativa. La informática lo llevó a la política profesional y, a partir de entonces, ambas han guiado su vida. Alcalde de Lleida desde 2003, ve el proceso independentista como una espiral de difícil salida en la que la emotividad se ha impuesto a la racionalidad. Cree que el federalismo es la solución, y que será hegemónico cuando también consiga comunicar emociones.

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Una familia de las que perdió la guerra

Nací en Lleida, hijo de padre navarro, de Buñuel, y de madre catalana, de Mollerussa. Mi infancia fue normal, pero en el seno de una familia de las que perdió la guerra, circunstancia que se repite con la familia de mi mujer. Por suerte, perdieron la guerra sin perder la vida, algo que no todas las familias pueden decir. Después de la Batalla del Ebro, encerraron a mi padre en el campo de concentración del Torrero, en Zaragoza; mi tío fue encarcelado por los nacionales, y mi suegro y su familia se exiliaron a Francia. Destaco todo esto porque una de las descalificaciones habituales de la oposición municipal en el consistorio de Lleida, muy radicalizada, es que yo defiendo el franquismo.

Joven activista de la palabra

Me formé en los Maristas de Lleida. Entre 1969 y 1974 cursé la carrera de Ciencias Físicas en Barcelona, y más tarde me doctoré en Informática, campo en el que ya trabajaba. No fui un estudiante brillante porque enseguida me involucré en política. Empecé a participar en los comités universitarios del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y a colaborar en un cineclub organizado por el entorno de Comisiones Obreras en la Escuela Pía de la calle Balmes. Los fines de semana iba a Lleida y participaba del ambiente excur-sionista, donde llegué a ser Vicepresidente del Centre Excursionista. También me comprometí con el movimiento vecinal, al fundar la asociación de vecinos de mi barrio y la Federació d’Associacions de Veïns de Lleida.

Media vida como informático y miembro del PSC

En la Barcelona de principios de los 70 todo este activismo giraba en torno al PSUC. Nos considerábamos luchadores antifranquistas por la democracia. También había núcleos que ya habían abrazado el independentismo. Varios de mis mejores amigos militaban en el Front Nacional de Catalunya (FNC) y en el Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN). El espacio socialista era entonces menos masivo. Mientras todo esto bullía, en cuarto de carrera entré de becario en la multinacional IBM, y para llegar a fin de mes, porque era de una familia humilde, también daba clases particulares. En IBM hice amistad con el mejor ingeniero de sistemas de la compañía, Josep Maria Sala, más tarde un político relevante del PSC, y ya entonces militante del mismo, al que me abrió las puertas en 1980. Desde entonces, sigo dedicándome a la informática, hoy como profesor, y estoy vinculado al PSC.

Años de itinerancia

Acabado el servicio militar, volví a Lleida porque me había implicado mucho más en los movimientos políticos y sociales de allí que en los de Barcelona, y empecé a trabajar de informático en una cooperativa avícola llamada Copaga –hoy Nanta–, hasta que me incorporé como informático a la plantilla de la Paeria, el Ayuntamiento de la ciudad durante el mandato de Corbella, el último alcalde del régimen no democrático. Allí llegué a jefe de servicio de informática, hasta que, en 1985, Enrique Tierno Galván me fichó para el Ayuntamiento de Madrid, del cual su sucesor, Barranco, me confió la gerencia de la empresa de tecnologías. En 1989 fue el Ayuntamiento de Barcelona, pionero en Europa en tecnología informática y liderado por Pascual Maragall, el que me requirió. Dos años después, recibí una oferta muy atractiva que me permitió volver al sector privado como director de organización y sistemas en la cervecera San Miguel, donde permanecí por un lustro, para pasar después a desarrollar el mismo cometido en Cobega durante nueve años.

De Coca-Cola a la alcaldía

Durante mis años en el sector privado, mantuve la militancia política sin visibilizarla, hasta que en 2003, cuando cumplía los 50, mi partido me propuso ir en la lista de Antoni Ciurana, alcalde socialista de Lleida desde hacía más de veinte años. Tras una deliberación familiar, decidí aceptar. Lo consulté con mi mujer y mis dos hijos porque iba a pasar de un sueldo muy bueno en el sector privado a uno del ámbito público que representaba una tercera parte de mis ingresos habituales. Lógicamente, el atractivo que me ofrecía poder liderar proyectos colectivos, crear escuelas, museos o centros sociales pudo más que la remuneración. Al cabo de seis meses de ser elegido concejal, Antoni Ciurana fue nombrado consejero de Economía de la Generalitat, y yo accedí a la alcaldía de mi ciudad natal. Mis primeras legislaturas como alcalde fueron normales. Hoy ya no es así. Varios partidos de la oposición no tienen otro objetivo que el de destruirme. Por eso no confrontan ideas ni personas ni proyectos de ciudad: solamente me atacan.

Una espiral de difícil salida

Sobre el Procés, tengo la obligación de ser muy claro y, en mi opinión, Catalunya se ha situado en medio de una espiral de la que no sabe salir. La escalada de confrontación institucional parece dirigirse, inevitablemente, a lo que se ha dado en llamar el choque de trenes. El «problema catalán» ha ido surgiendo a lo largo de la historia en diferentes ocasiones, pero nunca con la radicalidad y virulencia actuales, quizá por el influjo de la crisis económica y el cambio de era social. También tiene un fuerte componente emotivo, porque sin emociones, sin emotividad, no hay política. La diferencia entre un político y un gestor está en que el político vehicula y lidera anhelos colectivos, sentimientos. Ante estos, inherentes a la condición humana, debemos intentar, como contrapeso, introducir más racionalidad, que es también muy humana, y que en estos últimos cinco años de Procés no ha sido el elemento preponderante.

Entre el ideal y el interés

Una parte de los líderes del movimiento independentista, sobre todo los sobrevenidos, se mueven más para mantener su espacio de poder que para llevar a cabo el ideal. No criticaré nunca el independentismo de Esquerra Republicana de Catalunya porque no ha engañado nunca a nadie y se ha mantenido fiel a sus principios, pero entre los independentistas de nuevo cuño no veo tantos principios y sí mucho interés. El fin de todo nacionalista siempre es la independencia, eso es cierto, pero uno ya es suficientemente perro viejo como para no dar demasiado crédito a determinadas evoluciones políticas. La cuestión esencial que todo el mundo se debe plantear en la intimidad es si estamos dispuestos a sacrificar una o dos generaciones de catalanes al ideal de la independencia.

Creando frustración con un objetivo imposible

Tengo muchos amigos y familiares conversos al independentismo, gente de base, sin intereses, que se han creído la viabilidad del Procés. Lo siento por ellos, porque cuando la independencia no se concrete (es virtualmente imposible) serán los grandes frustrados. Agitar la amenaza de la indepen-dencia con el fin de obtener un cambio de relación en una línea confederal o federal es un acto de gran irresponsabilidad. No siempre para obtener un ocho hay que buscar un diez, porque el exceso tiene, y tendrá, costes. La imagen de los catalanes en España ha quedado muy deteriorada. En esta vida, está bien plantearse objetivos, siempre que sean retos asumibles, no fantásticos. El error de cálculo del independentismo ha sido de bulto. Si lo que se pretende es un reconocimiento de la personalidad nacional de Catalunya, de la plurinacio-nalidad de España, que se pida eso, y no otra cosa.

Fue un error excluir al PP del consenso

Se ha llegado a tales extremos por culpa de otra gran irresponsabilidad, en este caso del Partido Popular, al llevar el nuevo Estatuto de Catalunya al Tribunal Constitucional en 2006, y por la sentencia resultante en 2010. Además, se le suman frustraciones que parten de siglos atrás, de una historia que no se nos ha contado bien, ni desde un lado ni desde el otro. Otro error considerable fue no incluir en el consenso del Estatuto al Partido Popular, que en aquel momento estaba liderado por Josep Piqué, un catalán de talante moderado, que podría haber puesto las cosas más fáciles. Cuando el Presidente Mas fue a Madrid a pedir el pacto fiscal, con el apoyo entonces del PSC, recibió un portazo, y reaccionó mal. Ojalá hubiera tenido una reacción más al estilo de Tarradellas.

Al federalismo le falta emoción

El Partido Popular ha sustituido el diálogo político por la judicialización de la política. Y la democracia, sin diálogo, no existe. Por desgracia, es una práctica que va más allá del PP. Lógicamente, la ley está para cumplirla, pero su interpretación es lo que da margen a la política. Esperar a que haya una sentencia del Tribunal Constitucional sobre la consulta del 9-N no es otra cosa que el fracaso de la política. El juicio de hoy a Mas, Rigau y Ortega es un reflejo de ello. El ciudadano no espera de los políticos solo la prestación de servicios, sino también la gestión de emociones. Si el federalismo no se ha convertido en mayoritario es porque, aunque ofrece emoción, no ha conseguido comunicar la pasión que el independentismo, por el contrario, desborda. El componente emocional del federalismo es la gran asignatura pendiente que tenemos los que creemos en él. Lo mismo sucede con la socialdemocracia, que debe ser repensada pero es la única solución para recuperar el Estado del Bienestar, lógicamente adaptado a nuevos marcos de tiempo (siglo XXI) y de espacio (globalidad).
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Mayor of Lleida

The son of a family who fought on the losing side of the Civil War, he became interested in politics and associationism at a very young age. Thanks to his training as a computer engineer, he took up politics as a profession and since then, he has dedicated his life to both the above. He has been the Mayor of Lleida since 2003 and consider that independence is a process that will be very difficult to achieve, one in which emotion has triumphed over reason. He believes that the solution is federalism, and that it will be hegemonic as long as it also transmits emotion.

A family on the losing side in the Civil War

I was born in Lleida, to a father from Buñuel in Navarra and a Catalan mother from Mollerussa. My childhood was quite normal but as part of a family who had lost the war, which is also the case with my wife’s family. Fortunately, they lost the war but not their lives, unlike other less fortunate families. After the Battle of the Ebro, they locked my father up in the Torrero concentration camp in Zaragoza. In addition, my uncle was imprisoned by the national movement, and my father-in-law and his family were exiled in France. Why do I mention all this? Well, because one of the habitual accusations made against me by my opponents on the council of Lleida is that I defend Francoism.

A young activist of his word

I was educated at a Marist Brothers school in Lleida. From 1969 to 1974, I studied Physics in Barcelona and later, I obtained a PhD in computer science, a field in which I was already working. I was not a brilliant student because I immediately got into politics. I started to take part in the university committees of the Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) and collaborated with a film club organised by the Comisiones Obreras trade union at Escuela Pía in calle Balmes. At weekends, I would go to Lleida and participate in outdoor groups, and I eventually became the vice-president of the Outdoor Centre. I also became involved in neighbourhood movements and started up a neighbours association in my district as well as the Federació d’Associacions de Veïnsof Lleida.

Half a life working as a computer engineer and as a member of the PSC (Catalan Socialist Party)

In the Barcelona that existed at the beginning of the 1970s, all the activism revolved around the PSUC (Unified Socialist Party of Catalonia). We regarded ourselves as the enemies of fascism and supporters of democracy. There were also groups who had begun to support independence. Some of my closest friends were active members of the FNC (Catalan National Front) and the Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN). The socialist space was not massive during those years. While all this was going on, during my final year of study, I joined the multinational IBM as a trainee. I came from a family with a modest income, and to survive until the end of the month, I gave private lessons. At IBM I made friends with the best systems engineer in the company, Josep Maria Sala, who later became an important politician in the PSC, and who was then an activist in that party, and he opened the door for me 1980. Since then I have devoted my life to computer engineering, today as a lecturer, and I have ties with the PSC.

Years of itinerancy

After finishing my military service, I returned to Lleida because I had become much more involved in political and social movements there than I had in Barcelona. I found a job as a computer engineer in a poultry farm cooperative society called Copaga –now known as Nanta-, and then worked at the town hall as a computer engineer when Corbella (the last mayor of the non-democratic system) was Mayor. There, I became head of the computer department until in 1985, Enrique Tierno Galván asked me to join him at Madrid town hall, where his successor, Barranco, entrusted me with manging the technology area. In 1989, the Mayor of Barcelona, Pascual Maragall, asked me to come and work at the town hall, which was a pioneer in Europe in computer technology at that time. Two years later, I received a very attractive offer than allowed me to return to the private sector as the organisation and systems director of the brewery San Miguel, where I remained for five years, and then I held the same position in Cobega for nine years.

From Coca-Cola to the office of Mayor

During my years in the private sector, I remained active in politics but not in a visible way until 2003, when at the age of 50, my party proposed my inclusion on the list of Antoni Ciurana, the socialist mayor of Lleida for more than twenty years. After a family discussion, I decided to accept. I consulted the decision with my wife and my two children as it meant changing from a very good salary in the private sector to one that represented one-third of my current salary in the public sector. Logically, the idea of leading collective projects and setting up schools, museums or social centres was more attractive that the salary. Six months after being elector councillor, Antoni Ciurana was appointed Minister of Finance of the Generalitat de Catalunya, and I was designated mayor of Lleida. My first legislatures as mayor were normal. Today, things have changed. Several of the parties in the opposition are determined to destroy me. They have no interest in debating ideas, persons or projects for the city; all they want to do is attack me.

A process that will be difficult to resolve

With regard to the Procés, I feel I must speak out clearly. In my opinion, Catalonia is caught up in a spiral that has no way out. It is clear that the escalation of institutional conflict is inexorably leading to what is termed a train crash. The «Catalan Problem» has always existed for centuries, but never with the radical, virulent attitude of today, perhaps influenced by the economic crisis and the change in social era. There is also a strong emotional component, because without emotions or emotiveness, politics would not exist. The difference between a politician and a manager is that a politician steers and leads collective desires and feelings. Faced with such desires and feelings, which are intrinsic to the human condition, we must try to use reason (which is also a human trait) to counterbalance them, and over the past five years the Procés has not been the preponderant element.

Between the ideal and self-interest

Some of the leaders of the independence movement, especially, the new ones, are more interested in maintaining their share of power than in implementing their ideal. I am not criticising Esquerra Republicana de Catalunya for supporting independence, as it has always done so and remained true to its principles, but I have not seen these principles among the new supporters of independence, only self-interest. The goal of a nationalist will always be independence, that is true, but I have been in politics for a long time and I do not trust certain political evolutions. The essential question that we must all ask ourselves is whether we are willing to sacrifice one or two generations of Catalans to achieve the ideal of independence.

Creating frustration with an impossible objective

Many of my friends and relatives have embraced the independent movement, normal people with no biased interest who have put their faith in the feasibility of the Procés. I am sorry for them, as if the long-awaited independence (which is virtually impossible) fails to arrive, they will feel frustrated. Waving the banner of independence as a threat in order to obtain a change of relationship through a confederal or a federal approach is extremely irresponsible. It is not always necessary to demand everything to end up with less, and a price will have to be paid. The image of the Catalans in Spain is severely damaged. It is always positive to set goals, provided they are assumable and realistic. The independence movement has made a serious mistake. If they want the national personality of Catalonia and the plurinational nature of Spain to be recognised, then they should just ask for this and nothing else.

It was a mistake to exclude the PP from the consensus

We have reached this point because of another great irresponsibility, in this case, that of the Partido Popular, which brought the new Catalan Statute before the Constitutional Court in 2006, and the resulting ruling of 2010. Added to this, the frustration generated for many centuries of a history that has not been properly told by either side. Another important mistake was not including the Partido Popular in the consensus, which at that time, was led by Josep Piqué, a Catalan with a moderate attitude who could have made things easier. When President Mas went to Madrid to ask for a tax agreement with the support of the PSC, the party in power at that time, the door was slammed in his face and he reacted badly. It is a shame his reaction was not more like that of Tarradellas.

Federalism lacks passion

The Partido Popular has used the judicialisation of politics to replace political dialogue. Without dialogue, democracy cannot exist. Unfortunately, it is a practice that the PP is unable to apply. Logically, the law must be obeyed, but its interpretation offers a margin for politics. Waiting for the Constitutional Court to issue a ruling with respect to the plebiscite of 9-N is simply a failure of politics. Today’s trial against Mas, Rigau and Ortega is a clear reflection of this. Citizens do not expect politicians to merely provide their services, they must also manage emotions. The reason that federalism is not considered the majority option is because, despite having a certain amount of emotion, it fails to communicate the passion that, on the contrary, is unleashed by independence. The emotional component of federalism is still the main issue for all those of us who believe in it. The same occurs with socialdemocracy, which, although it needs to be reconsidered, is the only solution that will enable us to recover the welfare state, logically, adapted to new times, to the 21st century and to a global world.
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Maire de Lérida

Fils d’une famille qui a perdu la Guerre Civile, il s’est impliqué très jeune dans la vie politique et associative. L’informatique l’a conduit à la politique professionnelle, et dès lors, toutes deux ont guidé sa vie. Maire de Lérida depuis 2003, il voit le processus indépendantiste comme une spirale d’où il est difficile de sortir, et où l’émotion a pris le dessus sur le rationnel. Il pense que le fédéralisme est la solution, et qu’il sera hégémonique lorsqu’il parviendra à communiquer des émotions.

Une famille qui a perdu la guerre

Je suis né à Lérida, d’un père originaire de Navarre, de Buñuel, et d’une mère catalane, de Mollerussa. J’ai eu une enfance normale, mais au sein d’une famille qui avait perdu la guerre, une circonstance qui se répète dans la famille de ma femme. Par chance, ils ont perdu la guerre mais pas la vie, ce qui n’est pas le cas dans toutes les familles. Après la Bataille de l’Èbre, mon père a été interné dans un camp de concentration du Torrero, à Saragosse ; mon oncle a été emprisonné par les nationaux et mon beau-père et sa famille se sont exilés en France. Si je dis tout cela, c’est par que l’une des disqualifications habituelles de l’opposition municipale à la mairie de Lérida, très radicalisée, est que je défends le franquisme.

Jeune activiste de la parole

J’ai été formé chez les Maristes de Lérida. Entre 1969 et 1974, j’ai étudié les sciences physiques à Barcelone et plus tard, j’ai obtenu un doctorat en informatique, domaine dans lequel je travaille. Je ne suis pas devenu un brillant étudiant car je me suis tout de suite impliqué dans la politique. J’ai commencé à participer aux comités universitaires du Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) et à collaborer dans un cinéclub organisé par le milieu des Comisiones Obreras à l’École Pía de la rue de Balmes. Les week-ends, je me rendais à Lérida et je participais aux excursions, je suis même devenu vice-président du Centre excursionniste. Je me suis également impliqué dans le mouvement des habitants, en fondant l’association des habitants de mon quartier et la Federació d’Associacions de Veïns de Lérida.

La moitié de ma vie comme informaticien et membre du PSC

Dans la Barcelone du début des années 70, tout cet activisme tournait autour du PSUC. Nous nous considérions comme des combattants antifranquistes pour la démocratie. Il y avait aussi des groupes qui avaient déjà épousé l’indépendantisme. Plusieurs de mes meilleurs amis militaient au Front Nacional de Catalunya (FNC) et au Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN). L’espace socialiste était alors moins massif. Pendant ma quatrième année d’étude j’étais stagiaire chez IBM, et pour boucler les fins de mois, car j’étais issu d’une famille humble, je dispensais aussi des cours particuliers. Chez IBM, je me suis lié d’amitié avec le meilleur ingénieur de systèmes de la compagnie, Josep Maria Sala, qui plus tard est devenu un politicien important du PSC. Il était alors militant du parti et m’a ouvert les portes en 1980. Depuis, je continue à me consacrer à l’informatique, aujourd’hui comme professeur, et je suis lié au PSC.

Des années d’itinérance

À la fin du service militaire, je suis retourné à Lérida, car j’étais beaucoup plus impliqué dans les mouvements politiques et sociaux de cette ville que dans ceux de Barcelone, et j’ai commencé à travailler comme informaticien dans une coopérative avicole appelée Copaga –aujourd’hui Nanta–, puis j’ai rejoint l’équipe d’informaticiens de la Paeria, la mairie de la ville pendant le mandat de Corbella, le dernier maire du régime non démocratique. Je suis devenu le chef du service informatique et en 1985, Enrique Tierno Galván m’a embauché à la mairie de Madrid et son successeur, Barranco, m’a confié la gérance de l’entreprise de technologies. En 1989, j’ai été embauché à la mairie de Barcelone, pionnière en Europe en technologie informatique et dirigée par Pascual Maragall. Deux ans plus tard, j’ai reçu une offre très intéressante qui m’a permis de revenir au secteur privé, au poste de directeur d’organisation et systèmes au sein du producteur de bière San Miguel, où je suis resté cinq ans, puis j’ai occupé le même poste pendant neuf ans, mais cette fois au sein de Cobega.

De Coca-Cola à la mairie

Pendant mes années passées dans le secteur privé, j’ai maintenu la militance politique sans la rendre visible, jusqu’en 2003, quand âgé de 50 ans, mon parti m’a proposé de me présenter dans la liste d’Antoni Ciurana, maire socialiste de Lérida depuis plus de vingt ans. Après délibération familiale, j’ai décidé d’accepter. Je l’ai consulté avec ma femme et mes deux enfants, car j’allais passer d’un très bon salaire dans le secteur privé à un du secteur public qui représentait un tiers de mes revenus habituels. Logiquement, l’attrait que représentait diriger des projets collectifs, créer des écoles, des musées ou des centres sociaux a fait pencher la balance, au détriment de la rémunération. Six mois après avoir été élu conseiller municipal, Antoni Ciurana a été nommé conseiller d’économie de la Generalitat, et je suis devenu le maire de ma ville natale. Mes premières législatures au poste de maire se sont écoulées normalement. Aujourd’hui, ce n’est plus le cas. Plusieurs partis de l’opposition ont pour seul objectif de me détruire. Ils ne proposent ni idées, ni personnes, ni projets de ville : ils se bornent à m’attaquer.

Une spirale dont il est difficile de sortir

Concernant le Procés, j’ai l’obligation d’être très clair et à mon avis, la Catalogne s’est installée au milieu d’une spirale dont il est difficile de sortir. L’escalade de confrontation institutionnelle semble inévitablement vouée à ce que l’on appelle le choc des trains. Le « problème catalan » a surgi plusieurs fois tout au long de l’histoire, mais jamais auparavant avec la radicalité et la virulence actuelles, peut-être en raison de l’influence de la crise économique et du changement d’ère sociale. Il a également un fort composant émotionnel, car il n’y a pas de politique sans émotion, sans émotivité. La différence entre un homme politique et un gestionnaire réside dans le fait que le premier communique et dirige des aspirations collectives, des sentiments, inhérents à la condition humaine qu’il faut contrebalancer en essayant d’introduire plus de rationalité, elle aussi très humaine, d’autant plus que ces cinq dernières années de Procés, elle n’a pas été l’élément prépondérant.

Entre l’idéal et l’intérêt

Une partie des leaders du mouvement indépendantiste, notamment les « improvisés », travaillent davantage pour conserver leur espace de pouvoir que pour mener à bien un idéal. Je ne critiquerai jamais l’indépendantisme d’Esquerra Republicana de Catalunya car le parti n’a jamais trompé personne et il est resté fidèle à ses principes, mais parmi les nouveaux indépendantistes je ne vois pas autant de principes, mais au contraire beaucoup d’intérêts. Certes, le but de tout nationaliste est toujours l’indépendance, mais nous avons tous assez d’expérience pour ne pas croire certaines évolutions politiques. La question essentielle que tout le monde doit se poser dans l’intimité est de savoir si nous sommes disposés à sacrifier une ou deux générations de catalans à l’idéal de l’indépendance.

Un objectif impossible engendre la frustration

J’ai de nombreux amis et membres de ma famille convertis à l’indépendance, des gens de principes, non poussés par des intérêts, qui ont cru à la viabilité du Procés. Je suis désolé pour eux car quand l’indépendance n’aura pas lieu, (c’est virtuellement possible), ils seront terriblement frustrés. Agiter la menace de l’indépendance dans le but d’obtenir un changement de relation dans une ligne confédérale ou fédérale est un acte de grande irresponsabilité. Pour obtenir un huit, il ne faut pas forcément viser le dix car l’excès a, et aura, un coût. L’image des catalans en Espagne s’est vue terriblement affectée. Dans la vie, il faut se fixer des objectifs à condition qu’il s’agisse de défis surmontables et non fantastiques. L’erreur de calcul de l’indépendantisme a été monumentale. Si nous voulons une reconnaissance de la personnalité nationale de Catalogne, de la plurina-tionalité d’Espagne, alors demandons cela et pas autre chose.

Exclure le PP du consensus fut une erreur

Une grande irresponsabilité nous a conduit à de tels extrêmes, dans ce cas du Partido Popular, qui a traîné le nouveau Statut de Catalogne devant le Tribunal Constitutionnel en 2006, ce qui a donné lieu à la décision prononcé en 2010. Il faut ajouter à cela des frustrations qui remontent à plusieurs siècles, une histoire qui a été déformée des deux côtés. L’autre grande erreur a été de ne pas inclure le Partido Popular dans le consensus du Statut, alors dirigé par Josep Piqué, un catalan modéré qui aurait pu simplifier les choses. Lorsque le président Mas s’est rendu à Madrid pour demander le pacte fiscal, avec le soutien du PSC, on lui a claqué la porte au nez et il a mal réagi. Si seulement il avait réagi à la façon de Tarradellas.

Le fédéralisme manque d’émotion

Le Partido Popular a remplacé le dialogue politique par la judiciarisation de la politique. Or, la démocratie sans dialogue n’existe pas. Malheureusement, c’est une pratique qui va au-delà du PP. Logiquement, la loi existe pour être appliquée, mais son interprétation est ce qui donne de la marge à la politique. Attendre la décision du Tribunal Constitutionnel sur la consultation du 9-N n’est autre que l’échec de la politique. Aujourd’hui, le procès de Mas, Rigau et Ortega en est le reflet. Le citoyen n’attend pas des hommes politiques qu’ils se limitent à la prestation de services, il veut aussi qu’ils gèrent les émotions. Le fédéralisme n’est pas devenu majoritaire, car même s’il offre de l’émotion, il n’a pas réussi à communiquer la passion débordante de l’indépendantisme. Le composant émotionnel du fédéralisme est ce qui manque à ceux qui croient en lui. Il en va de même avec la social-démocratie, qui doit être repensée mais qui reste la seule solution pour récupérer l’état du bien-être, logiquement adapté à de nouveaux cadres de temps, le XXIe siècle, et d’espace, la globalité.
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Bürgermeister von Lleida

Als Sohn einer Familie, die den spanischen Bürgerkrieg verlor, beteiligte er sich sehr früh am politischen und Vereinsleben. Die Informatik führte ihn zur professionellen Politik. Beide beherrschen seitdem sein Leben. Seit 2003 ist er Bürgermeister von Lleida. Er sieht den Unabhängigkeitsprozess als eine Spirale mit einem schwierigen Ausweg, in der sich die Emotionen gegenüber der Vernunft durchgesetzt haben. Der Föderalismus ist seiner Meinung nach die Lösung, die sich durchsetzen wird, falls sie es schafft, Emotionen widerzuspiegeln.

Eine Familie auf der Verliererseite des Spanischen Bürgerkriegs

Ich wurde in Lleida als Sohn eines Vaters aus Navarra und einer aus Mollerussa stammenden katalanischen Mutter geboren. Meine Kindheit verlief normal, jedoch in einer Familie, die den Spanischen Bürgerkrieg verloren hatte. Dieser Umstand gilt übrigens auch für die Familie meiner Frau. Zum Glück verloren sie nur den Krieg und nicht das Leben, was leider nicht allen gelungen ist. Nach der Schlacht um den Ebro wurde mein Vater im Konzentrationslager Torrero in Zaragoza eingesperrt, mein Onkel von den Nationalisten inhaftiert und mein Schwiegervater und dessen Familie suchten Asyl in Frankreich. Ich hebe dies besonders hervor, da eine der Vorwürfe der radikalisierten Opposition in der Stadtverwaltung von Lleida darin besteht, ich verteidige das Franco-Regime.

Junger Aktivist

Ich besuchte die Schule der Maristen in Lleida. Von 1969 bis 1974 studierte ich Physik in Barcelona und erwarb später meinen Doktortitel in Informatik, in der ich bereits arbeitete. Ich war kein brillanter Student, da ich mich sofort in der Politik engagierte. Zunächst nahm ich an den Studentenkomitees der PSUC (Sozialistische Einheitspartei Kataloniens) und an einem Filmklub teil, der im Umfeld der Gewerkschaft Comisiones Obreras organisiert wurde. An den Wochenenden fuhr ich nach Lleida, machte Wanderungen und brachte es sogar bis zur Position des Vizepräsidenten des Wandervereins. Darüber hinaus engagierte ich mich in meinem Stadtviertel für die Nachbarschaftsbewegung und den Bund der Nachbarschaftsverbände von Lleida.

Ein halbes Leben als Informatiker und Mitglied der PSC

In Barcelona drehte sich der Aktivismus Anfang der 70er-Jahre um die PSUC. Wir sahen uns als Kämpfer gegen das Franco-Regime und für die Demokratie. Darüber hinaus gab es Bereiche, die bereits für die Unabhängigkeit eintraten. Mehrere meiner besten Freunde waren Mitglieder der FNC (Nationale Front Kataloniens) und der PSAN (Sozialistische Partei der Nationalen Befreiung). Das sozialistische Lager war damals kleiner. Vor diesem Hintergrund begann ich im achten Semester ein Praktikum bei IBM und gab außerdem Nachhilfestunden, um über die Runden zu kommen, da mich meine bescheiden lebende Familie nicht unterstützen konnte. Bei IBM schloss ich Freundschaft mit Josep Maria Sala, dem besten Systemingenieur des Unternehmens, später bedeutender Politiker der Partei der Sozialisten Kataloniens (PSC) und damals bereits Mitglied, der mir 1980 die Türen öffnete. Seit diesem Zeitpunkt widme ich mich der Informatik, inzwischen als Professor, und bin ebenfalls Mitglied der PSC.

Bewegte Jahre

Nach dem Militärdienst kehrte ich nach Lleida zurück, da ich mich dort politisch und gesellschaftlich mehr als in Barcelona engagiert hatte, und arbeitete als Informatiker in einer Geflügelgenossenschaft namens Copaga (heute Nanta), bevor ich als Informatiker für die Paeria tätig wurde. Die Paeria war die Stadtverwaltung von Lleida während des Franco-Regimes. Dort brachte ich es bis zum Abteilungsleiter, als mich Enrique Tierno Galván 1985 für die Stadtverwaltung von Madrid abwarb. Sein Nachfolger übertrug mir dann die Leitung des Technologieunternehmens. 1989 bot mir die Stadtverwaltung von Barcelona, damals in Sachen Informatik führend in Europa, unter der Leitung von Pascual Maragall eine Stelle an. Zwei Jahre später nahm ich ein sehr attraktives Angebot des Privatsektors als Direktor des Bereichs Organisation und Systeme der Brauerei San Miguel an, in der ich fünf Jahre verblieb, bevor ich neun Jahre lang denselben Posten im Unternehmen Cobega ausübte.

Von Coca-Cola in die Stadtverwaltung

Während meiner Jahre im Privatsektor engagierte ich mich unsichtbar weiterhin für die Politik. Im Alter von 50 Jahren bot mir meine Partei 2003 dann einen Platz auf der Liste von Antoni Ciurana an, seit mehr als 20 Jahren sozialistischer Bürgermeister von Lleida. Nach einer Beratung mit meiner Familie nahm ich das Angebot dann an. Die Beratung mit meiner Frau und meinen beiden Kindern war nötig, da ich statt meines sehr guten Gehalts im Privatsektor im öffentlichen Dienst nur noch ca. ein Drittel verdienen würde. Natürlich war die Möglichkeit, kollektive Projekte zu leiten und Schulen, Museen oder soziale Zentren zu schaffen, interessanter als der monetäre Gesichtspunkt. Sechs Monate nach meiner Wahl zum Stadtrat wurde Antoni Ciurana zum Wirtschaftsminister der Generalitat ernannt und ich zum Bürgermeister meiner Heimatstadt. Meine ersten Legislaturperioden als Bürgermeister verliefen normal. Heute ist das nicht mehr so. Verschiedene Oppositionsparteien haben sich meine Zerstörung zum Ziel gesetzt. Debattiert werden weder Ideen, noch Personen, noch Stadtprojekte, angegriffen werde lediglich ich.

Eine Spirale ohne Ausweg

In Bezug auf den Procés kann ich nur deutlich sagen, dass Katalonien meiner Meinung nach in einer Spirale steckt, deren Ausweg nicht erkennbar ist. Die Eskalation der institutionellen Konfrontation scheint sich unweigerlich zu einem Zusammenstoß zweier Züge zu entwickeln. Das „Katalanische Problem“ ist im Laufe der Geschichte mehrmals in Erscheinung getreten, niemals jedoch mit der gegenwärtigen Radikalisierung und Virulenz, vielleicht infolge der Wirtschaftskrise und des sozialen Wandels. Darüber hinaus spielt eine emotionale Komponente eine Rolle, da eine Politik ohne Emotionen und ohne Emotionalität nicht möglich wäre. Der Unterschied zwischen einem Politiker und einem Verwalter besteht darin, dass der Politiker kollektive Sehnsüchte und Empfindungen vermittelt und leitet. Angesichts dieser der menschlichen Natur innewohnenden Emotionen müssen wir versuchen, als Gegengewicht eine ebenfalls menschliche Vernunft einzubringen, die in den letzten fünf Jahren des Procés nicht gerade vorherrschend war.

Zwischen Idealen und Interessen

Ein Teil der Anführer der Unabhängigkeitsbewegung, vor allem die erst kürzlich Dazugestoßenen, sind eher an der Aufrechterhaltung ihres Machtraums als daran interessiert, ein Ideal zu fördern. Ich werde niemals die Unabhängigkeitsbewegung der ERC (Republikanische Linke Kataloniens) kritisieren, die niemanden getäuscht hat und immer ihren Prinzipien treu geblieben ist. Unter den Unabhängigkeitsvertretern neuester Prägung spüre ich jedoch kaum eine derartige Prinzipientreue und ein derartiges Interesse. Das Ziel jedes Nationalisten ist natürlich die Unabhängigkeit. Ich verfüge jedoch über eine ausreichende Erfahrung, um bestimmten politischen Entwicklungen keinen Glauben zu schenken. Die zentrale Frage, die sich jeder stellen sollte, ist, ob wir bereit sind, eine oder zwei Generationen von Katalanen dem Ideal der Unabhängigkeit zu opfern.

Unmögliche Ziele führen zu Enttäuschung

Ich habe viele Freunde und Angehörige, die Bekehrte der Unabhängigkeitsbewe-gung sind, Personen an der Basis, ohne Interessen, die an die Durchführ-barkeit des Procés glauben. Sie tun mir leid, denn wenn die Unabhängigkeit nicht eintritt (dies ist praktisch unmöglich), werden sie die großen Enttäuschten sein. Mit der Unabhängigkeit zu drohen, um eine Beziehung in Richtung eines Föderalismus zu verändern, ist ein Akt großer Verantwortungslosigkeit. Um acht zu erreichen, ist es nicht immer notwendig, zehn zu verlangen. Denn das Übermaß ist immer mit Kosten verbunden. Das Bild der Katalanen in Spanien ist erheblich beschädigt worden. Natürlich ist es richtig, sich Ziele zu setzen, solange es sich dabei um erreichbare Ziele und keine Fantasien handelt. Der Rechenfehler der Unabhängigkeitsbewegung ist schwerwiegend. Wenn die Anerkennung der nationalen Persönlichkeit Kataloniens und der Plurinationalität Spaniens erreicht werden soll, dann muss genau das gefordert werden.

Der Ausschluss der PP aus dem Konsens war ein Fehler

Der aktuelle extreme Zustand wurde infolge einer anderen großen Verantwortungslosigkeit erreicht, diesmal seitens der spanischen Volkspartei (PP), die das neue katalanische Autonomiestatut 2006 vor das spanische Verfassungsgericht gebracht hat. Dazu kommen jahrhundertealte Enttäuschungen, die im Verlauf einer Geschichte entstanden, die uns weder die eine noch die andere Seite korrekt schildert. Ein weiterer schwerer Fehler war es, die PP nicht in den Konsens einzuschließen, die damals von Josep Piqué geleitet wurde, einem Katalanen gemäßigter Einstellung. Als Präsident Mas nach Madrid reiste, um mit der damaligen Unterstützung der PSC einen Fiskalpakt abzuschließen, wurde ihm die Tür vor der Nase zugeschlagen. Es wäre schön gewesen, wenn seine Reaktion mehr wie die von Tarradellas ausgefallen wäre.

Dem Föderalismus fehlt es an Emotionen

Die PP hat den politischen Dialog durch die Judikalisierung der Politik ersetzt. Ohne Dialog gibt es jedoch keine Demokratie. Leider beschränkt sich diese Praxis nicht nur auf die PP. Natürlich müssen die Gesetze eingehalten werden, deren Auslegung bietet der Politik jedoch einen Handlungs – spi elraum. Ein Urteil des spanischen Verfassungsgerichts über die Volksbefragung am 9. November abzuwarten ist nichts anderes als ein Scheitern der Politik. Davon zeugt auch der heutige Prozess gegen Mas, Rigau und Ortega. Der Bürger erwartet von den Politikern nicht nur die Erbringung von Dienstleistungen, sondern auch die Verwaltung der Emotionen. Der Föderalismus hat keine Mehrheit erreicht, da er zwar Emotionen bietet, jedoch nicht die Leidenschaft erwecken konnte, welche die Unabhängigkeitsbewegung im Überfluss besitzt. Die mangelnde emotive Komponente des Föderalismus ist die große ungelöste Aufgabe derjenigen, die wie wir an ihn glauben. Dasselbe gilt für die Sozialdemokratie, die neu überdacht werden muss, jedoch die einzige Lösung darstellt, um einen an die Bedürfnisse und die Globalität des 21. Jahrhunderts angepassten Wohlfahrtsstaat zurückzugewinnen.
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