Anna Maria Borgogno
Fotografia cedida
10è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Anna Maria Borgogno

Administradora de IST 2007, Phone Solution, El Imperio Ve y Fatto Inmobiliaria Vallès, S.L.

Texto del 25/09/2018

Nacida en la campiña piamontesa, muy pronto entendió que su futuro no pasaba por la vida rural, ni tampoco por Italia. Licenciada en Empresa y Comercio y máster en Logística y en API, su carácter creativo e inquieto necesita periódicamente apasionarse por nuevos proyectos, de ahí que hoy se encuentre al frente de tres empresas de sectores muy diferentes, aunque delegue cada vez más en su equipo con la intención de poder disfrutar de su familia. En política, es partidaria de resolver el contencioso catalán con una solución en la línea del cupo vasco.

 

Una masía y un pueblecito

Mi infancia transcurrió en Italia, muy centrada en el pequeño rincón de mundo que conformaban la casa familiar y Bene Vagienna, el pueblecito a unos cuatro kilómetros de distancia junto al que estaba situada la masía  piamontesa,  o cascina, a unos cuatro kilómetros de distancia en la que vivíamos. Era muy grande, estaba rodeada de campiña y se ubicaba al pie de los Alpes, lejos del mundanal ruido. Para llegar a una ciudad teníamos que ir hasta Cuneo. Turín,  la gran urbe más cercana, la teníamos a cien kilómetros. Bene Vagienna era uno de esos núcleos de población que, ya entonces, no tenía suficientes niños para mantener una escuela, así que yo iba a estudiar a otro pueblo, de mayor tamaño y que se hallaba más lejos. Es triste, pero este tipo de núcleos, a medida que se vacían de habitantes por causa del éxodo rural hacia las ciudades, van dejando de ser autónomos. El proceso que se sigue es siempre parecido: primero pierden los niños,  y con ellos la escuela, y luego la iglesia,  que ya pasa a oficiar misa solo en días señalados. Y entonces, cuando aparentemente estos pueblos ya no tienen ningún interés, las casas bajan de precio y aparecen suizos y alemanes para comprarlas y venir de veraneo. Lógicamente, se trata de un veraneo tranquilo, porque el mío es un pueblo alejado de las grandes capitales, del mar y de los habituales centros de interés. Esta mutación podrá gustar más o menos, doler más o menos, pero es el signo de los tiempos.

Hija única en una explotación agraria

Mis padres, Giacomo y Antonieta –que por fortuna aún viven–, no tuvie- ron hijos varones, circunstancia que en el sector primario puede ser muy determinante y que puso muy difícil la continuidad de la explotación agraria y de nuestro modo de vida, porque en la campiña únicamente puedes dedicarte a trabajar la tierra y a criar cerdos, que es a lo que se dedicaban ellos sin ningún asalariado o familiar más que les ayudase. Por eso, a medida que pasaban los años y yo, hija única, iba creciendo, veía que mi futuro no pasaba por ahí, sobre todo porque eran mis propios padres quienes no me pedían que les ayudara, e insistían solo en que estudiara una carrera y me formara. Ellos fueron los primeros en anticipar que la campiña no ofrecía ningún futuro a la gente joven, y que yo, tarde o temprano, estaba destinada a ampliar mis horizontes. Luego resultó que mi futuro no solo no pasaba por la campiña; ni siquiera pasaba por el Piamonte o por Italia, pero yo de pequeña todavía no lo sabía. Aún faltaban unos años para volar lejos del nido.

Aquellos veranos sencillos e inolvidables

Aquella vida rural tenía, también, sus momentos buenos. Mi infancia y adolescencia estuvieron muy arraigadas a la tierra, al ritmo de las tareas agrícolas y ganaderas. Recuerdo la matanza del cerdo, la siembra del maíz,   la recogida del grano o la siega de la hierba en junio. También teníamos gallinas, vacas y conejos. Vivíamos en el siglo xx, pero en esencia nada      era muy diferente a la vida de épocas anteriores. En el pueblo, al final del verano, se organizaban fiestas con los donativos de los vecinos; se montaba un entoldado inmenso y, durante tres días, había juegos para los niños, así como ágapes vecinales y bailes por las noches. Entre los juegos, recuerdo las carreras de sacos o la petanca. Yo, invariablemente, me apuntaba a ellos, y aún conservo en casa algunos trofeos que gané por haber quedado primera o segunda. Siempre me ha gustado ganar y, como se suele decir, odiaba perder ni que fuera al parchís. Mirando hacia atrás, parece una infancia muy cerrada, pero a la vez muy simple y muy feliz, de las que hoy provocarían nostalgia si una se dejara llevar por ella. Lo más extraordinario que hacíamos era, alguna vez, montarnos en el coche e ir a cenar pizza, o los fines de semana, hacer una escapada a la montaña o a la playa; unas evasiones que rompían la cotidianidad y que entonces nos parecían maravillosas. Nada de grandes viajes: no cogí un avión hasta que tuve dieciocho años. Mis padres eran gente sencilla, con una vida regida por el trabajo y el esfuerzo, que tuvieron una existencia un poco al margen de la historia. Apenas se vieron afectados por la Segunda Guerra Mundial. Mi padre, nacido en 1938, era demasiado pequeño para ser movilizado. Y como mi abuelo tenía una tienda de comestibles, incluso en los momentos más crudos del conflicto, siempre se contó en casa con los productos de primera necesidad.

De números, no de letras

Sin apenas haber tratado a mis abuelos, casi todos fallecidos antes de mi nacimiento, mi gran influencia fue mi madre, porque mi padre se pasaba el día fuera, trabajando. Ella, en cambio, estaba en casa la mayor parte del tiempo, ocupada con los quehaceres domésticos, y además muy pendiente de mí, de si estudiaba y de lo que hacía o dejaba de hacer. Aunque había ido poco a la escuela, y solo tenía estudios primarios, mi madre me ayudó tanto como supo en mis tareas escolares, a lo que contribuyó el hecho de que fuera una mujer interesada por la cultura. Para mí, estudiar era una obligación, porque solo así podía abrir mis horizontes; pero era también una afición, pues siempre he sido una persona inquieta y me han interesado el conocimiento y el saber. Algunas asignaturas, como la literatura o la historia, no me gustaban y las aprobaba con nota muy justa. Por el contrario, en matemáticas sacaba dieces. Por eso no tuve ninguna duda en el momento de escoger mi carrera y mi futuro. Veía muy claro que mi vida profesional iba a girar en torno a los números, así que opté por estudiar Economía y Empresa. Nadie influyó en mi decisión, fue fruto solo de mi reflexión.

La llegada de la informatización

La formación profesional en la Italia de la época dejaba mucho que desear. Se pasaba muy por encima de todo, mientras que, durante el verano, se enviaba al alumno a hacer prácticas, unos quince días o un mes a lo sumo, a alguna empresa, como un banco o un despacho; así se obtenían los puntos necesarios para cubrir el expediente en las asignaturas de práctica. Pero eso y nada era más o menos lo mismo. En mi caso, coincidió con la implantación en el ámbito empresarial de los ordenadores, así que ni siquiera me sirvieron estas pírricas prácticas, ya que las empresas iban muy por delante de los planes de estudio. Sin experiencia en informática, la contabilidad y los balances que había aprendido de manera analógica me resultaron bastante inútiles. En Italia, los estudios eran obligatorios hasta los catorce años, y luego, o se cursaban tres años de orientación profesional, o el liceo –el Bachillerato, el instituto–, tras el cual se accedía a una carrera universitaria que acababas a los veintidós o veintitrés años.

Siempre estamos incompletos

Compaginar estudios y trabajo, aparte de una necesidad, fue una manera de poner en práctica lo que iba aprendiendo, y de algún modo compensó que apenas fuera a clases presenciales, porque mi horario laboral no me lo permitía. Una vez licenciada, con veintidós años, quería ya comerme el mundo, pero antes tenía que apuntarme a un curso de informática, porque esta nueva manera de ordenar y procesar el mundo y las actividades humanas había llegado a nuestras vidas para quedarse. Acabar una carrera te prepara para la realidad laboral, lógicamente, pero no es suficiente. Uno debe ver qué más puede hacer para ir completándose, porque una de las cosas que se aprenden a medida que uno va enfrentándose a la realidad del trabajo y del mercado es que siempre estamos incompletos. Esta filosofía de vida es la que me ha llevado, posteriormente, a cursar dos másteres de Logística y Agente de Propiedad Inmobiliaria, con el objetivo de poder crear empresas en dichos sectores. En ambos casos, los he cursado y obtenido on-line, dado que no disponía de tiempo para cursarlos de otra manera.

Mis primeras auditorías

Mi primer trabajo, para pagarme los estudios, fue en una empresa que importaba y exportaba frutas y verduras a España y Portugal. A los diecinueve años, ya llevaba su contabilidad. Trabajé allí hasta los veinticuatro, momento en el que, con la experiencia adquirida, decidí incorporarme a una empresa logística de ámbito internacional. Dicha entidad organizaba cursos internos de formación continua, y pude participar en varios, entre ellos el de certificación de calidad exigida por las nuevas normativas europeas. Tuve ocasión, también, de formar parte de alguna auditoría, trámite que requiere preparar dosieres completos que expliquen al detalle la manera en la que la empresa lleva la contabilidad o realiza todas las tareas cotidianas. Y es menester explicarlo de manera inteligible para el auditor, una persona externa que no tiene ni idea de dichos pormenores, ni tampoco de los tipos de clientes o proveedores con los que el negocio cuenta, y cuya labor es determinar si se está trabajando bien o deben modificarse algunos aspectos. Las auditorías son arduas, pero se aprende mucho de ellas, puesto que te dan la oportunidad de confrontar tus ideas con las de alguien totalmente externo que viene a tu compañía libre de posibles vicios de funcionamiento.

Empezar desde abajo laboralmente hablando desarrolla la cultura del esfuerzo

Los jóvenes de hoy en día, cuando acaban la carrera, quieren empezar desde arriba. Yo, en cambio, siempre tuve claro que tenía que hacerlo desde abajo, pues es la mejor manera de desarrollar la cultura del esfuerzo. No es que a esa temprana edad ya tuviera intenciones de ser empresaria, pero sí que, de alguna manera, como me aburre hacer siempre lo mismo, me interesé por explorar diversos campos de la actividad empresarial, no me limité solo a mi departamento. Así que, un día, me ofrecí para ir a una feria en Verona y para hacer el trabajo de azafata del que normalmente se ocupaban chicas contratadas eventualmente para la ocasión. Fue de esta manera como empezó mi andadura comercial, ya que no me limitaría, en las diversas ferias a las que a partir de entonces asistiría, a repartir folletos, sino a promocionar a fondo nuestros productos, de los que poseía un amplio conocimiento. Todo ello, además, sin dejar de lado mi cometido principal, que era el de llevar la facturación. En la empresa de logística estuve siete años, hasta que decidí trasladarme a España, país con cuya lengua ya me había familiarizado en la primera empresa en la que trabajé.

La experiencia de Italia trasladada a España

Cuando llegué a España, el cobro de facturas todavía se hacía a través de recibos manuales que se llevaban al banco, y yo introduje su transformación en ficheros, lo que redujo sustancialmente el papeleo. Asimismo, informaticé todas las tareas y los procesos que hasta entonces eran manuales. Luego, incorporé a seis personas en el departamento de telemarketing. A través de estas innovaciones, y una vez constatado que funcionaban, fui ganando la confianza de mis superiores, que empezaron a escucharme cuando les exponía mis ideas. Esta experiencia como asalariada en España duró dos años, hasta que, con mi marido, Daniel Serra, a quien había conocido aquí, decidimos crear una empresa de logística. Yo ya dominaba toda la base informática, con lo que contraté una compañía autóctona para que clonara el programa italiano, que me ofrecía mucha seguridad porque partía de una experiencia de funcionamiento contable y administrativo.

Veintidós mil transportes al año

Nuestra empresa de logística se llama IST 2007, y se halla activa desde ese año, 2007. A través de ella ofrecemos, ininterrumpidamente, expediciones a pequeñas empresas y a autónomos que se dedican al transporte, con lo que, de esta manera, solo se tienen que limitar a conducir. Nos ofrecemos para todo tipo de transporte, desde grupajes a cargas completas con destino a cualquier punto de España o de la Unión Europea. Optimizamos las cargas de los vehículos de transportistas y les ofrecemos todos los servicios que precisa un profesional del sector. Nuestra intermediación les abarata costes, y siempre intentamos conseguir el mejor precio, sobre cuya base estipulamos su retribución. Además, disponemos de una póliza de seguros que cubre todas las eventualidades, junto con un contrato global con toda la red de autopistas europeas que mejora las condiciones de los desplazamientos e incluye el coste de los carburantes. Para dar una idea del volumen que movemos, baste decir que tenemos miles de clientes y proveedores. No disponiendo de ningún vehículo, el año pasado hicimos veintidós mil viajes, solo con la intermediación. Nuestra central se encuentra en Sabadell, y contamos con delegaciones en Ripoll y Lisboa.

Hasta el último detalle al servicio del transportista

Contamos con centros de almacenaje en España y en diversos países de la Unión Europea, desde los cuales podemos distribuir cualquier mercancía. También disponemos de un servicio de tracción de remolques desde cualquier puerto de España. Gestionamos, asimismo, los dispositivos y sistemas de pago de autopistas, túneles y gasoil en diversos países, así como las reservas en ferris y ferrocarriles con las mejores compañías, proponiendo siempre las alternativas de trayecto más beneficiosas para el cliente. Bajo el punto de vista estrictamente administrativo, nos encargamos de la gestión por empoderamiento de todos los trámites necesarios, trimestrales, semestrales o anuales, para recuperar el IVA de los países de la Unión Europea. También ofrecemos un sistema de tacógrafo digital compatible con cualquier marca y modelo, o con cualquier sistema de flotas, así como la lectura y descarga de los datos de las tarjetas de conductor y de los tacógrafos; almacenamos los datos firmados y custodiamos los de descarga, transfiriendo avisos sobre ellos si es necesario. Otro servicio a tener en cuenta son los resúmenes kilométricos por vehículo y conductor y los informes gestores y de horas laborales por conductor. La relación de servicios que ofrecemos, en cualquier caso, sería muy larga y farragosa de exponer, porque hemos previsto cubrir hasta el último detalle que pueda ser de interés para un transportista, sin olvidarnos del asesoramiento y la gestión de seguros, o el adelanto en el pago de sanciones, multas y reparaciones. Hemos hecho un esfuerzo considerable para estar operativos los siete días de la semana, e incluso fuera del horario de oficina, ya que contamos con atención permanente para urgencias. Nuestros clientes están en buenas manos, porque once años de singladura en el sector han conformado un equipo profesional preparado para solucionar la gran variedad de contingencias cotidianas que puedan surgir.

Diversificar para sanear la tesorería en tiempos de crisis

La logística pasó momentos muy duros entre 2007 y 2011. Cerraron muchas empresas y los impagos estaban a la orden del día, por lo que nuestra tesorería dependía de las líneas de crédito bancarias. En este contexto, surgió la posibilidad de colaborar con Vodafone, una multinacional que nos aseguraba pagos mensuales que saneaban la tesorería de IST 2007 y de nuestro grupo en general. Todo empezó porque somos clientes de Vodafone desde los principios de esta compañía, y nuestro asesor comercial dentro de la casa trabajaba para un distribuidor que cerró. Al quedarse sin empleo, lo contratamos para que abriera el camino a fin de sustituir a dicho distribuidor en Sabadell. Así las cosas, presentamos un plan de negocios centrado en nuestra capacidad de poner a disposición de la distribución de Vodafone la base de clientes que teníamos en IST 2007, y el operador de telefonía lo vio con buenos ojos. Hoy tenemos un establecimiento de Phone Solution en la capital vallesana y, poniendo toda nuestra fuerza comercial a disposición de nuestro cliente, la colaboración está funcionando y dando frutos. Yo trabajo para Vodafone, y mis empleados trabajan para Vodafone. Mi función básica es la intermediación financiera y rentable entre lo que me paga Vodafone y lo que yo pago a mi equipo.

Servicios personalizados según las necesidades

El equipo de Phone Solution lo conforman una veintena de personas entre el departamento de telemarketing y el comercial. De los aspectos estratégicos y de la dirección comercial, de los productos y del mercado se encarga directamente Vodafone. Ofrecemos los servicios de este operador en materia de telecomunicaciones, telefonía móvil, telefonía fija e Internet. Nuestro objetivo es buscar las soluciones que mejor se adapten a las necesidades de las empresas, personalizándolas tanto como sea posible. Uno de los productos estrella es la Centralita Oficina Vodafone, que innova en muchos aspectos las centralitas hasta ahora al uso. Pueden disponer de ella aquellas empresas que tengan más de dos empleados, es decir, empresas realmente pequeñas. Además, se trata de centralitas que no precisan de la instalación de elementos físicos, ni exigen ningún espacio propio, porque se basan en servicios IP en la Red o en la nube.

Proveedores globales de soluciones tecnológicas

Vodafone dispone de diferentes tipos de distribución. Nosotros nos integramos en la unidad de negocios de empresas. Cualquier compañía o autónomo de Catalunya puede ser nuestro cliente. Comercializamos el paquete básico de telefonía móvil o fija, pero vamos más allá y nos ofrecemos para digitalizar empresas de manera integral. Podemos encargarnos de la gestión de la web del cliente u ofrecer un sistema Office que permita almacenar ficheros en una nube y compartirlos con toda la organización. La filosofía que mueve a Vodafone, que nosotros hemos hecho nuestra, es fidelizar al cliente al cien por cien, que encuentre en Phone Solution un proveedor global de soluciones de toda confianza. Por eso nos esforzamos en que el abanico de servicios que ofrecemos sea muy amplio. Nuestro sistema de fibra óptica permite soluciones para la gestión del personal, el telemarketing e, incluso, el control del equipo comercial en calle, o de las flotas de vehículos. Nuestra última innovación en este terreno es una aplicación que permite controlar y optimizar la movilidad global de la empresa, tanto en recursos técnicos como humanos. También compartimos con Vodafone el principio de no regirnos por la tarifa, sino por la voluntad de ofrecer tecnología de vanguardia.

En la actualidad, tener un servidor interno ya es historia

Uno de los servicios de Phone Solution sobre los que me gusta más explayarme es la digitalización de toda la información de la empresa en una nube. De esta manera, queda almacenada en un servidor externo hábil durante las 24 horas del día, y con una seguridad inmejorable. Mantener un servidor en la empresa es hoy en día un planteamiento obsoleto, aparte de una pérdida de dinero, tiempo y espacio, por no mencionar la seguridad. Un servidor al uso debe renovarse cada cuatro años, y no garantiza que, en caso de robo, incendio o cualquier otro desastre no se pierda toda la información. Nosotros solucionamos este aspecto, y ofrecemos la gestión de documentación e información por una cuota mensual. Así el cliente puede despreocuparse, por ejemplo, de hacer copias de seguridad.

Avanzando en mi cultura empresarial

Estos años trabajando con Vodafone me han servido mucho para profundizar en el campo de la tecnología. Yo siempre he tenido predisposición a aprender, y lo tecnológico me atrae por lo que tiene de fascinante, pero mi aprendizaje ha ido más allá; sobre todo, he aprendido mucho sobre su cultura de empresa, una visión que les lleva a considerar a sus colaboradores como parte integrante de la compañía, como auténticos socios. No es que el trato sea más que correcto, que eso ya se da por descontado; es que nos han contagiado su profesionalidad. Profundizar en la digitalización y la tecnología me ha permitido trasladar estos conocimientos también a mi organización, y a partir de aquí, trasladarlos a nuestros clientes a través de la comercialización. En definitiva, de la mano de Vodafone he sentido que progresaba mi cultura empresarial, porque hoy en día la tecnología es una parte ineludible del entorno de los negocios.

Una tercera empresa, dedicada al sector inmobiliario

Aparte del sector logístico y del acuerdo con Vodafone, contamos con una tercera empresa que en principio se dedicaba al alquiler de viviendas a particulares, básicamente pisos asequibles en el área de Sabadell y Matadepera. Una vez vimos que el negocio funcionaba, en 2012 creamos El Imperio Verde y Fatto Inmobiliaria, para lo cual decidí cursar el máster de Agente de la Propiedad Inmobiliaria. Otros, quizá, no habrían montado la inmobiliaria sin tener antes la titulación, pero no es mi manera de proceder. A veces va bien poner el carro delante de los bueyes, porque te estimula. Las tareas a desarrollar son las ya conocidas: publicar los anuncios y organizar las visitas de los pisos; en definitiva, encontrar inquilinos. También somos intermediarios en compraventas. Son dos funciones diferentes; una es estrictamente la que concierne a un API, mientras que la otra se encarga del patrimonio. Recientemente, hemos comprado un edificio en la salida de Sabadell, al pie de la C-58, y se está instalando en él mucha gente de Barcelona que busca precios razonables, sobre todo personas solteras o que viven solas. Estoy hablando de clientes de un buen nivel profesional, como un ingeniero que venía de trabajar en Dubái y que no podía acceder al mercado de alquiler de Barcelona por su elevado precio; o de cuatro estudiantes universitarias que, uniendo sus economías, pudieron costearse un gran apartamento.

Ofrecemos alquileres a precios razonables

No pretendo dar a entender que creamos Fatto para cubrir una necesidad social, porque es una empresa y nos mueve el lucro, pero sí que pensamos en la bondad de ofrecer alquileres a precios razonables, y nos satisface que responda a esta demanda social. Hay negocios basados en crear necesidades circunstanciales; y los hay que cubren necesidades esenciales, como Fatto. Es importante, en esta línea, que un sector como el inmobiliario se adapte a las nuevas realidades sociales. Todo está concebido para unidades familiares en las que entren, al menos, dos sueldos, pero la sociedad a veces va por delante del mercado o de las políticas sociales, y muchas unidades familiares las conforma solamente una persona, de manera que hay un único sueldo. Esas unidades familiares deben poder acceder al mercado, y esperamos que nuestra apuesta por facilitarles tal acceso devenga un ejemplo a seguir. Personalmente, Fatto también ha supuesto un nuevo reto de gestión, porque la contabilidad de una empresa patrimonial es por centro de coste, esto es, no se hace un balance general sino uno por cada piso, como requiere Hacienda. Por añadidura, el sector inmobiliario me ha aportado variedad y entretenimiento, puesto que implica relacionarse con mucha gente diferente y de mundos muy diversos. Así, además, siempre puede ser que accedas a una posibilidad de negocio insospechada.

A por la cuarta empresa

Nuestra manera de ser empresarios consiste en entregarnos al trabajo. Si nos surge un encargo que a priori no podemos hacer, buscamos tiempo para acabar haciéndolo. Trabajamos como el primer día, con las mismas ganas. Y como todo empresario, hemos pasado por malos momentos, pero los hemos superado sin despedir nunca a nadie; al contrario, en tiempos de crisis hemos, incluso, subido sueldos. Y más todavía: hemos contratado a gente cuando la prudencia aconsejaba hacer lo opuesto. Si durante la crisis hemos podido hacer lo que nadie se atrevía a hacer, es por la solidez de nuestras empresas. Y es que solo desde la solidez es posible crecer. Por eso no descartamos crear nuevas empresas, puesto que ya dominamos la base empresarial común a todas, lo que les da solidez. Para embarcarnos en nuevos proyectos solamente necesitamos dar con las personas adecuadas que los lleven a cabo, porque nosotros solos, sin ayuda, sin un buen equipo, no somos nada. Últimamente, estamos madurando la idea de convertirnos en promotores de viviendas, aprovechando nuestra experiencia en el sector inmobiliario. No se trata de promover por promover, eso ya lo hacen muchos, sino de promover atendiendo las nuevas necesidades de nuestra cambiante sociedad.

Cuando se ejerce un liderazgo fructífero, delegar es esencial

De estudiante no me sentía líder. Nunca me postulé para ser delegada de clase, ni tampoco me gustaba llamar la atención: me centraba en estudiar y en aplicarme. No ejercí ningún tipo de liderazgo, de hecho, hasta que empecé a trabajar; y lo hice desde abajo, luchando para subir peldaños y sabiendo identificar el momento adecuado de dar cada salto. Mi manera de funcionar es marcarme nuevos objetivos, ir siempre más allá. Soy muy decidida, y siempre defenderé hasta las últimas consecuencias una decisión tomada, tanto si es buena como si no, porque se trata de mi decisión. Reconozco que cuesta mucho que yo confiese que me he equivocado, y es obvio que alguna vez lo he hecho, como todo hijo de vecino. Por otro lado, me gusta escuchar los consejos y las opiniones de todo el mundo, tanto en asuntos personales como profesionales, pero soy de ideas claras, y no suelo dejarme influenciar. Aun así, mi manera de ejercer el liderazgo aconseja a veces ponerse a nivel del equipo para enseñarle a tirar del carro, porque si el líder nunca se relaciona con sus subordinados, termina por no liderar realmente. Y aunque hay quien piensa que delegar es ceder liderazgo, yo no lo veo así. Mi forma de ejercer el liderazgo es, precisamente, capacitar a mi equipo y saber delegar en él.

Madre y empresaria, dos vidas paralelas

Mi doble condición de empresaria y madre no ha sido un problema. Es cierto que son dos vidas paralelas, y que cuando eres más joven compatibilizarlas ambas es más difícil, lo que te crea mucho estrés. Aunque he sido madre, no creo que haya vivido eso llamado «maternidad». Traje una vida al mundo casi sin darme cuenta, sin recrearme en sus secretos y misterios, sin mucha literatura al respecto. No he podido pasear tranquilamente a mi hija Sara en cochecito un martes por la mañana, por ejemplo. A lo sumo, algún domingo. No disfruté del permiso de maternidad del que tantas madres trabajadoras gozan, hasta el punto de que, durante los primeros meses, tuve que pedirle ayuda a mi madre para tirar adelante. Sara nació un lunes 12 de febrero, y el sábado siguiente ya estaba trabajando en casa, donde me había habilitado un despacho. Si en aquel entonces le hubiera dedicado a la familia todo el tiempo que requiere, y mi marido igual, quizá no seríamos hoy de interés por nuestras empresas, y quién sabe si existirían o cómo subsistirían. Con todo, a pesar de esta visión de la vida, que entiendo que puede parecerle muy prosaica a alguien, me tengo por una buena madre y una buena esposa, y tanto mi marido como yo lo hemos hecho lo mejor que hemos sabido, sin descuidar nunca los aspectos esenciales que conlleva ser padres, porque el día tiene solo veinticuatro horas, y vida no hay más que una, y se debe saber priorizar. Por suerte, el paso de los años acaba poniendo las cosas en su sitio, porque conoces más tus empresas y puedes delegar con más tranquilidad.

Mi prioridad ya es disfrutar de mi familia

Ya hace un tiempo que no creo nada nuevo. Lo que está en funcionamiento, ya funciona en gran parte por delegación. Ahora no estoy al pie de cañón en todo, como sucedía hace diez años, y ello me permite disfrutar mucho más de mi hija, porque, salvo circunstancias extraordinarias, a las cinco de la tarde ya estoy en casa. Puedo disfrutar de mi familia mucho más que antes. Por muy importantes que sean las empresas, por mucha dedicación que exijan, llega un momento en la vida en que uno debe detenerse y calibrar en qué punto se encuentra respecto a su familia en general, a sus hijos en particular, pues estos requieren mucha atención en etapas como la adolescencia. Mi hija siempre ha sido más madura de lo que le corresponde por edad, y por nada del mundo quiero perderme el poder disfrutar de la persona hecha y derecha en la que se está transformando. Por eso es tan importante aprender a delegar, una habilidad que, aparte de ser toda una disciplina en sí misma, tiene un sobrecoste económico, porque lo lógico es que implique una mayor remuneración salarial para quien asume esa delegación. Ahora mismo me apetece ser madre y empresaria al cincuenta por ciento; en otros momentos, debo reconocerlo, he sido más empresaria que madre, y veo más que probable que dentro de unos años, la madre se «coma» a la empresaria, aunque confío en que no del todo. Lo normal es que pasado un tiempo las empresas funcionen prácticamente solas, y yo pueda vivir con la rentabilidad que me den.

La solución es el cupo catalán

Como empresaria y catalana de adopción, la situación en Catalunya me concierne y preocupa mucho. A pesar de que la situación ya se ha alargado varios años, no parece que los políticos se den cuenta de que el diálogo es un instrumento magnífico para resolver conflictos. En mi caso, la resolución ideal del llamado Procés sería el camino de en medio. Como empresaria, no me interesa una independencia total. Ya hemos visto, en estos meses precedentes, como varios miles de empresas han trasladado su sede social en previsión de ulteriores cambios de estatus. No tengo ninguna garantía, por ejemplo, de que la compañía Vodafone, a la que me une una fructífera colaboración, no hiciera también lo mismo en caso de que la independencia se concretara. Además, es una empresa con sede en Madrid, española, y no sé hasta qué punto sería objeto de boicot en una Catalunya independiente. Con IST 2007 podría suceder algo parecido, porque no tengo ninguna garantía de que clientes andaluces que hoy tenemos quisieran, desde otro Estado y con una frontera de por medio, la intermediación de una empresa catalana. Si de mí dependiera la solución del contencioso, esta se inspiraría en el cupo vasco, en un pacto fiscal. No digo que el conflicto solo tenga raíces pecuniarias, pero sí que un acuerdo económico podría satisfacer a una mayoría clara de catalanes. Me parece justo y necesario que los impuestos de los catalanes se queden en Catalunya, y que luego el Principado pague al Estado la parte alícuota de los gastos que este tenga.