15 5 2014 ESPARREGUERA AGENCIA DE VIAJES BAR Y RESTAURANTE TERRES LLUNYANES. ANNA ROMOGOSA Y JORDI GARCIA FOTO XAVIER JUBIERRE
1r Tomo (empresarios). Biografias relevantes de nuestros empresarios

Anna Romogosa i Jordi Garcia – Terres Llunyanes

ANNA ROMOGOSA

Esparreguera (Barcelona)

3 de septiembre de 1974

 

JORDI GARCIA GUITART

 Barcelona

27 de febrero de 1968

Directores de Terres Llunyanes

 

Experiencias alternativas a los circuitos tradicionales. Ésta es la oferta que brindan esta pareja de apasionados de los viajes que, tras cruzar sus caminos, decidieron diseñar trajes turísticos a medida y experiencias inolvidables en cualquier punto del planeta; desde el Ártico hasta Tanzania, desde el Salto del Ángel hasta el desierto de Gobi. Han depositado su vida al servicio de una idea conscientes de que ponen la suya en riesgo para detectar líneas rojas que nunca deben cruzar sus clientes.

 

 Anna: El paisaje y los juegos de mi infancia permitían presagiar mi futuro profesional

 Jordi: Me prometí que un día visitaría al rey Baltasar en su propia casa

 Anna: Fue un orgullo formar parte de una pieza teatral que constituye un símbolo de Esparreguera

 Jordi: La gran universidad de mi vida ha sido viajar y leer

 Anna: Deseamos despertar sensaciones alternativas a través de la exploración del mundo

 Nos corresponde descubrir la línea roja que nunca deben cruzar nuestros clientes  

 Invitamos a nuestros clientes a «escribir una carta a los Reyes Magos»

 Recibimos propuestas de personas que se postulan para trabajar con nosotros de manera gratuita

 Jordi: Si tengo que morir, prefiero hacerlo viajando

 Los destinos más solicitados están condicionados a los contextos geopolíticos de cada momento

 Anna: Nil se ha convertido en el gran viaje de mi vida

 Jordi: Entablé un vínculo humano con una niña de cuatro años y, cuando murió su progenitor, me pidió que me convirtiera en su padre

 

 

Anna: El paisaje y los juegos de mi infancia permitían presagiar mi futuro profesional
Mi viaje a la más lejana infancia me transporta a la Vall Fosca, donde disfrutábamos con mis padres y mis hermanos de largas estancias, en Senterada (Lleida), y donde aprendí a montar en bicicleta con apenas tres años, en un entorno en el que no se conocía el asfalto. Era una época deliciosa en la que solía acompañar a pescar a mi padre, Ramon, y en la que la normativa todavía permitía cobrar las piezas. Con la ayuda de la draga, me invitaba a buscar lombrices para alimentar el anzuelo. Ese recuerdo de la montaña me marcó de manera especial, empujándome a convertir mi vida en un constante descubrimiento de los paisajes desconocidos. En esos años también compartí muchas experiencias con mi abuela Anita, quien me cuidaba cuando los padres trabajaban. Aprovechando que su casa albergaba un huerto, montaba una verdulería con algunos de los tomates y calabacines. Que una de mis inclinaciones consistiera en jugar a tiendas permitía presagiar que acabaría erigiéndome en empresaria.

 

Jordi: Me prometí que un día visitaría al rey Baltasar en su propia casa
Mi álbum de recuerdos se abre con los veranos que compartía con mis tres primos en Hostalets de Pierola (Barcelona). Existía con ellos mucha afinidad, porque entre nuestras edades había a lo sumo un par de años de diferencia. Quedábamos a cargo de la abuela Maria, una mujer dulce pero que impartía una férrea disciplina. A nuestros padres y tíos apenas los veíamos por la noche, cuando regresaban del trabajo. El bañador y las chancletas constituían nuestro único vestuario en esos meses estivales, que transcurrían entre el río y una balsa cercanos. En ocasiones éramos más osados y realizábamos experimentos con química hasta que provocábamos alguna pequeña explosión que hacía que estalláramos en risas. Otro de nuestros entretenimientos lo hallábamos en un juego de mesa que nos permitía viajar por el mundo, aunque fuera soñando. Y mientras recorría el tablero me conjuraba para que, cuando fuera mayor, pudiera visitar todos aquellos exóticos destinos que tanta expectación me despertaban. Asimismo, en mi infancia siempre mantuve una especial predilección por el rey Baltasar y me prometía que un día no muy lejano acudiría a ver a ese mago a su propia casa. Los sueños y las tierras lejanas, pues, formaban parte de mi vida ya desde muy joven.

 

Anna: Fue un orgullo formar parte de una pieza teatral que constituye un símbolo de Esparreguera
La pasión por los viajes la fui alimentando a medida que fui creciendo. Los cuentos infantiles fueron los primeros que me hicieron viajar a través de la imaginación, mientras que aquella serie de dibujos animados de Willy Fogg, basada en La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne, también contribuyó a estimular mi deseo de conocer el planeta. También favoreció esa afición una singular actividad escolar. Mis padres habían decidido matricularme en la Escola Cooperativa El Puig, una cooperativa de padres y madres fundada en 1970 con el deseo de ofrecer una enseñanza de calidad y con la convicción que participar en la escuela era la manera de vincularse en el proyecto de vida de sus hijos.  Un centro con un proyecto activo que dedicó un curso al estudio de los distintos países. A mí me correspondió Perú, lo que supuso estar todo un año recorriendo ese país andino a través de la investigación en libros y enciclopedias, lo cual me permitió descubrir la magia y los enigmas que atesoraba el imperio inca. Si esa experiencia resultó enriquecedora a nivel cultural, lo fue asimismo la que viví pocos años después cuando participé en la representación de La Passió. Si bien no asumí ningún protagonismo, pues mis apariciones se redujeron a interpretar a una concubina y a una mujer ciega que conseguía recuperar la vista, es un orgullo haber formado parte de una pieza teatral que constituye todo un símbolo en mi Esparreguera natal, pues solo Cervera, Olesa de Montserrat y Ulldecona acogen esta obra que versa sobre los últimos días de Jesucristo. No es un montaje sencillo, toda vez que en la puesta en escena intervienen más de trescientas personas. Su complejidad queda patente con decir que quienes integrábamos el pueblo asistíamos a una quincena de ensayos, pues el escenario es inmenso y era necesario que cada cual supiera por donde tenía que efectuar las correspondientes entradas y salidas.

 

Jordi: La gran universidad de mi vida ha sido viajar y leer
La condición de empresario de mi padre, Aurelio, que regentaba un pequeño negocio de instalaciones eléctricas, fontanería y climatización, propició que en nuestro hogar existiera inclinación a que yo me incorporara cuanto antes al mercado laboral. Ese talante lo respiraba a diario, pues al terminar las clases acudía a hacer los deberes al taller familiar, donde mi madre, Joana, prestaba apoyo administrativo. Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento hacia mis padres con la oportunidad que me dieron de poder aprender diferentes oficios y su gran apoyo en mis primeros viajes. Tras obtener el graduado escolar, opté por la Formación Profesional. No obstante, la gran universidad de mi vida ha sido viajar y leer. Me siento un afortunado porque he sido capaz de convertir mi pasión en el modo de ganarme el pan. Esa afición empecé a cultivarla ya en mi juventud: fruto de los ahorros procedentes de la modesta paga semanal con la que mi padre compensaba mi colaboración en su empresa, disfrutaba de aventuras vacacionales. Gracias a ellas, sin darme cuenta, iría forjando el conocimiento y la experiencia para la futura actividad profesional. Sin duda contribuyó mi habilidad para gestionar recursos, al saber hacer frente a las limitaciones de presupuesto. Prueba de ello es que estuve dos meses viajando con una dotación de apenas cinco pesetas por día.

 

Anna: Deseamos despertar sensaciones alternativas a través de la exploración del mundo
En mi adolescencia ya había constatado que mi deseo era orientar la carrera profesional hacia el turismo. Sin embargo, detecté que para ello era imprescindible mejorar mi dominio del inglés. Adquirí mayor conciencia de ese requisito después que mi padre, que trabajaba en una multinacional química que extraía glucosa a partir del maíz para proveer a firmas como Chupa Chups o Coca Cola, tuviera que afrontar el reto de, a sus cuarenta y cinco años, empezar a hablar ese idioma, que la empresa había adoptado para uso habitual. Fue así como, a los diecisiete, me marché a Estados Unidos para consolidar el idioma de Shakespeare. Transcurrido un año, cursé la diplomatura de Turismo, que eran en ese momento los estudios más ambiciosos a los que podíamos acceder quienes deseábamos formarnos en esa actividad. Nuestros caminos con Jordi se cruzaron un día casualmente en Esparreguera, donde residía su pareja y con quien manteníamos relación. Él estaba a punto de partir hacia Marruecos y yo, que en ese momento residía en el Pirineo, tenía previsto marchar a Gambia. Empezamos a charlar sobre nuestras aventuras viajeras y constatamos que compartíamos la misma ilusión en torno a esas experiencias. Fue así como llegamos a la conclusión que podía resultar interesante organizar viajes que permitieran a la gente descubrir el planeta de una manera distinta. Esa conversación fue el embrión de Terres Llunyanes, una agencia de viajes alternativos a los convencionales y con los que deseamos despertar entre nuestros clientes otras sensaciones a través de la exploración del mundo. Tras múltiples reuniones en las que acabamos de definir nuestro planteamiento, la empresa arrancó el 9 de junio de 2001 fletando una furgoneta para trasladar a seis viajeros de Esparreguera a Marruecos.

 

Nos corresponde descubrir la línea roja que nunca deben cruzar nuestros clientes  
Los inicios no resultaron fáciles, pues para llegar a algunos destinos era necesario conseguir vuelos. Sin plazas, resultaba imposible ofertar viajes, pero acudíamos a tour operadores con el propósito de conseguirlas y, cuando descubrían que éramos unos noveles, nos las negaban. Afortunadamente, encontramos a Franzka, un agente de Lufthansa que confió en nosotros y se brindó a reservarnos veinte plazas. Tras comprobar que trabajábamos de manera profesional, al año siguiente esa cifra se triplicó y, con el paso del tiempo, hemos ido consiguiendo un crecimiento exponencial de ocupaciones. Ahora, aquellos que en su día se negaron a vendernos, acuden a nosotros interesados en cerrar colaboraciones. En la actualidad, estamos vendiendo miles de experiencias de viaje. Pero para nosotros resulta especialmente un alivio saber que tenemos unos mil quinientos clientes fieles, que año tras año renuevan su confianza en nosotros y que acuden a Terres Llunyanes para cumplir sus sueños de explorar el planeta. Eso nos permite asumir riesgos y comprar a los mayoristas, así como continuar haciendo prospección, ya que nuestra metodología reside en desarrollar producto propio, pues somos nosotros mismos quienes acudimos previamente a los destinos para conocer de primera mano la riqueza que atesoran y los riesgos que pueden existir. Uno de nuestros cometidos consiste en descubrir la línea roja que nuestros clientes nunca deben cruzar. Pensando en las personas que viajan con nosotros, tanto de España como de Latinoamérica, desarrollamos la marca paralela Tierras Lejanas para conseguir una mejor identificación y presencia en internet.

 

Invitamos a nuestros clientes a «escribir una carta a los Reyes Magos»
A nuestros clientes les hacemos un traje a medida. Cuando acuden a nosotros, no les preguntamos adónde quieren ir, sino que les invitamos a «escribir una carta a los Reyes Magos». En función de sus expectativas (si quieren nutrir su experiencia de historia, de cultura, de montaña, de naturaleza, de componente étnico…), les proponemos diferentes destinos. Asimismo, es posible modelar cada propuesta según distintos ingredientes: podemos incluir mayor nivel de aventura, contemplar actividades menos sedentarias, disfrutar de mayor lujo… Cualquier persona puede encontrar con nosotros el destino ideal, ajustado a sus pretensiones y a su condición física. Nuestras rutas suelen abandonar el asfalto para adentrarse en territorios indómitos aptos para gente intrépida. Eso no impide que podamos brindar, asimismo, experiencias en destinos clásicos. Ahora bien, si programamos un viaje a la India, aunque no vamos a renunciar al Taj Mahal que ofrecen la mayoría de circuitos, complementaremos esa visita imprescindible con otros puntos de interés que enriquecerán al viajero. Procuramos dar visibilidad a tesoros que quedan ocultos. Si el destino que desea el cliente es París, la torre Eiffel es irrenunciable, pero sugeriremos cenar en un restaurante recóndito de Montmartre que ni tan siquiera muchos parisinos conocen, para que así descubran sabores imposibles de encontrar en ningún otro rincón.

 

Recibimos propuestas de personas que se postulan para trabajar con nosotros de manera gratuita
Uno de nuestros valores diferenciales reside en el equipo humano del que nos hemos rodeado. Actualmente, Terres Llunyanes lo componen diez personas en nuestra oficina y treinta y cinco guías profundamente experimentados entre los cuales hay biólogos, historiadores, antropólogos, filólogos… Eso nos ha proporcionado posicionamiento, porque nuestros clientes disfrutan de sus experiencias acompañados de guías formados aquí que no solo pueden atenderles en su propio idioma, sino que, por razones socioculturales, tienen la capacidad para saber qué nivel de servicio esperan en cualquier situación. A un guía local le pueden pasar por alto en ocasiones detalles que generan insatisfacción. En cambio, alguien que procede del mismo origen que esos viajeros es capaz de detectar la incomodidad que pueden sufrir ante la falta de un cubierto en la mesa. Nuestro proceso de selección es muy estricto, y en el sector somos también conocidos por ese alto nivel de exigencia. No podemos obrar de otro modo, pues nuestro objetivo reside en generar confianza en el viajero, al margen que deseamos aportar valor añadido. Las pruebas selectivas incluyen un examen de idiomas, otro de cultura general, donde no se obvian los conocimientos acerca de religión, historia, geografía… Al mismo tiempo, nuestro personal debe contar con una mínima preparación en atención sanitaria, saber prestar primeros auxilios ante la eventualidad de una caída o una hemorragia. Es un aspecto fundamental, pues puede darse la circunstancia que los viajeros se hallen en un lugar remoto, como el desierto de Gobi, a un par de días de un centro sanitario donde recibir asistencia. Anualmente recibimos centenar y medio de currículums para sumarse a nuestro equipo. Algunos candidatos que no superan la prueba en la primera ocasión vuelven a intentarlo una vez han mejorado su preparación. Pero incluso recibimos propuestas de personas que se postulan para trabajar con nosotros de manera gratuita.

 

Jordi: Si tengo que morir, prefiero hacerlo viajando
La pasión por viajar es un elemento que nos define a todos y cada uno de quienes formamos parte de este proyecto. En el fondo, es lo que estamos vendiendo a nuestros clientes, y ese componente pasional, unido a la ausencia de intermediarios, favorece la conexión con ellos. Nuestro carácter audaz provoca que, en ocasiones, nuestros familiares o amigos me pregunten: «Pero… ¿no tienes miedo?». Siempre les digo que, si tengo que morir, prefiero hacerlo viajando. Miedo puedo sentir el mismo que un cirujano que se enfrenta a una intervención quirúrgica y sabe que de sus manos depende la vida del paciente. Lo que sí estoy en disposición de afirmar es que a estas alturas siento colmadas mis expectativas viajeras, pues ya he visto todo lo que deseaba ver. Además, el riesgo cero no existe. Nuestra profesión nos ha expuesto a situaciones altamente complicadas, pues hemos visitado Siria, Yemen o Nepal en momentos especialmente turbulentos. De lo que se trata es de conocer a fondo el terreno para evitar que el cliente corra esos riesgos. Nuestra pasión es el viaje y, mientras la salud nos lo permita, continuaremos recorriendo este maravilloso mundo. A menudo comentamos con Anna que en este trabajo nunca dejas de aprender. Solo lamentamos no haber podido vivir algunas experiencias viajeras algunas décadas atrás, en las que determinados escenarios no habían perdido todavía su autenticidad.

 

Los destinos más solicitados están condicionados a los contextos geopolíticos de cada momento
Uno de los aspectos clave del viaje es la red humana que se teje, pues en una experiencia como ésta hay un capítulo ingente de personas involucradas: conductores, guías, cocineros, mecánicos, quienes abren las puertas de los museos, de las pinacotecas, los que controlan accesos a los parques nacionales, los camareros en los alojamientos, el personal de limpieza, etc. Programamos viajes a cincuenta y ocho países, incluyendo cuatro cruceros: tres de tipo marítimo (en Alaska, en el Océano Ártico y en la Antártida) y uno en el Nilo. Este clásico crucero fluvial lo ofrecemos tanto en su versión lujosa como en faluca, la embarcación tradicional que se usaba en tiempos de los egipcios y navegando a vela sin motor. Los destinos más solicitados varían en función de algunas modas, pero, sobre todo, están condicionados a los contextos geopolíticos de cada momento. En la actualidad, las demandas principales corresponden a Indonesia e India en el continente asiático; a Tanzania, Etiopía y Uganda, en África; y Guatemala y Perú, en América, donde también existe predilección por Argentina, donde ofrecemos una ruta que se inicia en la Patagonia y finaliza en las cataratas de Iguazú. Colombia es otro de los destinos que está emergiendo, después que el país haya conseguido despertar mayor confianza tras décadas en las que la guerrilla y el narcotráfico lo convirtieran en un país a evitar. Contrariamente, Venezuela ha acusado un descenso de la demanda por la inestabilidad política, lo cual es una lástima porque alberga atractivos extraordinarios, como el Salto del Ángel, la cascada más alta del mundo, con una elevación de 979 metros de los cuales 807 metros son de caída ininterrumpida de agua. Ahí ofrecemos una experiencia extraordinaria, que conocemos personalmente, consistente en un descenso en rápel. El primer día se efectúan ocho rápeles de cincuenta metros, se pernocta en la cueva de los Guacharos y, al día siguiente, otros ocho rápeles nos permiten completar la aventura.

 

Anna: Nil se ha convertido en el gran viaje de mi vida
Tanto a mi padre como a mi madre, Francina, quien abandonó su trabajo como secretaria una vez contrajo matrimonio, les encanta viajar y siempre han apoyado mi actividad. Su felicidad se vio incrementada hace tres años, cuando nació mi hijo, Nil, que se ha convertido en el gran viaje de mi vida y a quien bautizamos con el nombre de uno de los destinos más emblemáticos que ofrecemos. Probablemente, de no haber sido por esta trayectoria viajera no habría conocido a Daniel, su padre venezolano y con quien convivimos. Bien es verdad que la vida profesional, con viajes frecuentes y largas estancias fuera del hogar, dificultaba plantearse la maternidad, que en mi caso ha llegado a avanzada edad. Pero ahora se ha convertido en un estímulo vital que me empuja a concebir propuestas para viajar en familia, porque en nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, carecemos de esta cultura o costumbre. La llegada de Nil no fue obstáculo para que yo continuara desempeñando mi trabajo, ya que podía tenerlo conmigo en la oficina. Pero cuando adquieres la condición de madre y mantienes tu profesión tienes que organizarte muy bien. También resulta complejo explicarle a tu hijo que te vas a Etiopía por trabajo y que estarás un mes sin regresar a casa. Ahora acabo de llegar de un viaje de dieciocho días a Mauritania en los que he estado permanentemente pensando en él. Y tengo que reconocer que la llegada de Nil a mi vida ha modificado algunos planteamientos vitales, porque ahora me asaltan más dudas y siento la necesidad de mayor seguridad ante posibles riesgos en los viajes que, antaño, asumía con más naturalidad.

 

Jordi: Entablé un vínculo humano con una niña de cuatro años y, cuando murió su progenitor, me pidió que me convirtiera en su padre
El espíritu viajero que me ha acompañado me ha brindado una inesperada experiencia como padre, aunque no de manera genética. Tuvo lugar en Etiopía, donde entablé un vínculo humano con una niña de cuatro años que, con el tiempo, fue estrechándose. En un momento determinado, esta chiquilla perdió a su progenitor. La estima que ya sentíamos le llevó a pedirme que me convirtiera en su padre. No resultó una decisión fácil para mí, toda vez que el grupo étnico al que pertenecía presentaba una cultura muy alejada de nuestros cánones tradicionales. Finalmente, acepté, si bien el proceso de adaptación a la familia fue harto complejo. Aun así, conseguí ser aceptado como miembro de su entorno. En la actualidad, esta hija acude a la universidad, al igual que su hermano. Hay quienes cuestionan si amo a esta niña tanto como si fuera biológica. Yo les respondo que no puedo comparar, al no haber vivido esa experiencia. Sí puedo decir que la relación trabada con ella y su familia es extraordinaria. Un día tuve que mediar en un controvertido episodio, después que su hermana pequeña, de la cual también soy tutor, hubiera sido obligada a casarse con un hombre cincuenta años mayor que ella. Necesitaban mi consentimiento para ello, algo que no tuvieron en cuenta en una operación en la que intervino una dote consistente en un pago en reses de ganado. Aun así, para poder resolver ese inaceptable matrimonio tuvimos que acudir a un lejano poblado a negociar y pagar una compensación. Ahora mi familia sigue habitando una pequeña aldea con cuatro chozas de caña y paja, con cuarenta vacas y otras tantas cabras; una aldea que me recuerda mucho a esa casita en el bosque donde invertía mis veranos de infancia en chancletas y en bañador.