EDUARD IBÁÑEZ SALINAS
Barcelona
13 de junio de 1987
Aerofor Enterprise
La pasión por la naturaleza, despertada en las excursiones familiares que hizo de niño y en su paso por los Scouts, le llevó a estudiar Ingeniería Forestal. Hoy tiene una escuela que habilita 500 pilotos de drones al año, y ya acumula más de 2.000 horas de experiencia en formación. Inquieto y atento a los cambios, ya está pensando en incorporar el metaverso a sus cursos. En contraste, vive en pleno bosque y, cuando dispone de momentos asueto, se dedica a interpretar música irlandesa.
De una familia del Guinardó que salía mucho de excursión
Eduardo y Antonia, mis referentes
Carácter emprendedor heredado también del «gen Salinas»
Pasión por la música irlandesa
Los valores de los Scouts
Una escalada al límite que, afortunadamente, no tuvo consecuencias
Mi pasión por la naturaleza me llevó a cursar Ingeniería Forestal
Ser mejor en mi camino me ayudó a reafirmarme
Y llegaron los drones
Inicio de una fructífera colaboración con Eduard Ruiz-Olivares Baillo
Decidimos ser la escuela de pilotos de drones de referencia
Introducir los avances tecnológicos que ofrezca el mercado
Ubicados en Salt, una ciudad equidistante de nuestros domicilios
Por nuestros cursos pasan unos 500 alumnos anualmente
Una clientela eminentemente joven
Dos cursos principales y varios complementarios
Distribuidores y comercializadores de drones y gestores aeronáuticos
Hemos formado a agentes rurales, policías y bomberos
El presente de los drones es dotarlos de inteligencia artificial; y el futuro, quien sabe
Pronto entrará en vigor la normativa europea
Cuando la ley lo permita, no descarto trabajar con drones en el sector agrícola
Doce maravillosos años con Laura
De una familia del Guinardó que salía mucho de excursión
No tengo claro un recuerdo de infancia que pueda destacar, pero quizá sería yo en un bosque, una cuerda colgando de una rama y mi padre animándome a subir por ella. Íbamos mucho de excursión al Montseny y otras zonas aledañas de Barcelona, porque vivíamos en el Guinardó. Aquellos encuentros con la naturaleza marcaron mi vida. Mis grandes influencias de niño fueron, evidentemente, mis padres. Si hoy yo soy empresario, se lo debo a los valores de esfuerzo inculcados por mi padre, quien ponía mucho énfasis en que fuera el primero de la clase. Ser el primero es una frase que desde entonces cargo en mi mochila, para lo bueno y para lo malo; y digo malo, por lo que tiene de presión. Es la frase que me espoleó, que me convirtió en un buscador.
Eduardo y Antonia, mis referentes
Mi padre, Eduardo Ibáñez, es médico, y todavía ejerce. Trabajó en el Institut Català de la Salut, donde hacía muchas guardias, mientras que, en verano, durante una época, ejercía de médico de campings. También fue emprendedor: abrió un consultorio que, en la década de los 80, se especializó en acupuntura y digitopuntura. Al final, en busca de estabilidad laboral, volvió al sector público como funcionario de prisiones, donde sigue con su práctica médica. Se jubila dentro de poco. Mi madre, Antonia Salinas, también era funcionaria, pero ya está jubilada. Mis abuelos por parte de padre se llamaban Eduardo y Azucena. Mi abuela murió cuando yo tenía cinco años, por lo que apenas guardo recuerdos de ella.
Carácter emprendedor heredado también del «gen Salinas»
Por parte de madre, tengo la fortuna de disfrutar aún de mis abuelos Antonio y María. Él también fue empresario, y próspero, porque se jubiló a penas con cincuenta años. Compraba bidones de segunda mano y los restauraba. Hoy tiene 95 años, por lo que deduzco que la suya es una de las jubilaciones más longevas de la historia. Asimismo, un tío mío fue viajante. El carácter emprendedor, comercial, también me viene, pues, de lo que en casa llamamos el «gen Salinas». Soy el hermano mayor. Me llevo cuatro años con mi hermana mediana, Mar, y ocho con mi hermano pequeño, Antoni. Por parte de padre, tengo otro hermano, Roberto, catorce años más joven que yo. En lo profesional, cada uno hemos tirado por caminos muy diferentes. Mar es actriz, se está abriendo camino a la vez que trabaja de comercial; Antoni es socorrista, y Roberto está opositando.
Pasión por la música irlandesa
Entre mis influencias hubo también un profesor de música que, más que un profesor, era un maestro, entendido como forjador de caracteres y transmisor, no solo de conocimiento, sino de sabiduría. Gracias a él aprendí a tocar la flauta, el violín, el chelo, la viola y la guitarra, con la que me familiaricé más porque en el agrupamiento escolta daba mucho juego. Más tarde, ya de adolescente, continué mis estudios musicales. Aún hoy toco música irlandesa de vez en cuando, especialmente instrumentos como el tinwhistle, el bodhrán y el violín. Esta pasión por la música también debo agradecérsela a mi padre y a mi madre, que quisieron que aprovechara el hecho de tener un profesor que daba clases a dos calles de casa.
Los valores de los Scouts
Desde los nueve años hasta los diecinueve formé parte del Agrupament Escolta Rudyard Kipling. Los valores de los Scouts me forjaron empatía, solidaridad, fraternidad, saber estar y el sentido de tribu, de grupo. Hacíamos muchas excursiones. Recuerdo especialmente un viaje a Alsacia, y también el Camino de Santiago. Eso me llevo a ser un veinteañero mochilero y aventurero.
Una escalada al límite que, afortunadamente, no tuvo consecuencias
Cuando estudiaba en Solsona tenía compañeros que eran escaladores de primera, y que habían escalado incluso en Yosemite, una de las mecas mundiales del alpinismo. Un día nos propusimos hacer una vía de 200 metros, con seis largos de cuerda. Íbamos en dos cordadas de tres personas cada una. Yo no tenía su nivel, y a pesar de que era una vía clásica y que ya estaba montada, nos sorprendió la noche en el tramo más difícil, con pasos de sexto grado. Con solo dos frontales y poca ropa, fue una experiencia muy al límite que, afortunadamente, no tuvo consecuencias. Todo eso quedó atrás: dejé el alpinismo cuando empecé la carrera.
Mi pasión por la naturaleza me llevó a cursar Ingeniería Forestal
Nunca fui un estudiante modélico. El Bachillerato me resultó complicado, porque en general no me interesaban sus asignaturas, y sí lo hacía, en cambio, trabajar de lo que fuera y disponer de dinero para mis gastos. Pasé por varios institutos, buscando uno en el que estuviera a gusto. Perdí un poco el rumbo; hasta que la pasión por la naturaleza me llevó a Solsona para estudiar un grado superior de Gestión de Recursos Naturales y Paisajísticos. Estamos hablando del año 2008. Me pareció que el entorno forestal de la comarca me ayudaría a ponerme en situación mucho más que si lo hubiera cursado en Barcelona, donde apenas tocaría una motosierra. Fue una decisión exclusivamente mía. A mis padres les pareció bien, y conté siempre con su apoyo. Compaginaba los estudios con mi trabajo de monitor y educador ambiental en casas de colonias, hasta que una amiga bióloga me convenció de que podía sacarme la carrera. Entonces, visualicé mi objetivo, y en cuatro años, de 2010 a 2014, me convertí en graduado en Ingeniería Forestal por la Universidad de Lleida.
Ser mejor en mi camino me ayudó a reafirmarme
No fue una carrera fácil. En el primer cuatrimestre del primer curso, la dificultad de la física y química, las matemáticas y el dibujo técnico me pusieron en alerta. O me empleaba a fondo, o moriría en el intento. Con mis padres acordé que en paralelo iría a una academia de refuerzo; y el esfuerzo valió la pena, hasta el punto de que acabé sacando la mejor nota de química de la clase. No proclamo esto con el orgullo de ser el mejor de todos, algo en lo que nunca he estado interesado; lo proclamo porque me ayudó a reafirmarme en mi camino. De los cien que empezamos, solo nos graduamos treinta. Creo que fui el primero de la primera promoción en recoger el título. El trabajo final del grado lo hice en Finlandia en un Erasmus de prácticas, un país de referencia en materia de gestión forestal. Vivía en pleno bosque. Me encargaba de los ensayos de campo y de hacer un estudio comparativo de unos clones; ciencia pura que por aquel entonces me apasionaba.
Y llegaron los drones
Ya como ingeniero forestal, creé una página web ofreciendo mis servicios en el intento de establecerme por mi cuenta. De alguna manera, empecé la casa por el tejado. Hice unas cuantas entrevistas, pero no podía ofrecer ninguna experiencia. Con anterioridad, sin embargo, mientras cursaba mis estudios universitarios, sí había realizado prácticas para los Serveis Territorials del Departament d’Agricultura donde pude foguearme un poco sobre el terreno. Al final, encontré una persona que estaba hasta arriba de trabajo y necesitaba alguien que entendiera de cartografía digital, uno de mis puntos fuertes. Tras esta colaboración, que me permitió adquirir una cierta experiencia, aparecieron los drones e hice un curso gratuito en Castelldefels para ser piloto de dron. Allí conocí a Eduard Ruiz-Olivares Bahillo, que hoy es mi socio en Aerofor. Con Edu me entiendo a la perfección. Él viene del mundo audiovisual, y tuvo antes un par de productoras con otros socios.
Inicio de una fructífera colaboración con Eduard Ruiz-Olivares Baillo
Tras el curso, me gasté lo que no tenía en comprar un dron, y me encontré con que necesitaba editar lo que filmaba. Decidí que, en lugar de ponerme a editar yo mismo, que no tenía ni idea, tenía que buscar a alguien que ya supiera hacerlo; y ahí entró Edu. Pactamos un precio, y así estuvimos un tiempo, durante el cual empezamos a ver que sintonizábamos en muchos aspectos, que compartíamos valores, y la relación se convirtió en una colaboración. Yo me ocupaba más de los encargos que pudieran surgir del sector forestal, y él, que había estudiado pedagogía, de la vertiente formativa.
Decidimos ser la escuela de pilotos de drones de referencia
Conociendo ya la potencialidad de los drones, me puse a investigar por mi cuenta y asistí en Madrid a unas jornadas de una empresa que tenía entre sus productos unos sensores que permitían medir árboles e identificar especies sin necesidad de meterse en el bosque. Y en esta tecnología, vi una oportunidad. Su aplicación en el ámbito forestal no parecía un buen negocio, porque es un sector muy dependiente de las ayudas públicas, y entendí que los drones funcionarían mejor como un servicio más generalista. Montamos una pequeña oficina en Lleida y nos fueron saliendo encargos sobre agricultura de precisión, cartografía y algo de catastro. Pero eran servicios muy desconocidos aún, y decidimos formar a la gente que se interesaba por nuestros servicios; decidimos ser la escuela de pilotos de dron de referencia, aun a sabiendas de que quizá estábamos creando nuestra propia competencia. Lo hicimos porque confiábamos en nuestros valores y en nuestra experiencia como valor añadido, y porque la competencia, al fin y al cabo, siempre es sana. Había nacido Aerofor Enterprise.
Introducir los avances tecnológicos que ofrezca el mercado
Iniciamos nuestra andadura y pronto surgió un obstáculo: un cambio normativo a partir del 1 de enero de 2021 obligaba a las escuelas de pilotos de dron a ser una ATO, una organización de entrenamiento aprobado, y para ello teníamos que disponer de una avioneta propia y de un profesor para ella. Nuestras finanzas no llegaban a tanto, aún estábamos devolviendo los créditos que nos habían permitido montar la empresa, sin contar con inversores o business angels. Al fin acabó siendo una oportunidad ya que a posteriori nos certificamos como DTO, la nueva ATO de los drones. Ya no necesitaríamos ninguno de los requisitos anteriores. Era todo muy reciente. A pesar de ello, conseguimos tirar adelante. Con la pandemia hubo un parón de inscripciones, pero luego se han ido normalizando. La gente entiende que los tiempos cambian, y que las profesiones deben adaptarse a ellos, con lo que es imprescindible introducir los avances tecnológicos que ofrezca el mercado. Nos vienen, incluso, electricistas que quieren incorporar los drones a las prestaciones de sus empresas. Un dron puede ahorrarles mucho tiempo en algunas de sus tareas, y el tiempo es dinero.
Ubicados en Salt, una ciudad equidistante de nuestros domicilios
No somos técnicos en recursos humanos, y aprovechamos el teletrabajo impuesto por las normativas sanitarias de la pandemia para calibrar hasta qué punto nuestra plantilla reunía las condiciones que queríamos. El resultado del experimento fue que tuvimos que prescindir de gente que no estaba a la altura. Después de varios años en Lleida, yo teletrabajaba desde el Pallars Sobirà, porque compaginaba mi trabajo de CEO en Aerofor con otros trabajos que desempeñaba allí, hasta que surgió la posibilidad, en el plano familiar, de construirnos una casa de madera en la montaña, en la zona de Olot. A la vez, Edu se trasladó a vivir a Blanes con la perspectiva de formar una familia. Nuestro eje geográfico se desplazó, pues, de la provincia de Lleida a la de Girona. Como el teletrabajo no nos había funcionado, entendimos que teníamos que ir cada día a la oficina a picar piedra y, salomónicamente, montamos la empresa en Salt, una ciudad equidistante de nuestros domicilios, a 45 minutos de casa de cada uno.
Por nuestros cursos pasan unos 500 alumnos anualmente
Podría decirse que ahora, en Salt, estamos empezando de nuevo. Por fin tenemos el perfil de plantilla que queríamos. Actualmente, somos ocho. Contamos con un aula y tenemos a nuestra disposición campos de vuelo por toda España, lo que nos ha llevado a montar una red de delegados comerciales e instructores en Madrid, Logroño Galicia, Badajoz, Valencia, Murcia y Gran Canaria, de momento. En Salt nuestras clases son virtuales, y prestamos tambien cursos gratuitos, pagados con fondos europeos, reservados a jóvenes que no trabajan ni estudian. Son grupos de 20 personas, más o menos, y en un año pueden llegar a ser 150. Esta semana hemos concluido uno en Donosti, y anteriormente lo hicimos en Huesca. A nivel general, por nuestros cursos pasan unas quinientas personas al año. Debe entenderse que un dron es una aeronave, no un juguete, aunque nos lo pueda parecer por el tamaño reducido de algunos. Esto es algo que insistimos en recalcar, porque, si un dron cae desde cien metros de altura sobre la cabeza de alguien, lo mata.
Una clientela eminentemente joven
Captamos clientes, sobre todo, publicitándonos en las redes sociales, en Google, en Meta y principalmente en Instagram, que representa a nuestro mercado principal: los jóvenes. El 80% de los clientes captados en redes proceden de esta red social. Nuestro target a partir de los cuarenta años no es significativo, aunque eso no significa que no vengan alumnos cuarentones, e incluso jubilados, porque hay gente para todo. Resumiendo, podríamos decir que hay dos perfiles de clientes muy marcados: el cliente que va perdido, que está harto de trabajar aquí y allá en cualquier cosa, que es un perfil inquieto y curioso con el que personalmente empatizo mucho; y el cliente técnico, que tiene ya una profesión consolidada y ve el dron como un plus, o simplemente como un hobby. Nuestra intención es ofrecer un servicio de 360 grados: si alguien quiere adentrarse en el mundo de los drones, que se ponga en nuestras manos y satisfaremos todas sus necesidades.
Dos cursos principales y varios complementarios
Aparte del curso oficial de piloto de dron (conocido como STS escenarios estándar), formamos también a radiofonistas, que son las dos categorías que se requieren para hacer volar drones en Barcelona. Además, tenemos cursos complementarios, que ayudan a los recién titulados a moverse por el sector y a conocer los límites o los requerimientos legales que regulan la actividad. En muchos sentidos, somos como una autoescuela. Nuestros valores principales son el acompañamiento y la proximidad, que nos enriquecen y crean un vínculo con todos los que pasan por Aerofor. En el futuro, queremos incorporar el metaverso a nuestros cursos. Personalmente, no es algo que me entusiasme, en realidad, porque creo en el trato directo, de tú a tú, pero en el ámbito empresarial soy consciente de que todo tenderá hacia el metaverso. Quizá me equivoque, y sea una moda efímera, pero, mientras tanto, deberemos subirnos al carro.
Distribuidores y comercializadores de drones y gestores aeronáuticos
En breve tenemos previsto hacer una ronda de inversores, algo que, hasta ahora, enfrascados en el día a día, no hemos podido hacer. Y queremos hacerlo porque estamos convencidos de que, con las inversiones necesarias, nuestro despliegue como empresa será exponencial. De momento, aparte de la escuela de pilotos de dron, que sigue siendo nuestro corebusiness, hemos ampliado líneas de negocio, y nos hemos convertido, también, en distribuidores y comercializadores de drones, además de haber abierto una gestoría aeronáutica. Pero son líneas de negocio que todavía no hemos explotado del todo, aunque hemos vendido algún dron de uso fitosanitario a Portugal. De momento, trabajamos con la marca Dji, que sería el equivalente de Apple en los móviles, y es la que nos ofrece más garantías, aunque nos gustaría trabajar igualmente con otras marcas. Despacio, estamos creciendo. Donde no llegamos nosotros, si la economía nos lo permite, no tenemos inconveniente en delegar. Por ejemplo, de la gestión de las redes sociales, publicidad inclusive, se ocupa un colaborador. Yo me encargo, sobre todo, del departamento comercial. Ahora lo hemos ampliado con dos comerciales telefónicas, con lo que espero poder dedicar más tiempo a otros aspectos de la empresa.
Hemos formado a agentes rurales, policías y bomberos
Colaboramos con empresas líderes en su sector con las que, en líneas generales, compartimos valores. A través de estas empresas, hemos formado a agentes rurales, policías y bomberos. El dron ya es una realidad en el sector de la seguridad, tanto la pública como la privada. Se están utilizando, por ejemplo, para identificar a los que pintan grafitis en los vagones de tren y metro, o para controlar perímetros y evitar que alguien se cuele en ellos. Aunque nosotros preferimos trabajar para el sector privado, lógicamente no descartamos trabajar para el público. Pronto viviremos, también, un boom en el uso agrícola de drones, porque ofrecen muchas ventajas a nivel de sostenibilidad ecológica, y también económica. En este campo, es en el que estamos empezando a hacer I+D.
El presente de los drones es dotarlos de inteligencia artificial; y el futuro, quien sabe
Nuestro curso habilita para pilotar drones de hasta 25 kilos. En usos agrícolas, un dron puede llegar a pesar más de ochenta. Ya hace años que los drones pueden volar solos, sin piloto, programados; tantos años, que ya casi forma parte del pasado. El presente es dotarlos de inteligencia artificial; y el futuro, quién sabe. Su límite aún está por descubrir. Aun así, el dron como herramienta tiene sus limitaciones; no sirve para todo. Un martillo es útil para muchas tareas, pero es inútil para muchas más. Con el dron sucede lo mismo. Esto es algo que dejamos muy claro en los cursos.
Pronto entrará en vigor la normativa europea
En materia de legislación sobre drones, España lleva dos años de retraso en la transformación de las directivas europeas en reales decretos. Según la AESA, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, el real decreto que regulará el espacio aéreo para el uso de drones ya es inminente. A partir de su promulgación, a efectos prácticos, quien no sea piloto de drones, no podrá pilotarlos. Será igual que con los coches, que solo pueden conducirlos quienes obtienen el permiso. Las multas por pilotar drones sin haber obtenido el título de piloto serán muy severas: de 6.000 a 240.000 euros, dependiendo del riesgo que implique la infracción. Las ciudades y las cercanías de los aeropuertos son las zonas más protegidas. En general, me parece una buena normativa, bien pautada y organizada, que establece claramente que el dron es una aeronave que se mueve por el espacio aéreo.
Cuando la ley lo permita, no descarto trabajar con drones en el sector agrícola
Ahora estoy focalizado al 100 % en Aerofor, pero tengo en mente nuevos proyectos. De mi etapa de ingeniero forestal, en la que trabajé de agrónomo tanto en investigación como en la parte comercial, guardo una cartera de clientes muy amplia, y, cuando la ley lo permita, no descarto trabajar con drones en el sector agrícola. Además, tengo otros proyectos que no tienen relación con los drones, aunque sí con las nuevas tecnologías.
Doce maravillosos años con Laura
No quisiera finalizar este apunte biográfico sin mencionar a mi mujer, Laura Mir, que me ha dado una maravilla de hija que se llama Bruna y que ya tiene cuatro años. De alguna manera, en algunos aspectos, Laura y yo somos personas con muchas similitudes, porque nos conocimos estudiando lo mismo en Solsona, hace doce años, y siendo todavía universitarios en Lleida, ya vivíamos en pareja. Siempre me ha acompañado en mis aventuras, incluso cuando estuvimos a punto de dejarlo todo atrás y emigrar a Canadá, porque allí hay muchas salidas profesionales en el sector forestal. Tengo muy claro que, sin su apoyo y amor, yo no habría llegado hasta aquí. No entiendo mi futuro profesional, ni siquiera personal, sin un entorno familiar, de pareja, pero también de padres, hermanos e incluso primos, que le den sentido.