1r Tomo (empresarios). Biografias relevantes de nuestros empresarios

Benjamín Ruiz López i Eduardo Sánchez García – Mecatec

BENJAMÍN RUIZ LÓPEZ

Barcelona

15 de julio de 1968

 

EDUARDO SÁNCHEZ GARCÍA

Barcelona

8 de diciembre de 1967

Socios fundadores de Mecatec

 

Su amistad empezó en la adolescencia, y hoy Benjamín y Eduardo son socios inseparables. El año que viene se cumple el 25 aniversario de su empresa. Hablando con orgullo del Sabadell industrial, capital mundial del packaging, son conscientes de su deuda hacia quien fuera su primer jefe, y luego su valedor y primer cliente, don José Betés, prueba de que en el ámbito del emprendimiento puede primar la generosidad. No olvidan, sin embargo, expresar su agradecimiento a todos los que han colaborado con ellos a lo largo de los años.

 

Me las ingeniaba con revistas para poder jugar con coches que recortaba

 

Largos y calurosos viajes al pueblo de mis abuelos en plena Sierra Mágina

 

Eduardo Sánchez es parte de mi círculo más cercano

 

Los dos recalamos en una fábrica donde aprender

 

Cuatro horas de trayecto para formarnos en el oficio y, aun así, éramos incansables

 

Gracias a José Betés nos iniciamos en la senda empresarial

 

Siendo jóvenes, conseguir nuestra primera nave fue una odisea

 

Mecanizamos piezas para cualquier máquina

 

Nuestra forma de trabajar incluye colaboración, confianza y trabajo de calidad

 

Innovamos y diseñamos máquinas y utillajes

 

Factor humano y factor tecnológico: los dos pilares de Mecatec

 

La Formación Profesional necesita un revulsivo para formar bien a sus alumnos

 

Sin la actitud, la inteligencia no sirve de nada

 

Repartirnos los beneficios sería desvalijar la empresa, por eso siempre reinvertimos

 

Como empresa, hemos tenido que estar a la altura ante la complicada situación de la pandemia

 

Calidad e innovación, apuestas de futuro

 

25 años y el orgullo del trabajo bien hecho

 

Todo es posible gracias a un buen equipo

 

También afortunados en el amor

 

 

 

Me las ingeniaba con revistas para poder jugar con coches que recortaba

Mi infancia fue feliz, aunque es cierto que, cuando aún no tenía dos años, estuve a punto de fallecer de deshidratación. Lógicamente, es un hecho que yo no recuerdo. Fui un niño muy juguetón; era alegre y activo, tenía buenos amigos y jugábamos mucho en la calle. De hecho, los estudios me aburrían porque interrumpían mis juegos. Mis padres estaban encima de mí porque mi hermano sacaba muy buenas notas, y yo no. Hubo un año que él sacó 39 sobresalientes. En cambio, que yo sacara un bien era un éxito. No me gustaba estudiar. La manera que tenían mis padres de presionarme era quitándome mis coches de miniatura; porque siempre he sido un fanático de los coches. Y, mientras presuntamente estudiaba en mi cuarto, cogía revistas, y allí donde aparecía un coche, lo recortaba. Y ya tenía de nuevo una flota de coches para jugar. A día de hoy, todavía colecciono coches en miniatura.

 

Largos y calurosos viajes al pueblo de mis abuelos en plena Sierra Mágina

De mis abuelos paternos, únicamente conocí a mi abuela, quien estuvo viviendo años aquí, en Barcelona, y llegó casi a centenaria. Mi padre era el pequeño de una familia numerosa y por eso le pusieron Benjamín. Aunque soy el mayor de la siguiente generación, por si acaso no venían más, también me pusieron Benjamín, para continuar con el nombre paterno. Mi madre se llama Juana, y sus padres se llamaban Juan Francisco y Ascensión. Estos fueron a los abuelos que realmente traté, porque cada verano íbamos a Cambil, el pueblo de Jaén en el que vivían y en el que habían nacido mis padres. Tardábamos catorce horas en llegar, y sin aire acondicionado en el coche, un Seat 850. A día de hoy, todavía voy, para delicia de mi hija pequeña, a quien le encanta. Va incluso sola, sin nosotros. Es un lugar muy sano, en plena Sierra Mágina. Mi padre trabajó toda la vida en la SEAT, desde muy jovencito hasta que se jubiló: cuarenta años, en total. Se sentía muy vinculado a la empresa.

 

Eduardo Sánchez es parte de mi círculo más cercano

Mi hija mayor se llama Ariadna, es licenciada en Veterinaria y trabaja en el Hospital Veterinario de Mataró. La pequeña se llama Lorena, tiene 21 años, está estudiando Psicología en las Llars Mundet y trabaja de monitora en una escuela. Luego está Óscar, que tiene la misma edad que Lorena y es hijo de mi actual pareja, es tan hijo mío como si fuera de mi carne. Está estudiando Administración y Dirección de Empresas y trabaja en una start-up. Pero mi entorno humano no estaría completo si no mencionase a mi socio, Eduardo Sánchez. Sus padres se llaman Ernesto y Modesta. Son cuatro hermanos, Ernesto, Eduardo, Óscar y Germán, todos chicos. Eduardo tiene dos hijos, Paula y Marc. Ella se está formando para trabajar en el mundo de la televisión, y él, aparte de estudiar, juega al futbol. Estamos muy agradecidos a nuestros padres por la educación que nos brindaron, y orgullosos de nuestros hijos porque van por el buen camino.

 

Los dos recalamos en una fábrica donde aprender

Eduardo es muy parecido a mí. De niño, también le encantaba jugar. Yo estudié EGB en mi barrio, en la zona del Hospital Militar. Luego pasé a la Formación Profesional de la rama metalúrgica, en la escuela Josep Serrat i Bonastre, en Lesseps, donde conocí a Eduardo. Congeniamos y formamos una pandilla junto con otros compañeros. Teníamos 13 años. Debido a que empezó a motivarnos lo que estudiábamos, comenzamos a sacar buenas notas. Desde entonces, no nos hemos separado. En 1985, a los 16 años, al iniciar el primer curso del segundo grado, empezamos a sentir la necesidad de trabajar de lo nuestro. De ahí que recorriéramos todos los talleres de la calle Dante ofreciéndonos para trabajar, sin suerte. Hasta que empezamos a trabajar en una fábrica de maquinaria de imprenta, Rotatek, en Sant Quirze del Vallès. Entró primero Eduardo, por mediación de su padre, que trabajaba allí de montador, y a los dos meses el jefe le pidió que trajera a un amigo que fuese como él, y pensó en mí. Acepté con los ojos cerrados. El dueño, José Betés, nos puso una condición: tendríamos trabajo mientras estudiáramos. Si dejábamos de estudiar, prescindiría de nosotros.

 

Cuatro horas de trayecto para formarnos en el oficio y, aun así, éramos incansables

En aquellos tiempos, nuestra rutina era la siguiente: nos levantábamos a las cinco de la mañana, aún de madrugada. Yo vivía en la Vall d’Hebron y él, en el Carmel; cogíamos sendos autobuses y nos encontrábamos en Gala Placidia. Allí tomábamos el ferrocarril de la Generalitat, que salía a las seis menos cinco y llegaba a la estación de Sant Quirze del Vallès a las siete menos cuarto. De ahí, íbamos andando hasta el polígono y empezábamos a las siete a trabajar. Nuestra jornada duraba hasta las dos menos cuarto. Luego, volvíamos a Barcelona, y, camino de la estación, nos comíamos un bocadillo que habíamos traído de casa. Cogíamos el tren a las dos y veinte, que llegaba a Gala Placidia a las tres menos cinco. De Gala Placidia íbamos a la plaza de Lesseps, donde estudiábamos desde las tres hasta las nueve de la noche. Y a las nueve, nos íbamos a entrenar a futbol hasta las once. Y a las cinco, otra vez de pie y vuelta a empezar. Una locura, visto desde hoy. Cuatro horas en tránsito para ir a hacer de aprendices… Aun así, cuando llegaba el fin de semana, no veíamos el momento de que llegara el lunes, porque nos gustaba mucho lo que hacíamos. Estuvimos así dos años, hasta que Eduardo se sacó el carnet de conducir y empezamos a hacer el trayecto en su Seat 127. Luego me saqué el carnet yo, me compré también un coche, y nos turnábamos para ir, una semana con su coche y otra, con el mío.

 

Gracias a José Betés nos iniciamos en la senda empresarial

Coincidió entonces que acabamos la maestría (FP2) y dejamos de ser aprendices para empezar a hacer piezas, a fabricar maquinaria de impresión. Tuvimos la suerte de caer en una empresa que nos cuidó mucho. El señor José Betés fue para nosotros como un segundo padre. Yo, en según qué cosas, he intentado fijarme mucho en él, como jefe. No sé si lo he conseguido, porque tenía unos dones que me temo que eran personales e intransferibles. Rotatek siempre fue una marca puntera a nivel mundial. A pesar del trato inmejorable, al cumplir 30 años, sentí que mi proyección profesional en Rotatek había llegado a su techo. Me había estancado. Ganaba un buen sueldo, pero allí ya no podía crecer más, y decidí marcharme en busca de otra empresa. Cuando se lo comuniqué al señor Betés, me dijo que no quería que me fuera, que yo ya era parte de aquello. Pero a mí había algo que me decía que no podía continuar. Siempre hacíamos las mismas piezas; ya no había nada por descubrir. Entonces fue cuando me sugirió que montara un negocio por mi cuenta, algo en lo que yo no había pensado, y de lo que no me veía capaz. Pero él lo decía muy en serio. Cuando se lo comenté a Eduardo, me dijo que si me iba yo, él se iba conmigo. El señor Betés nos advirtió que empezar algo juntos era como un matrimonio, pero nos dio su bendición. Y no solo eso: nos dio un par de máquinas para que no empezáramos de cero. Capitalizamos el paro y se comprometió a que Rotatek nos pasaría trabajo durante un año, pagándolo, además, al contado. Desde luego, fue nuestro ángel de la guarda en el mundo empresarial.

 

Siendo jóvenes, conseguir nuestra primera nave fue una odisea

Cuando nos pusimos a buscar una nave por Sabadell, vimos que no inspirábamos ninguna confianza. Nos veían tan jóvenes, que pensaban que no podríamos pagarla. Recurrimos al señor Betés una vez más. Habló con el propietario de la nave, y se comprometió a pagar él el alquiler si nosotros no conseguíamos hacerlo. Dio la cara por nosotros, y finalmente tuvimos la nave de 200 metros que necesitábamos. Solo había que pintarla y montar las conexiones de aire. Y empezamos a trabajar en exclusiva para Rotatek con las máquinas que José Betés nos había donado. Era julio de 1998, pero hasta septiembre no tuvimos constituida Mecatec. Fue un período muy duro, porque en agosto, justo el día que nos trajeron una máquina nueva que compramos, mi hermano tuvo tres derrames cerebrales y estuvo a punto de morir. Permaneció ingresado en la UCI durante ocho días.

 

Mecanizamos piezas para cualquier máquina

Nuestro trabajo consiste en mecanizar piezas para los fabricantes de maquinaria. Hacemos cualquier tipo de pieza mecanizada para cualquier máquina que haga cualquier cosa. Más genérico, imposible. En total, debemos tener unos 40 clientes; entre ellos hay grandes empresas para las que nos encanta trabajar. Muchos talleres de mecanizados prefirieron especializarse en sectores concretos, por ejemplo, el de la automoción. Pero eso fue exponerse demasiado, porque a la mínima crisis del sector, los talleres no resistieron. Nosotros, ya desde el principio, decidimos que trabajaríamos para todos los sectores: textil, packaging, artes gráficas, madera y mucho más. Es como una red de protección. Por eso siempre vamos a tope. Con la pandemia, casi todo nuestro sector cerró, pero nosotros sobrevivimos porque trabajamos también para el sector de la alimentación, a través del packaging. En realidad, no paramos nunca.

 

Nuestra forma de trabajar incluye colaboración, confianza y trabajo de calidad

Nuestros proveedores ―alrededor de unos setenta― son también muy importantes para nosotros. Ya que generalmente necesitamos que nos abastezcan muy rápido, tratamos de facilitarles las cosas si tienen dificultades, por lo que a algunos, en vez de pagarles a 30 o a 60 días, procuramos pagarles al contado. Por supuesto, es algo imposible de hacer con todos, pero hacemos un esfuerzo por aquellos dos o tres cuyos problemas conocemos, y de cuya honestidad y seriedad tenemos sobradas pruebas. Compramos en almacenes de Catalunya, pero son materiales procedentes de todo el mundo. También externalizamos algunos trabajos a cinco o seis empresas. Y no nos da miedo hacerlo, ya que no solo velamos por la calidad del trabajo de nuestros colaboradores, sino que estamos convencidos de que, con la seriedad de nuestro modus operandi, es difícil que alguien nos arrebate la clientela.

 

Innovamos y diseñamos máquinas y utillajes

Nuestra nave actual, ubicada en Sabadell, tiene mil metros cuadrados, lo que nos ha permitido asumir, también, montajes de grupos. Disponemos asimismo de una línea de negocios, que ya ha cumplido cuatro años, dedicada a las máquinas de packaging. Para encajar huevos, por ejemplo. Los huevos vienen protegidos por celulosa y nosotros los empaquetamos gracias a una máquina que puede encajar 40 o 50 medias docenas, docenas o dos docenas por minuto. Esto lo desarrollamos a través de Roberto Camacho, quien ha sido responsable, junto al resto de ingenieros en plantilla, de construir la máquina, y a quien estamos muy agradecidos por ayudarnos a sacar adelante nuestro negocio. Ahora mismo estamos trabajando en una máquina de este tipo para un gran supermercado. Nuestra gran suerte es que trabajamos siempre por encargo, no llegamos a estocar nada. Ya se sabe que los encargos son siempre urgentes, para dentro de un mes o dos como mucho. Y a menudo, por ello, cuesta hacer entender a los clientes que esa máquina que quieren no existe todavía. Primero tenemos que diseñarla, luego fabricarla, montarla y programarla. Y hay que conseguirlo lo más pronto posible, y que funcione. Más que encargos, por tanto, a veces son auténticos retos.

 

Factor humano y factor tecnológico: los dos pilares de Mecatec

La investigación y el desarrollo representan un 15 % de nuestro presupuesto anual. Puede parecer mucho, pero es inherente a nuestro modelo de negocio, al hecho de idear máquinas que nos encargan y que no existen. El factor humano y el factor tecnológico son los dos pilares de Mecatec. Formar constantemente nuestros operarios es esencial, porque, sin ellos, Mecatec no vale nada. Normalmente, esta formación siempre ha corrido a cargo de la compañía, pero este año hemos solicitado una subvención para I+D y nos la han concedido. De hecho, el año pasado obtuvimos nuestra primera subvención como empresa, tras más de dos décadas de negocio: una ayuda del 20 % del valor para la compra de maquinaria de última generación a través de Catalunya Acció.

 

La Formación Profesional necesita un revulsivo para formar bien a sus alumnos

El 80 % de la plantilla de Mecatec son chavales a quienes hemos formado, como el señor Betés hizo con nosotros. La Formación Profesional necesita un revulsivo para formar bien a sus alumnos. Para ello, habría que empezar por fomentarla y prestigiarla. Hoy, como cuando yo estudié, existen prejuicios con quien va a FP. Como sociedad, debemos entender que no todo el mundo puede —ni debe― ser abogado, arquitecto o ingeniero de telecomunicaciones. Además, un fresador o un tornero actualmente pueden estar ganando más que un arquitecto, porque son profesionales escasos. Y se trata de trabajos de habilidad manual muy enriquecedores. El Estado, la Administración, no hace las grandes campañas publicitarias que debería hacer para fomentar la FP, porque ni los propios gobernantes se la creen, lo que resulta una verdadera lástima.

 

Sin la actitud, la inteligencia no sirve de nada

A nosotros nos llegan chicos que vienen de la Escuela Industrial de Sabadell. Ahora mismo contamos con dos, y uno seguramente se quedará. Suelo detectar con rapidez a quién le gusta lo que hace y quién viene a pasar el rato. Tenemos un chico que empezó con dieciséis años, y ahora, cumplidos los veinte, ya lleva solo las máquinas, incluso con un software nuevo. Vale mucho la pena, es una esponja, todo lo asimila. Siempre estaría aprendiendo. En cambio, he tenido otros chicos en prácticas que siempre ponían excusas. Independientemente de la formación, lo que me decide a apostar por un joven, a tomarme la molestia de formarlo, es la actitud. Sin la actitud, la inteligencia no sirve de nada. Prefiero un chico al que le cueste retener las cosas un poco, pero que ponga voluntad, a uno que las retenga a la primera, pero no se esfuerce.

 

Repartirnos los beneficios sería desvalijar la empresa, por eso siempre reinvertimos

Ahora mismo estamos implantando la industria 4.0, que es la digitalización de la empresa. Todas las máquinas serán ya de control numérico y estarán controladas por un software. Nuestro objetivo para 2022 es digitalizar completamente Mecatec, para así poder controlar todos los procesos: fabricación, stock, duración de las piezas, errores o calidades, etc. No paramos de invertir. Nunca nos hemos repartido beneficios, siempre los hemos reinvertido en Mecatec. Si hubiéramos procedido de otra manera, no sé si hoy estaríamos donde estamos. Durante años, hemos dispuesto de un sueldo decente, pero tampoco ha sido raro que un operario ganara más que nosotros. Nuestra prioridad siempre ha sido consolidar la empresa, no desvalijarla.

 

Como empresa, hemos tenido que estar a la altura ante la complicada situación de la pandemia

Con la pandemia hemos tenido problemas de materia prima. No siempre hemos encontrado el material que queríamos. Y, en líneas generales, los precios se han encarecido. Como ya he comentado, no cerramos en ningún momento. Notamos un impacto durante un mes, al principio, ya hace dos años, reestructurando horarios para minimizar los contagios, pero el resto del período lo hemos sobrellevado bastante bien. El segundo semestre de 2021, por ejemplo, tuvimos muchísimo trabajo. Al ser una empresa pequeña, somos muy cercanos con los trabajadores, y se nos han planteado muchas situaciones variadas: trabajadores con hijos positivos, o esposas positivas, que han tenido que hacer sobreesfuerzos en casa, y como empresa hemos tenido que estar a la altura de la situación. Podríamos ser muy críticos con el Gobierno, o los gobiernos, por la manera en que lo han gestionado. Ha habido muchas incoherencias; y en Catalunya se ha destrozado a sectores enteros, como el del ocio nocturno. En Madrid, en cambio, la noche está a reventar, y no parece que ello se haya traducido en más hospitalizaciones ni en más muertes. Pero lo cierto es que hacerlo bien era muy difícil.

 

Calidad e innovación, apuestas de futuro

Nuestros planes de futuro para Mecatec pasan por tener una empresa moderna y digitalizada, en la cual los empleados estén a gusto y se ganen bien la vida. Con que nuestras máquinas cada vez salgan mejor, y saquemos tres o cuatro al año, ya me siento satisfecho. Con ser una empresa de primer nivel, que lo que hagamos, lo hagamos bien, ya me conformo. Ese es el objetivo: la calidad. Hoy por hoy cada vez estamos más preparados para el futuro que llegue, y no nos dan miedo ni la robótica cuántica ni otros escenarios. Nuestro espíritu siempre ha sido este. Cuando salieron las impresoras de 3D fuimos de las primeras empresas de mecanizados en comprarnos una. Hablo de hace 15 años. En realidad, puedo remontarme más atrás; en 1998, cuando montamos Mecatec, lo primero que hicimos fue comprar una máquina de control numérico, que entonces era la gran innovación. Nacimos ya innovando, porque en nuestro sector eran pocas las empresas que tuvieran ese tipo de máquinas. Desde el punto de vista de los avances tecnológicos, siempre hemos ido por delante de buena parte de nuestra competencia.

 

25 años y el orgullo del trabajo bien hecho

El año que viene Mecatec cumple su 25 aniversario. Eduardo me deja hacer las cosas a mi aire, e incluso me deja la toma de decisiones. Él lleva especialmente el Departamento de Compras y yo estoy más en producción y el trato con los clientes. Un día empezamos esta dinámica y nos ha ido bien, así que la mantenemos sin más problema. Tener a alguien al lado con el mismo nivel de responsabilidad da mucha tranquilidad. Sabemos de dónde venimos; sabemos que venimos de muy abajo, de gente sencilla y humilde; sabemos también lo que nos ha costado llegar hasta donde estamos. Esta lucha, y ser consciente de lo que representa, une mucho. Para gente como nosotros, hijos de asalariados, es un orgullo poder ofrecer trabajo.

 

Todo es posible gracias a un buen equipo

Queremos agradecer a todo el equipo de Mecatec la profesionalidad e implicación que han mantenido a lo largo de estos años. A Carlos Jáimez, que lleva veintitrés años con nosotros, que nos ha ayudado a crecer, y que ha sido una pieza clave. A los fresadores Sergio Gallardo, Óscar Gómez, Ismael López, Aitor Rodríguez, Francisco Castillero y Jonathan Vázquez. Al soldador David Carrillo, y a los ajustadores Federico Mestre y Cristian Rejas. A David Abenza de logística y recepción, a los torneros Reduan Oumehdich y Joaquín Casas, a nuestro montador Rafael Campos, a Ana Sánchez, que lleva la parte de administración, y a José Méndez, de control de calidad. A Isidro Rubio, una gran persona que también ha sido clave, y a Roberto Camacho, director de operaciones que lidera el proyecto de maquinaria y utillajes.

 

También afortunados en el amor

Todo lo que he contado estaría incompleto sin mencionar a nuestras mujeres, Mix y Loli.  Mix, mi mujer, tiene un centro de medicina estética en Mataró. Nos llevamos muy bien, y ha traído a mi vida la estabilidad tan difícil de encontrar. No tengo ningún rubor en afirmar que es mi media naranja. Las medias naranjas existen, y yo la he encontrado. Ya hace veinte años que estamos juntos, y parece que fue ayer. Yo no me iba a casar nunca, y al final, hace cuatro años, quise rubricar nuestro amor con el matrimonio. Loli, la mujer de Eduardo, hace por lo menos treinta años que es su pareja. Llevan toda la vida juntos. Podemos decir que la vida también nos ha sonreído en el amor, así que nos consideramos unos auténticos afortunados.