Blanca Moreno Triguero
Fotografia cedida
10è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Blanca Moreno Triguero

Emprendedora, socióloga, bailarina y fundadora de la Consultoría MiT

Texto del 11/04/2018

Del ser y del tener, del hacerse, del construirse a una misma… Esta inquieta emprendedora, al frente de una consultoría especializada en la creación, la transferencia y la evaluación de conocimiento aplicado, defiende la necesidad de reflexionar antes de actuar. De niña, la danza modeló su carácter a base de disciplina y método: unos valores que la han guiado en su vida y su oficio. Pero abandonó esta práctica para dedicarse de lleno a su otra pasión: la sociología. Sus campos de batalla son la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y la recuperación de los valores que nos hacen mejores tanto en el ámbito personal como profesional.

 

Empecé a andar yo sola

La primera imagen que alcanzo a recordar de toda mi vida es la del día en el que, de niña, me levanté por primera vez y comencé a andar. Al lado, mi padre, sorprendido –hemos reconstruido con él la escena muchas veces–, me coge de las manos y empezamos a caminar juntos… Aunque, de hecho, mis primeros recuerdos de infancia van asociados a mi madre, una mujer que, a pesar de no vivir en un entorno proclive a ello, supo labrarse sola su camino. Asimismo, y aunque no llegara a conocerlo nunca, tengo siempre presente el recuerdo de mi bisabuelo materno. Tenía mucha personalidad, era un hombre muy avanzado para su época, e insistió en que sus hijas estudiasen y se forjasen un destino más allá de la vida doméstica. Les inculcó unos valores realmente progresistas para su momento, hace ya más de un siglo. Y yo, a través de mi madre, he absorbido esos mismos valores. Fue una persona de gran entereza, a quien le tocó enfrentarse al horror de la Guerra Civil, un duro momento de nuestra historia reciente y cuyos estragos, en muchos casos, han quedado silenciados.

El silencio no siempre resulta terapéutico

En casa, igual que en muchas otras de este país, se habló muy poco de la Guerra Civil y de las cuatro décadas de dictadura franquista, un conflicto que ha marcado profundamente a las generaciones que lo vivieron y a las venideras. Las heridas no solo no se olvidan, sino que también se ocultan, porque el ser humano usa la estrategia del silencio para seguir adelante. Sin embargo, este no es terapéutico; hace falta perdón y justicia para volver a caminar sin heridas. De hecho, gran parte de lo que sucede en la actualidad en el ámbito político y sociológico tiene su origen en fracturas que no se han cerrado y que vuelven a abrirse.

Lecciones de amor

Llegados a cierta edad, debemos enfrentarnos al ocaso de aquellas personas que nos han criado. A mi madre le diagnosticaron alzhéimer a los sesenta y siete años. Primero creíamos que padecía algún problema de espalda, porque no podía caminar, pero resultó que tenía una hidrocefalia que le impedía regir la parte motora de su cerebro. Recuerdo perfectamente la última vez que hablé con ella siendo «realmente» ella: fue justo antes de que entrara a quirófano, para una intervención en la que se le iba a colocar una válvula que debía mitigar las consecuencias de la enfermedad. Sin embargo, su cuerpo no resistió la presión de la operación y el alzhéimer se le disparó. Poco tiempo después del diagnóstico de mi madre, mi padre tuvo un infarto cerebral. Todo ese período fue muy difícil, pero a la vez me humanizó, me llevó a enraizarme en la idea de que la vida debía celebrarse cada día. Mi padre nos dio una gran lección de amor, pues cuidó a mi madre con gran ternura hasta que el avanzado estado de su enfermedad nos obligó a ingresarla en una residencia. Recuerdo la última noche que mamá pasó en su casa; también fui a pasarla con ellos. Era la última vez que ella iba a dormir en su hogar, y yo lo sabía; mi madre, no. La ingresaríamos al día siguiente, con lo que éramos conscientes de que ya no saldría de la residencia hasta que muriera. Así que aquella noche fue muy especial… y realmente dura. Además, las condiciones en muchas residencias son muy frías, cuando lo que debería imponerse de manera radical es la ética del cuidado. Quise acondicionar su habitación con el fin de que fuera un poco su hogar, con las fotos y los objetos que a ella le gustaban. Hasta en Navidad le llevamos el pesebre que ella misma había diseñado artesanalmente. La evolución de una sociedad se comprueba realmente en la forma en que escucha y cuida a quienes no pueden valerse con autonomía, desde la infancia a la adultez, pasando por quienes tienen otras capacidades, enfermedades mentales. Y nuestra sociedad occidental y posmoderna ha demostrado que, detrás del gran individualismo y del imperio del raciocinio, hay mucho sufrimiento. Debemos recordar que el ser humano es mamífero y necesitamos de nuestro clan, de redes reales de apoyo. Hace ya demasiado tiempo que sabemos que lo personal es político. Y que las grandes preguntas existenciales siguen sin estar contestadas.

Danza, música y literatura

De pequeña soñaba con ser bailarina, por lo que empecé a estudiar danza clásica y española, con apenas cinco años, de la mano de Mudit Grau. Era una niña bastante introvertida, y la expresión corporal, el solfeo y la música me ayudaron a disimular mi timidez. Por otra parte, me aficioné a leer de forma precoz, y viajaba a través de la lectura y de la escritura. Imaginaba y creaba personajes y vidas que me inspiraban. Me gustaba y me gusta la soledad y también escribir: tengo cajas llenas de libretas con mis diarios. Gracias a la lectura, la danza y el apoyo de mi madre, empecé a avanzar. Hacia los ocho o nueve años descubrí también la música clásica y me convertí en una pequeña melómana. Aprendí que la música es como un viaje de los sentidos, que puedes soñar a través de ella, que posee una vertiente onírica muy importante, capaz de transportarte a otra realidad. Siempre conservaré una caja preciosa, forrada de piel, con una colección de cintas de casete de música clásica, que me regaló un vecino, un señor mayor, al conocer mi interés por este arte. Fue un regalo fantástico que se convirtió en mi pequeño tesoro.

Con el valor de la disciplina para el resto de mi vida

Este país no ha apostado nunca por el arte, lo que es una gran equivocación. Porque «arte» no es solo hacer algo bello que llene un escenario o una galería. Por poner un ejemplo ilustrador: los niños y las niñas que estudian danza o música pueden obtener mejores resultados en matemáticas, porque están aprendiendo un lenguaje lógico, disciplina, etc., es decir, otras competencias. Con mi propia experiencia personal, puedo decir que, gracias a la danza, aprendí a tener mucha disciplina, una virtud que ha sido básica en mi vida. Estudiar y bailar significó un esfuerzo continuo de muchos años, e interioricé ya para siempre esta capacidad de esfuerzo: la trasladé a la vida adulta. Además, las clases de danza influyeron en mi carácter de manera importante, ya que las profesoras, de gran personalidad, me marcaron notablemente. Mi escuela de danza era la de Rosa García y Enrique Burgos, a quienes recuerdo con gran admiración, así como a Alba Zamora, quien un día se me acercó en clase y me dijo: «No sé si en el futuro llegarás a ser bailarina, pero tienes que empezar a escribir todo lo que nos cuentas, porque seguro que serás una gran coreógrafa». Tenían y tienen una elegancia y una fortaleza envidiables, dos cualidades que fui aprendiendo y asumiendo ya desde la misma infancia.

Toda empresaria está obligada a ser creativa

Todos los valores que me transmitió mi experiencia con la danza los he plasmado en mi vida profesional y en la empresa que he creado. Siempre fui creativa y luchadora; me gustaba transmitir mis conocimientos y formar equipos; sin embargo, para mí era más importante realizarme profesionalmente en algo que resultara útil que fundar una empresa, que fue el vehículo. Hasta que me di cuenta de que, para ser empresaria, hay que ser creativa: es una condición sine qua non. Y yo era creativa y muy observadora, una característica que suele acompañar a la timidez.

No debemos quejarnos ni construirnos personajes, sino esforzarnos por mejorar

Decía William Shakespeare: «El destino baraja las cartas pero, en realidad, somos nosotros quienes decidimos cómo jugar». Y es cierto. He crecido convencida de las bondades de la disciplina y de la capacidad de esforzarse tanto en el aspecto académico y laboral como en mi vida personal. Mis valores en la faceta profesional y empresarial son los mismos que con la familia y las amistades. Según el ámbito, obviamente, los roles y las responsabilidades difieren; pero los valores, no. No me fío de las personas que dicen ser distintas en el trabajo que en casa. Aunque tengo responsabilidades diferentes, mis valores en ambas áreas son los mismos, lo que me ha permitido enfrentarme a jornadas largas, con comidas, reuniones, visitas al hospital, etc., sin perder el equilibrio, sin desdoblarme. He podido hacerlo porque no tenía que construir un personaje dentro de la empresa y vivir otro fuera. He luchado mucho por ser realmente la mujer que hay en mí, y eso conlleva que en la empresa haya puesto más el acento en el «ser» que en el «tener». El resultado es fundamental, aunque el proceso –vivido, sentido, aprendido –marca la diferencia. El hecho de incidir en mi propia parte humana me ha dado, al final, muchas satisfacciones, y no solo profesionalmente hablando. Creo que es importante formarse en el ser, en el esfuerzo, y no esperar a que te den, sino dar tú. En este sentido, el ballet también me enseñó a no quejarme. La queja es improductiva: si no te sale bien a la primera, tendrás que esfor- zarte más para lograrlo. Se permite el desánimo, no el abandono.

Otros ejemplos de autosuperación

Estudié la EGB en el Sagrado Corazón de Jesús y después me fui a otro centro, a un instituto donde podía realizar mis clases por las tardes para así poder compaginar los estudios de danza por la mañana. Entré en dicho instituto con catorce años y me encontré con personas que tenían más de veinte y que se hallaban en la tesitura de estudiar y trabajar a la vez. Interactuar con personas más maduras que yo y observar sus esfuerzos por adaptar sus vidas a la necesidad de mantenerse económicamente y de conseguir un título, me aportó otra visión del mundo y me hizo darme cuenta de la importancia de obtener una formación superior y de lo afortunada que era.

La sociología, fuente de conocimiento

Al acabar COU, decidí cursar la carrera de Sociología. De este modo, sin saberlo, descubrí un «secreto» familiar, y era que había elegido la disciplina que también había escogido mi madre en su momento. Al parecer, ella empezó a cursar Sociología de joven, aunque finalmente tuvo que abandonar los estudios. Curiosamente, al cabo de los años, su hija, que desconocía este interés materno, se inclinó por la misma materia. Por ello, siempre fui a las clases de la universidad con libros editados hacía más de veinte años: porque ya nutrían la biblioteca familiar. Si opté por estudiar Sociología fue porque quería encontrar una profesión que me permitiera descubrir muchas cosas y ponerle un ojo analítico y crítico a la realidad, que fuera técnica y a la vez humanista. La sociología, como ciencia social, ayuda a entender el comportamiento de los grupos sociales. Me acabé matriculando en la Universitat Autònoma de Barcelona. Como me dedicaba en paralelo a la danza y a mi formación universitaria, me veía obligada a levantarme cada día muy temprano para compaginar las clases. Fue un sobreesfuerzo elegido por mí, el primer curso, que después tuve que compaginar con trabajar a tiempo casi completo y que contrastaba con el perfil mayoritario del alumnado de mi promoción, de clase más acomodada, donde algunas personas ya tenían un futuro más o menos previsto, y no ligado precisamente a esos estudios. Por el contrario, yo siempre tuve el deseo de desarrollarme profesionalmente.

De la política a la docencia y la investigación universitarias

Al inicio de mi actividad laboral, accedí al mundo de la política profesional, estuve vinculada a este ámbito dos o tres años, tiempo suficiente para perder rápidamente la inocencia ideológica. Así que di un paso hacia otro camino y me vinculé a los grupos de investigación sociológica y a la universidad. Hice la tesina del doctorado en un año, empecé a dar clases y vi que me gustaba la docencia, de ahí que ejerciera de profesora asociada de Sociología durante años en la Universidad Rovira i Virgili. Guardo un recuerdo imborrable de esa época. La enseñanza te permite desarrollar capacidades para integrar tus conocimientos y habilidades y crear así propuestas innovadoras, es decir, que mientras enseñas estás en continuo aprendizaje. Además, posibilita que continúes en contacto con gente más joven, alguna de la cual acabarás por llevar en el corazón para toda la vida. Siempre recordaré un día, en el que se me acercó una de mis estudiantes y me dijo: «He decidido estudiar Sociología porque me parece increíble lo que nos has explicado. Quiero saber más». Me halagó muchísimo, pero, sobre todo, me sorprendió descubrir la capacidad de impactar positivamente en los demás. De hecho, no es la única vez que me ha pasado, pues personas próximas a mí estudiarán Sociología, como mi sobrina mayor, Sofía, y la hija de una gran amiga.

Es menester que seamos conscientes del trabajo que desempeñamos y llevarlo a cabo con responsabilidad

Acabado este período, trabajé un tiempo en una consultoría privada. Siempre tuve claro que quería que mi trabajo me estimulara, que fuera creativo. El conformismo nos lleva a no aspirar más, a ser pasivas, y ello nos instala en la mediocridad, en hacer mecánicamente una tarea esperando a que llegue el final del horario laboral. Persistentemente he defendido que lo importante es desempeñar nuestra profesión con sentido, con responsabilidad. Desde servir un café con educación y amabilidad hasta hacer un plan estratégico, es exactamente lo mismo: es clave que seamos conscientes de lo que hacemos y hacerlo siempre lo mejor que podamos. Por eso, destaco siempre la importancia de combinar el método con la creatividad y la innovación: ayudan a encontrar los objetivos propios y a alcanzarlos.

Sumar todas las experiencias para hacer nacer algo propio y original

Tras mi paso por la política, por la universidad y por la empresa privada, fui consciente de que quería sumar toda esa información y experiencia. Conocía la Administración pública, así como el mundo de la política, además de haber vivido a fondo las investigaciones y reflexiones de la universidad, lo que me otorgaba conocimiento para tener una base teórica a la vez que práctica y aplicada para hacer planes estratégicos, estudios, etc. Fue entonces cuando advertí que podría ser capaz de llevar yo misma mi propia consultoría y decidí crear mi propia marca, nacida de la suma de todas esas vivencias y esos saberes; una consultoría tal vez con menos estructura, pero con mucha ambición. Porque la clave estuvo en enfocarme, es decir, aplicar el conocimiento aprendido a los valores que defiendo. Cuando te enfocas coherentemente, surge la fuerza y la pasión. Absolutamente indispensables para ir por la vida.

Con método, técnica y ética nació la consultoría MiT

En el año 2010, fundé la Consultoría MiT (de «Métodos y Técnicas», pero también de «Moreno» y «Triguero», mis apellidos) con el que hoy es mi exmarido. Nos habíamos conocido mientras cursábamos la carrera de Sociología. Desde el principio, y a la hora de encarar la nueva aventura, tuve claro que la disciplina es básica y que el método no es contrario a la imaginación; sin método y sin técnica no se pueden tomar decisiones ni trazar una estrategia. También sabía que iba a trabajar armonizando mis propios valores y mi profesión; de ahí que siempre haya tratado de poner la ética de la vida al servicio de la profesión. Además, quería que la empresa tuviera un enfoque feminista, es decir, con una clara vertiente igualitaria. El divorcio fue positivo para las dos partes; sin embargo, me dejó sola al frente de la empresa justo en plena crisis económica, con el 90 % de nuestros clientes conformados por administraciones públicas con severos recortes. A pesar de ello, salimos adelante porque nos adaptamos a la nueva situación cambiando nuestra manera de pensar. Hoy por hoy, nuestros clientes son, fundamentalmente, administraciones, empresas privadas y fundaciones que necesitan planes estratégicos y formación para sus equipos. Ayudamos al personal directivo y político a parar y reflexionar, antes de tomar decisiones. Siempre empezamos pensando la estrategia y luego elaboramos el plan de comunicación o las acciones que resulten más convenientes.

Ayudando a planificar y a pensar

Vivimos en un mundo que busca soluciones inmediatas y urgentes, y no sabemos planificar, cuando es algo básico para llevar a buen puerto nuestro proyecto profesional y vital. Ayudamos a nuestros clientes a pensar y a organizarse. Muchos de ellos, por ejemplo, sienten temor de los medios de comunicación. Cuando trabajo en el tema del liderazgo con mujeres políticas, siempre les digo que no teman, que primero piensen y reflexionen y luego salgan a jugar. También el sector empresarial tiene miedo, sobre todo de tomar decisiones erróneas, por lo que a veces las ejecutan impulsivamente, lo que no suele dar buenos resultados. Las decisiones hay que sopesarlas, plantearse a quién vamos a beneficiar y hacernos preguntas clave de acuerdo con nuestros valores. Yo defiendo la ética del cuidado, que argumentaba la filósofa Carol Gilligan en la década de los ochenta: una responsabilidad para con las demás personas. Por ejemplo, ¿de qué sirve que la cuenta de resultados sea brillante si para ello tienes que despedir a muchas personas o destrozas el medio ambiente? Hemos de preguntarnos previamente si de verdad era eso lo que queríamos antes de arrepentirnos una vez hecho o entrar en el bucle de la acumulación y de la insatisfacción permanente, una triste cualidad de nuestros tiempos. Conectarte con la niña que fuiste, y con los sueños que tenías, es un sano ejercicio que hay que hacer de cuando en cuando para preguntarle abiertamente si ella creería en ti ahora.

La sociología no vende humo

La mirada sociológica nos ayuda a entender y comprender la realidad social de manera crítica. En mi caso en particular, desde la perspectiva de género. En general, lo que más nos solicitan en la consultoría es la elaboración de estudios sociológicos específicos; las empresas grandes, antes de tomar una decisión o sacar un producto, quieren saber si la gente las conoce, cuál es su competencia, qué piensa el público objetivo. No se puede hacer un estudio sociológico sin poner la mirada en el género, porque la realidad está construida a base de relaciones desiguales de poder. En una ocasión, hicimos un estudio sociológico para conocer los valores de la población en un tema concreto, y a través de una macroencuesta y de trabajo cualitativo, la marca creó una campaña muy exitosa. El proceso es este, y no el contrario. De ahí que nuestros clientes nos pidan estudios sociológicos, pero también planes de igualdad, planes estratégicos y planes de comunicación. Asimismo, hay mucha demanda de formación y conferencias; cada vez me dedico más a impartirlas. Y cuando me comparten que se van de la conferencia con una nueva mirada, que han pensado en algo en lo que nunca antes habían reparado, y te lo agradecen, sientes la utilidad de ponerle palabras y compartir conocimientos y reflexiones y obtienes una gran satisfacción. Porque nuestra vocación es, precisamente, ser útiles para ayudar a tomar las decisiones adecuadas.

Hay que comprometerse en firme para que un plan estratégico obtenga buenos resultados

Muchas veces, si algo no funciona es porque no hay un compromiso real o una hoja de ruta permanentemente en evaluación y seguimiento. Debemos comprometernos a elaborar un plan y a cumplirlo. Por ejemplo, una de nuestras áreas de trabajo es la seguridad y hemos trabajado con el cuerpo de policía, tanto con los mandos como con sus equipos. Hemos observado que en muchos casos carecían de plan estratégico, de una guía directora sobre seguridad o de planes locales de seguridad. Esto no puede ser: la ciudadanía está cambiando y las administraciones no deben quedarse atrás. Han de dar un paso al frente, liderar los cambios. Hay que ayudar a hacer un trasvase de información desde el conocimiento, la pausa y la reflexión. Cuando alguien me dice que no tiene tiempo, yo le respondo que lo que no tiene es planificación. Lo importante es planificarse y respetarse. El plan elaborado ha de proporcionar una solución, y para ello el equipo directivo, político o empresarial debe comprometerse con él. Falta compromiso con el conocimiento. Queremos encuestas rápidas, y hay cosas que necesitan su tiempo. Trazar un buen plan estratégico, de hecho, puede requerir una inversión de entre seis y ocho meses, así que el compromiso tiene que ser muy firme.

Políticas de igualdad que aseguren un mundo mejor

Las políticas de igualdad, sobre todo las municipales, ayudan a transformar la realidad cotidiana. Cada vez solicitan más planes de igualdad, el aseso- ramiento en la prevención del acoso sexual, campañas feministas… Debemos preguntarnos a qué nos referimos cuando hablamos de igualdad de género, y cómo es posible que tantos años y tantas generaciones continuemos sin tener claro que machismo y feminismo no solamente no son lo mismo, sino que sus objetivos son diametralmente opuestos. Porque el feminismo es un movimiento social y político que viene de lejos, desde finales del XVIII, como una profunda transformación de los derechos de las mujeres. Es una de las pocas revoluciones de lucha no violenta que reta a lo establecido para que mujeres y hombres tengamos derecho a las mismas oportunidades y a ser quienes realmente queramos ser. Cuando me preguntan si todavía debemos insistir en políticas de igualdad en las empresas y en las administraciones, respondo que más que nunca, que observen la realidad más inmediata y de más allá, con gafas violetas. Sabemos de la brecha de género salarial, del techo de cristal, de los micromachismos diarios que, de tan cotidianos, se nos hacen imperceptibles a no ser que incorporemos la perspectiva de género, no como un concepto teórico, sino como realidades ya incontestables. Hay que impregnar de empoderamiento femenino nuestras administraciones y empresas, haciendo una apuesta real y sin fisuras por la corresponsabilidad social y familiar. Por lo tanto, no solamente no está pasado de moda el objetivo, sino que lo que se pretendía todavía se encuentra muy lejos. El patriarcado continúa con su camino y es muy importante la visibilidad del feminismo real, no aquel que se instrumentaliza para hacer ver que hay cambios que realmente después no traen tras de sí transformaciones palpables. Una de las batallas que se están librando en la actualidad es la erotización de la violencia, y eso, además de ser muy peligroso, atenta directamente contra los derechos humanos. Parece como si no nos diéramos cuenta de que se produce violencia con cualquier excusa banal, como pueda ser el fútbol, o de que las niñas están hipersexualizadas por la industria del ocio y de la moda. Necesitamos urgentemente coeducación y educación emocional en la infancia y que el principio de igualdad de género esté presente de manera trasversal en todo el ciclo de estudios. Es un avance que va de la mano de la libertad, de la democracia, del respeto humano. Habría que poner de moda el buen trato y la cooperación. Solemos redactar protocolos para administraciones y empresas con la finalidad de que no haya actitudes sexistas y saber actuar en caso de un acoso sexual. Porque hay hombres que todavía no quieren ser conscientes de que deben avanzar y transformarse con nosotras. Que siguen con su cultura machista y que de verdad se creen dueños de nuestros destinos, de pagarnos menos por ser mujeres, de acosarnos en medio de la calle o en otro lugar público. Hay mucho trabajo para hacer y las relaciones de género y la ética del cuidado son la base. Además, es importante difundir las bondades de la sororidad, es decir, de la solidaridad entre mujeres para hacer más seguro y amable nuestro día a día.

Por una mirada feminista

En el mundo empresarial y político hay todavía demasiados hombres con mirada machista, y muchas mujeres con esa misma mirada, y así no transformaremos la sociedad. Yo trabajé y sigo trabajando para que mi liderazgo sea más horizontal, no quiero ser una empresaria con el mismo modelo patriarcal, sino con el mío, con mis valores. Es importante que feminicemos la sociedad, que se ponga en valor la ética del cuidado. Si tengo que cuidar a mi padre o ir a ver a mi madre a la residencia, lo haré. Si hay que llevarlos a hacer un tratamiento, también. Se trata de una cuestión de validez personal, que va unida a la profesional. Yo no quiero que haya un intercambio de sillas entre hombres y mujeres, no me interesa ese poder. Lo que pretendo es que las relaciones sean horizontales. Urge una práctica diaria de unos nuevos valores y una nueva sensibilidad. Porque algunos de los modelos políticos de mujer que hay actualmente, dejando al margen la ideología, no nos representan a muchas en absoluto. Son mujeres que encarnan un modelo absolutamente masculino de poder con el que no me identifico. La vida personal, familiar y la profesional deben armonizarse y no a costa de invisibilizar el talento femenino o de precarizar las condiciones de vida de miles de mujeres. En pleno siglo XXI a las mujeres les sigue penalizando la maternidad, cuando al traer vida abrimos el canal de la nueva generación. Estamos aquí, llegamos a la adultez, porque alguien nos ha cuidado durante muchos años, a menudo en silencio y sin que nadie le ayudara. Un bebé necesita años para ser autosuficiente, ¿y quién lo cuida mientras tanto? No es solo cuestión de cambiar pañales, sino de abrazarlo, de reconfortarlo, de acompañarlo, de mimarlo. Hablo de un cuidado emocional. Los niños bien queridos son adultos más responsables. Y aquí muchos hombres tienen un espacio amplio para participar en la educación y en el día a día. Hay que aprender a vivir una racionalización de los horarios que nos permita desarrollarnos, cuidar y vivir.

Estamos viviendo una involución ideológica nada fortuita

Cada generación debería aportar a la siguiente más valores de libertad y de autonomía. Hay que ser libre para pensar, para hacer, para construir. Y resulta que ahora estamos delante de un fenómeno no fortuito: frente a gente joven concienciada y con ganas de vivir en una sociedad más igualitaria, nos encontramos con otra que reproduce roles de anteriores generaciones, dando marcha atrás en el tiempo, con sexismo, machismo y, por tanto, con grandes dosis de violencia. Ello no se ha producido por casualidad. Algunos de nuestros adolescentes y jóvenes repiten roles anacrónicos porque lo hemos permitido, porque la rapidez es la antítesis de la reflexión. Y si no reflexionamos y pensamos, no acertamos. La comodidad de no tomar decisiones tiene un precio muy alto. Podemos pretender no ver durante un tiempo, pero esto, además de ingenuo, es socialmente irresponsable. Pensemos que todos estos comportamientos machistas están orquestados por el entorno, es decir, hay personas detrás de todo ello, personas con sus propios intereses, que toman la decisión de difundir esos valores violentos que no nos igualan como personas, en vez de fomentar el respeto básico entre hombres y mujeres. Hay una industria patriarcal muy potente, como algunos medios de comunicación, pasando por la publicidad, el mundo de la moda, del ocio, el cine y la música. Como siempre explico, el patriarcado y la difusión de una cultura machista y violenta tienen nombres y apellidos. No lo olvidemos. Nada de lo que está pasando es fortuito.

El arte imperecedero de la lectura y la escritura

Como he dicho antes, leer y escribir son dos de mis pasiones desde niña. Siempre he pensado que un día contrataré a una persona para que transcriba todos mis diarios, y así no perderé todo lo que tengo anotado en ellos; eso sí, deberá ser alguien del otro extremo del mundo, porque leerá cosas muy íntimas y personales. Estoy convencida de que llevar un dietario no solo relaja, sino que ayuda a reflexionar sobre tus actos y, por lo tanto, a intentar ser mejor. Actualmente colaboro con artículos en algunas revistas especializadas y estoy escribiendo mi primera novela. La protagonista es una mujer que viaja, se enfrenta a situaciones y busca su porción saludable de felicidad en este mundo caótico y líquido. Hay una profundidad narrativa de valores, transformación y avance. En cuanto a leer, sigue siendo una actividad muy gratificante para mí. Afirmo que debemos leer más y viajar todavía más, para combatir prejuicios e ignorancias. Existe un amplio abanico de alternativas para seguir leyendo, viajando, creciendo. La música clásica, la lectura y la escritura me siguen transportando a mi niñez de sueños, y a otros mundos construidos democráticamente por igual. Falta reescribir la historia del mundo incorporando a todas las mujeres, las que fueron silenciadas y las que se silenciaron por miedo. Necesitamos de un nuevo paradigma que impregne todas las instituciones, de un humanismo radical y equitativo. Vivimos en un sexismo malsano que genera mucho sufrimiento y está destruyendo el planeta entero. Ya es hora de superar las identidades rígidas y adentrarse a construir un mundo, una realidad simplemente más pacífica, más cuidadora, más ética y, por lo tanto, más equitativa y feliz.