Carme Molas Benito – MK Estilistes

1962

Manlleu (Barcelona)

Directora y fundadora de MK Estilistes

Presidenta de la Federació Catalana de Perruquería i bellesa

y de la Associació de Perruquers d’Osona

 

27-12-2023

 

Pocas profesionales pueden jactarse de una trayectoria de más de medio siglo. Menos las hay que hayan iniciado su itinerario con apenas diez años, en una muestra de prematura determinación para cultivar un oficio. Con ilusión y sacrificio, la Sra. Molas puso en marcha su negocio en paralelo a su mayoría de edad. Su vocación de servicio y entrega a los demás le ha llevado a presidir dos entidades gremiales, desde las cuales ha logrado mejorar las condiciones laborales y empresariales de su sector.

 

 

Favoreció a nuestro crecimiento la extraordinaria sabiduría que atesoraban nuestros abuelos

Me crie en un entorno rural, en la Plana de Vic, rodeada de vegetación, de animales y en plena naturaleza, pues mi familia habitaba una masía, en el término municipal de Manlleu. Convivíamos tres generaciones en esa vivienda: mis abuelos, mis padres, mi hermana mayor, Andrea, y yo, en un ambiente de gran armonía y marcado por las labores agrícolas que suponían el principal sustento de la economía doméstica. Nuestros progenitores, Climent y Montserrat, se caracterizaron por su profundo espíritu trabajador; dos personas que exhibían un gran sentido común y demostraban un perfecto equilibrio emocional, lo cual contribuía a la excelente relación que se tejía entre todos. La convivencia con los abuelos, Adrià y Andrea, favoreció nuestro crecimiento, pues la extraordinaria sabiduría que atesoraban y que compartían tanto con mi hermana como conmigo nos aportaba un impagable conocimiento. Nos nutríamos de su experiencia para saber manejarnos en la vida, al tiempo que nosotras, desde nuestra modesta perspectiva, intentábamos corresponderles ayudándoles a entender la evolución a la que asistíamos como sociedad. A ellos les había correspondido afrontar la Guerra Civil de manera directa y sobrevivir a ese cruento capítulo. Lograron superar ese crítico episodio gracias al amor que se profesaban, pues el conflicto les mantuvo separados durante largo tiempo. Salvado ese difícil escollo vital, siempre demostraron un talante positivo que les permitió rebasar los noventa años. Todavía recuerdo ese alma alegre que les identificaba y que constataba cuando, desde mi habitación contigua, los oía como se reían al levantarse simultáneamente por la mañana.

 

Con apenas diez años, entré con determinación en la peluquería y me postulé como aprendiz

Alimenté mi vocación como peluquera siendo todavía una niña. Más aún: me inicié en la profesión con apenas diez años. Siempre había sentido inclinación por la peluquería y, cuando pasaba por delante de un salón que había a la salida de la escuela, me fijaba en aquellos carteles en los que aparecían modelos con sofisticados peinados. Consideraba que tenía mucho mérito conseguir aquellos resultados con el cabello y, a medida que transcurría el tiempo, crecía mi interés por la disciplina. Un día, aquellos posters aparecieron acompañados de un cartel, en el que se anunciaba que les faltaba una aprendiz para la temporada de verano. Consciente de que no perdía nada por buscar mi oportunidad, y pensando que podría ganarme unos ahorros aprovechando las vacaciones escolares entré en el establecimiento y me interesé por el anuncio que habían colgado. La gerente de la peluquería acogió con estupefacción mi arrojo, pese a que intentó reaccionar con naturalidad y me invitó a hablar con mis padres para obtener su consentimiento y, en caso afirmativo, incorporarme cuando empezara la época estival. Obviamente, al llegar a casa mi madre ya estaba al corriente de ese episodio, pues en un pueblo todo el mundo se conoce y la peluquera le había expuesto telefónicamente la situación de inmediato. Mi determinación se acogió con disgusto en el hogar, pues mis progenitores deseaban que tanto mi hermana como yo estudiáramos carrera universitaria. Como tantos otros padres veían en la Universidad un potencial ascensor social para sus hijas y estaban dispuestos a realizar todos los sacrificios para costear esos estudios.

 

La F.P. dual nos proporciona cierto margen al permitir realizar prácticas en nuestros salones, lo cual resulta enriquecedor para los jóvenes que buscan labrarse un futuro

A pesar de que mis padres intentaron despejar esa idea de mi cabeza y hacerme ver que, a mi edad, no debía buscar trabajo, quince días más tarde entraba a trabajar en esa peluquería y me introducía en una disciplina que ya llevo más de medio siglo ejerciendo. Fue tal mi determinación a seguir este oficio, y me vieron tan convencida, que finalmente accedieron a mi propósito, probablemente creyendo que pronto me cansaría de esas labores y me acabaría rindiendo. Pero aquella actividad tuvo continuidad, pues una vez finalizado el verano acudía a ayudar los sábados e, incluso, los domingos por la mañana. Esperaba que asomara el fin de semana para regresar a la peluquería, que se había convertido en una pasión. Como también aguardaba la llegada de las vacaciones para disfrutar de esa actividad y proseguir mi aprendizaje en el manejo de tijeras, peine, secador y otros útiles peluqueros. Es una lástima que la figura del aprendiz haya desaparecido de nuestra profesión, entre otras. Hay que admitir que la Formación Profesional dual nos proporciona cierto margen al permitir que algunos alumnos de Peluquería puedan realizar prácticas en nuestros salones, lo cual, más allá de la ayuda que puedan prestarnos, resulta enriquecedor para esos jóvenes que buscan labrarse un futuro en este oficio; sobre todo para quienes exhiben mayor virtud manual y anhelan realizar cortes, pues si la formación se reduce a impartir teoría sin posibilidad que esos estudiantes puedan establecer contacto con el cabello es posible que acaben aborreciendo ese itinerario académico e, incluso, que renuncien a él. Por supuesto, es necesario que adquieran conocimientos en torno a la materia, pues tampoco sería procedente que la trayectoria académica pivotara por completo sobre el salón de peluquería o de estética; entre otras razones porque también es aconsejable que reciban formación en torno a la gestión de empresa, ante la hipótesis de poder abrir su propio negocio.

 

Cuando tienes que pilotar tu propio negocio debes estar dispuesta a enfrentarte a muchos retos

Quien desea aprender el oficio de peluquera tiene que conocer todos y cada uno de los cometidos asociados a esta actividad. Por ello, uno de los cometidos principales que debería asumir quien se introduce en esta profesión sería el de barrer el local y limpiar el polvo de los estantes. Al igual que difícilmente accederíamos a sentarnos a la mesa de un restaurante cuyos manteles estuvieran sucios, no podemos invitar a una clienta a sentarse frente a un tocador que no presenta un aspecto digno. De este modo, el personal adquiere conciencia de la importancia de observar una buena higiene y proyectar una imagen adecuada, además de evitar que el polvo cubra un producto que pretendemos venderle. A lo largo de mi trayectoria he hecho de todo, incluidas esas labores de limpieza, porque cuando tienes que pilotar tu propio negocio debes estar dispuesta a enfrentarte a muchos retos: presentación y venta de producto, decoración del salón, asesoramiento, corte de cabello. Además de curtirme laboralmente desde joven, fui asumiendo responsabilidades a medida que iba creciendo. A los diecisiete años, me trasladé a Barcelona para aprender al lado de Lluís Llongueras. El célebre peluquero estaba abriendo un sinfín de locales y necesitaba personal. Aquello era un lujo, pues en vez de pagar por las clases magistrales de ese artista capilar percibía un sueldo al tiempo que perfeccionaba mi técnica. Llongueras era el mejor maestro al que podía acceder en ese momento. Era un profesional avanzado a su tiempo, que exhibía gran capacidad como gestor y extraordinarias dotes como docente. A ello le añadía un carácter motivador, transmitiéndonos la pasión que atesoraba por la peluquería y logrando que vibrásemos con él.

 

La pasión resulta fundamental para emprender cualquier proyecto y levantarte cada mañana con ánimo positivo

Compatibilizaba el aprendizaje junto a Lluís Llongueras con el Bachillerato, que cursaba en Vic en modalidad nocturna. Eso comportaba un ritmo frenético, ya que, cuando finalizaba mi jornada como peluquera en Barcelona, me subía al tren para trasladarme a la capital de Osona, en cuyo instituto permanecía hasta las diez de la noche. Aquélla era una fórmula interesante para quienes, como yo, deseaban compaginar la carrera laboral con los estudios, una opción que también se ha perdido por razones que ignoro. A pesar de seguir contando con una juventud preciosa, con inquietud para trabajar, estudiar, investigar… me duele comprobar cómo hay muchos jóvenes que invierten la mayor parte del día sentados en la terraza del bar sin apartar la mirada del teléfono móvil y sumidos en la más absoluta desidia. Hay quienes se abandonan ya desde temprana edad, fiando su futuro al esfuerzo de los padres y labrándose una total dependencia de ellos, sin alimentar pasión alguna por nada, cuando la pasión resulta fundamental para emprender cualquier proyecto y levantarte cada mañana con ánimo positivo. Cada persona debería descubrir su propio estímulo en la vida, porque en la pasión reside la clave del éxito. Ese hallazgo tendría que responder a una decisión estrictamente personal, porque lo deseable es poder elegir el propio destino y la carrera que se quiere cultivar. Empeñarse en que los hijos den continuidad al negocio familiar puede revelarse un craso error.

 

Mi marido me deparó uno de los regalos más bonitos de mi vida al regalarme la tenora que había vendido para poder comprar mi primera peluquería

A mi madre le generaba inquietud que, a diario, me desplazara a Barcelona y me estuviera formando junto a un peluquero afamado que viajaba por todo el mundo. Temía perderme de vista y que me distanciara, de ahí que, cuando llevaba un año aprendiendo en Llongueras, me propusiera comprar una peluquería que se había puesto a la venta en Vic. Acabó convenciéndome y, con la ayuda familiar, adquirí ese salón con apenas dieciocho años. La compra de la peluquería requirió de un sacrificio adicional: renunciar a la música. Hacía tiempo que formaba parte de una orquesta, la primera de Catalunya formada exclusivamente por chicas. Yo tocaba la tenora, instrumento del que tuve que desprenderme para hacer frente a aquella operación. Intenté consolarme pensando que, en la nueva etapa como responsable de un negocio, no tendría tiempo para acudir a los ensayos o a los conciertos que periódicamente realizábamos. Ese capítulo fue doloroso, porque la música también significaba mucho para mí. Por eso resultó emocionante cuando, al cumplir sesenta años, mi marido me deparó uno de los regalos más bonitos de mi vida. Él era de las pocas personas que conocía ese episodio y, sabedor de quién era el propietario del instrumento, decidió recomprarlo y regalármelo con ocasión de ese aniversario tan especial. La ilusión al recuperar la tenora fue enorme, a pesar de que ahora solo la contemplo porque, para poder tocarla, debería retomar las clases de música.

 

MK Estilistes reúne una peluquería y un centro de estética, y una de nuestras especialidades reside en las bodas

Mi nueva etapa como empresaria no me apartó de los estudios, pues continué estudiando Bachillerato en modalidad nocturna. Aquello deparaba una circunstancia paradójica para mis compañeras, que acogían con sorpresa y diversión que estuviera cursando segundo de B.U.P. y regentara una peluquería. «Pero… ¿es tuya?», me insistían sin dar crédito a mis palabras. Se trataba de un local modesto, de apenas treinta metros cuadrados y con un equipamiento limitado. Con los años, sin embargo, iríamos evolucionando y el negocio conseguiría prosperar; hasta tal punto que, en la actualidad, MK Estilistes reúne una peluquería y un centro de estética, en el paseo de la Generalitat de la propia capital de Osona, con un total de doscientos metros. El primer paso lo di al comprar un entresuelo de ciento diez metros que supuso un salto cualitativo importante, al poder ofrecer más servicios y trabajar con mayor confort. Cuando se puso a la venta el entresuelo contiguo, decidí adquirirlo, lo cual me permitió ampliar el salón y, posteriormente, incorporar el centro de estética, en el que, en la actualidad, trabajan tres profesionales. A ellas hay que añadirles seis personas más que trabajamos en la peluquería. Una de nuestras especialidades reside en las bodas, pues formamos parte de Osona Nuvis, un colectivo de nueve compañías de la comarca integradas en una solución de wedding planners. Cada una de estas firmas satisface una necesidad de los novios para el enlace nupcial; en nuestro caso, la asesoría de imagen, el maquillaje, la peluquería e, incluso, la colaboración en temas de vestuario, a pesar de que, entre nuestros socios, ya disponemos de profesionales encargados de ese capítulo, como también los hay de flores, joyería, catering, etcétera. Para la celebración de la ceremonia, ponemos a disposición de los contrayentes una masía ubicada en un entorno bellísimo que satisface las más ambiciosas expectativas.

 

En los últimos años impera cierto egoísmo en la sociedad y mucha gente aspira solo a recibir sin ofrecer nada a cambio

A mi condición de peluquera, y dada mi vocación de servicio a los demás y mi experiencia, le he añadido la de presidenta de la Associació de Perruquers d’Osona, cargo que ostento desde hace más de una docena de años. Esta entidad sin ánimo de lucro surgió, coincidiendo con la entrada en el nuevo siglo, con el propósito de compartir las inquietudes profesionales y empresariales de nuestro sector y defender los intereses de quienes nos dedicamos a esta actividad. A través de ella, deseamos dignificar y prestigiar este oficio. En cierto modo, compartimos, a nivel territorial, los mismos objetivos que la Fedcat, la Federació Catalana de Perruqueria i Bellesa que empecé a presidir, también, hace ocho años. La asunción de esas responsabilidades constituye una entrega voluntaria, como hacen el resto de miembros de las respectivas juntas, y que forma parte de mis valores personales, pues entiendo que en la vida hay que dar y recibir. En los últimos años impera cierto egoísmo en la sociedad y mucha gente aspira solo a recibir sin ofrecer nada a cambio. Incluso algunos profesionales solo muestran disposición a realizar un sobreesfuerzo y brindar un plus si existe una compensación. Pienso que en la vida debemos ser generosos y saber corresponder a los demás. Recuerdo que, en una ocasión, una clienta habitual tenía que hacerles unos moños a sus hijas, pues tenían que protagonizar una actuación de ballet. El cabello se revelaba rebelde y esa mujer se veía incapaz de dominarlo, por lo que, pese a ser domingo, recabó mi asistencia. No tuve inconveniente en acudir en su ayuda; al contrario: aquella experiencia fue muy satisfactoria, pues el agradecimiento recibido superó con creces la compensación económica con la que la clienta pretendía pagar ese servicio. Al mismo tiempo, soy consciente que ese episodio se convirtió en un ejercicio de fidelización definitiva, pues ella comprobó que, ante todo, estaba para proporcionarle una solución efectiva ante la aparición un problema.

 

Recibimos con especial satisfacción el reconocimiento, por parte de ciertas autoridades oficiales, de nuestra condición de servicio esencial

Entre los logros alcanzados por la Associació de Perruquers d’Osona me enorgullece haber conseguido que se hayan abierto escuelas de F.P. en nuestra comarca, una meta en la que invertimos muchos esfuerzos. Hemos animado a la Federació a hacer lo propio, conscientes de que esos alumnos necesitan contar con la mejor formación, al tiempo que ponemos nuestros centros de belleza a su disposición para realizar prácticas. Pero si hubo un momento especialmente relevante para el asociacionismo ése fue el de la pandemia. En ese crítico capítulo se puso en valor la importancia de aunar esfuerzos y unificar nuestras actuaciones. Recibimos con especial satisfacción el reconocimiento, por parte de ciertas autoridades oficiales, de nuestra condición de servicio esencial, algo que históricamente veníamos reivindicando sin obtener una mínima respuesta. Por fin tomaban conciencia que las peluquerías y los centros de estética somos necesarios y cumplimos una importante misión en la sociedad, pues a nosotros acude el público buscando un momento distendido, en el que puedan relajarse mientras trabajamos para conseguir que aflore su mejor aspecto, disfrutando de la buena música ambiental que nos acompaña… En definitiva, de una experiencia placentera que incide positivamente en su bienestar emocional. A menudo ejercemos de terapeutas, porque la gente nos visita cuando sufre estrés, tras una carga de trabajo o de problemas familiares, con los hijos o con la pareja, y se nos confiesa mientras estamos peinándoles o practicándoles un tratamiento. Les resulta altamente beneficioso que les brindemos esa escucha, ya que a eso nos limitamos: a escuchar, pues rehúso inmiscuirme en temas personales o frivolidades, evitando caer en la vulgaridad. Pero sí compruebo que les reconforta hallar en nosotras a alguien que les escucha acerca de lo que les puede haber ocurrido aquel día o ante aquella inquietud que desean revelarnos.

 

Durante la pandemia, muchas personas tuvieron ocasión de comprobar que las asociaciones somos el seguro de vida profesional que precisan

Uno de los aspectos que hemos reivindicado desde la Federació es la regulación del sector para crear un certificado profesional homologado que acredite que un aspirante a trabajar en una peluquería cuenta con los conocimientos pertinentes y adecuados, pues hasta ahora existía mucho descontrol, con personas que procedían del Servei d’Ocupació de Catalunya, otros de F.P., algunos con diplomas de dudosa credibilidad expedidos por algunas escuelas privadas… Durante la pandemia, nuestra actuación fue decisiva. Primero, consiguiendo que el ministerio de Sanidad especificara oficialmente que nuestros salones tenían la obligación de cerrar, quedando los empleados cubiertos por el ERTE, pues en caso contrario nos exponíamos a tener que seguir sufragando determinados gastos pese a no obtener ingreso alguno. Posteriormente, tras el confinamiento tuvimos que emplearnos a fondo para lograr la autorización para la reapertura, todo lo cual requirió de constantes negociaciones telefónicas a razón de diecisiete horas diarias, atendiendo consultas de profesionales que reclamaban información (incluso de quienes no estaban adheridos a la entidad) y coordinándonos con otras federaciones territoriales. De aquellos días frenéticos han nacido amistades con personas que, de no haber sido por la pandemia, probablemente no habríamos establecido nunca relación. Las asociaciones salimos fortalecidas porque, más allá del incremento de asociados, adquirimos mayor credibilidad, pues muchas personas tuvieron ocasión de comprobar que somos el seguro de vida profesional que precisan, ya que llevamos a cabo muchas iniciativas que posibilitan que puedan desarrollar su labor de manera óptima.

 

Catalunya goza de tradición peluquera, como lo demuestra el surgimiento en nuestro país de afamados profesionales

Lo que aún no hemos podido resolver es la reducción del IVA, que de manera abrupta se elevó hasta el veintiún por ciento, trece puntos más. Un viernes lo anunciaba el ministro Montoro para aplicarlo al lunes siguiente, lo que obligaba a los técnicos informáticos a cambiar la configuración de los programas de gestión en domingo. Algunos peluqueros temerarios manifestaron su disposición a absorber ese incremento y no repercutirlo en el ticket del cliente, con el consiguiente recorte de margen. Obviamente, esa decisión comportó el cierre de muchas peluquerías y favoreció la economía sumergida y la práctica desleal, con la proliferación de personas que realizan servicios a domicilio sin emitir factura alguna. Aunque hemos trasladado nuestras quejas y hemos expuesto el problema tanto al Ministerio de Economía como a los distintos grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, no hemos obtenido rectificación alguna y, paradójicamente, los inspectores de la Agencia Tributaria siguen poniendo el foco en nuestros establecimientos en vez de dedicarse a perseguir a quienes actúan al margen de la ley. No es fácil hoy en día gestionar una peluquería. Resulta ilustrativo que, días atrás, nos hicieron una encuesta que perseguía tomar el pulso de los sectores económicos. Al finalizar la consulta les pregunté a los responsables de la misma si, tras informarles de nuestra situación y de las cargas que soportábamos, estarían dispuestos a abrir un salón de belleza. Su negativa fue tan sincera como elocuente. Una lástima porque Catalunya goza de tradición peluquera, como lo demuestra el surgimiento en nuestro país de afamados profesionales. Eso es fruto de nuestra inquietud por aprender, pues hallas catalanes en cualquier escuela reputada de peluquería del extranjero. Yo misma acudía primero a París para formarme, hasta que los franceses quedaron estancados en sus grandes peinados clásicos y opté por buscar en Londres lo que realmente me atraía: el corte de cabello. París sigue polarizando el glamour, el savoir faire, los recogidos, el maquillaje… pero son los ingleses quienes dominan la técnica de corte.

 

Prácticamente todos los cosméticos que utilizamos se fabrican con productos naturales, un aspecto en el que me muestro especialmente sensible desde hace décadas

Nuestro equipo se sigue formando constantemente y recientemente hemos regresado de Londres para asistir a un curso de perfeccionamiento, al igual que otras han acudido a Bilbao o a Madrid con el mismo propósito. Si mi principal virtud reside en el corte de cabello, mis compañeras están especializadas en distintas disciplinas, incluidas las extensiones, donde hacemos maravillas. Pero mi objetivo es disponer de personal formado de manera integral, de tal modo que sea capaz de realizar un servicio completo, de principio a fin, a la clienta. Utilizamos cosméticos de alta calidad, porque la eficiencia constituye el principal criterio en la selección. Prácticamente, todos los que utilizamos se fabrican con productos naturales, un aspecto en el que me muestro especialmente sensible desde hace décadas porque soy alérgica a los tintes. Antes la oferta era más limitada, pero hoy en día las marcas se han esmerado y cuentan con un amplio surtido de producto natural, que presenta un aroma distinto y confiere al cabello un aspecto más sedoso y brillante. Mientras, el centro de estética reclama inversión constante y generosa en aparatología. Esa tecnología nos permite complementar la profesionalidad que ofrecen nuestras manos. De lo que se trata, en definitiva, es de saber escuchar a las clientas, diagnosticar correctamente sus necesidades, ejecutar el tratamiento pertinente y asesorarlas adecuadamente con el mantenimiento a seguir posteriormente en casa. Todo ello una labor que vivo con pasión y que disfruto enormemente a diario, porque más que un trabajo lo considero un hobby pese a las trabas que nos pone la Administración, que parece empeñada en arruinar a las empresas. Tengo la suerte de contar a mi lado con Toni, un marido fantástico que entiende a la perfección mis inquietudes y preocupaciones, porque también es empresario. Le agradezco su apoyo constante en este desafío. En él he hallado a la persona ideal para poder llevar a cabo esta carrera profesional.