Cristina Camps Tell
Fotografia cedida
10è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Cristina Camps Tell

Rayca, Clínica Liberty, Aneumled

Texto  del 23/05/2018

Barcelonesa de nacimiento, el trabajo y los negocios la han llevado a tantos lugares que ya se siente una ciudadana del mundo. Emprendedora sin remedio, no se deja intimidar por ningún sector, y actualmente su hermano Carles y ella tienen empresas o inversiones en media docena de ellos. Cree que los políticos profesionalizados han demostrado no ser buenos gestores, y que quizá haya llegado la hora de que gobierne algún empresario de éxito.

 

El bocadillo de ida y vuelta

Me resulta difícil decir cuáles son los recuerdos de infancia que tengo más frescos en la memoria. Quizá no sea mi primer recuerdo, pero forma parte de mis imágenes para la historia un verano en Menorca que pasamos toda la familia junta, incluso mis tíos y primos. Fueron dos meses inolvidables. Todavía era una chiquilla, pero me dejaban ir a buscar las cartas del buzón, e ir a tirarlas; y esa muestra de confianza me hacía sentir importante, también porque era la mayor de todos los primos. Anterior al de Menorca es mi recuerdo de cuando murió Franco, cuando me llevaron a la guardería, como cada día, y el portero nos dijo que se habían suspendido las clases en señal de duelo; y aún me veo con cuatro años comiendo el bocadillo al volver a casa, no en el recreo. Para mí esa anomalía fue lo más destacado del día, no la muerte de un señor del que todo el mundo hablaba pero de quien apenas sabía nada.

Si hubiera sido niño, me habría llamado Baltasar

De niña, aparte de mis padres, tuve más relación con mis abuelos maternos, con quienes pasaba el largo periodo vacacional. Luego, estaba también mi abuelo paterno, que se llamaba Baltasar Camps y era pastelero. Fue él quien empezó, pues, la relación familiar con el sector de la restauración. Mi padre se llamaba también Baltasar Camps, y al principio siguió el oficio paterno. El abuelo Baltasar, que tenía mucha visión de futuro, pensó que era más útil ayudar a los hijos en vida, cuando aún son jóvenes y necesitan establecerse por su cuenta, que dejarles la herencia, por ley de vida, cuando tuvieran cincuenta años: una edad en la que uno, si todo va bien, ya tiene la existencia encarrilada. Y así fue como ayudó a mi tía a montar una farmacia y a mi padre a montar Leng-d’Or, una empresa de patatas fritas y aperitivos que aún existe, propiedad hoy de los herederos del que fuera su socio. Con la experiencia adquirida en Leng-d’Or, mi padre se animó con un nuevo negocio y, de la mano de un nuevo socio, abrió El Robot Jordi y la Señora Grill, un establecimiento de restauración que se encontraba junto al antiguo campo de fútbol del Real Club Deportivo Español, en Sarrià. El negocio funcionó y con los años decidieron presentarse a concursos para optar a licitaciones de restauración en aeropuertos. Y los ganaron.

Ni Bellas Artes ni Periodismo

Toda mi vida he sido bastante organizada, responsable e independiente. Con esta manera de ser, no tuve problemas para sacar adelante los estudios en el Colegio de la Inmaculada Concepción y, más tarde, en el de Sant Ignasi, centros de los que guardo un recuerdo muy bueno, especialmente de este último. De todos aquellos años, destacaría que yo me sentía de letras puras, que nunca me quedó nada para septiembre, y que me gustaba mucho pintar y dibujar –una asignatura que aún me queda pendiente, y que algún día retomaré, porque llegué a ganar algunos concursos infantiles–, mientras que las matemáticas se me atravesaban. Una vez acabado el ciclo obligatorio, quería cursar Bellas Artes, pero en asuntos de talento o eres muy buena y tienes un don, o te mueres de hambre, así que decidí hacer Derecho. Tenía una amiga dos años mayor que yo que ya estudiaba la carrera, y le pedí que me enseñara sus libros para ver de qué iba la cosa. Como no me gustaron absolutamente nada, y me parecieron tediosos, fijé entonces mi atención en Periodismo, pero, a pesar de que había sacado una buena nota en el examen de selectividad, me faltaban dos décimas para ser admitida en su facultad de Bellaterra. La universidad se me resistía.

La ESERP me cambió la vida

Ante la decepción, y para no perder un año, me inscribí en la Escuela Superior de Empresa y Relaciones Públicas (ESERP), una universidad privada que entonces empezaba y de la cual yo iba a formar parte de la primera promoción, integrada solo por dos clases de doce alumnos. Me gustó mucho por eso, por su atención casi personalizada; porque combinaba Dirección de Empresas, Marketing y Relaciones Públicas, y porque contaba con excelentes profesores. Además, daban la opción de poder cursar el último año en los Estados Unidos. Así lo hice en compañía de cuatro compañeros más, entre ellas una de mis mejores amigas, Neus, que aún lo sigue siendo. Fue una experiencia altamente enriquecedora, que nos permitió vivir un tiempo en el american way of life con el que tanto nos habían familiarizado las películas. De todas formas, no es imprescindible pasar por los Estados Unidos para tener una buena formación. Sin salir de nuestro país, se puede estar suficientemente preparado. Pero la formación, aquí o allá, es básica, porque etiquetas que me hayan podido poner, como por ejemplo tener buena presencia o ser la hija del jefe, a menudo juegan más en tu contra que a tu favor, y solo unas buenas credenciales pueden conjurarlas.

Choque lingüístico y cultural al llegar a Estados Unidos

Para poder estudiar en los Estados Unidos tuvimos que acreditar un nivel mínimo de inglés, y lo teníamos. Aun así, por la diferencia del acento americano, durante las dos primeras semanas no nos enterábamos de nada. Cuando nos llamaban por teléfono, no nos atrevíamos a contestar, porque una lengua es más inasequible así que en persona. Nada más llegar al país, nos instalamos en el apartamento y tuvimos que ir a dar de alta los suministros. Demasiada burocracia en lengua extranjera para el primer día. No nos dieron tregua, y pronto nos vimos inmersas en trabajos en grupo con alumnos anglófonos. Además de la lengua, la cultura estudiantil era totalmente diferente. Nos chocó que, si un alumno ve que otro copia, le denuncia, algo que no tenía nada que ver con la picaresca de nuestro país.

Diez años de vida nómada

Regresé del Bachelor in Business Administration en los Estados Unidos cuando mi padre y su socio asumían dos cafeterías del aeropuerto de Gran Canaria, y me incorporé a la empresa para hacerme cargo de ellas tras formarme durante unos meses en los aeropuertos de Lanzarote, Alicante y Madrid. Por azar, siempre me ha tocado arrancar los negocios desde cero. Es muy duro, pero también muy gratificante cuando las cosas funcionan. Entonces tenía veinticuatro años, me fui sola a una isla que no conocía y me puse a trabajar codo con codo con el director. Entre los dos lo decidimos todo, desde el personal que había que seleccionar hasta el color de sus uniformes. Llevé la parte contable durante dos años y medio, supervisada periódicamente por mi padre y el jefe financiero del grupo hasta que toda la maquinaria funcionó sola. Mi siguiente destino fue Palma de Mallorca, un aeropuerto más importante, cuya restauración, lógicamente, ya estaba funcionando. El cambio de concesionaria es realmente curioso porque se realiza de madrugada. Durante el día, llevaba el negocio la empresa saliente, pero a partir de las doce de la noche comenzaba nuestra concesión, porque la actividad de un aeropuerto nunca se detiene. Yo me encargaba de nuevo de la parte financiera, y tenía a mi cargo a un equipo de seis personas. Tras mi experiencia balear, vino mi etapa madrileña, en las dependencias del aeropuerto de Barajas, donde la diversificación nos llevó a ir más allá de la restauración y a abrir una tienda de tarjetas telefónicas internacionales de prepago con unos socios de Miami. Además, ayudaba a mi hermano en un negocio de hostelería y espectáculos llamado María Morena, que había abierto en las Rozas. Madrid fue mi última escala antes de volver a Barcelona. En total, pasé diez años fuera de casa, prácticamente toda mi veintena, durante la cual llegué a tener once casas de alquiler. Como es fácil de imaginar, ya me considero una artista haciendo maletas y mudanzas.

Viajando a Singapur

Durante dos años y medio lideré un proyecto que tenía por objeto introducir marcas españolas en vías de internacionalización, básicamente pequeñas y medianas empresas (entre ellas, Desigual y Chocolat Factory), en el mercado asiático a través de la puerta de entrada de Singapur. Para ello, montamos in situ un espacio de 1.500 m2 que llamamos «Spain to Dream», dentro de un gran centro comercial de nueva apertura llamado Vivo City. Viajaba allí de cuatro a cinco veces al año y resultó ser una experiencia muy enriquecedora tanto en el ámbito personal como profesional, además de que me permitió conocer varios países asiáticos. Creo que desde mi paso por Singapur incorporé métodos de trabajo relacionados con la eficiencia que me han sido muy útiles tanto en mis proyectos futuros como en mi vida privada. Fue entonces cuando empecé a tener la última palabra en muchos temas, porque, aunque la inversión era con varios socios, mi padre, que no hablaba inglés, delegó todos los poderes en mí. Para un hombre mayor, este tipo de desplazamientos al extranjero quizá fueran muy pesados, pero para una mujer joven y sola, resultaron muy estimulantes.

Mi pequeño fracaso

Ser muy emprendedora implica arriesgarse a tener fracasos, y yo he tenido alguno. Tener fracasos es la clave para tener éxitos, así que uno debe recordarlos y explicarlos sin tener vergüenza. Todo empezó cuando, en paralelo a la restauración de la Ciudad de la Justicia, abrí una zapatería de la mano de mi amigo y proveedor de productos del cerdo, José, que ya tenía varias. El modelo de negocio consistía en comprar en China zapatos low cost y venderlos aquí. La zapatería se llamaba Una Más, y estaba en Sant Andreu. La idea era buena, pero llegué un poco tarde, y ya había en el entorno varias zapaterías similares. No hacía negocio, solo servía para hacer circular dinero, pagar a la plantilla y el alquiler. No perdí dinero pero tampoco lo gané. La tuve dos años y la traspasé. Desde entonces, quizá estudio más mis inversiones, sobre todo tras haber sido madre. De todas maneras, cualquier inversión que no ponga en riesgo mi forma de vida, mis viajes y mis necesidades, ni por supuesto mi economía, será siempre digna de ser estudiada. Al fin y al cabo mi naturaleza es emprendedora.

De la hostelería a la hiperhidrosis pasando por los pisos y los leds

Actualmente, estoy implicada en varias iniciativas empresariales a la vez. La que más dedicación me exige es llevar la hostelería de la Ciudad de la Justicia de Barcelona, donde tengo un restaurante-cafetería con capacidad para ciento cincuenta personas y un punto de venta en la planta de acceso a los juzgados. Paralelamente, también me dedico a la iluminación con leds en asociación con una empresa de Zaragoza con la que anteriormente habíamos compartido proyectos en China. Este sector tiene muy buenas perspectivas, porque la normativa obliga a sustituir la iluminación existente por leds. Mi trabajo en ANEUMLED –así se llama la empresa– es básicamente comercial, porque carezco de los conocimientos técnicos pertinentes, aunque una vez superada la primera fase de contactos siempre me hago acompañar de un ingeniero para manejar las cuestiones especializadas. Entre nuestra clientela más destacada, cerca de dos centenares de compañías, tenemos a Abertis, la Ciudad de la Justicia o IKEA. Al no tener intermediario, que es lo que encarece siempre estos servicios, trabajamos mucho, también, con administraciones públicas. Otro aspecto para destacar es que nuestra competencia tiene solo productos, mientras que nosotros ofrecemos productos e ingeniería, y damos soluciones a las necesidades concretas del cliente. Además de las dos empresas mencionadas, soy desde hace ya varios años socia capitalista de RTV Capital Consulting & Proyectos Inmobiliarios, una empresa del sector inmobiliario que tiene pisos en venta y en alquiler. Y ya últimamente, en 2016, invertí en la Clínica Liberty, único centro en España especializado en la hiperhidrosis o sudoración excesiva.

Codo a codo con mi hermano Carles

A pesar de tanta diversificación, no puedo decir que tenga muchos trabajadores a mi cargo. En la Ciudad de la Justicia hay ocho personas en plantilla, más una secretaria y una contable en la oficina central de la calle Valencia. En el resto de empresas, al no llevar yo el mayor peso, el tema de los recursos humanos compete a nuestros socios. Luego está mi hermano Carles, con el que me reparto el trabajo. Él se encarga de unas empresas y yo, de otras. Nos las asignamos según nuestras potencialidades. Su perfil es más financiero, y el mío, más comercial. Actualmente se ocupa de otro proyecto, la extracción de manganeso en Marruecos. Debo reconocer que para ir a dicho país y tener que negociar allí ha pesado bastante el hecho de que él sea un hombre y yo, una mujer, aunque siempre que podemos intentamos no hacer diferencias en estos aspectos.

Antes que los negocios, está la familia

Si soy emprendedora y empresaria es en buena parte porque a estas alturas no sé si podría trabajar para otro. Creo que me costaría mucho no estar al mando. Con mi hermano, es diferente. Somos dos a mandar, y eso en principio podría augurar problemas a la hora de tomar decisiones, porque en caso de desacuerdo no hay un tercero que desempate, pero no es así. Nos complementamos bien aunque tengo muy claro que por negocios no voy a perder a un hermano nunca. Antes, nos lo venderíamos todo, porque hay cosas que el dinero no debe destruir, como aprendimos de mi abuelo Baltasar y de mi padre, siempre preocupados por mantener unida la familia. Forma parte de los valores que te inculcan de pequeña y que involuntariamente han marcado muchas de mis decisones en la vida.

«Mientras se trabaja, no se gasta»

El traspaso de poder de nuestro padre a nosotros fue paulatino y natural. Al final, mi padre venía al despacho, y preguntaba cómo iban las cosas, pero ya teniendo absoluta confianza en nuestra gestión. Coincidió con una temporada en la que yo iba a comer casi cada mediodía a casa de mis padres, a pesar de ya estar en la treintena avanzada. A los veinte, te despegas de tus padres, das prioridad a los amigos. Pero a los treinta, redescubres y valoras la importancia que tienen para ti, y te apetece pasar más tiempo con ellos, y disfrutarlos. Fue en esas comidas, sentados a la mesa, donde buena parte de los aspectos relacionados con el relevo generacional se concretaron. Descubrí entonces que mi padre era un hombre muy noble, con carisma, y que había sido muy trabajador. Él lo consiguió todo con mucho trabajo y esfuerzo, y con su característico humor irónico nos solía decir que, mientras uno trabaja, no gasta.

Nada es posible sin gente de confianza

Si puedo estar en tantos frentes a la vez es porque un entorno de personas de confianza lo hacen posible. Entre ellas destacaría a Gonzalo, el encargado de las cafeterías de la Ciudad de la Justicia, que es mi mano derecha; no solo le encanta, sino que no tiene ningún problema en que su jefa sea mujer y más joven, circunstancia para la cual no todos los hombres están preparados. No quiero dejar de mencionar también a nuestra secretaria, Fina, que ya lo era de mi padre, y nuestra contable, Elizabeth. Ambas realizan un gran trabajo en la sede social.

Las mujeres ejercemos un liderazgo diferente

Empezamos en la Ciudad de la Justicia en 2009, en pleno inicio de la crisis, así que me vi obligada a plantear un ERE con reducción de jornada. Planteé a la plantilla la posibilidad de reducir el sueldo de todos un 6 % –también el mío– antes que sacrificar un puesto de trabajo, y optaron por que no hubiera ningún despido. Ahora ganan un poco menos y tienen catorce días más de vacaciones; y lo que es más importante: nadie fue al paro. No quiero decir que aquella fuera una solución femenina, pero sí que me parece indiscutible que hombres y mujeres tenemos una forma diferente de ejercer el liderazgo. Quizá las mujeres lo ejerzamos con más dosis de inteligencia emocional y sensibilidad. Creo que hablamos más con el personal que los hombres, y que por ello detectamos mejor sus necesidades, y podemos saber si un trabajador no está cómodo en la cocina y prefiere estar en la barra, o viceversa. Recientemente, he encontrado una solución ad hoc para un empleado que tiene un problema de salud importante y, agradecido, está siendo ahora más cumplidor que antes, si cabe. Es importante ubicar a cada persona en el lugar de trabajo en el que pueda ser más eficiente y esté más motivada. Esta confianza, en principio positiva, es bueno que se module, porque de lo contrario puede tener consecuencias negativas. Familiaridad, sí; pero la necesaria cadena de mando siempre exige que haya unas líneas que no conviene traspasar. A menudo, he sido la única mujer en consejos de administración del sector inmobiliario, y una vez me enojé porque un señor me dijo que era la «nota de color», pero yo no iba a dar color, sino a hacer exactamente lo mismo que el resto de consejeros, que era hacer negocios. Que se me vea como una profesional, y no como una mujer, ha sido una batalla constante durante todos estos años. Creo que por ese motivo me siento tan cómoda siendo socia de la Fidem, la Fundación Internacional de la Mujer Emprendedora, porque durante sus eventos y reuniones puedo compartir mis inquietudes y experiencias con otras mujeres empresarias.

Una cafetería muy especial

En nuestro establecimiento de la Ciudad de la Justicia se congrega un microcosmos humano muy interesante. Los juicios se celebran justo en los edificios de al lado, por eso pueden coincidir tomando un café desde acusados a jueces, pasando por procuradores, abogados o funcionarios. A pesar de dedicarnos a la hostelería, gozamos de un horario privilegiado porque trabajmos de lunes a viernes y en horario continuo hasta las 16 h, lo que permite conciliar la vida familiar con la laboral. Una anécdota más dramática tiene relación con el atentado terrorista del 17 de agosto del año pasado en las Ramblas de Barcelona. Aquel día yo iniciaba un viaje de veraneo a Londres, y me llamaron desde Urbicsa, el organismo propietario, para pedirme si podía abrir la cafetería y atender a los familiares de las víctimas que tenían que ir al forense a identificarlas. Y la abrí, aunque para ello tuve que movilizar al personal, que se encontraba disfrutando de sus vacaciones. Algo parecido sucedió cuando hubo aquel atropellamiento masivo de tren en Castelldefels en el que murieron decenas de personas. Este tipo de contingencias no son habituales en cafeterías y restaurantes, pero nosotros nos debemos a nuestra ubicación y ante circunstancias tan trágicas solo podemos hacer todo lo que esté en nuestra mano.

Leds por normativa y por muchas otras razones

Volviendo de nuevo con nuestra empresa de leds, hemos inscrito ANEUMLED en el Clúster de l’Energia Eficient de Catalunya, una agrupación de ciento treinta empresarios del sector muy preocupada por el tema del medio ambiente. Cuando se habla de eficiencia energética no es solo en relación con el ahorro, que puede llegar a ser de hasta el 80 %, sino al calor emitido por las luces, que suele contrarrestarse con un aumento del consumo de aire acondicionado. Asimismo, tiene una cuestión derivada en lo referente a riesgos laborales, porque no es lo mismo trabajar con una calidad de luz que con otra. Hay espacios laborales que están saturados de luz; otros, en cambio, tienen deficiencia. También existen flexos de luz demasiado agresiva, que hieren la visión. Luego está el mantenimiento; en un recinto con cientos de bombillas, si una bombilla dura cincuenta mil horas libera más horas de trabajo que si dura quinientas horas, porque no precisa ser cambiada con tanta frecuencia. En este sentido, podría mencionar a uno de nuestros clientes estrella, IKEA, que está muy contento con el cambio a leds, ya que le ha supuesto un gran ahorro en las tareas del personal de mantenimiento.

Sobre proyecto y también por catálogo

Nuestro cliente tipo son grandes empresas o fábricas iluminadas permanentemente. También trabajamos mucho con el sector público: el último proyecto en el que nos hemos embarcado es el Palacio de la Aljafería de Zaragoza. Nuestros leds se fabrican en China según pedidos concretos y a partir de las especificaciones de I+D marcadas desde España. Aparte del tipo de proyectos que necesitan de un estudio y de ingeniería, tenemos también un catálogo de productos en venta. De la misma manera que los arquitectos disponen del programa Autocad, existe un programa específico llamado Dialux en el que basta consignar las características técnicas (dimensiones, amplitud, altura, ventanas, etc.) para obtener información sobre el tipo de luz que se necesita a fin de cumplir con la normativa vigente.

Triplicar la facturación e internacionalizarnos

ANEUMLED, que gracias a una buena gestión es una compañía saneada y sin deudas, está creciendo, y afronta ahora su internacionalización. Un problema recurrente que tenemos las empresas es el del circulante. Cuando nos ponemos a trabajar en un proyecto, tenemos que pagar al proveedor, pero no es raro que nosotros no cobremos hasta pasados sesenta o noventa días. Ahora estamos trabajando bastante para la Administración, que está sacando muchos concursos de alumbrado público, y afortunadamente ganamos la mayoría. Cubrir los gastos de estos dos o tres meses es a veces arduo. La inversión de capital prevista nos permitiría triplicar la facturación.

El 5 % de la población padece sudoración excesiva

Mi inversión en la Clínica Liberty fue a través del marido de una amiga, que acababa de entrar de accionista. Yo entonces disponía de un capital gracias a la herencia de mi padre, y no quería ingresarlo todo en el banco. Así pues, me puse en manos de mi asesora financiera, Gemma, que es un encanto –y que me libera de los temas financieros, que se me hacen más pesados–, y decidí invertir una parte de ese capital y asumir riesgo en algo que no me representara un plus de trabajo. El accionista mayoritario y fundador de la clínica, un visionario israelí llamado Oren Gan, llegó aquí hace tres años con su familia, y en el último año ha abierto clínicas en Lisboa y Oporto. Aunque la sudoración es una función normal del cuerpo que ayuda a regular la temperatura del cuerpo cuando hace calor y durante el ejercicio, los pacientes con hiperhidrosis a menudo sudan excesivamente. El mercado de la clínica para tratar la hiperhidrosis es considerable, ya que se calcula que un 5 % de la población sufre esta alteración. Estamos hablando, pues, en Catalunya, de 375.000 personas. La Seguridad Social opera la hiperhidrosis, pero se trata de una intervención bastante invasiva, y no es definitiva. Clínica Liberty, en cambio, dispone de una máquina de fabricación americana llamada miraDry –de la que tenemos la exclusiva para España y Portugal– que elimina de manera definitiva las glándulas sudoríferas sobrantes en las axilas. Para las manos y los pies se utiliza otra aparatología. Es un tratamiento muy útil para profesiones de sudor constante, como artistas y deportistas. En la mayoría de los casos, sin embargo, se trata de pacientes que lo pasan mal a la hora de tener que dar la mano, o con demasiado olor corporal.

ELVIS, al servicio de la seguridad, la movilidad y el medio ambiente

Por si mis negocios no eran ya muy diversificados, últimamente estamos impulsando un aplicativo llamado ELVIS –un nombre con gancho– de interés para los ayuntamientos, ya que está pensado para dar información a los municipios sobre seguridad, movilidad y medio ambiente. Funciona de la siguiente manera: se ponen unas cámaras en los lugares del municipio que se estimen oportunos y, a través de un software, se procesan datos en tiempo real acerca del volumen y las características del tráfico o de los niveles de contaminación, entre otros parámetros. Pronto se hará la primera prueba piloto en Sant Cugat del Vallès. La empresa se llama ELVIS Smart Solutions, y la impulsan un ingeniero de telecomunicación y un amigo mío abogado especializado en temas de telecomunicaciones para la Administración. Ambos llevan más de veinte años de experiencia en el sector.

Por si acaso, preparar el relevo

Con mi hermano hablamos a veces de la continuidad de las empresas en el futuro. Nuestros hijos todavía son muy pequeños, faltan aún muchos años, pero estaría bien establecer unas pautas para la siguiente generación, porque puede ser que mi hijo o uno de sus hijos quieran continuar nuestro legado, y deberíamos dejar el tema ya un poco ordenado. No cuesta nada prevenir, y ahorrarnos, así, futuros desencuentros.

Hija de mi madre y de mi padre

Mi madre se llama Carolina, y siempre ha sido ama de casa. Ella nos crio, y aunque tengo muchas cosas de su personalidad, siempre se ha dicho que de carácter me parezco más a mi padre. Ya de mayor, traté de una manera más profesional con él, cuando trabajamos juntos. Murió en 2015 y hay detalles diarios y situaciones que me lo recuerdan cada día. Lo echo mucho de menos, tanto personal como profesionalmente, sobre todo cuando debo tomar decisiones estratégicas. Tenía setenta y cuatro años, así que aún podría tenerle a mi lado y él aún podría estar disfrutando de sus nietos si no le hubiera atacado la enfermedad que se lo llevó en solo cinco meses. Fue especialmente duro durante las últimas semanas, cuando todavía vivía el cuerpo pero ya no era la persona que fue. Afortunadamente, mi madre, está estupenda y es muy activa, y no ha dejado que la ausencia de su marido la arrincone en casa. Es una mujer muy especial, que demuestra el amor con acciones, más que con palabras.

Una vida de viajes

Aparte de viajar por trabajo, he viajado mucho por placer, por afán de conocimiento. El verano en el que murió mi padre, después de todo el papeleo de la herencia –siempre desagradable–, para liberar la tensión vivida durante meses necesitaba hacer un viaje, y con una amiga hablamos de irnos a Cuba. Ella tuvo una indisposición poco antes de partir y, animada por mi madre, decidí irme sola. Al principio me sentí desafortunada por ello, parecía que la mala suerte no quería abandonarme, pero luego lo pasé estupendamente, y conocí a mucha gente interesante. Creo que todos debemos viajar en solitario alguna vez en la vida, aunque, como sucedió aquella vez, le extravíen a uno la maleta. Uno de los viajes más entrañables que he hecho es a la tierra de Papá Noel, Finlandia, con mi madre y mi hijo Marc, quien por aquel entonces tenía seis años. Marc lo vivió muy intensamente porque tenía esa edad en la que la magia de Papá Noel lo puede todo. Fuimos en invierno, con todo el país nevado, y llegamos a menos treinta y seis grados. A pesar de ello, mi madre se calzó unas raquetas y caminamos hasta un lago helado, lo que no dejó de sorprenderme, aunque siempre ha sido una mujer más abierta al mundo de lo que parece. Creo que le hubiera gustado viajar mucho más de lo que lo ha hecho. Aparte de este viaje, he estado en Camboya, China, Japón, Filipinas, Indonesia, Vietnam, Costa Rica, Panamá, Madagascar, Norteamérica, en varios países europeos y en Ruanda y Uganda, en busca de los gorilas de montaña. Este verano, nos vamos a las Azores a ver ballenas y nadar con los delfines con Marc. La lista de mis grandes viajes por hacer la encabeza Australia, porque Oceanía es el único continente que me queda pendiente. Valoro en gran medida que las personas tengan mundología, y predico con el ejemplo. Y es que la mundología es un tesoro que solo se puede adquirir viajando.

Mi mejor proyecto

Durante mis veraneos en Tarragona de jovencita, en un pueblo llamado Vilallonga del Camp, me encantaba salir y disfrutar con mi grupo de amigos, que todavía conservo. Hemos sabido mantener la amistad a través de los años y ahora son nuestros hijos los que juegan juntos. Mientras estudié siempre aprobaba en junio, pero, aun así, en casa me decían que esa era la única obligación importante que tenía y que, si no sacaba adelante los estudios, me tendría que poner a trabajar. Es muy importante que los padres inculquen a sus hijos cuáles son sus obligaciones y también que les doten de un mínimo sentido de la disciplina. Tengo un hijo de siete años, Marc, y a menudo me pregunto si estoy haciendo bien esta tarea, sobre todo porque a pesar de ser solo un niño, ha salido a su abuelo, y es un negociante nato. Mi hijo es lo mejor que he hecho en esta vida, y seguro que será alguien de provecho, como lo serán también sus primos, Alba y Max, los hijos de mi hermano Carles. Aun así, incluso teniendo la intuición de que nuestros hijos saldrán adelante, los padres debemos saber marcar los límites.

Quizá debería gobernarnos un empresario de éxito

No me gusta el matiz que tiene la política actual, y si mi hijo quisiera dedicarse a ella, me daría un disgusto. Pero la política está en todas partes, por lo que debemos ser sujetos activos en ella, no pasivos. En lo referente a la situación que está viviendo Catalunya estos últimos tiempos, mi opinión se resume en que, hace por lo menos cinco años, dos señores se tendrían que haber sentado a dialogar. De ese diálogo, quizá no habría salido la recuperación de la totalidad del nuevo estatut que los catalanes aprobamos en referéndum, el motivo inicial de discordia, pero sí una parte. Como ese diálogo no se produjo, las posiciones se fueron enconando; y hoy tenemos un conflicto severo y la sensación de que no hay ninguna salida airosa. En el ámbito empresarial, los perjuicios son muy grandes, la afectación es palpable. Necesitamos que se forme gobierno y que se empiece a trabajar ya para que el dichoso artículo 155 sea pronto un recuerdo. Guste más o guste menos, Catalunya es un motor muy importante, y con el colapso político actual, nuestra economía no puede desplegar todo su potencial. Los políticos también deben regirse por criterios de eficiencia, y si no saben resolver esta situación, si son malos gestores, deberían dimitir y ponerla en manos de otros. Quizá el día que gobierne un empresario de éxito las cosas mejoren, porque está visto que quienes han estado toda su vida profesional medrando en los partidos políticos tienen muchas limitaciones.